Consejos infalibles para la crianza de los hijos
“TENÍA 19 años, vivía lejos de mis familiares y no estaba preparada en lo más mínimo”, comenta Ruth sobre su primer embarazo. Dado que era hija única, apenas se había planteado la maternidad. ¿A quién podría acudir en busca de buenos consejos?
Por otro lado, Jan, quien ya tiene tres hijos mayores, recuerda cómo fue en su caso: “Al principio me sentía muy seguro con la teoría, pero no tardé en darme cuenta de que fallaba en la práctica”. Sea que los padres se sientan perdidos desde el primer momento o más tarde, ¿dónde encontrarán ayuda para criar a sus hijos?
Cada día más personas recurren a Internet. Ahora bien, quizás nos preguntemos si son fiables sus consejos. Ciertamente, hay motivos para extremar la cautela. A fin de cuentas, ¿sabe uno de verdad quién hace las recomendaciones en la Red, y si ha tenido éxito con sus propios hijos? Sin duda, conviene ser precavido cuando se trata de asuntos que puedan afectar a la familia. Como vimos en el artículo anterior, hasta pudiéramos llevarnos un chasco con la orientación que ofrecen los expertos. Entonces, ¿a quién vamos a acudir?
Los mejores consejos para la crianza de los hijos provienen de Jehová Dios, el Creador de la familia (Efesios 3:15). Él es el único experto en sentido absoluto. En su Palabra, la Biblia, nos brinda instrucciones prácticas de eficacia probada (Salmo 32:8; Isaías 48:17, 18). Pero es a nosotros, los padres, a quienes nos toca aplicarlas.
Al preguntar a varios matrimonios cómo habían logrado que sus hijos llegaran a ser adultos equilibrados y buenos cristianos, indicaron que el éxito obedecía principalmente a la aplicación de los consejos bíblicos. Habían comprobado que estos son tan confiables hoy como en la época en que se escribieron.
Hay que dedicarles tiempo
Ante la pregunta de qué consejo le había resultado más útil, Catherine, madre de dos hijos, mencionó sin pensarlo dos veces Deuteronomio 6:7, que dice lo siguiente: “Tienes que [inculcar las pautas bíblicas] en tu hijo y hablar de ellas cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino y cuando te acuestes y cuando te levantes”. Catherine comprendió que para aplicar esa exhortación tenía que dedicarles tiempo a sus hijos.
“¡Qué fácil es decirlo!”, tal vez piense el lector. En muchas familias es imprescindible que trabajen los dos cónyuges tan solo para llegar a fin de mes. Si ambos están tan atareados, ¿cómo van a dedicarles más tiempo a los hijos? Torlief, cuyo hijo ya es padre, indica que la clave está en la propia recomendación de Deuteronomio: hay que llevarlos siempre con uno, y así surgirán espontáneamente oportunidades de hablar con ellos. “Mi hijo y yo llegamos a trabajar juntos en varias casas —explica Torlief—. Además, en nuestra familia la costumbre era viajar y comer juntos. Por eso, él siempre se sintió libre para expresar su opinión.”
Pero ¿y si se corta la comunicación y cuesta trabajo mantener la más simple conversación? Este fenómeno suele producirse a medida que los hijos se hacen mayores. Nuevamente, realizar actividades con ellos contribuye por lo general a mejorar la situación. El esposo de Catherine, Ken, recuerda que su hija se quejaba en la adolescencia de que él no la escuchaba, una queja muy común a esa edad. ¿Qué podía hacer? “Decidí pasar más tiempo con ella para poder hablar de tú a tú y que me contara lo que pensaba, lo que sentía y lo que la abrumaba. Funcionó muy bien.” (Proverbios 20:5.) Pero Ken puntualiza que este remedio surtió efecto porque en su casa ya había habido antes buena comunicación: “Mi hija y yo siempre nos llevamos muy bien —aclara—, así que ella siempre se sentía libre de contarme lo que quisiera”.
Cabe destacar el siguiente dato de un reciente estudio: al preguntar a padres e hijos si estaban satisfechos con la cantidad de tiempo que pasaban juntos, las respuestas negativas fueron tres veces más frecuentes entre los adolescentes que entre los padres. Por lo tanto, lo mejor es seguir el consejo bíblico de dedicar a los hijos todo el tiempo que sea posible, sin importar si estamos descansando o trabajando, si nos hallamos en casa o de viaje, o si acabamos de levantarnos o vamos a acostarnos. Siempre que sea posible, llevémoslos con nosotros. Como se desprende de Deuteronomio 6:7, nada puede sustituir el tiempo que pasamos con ellos.
Debemos enseñarles buenos principios
En la misma línea, Mario, padre de dos hijos, hace la siguiente recomendación: “Conviene darles mucho cariño y leerles en voz alta”. No es tanto cuestión de estimularles el cerebro como de enseñarles la diferencia entre el bien y el mal. De ahí que Mario agregue: “Hay que estudiar la Biblia con ellos”.
Así lo indica la propia Biblia: “No provoquéis a ira a vuestros hijos sino criadlos tiernamente en la disciplina y admonición del Señor”, o lo que es lo mismo, “edúquenlos y denles enseñanzas cristianas” (Efesios 6:4, Comentario del Nuevo Testamento, Guillermo Hendriksen; Traducción en lenguaje actual). En muchos hogares no se da la debida importancia a la formación moral. Hay quienes creen que cuando los hijos sean mayores, podrán elegir por sí mismos los valores que van a seguir. Pero ¿es esta una actitud prudente? Pues bien, tal como sus cuerpos requieren una nutrición adecuada para crecer fuertes y sanos, sus mentes y corazones también precisan una buena educación. Si nuestros hijos no aprenden principios morales en casa, probablemente adoptarán el criterio de extraños, sean compañeros, maestros o figuras de los medios de comunicación.
Con la ayuda de la Palabra de Dios, los padres pueden enseñar a sus hijos a distinguir el bien del mal (2 Timoteo 3:16, 17). Jeff, superintendente cristiano que ha criado a dos hijos, recomienda usarla para inculcar buenos principios: “Al utilizar la Biblia, los niños comprenden que estamos hablando del punto de vista del Creador, y no solo de las opiniones de papá y mamá. Pudimos ver que tiene un efecto incomparable en la mente y el corazón. Cuando teníamos que corregir la conducta o actitud de un hijo, nos tomábamos tiempo para buscar algún pasaje pertinente. Luego se lo dábamos a leer en privado, y muchas veces el pequeño terminaba con lágrimas en las mejillas. Era sorprendente. La Biblia tenía un efecto que nunca habríamos conseguido con ninguna palabra o acción nuestra”.
Hebreos 4:12 señala que “la palabra de Dios es viva, y ejerce poder, [...] y puede discernir pensamientos e intenciones del corazón”. El mensaje de la Biblia no está formado por las opiniones y experiencias personales de los escritores que Dios utilizó. Más bien, expresa el criterio divino sobre los asuntos morales, hecho que lo distingue de todas las demás fuentes de consejo. De este modo, cuando usamos la Biblia para educar a los hijos, les ayudamos a plantearse las cosas como las ve Dios. Así les damos una formación de más peso y tenemos más probabilidades de llegarles al corazón.
Catherine, madre a la que antes mencionamos, concuerda con lo anterior: “Cuanto más difícil era el problema, más nos apoyábamos en los consejos de la Palabra de Dios. ¡Siempre funcionaba!”. ¿Podríamos darle mayor uso a la Biblia para ayudar a nuestros hijos a distinguir el bien del mal?
Seamos razonables
Otro principio útil para la crianza de los hijos lo expuso el apóstol Pablo cuando exhortó a sus hermanos en la fe: “Llegue a ser conocido de todos los hombres lo razonables que son ustedes” (Filipenses 4:5). Ciertamente, nuestros hijos también deben poder ver que somos razonables. No olvidemos que esta actitud es un reflejo de “la sabiduría de arriba” (Santiago 3:17).
Pero ¿cómo demostramos una actitud razonable con los hijos? Ayudándolos de acuerdo con nuestras posibilidades, pero sin tratar de controlar todos sus actos. Por ejemplo, Mario, testigo de Jehová de quien ya hemos hablado, recuerda: “A nuestros dos hijos siempre les planteamos metas espirituales como el bautismo y el ministerio de tiempo completo. Sin embargo, les dejábamos claro que la decisión era de ellos”. ¿Cuáles fueron los resultados? Ambos son ahora evangelizadores de tiempo completo.
En Colosenses 3:21, la Biblia advierte a los padres: “No estén exasperando a sus hijos, para que ellos no se descorazonen”. Este es uno de los versículos predilectos de Catherine. Cuando a uno se le agota la paciencia, es muy fácil ponerse exigente o gruñón con los hijos. Por eso, ella da este consejo: “No debemos pedir de ellos tanto como nos exigimos a nosotros mismos”. Y en vista de que es también testigo de Jehová, ofrece esta otra sugerencia: “Hay que lograr que disfruten sirviendo a Jehová”.
Jeff, otro de los padres ya citados, nos habla de las medidas prácticas que adoptó: “Al irse haciendo mayores los niños, un buen amigo nos mencionó cuántas veces había tenido que decirles que no a sus hijos. Al final se amargaban y creían que él era un tirano. Como mi amigo no quería que eso nos pasara a nosotros, nos recomendó buscar maneras de decirles que sí.
”Nos pareció una buena recomendación. Así que nos pusimos a seleccionar para nuestros hijos actividades que pudiéramos aprobar por realizarse en circunstancias adecuadas. Les decíamos: ‘¿Sabían que Fulanito va a hacer esto o aquello? ¿Les gustaría ir?’. Y si ellos nos pedían que los lleváramos a algún sitio, nos obligábamos a llevarlos aunque estuviéramos cansados. Todo con tal de no decirles que no”. Y esa es la esencia del espíritu razonable: ser equitativos, considerados y flexibles, pero sin violar ningún principio bíblico.
Beneficiémonos de una guía infalible
La mayoría de estos matrimonios, que ya son abuelos, están encantados de ver que sus nietos reciben una buena crianza gracias a que los padres siguen los mismos principios con que fueron criados. ¿Y usted, lector? ¿Puede beneficiarse también de la guía de la Biblia?
Tanto Ruth, de quien hablamos al principio, como Torlief, su esposo, sintieron a veces que estaban solos frente al desafío de ser padres. Pero no era así. Contaban con los inmejorables consejos de la Palabra de Dios. Los testigos de Jehová editan extraordinarias ayudas para el estudio de la Biblia que resultan muy útiles para los padres. Entre ellas figuran Mi libro de historias bíblicas, Aprendamos del Gran Maestro, El hombre más grande de todos los tiempos y Lo que los jóvenes preguntan. Respuestas prácticas. Torlief comenta al respecto: “Hoy los padres tienen a su disposición toda una mina de consejos bíblicos. Si los aprovechan bien, estarán mejor preparados para ayudar a sus hijos en las diversas facetas de la vida a medida que estos vayan creciendo”.
[Ilustración y recuadro de la página 5]
Qué dicen los expertos y qué dice la Biblia...
... sobre las demostraciones de afecto.
En 1928, el doctor John Broadus Watson recomendó a los padres: “Nunca abracen ni besen [a sus hijos]. Nunca los sienten en el regazo” (The Psychological Care of Infant and Child [La atención psicológica del niño]). Sin embargo, en fecha más reciente, las doctoras Vera Lane y Dorothy Molyneaux comentaron: “Los estudios indican que, muchas veces, los niños que viven privados de contacto físico y de manifestaciones de afecto no se desarrollan adecuadamente” (Our Children, marzo de 1999).
Por su parte, Isaías 66:12 presenta a Dios dando muestras del amor paterno que siente por su pueblo. De igual modo, cuando los discípulos de Jesús trataron de impedir que la gente le llevara los niños, él los corrigió con estas palabras: “Dejen que los niñitos vengan a mí; no traten de detenerlos”. A continuación, “tomó a los niños en los brazos y empezó a bendecirlos” (Marcos 10:14, 16).
... sobre la enseñanza de buenos principios.
En 1969, el doctor Bruno Bettelheim destacó en un artículo periodístico que el niño tiene el “derecho a formarse sus propias opiniones influido tan solo por sus experiencias en la vida, y no por los sermones autoritarios” de sus padres (The New York Times Magazine). Pero casi tres décadas después, en 1997, el doctor Robert Coles, autor del libro The Moral Intelligence of Children (La inteligencia moral del niño), dijo lo siguiente: “Los niños necesitan imperiosamente tener un objetivo en la vida, orientación y valores morales” que cuenten con la aprobación de sus padres y de otros adultos.
Proverbios 22:6 hace esta exhortación: “Entrena al muchacho conforme al camino para él; aun cuando se haga viejo no se desviará de él”. El verbo hebreo traducido “entrena” también puede verterse “inicia”, y en este versículo se refiere a comenzar la instrucción del pequeño. De hecho, la Biblia anima a los padres a enseñar buenos principios a sus hijos “desde la cuna” (2 Timoteo 3:14, 15, Biblia interconfesional). Es muy probable que lo que aprendan a tan tierna edad se les quede grabado toda la vida.
... sobre la disciplina.
El doctor James Dobson publicó en 1979 la obra Cómo criar a un niño difícil, en la cual afirmaba: “El castigo corporal en manos de unos padres amorosos es [...] una herramienta de enseñanza por medio de la cual se corrige una conducta perniciosa”. Sin embargo, el doctor Benjamin Spock dijo lo siguiente en un artículo adaptado de la séptima edición (1998) de su popular libro Tu hijo: “Los castigos físicos enseñan a los niños que los mayores, al ser más fuertes, pueden salirse siempre con la suya, tengan o no la razón”.
Con respecto a la disciplina, la Biblia afirma: “La vara y la censura son lo que da sabiduría” (Proverbios 29:15). Al mismo tiempo reconoce que no todos los niños necesitan un castigo físico. Por ejemplo, Proverbios 17:10 señala: “Una reprensión obra más profundamente en un entendido que el golpear cien veces a un estúpido”.
[Ilustración]
Hay que usar la Biblia para llegar al corazón
[Ilustración de la página 7]
Los padres sensatos programan actividades recreativas para sus hijos