Cómo ayudar a los deprimidos a recobrar el gozo
ALLÁ en el primer siglo, Epafrodito, un discípulo cristiano, estaba deprimido. Enviado para atender al apóstol Pablo, quien estaba en prisión, había enfermado gravemente. Aunque ya Epafrodito había recobrado la salud, le deprimía el que la congregación de donde venía, y que lo había enviado a Roma, hubiera ‘oído de su enfermedad’. (Filipenses 2:25, 26.) Quería tranquilizarlos, pero como estaba demasiado lejos para hacerlo, aquello lo deprimió. Quizás también creía que ellos pensaban que había fracasado. ¿Cómo se le podía ayudar a recobrar el gozo?
Epafrodito fue enviado de regreso a su hogar en Filipos con una carta del apóstol Pablo. En ella Pablo dio estas instrucciones a la congregación: “Denle la acostumbrada acogida en el Señor con todo gozo; y sigan teniendo aprecio a hombres de esa clase”. (Filipenses 2:27-30.) Se instó a los cristianos filipenses a acoger a Epafrodito conforme al compañerismo característico de la congregación cristiana. Las palabras consoladoras de ellos le mostrarían que lo estimaban mucho, sí, que le ‘tenían aprecio’. Aquella regocijante atención le aliviaría mucho su depresión mental.
Este ejemplo muestra que aunque en conjunto los cristianos ‘se regocijan en el Señor’, algunos padecen de diversas formas de depresión. (Filipenses 4:4.) La depresión mental grave es un serio trastorno emocional que hasta ha terminado en suicidio. Entre los factores implicados pudieran estar la química cerebral y otros factores físicos. Con todo, a menudo la depresión se puede aliviar por ayuda suministrada con discernimiento. Por eso Pablo exhortó: “Hablen confortadoramente a las almas abatidas”. (1 Tesalonicenses 5:14.) En vista de eso, debe ser un gozo para las congregaciones de los testigos de Jehová proveer apoyo emocional a las almas abatidas que lo necesitan. Allá en 1903 la organización cristiana moderna reconoció la responsabilidad de dar esa ayuda, pues en aquel tiempo La Atalaya en inglés dijo esto sobre las almas abatidas o descorazonadas: “Los descorazonados y débiles necesitan ayuda, apoyo y estímulo”. Pero ¿cómo puede usted ayudar a las almas abatidas o deprimidas?
En primer lugar, por manifestar sus ‘sentimientos de compañero’ pudiera ayudar al deprimido a revelar la “solicitud ansiosa” que le aflige el corazón. Luego “la buena palabra” que usted le diga pudiera ayudarle a alegrarse. (1 Pedro 3:8; Proverbios 12:25.) El simplemente permitir que se exprese con franqueza y perciba el interés suyo en él pudiera aliviarle mucho. “Tenía unas amigas con quienes realmente podía desahogarme —explicó Mary, una cristiana soltera que luchaba contra la depresión—. Necesitaba que alguien me escuchara.” El poder compartir con alguien los pensamientos más íntimos sobre los dolores de la vida puede significar muchísimo.
Sin embargo, se requiere más que solo escuchar y dar consejo superficial como: “Mira el lado bueno de la vida”, o: “Piensa de manera positiva”. Esos comentarios pudieran revelar falta de empatía y estar completamente fuera de lugar cuando la otra persona está deprimida, como lo indica Proverbios 25:20: “El que quita una prenda de vestir en día de frío es como [...] cantor con canciones a un corazón triste”. El comentar con un optimismo irreal también pudiera perturbar aun más al deprimido. ¿Por qué? Porque esos esfuerzos no llegan a las razones de su depresión.
Fortalezca con palabras
El que está gravemente deprimido no solo se siente triste; a esa persona probablemente le parezca que no sirve para nada, y quizás no vea esperanza de un cambio. La palabra griega que se traduce “almas abatidas” significa literalmente “de alma pequeña”. Cierto helenista define así la palabra: “Alguien que experimenta tanta dificultad que pierde todo el ánimo”. Sí, se han secado por completo sus recursos emocionales, y su amor propio ha decaído. (Compárese con Proverbios 17:22.)
El patriarca Job dijo: “Los fortalecería con las palabras de mi boca”. (Job 16:5.) La palabra hebrea que se vierte ‘fortalecer’ se traduce a veces ‘fortificar’ o ‘reforzar’. Se usó para describir cómo ‘fue fortalecido’ el templo por reparaciones estructurales. (Isaías 41:10; Nahúm 2:1; 2 Crónicas 24:13.) Las palabras que usted diga deben reedificar eficazmente —ladrillo por ladrillo, por decirlo así— el amor propio del deprimido. Para hacer esto usted tiene que recurrir a la “facultad de raciocinio” de la otra persona. (Romanos 12:1.) El número de La Atalaya ya citado dijo esto sobre los deprimidos: “Porque carecen de [...] amor propio, hay que llevarlos adelante un poco para poner de manifiesto las aptitudes que realmente poseen, para su propio estímulo y para la bendición de toda la casa de la fe”.
El ejemplo bíblico de Elqaná y su esposa Ana, una víctima de la depresión, ilustra cómo puede usted fortalecer con palabras a alguien como lo hizo Job. Elqaná tenía dos esposas. Una de ellas, Peniná, tenía varios hijos, pero Ana era estéril. Probablemente Ana se consideraba inútil. (Compárese con Génesis 30:1.) Como si aquella carga no fuera suficiente, Peniná la irritaba a tal grado que Ana lloraba y perdía el apetito. Aunque Elqaná no sabía cuán profunda era su aflicción, al notar su condición le preguntó: “Ana, ¿por qué lloras, y por qué no comes, y por qué se siente mal tu corazón?”. (1 Samuel 1:1-8.)
Las preguntas bondadosas y no acusadoras que Elqaná hizo pusieron ante Ana la oportunidad de expresarse en cuanto a lo que sentía. Sea que ella haya contestado o no, recibió ayuda para analizar por qué, probablemente, se sentía inútil. Así, también, pudiera ser que un alma abatida o deprimida le dijera: ‘Es que soy una persona mala’. Usted pudiera preguntarle: ‘¿Qué te hace pensar eso?’. Entonces escuche detenidamente mientras la persona le revela lo que hay en su corazón. (Compárese con Proverbios 20:5.)
Elqaná entonces le hizo a Ana esta pregunta sumamente fortalecedora: “¿No soy yo mejor para ti que diez hijos?”. Le recordó a Ana el cariño que le tenía a pesar de que era estéril. Ella era preciada para él, y por eso podía llegar a esta conclusión: ‘Pues, después de todo no soy tan inútil. ¡Mi esposo de veras me ama!’. Las palabras de Elqaná fortalecieron a Ana, pues empezó a comer y fue al templo. (1 Samuel 1:8, 9.)
Los que desean ayudar a los deprimidos deben obrar como Elqaná, quien fue específico y dirigió la atención de su esposa a una razón válida para que tuviera mejor estimación de sí misma. Por ejemplo, una cristiana llamada Naomi dijo esto en cuanto a algo que contribuyó a que recobrara su gozo: “Algunos amigos elogiaron la crianza que le había dado a mi hijo, la manera como mantenía mi hogar y hasta el cuidado que daba a mi apariencia a pesar de mi depresión. ¡Cuánto me estimuló aquello!”. Sí, el encomio merecido ayuda al alma abatida a ver las buenas cualidades que tiene y a estimar bien su valía de persona.
Si su esposa está deprimida, ¿por qué no trata de animarla usando palabras como las de Proverbios 31:28, 29? Ahí leemos: “Su dueño se levanta, y la alaba. Hay muchas hijas que han demostrado capacidad, pero tú... tú has ascendido por encima de todas ellas”. Con todo, una esposa deprimida quizás no acepte tal evaluación, pues tal vez se crea un fracaso por no poder atender los quehaceres domésticos tan bien como cree que debería hacerlo. Sin embargo, al recordarle la clase de mujer que es por dentro y cómo era antes de experimentar la depresión usted quizás pueda convencerla de que su alabanza no es adulación vacía. También pudiera reconocer que lo que ella hace ahora representa un esfuerzo supremo. Podría decirle: ‘Comprendo lo que requirió de ti hacer esto. ¡Es maravilloso el esfuerzo que estás haciendo!’. El que la esposa reciba la aprobación y la alabanza de su cónyuge y sus hijos, que son quienes mejor la conocen, es vital para reedificar su amor propio. (Compárese con 1 Corintios 7:33, 34.)
El uso de ejemplos bíblicos puede ayudar a la persona deprimida a entender los cambios que quizás tenga que hacer en su modo de pensar. Por ejemplo, puede que la persona tome demasiado en serio las opiniones de los demás. Usted pudiera referirse a Epafrodito y preguntar: ‘¿Por qué crees que él se deprimió cuando supo que la congregación de donde venía se había enterado de su enfermedad? ¿Realmente había fracasado? ¿Por qué dijo Pablo que le tuvieran aprecio? ¿Dependía la verdadera valía de Epafrodito del privilegio de servicio que tenía?’. Preguntas como estas pueden ayudar al cristiano deprimido a aplicar personalmente la información y a darse cuenta de que no es un fracaso.
“Den su apoyo a los débiles”
La Biblia insta: “Den su apoyo a los débiles”. (1 Tesalonicenses 5:14.) El que haya una red de amigos cristianos que puedan dar ayuda práctica es otra ventaja de la religión verdadera. Los amigos verdaderos son los que han “nacido para cuando hay angustia”, y verdaderamente dan apoyo constante a la persona deprimida. (Proverbios 17:17.) Cuando el apóstol Pablo se sintió ‘abatido’ y tenía “temores por dentro”, recibió consuelo “con la presencia de Tito”. (2 Corintios 7:5, 6.) De igual manera, las almas abatidas probablemente aprecien mucho las visitas y las llamadas telefónicas afectuosas a horas apropiadas. Usted pudiera preguntar si hay alguna manera de prestarles ayuda práctica, como por hacer diligencias, efectuar quehaceres domésticos, o cosas por el estiloa. Una cristiana llamada María dice: “Cuando me sentía muy deprimida una amiga me escribió varias veces, y siempre incluía citas bíblicas animadoras. Yo leía sus cartas una y otra vez con lágrimas en los ojos. Valían oro para mí”.
Después de animar a la congregación a ayudar a “las almas abatidas”, Pablo dice: “Tengan gran paciencia para con todos. Vean que nadie pague daño por daño a ningún otro”. (1 Tesalonicenses 5:14, 15.) Es vital tener paciencia porque la angustia mental, los pensamientos negativos y el agotamiento por la falta de sueño pueden llevar al deprimido a responder con “habla desatinada”, como lo hizo Job. (Job 6:2, 3.) Rachelle, una cristiana cuya madre se deprimió gravemente, reveló: “Muchas veces mamá decía cosas muy desagradables. En la mayoría de aquellas ocasiones yo trataba de recordar la clase de persona que mamá era realmente... amorosa, bondadosa y generosa. Aprendí que los deprimidos dicen muchas cosas sin que su corazón esté en ellas. Lo peor que uno puede hacer es responder con malas acciones o palabras agrias”.
Especialmente algunas cristianas maduras pudieran aliviar a otras mujeres que sufren de angustia emocional. (Compárese con 1 Timoteo 5:9, 10.) Estas cristianas capacitadas pueden esmerarse en hablar confortadoramente con ellas en las ocasiones apropiadas. A veces es más apropiado que sean hermanas cristianas maduras quienes continúen ayudando a estas mujeres, en vez de hermanos. Al organizar y supervisar apropiadamente los asuntos, los ancianos cristianos pueden encargarse de que las almas abatidas reciban la ayuda necesaria.
Ancianos de lengua educada
Especialmente los pastores espirituales deben tener “conocimiento y perspicacia” para “saber cómo animar con palabras al cansado”. (Jeremías 3:15; Isaías 50:4, Reina-Valera, 1977.) Pero si un anciano no tiene cuidado podría empeorar la condición de la persona deprimida aunque no haya querido hacer eso. Por ejemplo, los tres compañeros de Job fueron supuestamente a “condolerse de él y consolarlo”. Pero sus palabras, motivadas por un punto de vista incorrecto de la difícil situación de Job, solo sirvieron para ‘aplastarlo’ en lugar de consolarlo. (Job 2:11; 8:1, 5, 6; 11:1, 13-19; 19:2.)
Varios artículos que han salido en las publicaciones de la Watch Tower han presentado principios que se pueden aplicar al aconsejar a otras personasb. La mayoría de los ancianos han puesto en práctica esa información. Sin embargo, en algunos casos los comentarios irreflexivos de algunos ancianos —fuera a nivel personal o en discursos— han causado mucho daño. Por eso, que los ancianos no ‘hablen irreflexivamente como con las estocadas de una espada’, sino con la ‘lengua curativa de los sabios’. (Proverbios 12:18.) Si el anciano piensa de antemano en las posibles consecuencias de lo que diga, entonces podrá expresarse con palabras sosegadoras. Por lo tanto, ancianos, sean prestos para escuchar y lentos para llegar a conclusiones sin haber visto todo el cuadro. (Proverbios 18:13.)
Cuando los ancianos se interesan genuinamente en los deprimidos, ellos sienten que se les quiere y se les aprecia. Tal interés altruista puede moverlos a pasar por alto comentarios desanimadores. (Santiago 3:2.) Con frecuencia a las personas deprimidas las agobia un sentimiento de culpa, y los ancianos pueden contribuir a que adquieran un punto de vista equilibrado. Aunque se haya cometido un pecado grave, la ayuda espiritual de los ancianos puede contribuir a ‘sanar lo cojo’. (Hebreos 12:13.)
Cuando los que sufren depresión creen que sus oraciones no surten efecto, los ancianos pueden orar con ellos y por ellos. Al leer juntos artículos bíblicos sobre la depresión, los ancianos pueden ‘untar’ a estas personas con palabras espirituales sosegadoras. (Santiago 5:14, 15.) Los ancianos también pueden ayudar a la persona deprimida a dar los pasos bíblicos para resolver los desacuerdos personales que haya habido entre ella y otra persona, si se le dificulta hacerlo por sí sola. (Compárese con Mateo 5:23, 24; 18:15-17.) A menudo esos conflictos, especialmente cuando surgen en el círculo familiar, son la raíz de la depresión.
Comprenda que la recuperación toma tiempo. Hasta los esfuerzos amorosos de Elqaná no aliviaron inmediatamente la depresión de Ana. Las oraciones de ella y las palabras tranquilizadoras del sumo sacerdote finalmente le trajeron alivio. (1 Samuel 1:12-18.) Por eso, sea paciente si la persona no responde con rapidez. Por supuesto, los ancianos por lo general no son médicos y, por tanto, quizás vean que sus esfuerzos resultan limitados en algunos casos. Ellos, junto con los familiares de la persona deprimida, tal vez necesiten animarla a buscar ayuda profesional. Si es necesario, ancianos o miembros de la familia pueden explicar claramente al especialista la importancia de respetar las convicciones religiosas de la persona deprimida.
Hasta que llegue el nuevo mundo de Dios, nadie puede tener salud perfecta en sentido físico, mental ni emocional. Mientras tanto, cualquier cristiano que pierda su gozo debido a la depresión puede derivar fortaleza no solo de la congregación cristiana, sino también de nuestro Padre celestial, “que da aliento a los deprimidos”. (2 Corintios 7:6, Nueva Biblia Española.)
[Notas a pie de página]
a Véase el artículo “Cómo pueden ayudar otras personas a vencer la depresión”, en ¡Despertad! del 8 de noviembre de 1987, páginas 12-16.
b Véanse los artículos “Una lengua instruida... ‘para animar a los cansados’”, en La Atalaya del 1 de septiembre de 1982, y “‘Palabras espirituales’ que alivian la angustia mental”, en el número del 15 de noviembre de 1988.
[Recuadro en la página 29]
CÓMO HABLAR CONFORTADORAMENTE
◻ ESCUCHE DETENIDAMENTE: Con discernimiento, use preguntas para ‘sacar’ del corazón de la persona lo que la aflige. Esté presto a escuchar y sea lento en llegar a conclusiones sin haber visto todo el cuadro. (Proverbios 20:5; 18:13.)
◻ MUESTRE EMPATÍA: Los ‘sentimientos de compañero’ deben unirse a la ‘tierna compasión’ mientras usted trata de identificarse emocionalmente con el deprimido. ‘Llore con el que llora.’ (1 Pedro 3:8; Romanos 12:15.)
◻ TENGA GRAN PACIENCIA: Puede que se requieran varias conversaciones, así que sea paciente. Pase por alto el “habla desatinada” que tal vez emplee el deprimido por la frustración que siente. (Job 6:3.)
◻ FORTALEZCA CON PALABRAS: Ayude a la persona deprimida a ver las buenas cualidades que posee. Sea específico al dar encomio. Muestre que los problemas, las malas experiencias del pasado o los puntos débiles no determinan la valía de la persona. Explique por qué ama Dios a la persona y se interesa en ella. (Job 16:5.)