SECRETO SAGRADO
Algo que se origina de Dios, se oculta hasta el tiempo debido y se revela solo a aquellos a quienes Él escoge para que lo conozcan.
La palabra griega my·stḗ·ri·on, traducida “secreto sagrado”, se refiere principalmente a lo que conocen los iniciados. En las antiguas religiones mistéricas que florecieron en el tiempo de la congregación cristiana primitiva, los que deseaban tomar parte en las celebraciones de los misterios tenían que experimentar una iniciación; a los no iniciados se les negaba el acceso tanto a los llamados ritos sagrados como al conocimiento de ellos. Los iniciados estaban obligados por un voto de silencio a no divulgar los secretos. Sin embargo, también había un uso seglar, “cotidiano”, de la palabra, como para referirse a un secreto personal, un secreto entre amigos, secretos de familia, etc. El apóstol Pablo usa la forma pasiva de my·é·ō en este último sentido cuando dice: “He aprendido el secreto [literalmente, “he sido iniciado en los secretos”] tanto de estar saciado como de tener hambre, tanto de tener abundancia como de padecer necesidad”. (Flp 4:12.)
Diferente de las religiones mistéricas. El Diccionario Expositivo de Palabras del Nuevo Testamento (de W. E. Vine, 1984, vol. 3, pág. 23) explica sobre la palabra griega my·stḗ·ri·on: “En el [Nuevo Testamento] denota no lo que es misterioso, como sucede con el término castellano, sino aquello que, estando más allá de la posibilidad de ser conocido por medios naturales, sólo puede ser dado a saber por revelación divina, y se hace saber de una manera y en un tiempo señalados por Dios, y sólo a aquellos que están iluminados por Su Espíritu. En su sentido ordinario, un misterio significa conocimiento retenido; su significado bíblico es verdad revelada. De ahí que los términos especialmente asociados con este tema sean ‘dado a conocer’, ‘revelado’, ‘declarado’, ‘dispensación’, etc.”.
Los secretos sagrados de Dios y otros “misterios” de la Biblia, como el de Babilonia la Grande, no son, por lo tanto, cosas que han de mantenerse en secreto indefinidamente, sino que Jehová Dios ha de revelarlas a su debido tiempo a los que cifran su esperanza en Él y a quienes Él escoge para revelárselas. El apóstol Pablo trata este aspecto de los asuntos en 1 Corintios 2:6-16. En ese pasaje llama al “secreto sagrado” de Dios “sabiduría escondida”, revelada por medio del espíritu de Dios a sus siervos cristianos. Es algo que el espíritu del mundo o la sabiduría humana de hombres físicos no puede desentrañar, sino que es pronunciado y entendido por aquellos ‘que combinan asuntos espirituales con palabras espirituales’. Anteriormente Jesucristo había hecho notar a sus discípulos: “A ustedes se les ha dado el secreto sagrado [gr. my·stḗ·ri·on] del reino de Dios, mas a los de afuera todas las cosas ocurren en ilustraciones, para que, aunque estén mirando, miren y sin embargo no vean, y, aunque estén oyendo, oigan y sin embargo no capten el sentido de ello, ni nunca se vuelvan y se les dé perdón”. (Mr 4:11, 12; Mt 13:11-13; Lu 8:10.)
La gran diferencia entre el secreto sagrado de Dios y los secretos de las religiones mistéricas es, ante todo, su contenido: el secreto de Dios es buenas nuevas, no una mentira o un engaño hecho por el hombre. (Jn 8:31, 32, 44; Col 1:5; 1Jn 2:27.) En segundo lugar, los escogidos para entender el secreto sagrado de Dios no están obligados a mantenerlo secreto, sino a darle la proclamación y la publicidad más amplias posibles. Esto se muestra, como se ha indicado anteriormente, por el hecho de que la Biblia emplee con relación al “secreto sagrado de las buenas nuevas” expresiones como ‘predicar, “dar a conocer”, ‘poner de manifiesto’, ‘declarar’, “hablar”, etc. Los cristianos verdaderos declararon con gran vigor estas buenas nuevas que contenían el entendimiento del secreto sagrado para que se oyeran en “toda la creación que está bajo el cielo”. (1Co 2:1; Ef 6:19; Col 1:23; 4:3, 4.) Dios es el que determina los que no son merecedores y oculta de ellos el entendimiento. Esto no es parcialidad, pues les oculta el entendimiento de su secreto sagrado debido a la “insensibilidad de su corazón”. (Ef 4:17, 18.)
Se centra en Cristo. Puesto que “el dar testimonio de Jesús es lo que inspira el profetizar”, “el secreto sagrado de Dios” debe centrarse en Cristo. (Rev 19:10; Col 2:2.) Todos “los secretos sagrados” de Dios están relacionados con su Reino mesiánico. (Mt 13:11.) El apóstol Pablo escribe a los compañeros cristianos: “Cuidadosamente ocultados en él están todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento”, y “en él mora corporalmente toda la plenitud de la cualidad divina”. (Col 2:2, 3, 9.)
Pablo dijo que él tenía una mayordomía de los “secretos sagrados de Dios” (1Co 4:1), y habló de la comprensión que tenía “del secreto sagrado del Cristo”. (Ef 3:1-4.) Explicó que este secreto sagrado es sabiduría escondida que Dios predeterminó antes de los sistemas de cosas. (1Co 2:7.) La declaración del misterio o “secreto sagrado de Dios” empezó con la profecía de Jehová registrada en Génesis 3:15. Durante siglos, los hombres de fe estuvieron a la espera de la “descendencia” prometida que libraría a la humanidad del pecado y la muerte, pero no entendían con claridad quién sería esta “descendencia” ni cómo vendría y traería liberación. Todo esto no se aclaró hasta que Cristo vino y “[arrojó] luz sobre la vida y la incorrupción mediante las buenas nuevas”. (2Ti 1:10.) A partir de ese momento, se empezó a entender el misterio de la ‘descendencia de la mujer’.
El Reino mesiánico. Pablo da en sus escritos una visión completa de la revelación del secreto sagrado del Cristo. En Efesios 1:9-11 explica que Dios dio a conocer el “secreto sagrado” de su voluntad, y dice: “Es según su beneplácito que él se propuso en sí mismo para una administración al límite cabal de los tiempos señalados, a saber: reunir todas las cosas de nuevo en el Cristo, las cosas en los cielos y las cosas en la tierra. Sí, en él, en unión con el cual a nosotros también se nos asignó como herederos, por cuanto fuimos predeterminados según el propósito de aquel que opera todas las cosas conforme a la manera como su voluntad aconseja”. Este “secreto sagrado” incluye un gobierno, el Reino mesiánico de Dios. “Las cosas [que están] en los cielos”, a las que Pablo se refiere, son los herederos en perspectiva de ese Reino celestial con Cristo. “Las cosas [que están] en la tierra” serán sus súbditos terrestres. Jesús mostró a sus discípulos que el secreto sagrado tenía que ver con el Reino cuando les dijo: “A ustedes se les ha dado el secreto sagrado del reino de Dios”. (Mr 4:11.)
Incluye a la congregación. Hay muchas facetas en el secreto sagrado. El apóstol añadió otros detalles cuando explicó que el secreto sagrado engloba a la congregación, de la que Cristo es cabeza. (Ef 5:32; Col 1:18; Rev 1:20.) Los miembros de la congregación son sus coherederos, con quienes comparte el Reino. (Lu 22:29, 30.) Se les escoge tanto de entre los judíos como de entre los gentiles. (Ro 11:25; Ef 3:3-6; Col 1:26, 27.) Esta faceta del “secreto sagrado” no se pudo entender con claridad hasta que en el año 36 E.C. Pedro fue enviado a visitar al gentil Cornelio y vio que la casa de este gentil recibía los dones del espíritu santo. (Hch 10:34, 44-48.) Pablo escribió a los cristianos gentiles: “Estaban [...] sin Cristo, [...] extraños a los pactos de la promesa, y no tenían esperanza, y estaban sin Dios en el mundo. Pero ahora, en unión con Cristo Jesús, ustedes los que en un tiempo estaban lejos han llegado a estar cerca por la sangre del Cristo”. (Ef 2:11-13.) Por medio de la relación que Dios mantiene con la congregación, los “gobiernos y [...] las autoridades en los lugares celestiales” llegarían a conocer “la grandemente diversificada sabiduría de Dios”. (Ef 3:10.)
En una visión de la Revelación, se le mostró a Juan esta congregación compuesta de 144.000 personas compradas “de entre la humanidad como primicias para Dios y para el Cordero”. Estaban de pie con el Cordero Jesucristo sobre el monte Sión, el lugar donde está situada la ‘ciudad del Dios vivo, la Jerusalén celestial’. En la antigua Jerusalén terrestre estaba “el trono de Jehová”, en el que se sentaban reyes de la línea de David; también se hallaba allí el templo de Jehová. Jesucristo está entronizado en la Jerusalén celestial, y sus seguidores ungidos con espíritu comparten su gobernación real. (Rev 14:1, 4; Heb 12:22; 1Cr 29:23; 1Pe 2:4-6.) La resurrección de estos a inmortalidad e incorrupción durante el tiempo de la presencia de Cristo es una de las características de la manera de actuar de Dios con la congregación, un “secreto sagrado” en sí misma. (1Co 15:51-54.)
El secreto sagrado de la devoción piadosa. Pablo escribió a Timoteo: “Te escribo estas cosas [...] para que sepas cómo debes comportarte en la casa de Dios, que es la congregación del Dios vivo, columna y apoyo de la verdad. Realmente, se reconoce que el secreto sagrado de esta devoción piadosa es grande: ‘Él [Jesucristo] fue puesto de manifiesto en carne, fue declarado justo en espíritu, se apareció a ángeles, fue predicado entre naciones, fue creído en el mundo, fue recibido arriba en gloria’”. (1Ti 3:14-16.)
“La congregación del Dios vivo” tenía la verdad y conocía con exactitud el misterio o “secreto sagrado” de la verdadera devoción piadosa, y no solo tenía la forma, sino también el poder de tal devoción piadosa. (Contrástese con 2Ti 3:5.) Por lo tanto, podía ser “columna y apoyo de la verdad” en medio de un mundo de error y religión falsa, los ‘misterios’ que son sagrados para Satanás y para los que él ha cegado. (2Co 4:4.) La devoción piadosa de Jesucristo mismo se predijo y expuso en las Escrituras Hebreas inspiradas. Durante siglos, desde que se desafió la soberanía de Dios y se puso en tela de juicio la integridad del hombre, fue un misterio, o un “secreto sagrado”, si se podría mantener una devoción piadosa completa, inquebrantable y sin tacha bajo la presión del Diablo. ¿Podría alguien resistir la prueba y mantenerse completamente limpio, sin pecado ni mancha, con devoción exclusiva a Jehová? De ser así, ¿quién? Con estas preguntas estaba relacionada la cuestión de quién sería la ‘descendencia de la mujer’ que magullaría la cabeza de la Serpiente. Este hecho se revelaría completamente cuando Cristo ‘fuera puesto de manifiesto en carne, fuera declarado justo en espíritu, se apareciera a ángeles, fuera predicado entre naciones, fuera creído en el mundo, fuera recibido arriba en gloria’. (1Ti 3:16; 6:16.) Sin duda esto sería algo grande. La gran cuestión de la devoción piadosa se centraba en la persona de Jesucristo. ¡Qué grandeza hubo en el proceder de devoción piadosa de Cristo! ¡Cómo ha beneficiado a la humanidad y ensalzado el nombre de Jehová! (Véase DEVOCIÓN PIADOSA.)
Queda terminado. En la visión dada al apóstol Juan se le dijo: “En los días de dar el toque el séptimo ángel, cuando esté a punto de tocar su trompeta, verdaderamente queda terminado el secreto sagrado de Dios, según las buenas nuevas que él declaró a sus propios esclavos los profetas”. (Rev 10:7.) Esta conclusión del secreto sagrado está relacionada estrechamente con el toque de trompeta del séptimo ángel que acompaña el anuncio que se hace en el cielo: “El reino del mundo sí llegó a ser el reino de nuestro Señor y de su Cristo, y él reinará para siempre jamás”. (Rev 11:15.) De modo que el secreto sagrado de Dios queda terminado en el momento en que Jehová da comienzo a su Reino por medio de su Mesías o Cristo. Jesucristo habló mucho a sus discípulos, los “esclavos” de Dios, acerca del reino de Dios, y dijo que “estas buenas nuevas del reino” seguirían predicándose hasta el fin (té·los, griego) del “sistema de cosas”. Después que ‘el secreto sagrado de Dios quedara terminado’, las “buenas nuevas” que se predicarían incluirían, por lo tanto, lo que anunciaron las voces en el cielo: “El reino del mundo sí llegó a ser el reino de nuestro Señor y de su Cristo”. (Mt 24:3, 14.)
Para obtener una explicación sobre el ‘misterio del desafuero’ (2Te 2:7), véase HOMBRE DEL DESAFUERO. Para obtener una explicación sobre el “misterio: ‘Babilonia la Grande’” (Rev 17:5), véase BABILONIA LA GRANDE.