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  • ¿Por qué hablar con entusiasmo?

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  • ¿Por qué hablar con entusiasmo?
  • ¡Despertad! 1972
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  • Una cualidad natural
  • Desarrollando entusiasmo en el discursar
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¡Despertad! 1972
g72 22/12 págs. 20-23

¿Por qué hablar con entusiasmo?

EN 1917, durante la primera guerra mundial, el primer ministro de Francia, René Raphaël Viviani, visitó los Estados Unidos y dio una conferencia en la Universidad Columbia en la ciudad de Nueva York. Aunque habló en francés, un oyente que no entendía el idioma dijo que había quedado cautivado por el discurso. “Quedé excitado y estremecido por las maravillosas cualidades de su oratoria,” explicó.

Por otro lado, es probable que usted haya escuchado discursos que no le inspiraron en lo más mínimo, aunque entendió cada palabra del orador. Un abogado estadounidense dijo: “He escuchado a muchos hombres prominentes de este país discursar con una mortífera monotonía. Era muy embarazoso para los oyentes. No podían permanecer despiertos.”

¿Por qué es que una conferencia puede ser interesante, hasta excitante para una persona, cuando la persona ni siquiera entiende las palabras? Sin embargo, ¿por qué es que algunos discursos que se dan en un idioma que uno entiende claramente son tan aburridos que casi lo ponen a uno a dormir?

Lo que hace interesante a un discurso

La respuesta reside en gran parte en la manera en que se da el discurso. Una vez una señora de edad grabó este hecho indeleblemente en un ministro joven. Él le pidió sus observaciones sobre un discurso que acababa de dar. Ella admitió que su material había sido excelente, pero le dijo: “Si usted no está excitado acerca de lo que tiene que decir, ¿cómo espera que lo estemos nosotros?”

En realidad la señora resumió lo que hace interesante a un discurso. Es la excitación o el entusiasmo del discursante acerca de su material. Si él realmente pronuncia su discurso con el corazón, entonces su presentación viva y entusiasta cautivará al auditorio. Prestarán cuidadosa atención. Pero al orador que le falta entusiasmo hallará mucho más difícil el retener la atención de su auditorio, sin importar cuán excelente material pueda presentar.

Con seguridad, entonces, usted querrá hablar con entusiasmo. Pero, ¿qué hay si a la oratoria de uno le falta esta cualidad? ¿Cuál, por lo general, es la razón? ¿Cómo puede uno desarrollar entusiasmo?

Una cualidad natural

Felizmente, el entusiasmo es una cualidad natural poseída por la mayoría de las personas. Especialmente se ve en los niños. Cuando pase por el patio de una escuela, deténgase y escuche los vivaces gritos, la risa y la conversación de los jóvenes. ¡No hay aburrimiento o monotonía en su habla!

O tal vez usted ha oído la súplica entusiasta de una niñita. “¡Por favor, mamita!” quizás suplique la niña. “Déjame ir con las otras nenas. No nos demoraremos mucho. ¡Te prometo limpiar mi habitación en cuanto vuelva! Déjame ir, por favor.” No solo la voz, sino los ojos y la cara, también, reflejan su súplica para conseguir el permiso de la madre. Y si la madre vacila en concederlo, una lágrima quizás brote espontáneamente de los ojos de la niña, añadiendo énfasis y fuerza a la súplica.

Normalmente los adultos no pierden del todo este entusiasmo natural. ¿Ha escuchado a un hombre que disfruta de la pesca contar acerca de su viaje de pesca y de lo mucho que pescó? ¿O ha oído a un grupo de mujeres conversar acerca del próximo casamiento o algún otro acontecimiento social? ¡Qué entusiasmo sin inhibiciones pueden demostrar tanto los hombres como las mujeres cuando hablan con sus amigos íntimos! Los ademanes, las expresiones faciales, los cambios en el volumen y el tono, cambios en la velocidad del habla, cambios en el énfasis, todos ocurren con naturalidad. Pero cuando una persona se para enfrente de un grupo de estos mismos amigos para dar un discurso, ¿qué sucede?

Usted sabe. Con mucha frecuencia esa entusiasta y natural manera de hablar se desvanece, y el discurso de la persona es aburrido y sin vida. ¿Por qué? ¿Qué ha cambiado? En realidad, muy poco.

Puede ser que haya reunidos algunos más de los amigos del orador, y que estén sentados en hileras. Sin embargo, el verdadero cambio es invisible. Está en la mente y en la actitud del orador. Puede ser que llegue a estar consciente de sí mismo. Quizás sienta que es el centro de la atención, evidentemente pensando que ahora sus amigos de algún modo son sus críticos. Si es así, pierde confianza en su habilidad de expresarse y, como resultado, pierde su entusiasmo natural.

Desarrollando entusiasmo en el discursar

El primer requisito, entonces, para desarrollar entusiasmo al dar una conferencia es obtener la estimación correcta de su auditorio. Recuerde, no se han convertido en sus enemigos sencillamente porque están sentados en hileras. No son críticos. Más bien, son amigos que han venido a escuchar y a aprender de lo que usted va a hablar.

Así es que para desarrollar entusiasmo, háblele al auditorio con el corazón. Crea en las cosas que dice. O para decirlo de otra manera: Solo hable acerca de las cosas en que usted cree. Eso es esencial, pues una persona no puede hablar con genuino entusiasmo acerca de asuntos en los que no cree.

Un tercer requisito, estrechamente relacionado, es el estar interesado en el mensaje que va a presentar, de estar realmente lleno con las ideas y tener el deseo de comunicarlas. Por ejemplo, considere al hombre interesado en la pesca.

Apenas pudiera uno esperar que él relate a sus amigos los planes para el próximo casamiento de la hermana de su esposa con el entusiasmo con que les contaría acerca de su último viaje de pesca. No está fascinado con los detalles de los arreglos del casamiento. No son cosas en las que se interesa. Ah, pero el chasquido de la caña de pescar al lanzar el anzuelo por encima del agua, el tirón del pez, la batalla para sacarlo del agua, todo esto absorbe su interés. Así es que puede hablar con entusiasmo acerca de este tema.

Otro requisito para la presentación entusiasta es el estar bien preparado, saber su tema. El hombre que relata su experiencia pesquera la conoce bien. Sin duda ha repasado el episodio muchas veces en su mente. Está seguro de que nadie conoce el relato tan bien como él. Esto es vital para su entusiasta oratoria. Si la persona solo tiene un leve conocimiento de su tema, le será muy difícil hablar con entusiasmo.

Todavía otro requisito para hablar con entusiasmo es el estar convencido de que su auditorio necesita oír lo que usted va a decir. Si usted sinceramente cree que el que ellos respondan a su mensaje es un asunto de vida o muerte, le puede ayudar a hablar entusiasmadamente de todo corazón. El deseo de trasmitir el mensaje puede llegar a ser tan grande que usted pierda toda conciencia de sí mismo y piense solamente en el mensaje.

Un orador con tal motivación puede ser comparado a un hombre que a mediados de la noche descubre un incendio en un edificio de apartamentos. El hombre solo tiene un pensamiento... decir a la gente el peligro que corren. ¡Es un asunto de vida o muerte! Así es que puede ser que corra dentro del edificio y golpee en las puertas, diciendo: “¡Despiértense! ¡Su casa está ardiendo! ¡Salgan de inmediato!” ¿Cómo dice el mensaje? Con entusiasmo.

Recreando las ideas y las emociones

Sin embargo, un orador quizás parezca llenar todos los anteriores requisitos. Puede que no tenga temor a su auditorio; puede que crea en lo que dice; puede tener interés genuino en su tema; puede estar bien preparado; y hasta puede estar convencido de que para su auditorio, el responder a su mensaje es asunto de vida o muerte. No obstante es posible que aún así no hable con entusiasmo. ¿Por qué? ¿En qué estriba el problema?

El problema puede estribar en que de hecho no está pensando en lo que está diciendo. No está totalmente envuelto en ello. Necesita revivir o recordar sus sentimientos acerca del asunto, llegar a envolverse emocionalmente, y no sencillamente repetir palabras. Por ejemplo, el pescador, al contar su relato, se coloca mentalmente hasta la cadera dentro del raudal. Recuerda la excitación del tirón del pez, y la batalla para sacarlo del agua. El revivir la experiencia, recreando las ideas y las emociones al hablar, es lo que contribuye a su entusiasmada presentación.

El orador en la plataforma pública necesita hacer lo mismo. Por ejemplo, quizás esté dando una conferencia sobre el sacrificio expiatorio de Jesucristo, un tema sobre el que tal vez haya hablado en muchas ocasiones. Pero al dar la conferencia, necesita envolverse completamente en la idea de lo que el sacrificio de Jesús realmente significa para él y para su auditorio. Necesita recordar su sentimiento de gratitud hacia Jehová Dios y Cristo Jesús por esta provisión maravillosa. Necesita pensar en la magnífica perspectiva de vida que ésta abre para la humanidad... ¡felicidad eterna con salud perfecta en un paraíso terrenal restaurado! ¡Cómo se conmueve su corazón mientras habla!—Juan 3:16; Rev. 21:3, 4.

Cuando esto sucede, el orador no cae en el error de meramente pronunciar palabras o aun ideas. También entran en juego sus emociones. No solo toda su mente, sino todo su corazón, también entra en el asunto. Por eso, aunque puede ser que con anterioridad el orador haya expresado los mismos pensamientos muchas veces, habla con entusiasmo.

Amor por el auditorio

Lo que especialmente ayudará a una persona a hablar de esta manera es tener amor por su auditorio. Con esta cualidad, no presentará su material de una manera superficial, al estilo de tómelo o déjelo. En vez de eso tendrá una actitud similar a la de un padre hacia su hijo.

Tal vez un hijo cruzó la calle corriendo sin mirar. El padre sabe el peligro de hacer esto. Así es que le habla encarecidamente al hijo, poniendo en su voz y manera de hablar una nota de urgencia. Si el hijo no presta atención, o trata el asunto livianamente, el padre hace otros esfuerzos. Con más convicción y entusiasmo trata de impresionar en el niño los peligros de cruzar la calle sin mirar.

Un orador público debe estar igualmente impulsado por un sincero deseo de comunicar a su auditorio información que lo beneficiará. Así es que observa cómo responden ellos a lo que él dice. Si parecen no estar convencidos o por alguna razón no comprendieron un punto, entonces con entusiasmo y comentarios añadidos se dedica a convencerlos o a ayudarlos a comprender.

La importancia del entusiasmo

El entusiasmo es la misma vida de un discurso. Nunca menosprecie su importancia. Sin entusiasmo una conferencia está muerta y probablemente el auditorio no quede ni conmovido ni convencido. I. M. Flapan, anterior director de la Escuela de Disertación Pública de Nueva York, declaró:

“A la mayoría de las personas inteligentes les gustaría creer que se puede conmover al mundo por medio de la razón y la lógica. La triste verdad es que se conmueve al mundo por medio de los sentimientos y las emociones. Un orador que se dirije a uno con verdadero calor, sinceridad y entusiasmo casi siempre convencerá al auditorio.”

El entusiasmo convence. James C. Cropsey, un fallecido juez del Tribunal Supremo de Nueva York, dijo que cuando un abogado con el que estaba en desacuerdo presentaba sus armamentos con ahínco y entusiasmo, lo escuchaba con gran atención. Le hacía pensar que tal vez el abogado podía estar en lo cierto después de todo.

Considere también el ejemplo de la mujer samaritana a la que Jesucristo le habló al borde de una fuente cierto mediodía, según lo relata la Biblia. Usando sus milagrosos poderes de percepción, Jesús le dijo a la mujer detalles de la vida personal de ella. Así, ella creyó que Jesús era el Mesías prometido o el Cristo, y por eso regresó a la ciudad e informó estos asuntos. El relato de la Biblia dice: “Muchos de los samaritanos de aquella ciudad pusieron fe en [Jesús] a causa de la palabra de la mujer que dijo en testimonio: ‘Me dijo todas las cosas que hice.’”—Juan 4:6-39.

¡Piense en ello! Mucha gente puso fe en Jesús sencillamente por las palabras de la mujer... ¡y lo que es más una mujer inmoral! (Juan 4:18) Imagine con qué excitación y entusiasmo debe haber ella relatado las cosas que dijo Jesús. De hecho, el entusiasmo convence, da veracidad a lo que uno dice.

Así es que hable con entusiasmo. Llene su mente y corazón con su tema. Esté convencido de que lo que usted preparó es la verdad. Entonces deje que un avasallador deseo de comunicar estas ideas haga que usted pronuncie su discurso con el corazón. Si usted habla así, con entusiasmo, su auditorio no solo escuchará sino que también quedará convencido y obrará según lo que usted diga.

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