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¡Despertad! 1979
g79 8/12 págs. 16-20

La mujer japonesa hoy día

Por el corresponsal de “¡Despertad!” en el Japón

POR siglos la mujer japonesa ha sido, a los ojos de los observadores occidentales, un modelo de belleza graciosa y sumisión pasiva. El cuadro de la esposa-criada modesta, silenciosa, vestida de kimono, se ha difundido por el extranjero. ¿Es este modelo un cuadro completo? ¿Cómo le va a la mujer japonesa en el mundo moderno?

En Japón la definición tradicional de mujer es ryosai kembo (esposa buena, madre prudente), y éste sigue siendo el ideal hoy día. Con mucho la mayoría de las japonesas manifiestan que pueden hallar felicidad y satisfacción dentro de ese papel. Sin embargo, especialmente desde la II Guerra Mundial, la posición de la mujer en la sociedad japonesa ha estado experimentando un cambio.

Hoy día, todavía existe la mujer garbosa, vestida de kimono, pero al lado de ella está la mujer en pantalones de algodón azul, o tal vez pantalones cortos, y botas altas. Bien puede ser que la enérgica joven vestida en traje de pantalones que se ve llamando un taxi también sea la joven sosegada en kimono que asiste a su clase de ocha (ceremonia de té) una vez a la semana. Por lo general, esta mujer moderna todavía despliega las admirables cualidades de sus antecesoras, tales como la modestia y aguante. Sin embargo, en comparación con su abuela, se inclina más a decir lo que piensa y ejerce mayor dominio sobre su futuro. Aunque se hagan arreglos en cuanto al joven con quien ha de casarse, ella es quien toma la decisión final. La mujer moderna se esfuerza por conseguir una educación, disfruta de leer, considera importante el mejoramiento de sí misma y desarrolla sus inclinaciones artísticas. La crianza que recibe, que es más estricta que la de sus hermanos, le ayuda a desarrollar la personalidad y el sentido de deber que se esperan de ella como futura esposa y madre.

Ella también es un factor en la economía. Según un reciente informe del gobierno, más de 20 millones de mujeres constituyen parte de la mano de obra, lo cual es casi el 40 por ciento de la cantidad entera. Se dedican a una variedad de trabajos, son especialmente activas en el campo docente y componen más de la mitad de la mano de obra agraria.

Ilustra bien el hecho de que la condición de la japonesa está cambiando la observación que hizo Edwin Reischauer, residente del Japón por muchos años. Escribió lo siguiente en su libro The Japanese: “Recuerdo muy bien que en los años veinte lo más probable era que la esposa caminara por la calle, siguiendo con deferencia un paso detrás de su esposo, cargada de cualesquier bebés o bultos que tenían que cargarse, mientras que él iba adelante a zancadas en magnificencia señorial. En el transcurso de los años he visto a la esposa alcanzar a su esposo, hasta que actualmente andan lado a lado, y a menudo los bebés y los bultos están en los brazos de él.”

Sin embargo, las mujeres todavía no participan en los grandes negocios y, con pocas excepciones, no participan en actividades sociales con sus esposos fuera del hogar. Aunque esto está cambiando en algunas familias modernas, frecuentemente el esposo y la esposa llevan vidas casi separadas, con poco o ningún compañerismo.

Su pasado nos ayuda a entenderla

Se dice que originalmente el Japón fue un matriarcado, pero a través de los siglos varios cambios sociales rebajaron drásticamente la posición de las mujeres. Es interesante que fueron la religión y la filosofía importadas del extranjero las que desempeñaron un papel importante en rebajar su posición. Las sectas budistas que se hicieron populares en el Japón enseñaron que las mujeres eran inherentemente malas, que no podían alcanzar los cinco estados de conciencia espiritual y que solo podían conseguir la salvación si volvían a nacer como hombre. Entonces, a medida que el confucianismo penetró en la sociedad, se enseñó que las mujeres eran parásitos sociales, inferiores a los hombres tanto en sentido intelectual como moral. En el Onna Daigaku (Mayor saber para las mujeres) que fue escrito para instruir a las mujeres, el docto confucianista Kaibara Ekken escribe: “Tal es la estupidez del carácter de ella que le incumbe, en todo detalle, desconfiar de sí misma y obedecer a su esposo.” Condicionada por estos dogmas, la mujer se consideró a sí misma inferior. A eso se debió el desarrollo de la conducta retraída y tímida de la mujer japonesa. A medida que el feudalismo iba arraigándose, la posición de la mujer empeoraba cada vez más. Perdió todo derecho legal y para el siglo XVII se hallaba completamente subyugada como la sirvienta de los hombres.

Puesto que el matrimonio no se basaba en el amor conyugal ni sobre ningún concepto religioso, sino más bien en relaciones sociales y económicas, no se exigía que la esposa fuera objeto de amor. Ella simplemente era el medio de continuar la familia. Muchas veces estaba directamente a cargo de una suegra áspera y no tenía derechos legales ni personales. El lugar que le atañía era el hogar, aun al grado de privarse de participación en la religión. Era una madre abnegada que colmaba a sus hijos de su cariño manifiesto. Conseguía consuelo del amor que a su vez recibía de ellos.

Con estos antecedentes, las mujeres trabajaban duro en casa para agradar a los miembros varones de la familia y, sin importar lo que se exigía de ellas, lo hacían sin quejarse. La hija de una mujer producida por este entrenamiento la describe así: “Es inteligente, modesta, altruista y siempre muestra consideración a los otros miembros de la familia. Es escrupulosa en cuanto a su comportamiento, y su elegante dignidad causa impresión en todos los que la conocen. . . . Se levanta más temprano y se acuesta más tarde que los demás de la familia. Nunca se ha permitido el lujo de perder el tiempo algún domingo por la mañana holgazaneando en cama, y el único lugar de descanso para ella es el lecho de enfermo. . . . El aguante y la represión son sus mayores ideales. Ella me dice: ‘La mujer debe cultivar el aguante más que cualquier otra cosa. Si aguantas bien en cualquier circunstancia, lograrás la felicidad.’”

Durante todo su pasado, las mujeres no tenían un punto de vista enteramente negativo de sí mismas, sino, más bien sentían orgullo debido a su habilidad de aguantar las penalidades. Aprendieron a manejar una casa eficazmente, adquirieron la habilidad de resistir ante fuerzas superiores y desarrollaron una fuerza de carácter cuyo igual rara vez se encuentra en el mundo actual.

Para el fin del siglo XIX la revolución industrial había avanzado al grado de sacar a la mujer del hogar y ponerla a trabajar en el mundo. Entonces, al venir la guerra, las mujeres asumieron cada vez más de los deberes del ausente varón y cabeza de familia, hasta que para 1941 muchas de ellas acostumbraban ser asalariadas por derecho propio. Con el fin de la II Guerra Mundial, se estableció la igualdad legal de las mujeres. De repente se declaró que la mujer era el igual del hombre en todo sentido, y no solo se le dio el derecho de votar, sino oportunidades iguales de educación y de exigir desagravio en los tribunales.

Es interesante notar que, a pesar de toda la libertad que le está disponible, la mujer japonesa todavía prefiere permanecer en el fondo y ser la “ideal” esposa buena y madre prudente. Hoy día, aunque ejerce sus derechos de conseguir una educación y votar, a menudo a mayor grado que los hombres, por lo general todavía prefiere estar en el segundo plano en cuanto a las actividades sociales, y no compite con los hombres. No se disculpa por el hecho de que es ama de casa, sino que aprecia el papel diferente que desempeña. No se ha desafiado ese papel aquí como ha sucedido en Occidente. En el Japón la buena ama de casa es una persona respetada. Las jóvenes se interesan mucho en casarse y se preparan para ello matriculándose en clases de cocinar y de arreglar flores con la mira de llegar a ser esposas mejores y más atractivas. Aunque la joven trabaje hasta que se case, y vuelva a trabajar después que sus hijos estén en la escuela, su carrera está en el hogar.

Problemas que afronta

Hoy día tanto las cargas emocionales como las preocupaciones por el bienestar de la familia descansan pesadamente sobre las esposas japonesas. Esta es una de las principales quejas que se les oye expresar. Además, el padre que ejerce autoridad en la familia es una persona rara en el Japón hoy día, y esto contribuye al desarrollo de hijos delincuentes. Puesto que en muchos casos se deja toda la disciplina a cargo de una madre indulgente u obrera, el entrenamiento de los hijos es un campo en el cual ella frecuentemente busca ayuda.

Otra cosa que ha ocasionado problemas es el hecho de que aunque el axioma de la esposa buena y madre prudente todavía es válido, la aplicación de ese principio ha cambiado drásticamente. Mientras que en el pasado la madre prudente daba buen consejo y compañerismo amoroso a sus hijos, la “madre buena” de la actualidad muchas veces es la que trabaja para proveer a su familia más cosas materiales o que estimula a sus hijos para que asistan a las mejores escuelas con la mira de progresar en el mundo. En su corazón quiere desempeñar el papel de ser una “madre prudente,” pero las realidades de una sociedad materialista frustran sus esfuerzos.

Cuando llega a ser cristiana

En muchos casos las cualidades mansas de la mujer japonesa facilitan el que ella acepte la Biblia como su guía. Cuando lo hace, recibe muchos beneficios.

Si una pareja de casados se hacen cristianos juntos, su matrimonio llega a ser una unión basada en amor. El consejo que la Biblia da a los esposos de amar a sus esposas como a su propio cuerpo y de cuidarlas con ternura logra mucho en cuanto a crear un ambiente agradable en el hogar. Además, la esposa ya no sirve a su esposo simplemente porque eso es lo que se espera de ella, sino porque lo ama. Se siente recompensada al oír las palabras de gratitud que él expresa por el trabajo que ella hace. (Pro. 31:28, 31) Puesto que él aprende que el ser cabeza de la casa incluye responsabilidades de superintendencia, ella es librada de mucha de la presión que proviene de tener que tomar decisiones importantes. Además, los cónyuges llegan a ser compañeros puesto que la Biblia anima a que haya buena comunicación entre esposo y esposa.

Aun en los casos en que solo la mujer estudia la Biblia, ella se beneficia en gran manera. Sea soltera o casada, se entera de que no es una criatura inferior, sino una que a los ojos de Dios tiene valor. En la familia reconoce que su esposo es cabeza de la casa. Aunque su esposo no sea cristiano, ella se esfuerza por incluirlo en los asuntos de la familia, y en muchos casos este esfuerzo ha tenido la recompensa de que el esposo se haya acercado más estrechamente a la familia y, con el tiempo, hasta haya estudiado la Biblia. Al acudir a su esposo en busca de consejo, ella muestra sumisión y respeto cristianos y así se hace más atractiva a los ojos de él.

En cuanto a las relaciones de familia y personales, la experiencia de una esposa recién casada que vivía con la madre de su esposo da testimonio de los beneficios. Esta joven aceptó un estudio bíblico y, con la mira de hacer más estrecha su relación con su suegra, la invitó a participar en el estudio. La suegra aceptó porque no deseaba que la joven fuera engañada y desviada por una religión nueva. Andando el tiempo, las dos vieron que la Biblia enseña la verdad y juntas trabajaron para hacer que su familia estuviera en armonía con los principios bíblicos. Durante los primeros años el esposo no mostró interés, aunque se jactaba ante sus amigos acerca de lo bien que se llevaban su esposa y su madre. Recientemente la excelente conducta de sus hijos entrenados según la Biblia influyó en él, y él también empezó a estudiar.

Además, gracias a su asociación con la congregación cristiana, hasta las damas tímidas, retraídas, adquieren la habilidad de portarse con naturalidad en la sociedad y aprovechan la oportunidad que tienen de expresar su propia personalidad en un ambiente amoroso, semejante al de familia.

Se ve pues que la mujer japonesa hoy día no cuadra con el estereotipo tradicional que la pinta pasiva. Desempeña un papel complejo en una sociedad cambiante. Es cierto que hay mucha diferencia entre los patrones de vida urbanos y rurales, y no se puede negar que las viejas actitudes están profundamente arraigadas y que muchas personas todavía consideran que las mujeres son inferiores. Pero, a pesar de esto, las mujeres japonesas están orgullosas de su papel de esposa y madre y no han perdido el encanto femenino y la modestia que las ha llamado a la atención del mundo.

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