Los jóvenes preguntan...
Si Dios se interesa en nosotros, ¿por qué hay tanta angustia?
“DIOS te hizo esto para que te aquietaras,” dijo el hombre de edad avanzada a Wallace, joven de 19 años de edad quien no hacía mucho había sido herido por un tiro en la espalda de modo que quedó paralizado desde el pecho hacia abajo. Wallace halló muy poco consuelo en el comentario sincero que hizo esta persona mayor.
Pero este era tan solo el principio de las angustias de Wallace. En una escuela de rehabilitación se le maltrató debido a prejuicio racial. “¿Por qué hay tanto odio en el mundo? ¿Por qué hay tantos delitos violentos? ¡Yo estaba en la flor de la vida; era un atleta sobresaliente! ¿Por qué he tenido que llegar a parar en una silla de ruedas?,” se preguntaba este joven. “Sí, ¿por qué permitió Dios esto?”
Quizás usted se haya hecho preguntas como éstas. Cuando ve sufrir a los inocentes, puede que se pregunte: ¿Por qué? ¿Quién tiene la culpa?
El sufrimiento... ¿quién realmente tiene la culpa?
No podemos pasar por alto este hecho: mucho del sufrimiento es causado por el hombre. Por ejemplo, en 1979 murieron 11 jóvenes cuando una gran multitud de personas se abalanzó como una “desbandada enloquecida” a conseguir asientos para un concierto de música rock. Pero, ¿quién tuvo la culpa? ¿Dios?
Los investigadores informaron que una de las causas principales de la tragedia fue el arreglo de “distribuir los asientos a estilo de un festival,” arreglo en el cual “el piso o la arena entera se deja sin reservar, y los mejores lugares los ocupan las personas que llegan primero”... o que son las más fuertes. Por eso les gusta este arreglo a muchos jóvenes. No obstante, según se informa, algunos organizadores de festivales favorecen esta forma de distribuir los asientos porque, por lo general, les permite vender más boletos. Se ve, pues, que la avaricia y el egoísmo —ya sea para obtener un buen asiento o para obtener más dinero— contribuyeron a la tragedia.
Se calcula que en la actualidad 400 millones de personas “viven constantemente al borde de la inanición.” Pero, ¿existe esta situación debido a que la Tierra no puede producir suficiente alimento? Según las autoridades, éste no es el problema; ellos lo atribuyen a la distribución desigual del alimento que resulta del egoísmo, la avaricia o la ineficacia de la gente. Igualmente, las guerras del día presente, los delitos violentos y la contaminación industrial provienen del egoísmo humano, no de Dios.
“Pero Dios podría poner fin a ello. Tiene el poder para hacerlo. ¿Por qué no lo hace?” Esta fue la queja que Wallace expresó a uno de sus compañeros de la raza negra que asistía a la misma escuela de rehabilitación. Este joven tenía una respuesta.
¿Por qué lo permite Dios?
“Las razones por las cuales Dios ha permitido la iniquidad se remontan hasta el comienzo de la historia humana,” explicó Willie, joven de 17 años de edad. “La Biblia nos dice que nuestros primeros antepasados, Adán y Eva, fueron criados en un paraíso. Disfrutaban de salud perfecta, tenían alimento en abundancia y trabajo significativo. Pero optaron por rechazar el cuidado de Dios.”
“Pero, ¿por qué?,” preguntó Wallace. “Fue debido a falsa propaganda,” respondió Willie. “Un espíritu rebelde, invisible, Satanás, habló a Eva mediante una serpiente y le dijo que Dios era un mentiroso. ‘Obedéceme a mí y no morirás; de hecho tendrás una vida aún mejor. Serás exactamente como Dios.’ Tal fue la manera sutil de abordar Satanás el asunto. ¿Sabes lo que sucedió después? Adán y Eva perdieron la perfección, y por medio de sus hijos nos transmitieron a nosotros la enfermedad y la muerte. A eso se debe que el mundo en que vivimos esté en tan terrible condición.” Luego Willie hizo notar la razón fundamental por la que Dios ha permitido la iniquidad.—Génesis caps. 2, 3; Romanos 5:12.
El gran punto en cuestión
Surgió una cuestión que era de mucha más importancia que la de saber si Dios tenía el poder para destruirlos o no. Al tratar de explicar esto, Willie preguntó: “¿Has oído a la gente decir: ‘El que tiene la fuerza tiene la razón’ ...?”
“¡Eso es mentira!,” interrumpió Wallace al pensar en su condición débil de paralítico. “El mero hecho de que alguien sea más fuerte no significa que siempre tenga razón.”
“¡Exactamente!,” continuó Willie. “Así, pues, el punto en cuestión no tenía que ver con la fuerza, sino con lo correcto o incorrecto del modo de dirigir Dios los asuntos. ¿Era su modo de dirigirlos para el bien duradero de la gente en la Tierra? O ¿podía la gente ser más feliz si obraba por su propia cuenta, si cada uno ‘hacía lo que le placiera,’ por decirlo así, y pasaba por alto las instrucciones de Dios? Además, ¿podía Satanás realmente hacer que hubiera un mundo en el que la salud y la felicidad fueran duraderas? Para contestar esto se tenía que dejar pasar tiempo.”
“Pero, puesto que es Dios quien tiene un asunto que probar, ¿por qué tengo que sufrir yo?,” insistió Wallace. Willie tenía convicciones fuertes al respecto, pues él también tenía un impedimento físico, una pierna que no podía doblar.
Una cuestión que nos concierne
“Cuando Adán y Eva se rebelaron, surgió una pregunta en cuanto a la calidad de las criaturas inteligentes que Dios había creado,” contestó Willie. “Aunque con el tiempo muchos de los descendientes de Adán siguieron las leyes de Dios, Satanás dijo con desprecio: ‘¿Por qué lo hicieron?’ ¿Adoraban a Dios simplemente por las bendiciones materiales que él les proveía más bien que por amor?” Dándose cuenta de que Wallace estaba criando un hijito, Willie le preguntó: “Si alguien acusara a tu hijo de obedecerte simplemente por las cosas materiales que le proporcionas, ¿qué crees tú que él querría hacer?”—Job 1:9, 10.
“¡El querría probar que el que dijo eso estaba equivocado, pues yo sé que mi hijo me ama!,” exclamó Wallace. “Oh, ya entiendo. De igual modo Dios dio a la gente la oportunidad de mostrar que realmente lo amaban... durante tiempos buenos o tiempos difíciles.”
Durante toda la historia muchas personas fieles, como el hombre Job de la antigüedad, han probado que la acusación de Satanás es mentira. Pero, ¿qué hay de la afirmación presuntuosa de Satanás de que la vida en la Tierra sería mejor si se pasaran por alto las leyes de Dios?
¿Qué han probado los resultados?
Wallace podía ver claramente que el mundo estaba lleno de odio. Después de participar en varios movimientos raciales en un esfuerzo por corregir las injusticias, se dio cuenta de que no se podía resolver la situación así. No sabía de nada que pudiera reemplazar al odio con amor.
Puede que usted también haya visto la misma situación desesperanzada. Muchos jóvenes se dan cuenta de que hasta la tecnología moderna, que hace 100 años parecía que produciría un futuro hermoso, no ha hecho más que llevar a la humanidad al borde de la destrucción. ¿No es obvio que una gobernación independiente de Dios no puede producir un mundo de paz y felicidad? Pero, ¿podrá lograr esto la manera de dirigir Dios los asuntos?
“Mi primera visita me dejó convencido de que estas personas realmente habían resuelto los problemas raciales,” declaró Wallace después de asistir a una reunión de los testigos de Jehová en uno de sus Salones del Reino. Aceptó la invitación de Willie de ir y ‘ver por sí mismo’ a personas que se esfuerzan por vivir en armonía con las leyes de Dios, y se sintió profundamente conmovido por el afecto genuino que existía entre las personas de diferentes razas que se asociaban en esta congregación. “En este pueblito donde hay tanto prejuicio racial, estas personas eran un ejemplo asombroso de amor,” dijo Wallace. Quería aprender más. Sí, lo que vio era una prueba de que el modo de gobernar de Dios puede producir amor genuino.
¡Dios se interesa aún!
Pero, ¿pondrá Dios fin algún día a todo este sufrimiento? ¡Sí, lo hará!
“Me llené de alegría cuando me enteré de que pronto Dios va a destruir a los que están ‘arruinando nuestra Tierra’ y que restaurará aquel paraíso terrestre,” declaró Wallace más tarde. (Revelación 11:18) ¡Qué feliz se sintió Wallace al saber que Dios puede borrar completamente todo el daño que han causado los siglos de iniquidad! Puede levantar de nuevo a la vida a los que han muerto. Puede convertir miembros del cuerpo que hayan quedado inútiles por lesiones o enfermedades en miembros capaces de correr y saltar.—2 Pedro 3:7, 13; Hechos 24:15; compare con Isaías 35:5, 6.
“Antes no tenía esperanza,” dijo Wallace. “Pero ya no siento ninguna amargura. ¡Cómo me consuela el saber que Dios no fue quien hizo que yo llegara a ser inválido! Tengo fe en que pronto, en el paraíso restaurado, podré salirme de esta silla de ruedas y volver a caminar. Esta esperanza me ha dado tranquilidad mental y hallo que ha hecho más soportable mi situación actual. ¡Sí, este joven se enteró de que, aunque el mundo está lleno de angustia, Dios sí se interesa en nosotros!