Los jóvenes preguntan...
¿Cómo puedo encararme a la desilusión?
“SALÍ de la escuela en junio —dice Bárbara— pero no conseguí empleo sino hasta octubre... ¡y solo era un empleo temporal! Solo ha sido últimamente que he podido hallar trabajo.” ¿Y cómo la hizo sentir eso? “Es duro llegar a casa y decirle a todo el mundo que una no pudo conseguir empleo. Y cuando llega el momento de pagar el alquiler, y todo el mundo está juntando a duras penas el dinero para pagarlo —y no tienes nada que dar— una se siente con deseos de darse por vencida.”
Philip James Bailey, poeta inglés, dijo en cierta ocasión: “No hemos sufrido desilusión más grande que la que somos para nosotros mismos”. Y aun cuando nunca te hayan rechazado al solicitar empleo, probablemente sabes lo humillante que es el no haber podido realizar alguna asignación importante que te hayan encomendado o el que algún amigo o uno de tus padres te haya fallado. ¿Qué debes hacer cuando sufres una desilusión?
Cuando es culpa tuya
Dan Russell, profesor de la Universidad de Iowa, quien ha estudiado las reacciones de atletas en deportes de competencia, hace esta observación: “La gente tiende a defenderse. Si pierden, echan la culpa a causas externas, como el tiempo o el árbitro. Y cuando ganan, dicen que es debido a sus propias habilidades”. Sin embargo, a menudo tú mismo tienes la culpa de tu fracaso. Y el aceptar esta responsabilidad puede ayudarte muchísimo a encararte a la desilusión.
Por ejemplo, en cierta ocasión el rey David fue censurado severamente por haber cometido adulterio. No obstante, el rey David no se escondió tras un muro de pretextos. El Salmo 51 revela de manera conmovedora lo honrado que él fue al enfrentarse a su fracaso. Sin embargo, ¡Dios decretó que el hijo engendrado de su acto de adulterio había de morir! David ayunó y oró fervientemente por la vida del niño, pero finalmente el niño murió. ¿Se sumió David en el lamento? Al contrario, la Biblia dice: “Se levantó David de la tierra y se lavó y se untó con aceite y cambió sus mantos [...] después de lo cual entró en su propia casa y [...] empezó a comer”. (2 Samuel 12:20.)
¿Era David una persona indiferente y despiadada? No, pero David había aceptado su fracaso y estaba resuelto a no permitir que volviera a suceder algo como aquello. Ahora que se había encarado a su error, todo lo que él podía hacer era levantarse y seguir viviendo.
Tú también puedes aprender hasta del peor de los errores. Bárbara, por ejemplo, ahora comprende lo siguiente: “Debí haber sido más persistente cuando estaba buscando empleo. A veces me desanimaba tanto que ni siquiera buscaba trabajo”. Y lo mismo sucede con algún examen que no hubieras aprobado. ¿Reconoces honradamente tu fracaso? Un joven admitió: “A mí simplemente no me gustaban las matemáticas, así que nunca hice el esfuerzo por aprobar el curso. Pude haber sido un mejor estudiante”.
Espinas en la carne
No obstante, no todas las desilusiones que sufres son culpa tuya. Aunque el apóstol Pablo había tenido un éxito notable como apóstol, escritor y misionero, no obstante, sufrió una desilusión amarga... un padecimiento que él llamó “una espina en la carne”. Probablemente Pablo se refería a un grave defecto de la vista. Pablo dice que “tres veces supliqué al Señor que ésta se apartara de mí”, pero en su lugar se le dijo que la “bondad inmerecida [de Dios] es suficiente para ti”. (2 Corintios 12:7-9.)
Las limitaciones físicas son igualmente “una espina en la carne” para muchos jóvenes hoy día. Una adolescente que ha padecido de varios males dice: “Cuando supe que tenía que someterme a una operación seria, aquello realmente me sacudió”. Pero gradualmente fue aceptando la idea. Y aunque el tratamiento médico le ha brindado un poco de alivio, a ella todavía no se le hace fácil. Sin embargo, ella dice: “He aprendido a aceptar la situación”. Una vez más, la aceptación es la clave para sobrellevar una situación. Y, como en el caso de Pablo, las limitaciones físicas no tienen necesariamente que impedir que tengas logros... o que disfrutes de la vida.
Cuando tus padres te defraudan
“La mayor desilusión que he sufrido —dijo un joven— fue cuando expulsaron [excomulgaron] a mi padre de la congregación cristiana. Él no ha mejorado en absoluto. ¡Y me enferma la manera como trata a mi madre!”
A veces, nuestros propios padres no viven de acuerdo con lo que esperamos de ellos. Pudieran seguir un proceder perjudicial. Tal vez hagan promesas que no cumplen. O pudiera ser que simplemente no estén disponibles cuando los necesitemos. La madre de Pedro, joven de 13 años de edad, está obligada a trabajar de tiempo completo. Pedro dice: “Yo llego a casa de la escuela y me quedo solo hasta alrededor de las siete de la noche. Me pongo a ver la TV, pero se pone bastante aburrida. [...] A veces, me gusta estar a solas. Pero es un sentimiento raro. Estás allí completamente solo. No tienes con quien hablar. Cuando mi madre llega a casa es igual que nada, porque cuando llega está cansada y se va a dormir. [...] Cuando trato de decirle como me siento, se pone furiosa o algo por el estilo”.
¿Cómo pudieras enfrentarte a esa situación? En primer lugar, pudieras tratar —aunque parezca difícil— de ver objetivamente a tus padres. Cuando eras pequeño, tus padres parecían infalibles. Pero a medida que has ido creciendo, te has ido dando cuenta poco a poco de que tus padres están muy lejos de ser perfectos, y que ellos experimentan presiones que solo has empezado a entender. Recuerda, también, que un padre o una madre —incluso uno con problemas serios— tiene derecho de recibir tu respeto y obediencia amorosa. (Efesios 6:1.)
¿Qué hay si el horario de trabajo de uno de tus padres te priva de su completa atención? Ten presente que éstos son de hecho “tiempos críticos, difíciles de manejar” (2 Timoteo 3:1). Dentro de muy poco tiempo pudieras tener que experimentar directamente lo difícil que es ganarse la vida en estos días. Así que trata de sacar el mayor provecho de una situación difícil. Después de todo, una casa vacía no es motivo para estar ocioso. ¡Echa una mano en las labores domésticas! Trata de tener lista una comida caliente cuando papá o mamá llegue a casa. Y cuando surja la oportunidad de pasar algún tiempo con tus padres, trata de recuperar el tiempo perdido.
Cuando los amigos te defraudan
“En cierta ocasión —dice una adolescente— le dije algo a mi amiga, lo cual yo esperaba que ella mantuviera en secreto. No obstante, más tarde descubrí que ella se lo había dicho a alguien, y, cuando nos vimos, ella empezó a darme excusas. Le dije que ella no era una amiga genuina y que no quería verla más.”
No debe sorprenderte, sin embargo, que algunas amistades te causen desilusión. Por ejemplo, el patriarca Job padecía de una enfermedad, sufrió un desastre financiero y la pérdida de sus amados. ¡Sin duda sus tres “amigos” lo consolarían! Pero ¿qué hicieron? ¡Reprendieron a Job y lo acusaron de haber pecado en secreto! “Mis propios hermanos han obrado traidoramente”, se lamentó Job. (Job 6:15.)
De igual manera, si uno de tus amigos te defrauda, no te apresures a poner fin a la amistad. ¿Por qué no considerar los desacuerdos entre ustedes y resolverlos? Es probable que haya habido algún malentendido. Y la Biblia dice: “Háganse bondadosos los unos con los otros, tiernamente compasivos, libremente perdonándose unos a otros así como Dios también por Cristo libremente los perdonó a ustedes”. (Efesios 4:32.)
Aprende de las desilusiones
Mientras más vivas, más desilusiones experimentarás. El aprender a enfrentarte a ellas es, no obstante, experiencia valiosa. Jesucristo mismo sufrió desilusiones. Su propio pueblo lo rechazó. Uno de sus amigos más íntimos lo traicionó. Sus discípulos lo abandonaron la noche de su arresto. Pero no estaba quebrantado por la desilusión. Más bien, “aprendió la obediencia por las cosas que sufrió”. Su resolución de servir fielmente a Jehová Dios fue fortalecida por lo que experimentó (Hebreos 5:7, 8). Tú, también, puedes llegar a ser una persona más firme después de haber sufrido una desilusión.
[Comentario en la página 15]
Si la gente fracasa, culpa a otros. Cuando tienen éxito, se atribuyen el mérito
[Ilustración en la página 13]
Es duro llegar a casa y decir a los padres que uno no halló empleo
[Ilustraciones en la página 14]
Evita sufrir una desilusión por medio de preparación y trabajo duro