La Primera Guerra Mundial... ¿preludio de la Era final del hombre? (Parte III)
En nuestro número anterior, la Parte II consideró cómo la guerra se intensificó hasta convertirse en un conflicto mundial. Después de una agotadora guerra, los ejércitos de los Aliados obligaron a las Potencias Centrales a rendirse. ¿Había nacido una nueva Era de paz?
“A ESO de las once de la mañana, poco antes o poco después, no estábamos seguros, no importaba ya —recuerda Daniel Morgan, veterano de la I Guerra Mundial—, los cañones cesaron de disparar. Parecía como si todo se hubiera detenido, hasta el movimiento de la Tierra sobre su eje. ¡Qué silencio absoluto tan desconsolador! Un silencio enloquecedor. No parecía normal. El silencio era peor que el ruido de la batalla.”
Por toda Europa, poderosas máquinas de guerra descansaron el 11 de noviembre de 1918. Sin embargo, la nueva paz trajo poco regocijo a muchos soldados. Pasarían muchos meses y años antes que dejaran de atormentarlos las horrorosas imágenes de la muerte, cuerpos mutilados y llantos ahogados.
Pero en lugares como Londres y París, las campanas que anunciaron la undécima hora produjeron una explosión de alegría. Personas que no se conocían se abrazaban unas a otras. Parejas bailaban en las calles. Años de privación y penalidades parecían haber desaparecido ahora en la euforia de la paz.
Hasta los derrotados alemanes hallaron causa para regocijo: la abdicación del káiser. ‘¡Por lo menos estamos libres de nuestros caudillos que abogaban por la guerra!’, pensaban ellos. No obstante, pocas personas se imaginaban lo amargos que resultarían ser los frutos de la derrota.
Consecuencias de la guerra
La guerra produjo cambios radicales. Alemania fue despojada no solo de sus colonias en el extranjero, sino hasta de algunos de sus territorios europeos. El káiser huyó al exilio. Austria-Hungría —que en un tiempo abarcaba un territorio muy extenso— fue dividido en segmentos. Su monarquía de Hapsburgo cesó de existir. Su aliado Imperio Otomano (Turquía) quedó reducido a la impotencia. En Rusia, la revolución dio origen a la Unión de las Repúblicas Soviéticas Socialistas... una fuerza con la cual el mundo tendría que contender después.
Por toda Europa, interminables filas de cruces blancas que marcaban las tumbas de 9.000.000 de soldados que habían muerto atrozmente y de más de 12.000.000 de civiles ensombrecerían los hermosos campos. Y como si la devastación de la guerra no hubiera sido suficiente, una plaga mortífera —la influenza española— en poco tiempo recorrió a Europa y reclamó otros millones de víctimas.
Los estudiantes de la Biblia se maravillarían ante la profecía de Revelación que predecía que a la guerra seguiría una “plaga mortífera” (Revelación 6:4, 8). Pero, en cambio, otras personas se maravillarían ante la perspectiva de un mundo libre de guerra. Sin embargo, la publicación intitulada A Political and Cultural History of Modern Europe dice lo siguiente sobre el armisticio: “Se firmó la paz, pero ésta no trajo un milenio [...] A medida que ahora echamos un vistazo a las primeras dos décadas del siglo veinte, podemos ver que la Guerra Mundial —sus antecedentes, su curso y sus consecuencias inmediatas— marcó el fin de una Era histórica y el comienzo de otra. Introdujo una Europa diferente, y un mundo diferente, en sentido político, económico e intelectual”.
Pero ¿cómo sería dicho “mundo diferente”?
Esfuerzos a favor de la paz
El 8 de enero de 1918, meses antes que terminara la guerra, el presidente estadounidense Woodrow Wilson publicó sus famosos “Catorce puntos”, los cuales delineaban sus proposiciones para la paz mundial. Wilson esperaba poner fin a la Era del imperialismo y garantizar la independencia y la inviolabilidad de todas las naciones mediante una Sociedad de Naciones. Dicho documento resultó ser el fundamento de la Conferencia de Paz de Versalles convocada el 18 de enero de 1919. Pero las naciones victoriosas tenían unas cuantas ideas propias respecto a la paz.
Estaban resueltas a imponer sobre Alemania todo el castigo que fuera posible. Así los conquistadores cargaron a Alemania con una serie de indemnizaciones y restricciones severas... un malogrado intento de destruir la influencia alemana en la escena mundial de una vez para siempre. El pueblo alemán quedó escandalizado por tales términos de paz. Esperarían el momento oportuno para hacer que Europa se tragara estas demandas.
No obstante, con el tiempo se aceptó la idea de una Liga de Naciones. Pero ni los Estados Unidos ni Alemania estuvieron entre los primeros 42 miembros de aquella sociedad. De acuerdo con el historiador Gerhard Schulz, la Sociedad de Naciones “tomó una forma diferente de la que se había planeado, y dejó tras sí un abismo que parecía insuperable entre las naciones que habían peleado unas contra otras en la guerra mundial. De ella no surgió paz inmediata alguna, sino una nueva enemistad que perpetuó los antagonismos de la Guerra”.
Demasiado pronto se vio la prueba de lo ineficaz que era aquel organismo para la paz. En octubre de 1935 Italia atacó a Etiopía y completó la conquista en mayo de 1936. La Sociedad de Naciones no pudo evitar la agresión. Tampoco pudo detener la guerra civil española que siguió a aquel incidente. En 1939 estalló la II Guerra Mundial. De las cenizas de esta guerra volvió a surgir la organización para la “paz”. En vista de la verdadera condición de los asuntos mundiales, su nombre era una burla: las Naciones Unidas. Ésta también ha resultado ser lamentablemente ineficaz.
Por qué el hombre no puede alcanzar la paz
El hombre no escarmentó con el primer conflicto global. Los rivales de hoy día que quieren dominar el mundo están impulsados por las mismas ambiciones que incendiaron al mundo en 1914. Como sus antecesores, los líderes actuales utilizan muchísimos de los recursos de sus respectivas naciones en equipo militar y planean meticulosamente estrategias para una guerra nuclear; hasta contemplan las horribles ventajas de atacar primero. No los restringe el hecho de que, aunque un mes de negociaciones no pudo detener el estallido de la I Guerra Mundial, ¡las trascendentales decisiones relacionadas con una guerra nuclear tal vez tengan que tomarse en cuestión de minutos!
Las demandas por el desarme, o hasta por una “congelación” de lo nuclear, no han tenido éxito hasta ahora. Los herederos de la Era nuclear apenas pueden asirse de una leve esperanza de que los líderes mundiales súbitamente se comporten de manera responsable... esperanza que recibe muy poco estímulo del registro histórico. Por ejemplo, el profesor Gerhard Schulz dice: “El lograr paz genuina presupone que haya un acuerdo mutuo con relación a las causas de la guerra; es preciso eliminar completamente dichas causas; las viejas estructuras políticas y económicas tienen que ser reemplazadas por estructuras nuevas que estén libres de las claras causas de la guerra. Sin embargo, sabemos que esto apoya el principio de la utopía, pues expresa una verdad que actualmente no se ha realizado en ningún lugar”.
Además, lo que la Biblia dice en Santiago 4:1, 2 recalca que es poco probable que el hombre pueda traer la paz: “¿De qué fuente son las guerras y de qué fuente son las peleas entre ustedes? ¿No son de esta fuente, a saber, de sus deseos vehementes de placer sensual que llevan a cabo un conflicto en sus miembros? Ustedes desean, y sin embargo no tienen. Siguen asesinando y codiciando, y sin embargo no pueden obtener. Siguen peleando y guerreando”. Mientras tales deseos egoístas impulsen al hombre, éste no podrá alcanzar la paz.
¿La Era final del hombre?
Por lo tanto, ¿se dirige el hombre hacia un desastre termonuclear? Hasta las personas más optimistas se preguntan esto. Sin embargo, los estudiantes de la Biblia pueden decir con confianza que el hombre no ha alcanzado su Era final. Estos estudiantes no se sorprendieron por los sucesos que culminaron en la I Guerra Mundial. Ellos tenían el conocimiento de profecías bíblicas que predijeron específicamente un tiempo de conflicto mundial. (Vea Mateo 24:6-8; Revelación 6:1-4.)
También sabían que nunca ha sido la intención de Dios dejar que el hombre se gobierne a sí mismo. Ningún Dios de amor aprobaría las terribles consecuencias de la gobernación del hombre. Por eso el profeta Jeremías declaró: “Bien sé yo, oh Jehová, que al hombre terrestre no le pertenece su camino. No le pertenece al hombre que está andando siquiera dirigir su paso”. (Jeremías 10:23.)
Sin embargo, Dios ha permitido un tiempo para que el hombre se gobierne a sí mismo a fin de demostrar lo necesario que es un gobierno celestial. Las personas razonables que han estudiado los pasados fracasos del hombre y la condición actual de los asuntos mundiales tienen poca duda tocante a que la gobernación de Dios hace muchísima falta. Dentro de poco el gobierno de Dios “triturará y pondrá fin” a todos los gobiernos terrestres y sus apoyadores (Daniel 2:44). Una “grande muchedumbre” de sobrevivientes disfrutará de vida bajo este gobierno en un Paraíso terrestre libre de las contiendas de la guerra (Revelación 7:14-17; Isaías 2:4). Los testigos de Jehová se están preparando ahora para vivir bajo este gobierno.
Pero ¿qué hará usted? Por medio de estudiar la Biblia puede llegar a entender mejor las promesas de Dios y saber cómo ponerse de parte de la gobernación de Dios; o, con la esperanza de que el hombre hallará algún día un modo de escapar del dilema actual, usted puede poner su vida —y su futuro— en manos de la gobernación humana y así pasar por alto las lecciones de la historia.
[Ilustraciones en la página 25]
Ni la Sociedad de Naciones ni las Naciones Unidas han evitado las guerras ni las interminables filas de sepulturas
SOCIEDAD DE NACIONES
NACIONES UNIDAS