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  • ¡Despertad! 1986
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¡Despertad! 1986
g86 8/9 págs. 14-16

Los jóvenes preguntan...

¿Cómo puedo decírselo a mis padres?

“Cuando llego a casa con una mala calificación después de algún examen escolar, quiero informárselo a mis padres, pero no me atrevo porque sé que me van a gritar.”—Benita, 13 años de edad.

LA ESCRITORA Ruth Bell comentó: “El obrar descuidadamente es parte de la experiencia del adolescente. Pero a veces uno se mete en dificultades, y es entonces cuando uno quisiera que los padres ayudaran a uno a salir del apuro”. Sin embargo, el tener que hablar con tus padres sobre algún problema no es nada placentero, sea que se relacione con calificaciones bajas, alguna travesura que haya salido mal, el no cumplir con las instrucciones de los padres o algún caso serio de inmoralidad.

Quizás tengas temor de dar malas noticias a tus padres, especialmente si estas tienen que ver con algún fracaso de tu parte. La idea de que te sometan a un interrogatorio tal vez te inquiete. Una joven de 18 años llamada Willa dijo lo siguiente: “No cesan de hacer preguntas cuando les confieso algo. Es como abrir la caja de Pandora”. Además, posiblemente quieras evitar la inevitable —y tal vez embarazosa— disciplina. Pero lo peor de todo es la idea de desilusionar a tus padres. Como dijo un joven llamado Vince: “Siempre percibía que mis padres tenían mucha confianza en mí y por eso me era difícil abordarlos, pues no quería descorazonarlos”.

No obstante, las malas noticias se esparcen rápidamente. Y probablemente tus padres te conocen tan bien que a menudo perciben cuando algo anda mal, aunque tú trates de ocultarlo. De modo que el no decírselo solo posterga lo inevitable. (Lee Proverbios 28:13.) La pregunta es: ¿Cómo se lo dirás?

Nadie es perfecto

En primer lugar, ten presente lo que la Biblia dice en cuanto a cometer errores: “Todos han pecado y no alcanzan a la gloria de Dios”. (Romanos 3:23; 5:12.) Algunos errores se cometen debido a ignorancia, otros debido a negligencia. Además, tenemos que admitir que a veces hacemos lo que es malo aun a sabiendas. Sin embargo, los errores son parte de la vida diaria.

Pero, ¿qué pensarías de alguien que no pueda admitir sus errores? En resumidas cuentas, ¿no es cierto que tendrías mejor opinión de esta persona si un día viniera y te dijera francamente: “Lo siento, puedo ver que yo estaba equivocado”? De manera similar, tus padres tal vez se disgusten por tu falta. Pero el que seas lo suficientemente humilde como para reconocer tu error puede aplacar su enojo.

El momento apropiado

A menudo, la manera como reaccionen tus padres también puede depender a buen grado de cómo y cuándo te diriges a ellos. La Biblia habla de “una palabra hablada al tiempo apropiado para ella”. (Proverbios 25:11; compara con Eclesiastés 3:1, 7.) Por supuesto, no quieres postergar el asunto. El joven Vince dijo: “Descubrí que el demorar el asunto solo empeora las cosas”. Por lo tanto, si es posible, procura hablar con tus padres cuando probablemente estén en un mejor estado de ánimo. Latia, de 16 años de edad, comentó lo siguiente: “Nunca considero estas cosas con mamá cuando está ocupada, pues, o me ignora o se enoja conmigo”. Kelly, un joven de 15 años, sugiere: “Espera hasta el momento en que los problemas de tus padres parezcan ser pocos, así no parecerá que estás añadiendo mucho a sus problemas”.

¿Cuándo pudiera ser eso? Chris, de 18 años de edad, dice: “Yo espero hasta la hora de la cena y entonces le digo a papá que deseo hablar con él”. Cierto joven que vive solo con su madre procura hacerlo en otra ocasión: “Por lo general procuro hablar con mamá a la hora de acostarme, pues está más tranquila entonces. Cuando llega de su empleo, está muy atareada”.

Habla con tus padres en el momento apropiado. Tal vez podrías decir algo como: “Mamá y papá, hay algo que me está perturbando”. Pero, ¿qué hay si nunca llega el momento apropiado o si tus padres parecen estar demasiado ocupados como para interesarse en tus asuntos? En tal caso, tienes que ser comprensivo. El hecho de que estén muy ocupados como para ver que tienes un problema no quiere decir que no se interesen en ti. Si ocurre eso, podrías decir: “Sé que están ocupados, pero hay algo que verdaderamente me molesta. ¿Podemos hablar sobre el asunto?”. Y cuando te presten atención, podrías preguntarles: “¿Han hecho ustedes alguna vez algo de lo cual no han querido hablar?”. Esto les indica tres cosas a tus padres: 1) Que consideras que es un asunto serio, 2) que te es difícil hablar del asunto y 3) que sinceramente sientes pesar por lo que has hecho.

‘Habla la verdad’

Ahora viene la parte difícil: confesar a tus padres el error que has cometido. Mediante una parábola Jesús nos enseña muy bien cómo hacerlo. En Lucas 15:11-32 leemos de cierto joven que abandonó su hogar para irse a disfrutar de una vida independiente. Por consiguiente, aquel hijo pródigo malgastó sus recursos y sucumbió a un modo de vivir inmoral. Cuando llegó a la pobreza total, recapacitó y decidió regresar a su padre con la esperanza de que este lo aceptara de nuevo en su hogar. ¿Pero cómo? ¿Trataría de ocultar astutamente de su padre el error que había cometido o de minimizar la seriedad de su pecado? Al contrario; lo primero que dijo a su padre fue: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo”. Sí, habló con humildad y sinceridad. No pidió que lo eximieran de la disciplina; solo pidió que lo perdonaran.

¿Cómo reaccionó el padre? Para sorpresa del joven, no recibió la reprimenda que esperaba. ¡Evidentemente el padre estaba tan convencido del arrepentimiento sincero de su hijo que parece que no consideró necesario tener que tomar otras medidas disciplinarias! De la misma manera, el hablar con tus padres humilde y honradamente podría ayudarles a ver que has aprendido la lección por tu error. Pero esto no significa necesariamente que te librarás de la disciplina. ¡En algunos casos un castigo severo es bien merecido! La Biblia dice que “la vara y la censura son lo que da sabiduría”. (Proverbios 29:15.) Por lo tanto, muestra una actitud correcta para con la disciplina: “Es cierto que ninguna disciplina parece por el presente ser cosa de gozo, sino penosa; sin embargo, después, a los que han sido entrenados por ella, da fruto pacífico, a saber, justicia”. (Hebreos 12:11.)

La Biblia también nos exhorta a que ‘hablemos la verdad’. (Efesios 4:25.) Por eso, aunque tal vez te sientas inclinado a no revelar ciertos detalles más desagradables, asegúrate de que tus padres tengan un cuadro completo de lo ocurrido. Usa palabras que ellos entiendan, no expresiones que solo tienen un significado especial entre los jóvenes. Demuéstrales que confías en ellos. No hay duda de que tu deseo de corregir la situación hará una buena impresión en ellos. (Compara con 2 Corintios 7:11.)

‘¿Cómo pudiste hacernos eso?’

Por supuesto, no todos los jóvenes tienen la bendición de tener padres cristianos. Pero aunque los padres hayan cultivado los frutos del espíritu, como la “apacibilidad” y el “autodominio”, es posible que al principio se muestren bastante molestos al oír tu confesión. (Gálatas 5:22, 23.) Tal vez tengan razón de sentirse heridos y desilusionados, especialmente si lo que has hecho es algo serio. Por eso, ¡no te sorprendas ni te indignes si se alteran y te sueltan una andanada! Probablemente si hubieras prestado atención a sus advertencias no estarías en tal situación. Es interesante lo que expresó un joven de 21 años de edad llamado Nathan: “El que los padres de uno se alteren puede ser una indicación de lo mucho que se interesan en uno”.

Sin importar cuál sea el caso, mantente calmado. (Proverbios 17:27.) Escucha a tus padres y contesta sus preguntas, prescindiendo de cómo las hagan. Acepta la disciplina que ellos consideren necesario dar, y recuerda lo que dijo el salmista David: “Si me golpeara el justo, sería una bondad amorosa”. (Salmo 141:5.) ¡Resuélvete a jamás repetir ese error!

Sin embargo, esta no será la última vez que necesites la ayuda y el consejo maduro de tus padres. Acostúmbrate a confiarles tus problemas, por pequeños que sean, para que cuando surjan problemas más serios no tengas el temor de acudir a ellos.

[Ilustración en la página 15]

Escoge un momento en que tus padres estén en un mejor estado de ánimo

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