Conozca al sociable perro de las praderas
Por el corresponsal de “¡Despertad!” en Canadá
SE VEÍAN por docenas en las praderas occidentales de América del Norte en la década de los años treinta. En respuesta a los agudos ladridos de advertencia del guardia, que indicaban que alguien se acercaba, aquellos animalitos corrían a sus madrigueras. Se paraban erguidos sobre sus patas traseras a la entrada de sus hogares subterráneos, como pequeños centinelas. A veces hasta se paraban de puntillas como para ver mejor a uno. No era hasta que uno estaba bastante cerca de ellos que rápidamente se zambullían por la entrada, solo para salir de vez en cuando para ver si se podía dar la señal de que estaban fuera de peligro. Estos animalitos eran los perros de las praderas.
Perros de las praderas
Hace sesenta años las planicies del Canadá y de los Estados Unidos estaban literalmente repletos de estos pequeños roedores. Los granjeros y los ganaderos prefirieron llamarlo perro de las praderas, un nombre asociado con el agudo ladrido que emite cuando amenaza algún peligro. Debido a que en realidad no es un perro, al animalito se le ha descrito como “una ardilla terrestre gorda y más grande con una cola corta y gruesa”, la cual agita excitadamente. En algunas especies la cola tiene la punta negra y en otras blanca.
El grueso pelaje del perro de las praderas tiene un matiz grisáceo o rojizo y en la parte ventral, la garganta y porción inferior de la cara un tono amarillento o blanco sucio. Las pequeñas y redondas orejas están muy pegadas a la cabeza. Los cristalinos anaranjados protegen los ojos de la luz solar, aunque dan a estos una apariencia extraña.
Los pequeños cachorros pesan unos 14 gramos (media onza) al nacer a principios de la primavera y son amamantados por unas siete semanas en madrigueras subterráneas. Las madres miman a los pequeños, forrando el nido con hierba de pradera o cualquier otro material suave. Un caso gracioso sucedió hace unos años: el papel higiénico del retrete de una escuela rural desaparecía muy rápidamente. Se descubrió quién era el culpable cuando vieron desaparecer una larga tira de papel por la entrada de uno de los túneles. ¡Imagínese lo cómodos que estarían los cachorros en aquella madriguera!
Debido a que tienen un apetito voraz, los perros de las praderas crecen rápidamente. De hecho, después de 15 meses los cachorros apenas pueden distinguirse de sus padres tan solo por el peso. Se alimentan temprano por la mañana y tarde en el día. Toman una siesta en sus madrigueras al mediodía, o se pasan las horas soleándose, acicalándose unos a otros y, en general, disfrutando de la vida. Muy alegres, los pequeños participan en juegos divertidos.
Además de su agudo ladrido, los perros de las praderas emiten una variedad de sonidos. Cuando sufren dolor, o no pueden escapar de una situación peligrosa, emiten un estridente grito. A veces castañetean los dientes como lo hacen sus parientes las ardillas. Un áspero y chirriante sonido podría señalar que están listos para atacar. Y la hembra podría empezar una especie de gorjeo al discutir con su compañero. Sin duda, ¡el habla de estos animales sería muy interesante si pudiéramos entenderla!
Aunque el perro de las praderas en realidad no hiberna, en algunas zonas pasa gran parte del invierno durmiendo bajo tierra. Durante ese tiempo vive de la reserva de grasa que ha acumulado durante el verano y el otoño. Por lo tanto, en el invierno solo sale de vez en cuando a la superficie para alimentarse, pero únicamente cuando el clima está bueno. No le preocupa conseguir agua, pues el perro de las praderas obtiene toda la humedad que necesita de las hierbas y otros alimentos.
Puesto que el sociable perro de las praderas prefiere la vida urbana, ¡qué útil le es tener un talento natural para planificar ciudades! Grupos estrechamente unidos llamados colonias comparten una red de madrigueras y túneles subterráneos. Una gran cantidad de colonias conviven en “ciudades” que pueden abarcar hasta 65 hectáreas (160 acres). Una de estas colonias, en el estado de Texas, E.U.A., llegó a ser una enorme ciudad que, según se informa, abarcaba la asombrosa extensión de ¡65.000 kilómetros cuadrados (25.000 millas cuadradas), con unos 400.000.000 de habitantes! ¡Imagínese, hace solo un siglo estas ciudades de los perros de las praderas se extendían desde el sur de Alberta y Saskatchewan hasta México!
Los ciudadanos de las colonias se llevan muy bien, acicalándose unos a otros, saludándose como con un beso, intercambiando chismes de la localidad (según parece), y hasta pasándose granos de boca en boca. Pero se espera que las colonias contiguas respeten las estrictas reglas de frontera, especialmente en el otoño y el invierno. En este tiempo los machos dominantes desafían a los intrusos. Cuando no se puede desanimar al intruso con insultos, entonces quizás sea necesario tomar medidas más drásticas. De modo que el macho tal vez estire el cuerpo, e irguiéndose emita un fuerte ¡“yip”! A veces, con su leal compañera a su lado expresándole su apoyo en voz alta, el macho lanza con las patas tierra a la cara del intruso. En otras ocasiones se arma una gran pelea en la que luchan y se revuelcan sobre el suelo. Algunas personas alegan que los que son viles hasta pudieran ser “linchados”, y enterrados por los perros de las praderas que parecen hacer cumplir la ley de la ciudad. En la primavera y el verano las reglas de las fronteras son más flexibles, lo cual permite contactos amistosos con los vecinos.
Ingenieros de túneles
El perro de la pradera está clasificado entre los mejores animales ingenieros en lo que tiene que ver con la construcción de túneles. La asombrosa entrada a su madriguera es casi un conducto vertical que desciende en línea recta hasta cerca de 2,5 a 5 metros (8 a 16 pies) bajo tierra. ¡Piense en esto! ¡Sin usar tornos, cubos o barrenas, de alguna manera se las arregla para sacar grandes cantidades de tierra por el conducto que es casi vertical! El método que emplea continúa siendo un misterio para los naturalistas. Con la tierra que ha excavado, el perro de la pradera construye alrededor de la entrada de su hogar una muralla que asciende a poco más de medio metro (dos pies). Usando su nariz chata como un implemento para apisonar la tierra, forma un montículo sólido que tiene la apariencia de un cráter volcánico. Además de servirle de mirador, el montículo ayuda a mantener seca la madriguera.
En el fondo del conducto hay un túnel horizontal de casi 12 metros (40 pies) de largo que se ramifica en túneles secundarios y guaridas a cada uno de sus lados. El túnel se inclina gradualmente hacia la superficie hasta llegar a su punta extrema, pero sin salida, y por estar cerca de la superficie se utiliza como escotilla de escape en momentos de peligro. Si llegara a ocurrir una inundación, el perro de las praderas se refugia en la punta extrema del túnel. El agua que entra empuja el aire enfrente de sí, lo cual forma una bolsa de aire que le permite esperar en seguridad hasta que desciendan las aguas. Por lo tanto, él resulta ser más listo que cualquier niño que trate de ahogarlo vertiendo un cubo de agua por la entrada.
Sus enemigos
En un tiempo muchos de sus depredadores consideraban que este gordo roedor era un bocado sabroso. Entre ellos estaban los coyotes, los linces, las comadrejas, los tejones, las serpientes, las águilas y los halcones. El más mortífero era el hurón de patas negras, pues este podía entrar sin dificultad en las madrigueras.
Mientras se mantuvo el equilibrio natural de estos enemigos, este animalito encajaba bien en el patrón ecológico de las praderas. Sin embargo, con la llegada del hombre blanco, comenzó una gran matanza de los enemigos del perro de las praderas. ¿Cuál fue el resultado? Una explosión demográfica de estos “perritos”. Se convirtieron en animales dañinos. Después de todo, debido a su apetito voraz, ¿no es cierto que destruyeron las praderas? Además, sus ingeniosas escotillas de escape se convirtieron en trampas en las que el ganado a galope podía romperse las patas. ¡Por eso se decidió que el perro de las praderas tenía que ser exterminado!
El hombre ahora llegó a ser el enemigo más peligroso del perro de las praderas, y la campaña de exterminio continuó por más de un siglo. Puesto que se pagaban recompensas por las colas de estos, hasta escolares trataban de ahogar, poner trampas y cazar a estos animalitos. Grano envenenado con estricnina y cianuro de potasio eran esparcidos en sus madrigueras. Hasta rifles de calibre .22 se incluyeron en el arsenal. Para 1957 la zona que ocupaban las ciudades de los perros de las praderas se había reducido a meramente 23.000 hectáreas (57.000 acres) en todo el occidente de América del Norte.
¿Dañino, o trabajador útil?
Recientemente, el caso contra el perro de las praderas se ha vuelto a abrir y se reconoce que de muchas maneras el animalito fue acusado injustamente. Las praderas se agotaron mayormente debido a que los ganados pastaban demasiado en estas, mientras que hierbas tales como la barrilla, la centinodia y el garbancillo —inadecuadas y a veces venenosas para el ganado— ¡eran la comida favorita del perro de las praderas! Se ha encontrado que aun las orugas y los saltamontes destructivos están en su dieta. Por consiguiente, ahora se admite que sus hábitos de comer realmente aceleraban la recuperación de los pastos deteriorados. Sus excavaciones y el revolvimiento de la tierra la ventilaban y proveían desagüe para esta. Si el perro de las praderas no se hubiera multiplicado en exceso debido a la intervención humana, sin duda nunca se le hubiera tildado de dañino.
Hoy día solo quedan unos cuantos puntos aislados donde todavía viven perros de las praderas. Tal vez usted haya visto perros de las praderas en zonas protegidas o en un parque zoológico. Usted seguramente se sentirá atraído a estos animales y se divertirá con sus muchas vivarachas payasadas. Esperamos que el creciente conocimiento respecto a la sabiduría instintiva de este fascinante animalito, su sociedad única, su disfrute de la vida y su lugar en la ecología de la Tierra nos enseñe a no juzgar apresuradamente a tales animales como inmerecedores de la vida. Más bien, que todos veamos en ellos el reflejo de una sabiduría mucho mayor que opera para beneficio de todos.