¿Por qué esas lágrimas?
¿CUÁNDO fue la última vez que se desahogó llorando? ¿Fue de felicidad, o de pena? ¿Por un triunfo personal, o por un aplastante fracaso? ¿Lloró de alivio, o de frustración? ¿Fue por el nacimiento de un niño, o debido a la muerte de un cónyuge? ¿Por un grato recuerdo, o por memorias dolorosas? ¿Fue por dar la bienvenida a un amigo estimado, o por despedirle? Todas estas son situaciones opuestas que provocan sentimientos muy diferentes; sin embargo, se expresan de la misma manera: con lágrimas.
¿Por qué lloramos cuando sentimos una emoción intensa? ¿Se logra algo con las lágrimas, o podríamos pasar sin ellas?
¿Por qué lloramos?
Nadie lo sabe a ciencia cierta. Tanto los seres humanos como los animales producen dos clases de lágrimas: basales, o continuas, que humedecen los ojos, y reflejas, que brotan de repente cuando el ojo se irrita a causa de algún cuerpo extraño. Sin embargo, solo el ser humano produce las lágrimas que se vierten como respuesta a una emoción, y de estas no se sabe mucho.
El investigador William Frey dice que el llanto emocional libera al organismo de sustancias perjudiciales y sobrantes, algo parecido a lo que hacen los riñones, el colon, los pulmones y los poros de la piel. Su libro Crying—The Mystery of Tears (El llanto: El misterio de las lágrimas) explica el estudio comparativo que hizo de las lágrimas provocadas por un agente irritante (una cebolla) y las provocadas por emociones (al ver películas tristes). Las lágrimas emocionales contenían concentraciones más elevadas de proteínas: aproximadamente un 24% más. La razón todavía no está clara, pero por lo visto el organismo produce en respuesta a una emoción un tipo de lágrimas diferente del que produce en respuesta a una irritación.
“Estoy llorando como una mujer. Mi ojo, mi ojo deja rodar aguas”, escribió el profeta Jeremías. (Lamentaciones 1:16.) ¿Es cierto que las mujeres lloran más que los hombres? Estadísticamente sí, unas cuatro veces más a menudo (5,3 veces al mes en contraste con 1,4 veces los hombres). Según Frey, los niños y las niñas lloran aproximadamente lo mismo durante la infancia, aunque pueden pasar días o hasta semanas antes de que una criatura recién nacida derrame lágrimas de emoción. No obstante, al llegar a la adolescencia, ya empieza a notarse la diferencia entre los dos sexos, quizás debido a influencias sociales. Hasta el comienzo de la adolescencia, niños y niñas tienen el mismo nivel de prolactina (la hormona que estimula la producción de leche), pero entre los trece y los dieciséis años, el nivel de esta hormona aumenta en las muchachas.
Se ha descubierto que las lágrimas contienen prolactina. Y el nivel de esta hormona aumenta en el organismo cuando se está bajo tensión. Por consiguiente, en situaciones de estrés las mujeres tienen un nivel aún mayor de dicha hormona que los hombres. ¿Podría ser esa la razón por la que las mujeres lloran con más facilidad y frecuencia que los hombres? El doctor Frey cree que el llanto emocional es una reacción del cuerpo para recobrar el equilibrio químico. Es posible que las hormonas estimulen el llanto y que por eso, según su teoría, solemos sentirnos mejor después de llorar.
Un estudio efectuado por la psicoterapeuta Margaret Crepeau descubrió una conexión entre contener el llanto y “un número significativamente mayor de trastornos internos relacionados con el estrés, como pueden ser úlceras y colitis”. (Cita de la revista Seventeen de mayo de 1990.) Otros investigadores encontraron pruebas de lo contrario. La revista Health informa que la doctora Susan Labott y el doctor Randall Martin examinaron a personas que lloraban con frecuencia y a otras que lo hacían con poca frecuencia. Sus hallazgos indicaron que el estrés no disminuía con el llanto y que las personas que lloraban con más frecuencia “eran más propensas a la ansiedad y la depresión”. Su conclusión es que el llanto no produce ningún efecto positivo cuando “simplemente nos evade del problema”. Sin embargo, puede desempeñar un importante papel a la hora de aceptar una experiencia traumática, por ejemplo, la muerte de un ser querido.
De lo susodicho se desprende que la causa y el propósito de las lágrimas emocionales siguen sin estar del todo claros.
Las otras lágrimas
Sabemos mucho más acerca de la función de las lágrimas continuas, las que usted tiene en los ojos en este preciso momento. Su función no se limita a humedecer los ojos. Sigamos el curso de este maravilloso fluido desde que el aparato lagrimal lo produce y lo extiende hasta que lo excreta.
La principal glándula lagrimal se encuentra en la depresión que queda justo por encima del ángulo exterior del ojo. Esta esponjosa glándula, junto con otras sesenta, crea una película de gran precisión compuesta de tres capas: una mucosa, otra acuosa y una tercera sebácea.
La capa más interna, la mucosa, proporciona una superficie suave por la que el párpado se desliza sobre la parte del globo ocular que queda expuesta. La capa acuosa, la más gruesa de las tres, contiene muchos ingredientes importantes y entre ellos está el oxígeno, vital para la córnea. También contiene lisozima y otras once enzimas que se encuentran en las lágrimas. La lisozima es la sustancia antibacteriana por excelencia, que mantiene el ojo blanco y limpio.
Las treinta glándulas de Meibomio, esos pequeños puntitos amarillos alineados a lo largo del borde de los párpados por detrás de las pestañas, dan los toques finales a este fluido. Dichas glándulas secretan la capa sebácea, tan fina que no distorsiona la visión, pero logra evitar que la película lagrimal se evapore y provoque incómodos puntos secos en el ojo entre parpadeos. De hecho, algunas personas no producen la suficiente cantidad de ese fluido, por lo que sus lágrimas se evaporan más deprisa de lo normal.
En un abrir y cerrar de ojos
En un instante el párpado baja y extiende uniformemente por el ojo, en tres capas, esa mezcla de ingredientes en la proporción correcta. Tan perfecta es la unión del párpado superior con el inferior, que toda la superficie expuesta del globo ocular queda bañada en este fluido calmante.
¿Qué sucede con las lágrimas que ya han desempeñado su función? Si mira de cerca su ojo, verá un minúsculo orificio en el ángulo interno. Se llama punto lagrimal, y su papel es el de drenar las lágrimas sobrantes hacia un canal que conduce al saco lagrimal. Desde allí las lágrimas bajan por la parte de atrás de la nariz y la garganta, donde son absorbidas por las membranas mucosas. El parpadeo hace que el saco lagrimal actúe como una bomba, propulsando las lágrimas hacia el canal y luego hacia abajo.
Cuando usted empieza a llorar, puede que instintivamente parpadee más deprisa para que así esa bomba se lleve con más rapidez las lágrimas sobrantes. Sin embargo, cuando se rompe a llorar a lágrima viva, la bomba se sobrecarga, el saco lagrimal situado en la cavidad nasal se inunda y la nariz empieza a destilar lágrimas. En esos momentos mejor sería que tomase un pañuelo porque las lágrimas restantes ya rebosan de los párpados y empiezan a correr por sus mejillas.
De modo que, sea cual sea la causa que las provoca —un sincero cumplido o un insulto hiriente, ataques de risa o de depresión, un éxito gratificante o una fuerte decepción—, hay un suministro de lágrimas preparado para brotar y expresar lo que usted siente.
[Recuadro en la página 26]
Qué hacer cuando se enrojecen los ojos
Usted habrá tenido bastantes veces esa sensación de picor doloroso en los ojos, como si tuviese arena. ¿Qué la provoca? Los ojos se enrojecen al dilatarse los vasos sanguíneos de la membrana que recubre la parte blanca del ojo.
Una razón puede ser la escasez de lágrimas. Las personas que trabajan muchas horas seguidas ante la pantalla de un ordenador o fijando la vista en la página impresa, no parpadean lo suficiente. Lo normal es parpadear alrededor de unas quince veces por minuto. Pero cuando se lee, se conduce o se está concentrado en alguna otra actividad, se parpadea menos, hasta solo de tres a seis veces por minuto, lo que provoca sequedad e irritación. Los médicos recomiendan detenerse de vez en cuando y parpadear, además de ponerse gotas para descansar los ojos.
Al despertarse notará cierto enrojecimiento, que se debe a que el lagrimeo se reduce mucho en la oscuridad y durante el sueño.
Ciertos medicamentos —así como la vejez— pueden disminuir el funcionamiento de las glándulas lagrimales. Otras posibles causas de enrojecimiento de los ojos son la infección o hinchazón de los párpados a causa de alguna alergia, de temperaturas extremas o de sustancias contaminantes.
La deformidad o la obstrucción de los párpados o de las glándulas como consecuencia de algún daño sufrido o de un defecto de nacimiento pudiera impedir que el ojo quedara totalmente cubierto con la película lagrimal, o tal vez producir un desequilibrio en la composición de las lágrimas.
Por último, hay millones de personas que padecen enfermedades, como el síndrome de Sjögren, una enfermedad autoinmune que ataca las glándulas lagrimales, salivares, sebáceas y otras, y provoca sequedad de ojos, boca y piel.
¿Qué puede hacerse contra la sequedad crónica de los ojos? Hoy día es fácil encontrar lágrimas artificiales en forma de gotas o gránulos, así como lentes especiales que dejan el ojo herméticamente sellado para reducir la evaporación de las lágrimas. De todas formas, aunque estas molestias oculares resultan desagradables, raras veces producen ceguera. Pero hay que tener presente que si la sequedad crónica de los ojos no se trata, puede dañar la córnea, por lo que es importante consultar al médico.
[Recuadro en la página 27]
“Pon mis lágrimas, sí, en tu odre”
Eso fue lo que dijo el salmista David cuando suplicó a Dios que mirara lo angustiado que estaba. (Salmo 56:8.) Sí, situaciones desconsoladoras en la vida de muchas personas, hasta de siervos fieles de Dios, han provocado el llanto.
Imagínese lo angustiado que se sintió el rey David debido a la muerte de sus hijos Amnón y Absalón y de su fiel amigo Jonatán, así como del rey Saúl. (2 Samuel 1:11, 12; 13:29, 36; 18:33.) Cuando los amalequitas saquearon la ciudad de Ziqlag y se llevaron cautivos a las esposas e hijos de David, así como a sus hombres poderosos, David y su gente “empezaron a alzar la voz y llorar, hasta que no hubo en ellos poder para llorar más”. (1 Samuel 30:4.)
Las muertes de Jacob y de Moisés debieron ser ocasiones de gran duelo, pues naciones enteras lloraron por ellos durante días. (Génesis 50:3; Deuteronomio 34:8.) El cautiverio y la aflicción también han provocado clamores de angustia a los oídos de Jehová. (Job 3:24; Salmo 137:1; Eclesiastés 4:1.) Todo el libro bíblico de Lamentaciones es una triste endecha que Jeremías escribió llorando. (Lamentaciones 1:16; 2:11, 18; véase Lam 1:1, nota.)
Lejos de ser una señal de debilidad, el llanto es una expresión natural de profunda emoción. Pues incluso Jesús, que era un hombre perfecto, cedió a las lágrimas. En una ocasión lloró por la ciudad de Jerusalén, y en otra, cuando vio a los familiares y amigos dolientes del difunto Lázaro. (Lucas 19:41; Juan 11:33-35.) Sin embargo, las lágrimas de pesar de los familiares y amigos pronto se convirtieron en lágrimas de alegría, pues Jesús llamó a su amado amigo y le dijo que saliera de la tumba. (Juan 11:41-44.)