Evalúe las necesidades de sus padres
A FIN de ser de verdadera ayuda para sus padres ancianos, usted debe averiguar sus necesidades y preferencias. De otro modo, pudiera ser que, con buenas intenciones, les ofreciese provisiones y servicios que no necesitan ni desean, aunque quizás no se atrevan a decírselo. A consecuencia de los malentendidos, la relación entre usted y sus padres podría ser innecesariamente estresante, no solo para usted, sino también para ellos.
¿Cuáles son sus verdaderos deseos?
Pensando que algún día será necesario que sus padres se vayan a vivir con ella, una mujer organiza todo para que la mudanza se efectúe de inmediato. Luego descubre que sus padres todavía están en condiciones de vivir en su propia casa, y que les gustaría más que así fuera.
Tras llevar a sus padres a vivir con él, un hijo les dice: “¿Cómo voy a permitir que paguen dinero por vivir en mi casa después de todo lo que han hecho por mí?”. Sin embargo, eso crea en ellos la sensación de que dependen demasiado de él. Finalmente le dicen que, por su propia dignidad, preferirían contribuir de alguna forma a los gastos de la casa.
Una familia se encarga de hacerles absolutamente todo a sus padres de edad avanzada a fin de que se sientan cómodos y no tengan que hacer esfuerzos físicos. Luego descubren que ellos desean hacer más cosas por sí mismos.
En cada uno de estos ejemplos, los padres ni necesitaban ni deseaban los servicios prestados. Estas situaciones pueden presentarse cuando los hijos, con la mejor intención, tienen un sentido exagerado de su responsabilidad o desconocen las verdaderas necesidades de los padres. Piense en la tensión innecesaria que sufren todos los implicados. Es obvio que la solución radica en evaluar cuáles son las verdaderas necesidades y deseos de los padres.
¿Existe una necesidad real de que se vayan con usted en estos momentos? ¿Acaso desean hacerlo? Tal vez le sorprenda, pero algunas personas de edad avanzada quieren vivir con la mayor independencia posible. Puede que por temor a que se interprete como desagradecimiento por su parte, no se atrevan a decir a sus hijos que, a pesar de los inconvenientes, preferirían vivir solos en su propia casa. Aman a sus hijos y anhelan pasar tiempo con ellos, pero ¿depender de sus hijos? No, prefieren hacer las cosas por sí solos.
Puede que algún día sea preciso que sus padres vivan con usted. Pero si todavía no ha llegado ese momento y ellos honradamente prefieren vivir solos, ¿por qué negarles estos años de independencia? ¿Podrían seguir solos en su propia casa si se hicieran algunos ajustes en la familia o se programara telefonearles o visitarlos con regularidad? Tal vez se sientan más felices en su propio hogar tomando sus propias decisiones cotidianas.
Una mujer que se apresuró a llevarse a casa a su madre explicó: “Cuando murió mi padre, trajimos a mamá a casa, pues nos daba pena su situación. Vivió veintidós años más. En lugar de vender su casa, pudo haber seguido en ella. Nunca se apresure a decidir los pasos que deberían darse. Cuando se toma una decisión de esa clase, después no es fácil cambiarla”. (Compárese con Mateo 6:34.)
“Pero —quizás objete usted—, ¿y si por vivir solos les ocurriera algo? Si mamá o papá se cayeran y se hicieran daño, nunca me lo perdonaría.” Esta es una preocupación válida, en particular si las fuerzas o la salud de sus padres han decaído hasta el punto de existir un verdadero peligro de accidente. Claro que si ese no es el caso, pregúntese si el motivo de su preocupación es verdaderamente el bienestar de sus padres o, más bien, su propia tranquilidad, es decir, no tener luego sentimientos de culpabilidad.
Reflexione también en la posibilidad de que sus padres quizás se encuentren más a gusto en su propia casa. En el libro You and Your Aging Parents (Usted y sus padres mayores), Edith M. Stern y la Dra. Mabel Ross dicen: “Los estudios han indicado que los padres entrados en años se mantienen más jóvenes y más activos si viven en su propia casa. En pocas palabras, muchos esfuerzos descaminados por facilitarles la existencia durante el ocaso de su vida solo logran acelerar su declive”. De modo que facilite a sus padres que vivan con la mayor independencia posible, pero suminístreles la atención y los servicios que realmente requieran. Además, revalúe periódicamente la situación y haga los cambios pertinentes a medida que las necesidades de sus padres aumenten o hasta disminuyan.
Sea sensible
Dadas la salud y las circunstancias de sus padres, puede ser que llevárselos a su casa sea al fin y al cabo la mejor opción. En ese caso, sea sensible a la posibilidad de que prefieran hacer por sí mismos tanto como sea posible. Es probable que ellos, como les sucede a las personas de cualquier edad, deseen tener su propia identidad, su propio horario de actividades y su propio círculo de amistades. Esto puede ser beneficioso. Aunque resulte muy agradable hacer algunas cosas juntos como una gran familia, también será positivo que reserve algunas actividades para hacerlas únicamente con su cónyuge e hijos, y permita que sus padres también tengan las suyas. Una mujer cuyos padres ya son mayores dijo algo muy acertado: “Asegúrese de que sus padres posean algunas cosas, como muebles o fotografías, que tengan para ellos un valor sentimental”.
A fin de conocer las verdaderas necesidades de sus padres, es necesario que converse con ellos. Escuche sus preocupaciones y trate de percibir lo que quizás intenten decirle. Explíqueles lo que puede y no puede hacer por ellos a fin de que no se sientan heridos por haber abrigado falsas esperanzas. “Tenga bien claro lo que se espera de cada miembro de la familia —recomendó un hombre que cuida a sus padres—. Hablen del asunto con frecuencia para impedir que surjan y se arraiguen resentimientos.” Si promete hacer algo de modo regular por un período largo (como: “Te telefonearé todos los lunes por la tarde”, o: “Te llevaré de paseo todos los fines de semana”), podría aclarar que le gustaría intentarlo durante cierto período de tiempo para ver cómo resulta. De esa manera, si no es práctico, tiene la puerta abierta para reconsiderar el asunto.
Nada de lo susodicho debería utilizarse como razón para negar a los padres la honra y la ayuda que se les debe. La postura del Creador en este asunto es muy explícita. Los hijos adultos deben a sus padres respeto, atención y apoyo. Jesús condenó a los fariseos pagados de su propia justicia por torcer las Escrituras buscando una excusa para no atender debidamente a los padres. Las descriptivas palabras de Proverbios 30:17 revelan lo mucho que repugnan a Dios las personas que no respetan a sus progenitores: “El ojo que hace escarnio al padre y que desprecia la obediencia a la madre... los cuervos del valle torrencial lo sacarán y los hijos del águila se lo comerán”. (Véase Marcos 7:9-13; 1 Timoteo 5:4, 8.)
Al prestar a sus padres la ayuda necesaria, es posible que se enfrente a nuevas presiones. ¿Cómo encararse a ellas? En el siguiente artículo encontrará algunas sugerencias.
[Fotografías en la página 5]
Puede que a los padres les agrade relacionarse independientemente con sus amistades, así como con la familia