El puma: omnipresente e invisible
De nuestro corresponsal en Brasil
EL CIELO de la pluviselva sudamericana adquiría esa tonalidad indescriptible que ofrece poco antes de que la noche tropical borre el colorido. Súbita y sigilosamente, apareció el puma, que tras entrar en un claro se detuvo de golpe.
Salvo por la punta de la cola, que siguió oscilando como un limpiaparabrisas a poca velocidad, se quedó momentáneamente inmóvil. Al percatarse de que lo observaban, atravesó el claro de un salto y se escabulló en la selva. Aquella tarde —ya han pasado varios años—, entendí por qué se había aplicado el nombre puma (o el término inglés cougar) a calzado deportivo, vehículos veloces y aviones de combate. Es patente que este felino, el segundo más grande de América, está diseñado para ser veloz.a
Cuerpo musculoso
Por su color rubio oscuro uniforme, este carnívoro recuerda a una leona, aunque con el rostro menos rectangular que su prima africana. Más bien, su cabeza es redondeada y pequeña, al igual que las orejas, y vista de lado semeja una bala, aerodinámica y oblonga. Los ojos son grandes y verdes, y la boca está orlada de una mancha blanca, como si hubiera olvidado limpiarse después de hundir el hocico en un tazón de leche. Su esbelto y ágil cuerpo llega a superar el metro y medio de longitud, sin incluir la gruesa cola de punta oscura.
Dado que tiene las patas traseras largas y robustas, es más alto de cruz que de hombro. Estas poderosas extremidades permiten al musculoso animal de 60 kilos salir disparado como un cohete. Se ha visto a algunos ejemplares dar un brinco de 5 metros de altura: como un salto con garrocha (pértiga), solo que sin ella.
Este cuadrúpedo es también asombroso cuando se lanza desde lo alto. Se sabe que ha llegado a tirarse desde 18 metros de altura, casi el doble que en los saltos de trampolín olímpicos, pero sin piscina que amortigüe la caída. No obstante, cae listo para seguir saltando, como si hubiese aterrizado en un trampolín.
“Es una fiera espléndida y vigorosa —señala Kenneth Logan, biólogo naturalista—. Uno llega a respetarlo cuando aprende cómo se las arregla para sobrevivir.” Aunque se halla en casi todo lugar, nunca aparece ante nuestros ojos.
Omnipresente e invisible
Cuando llegaron los primeros colonos al Nuevo Mundo, el área de dispersión de este predador abarcaba todo el continente, del Atlántico al Pacífico. Vivía por igual en montañas, pantanos, praderas y junglas. Pese a que los cazadores y granjeros lo han eliminado de buena parte de Norteamérica, sigue siendo el felino panamericano, cuyo ámbito aún se extiende desde Canadá hasta el extremo meridional de Sudamérica. Si medimos el éxito de un animal por la extensión de su distribución geográfica y por la diversidad de su hábitat, el puma debe de ser el mamífero americano con mayor éxito. ¿Por qué ha prosperado?
Porque está magníficamente dotado para la supervivencia. Tiene un estómago sufrido y recurre a diversos métodos de caza. Se adapta a casi todo tipo de alimentos. “Es capaz de matar y arrastrar a una presa cinco veces mayor que él, aunque también come saltamontes si no hay nada más”, señala un veterinario que ha examinado el contenido de los estómagos de varios pumas abatidos en Brasil. “El puma es el felino que tiene la dieta más variada.”
Tal diversidad alimentaria exige múltiples técnicas de caza. Así, no emplea la misma estrategia para atrapar un ave que para abalanzarse sobre un venado. ¿Cómo captura a las aves? En la selva atlántica de Brasil, atrae al tinamú imitando su llamada. “Es una imitación perfecta —indica un observador—. Mientras que el tinamú repite su llamada pocas veces, el puma emite el mismo sonido de diez a veinte veces.” Y lo cierto es que funciona. El ave cree que algún macho ruidoso ha invadido su territorio y decide encarar a su rival, con consecuencias desastrosas.
Sea que se busque al puma en las regiones del norte, centro o sur de América, suele permanecer indetectable: omnipresente e invisible como el aire. Los calificativos que le aplican con más frecuencia los investigadores son “sigiloso, furtivo y cauteloso”. Un cazador que había matado unos setenta especímenes dijo que “nunca había visto a una sola de sus víctimas antes de que los perros la hubieran hecho subir a un árbol”. No es de extrañar que para los estudiosos este predador sea “fastidiosamente escurridizo”.
Un felino con muchos nombres
Pero el felino panamericano no solo es difícil de divisar, sino también de nominar. Según The Guinness Book of Animal Records (El libro Guinness de récords de animales), “no hay mamífero en el mundo que tenga más nombres”. Además de una cuarentena larga de nombres ingleses, “recibe entre los indígenas un mínimo de dieciocho nombres en Sudamérica y veinticinco en Norteamérica”.
La denominación “puma”, preferida por los zoólogos, viene del quechua, lengua peruana; también recibe otros nombres, como león americano, tigre colorado, cuguar, suasuarana, chirinduyo y pagí.
El doctor Faiçal Simon, conservador del Zoológico de São Paulo y especialista en pumas, comentó: “En lo que respecta a comportamiento y capacidades, el puma tiene poco en común con los demás grandes felinos”. En efecto, es muy diferente, y además varía en tamaño y colorido. En toda América se han catalogado hasta treinta subespecies, seis de ellas en Brasil.
¿Habría que eliminarlo?
Para muchos ganaderos de Brasil, así como de otros países, el puma es una alimaña que debe abatirse tan pronto como se ve. Pero ¿merece la reputación de asesino múltiple del ganado? “Cuando dispone de animales salvajes, el puma no suele atacar al ganado —señala el doctor Simon—. Las raras excepciones a la regla no justifican su aniquilación sistemática. De hecho, los ganaderos salen perjudicados al abatir los pumas.” ¿En qué sentido?
Ilustrémoslo con el exterminio de este predador que han efectuado los ganaderos de Pantanal, región de Brasil que supera en extensión a Corea del Sur y donde deambulan sueltas innumerables cabezas de ganado. Como consecuencia del exterminio, crece con rapidez la población de armadillos —mamíferos del tamaño del conejo que están cubiertos de placas dérmicas y que excavan agujeros—, los cuales constituyen el alimento preferido del puma en aquella región. Al faltar el felino, los armadillos están convirtiendo los pastizales de Pantanal en campos de exterminio. ¿De qué manera?
Pues bien, el ganado introduce las patas en los agujeros, se las rompe, y muere. “Los ganaderos pierden ahora más reses que cuando había pumas —señala el doctor Simon—. Es una muestra más de lo que ocurre cuando el hombre se inmiscuye en la naturaleza.”
Cada vez más americanos desean preservar el puma. De ahí que las autoridades de varias regiones de Norteamérica tengan leyes de protección que regulan su caza y conservan su hábitat.
Por esta razón, en el oeste de Estados Unidos el felino ha vuelto a repoblar sus anteriores dominios. Es obvio que no a todos les agrada su regreso, pero a muchos sí. La revista Smithsonian dice que “ha habido un hermoso [...] cambio en un período relativamente breve, por el que ha dejado de ser una alimaña y se ha convertido en un animal muy deseado”.
Desean su presencia tanto los amantes de la naturaleza como los cazadores. Para los primeros, es un símbolo majestuoso de la fauna libre; para los últimos sigue siendo un trofeo. La cuestión es: ¿cuánto tiempo podrá mantenerse en ambas categorías?
[Nota]
a El mayor felino del continente americano es el jaguar; véase ¡Despertad! del 22 de agosto de 1990, páginas 25-27.
[Recuadro de la página 26]
¿“Vivir y dejar vivir”?
La legislación que protege al puma en el oeste de Estados Unidos ha conseguido que crezca la población del felino, con el consiguiente aumento en los choques con el ser humano. La causa es obvia: Cada vez hay más pobladores que se asientan cerca de las regiones naturales donde mora la fiera, lo que ocasiona problemas de seguridad pública. Con todo, los ataques del puma siguen siendo infrecuentes.
Los investigadores tienen constancia de que desde 1890 han ocurrido en Estados Unidos y Canadá 65 ataques contra el ser humano: unos tres cada quinquenio. Del total de agresiones, solo diez resultaron mortales, en comparación con las 40 personas que mueren cada año tan solo en Estados Unidos a consecuencia de picaduras de abeja.
“Dadas las oportunidades de que dispone el animal —señala Kevin Hansen, biólogo naturalista—, los ataques a personas son excepcionalmente raros, lo que revela el firme deseo del puma de vivir y dejar vivir, al menos en lo que respecta al ser humano.”
[Reconocimiento de la página 25]
Fotos: cortesía del Zoológico de São Paulo