Mateo, de publicano a apóstol
¿A QUIÉNES escogió Dios para que fueran apóstoles de su Hijo Cristo Jesús? ¿A los altos y poderosos de este mundo? ¡De ningún modo! Por lo contrario, como bien lo expresó el apóstol Pablo: “Dios escogió las cosas insensatas del mundo, para avergonzar a los sabios, y Dios escogió las cosas débiles del mundo, para avergonzar las cosas fuertes; y Dios escogió las cosas innobles del mundo y las cosas despreciadas, las cosas que no son, para anonadar las cosas que son.” Y ¿por qué? “con el fin de que ninguna carne se jacte a la vista de Dios.”—Juan 17:6; 1 Cor. 1:27-29, NW.
“Las cosas innobles del mundo y las cosas despreciadas”—¡cuán bien describe esto a los recaudadores de impuestos del día de Jesús! Evidentemente estos recaudadores de impuestos (llamados “publicanos” en la Versión Moderna) eran muy semejantes a los recaudadores corruptos de rentas internas de los Estados Unidos y otros países de tiempos modernos y por consiguiente bien merecían su reputación. McClintock & Strong’s Cyclopædia nos dice que ellos “eran notorios por dondequiera debido a sus exacciones impudentes; pero para los judíos eran especialmente odiosos, porque eran el preciso lugar donde la cadena romana les rozaba, la prueba visible del estado degradado de su nación. Como regla, sólo los más bajos aceptarían tal oficio impopular, y así la clase llegó a ser digna del odio con el que en cualquier caso los judíos la habrían considerado”. ¡Con razón repetidamente se asoció a los recaudadores de impuestos con las rameras y los pecadores!—Mat. 9:10, 11; 21:31, 32, NW.
Aunque los líderes religiosos farisaicos de aquellos días sentían una verdadera aversión contra los recaudadores de impuestos, fué precisamente a tales personas espiritualmente enfermas a quienes Jesús vino, así como les dijo a los fariseos que se habían quejado de su asociación con recaudadores de impuestos y pecadores: “Personas en salud no necesitan médico, pero los enfermizos sí. Vayan, pues, y aprendan lo que esto significa, ‘Yo quiero misericordia, y no sacrificio.’”—Mat. 9:12, 13, NW.
Mateo, cuyo nombre significa “don de Jah”, fué uno de aquellos despreciados recaudadores de impuestos. Parece que tenía a su cargo la colección de impuestos en el distrito del mar de Galilea. Sin embargo, Mateo era diferente a la mayoría de los recaudadores de impuestos de su día. No estaba contento con hacer de la recaudación de impuestos su carrera, no importa cuán lucrativa pudiera haberle resultado. No, él fué uno de los que Jesús llamó felices porque aprecian su necesidad espiritual y tienen hambre y sed de justicia.—Mat. 5:3, 6, NW.
Mateo era una oveja verdadera, y por eso cuando Jesús le dijo “Sea mi seguidor”, inmediatamente reconoció la voz del Buen Pastor y “al punto se levantó y lo siguió”. (Mat. 9:9, NW) Sí, así como los hijos de Zebedeo dejaron el comercio pesquero de su padre para seguir a Jesús, así de rápido dejó Mateo su puesto aduanal. Y usando otra ilustración, Mateo fué como una perla cubierta de mugre. Todo lo que el clero farisaico vió fué la mugre, el despreciable recaudador de impuestos. Sin embargo, Dios vió la perla, el corazón sincero, que sólo necesitaba el agua de la verdad para que brillara con hermoso lustre para la honra de su Creador.—Juan 7:24, NW.
Después de hablar de su llamada para seguir a Jesús, y de su respuesta a él, Mateo dice de una fiesta en la casa de un recaudador de impuestos a la que Jesús fué invitado, lo que hizo que los fariseos rezongaran, como ya se notó. Modestamente, Mateo no dice quién hizo esta fiesta. Lucas, sin embargo, nos lo identifica: “También Leví [Mateo] preparó una gran fiesta de recepción para él en su casa; y había una gran muchedumbre de recaudadores de impuestos y otros que estaban con ellos y se reclinaban a la mesa.” (Luc. 5:29, NW) ¡Cuán efectiva manera de hacer que todos sus amigos y conocidos negociantes recibieran un buen testimonio por parte de Jesús! Incidentalmente, en este asunto Marcos y Lucas se refieren a Mateo como Leví, el cual fué su nombre antes de llegar a ser apóstol, así como el nombre de Pedro fué Simón y el de Pablo Saulo.—Juan 1:42; Hech. 13:9.
¡Qué cambio quiso decir esto para Mateo, el despreciado recaudador de impuestos! En vez de dar su alianza a César, ahora la estaba dando al rey de Jehová, Cristo Jesús. Y en vez de trabajar para la Roma imperial cruel y despiadada, como instrumento de opresión, Mateo estaba en el servicio del reino de Dios, llevando consuelo y esperanza de libertad a los que lloraban y estaban oprimidos.
Mateo parece haber desempeñado un papel menor entre los doce apóstoles, ya que los relatos del Evangelio dicen muy poco tocante a él. Sabemos que fué uno de los doce que acompañaron a Jesús en sus recorridos de predicación y que después fueron enviados a predicar, de dos en dos. Él estuvo con Jesús en la noche cuando su Maestro instituyó el memorial de su muerte, lavó los pies de sus discípulos y les dió aquellas consoladoras palabras de amonestación registradas por Juan.—Mateo 10; Luc. 8:1; 22:28-30; Juan, capítulos 13 al 17.
Mateo también vió al Cristo resucitado, y junto con los otros diez recibió las instrucciones de despedida de él. Se nombra a Mateo entre los que estaban en el aposento alto poco antes de que el espíritu santo fuera derramado.—Mat. 28:16-20; Hech. 1:13; 2:1-4.
EL EVANGELIO DE MATEO
El que Mateo realmente escribió el relato que lleva su nombre nunca ha sido seriamente disputado. De la evidencia a la mano parece que lo escribió en algún tiempo durante 41-50 d. de J.C., algunos años antes de que Marcos y Lucas escribieran sus relatos. Evidentemente vió desde temprano el valor y la necesidad de tal registro y por eso fué usado por el Señor para satisfacer esa necesidad antes que otros.
En su relato Mateo no trata de ocultar su baja profesión. De hecho, no sólo nos dice acerca de ella al tiempo de su llamada, sino que cuando alista de nuevo a los doce llamados menciona ese hecho, refiriéndose a sí mismo como “Mateo el recaudador de impuestos”, aunque no menciona la profesión u ocupación de ninguno de los demás. Ni a Marcos ni a Lucas les pareció necesario hacer mención de ella cuando alistaron a los doce.—Mar. 2:14; 3:18; Luc. 5:27-32; 6:15.
Parece que Mateo primero escribió su libro en hebreo y luego lo tradujo al griego. Como Pablo, él pareció estar ansioso de que sus hermanos judíos reconocieran a Jesús como el Mesías. Él establece el derecho legal de Jesús a la promesa abrahámica y al pacto del reino davídico por medio del padre de crianza de Jesús, José. Él cita de las Escrituras hebreas más de 50 veces, lo cual es más de lo citado por Marcos y Lucas juntos.
El evangelio de Mateo generalmente introduce su materia de la misma manera, cubre el mismo terreno y eventos y manifiesta tener el mismo punto de vista que los Evangelios de Marcos y Lucas. Por esta razón todos los tres han sido llamados Evangelios “sinópticos”, lo que quiere decir que tienen una “vista parecida”; no porque sean una sinopsis de la vida de Jesús, porque no lo son. Cada uno alista algunas cosas que los otros no alistan, y en este respecto encontramos que el relato de Mateo es mucho más completo que el de los otros con respecto al sermón del monte, las instrucciones que los doce recibieron al ser enviados, la denunciación de los escribas y los fariseos por parte de Jesús, y la gran profecía de Jesús concerniente a la señal de su segunda presencia.—Vea los Mt capítulos 5 al 7, 10, y del Mt 23 al 25.
En particular Mateo da énfasis al tema del Reino. Para él Jesús fué el Rey Predicador. Ningún otro escritor nos da tanto de los discursos públicos de Jesús. Él da por lo menos diez de las ilustraciones sobre el Reino que los otros no mencionan. No se preocupó por detalles, como lo hizo Marcos, ni por exactitud cronológica, como lo hizo Lucas. Estaba entusiasmado con la grandeza del tema del Reino.
Entre los incidentes de la vida de Jesús peculiares al relato de Mateo se encuentran las sospechas de José tocante a María, la visita de los magos, la huída a Egipto, la matanza de los infantes, el regreso de la familia de Egipto, y por qué se radicaron en Nazaret. Sólo Mateo nos dice de las treinta piezas de plata, y lo que se hizo por fin con el dinero; sólo él menciona las doce legiones de ángeles que Jesús podía haber pedido; el sueño de la esposa de Pilato y el lavamiento de las manos de Pilato asimismo se mencionan sólo por Mateo.
Al leer el relato de Mateo de la vida de Cristo nos enteramos de un aprecio vehemente de la misericordia que Dios le manifestó. En este respecto también fué como Pablo, quien quedó abrumado con gratitud porque a él, un hombre que se consideraba “menos que el menor de todos los santos, [le] fué dada esta bondad inmerecida” de ser ministro de Dios, apóstol de Cristo Jesús. (Efe. 3:8; 1 Tim. 1:12, NW) Sólo Mateo nos da la insistencia repetida de Jesús de que es la misericordia y no el sacrificio lo que se requiere; sólo él da la ilustración del esclavo despiadado; sólo él nos da la amonestación de Jesús a Pedro de perdonar setenta y siete veces; y sólo él registró lo que algunos consideran como las palabras más consoladoras de Jesús: “Vengan a mí, todos ustedes los que se afanan y están cargados, y yo los refrescaré. Tomen mi yugo sobre ustedes y háganse mis discípulos, porque soy de genio apacible y humilde de corazón, y hallarán refrigerio para sus almas. Porque mi yugo es bondadoso y mi carga liviana.”—Mat. 9:13; 11:28-30; 12:7; 18:21-35; 23:23, NW.
Mateo, el despreciado recaudador de impuestos, por medio de la bondad inmerecida de Dios llegó a ser un apóstol respetado de Jesucristo. Contento con desempeñar un papel menor entre los doce, sirvió a su Maestro tanto por la palabra hablada como por la escrita. Y no tuvo ocasión para deplorar el haber dedicado su todo al servicio de Dios, porque él recibió muchas veces más al servir como apóstol y tener la esperanza segura de una gloriosa recompensa celestial.—Mat. 19:27-29.
Es posible que pensemos, ¡Cuán maravilloso privilegio tuvo Mateo, al estar asociado con Cristo Jesús mientras anduvo en esta tierra! Cierto, pero ¿no podría decirse que por lo menos en algunos respectos nuestro privilegio es mayor al estar viviendo ahora, cuando Cristo ha regresado y gobierna en medio de sus enemigos? Hoy muchas más profecías se están cumpliendo que cuando Jesús y Mateo estuvieron en la tierra. (Mateo, capítulos 24, 25) Si apreciamos la misericordia de Dios para con nosotros tanto como la apreció Mateo, y estamos tan ansiosos de dar a conocer las buenas nuevas como él lo estuvo, nosotros también seremos ricamente bendecidos, ahora y en el nuevo mundo de justicia.