¿Son verídicas las pretensiones católicas acerca de la Biblia?
OCTUBRE de 1952 marcó el quingentésimo aniversario de la producción del primer libro impreso, la Biblia de Gutenberg. Ese mes presenció una campaña de las organizaciones religiosas protestantes de los Estados Unidos para distribuir un millón de la nueva Revised Standard Version Bible (versión normal revisada de la Biblia). Por otra parte la Confraternidad católica de doctrina cristiana, de Wáshington, D.C., designó desde el 28 de septiembre hasta el 4 de octubre de 1952 como la semana de la Biblia católica. Esta, la segunda semana de la Biblia celebrada por católicos el año pasado (la primera se celebró del 10 al 16 de febrero y fué la primera jamás observada por católicos en los Estados Unidos), tuvo como objetivo “manifestar cómo la Iglesia que hizo la Biblia—la ha considerado valiosa antes, durante y después de Gutenberg”.
Las pretensiones católicas romanas acerca de la Biblia, según se citan en su literatura para la semana de la Biblia, pueden resumirse como sigue: (1) La Iglesia Católica hizo la Biblia. (2) La Iglesia Católica conservó la Biblia. (3) La Iglesia Católica estimula la lectura de la Biblia.
¿LA BIBLIA UN LIBRO CATÓLICO?
¿Es verídica o concuerda con los hechos la pretensión de que la Iglesia Católica hizo la Biblia? Al contestar esa pregunta primero notemos que la Biblia es la Palabra de Dios. Siendo eso así, entonces desde que Moisés completó el Pentateuco (los cinco libros: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio) la Palabra de Dios ha estado al alcance de sus siervos. A medida que otros siervos inspirados escribieron, ésta creció y creció, de modo que para el tiempo en que Malaquías escribió su profecía la Palabra de Dios, la Biblia, había crecido hasta contar con 39 libros. Estos 39 libros constituyeron las sagradas Escrituras que Jesús y sus discípulos usaron y que estimularon a otros a estudiar.—Juan 5:39; Hech. 17:11; 2 Tim. 2:15; 3:15-17.
Con la escritura de los relatos de la vida de Jesús por Mateo, Marcos, Lucas y Juan, las cartas de Pablo, Pedro, Santiago, Judas y Juan y los Hechos de los apóstoles y el Apocalipsis, la Palabra de Dios creció a 66 libros. A medida que éstos se escribieron y fueron circulados entre los cristianos primitivos, llegaron a ser reconocidos como parte de la Biblia. (2 Ped. 3:15, 16) Los últimos de estos escritos, las tres cartas y el Evangelio de Juan, se completaron alrededor de 98 d. de J.C. Poco después de eso empezó la compilación de estos escritos, y hay evidencia que indica que ya en 170 d. de J.C. el canon o catálogo de la Biblia que tenemos hoy era reconocido. Tanto Orígenes como Eusebio alistan estos mismos libros, y de diez catálogos primitivos existentes seis dan la misma lista que se reconoce hoy, otros tres omiten el Apocalipsis y uno omite Hebreos y el Apocalipsis. En vista de estos hechos, que manifiestan que el canon de la Biblia quedó establecido entre los cristianos del segundo y principios del tercer siglos después de Cristo, ¿puede la Iglesia Católica alegar que ella hizo la Biblia, sólo porque unos 150 a 200 años después su concilio de Cártago anunció cuáles escritos ella consideraba canónicos?
Si la Iglesia Católica hizo la Biblia, ¿no es extraño que no haya incluído palabra alguna acerca de la asunción de María, su concepción inmaculada y acerca de la eficacia de orar a ella; acerca de la veneración de reliquias, imágenes y santos; acerca del uso de agua bendita; acerca de la ceremonia de la misa; acerca de que el papa es el vicario de Cristo; acerca de monseñores, arzobispos y cardenales; acerca de purgatorio; acerca de un clero célibe; acerca de no comer carne los viernes o durante la cuaresma; acerca de hacer novenas; acerca del bautismo de niños; etc.? ¿No es el hecho de que la Biblia no dice nada sobre todos estos puntos sobresalientes de la religión católica fuerte evidencia circunstancial de que la Iglesia Católica no hizo la Biblia? ¿de que no es un libro católico?
Quién hizo la Biblia se da a conocer claramente en sus propias páginas. Dios es su autor. “Antorcha para mis pies es tu palabra.” “El espíritu del Señor habló por mí, su palabra ha estado sobre mi lengua.” “La palabra tuya es la verdad.” “Puesto que la palabra de Dios es viva, y eficaz.” “Los varones santos de Dios hablaron, siendo inspirados del Espíritu Santo.”—Versión de Torres Amat en 2 Rey. 23:2; Sal. 118:105; Juan 17:17; Heb. 4:12; 2 Ped. 1:21.
¿CONSERVA LA BIBLIA LA IGLESIA CATÓLICA?
La Iglesia Católica además declara: “No puede haber duda de que el mundo tiene que agradecer a la Iglesia Católica la Biblia—aunque sea solamente por los 1,500 años que transcurrieron antes de que los primeros reformadores aparecieran en la escena. ¿Cómo se salvó ese espacio? Pedimos que a los monjes que copiaron por siglos, . . . se les dé lo que les corresponde. Si no hubiera sido por ellos no tendríamos Biblia.” ¿Concuerda esta pretensión con los hechos? Veamos.
La realidad es que ninguno de los más antiguos, más fidedignos y más valiosos manuscritos de la Biblia se encontró en territorios bajo dominación católica. Aun su estimado manuscrito Vaticano 1209 ha estado en su posesión sólo desde el siglo quince. Y a éste lo escondió, haciéndolo accesible al público sólo cuando surgió la posibilidad de que otro gran manuscrito, el Sinaítico, lo eclipsara. De modo que si los monjes no hubieran copiado nada durante la Edad del Obscurantismo y Edad Media, todavía tendríamos los mejores manuscritos. Ellos no copiaron ninguno de los buenos.
El copiar la Biblia quizás se haya limitado en gran manera a los monjes, pero eso se debió principalmente a que la Iglesia Católica mantenía la Biblia en una lengua muerta. Cuando Wiclef tradujo la Biblia al inglés sus seguidores hicieron muchas, muchas copias, y eso sin ayuda de los monjes. Y en cuanto a dar a estos monjes algún crédito, ellos se atrevieron a tomarse libertades con el texto inspirado. A eso se debe que tenemos en las versiones del rey Jaime y Douay algunos pasajes espurios, como 1 Juan 5:7, para mencionar uno de los ejemplos más notorios.
No sólo no puede darse ningún crédito a la Iglesia Católica por conservar la Biblia sino que los hechos de la historia manifiestan que ella ha sido la principal destructora de la Biblia. Ella hizo que se buscaran copias de la Biblia de Wiclef desde un extremo de Inglaterra hasta el otro y luego fueran destruídas. Týndale tuvo que imprimir su “Nuevo Testamento” en el continente de Europa, porque no pudo hacerlo en la Inglaterra católica. Aunque publicó 18,000 ejemplares y logró pasarlos de contrabando a Inglaterra, la búsqueda y destrucción de éstos se hizo tan eficazmente que sólo se sabe de diecisiete copias que sobreviven hoy.
Justificando tal quema de Biblias Nuestro visitante dominical del 10 de febrero de 1952 declara que eso “fué la quema de versiones que se había probado que eran defectuosas, y por lo tanto no tenían derecho a pasar como ‘la palabra de Dios’”. Pero ¿era tan grande la diferencia entre la Biblia católica y las traducciones de los reformadores que justificara la cruzada que destruyó no sólo las Biblias sino también a los traductores, publicadores y distribuidores de la Biblia? Sobre este punto note lo que dice la Enciclopedia católica respecto a la versión inglesa Challoner-Douay:
“El llamarla por más tiempo la versión Douay o Rhemish es un abuso de términos. Ha sido alterada y modificada hasta que apenas queda un versículo tal como se publicó originalmente. . . . En casi todo caso los cambios de Challoner adoptaron la forma de aproximarse a la Versión Autorizada.” De modo que al mejorar la versión católica ¡vino a ser más parecida a la versión protestante del rey Jaime! Pudieran citarse casos recientes de esto de las nuevas versiones católicas norteamericanas del libro de los Salmos y el Génesis y la versión del Mons. Knox.
No, la pretensión de que la Iglesia Católica ha quemado Biblias por ser traducciones defectuosas no concuerda con los hechos. Tiene que haber habido algunos otros motivos. Dejaremos que el lector juzgue cuáles fueron. Incidentalmente, note que tales quemas de Biblias no son cosa del pasado distante. Muchas Biblias fueron quemadas públicamente el 27 de mayo de 1923, en Roma, en homenaje a la virgen María, y en el Times de Nueva York del 6 de marzo de 1952 se publicó un artículo bajo el siguiente encabezamiento: “Clérigo protestante es golpeado en España. Jóvenes invaden capilla y prenden fuego a Biblias, bancas e himnarios.”
¿ESTIMULA LA LECTURA DE LA BIBLIA?
De acuerdo con el papa León XIII la Iglesia Católica “nunca ha faltado en adoptar las debidas medidas para poner las Escrituras al alcance de sus hijos”. De nuevo preguntamos, ¿concuerdan los hechos con la pretensión de que la Iglesia Católica ha estimulado y estimula la lectura de la Biblia? Si tal es el caso, ¿cómo? y ¿a qué grado?
Al tiempo cuando Inglaterra estaba bajo dominación católica, cualquier persona que fuera hallada culpable de leer la Biblia en inglés perdía “tierra, ganado, vida y bienes para sus herederos para siempre”. Muchos fueron los seguidores de Wiclef, los lolardos, que fueron encarcelados y hasta quemados en hogueras por haber leído la Biblia así en su lengua natal.
Si la Iglesia Católica verdaderamente hubiera querido estimular la lectura de la Biblia ¿habría mantenido ese volumen sagrado envuelto en la mortaja de lenguas muertas? ¿Habría el papa Gregorio del siglo once agradecido públicamente a Dios que la Biblia estaba en una lengua muerta si él hubiera querido que la gente la leyera? Y ¿por qué fué necesario que Tomás Stítny, “padre de la prosa bohemia,” se quejara de los esfuerzos de la Iglesia Católica para impedir que la Biblia fuera traducida a la lengua bohemia si ella estaba interesada en que la gente común leyera la Biblia? ¿Habría declarado el papa Pío VII el 13 de junio de 1816: “La experiencia ha probado que, debido a la imprudencia de los hombres, más daño que bien resulta de las Sagradas Escrituras cuando se publican en la lengua de la gente común”? Y ¿habría condenado el papa Gregorio XVI el 8 de mayo de 1844 en su encíclica Inter Praecipuas “el que se publique, distribuya, lea y mantenga la Escritura traducida al idioma vernáculo”?
El cuadro de una Biblia encadenada es familiar. Los apologistas católicos nos dicen que fué encadenada sólo para impedir que fuera robada o derribada al suelo y que esas Biblias eran “colocadas abiertas en una mesa en las iglesias para que las consultaran”. Pero ¿quién consultaría una Biblia escrita en una lengua muerta en un tiempo cuando la gran mayoría de la gente ni siquiera podía leer su lengua natal, sin decir nada acerca de las lenguas muertas o clásicas?
El hecho es que la única razón por la cual la Iglesia Católica al fin dió a la gente la Biblia en su lengua natal, como ella misma lo confiesa, fué para contrarrestar las versiones protestantes. Dice la Enciclopedia católica (Tomo 5, página 140, edición de 1913) sobre este tema: “[La Biblia Douay] debe su existencia a las controversias religiosas del siglo dieciséis. Se habían publicado muchas versiones protestantes y se usaban principalmente por los reformadores con propósitos polémicos. La traducción de algunos de los textos manifestó señales evidentes de prejuicio controversial, y vino a ser de primera importancia que a los católicos ingleses del día se les proveyera con una traducción suya, de cuya exactitud podrían depender y a la cual pudieran acudir en el curso de la controversia.”
Cuán maldispuesta estuvo a hacer esto la más grande organización religiosa del mundo que “hizo y conservó la Biblia” puede inferirse del hecho de que esperó doscientos años después que uno de sus excomulgados doctores de teología (Wiclef) había principiado la tarea por propia iniciativa, para dar a su pueblo este instrumento tan necesario. Lo supracitado también refuta eficazmente las pretensiones de que fué la Iglesia Católica y no los reformadores quien comenzó la obra de dar a la gente la Biblia en su lengua natal.
Pero seguramente que hoy la Iglesia Católica estimula la lectura de la Biblia. ¿No concedió el papa León XIII ‘una indulgencia de 300 días a los fieles por cada vez que leyeran por lo menos por un cuarto de hora los libros de la Sagrada Escritura’? Cierto, pero los acatólicos no entienden cuánto estímulo para leer la Biblia se representa con eso. Pero un católico sabe que puede obtener la misma cantidad de indulgencia, 300 días, sólo por repetir una vez “María, concebida sin pecado, ora por nosotros los que tenemos recurso a Ti”. Y ¡sólo se necesitan cinco segundos para repetir eso! ¿Por qué usar 15 minutos leyendo la Biblia para obtener una indulgencia que se obtiene por sólo cinco segundos de oración? Use esos quince minutos en repetida oración antibíblica ¡y obtenga una indulgencia de 54,000 días! Así pudiera argüirse. Pero aunque se leyera la Biblia, ¿cuánto bien podría obtenerse de tal lectura cuando se hace sólo para obtener algún otro beneficio y por un tiempo específico? ¿Dónde estaría la mente, dónde los pensamientos de uno?
Algo que indica cómo se siente la Iglesia Católica acerca de la Biblia es el siguiente extracto sacado de tratados bíblicos católicos circulantes: “El cristiano no está obligado a leer la Biblia puesto que es la Iglesia quien nos propone para nuestra creencia la Revelación Divina según está contenida en las Escrituras y la Tradición.”
EVIDENCIA CIRCUNSTANCIAL
Si a los católicos se les estimula a leer la Biblia ¿por qué es necesario que las publicaciones católicas digan a los católicos, “No, a los católicos no se les prohibe leerla” (mostrando una fotografía de la Biblia) y declaren que “algunos católicos tienen la idea de que la lectura de la Biblia es estrictamente ‘protestante’”? ¿De qué otra manera podría la Iglesia Católica hacer una confesión que revelara más patentemente su fracaso de estimular la lectura de la Biblia que admitir que algunos de sus hijos creen que la lectura de la Biblia es ‘estrictamente protestante’?
Durante la II Guerra Mundial la prensa católica de Inglaterra salió con una queja acerca del escándalo de no poder conseguir Biblias católicas aunque abundaba la ficción católica y las Biblias protestantes. Contestando a tales quejas un publicador católico declaró: “Si existiera una demanda suficiente para justificar esfuerzo especial, podríamos estar seguros de que ese esfuerzo se haría. Quizás sea de interés notar que, aunque los católicos manifiestan esta apatía concerniente a las Escrituras, en otras partes se está manifestando un nuevo aprecio de la Biblia.”
Más evidencia acerca de esto apareció en el libro Creencias religiosas de la juventud, publicado en los Estados Unidos en 1950. Este libro hizo un análisis amplio de los hábitos religiosos de la juventud de los Estados Unidos, y entre las estadísticas que publicó hubo las que manifestaron que el 61.9 por ciento de los jóvenes católicos no habían leído en su Biblia durante los seis meses pasados, en comparación con sólo el 31.2 por ciento de los jóvenes protestantes que no habían leído en su Biblia dentro de ese tiempo. Es patente que dos terceras partes de la juventud católica no están impresionadas por la oferta de indulgencias al leer la Biblia, cuando ni siquiera leen en ella una sola vez en seis meses.
Ni es probable que observaciones como la siguiente, sacada de La Santa Biblia, herencia de la vida familiar católica, den por resultado que la juventud católica se interese más en leer la Biblia: “¿Será posible que los seis días de los cuales habló Moisés sean esos largos períodos descritos por los geólogos? Ciertamente que no. Moisés no sabía nada de la ciencia moderna; su descripción del universo es bastante ingenua, no más adelantada, de hecho, que la de la gente entre quien él vivió hace tres mil años.” Sí, ¡pobre Moisés! No estaba bien informado, según esta publicación católica. ¿Cuánta fe en la inspiración de la Biblia indica tal avalúo de su relato de la creación? ¿Y cuánto estímulo para leer la Biblia?
En vista de lo susodicho ¿a qué conclusión tenemos que llegar? Que la Iglesia Católica no hizo la Biblia, que ella no la ha conservado, que ella no estimula sinceramente su lectura. Sus esfuerzos respecto a la Biblia sólo son hipocresía y propaganda para hacer frente a la competencia. Así como ella está contenta con dejar a su pueblo permanecer analfabeto entretanto que los estados no traten de educarlo, igualmente está anuente a dejar que la gente esté sin la Biblia mientras no haya peligro de que obtenga Biblias de otras fuentes. Y así como ella tiene sus más grandes sistemas escolares donde la educación seglar está en su punto máximo, así ella publica la Biblia en la lengua natal si hay una probabilidad de que su pueblo obtenga una Biblia de otras fuentes. La semana de la Biblia que se celebró es un caso a propósito, porque ella admitió que fué planeada para contrarrestar la celebración por los no católicos del aniversario 500 de la Biblia de Gutenberg.