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  • Jehová hace la paz, crea el mal
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1953
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1953
w53 1/1 págs. 9-12

Jehová hace la paz, crea el mal

“YO FORMO la luz, y creo las tinieblas; yo hago la paz, y creo el mal; yo, Jehová, hago todas estas cosas.” (Isa. 45:7, margen) Esta referencia a que Jehová crea las tinieblas y el mal ha sido usada con gran alegría por los escépticos, ateos y otros críticos de la Biblia para sostener su opinión de que ésta no es la Palabra inspirada de Dios sino sólo una colección de escritos antiguos de un pueblo primitivo. Sin embargo, su prejuicio, sin duda engendrado por una sospecha escondida de que su posición no es tan fuerte como a ellos les gustaría que fuera, los ha cegado a una consideración razonable de este texto así como de todo el resto de la Biblia. En vez de seguir tal curso, aceptemos el consejo del Autor de la Biblia, “Venid pues, y razonemos juntos,” y veamos qué luz arrojan la razón y la Biblia misma sobre el significado de este texto.—Isa. 1:18, VA.

¿Cómo forma Jehová la luz y crea las tinieblas? Él forma la luz haciendo que su Palabra se entienda por medio del cumplimiento de sus profecías. “Lámpara es a mis pies tu palabra, y luz a mi camino.” “La senda de los justos es como la luz de la aurora, que se va aumentando en resplandor hasta que el día es perfecto.” Esa luz, sin embargo, no es para el inicuo. “Luz está sembrada para el justo, y alegría para los rectos de corazón.” A los inicuos Jehová envía tinieblas. “Dios no se contuvo de castigar a los ángeles que pecaron, sino que, al arrojarlos a Tártaro, los entregó a profundidades de densas tinieblas para ser reservados para juicio.” Y concerniente a los hombres que se introducen en la congregación cristiana con propósitos ruines se nos dice que para ellos “la negrura de la oscuridad permanece reservada para siempre”. (Sal. 97:11; 119:105; Pro. 4:18; 2 Ped. 2:4; Judas 4, 13, NM) Tal fué el caso con la novena plaga sobre el Egipto antiguo. Los egipcios quedaron envueltos en unas tinieblas que podían palparse, mientras que los israelitas tuvieron luz en sus habitaciones.—Éxo. 10:21-23.

“YO HAGO LA PAZ, Y CREO EL MAL”

Las Escrituras se refieren a Jehová como el Dios de paz: “El Dios que da paz aplastará a Satanás bajo los pies de ustedes en breve.” (Rom. 16:20, NM) Ese texto, sin embargo, también denota que Jehová es el Dios de guerra, porque aplastará a sus enemigos. ¿Cómo puede él ser tanto el Dios de paz como el Dios de guerra? Porque hay un tiempo y ocasión apropiados para la paz y para la guerra. “Para toda cosa hay un tiempo asignado; y hay un tiempo para todo propósito bajo los cielos: un tiempo para amar, y un tiempo para odiar; un tiempo para guerra, y un tiempo para paz.”—Ecl. 3:1, 8, UTA.

Jehová hace la paz ahora para los que le buscan de la manera que él indica. “¡Jehová bendecirá a su pueblo con la paz!” El nuevo mundo sobre el cual su Hijo gobernará será un mundo pacífico: “En sus días florecerán los justos, y habrá abundancia de paz hasta que no haya luna.” “Del aumento de su dominio y de su paz no habrá fin.” Por eso los ángeles dijeron al tiempo del nacimiento de Jesús: “Paz entre los hombres de buena voluntad.”—Sal. 29:11; 72:7; Isa. 9:7; Luc. 2:14, NM.

Cuando las criaturas hacen lo contrario a su voluntad entonces se hace necesario que Jehová pelee contra ellas a su propio tiempo y manera. Entonces él viene a ser el Dios de guerra: “¡Jehová, el fuerte, el valiente! ¡Jehová, el valiente en batallas! ¿Quién es este Rey de gloria? ¡Jehová de los Ejércitos, él es el Rey de gloria!” (Sal. 24:8, 10; Sant. 5:4, NM) Como tal él peleó por su pueblo Israel en tiempos pasados, y de nuevo se manifestará como el Dios de guerra en la guerra del Armagedón, cuando destruirá por completo a sus enemigos para la vindicación de su supremacía y la liberación de su pueblo.—2 Cró. 20:15; Apo. 16:14, 16.

¿En qué sentido puede decirse que Jehová crea el mal? Ciertamente no en el sentido de crear iniquidad o maldad moral, porque es absolutamente imposible que él haga algo malo. “Es imposible que Dios mienta.” Se nos asegura, “Bondadoso y recto es Jehová; por tanto dirigirá a los pecadores en el camino.” Dirigiéndose a él el salmista declaró: “Justicia y juicio son el asiento de tu trono; misericordia y verdad irán delante de tu rostro.” Y Moisés cantó de este tema: “Porque el nombre de Jehová proclamaré: ¡atribuíd la grandeza a nuestro Dios! Él es la Roca; perfecta es su obra; porque todos sus caminos son justicia: Dios de verdad y sin iniquidad, él es justo y recto.”—Deu. 32:3, 4; Sal. 25:8; 89:14; Heb. 6:18, NM.

Sí, Jehová es muy celoso de su nombre como Dios de justicia. Por eso cuando Abrahán, en conexión con la destrucción de Sodoma y Gomorra, preguntó: “¿El Juez de toda la tierra no hará justicia?”, Jehová estaba anuente a conceder la súplica de Abrahán aunque sólo diez personas justas se encontraran en esas ciudades. (Gén. 18:20-33, BC) A través de las Escrituras, desde el Génesis hasta el Apocalipsis, Jehová apela a nuestra razón y explica sus razones para ejecutar sus juicios, para que tengamos confianza inmovible en su justicia. Particularmente es esto evidente en las profecías de Isaías, Jeremías y Ezequiel.—Isa. 1:2-20; 24:1-5; Jer. 16:10-13; 22:1-9; Eze. 6:1-10; 22:1-16.

Sin embargo, se puede decir que Jehová crea el mal, porque el término “mal” puede usarse para designar no sólo “maldad o delitos morales; iniquidad; perversidad”, sino también “cualquier cosa que daña la felicidad o el bienestar o priva de provecho; perjuicio; desastre”. (Diccionario completo de Wébster) En vista de los textos ya mencionados que demuestran que Jehová es justo y recto tenemos que concluir que el mal que él crea tiene que ser el de calamidad y desastre.

Los dos usos de este término se ven en la siguiente profecía, en la que Jehová dijo que traería mal o calamidad sobre Israel debido a su curso malo o inicuo. Moisés dijo: “Porque yo sé que después de mi muerte os corromperéis totalmente, y os apartaréis del camino que os he prescrito, y así os sobrevendrá el mal en los días venideros, cuando hayáis hecho lo que es malo a los ojos de Jehová.” Note también lo mismo en lo siguiente, que registra un cumplimiento de esta profecía: “Entonces los hijos de Israel hicieron lo que era malo a los ojos de Jehová, y sirvieron a los Baales: así dejaron a Jehová. Por eso . . . la mano de Jehová estaba contra ellos para mal; conforme les había dicho Jehová.”—Deu. 31:29; Jue. 2:11, 12, 14, 15.

EL MAL EN CONTRASTE CON LA INIQUIDAD

Así vemos que hay una gran diferencia entre mal e iniquidad. Todo lo inicuo o toda iniquidad es mal, pero no todo mal es inicuo. Un acto de injusticia siempre es inicuo y generalmente resulta en obrar mal o perjuicio a otro. Por otra parte, la administración de la justicia siempre es recta. Aun cuando le acarree mal a aquel contra quien se hace cumplir, eso no significa que la administración de justicia es un acto inicuo. Más bien, demuestra cómo Dios crea el mal.

El que sus criaturas reciban provecho y paz o mal y sufrimiento a manos de Jehová depende de la selección que hagan. Como Moisés se lo declaró a los israelitas: “Mira; hoy pongo ante ti la vida con el bien, la muerte con el mal. Si oyes el precepto de Yavé, tu Dios, que hoy te mando, de amar a Yavé, tu Dios, seguir sus caminos y guardar sus mandamientos, decretos y preceptos, vivirás. . . . Pero si se aparta tu corazón, y no escuchas, sino que te dejas arrastrar a la adoración y el servicio de otros dioses, hoy te anuncio que irás a la segura ruina. . . . Yo invoco hoy por testigos a los cielos y a la tierra, de que os he propuesto la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Escoge la vida para que vivas, tú y tu descendencia.”—Deu. 30:15-19, NC.

Adán y Eva erraron en su selección y por eso Dios los sentenció: “Por ti será maldita la tierra; con trabajo comerás de ella todo el tiempo de tu vida. Con el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella has sido tomado; ya que polvo eres, y al polvo volverás.” Tal sufrimiento y muerte fueron grandes males para Adán y su prole, pero no fueron acciones inicuas o injustas; no hubo circunstancias atenuantes; la aplicación de tales males fué justa.—Gén. 3:17, 19, NC; Rom. 5:12; 6:23.

El diluvio del día de Noé fué gran mal, pero no fué algo inicuo o injusto; aquellos antediluvianos recibieron lo que merecieron por escoger la iniquidad y la violencia en vez de la paz y la justicia. (Gén. 6:5; 7:21) El Faraón del tiempo de Moisés obstinadamente escogió oponerse a Jehová, y por eso Dios envió diez plagas, y finalmente tuvo que exterminar a Faraón y sus huestes en el mar Rojo. Todos los tales fueron grandes males, calamidades, que les ocasionaron gran sufrimiento a los egipcios. Pero no fueron actos perversos. Faraón fué el perverso, y Jehová obró en perfecto acuerdo con sus derechos al castigarle así y de tal modo terminar el punto en cuestión en cuanto a quién es supremo.—Éxodo, capítulos 7 hasta 14.

Al tiempo presente Jehová está haciendo que se dé la amonestación concerniente a sus juicios que pronto se ejecutarán sobre la Babilonia moderna, pero son pocas las personas que están escuchando esta amonestación. Cuando ‘los muertos por Jehová en el Armagedón se extiendan de un extremo al otro de la tierra, sin ser llorados ni recogidos o enterrados, sino que sean como estiércol sobre la haz del campo’, por seguro ése será el más grande mal, desastre o calamidad que jamás sobrevendrá a la humanidad; pero no será un acto perverso, inicuo o injusto. Será una justa ejecución de juicio.—Jer. 25:33; Apo. 18:4-8, 20.

Aunque Jehová trae el mal de la destrucción sobre los inicuos porque ellos lo merecen, él lo hace principalmente porque su nombre y soberanía están comprometidos, “porque no puede negarse a sí mismo.” Y si parece que él demora la ejecución de tales malhechores, que se recuerde que eso también lo hace para la vindicación de su nombre, así como le dijo a Faraón: “Pues si ahora hubiese alargado mi mano y os hubiese herido a ti y a tu pueblo con peste, habrías sido exterminado de la tierra; sin embargo, para esto te he sostenido con vida, para mostrarte mi poder y que sea celebrado mi nombre por toda la tierra.”—Éxo. 9:15, 16, BC; 2 Tim. 2:13.

LOS CRISTIANOS NO PUEDEN USAR EL MAL

Desde 325 d. de J.C. el cristianismo apóstata se atrevió a infligir mal a los que pretendían ser cristianos pero que diferían de sus enseñanzas. En esto ha sido culpable de gran injusticia y pecado presuntuoso, porque el imponer el mal como castigo es principalmente la prerrogativa de Jehová Dios y de Aquel a quien él ha delegado tal poder y autoridad, Cristo Jesús. (Mat. 28:18; Juan 5:27; 1 Cor. 15:25, NW) La espada del cristiano no es de acero, sino que es “la espada del espíritu, es decir, la palabra de Dios”. Por eso Pablo dice claramente: “Porque aunque andamos en la carne, no hacemos la guerra de acuerdo con lo que somos en la carne. Porque las armas de nuestra guerra no son carnales, sino poderosas por parte de Dios para trastornar cosas fuertemente atrincheradas. Porque estamos trastornando razonamientos y toda cosa encumbrada que se ha levantado contra el conocimiento de Dios, y estamos trayendo todo pensamiento en cautiverio para hacerlo obediente al Cristo.”—2 Cor. 10:3-5; Efe. 6:17, NW.

No sólo no pueden los cristianos recurrir a mal, opresión, persecución o fuerza para esparcir su mensaje, sino que ni siquiera pueden devolver el mal hecho a ellos con mal. “No devuelvan mal por mal a nadie.” “No se venguen a ustedes mismos, amados, sino den lugar a la ira; porque está escrito: ‘Mía es la venganza, yo recompensaré, dice Jehová.’ Pero, ‘si tu enemigo tiene hambre, aliméntalo; si tiene sed, dale algo de beber; porque al hacer esto amontonarás brasas ardientes sobre su cabeza.’ No te dejes vencer por el mal, sino sigue venciendo el mal con el bien.”—Rom. 12:17, 19-21, NM.

Es en armonía con este principio que se les aconseja a los cristianos que no vayan a tribunales de justicia mundanos para arreglar las diferencias que surjan entre ellos. En vez de hacer eso deben estar anuentes a ser defraudados y ofendidos. Incidentalmente, la frecuencia con que se viola esta amonestación hoy es en sí misma prueba de que la cristiandad no es cristiana.—Mat. 7:20; 1 Cor. 6:5-8, NM.

No en su castigo a los malhechores sino en la demostración de su paciencia y misericordia hemos de imitar a nuestro Padre celestial: “Han oído que fué dicho: ‘Debes amar a tu prójimo y odiar a tu enemigo.’ Sin embargo, yo les digo: Sigan amando a sus enemigos y orando por aquellos que los persiguen; para que prueben ustedes que son hijos de su Padre que está en los cielos, ya que él hace que su sol se levante sobre gente inicua y buena y hace que llueva sobre gente justa e injusta. Ustedes deben en efecto ser completos, como su Padre celestial es completo.”—Mat. 5:43-45, 48, NM.

La mejor manera en que los cristianos pueden seguir esa amonestación hoy es llevando las buenas nuevas del reino de Dios a la gente; continuando de puerta en puerta con el mensaje sin hacer caso de cuán pocos oídos que oyen encuentran y sin hacer caso de cuántas puertas les cierren en la cara; dejando que su luz brille en las esquinas de las calles a pesar de los reproches amontonados sobre ellos por mofadores, escarnecedores y opositores; y visitando las casas de las personas y pacientemente instruyéndolas aun cuando parezcan lentas para comprender. Haciendo esto, ellos vindican la longanimidad y paciencia que Jehová ha manifestado para con los malhechores ya que, como resultado de su predicación, otros obtienen salvación.—2 Ped. 3:15, NM.

Resumiendo, podemos ver que Jehová Dios crea la luz y la paz para su pueblo y para los hombres de buena voluntad, pero las tinieblas y el mal para sus enemigos, los inicuos; que el mal que él trae sobre sus enemigos no es una injusticia, perversidad o iniquidad sino que es sufrimiento, calamidad y destrucción merecidos. Él ha permitido la iniquidad porque sirve para la vindicación de su supremacía. Los cristianos, sin embargo, no están autorizados para imponer mal sobre otros, ya sea como medio de esparcir su mensaje o como represalia por el mal hecho a ellos. La manera en que imitan a Dios es haciendo el bien a todos a medida que tienen oportunidad, dejando a él y a su principal Ejecutor, Cristo Jesús, el arreglo de todas las cuentas.

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