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  • ¿Fué Jesús un Hombre Dios?
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1956
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1956
w56 1/8 págs. 460-462

¿Fué Jesús un Hombre Dios?

LA ENCARNACIÓN es la enseñanza de la cristiandad de que “Dios es Hombre y el Hombre es Dios en la Persona de Jesucristo.” Esta creencia es llamada “la doctrina central del cristianismo.” Así que la Iglesia católica y la mayoría de las protestantes enseñan que Jesús fué un Hombre Dios. Pero, igual que otras doctrinas que el clero enseña, ésta, también, desafía la lógica y la razón. De hecho, los teólogos admiten que ninguna filosofía humana puede explicarla cabalmente. Es contradictoria y causa confusión. Pero ya que la Biblia dice que “Dios no es Dios de confusión,” estas preguntas despiertan nuestro interés: ¿Cómo se originó la enseñanza de la encarnación? ¿Enseña realmente la autoridad más alta de todas, la Biblia, que Jesús fué el Dios Todopoderoso disfrazado de hombre?—1 Cor. 14:33.

La doctrina de que Jesús fué un Hombre Dios se manifestó mucho después de la muerte de Jesús y se desarrolló muy gradualmente. Se cristalizó en 325 d. de J.C. en el concilio de Nicea, en el cual Constantino, un emperador pagano, dirigió los asuntos. Según los historiadores a Constantino no le importaban las doctrinas; sólo quería armonía en la Iglesia por razones políticas.

En World Christianity, Henry P. Van Dusen, célebre teólogo, nos dice algo de lo que ocurrió en el concilio de Nicea: “Oriente hervía con más disputa violenta acerca de la interpretación teológica correcta de la persona de Cristo. Por lo tanto Constantino llamó a todos los obispos de la Iglesia para que se reunieran en Nicea en 325. Los 318 obispos que respondieron representaban sólo alrededor de una sexta parte de los obispos del Imperio. Como es el caso en todos los concilios ecuménicos, vinieron principalmente de Oriente. El principal consejero eclesiástico de Constantino, el obispo Osio de España, presidió, con el emperador a su diestra. El peso de la influencia imperial dominó las decisiones. El resultado fué la forma primitiva del Credo Niceno.” Así fué que el pagano Constantino, más interesado en la política que en la religión, “dominó las decisiones” y determinó lo que la cristiandad en general cree hasta el día presente. Así, el paso que dió la cristiandad de aceptar la teoría de que Jesús era un Hombre Dios se debió a un emperador pagano.

No fué sino hasta el concilio de Calcedonia en 451 que se definió la doctrina de la encarnación. Lo asombroso respecto a ese concilio, así como respecto al de Nicea, es que los asuntos se resolvieron por medio de la absorción. Algunos decían que Jesús era hombre. Algunos decían que Jesús era Dios. El concilio, compuesto de cristianos desviados, decidió que Jesús era Hombre Dios. De manera que cada uno de los contendientes atrincherados podía aceptar la fórmula con cierta satisfacción por medio del dispositivo sencillo de subrayar la frase que abarcaba su interés propio. El Dr. Van Dusen dice en su libro World Christianity: “El resultado de tres siglos de controversia acalorada en dos fases sucesivas fué la negación resuelta de la Iglesia católica en cuanto a escoger—su respuesta en forma de un firme aunque algo aturdido ‘ambos . . . y’ al insistente ‘o bien . . . o,’ de los disputantes. Nicea, Constantinopla, Calcedonia se destacan una tras otra en la ruta tortuosa. . . . En Calcedonia siglo y medio después de Nicea el mismo método de solución se empleó aún más abiertamente—no ‘o bien . . . o’ sino ‘ambos . . . y,’ una solución por inclusión más bien que por rechazamiento, sin importar el costo en cuanto a coherencia lógica y raciocinio.”

Pocos cristianos profesos saben que el concilio de Calcedonia fué responsable de definir la doctrina de Jesús como Hombre Dios; y sin embargo “la fórmula de Calcedonia,” escribe el Dr. Van Dusen en la página 75, “le hizo frente a su dilema afirmando, lado a lado, las alegaciones contradictorias de las dos partes disputantes, sin esforzarse seriamente por lograr una conciliación.” ¡Qué manera de salir de un dilema! Y por eso la definición que se dió en Calcedonia de la naturaleza de Cristo (“dos naturalezas, sin confusión, sin división, sin separación, . . . no divididas ni separadas en dos personas, sino una”) ha sido llamada con razón, según Van Dusen, “para la mente lógica, insensatez destilada.”

“EL PRINCIPIO DE LA CREACIÓN POR DIOS”

A pesar de lo que diga algún concilio u hombre acerca de la naturaleza de Jesús, la única autoridad confiable es la misma Palabra de Dios, acerca de la cual Jesús dijo: “Tu palabra es la verdad.” (Juan 17:17, NM) Esta Palabra de Dios revela que Jesús es el Hijo de Dios, no Jehová Dios mismo. Respecto a su relación para con su Padre, Jesús explicó: “El Padre es mayor que yo.” (Juan 14:28, NM) Jesús condenó la hipocresía; sin embargo, ¡de qué hipocresía notoria sería culpable él mismo si él hubiera sido el Dios Todopoderoso revestido de carne! Jesús no era Dios mismo, porque aun en su existencia prehumana él era un espíritu creado que se llamaba “la Palabra.” La Palabra era una poderosa criatura espiritual y como tal se le puede llamar correctamente “un dios,” pero no “el Dios.” Por lo tanto una traducción acertada de Juan 1:1 (NM) dice: “Originalmente la Palabra era, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era un dios.”

Este texto no dice que la Palabra ha existido siempre. Sólo Jehová Dios es “desde la eternidad hasta la eternidad.” (Sal. 90:2) Hubo un tiempo en que la Palabra fué creada. Jesús dió antecedentes verídicos respecto a sí mismo: “Estas son las cosas que dice el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación por Dios.”—Apo. 3:14, NM.

De manera que Jesús, en su existencia prehumana, fué el mismo principio de la creación de Jehová. Después de eso Jehová usó a la Palabra para producir todas las otras creaciones: “Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda la creación, porque por medio de él todas las otras cosas fueron creadas.” (Col. 1:15, 16, NM) Cuando el “primogénito” de Dios vino a la tierra, la fuerza de vida de la Palabra fué transferida desde el cielo al óvulo en el seno de María. Esto significó que la Palabra tuvo que poner a un lado su gloria celestial, su vida espiritual. Esto lo hizo: “Cristo Jesús, quien, aunque estaba existiendo en forma de Dios, no dió consideración a un arrebatamiento, a saber, que debía ser igual a Dios. No, sino que se despojó a sí mismo y tomó la forma de un esclavo y vino a estar en la semejanza de los hombres.”—Fili. 2:5-7, NM.

“UN POCO INFERIOR A LOS ÁNGELES”

Puesto que Jesús como la Palabra “se despojó a sí mismo” de su gloria celestial, él no era un espíritu poderoso en ropaje carnal de bebé que sólo pretendía ser ignorante como un infante recién nacido. Jesús verdaderamente fué hecho carne. “La Palabra vino a ser carne y residió entre nosotros.” (Juan 1:14) Cuando la Palabra “vino a ser carne” ya no era una criatura espiritual. De hecho, tenía que ser hombre en el sentido verdadero para cumplir este texto: “Contemplamos a Jesús, que ha sido hecho un poco inferior a los ángeles, coronado con gloria y honor.” Si Jesús hubiera sido un Hombre Dios, él no podría haber sido realmente “inferior a los ángeles.” Tampoco es razonable pensar que el gran Soberano del universo, acerca de quien está escrito que “en ningún tiempo ha contemplado alguien a Dios,” tomaría forma humana y sería “inferior a los ángeles.”—Heb. 2:9; 1 Juan 4:12, NM.

Hubo ocasiones en que algunos ángeles aparecieron como hombres, como cuando dos ángeles aparecieron a Lot. (Gén. 19:1) Este sería un caso de verdadera encarnación. Es digno de notarse que los ángeles que visitaron a Lot se materializaron como hombres completamente desarrollados, no como bebés. Si Jesús hubiera sido una mera encarnación, entonces no hubiese sido necesario que Dios transfiriera la vida de él a un embrión en el seno de la virgen y que hiciese que Jesús naciera como un infante impotente, sujeto a padres humanos; él podría haber continuado como persona espiritual y materializado un cuerpo carnal completamente desarrollado como lo hicieron los hijos de Dios en el día de Noé y el ángel Gabriel ante María.

LA ENCARNACIÓN INVALIDA EL RESCATE

Una enseñanza cardinal de la Biblia es el rescate. El pecado y la muerte sobrevinieron a la humanidad cuando un hombre perfecto, Adán, transgredió la ley de Jehová. Para que la humanidad obediente sea librada de la condenación del pecado y de la muerte, tiene que pagarse un rescate. Tiene que ser el equivalente exacto del hombre perfecto Adán, porque la ley de Dios requiere exactitud: “Debes dar alma por alma, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie.” De modo que para que Jesús proveyese el rescate él tenía que ser un hombre perfecto, nada más, nada menos. Además, si Jesús hubiera sido un espíritu revestido de carne él no podría haber muerto en realidad a manos del hombre; y si él en realidad no murió, vemos de nuevo que no podría haberse provisto el rescate. Pero la Biblia muestra claramente que Jesús sí proveyó el rescate y que él era hombre, no Dios revestido de carne: “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, el cual se dió a sí mismo como rescate correspondiente para todos.”—Éxo. 21:23, 24; 1 Tim. 2:5, 6, NM.

Pero ¿qué hay de 1 Timoteo 3:16 (Val) que dice: “Dios ha sido manifestado en carne”? Este no es el texto exacto. En realidad, casi todos los manuscritos antiguos y todas las versiones, inclusa la Vulgata latina, tienen en su texto “Aquel que” en vez de “Dios.” En la mayoría de las traducciones modernas dice “Él.” La Traducción del Nuevo Mundo dice correctamente: “Él fué hecho manifiesto en carne,” refiriéndose a la Palabra, que vino a ser el hombre Cristo Jesús.

Por lo tanto, ¿qué hemos aprendido? Esto se ha hecho irresistiblemente claro: (1) El concilio de Calcedonia, en lugar de rechazar lo malo, mezcló el error de que Jesús era Dios con la verdad de que él era hombre, resultando esto en “insensatez destilada”; (2) en su existencia prehumana Jesús no era Dios, sino el Hijo de Dios, “el principio de la creación por Dios”; (3) Jesús tenía que ser un verdadero hombre, no un Hombre Dios, para ser “inferior a los ángeles”; (4) si Jesús hubiera sido un espíritu disfrazado con carne humana, no tendría que haber nacido como bebé, y (5) para proveer el sacrificio redentor Jesús tenía que morir y ser a ese tiempo hombre perfecto, nada más, nada menos.

La conclusión a que inevitablemente se llega es que la Palabra de Dios no enseña que Jesús fué un Hombre Dios. Ella enseña que cuando estuvo en la tierra él era hombre perfecto, un organismo humano perfecto. Los que enseñan que él fué un Hombre Dios enseñan religión falsa. Violan la regla escrita por Pablo: “No vayas más allá de las cosas que están escritas.”—1 Cor. 4:6, NM.

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