La tormenta que se aproxima: Armagedón
UN HURACÁN es una fuerza aterradora de la naturaleza. Rompe todo cuanto está en su camino. Vientos espantosos de alta velocidad embisten violentamente a través de tierra y mar, desmenuzando todo lo que no esté construído sólidamente. Se expiden advertencias con días de anticipación para proteger la vida y la propiedad. Ni siquiera bombas de hidrógeno pueden duplicar las poderosas fuerzas desatadas en una tormenta de esta clase.
Sin embargo, se acerca una tormenta mucho más grande, una que cercará toda la tierra habitada. Nadie podrá eludirla ni dejar de ser afectado por ella. Imponentes fuerzas titánicas serán desatadas en ese tiempo, empequeñeciendo a todo lo que el hombre ha experimentado hasta ahora. Esta tormenta es Armagedón.
Han sido muchas las opiniones respecto a la naturaleza, los participantes, la ubicación, el tiempo y el efecto de esta guerra. Algunos concluyen que se refiere a acontecimientos de la historia pasada. Otros creen que el Armagedón es la lucha continua entre las fuerzas del bien y del mal, ya sea en toda la tierra o en la mente de uno. En una ocasión Teodoro Roosevelt aplicó el término a una batalla política en la cual él estaba implicado, diciendo: “Nos hallamos en el Armagedón y luchamos por el Señor.” Muchos creen que el Armagedón será una guerra nuclear entre el comunismo y el mundo occidental.
¿Apoyan las Escrituras alguno de estos puntos de vista? Si no, entonces ¿exactamente qué es el Armagedón? ¿Quién lo pelea? ¿Dónde se peleará? ¿Qué armas se usarán? ¿Cómo sabremos cuándo habrá comenzado? ¿Cuáles serán los resultados? ¿Hay esperanza de sobrevivir?
¿GUERRA DE QUIÉN?
La palabra “Armagedón” se deriva de la palabra que se usa en Apocalipsis Rev. 16:16, que dice: “Y los juntaron al lugar que se llama en hebreo Har–Magedón.” El contexto nos dice qué clase de guerra será: “Expresiones inspiradas por los demonios. . .salen a los reyes de toda la tierra habitada, para juntarlos a la guerra del gran día de Dios el Todopoderoso.”—Apo. Rev. 16:14.
De modo que Armagedón, de la palabra Har–Magedón, representa en sonidos griegos la expresión hebrea Har Megiddo, o es el equivalente griego de ella, y está vinculado, inseparablemente con “la guerra del gran día de Dios el Todopoderoso.” Esto excluye su aplicación a conflictos mentales, batallas políticas, guerras pasadas, guerras nucleares o siderales entre bloques comunistas y democráticos. El Armagedón es la guerra de Dios.
Una batalla o guerra indica el choque en conflicto de lados opuestos. De parte de Jehová está un vasto ejército de fuerzas espirituales invisibles, conducido por Jesucristo. “Y vi el cielo abierto, y, ¡miren! un caballo blanco. Y uno que va montado en él se llama Fiel y Verdadero, y juzga y lleva a cabo guerra en justicia. También los ejércitos que estaban en el cielo le seguían.” (Rev. 19:11, 14) Rev. 9:16 menciona el uso de ejércitos celestiales que ascienden a 200,000,000 en cierta ocasión, mostrando las inmensas fuerzas invisibles de las cuales dispone Dios.
En formación de oposición están Satanás el Diablo y sus huestes de demonios, el enemigo invisible. Una parte visible terrenal también está puesta en oposición a Dios: “los reyes de toda la tierra habitada.” No sólo los gobernantes del mundo, sino la gente a la cual gobiernan están implicados: “Jehová tiene indignación contra todas las naciones, e ira contra todo el ejército de ellas.”—Rev. 12:9; 16:14; Isa. 34:2.
POR QUÉ SE PELEA
La batalla se pelea debido a la justicia de Jehová. Él ya no puede tolerar la iniquidad en el universo. Satanás y su organización demoníaca y humana, responsables de 6,000 años de ayes que aumentan, tienen que ser destruídos. La soberanía universal y el buen nombre de Jehová tienen que vindicarse de una vez por todas. Entonces se habrá preparado el camino para la restauración del Paraíso que fue fundado originalmente en el jardín de Edén, cumpliendo el propósito de Dios para la tierra y para el hombre sobre ella.
Los hombres, a pesar de sus pretensiones y promesas altivas, han demostrado que no son capaces de establecer un dominio justo y pacífico. Han traído desavenencias, la hostilidad, el odio y la guerra. En nuestra generación se halla al mundo entero descompuesto, acosado por la preocupación y la contienda, plagado de la peor angustia de naciones de la historia humana.
Solamente el Dios del universo puede erradicar este sembrado global de maleza y a su sembrador, Satanás el Diablo. Él lo hace en el Armagedón en armonía con sus atributos de sabiduría, justicia, poder y amor. Su pelea es justa porque él viene para “ejecutar juicio contra todos y para condenar a todos los impíos concerniente a todas sus obras impías que hicieron de un modo impío y concerniente a todas las cosas ofensivas que pecadores impíos hablaron contra él.” “En cuanto a los inicuos, él debe entregarlos a la espada.”—Jud. 15; Jer. 25:31.
DÓNDE SE PELEA
Puesto que “Armagedón” viene de la expresión hebrea Har Megiddo, que significa “monte de Megido,” algunos han concluído que la batalla se pelearía en la localidad que lleva ese nombre. No obstante, no hay, ni nunca ha habido, ningún lugar llamado Armagedón, Har–Magedón, ni Har Meguido o Megido. Nunca ha habido ningún monte llamado Megido. Pero antes existía un lugar llamado Meguido o Megido, una ciudad de colina ubicada al sudeste del monte Carmelo y a unos 95 kilómetros al noroeste de Jerusalén. Megido también tenía sus aldeas dependientes. (Jos. 17:11) El ancho valle que ella dominaba se llamaba “la llanura de valle de Megido.”—2 Cró. 35:22.
Claramente, entonces, Armagedón es simbólico, pero saca parte de su significado de Megido y de lo que se hizo allí.
Megido era tierra saturada de sangre. Se libraron allí batallas decisivas. Bajo el juez Josué los israelitas derrocaron al rey de Megido. (Jos. 12:21) El juez Barac descargó una derrota aplastante contra el rey cananeo Jabín y sus fuerzas militares bajo el general Sísara. (Jue. 5:19) En esta vecindad Gedeón y su cuadrilla pequeña derrotaron a los madianitas enemigos.—Jue., caps. 7, 8.
Lo que hizo que estas victorias fueran altamente significantes fue el hecho de que no se lograron solamente por la fuerza de las armas israelitas. Vino ayuda de una manera que se explica en el Salmo 44:1, 3: “Oh Dios, con nuestros oídos hemos oído, nuestros antepasados mismos nos han relatado la actividad que tú efectuaste en los días de ellos . . . Porque no fue por su propia espada que ellos tomaron posesión de la tierra, y su propio brazo no fue lo que les trajo salvación. Porque fue tu mano derecha y tu brazo y la luz de tu rostro.” Debido a que Jehová peleó a favor del pueblo que llevaba su nombre, esos ejércitos paganos fueron derrotados.
También, en la vecindad de Megido los reyes Ocozías y Josías fueron muertos en batalla y las fuerzas reincidentes de Jerusalén sufrieron derrota, conduciendo a la dominación extranjera de ella.—2 Rey. 9:27; 23:29.
Por estos motivos, entonces, el Armagedón, o Har–Magedón, simbólico, puede asociarse correctamente con la “guerra del gran día de Dios el Todopoderoso.” En el Armagedón Jehová Dios descarga contra sus enemigos una derrota decisiva y aplastante que afecta a todos los pueblos y naciones.
CÓMO COMIENZA LA TORMENTA
Los reyes de la tierra no son de mentalidad espiritual. El que se junten ellos para la batalla final no puede significar que desafíen a las fuerzas celestiales de Dios. Las fuerzas a las cuales desafían tienen que ser visibles.
El significado más profundo tras la expresión hebrea Har Megiddo, que significa “monte de Megido,” nos ayuda a determinar quiénes son estas fuerzas. El nombre Megido significa “reunión o asamblea de tropas.” Puesto que Megido estaba en la tierra del pueblo de Jehová, la gente o tropas reunidas allí ahora, en este tiempo del fin, tienen que ser el pueblo de Jehová del día moderno. Estos están ocupados en guerra espiritual, predicando las buenas nuevas del reino establecido de Dios, y de la destrucción inminente de este viejo sistema corrupto de cosas.
Debido a la prosperidad espiritual y el crecimiento de estos testigos pacíficos de Jehová, Satanás el Diablo se enfurece y es inducido a lanzar un ataque total contra estos cristianos aparentemente indefensos. Bajo su influencia las naciones se ponen en marcha para atacar a estas tropas ya reunidas y recogidas de entre todas las naciones, no a un lugar literal, sino a la organización visible de Jehová. Debido a que ellos son los que están reunidos allí, son representados por el lugar, el Armagedón simbólico, el monte de Megido. El Armagedón simbólico, entonces, representa en realidad a los testigos de Jehová reunidos y recogidos ahora en la tierra y que están ocupados en guerra espiritual, predicando verdades del Reino.
El nombre de una batalla a menudo se conoce por el nombre del lugar donde se pelea. Por lo tanto, a la batalla que Dios pelea en defensa de su pueblo se le puede llamar por ese nombre: la batalla de Armagedón. El asalto mundial contra el pueblo de Jehová, descrito en Ezequiel, capítulos 38 y 39, provoca esa guerra llamada Armagedón, “la guerra del gran día de Dios el Todopoderoso,” “el día de la venganza de parte de nuestro Dios.” “Y acontecerá en aquel día . . . , dice Jehová el Señor, que subirá de punto mi indignación.”—Isa. 61:2; Eze. 38:18, Mod.
LOS RESULTADOS
Jehová, levantándose para defender a su pueblo, trae terror a los corazones de los inicuos. ¡Se ha iniciado la batalla de Armagedón! Gobiernos se derrumban, lluvias ardientes caen en la tierra, marejadas, levantamientos del suelo, turbiones, tormentas eléctricas, proyectiles ardientes, todos derriban a las hordas visibles de Satanás. En horror consumado, la mano de todo hombre se vuelve contra su prójimo en una lucha enloquecida y egoísta por sobrevivir, todo en vano; porque Jeremías declaró hace mucho tiempo: “Y los muertos por Jehová ciertamente llegarán a estar en aquel día desde un cabo de la tierra hasta el mismo otro cabo de la tierra. No serán llorados, ni serán recogidos ni enterrados. Llegaran a ser como estiércol sobre la superficie del suelo.”—Zac. 14:12, 13, Mod; Jer. 25:33.
Con la destrucción de Satanás, de sus demonios y de su organización terrenal, queda preparado el camino para que los sobrevivientes de la batalla, el pueblo de Jehová comiencen la reconstrucción que transformará esta tierra en un paraíso, libre de congoja, enfermedad, dolor y muerte.—Rev. 21:4.
Como en el caso de un huracán, los que hacen caso de la advertencia que ahora se da acerca del acercamiento del Armagedón darán pasos para seguridad y supervivencia, porque la tormenta devastadora ciertamente ha de seguir pronto. “Espera en Jehová y guarda su camino, y él te ensalzará para que tomes posesión de la tierra. Cuando los inicuos sean arrasados tú lo verás.”—Sal. 37:34.