Siete años en las prisiones de la China Roja—¡pero firme en la fe!
SIETE años es largo tiempo para pasarlo incomunicado. ¿Hay algo de la vida en que usted crea con tanta profundidad que estaría dispuesto a afrontar tal experiencia a causa de ello, cuando, transigiendo, se le podría poner en libertad? Ciertamente el hombre que estuviera anuente a afrontar años en prisión más bien que renunciar a su religión es uno que es fuerte en la fe. Pero, ¿qué podría hacer para ocupar su mente y mantenerse firme en la fe durante esos largos y tristes años de encierro en su celda de concreto?
Vivo interés en las experiencias de un individuo que había vivido a través de ello atrajo a 34.708 personas al Estadio Yanqui de Nueva York a las 10:00 a.m. el 30 de octubre de 1965. Estas se habían enterado de la reunión, a lo más, cuatro días antes, pero vinieron de todo el nordeste de los Estados Unidos, algunos hasta del Canadá, California y Florida.
Vinieron para escuchar a un hombre al que pocos de ellos conocían salvo por su nombre, Stanley Ernesto Jones. Vinieron porque era su hermano cristiano, y acababa de ser puesto en libertad de la prisión en la China comunista. Creían que las cosas que les diría serían una fuente de fortaleza espiritual, fortaleza que ellos mismos necesitarían para retener su integridad a Dios en los tiempos difíciles del futuro. También vinieron porque esto les daba la oportunidad de mostrar el amor afectuoso que sentían por uno de los siervos de Jehová que había aguantado prueba tan larga.
La mañana del sábado 30 de octubre había amanecido despejada y fría, la temperatura solo a unos tres grados arriba del punto de congelación. El auditorio que llenó todas las gradas inferiores y del entresuelo del Estadio Yanqui vino equipado con frazadas y termos como defensa contra el frío. Componían un auditorio muy callado y atento para el orador. Sus primeras palabras les llegaron al corazón:
“Hermanos, después de no haber podido hablar con ningún testigo de Jehová y habiendo permanecido incomunicado durante siete años, hasta cierto grado me siento atónito al estar aquí entre tantos de ustedes y estar hablándoles esta mañana. La última vez que estuve entre tantos hermanos, es decir, en asamblea, fue en 1946, cuando asistí a la asamblea de Cleveland.”
OBRA MISIONAL EN SHANGAI
Luego, por su descripción, el hermano Jones llevó a su auditorio consigo a Shanghai, China, donde él y su compañero, Haraldo King, fueron enviados como misioneros en 1947, después de graduase de la Escuela Bíblica de Galaad de la Watchtower. El pueblo chino era amigable y respondía bien a su ministerio. Pero China era un país que se encontraba en las garras de la guerra civil, y para fines de 1949 las fuerzas comunistas habían llegado a la ciudad costeña de Shangai. Una noche, acostados, los dos misioneros oyeron que el tiroteo se acercó más y luego gradualmente terminó. Cuando miraron por la ventana a la mañana siguiente vieron soldados comunistas por las calles. ¡Se hallaban detrás de la “Cortina de Bambú”!
Misioneros de otras religiones salían de China por centenares. ¿Qué harían estos testigos de Jehová? ‘Sí, ¿qué haríamos nosotros en tal situación?’ pensó el auditorio al escuchar las siguientes palabras del hermano Jones.
“Bueno, teníamos que decidir lo que íbamos a hacer. ¿Nos quedaríamos y ayudaríamos a los hermanos, o deberíamos huir como lo estaban haciendo muchos otros extranjeros? No titubeamos en hacer una decisión. Íbamos a quedarnos, porque habíamos llegado a amar a aquellos hermanos. Sabíamos que muchos eran inmaturos, y creíamos que si nos marchábamos seríamos como pastores que huyen del rebaño a la primera señal de peligro.
“Nuestro trabajo continuó prosperando y tuvimos libertad por unos doce meses. Luego, en 1951, nos llamaron a la jefatura de policía y nos dijeron: ‘No deben ir de casa en casa a predicar.’ Todavía podíamos predicar en el Salón del Reino y tener estudios bíblicos con la gente, pero ‘ningún trabajo de casa en casa.’ Les dijimos esto a nuestros hermanos chinos y nos dio mucho gusto ver que su reacción fue: ‘Esta orden aplica a ustedes que son extranjeros; no nos aplica a nosotros. Nosotros seguiremos en la obra de predicación, y quizás si podemos hallar algunos que estén interesados, entonces ustedes podrán enseñarles con un estudio bíblico.’ Y eso es exactamente lo que hicimos. Así, en vez de menguar la obra, debido al celo de los hermanos nuestro trabajo continuó aumentando, quedando muy sorprendidas las autoridades.”
LAS DIFICULTADES AUMENTAN
Para 1955, dijo el hermano Jones, su pequeño salón estaba demasiado apiñado y se alquiló un edificio más grande para sus reuniones. Pero el primer domingo que trataron de usarlo la policía les cerró el paso, diciendo: “Ustedes tienen un salón; ustedes se quedan en ése.” El gobierno estaba claramente resuelto a impedir más aumento.
En todas partes se promovía el doctrinarismo comunista en fábricas, oficinas, escuelas, hospitales y en edificios de apartamientos y calles. Los comités políticos organizaban reuniones semanales para enseñar doctrina comunista. Se comenzó el “Movimiento de Rectificación,” con el propósito de rectificar el modo de pensar y actuar incorrecto. Esto significaba no solo lograr que la gente pensara progresivamente y mejorara sus métodos de trabajo, sino, más particularmente, eliminar sus viejos puntos de vista políticos, adoptando en cambio las ideas del sistema comunista. A los trabajadores se les dijo que deberían criticarse unos a otros así como a sí mismos. Cualesquier comentarios previos no favorables al régimen comunista deberían confesarse abiertamente. Se ejerció presión sobre los obreros para que denunciaran a otros, y a éstos entonces se les molestaba continuamente hasta que finalmente confesaban haber dicho cosas incorrectas, y afirmaban estar arrepentidos.
Pero, ¿qué había de las personas que alegaban ser cristianas? A muchas iglesias se les ordenó romper sus relaciones con los países extranjeros. En cuanto a los clérigos, algunos fueron sacados de las iglesias, y a otros se les ordenó que asistieran a clases especiales donde aprendían política comunista. De modo que desarrollaron un movimiento eclesiástico y organización eclesiástica “patrióticos.”
“Pero nosotros los testigos de Jehová, aunque vivíamos en medio de todo esto, no podíamos participar en ello. Nuestros hermanos sabían eso y se mantuvieron separados. Como Jesucristo nos dijo, nosotros ‘no somos parte del mundo,’ así como él no fue parte del mundo. Si llegábamos a ser ‘amigos del mundo,’ seríamos ‘enemigos de Dios.’—Juan 17:16; Sant. 4:4.
“Por lo tanto, aumentaron nuestras dificultades en la predicación, estos miembros de los comités políticos a menudo llevaron a los hermanos que iban de casa en casa a la jefatura de la policía. Al principio se les ponía en libertad después de una hora o dos, pero después llegó el tiempo cuando detuvieron a tres de nuestras hermanas por cuatro días. Con ansiedad esperamos ver cómo reaccionarían nuestras hermanas chinas a eso, y nos deleitamos cuando salieron regocijándose de que hubieran sido ‘consideradas dignas de sufrir deshonra a favor de Su nombre.’ (Hech. 5:41) Estaban resueltas a seguir y predicar de todas maneras. Les aconsejamos que tuvieran cuidado y evitaran cualesquier dificultades si fuese posible, pero ellas confiaban en que podían enfrentarse a cualquier cosa que sucediera.
“Luego llevaron a la hermana Nancy Yuan de la obra de casa en casa a la jefatura de policía y la detuvieron allí. Ella tenía cuatro hijos, uno de ellos de solo un año de edad. Hablé a un abogado para obtener ayuda, y él dijo: ‘No podemos hacer nada. Si el asunto se halla en manos de la policía, no podemos intervenir.’ Su madre le envió una Biblia, pero ésta fue devuelta. Entonces, detuvieron a aquella hermana por un período de cuatro años antes de que finalmente la llevaran al tribunal y la sentenciaran. No sé exactamente cuál fue su sentencia. A otra hermana, una maestra de escuela, igualmente madre de cuatro hijos, también la arrestaron.”
Un suspiro de compasión recorrió el estadio al oír estos incidentes.
El hermano Jones habló de los esfuerzos que hizo para asistir a la asamblea internacional de los testigos de Jehová en Nueva York en 1958; pero la petición que hizo de un permiso para salir le fue negada por el gobierno chino, sin ninguna explicación. Después de esa asamblea un hermano viajó de Hong Kong a Shangai para verlos, pero le fue rehusado el permiso de desembarcar. Los hermanos solo pudieron pasar cerca de su barco en un pequeño transbordador, hacerle señas con las manos y gritarle un saludo, nada más. Fue el último hermano del exterior que habrían de ver por muchos años.
MISIONEROS ARRESTADOS
“Una mañana al estar preparando el desayuno,” continuó, “el hermano King miró por la ventana y vio que algunos policías corrían por el callejón. Dijo: ‘¿Adónde irán?’ Bueno, no tuvimos que esperar mucho para saberlo, porque en un instante estuvieron golpeando nuestra puerta. Y cuando abrimos la puerta se hallaban allí con armas desenvainadas, al estilo verdadero de los ‘gángsters,’ y nos dijeron: ‘Arriba las manos’ y nos esposaron. Entonces registraron toda nuestra propiedad, pusieron la literatura de la Sociedad Watch Tower en bolsas y nos llevaron en autos particulares a la casa de detención. Allí me colocaron en una celda donde me mantuvieron solo todo el tiempo.”
Luego comenzó un período de interrogatorios para el hermano Jones que, junto con Haraldo King, fue acusado de ‘participar en actividades reaccionarias contra el gobierno del pueblo de la China.’ Esto incluyó dos puntos particulares. Primero: sus doctrinas y sus actividades de predicación. Segundo: sus declaraciones personales, cosas dichas en conversación con la gente a través de los nueve años anteriores. Evidentemente la policía había estado preparando un archivo contra ellos. El hermano Jones habló acerca de los métodos de ellos:
“Objetaban a la predicación del reino de Dios como la única esperanza. Decían que habían eliminado de la China a los antiguos imperialistas y que ahora el país se hallaba en las manos del pueblo. El pueblo debería unirse ahora para edificar una nueva China y un ‘nuevo mundo.’ Y por eso, insistían en que todos deben participar y que ‘si usted está enseñando neutralidad, entonces usted se opone al gobierno.’ Dijeron que el predicar el Reino sería subversivo. No sé si pensaron que al arrestarnos podían impedir que este mensaje del Reino se proclamara y frustrar el propósito de Dios de establecer este dominio del Reino sobre toda la Tierra, pero sabemos que ningún gobierno, prescindiendo de la acción que emprenda contra los siervos de Dios, puede impedir que el reino de Dios se esparza para abarcar toda la Tierra y consumir a todos sus enemigos. Sabemos que ahora se ha acercado el día cuando lo hará. ¡Cuán ridículo parece que una gran nación de 650 millones de personas creyera que cincuenta testigos de Jehová constituían una amenaza, y por eso requirieran esta acción!”
La necedad de tal actitud por el gobierno chino comunista hizo que brotara risa entre el auditorio. El hermano Jones pasó entonces a describir los esfuerzos que se hicieron para conseguir una confesión de parte de él ofreciéndole una sentencia más leve.
“Su método era exigir una confesión. Bueno, yo les dije que no estaba consciente de ningún delito. Pero dijeron: ‘Piense en sus crímenes pasados.’ La idea era hacerme comenzar a pensar: ‘¿Hice realmente algo malo? ¿He quebrantado la ley?’ Creen que quizás el prisionero se sentirá culpable sobre algún punto y hablará en cuanto a éste y entonces se enterarán de algo que no saben. Por lo tanto, le dan tiempo para pensar. Si no se le ocurre algo, entonces pueden decir algo. En mi caso dijeron: ‘Usted calumnió a los periódicos chinos.’ Pero, ¿cuándo? ¿cómo? No dicen. Quieren que yo piense en algo. Luego, después de un tiempo, tienen que revelarlo. Dijeron que yo calumnié a los periódicos chinos cuando informaron que tropas norteamericanas estaban usando guerra de gérmenes en Corea.
“Ahora bien, puedo recordar que hace años se informó en una ocasión que en Corea del Norte se había hallado una rata infectada de gérmenes. Entonces se declaró que esto era evidencia de que los norteamericanos habían arrojado esta rata en Corea del Norte para esparcir gérmenes entre los habitantes. Cuando alguien me dijo esto, probablemente dije: ‘Bueno, eso me parece a mí como propaganda.’ Pero ahora ellos querían que yo reconociera que lo que yo había dicho era una calumnia y un crimen.
“También, yo tenía un estudio bíblico con una señora, y en una ocasión, precisamente antes del estudio, la señora preguntó si yo había estado en Hong Kong. Le dije que no. Ella dijo: ‘Me dicen que es un lugar muy bonito. Quizás alguna vez vaya allí de vacaciones.’ Por esas pocas palabras inocentes ahora la policía quiere decir que esta persona está descontenta con la vida en el continente, descontenta con el gobierno, quiere huir, y por lo tanto se opone al gobierno. Ciertamente en un país libre una persona no podría ser encarcelada por tales asuntos que simplemente llamaríamos ‘libertad de palabra.’
“Pero tenían que tener una razón para arrestar a nuestros hermanos chinos y suprimir nuestra organización. De modo que hicieron acusaciones contra la Sociedad. Dijeron que la Sociedad Watch Tower no es una organización religiosa; es una ‘agencia del gobierno estadounidense’; que el presidente de la Sociedad es un ‘agente imperialista’; que fui enviado a China, no a predicar, sino a oponerme al comunismo. Escribieron estas cosas en forma de una hoja de preguntas y respuestas, escribiendo algunas de mis respuestas y otras que querían que yo dijera, y luego me la leyeron. Por supuesto, no estuve dispuesto a firmarla. Me dijeron: ‘Regrese a su cuarto y piénselo.’ Aproximadamente una semana después me despertaron en la noche y me llevaron de regreso a la sala de interrogatorios, y comenzaron a leer otra vez este papel. Pero yo aclaré bien que la Sociedad Watch Tower es una organización religiosa que predica las buenas nuevas del reino de Dios. Me enviaron de vuelta a mi cuarto para que pensara otra vez y me dieron una hoja de papel y me pidieron que escribiera estas cosas yo mismo. En cambio, escribí una declaración en defensa de la Sociedad y de nuestra propia obra en Shangai y les entregué ésta. Se encolerizaron sobremanera, pero jamás me pidieron otra vez que firmara aquel papel.”
Después de cuatro meses le dijeron al hermano Jones que lo llevarían a una “casa agradable” en un “hermoso jardín” por seis meses para que pudiera pensar. Pero allí, todas las mañanas a las cinco en punto, un altoparlante de los campos vecinos comenzaba a hacer resonar música, discursos e instrucciones a los agricultores en sus casas y campos. Esto seguía hasta las nueve en punto de la noche. Después de seis meses su salud se estaba afectando y le agradó regresar a la casa de detención algo opresiva en Shangai. Ahora comenzó un año de intensa “educación política” a medida que su “instructor” recalcaba diestramente los males de las naciones capitalistas y presentaba al comunismo como la solución para los problemas del hombre. ¿Qué pensaba el hermano Jones durante todo esto?
“Cuando escuchaba esto solía pensar: Bueno, ustedes ven las faltas y fracasos la necesidad de un cambio; pero no tienen la solución. Yo puedo ver que ustedes tienen sus faltas también. Ustedes cometen crímenes de su propia clase particular, y el hombre necesita liberación de ustedes así como la necesita de cualquier otro. Y por eso, mientras hablaba él, yo solía pensar en cuanto al Reino como la verdadera esperanza. Así, tal doctrinarismo nunca penetró en mi mente en absoluto. Estando fortalecido con un conocimiento del reino de Dios, estando seguro de ello, no dudando nunca de ello ni por un instante, no pude ser movido, y estoy seguro de que ustedes tampoco lo serían, aunque la gente mundana lo sea.
“En medio de esto hubo ocasiones en qué traté de predicar. Siempre sentía el impulso de hacerlo. Pero cuando trataba de hablar en cuanto a la Biblia me lo impedían inmediatamente. Un hombre dijo que era una autoridad sobre religión y la Biblia. Pensé que podría explicarle mejor a él y que tendría algo de bondad en su corazón. Pero inmediatamente cambió y dijo: ‘¡No me predique a mí!’ y se puso bastante furioso. Bueno, yo no podía predicar en aquellos lugares a aquellos comunistas, pero trataba de hacerlo. Y siempre tenía la satisfacción de que: ‘Bueno, todavía soy Testigo, todavía estoy predicando o trato de hacerlo, y con esto solía sentirme bien después. Sé que, quizás cuando ustedes van en la obra de casa en casa y predican y nadie escucha, ustedes se sienten igual después: Han tratado; todavía son Testigos, prescindiendo de los resultados.”
UN JUICIO COMUNISTA
“Después de dos años en prisión y justamente antes de que me llevaran al tribunal, se me dijo: ‘Usted puede tener un abogado para que lo ayude; pero a él no se le permite que lo defienda a usted.’ Dijeron: ‘Él puede pedir indulgencia al tribunal, y el tribunal le escuchará.’ Primero me llevaron a una audiencia preliminar del caso. No hubo ningún auditorio presente y mi abogado no estuvo en el tribunal. A la mañana siguiente nos llevaron al tribunal y había unas ochenta personas sentadas allí. No se me pidió que me declarara culpable o inocente. Solo fui interrogado por el juez. Me hizo preguntas como ésta: ‘¿Fue usted enviado a la China por el elemento imperialista Natán Knorr? ¿Organizó usted grupos para llevar a cabo actividades clandestinas si su iglesia era suprimida? ¿Envió usted una lista de nombres de personas a Hong Kong para que recibieran la revista La Atalaya?
“Contesté, declarando solo los hechos. Estaba preparado para aceptar cualquier sentencia que me dieran. Sabía que el asunto descansaba enteramente en las manos de Jehová Dios; de modo que no me preocupé. Me sentía libre; sentía que Jehová Dios estaba en control y que los resultados serían de acuerdo con su voluntad.
“A la mañana siguiente nos llevaron de vuelta al tribunal y el juez leyó la sentencia. Haraldo King había de recibir encarcelación de cinco años, después de lo cual iba a ser deportado del país. Yo había de recibir siete años y luego ser deportado también.”
LARGOS AÑOS EN LA PRISIÓN
“La Prisión de la Ciudad de Shangai es un lugar enorme. Hay nueve alas grandes en la prisión, cada una con cabida para por lo menos mil presos. Quedé impresionado por la completa monotonía de todo. Los presos no tenían uniforme de prisión; usaban su propia ropa, y a través de los años la remendaban de tal manera que en el caso de muchos prisioneros la prenda de vestir original había desaparecido. Andaban en remiendos, nada más. Esto era una vista de miseria, deprimente, especialmente cuando el clima era caluroso y los prisioneros marchaban para hacer ejercicio, o, más bien, arrastraban los pies—parecían ser solo costillas y venas que sobresalían.
“Había un corredor en la prisión, y del corredor había muchas puertas, de barrotes de hierro, hacia las celdas. Las celdas eran exactamente como grandes alacenas. No había ventana o abertura, solo la puerta del frente. La celda medía 2,44 metros de largo, 1,37 metros de ancho y unos 2,44 metros de alto. Había una plataforma de madera que ocupaba casi todo el piso, solo dejando lugar para abrir la puerta. Por la noche tenía que desenrollar mi colchón y ropa de cama sobre esta plataforma y dormía sobre el piso. Aunque era desagradable al principio, no pude evitar, después de vivir en una celda por algún tiempo, el acostumbrarme un poco a ello. Llegué a conocer cada grieta de la pared y cada protuberancia del piso. Comencé a sentirme como en casa, de modo que más tarde cuando me mudaron a otra celda comencé a sentirme un poco fuera de lugar y tuve que acostumbrarme a una nueva casa.
“En el verano el lugar era muy, muy caluroso, y en los primeros cuatro años en la prisión me molestaron las sabandijas y el dormir era muy difícil. Hubo veces cuando, debido a la pérdida de sueño y debido a la prueba, comencé a sentirme mareado y tuve que recibir tratamiento médico. Pero me recuperé de ello. En el invierno hacía muchísimo frío. No había calefacción, y tenía que ponerme bastante ropa—como ustedes han tenido que hacerlo esta mañana. Solía ponerme mi ropa interior de lana gruesa. Me ponía cuatro suéteres de lana, un chaleco acojinado, una chaqueta acojinada, y aun entonces tenía frío a veces.”
EL PRINCIPAL PROBLEMA: EL TIEMPO
“¡Tenía tanto tiempo a mi disposición! Le pedí al hombre encargado una Biblia. Se turbó; no decía ni Sí, ni decía No. Más o menos en aquel tiempo recibí una visita de un representante del gobierno británico, y le pedí que me enviara un ejemplar de la Biblia. La envió, pero nunca la recibí.
“Comencé a recordar muchos textos bíblicos y los escribía. Recuerdo que solía pensar en 1 Pedro 4:12, 13: ‘No estén perplejos a causa del incendio entre ustedes, que les está sucediendo para prueba, como si algo extraño les sobreviniese. . . . sigan regocijándose por cuanto son partícipes de los sufrimientos del Cristo.’ Este texto me proporcionaba placer porque, a veces, una persona pudiera pensar que es raro que se meta en tanta dificultad y esté siendo acusada de cosas en cuanto a las buenas nuevas y algunas cosas en cuanto a ella misma. Todas estas acusaciones podrían socavarla. Pero las Escrituras me daban seguridad y me decían: No lo consideres algo extraño, solo regocíjate en ello.
“Y otro texto, en Revelación 2:10: ‘No tengas miedo de las cosas que estás para sufrir. . . . El Diablo seguirá echando a algunos de ustedes en la prisión . . . para que tengan tribulación diez días. Pruébate fiel hasta la misma muerte, y yo te daré la corona de la vida.’ Este texto me daba ánimo. Primero, me aseguraba que no es Dios quien está descontento con nosotros; más bien, es el Diablo. Él es el que echa al pueblo del Señor en la prisión, y no debemos tener miedo de cualquiera de las cosas que puede hacer. Después de todo, solo vamos a tener tribulación ‘diez días.’ En otras palabras, va a haber fin de ello. Todo llega a un fin a su debido tiempo. Por lo tanto nosotros solo aguantamos; Dios nos sostendrá hasta que pase la prueba.
“Solía pensar también en 1 Pedro 1:7, que habla en cuanto a que la prueba de su fe es de más valor que el oro. Y allí en la prisión es la prueba de nuestra fe. ¿Estará siempre Dios con nosotros? ¿Saldremos bien al fin? Bueno, en vista de estos textos, pensaba que sí. Y sé que cualquiera en esta condición hallaría consuelo y seguridad en estos textos.”
TEXTO DIARIO, ORACIÓN, LECTURA
“Habiendo escrito suficientes textos, escogía uno para un texto diario, lo copiaba y lo mantenía prominente en alguna parte para poder considerarlo a través del día.
“En ese tiempo podía recibir copias del periódico chino, y en éste informan el calendario lunar, de modo que pude enterarme del tiempo de la luna nueva. Por éste pude calcular el tiempo del Memorial de la muerte de Cristo. Cuando creía que el Memorial estaría comenzando entre las congregaciones, solía sentarme en la celda, orar a Dios, y luego repasar en mi mente todos estos textos relacionados con el Memorial. Solía pensar en cómo nuestros hermanos estarían reunidos ahora, y pensaba cómo a través de todas las siguientes veinticuatro horas las congregaciones estarían observando el Memorial. Todo esto solía ayudarme a retener mi mente en el Reino y en los hermanos, hacerme sentir que yo era parte de ellos; porque una de las cosas que eché más de menos era un hermano—alguien con quien hablar y que me diera un poco de estímulo fresco en cuanto a la Palabra de Dios.
“También, recibía algunos periódicos de parte de mi hermana en Inglaterra, y estos periódicos a veces publicaban un texto de la Biblia. Uno de ellos solía publicar un sermón escrito por un clérigo. Siempre leía este sermón de principio a fin con la esperanza de hallar algunos textos. Pero es asombroso cómo este hombre a menudo podía escribir un sermón completo y nunca citar un texto bíblico.
“Un texto que sí encontré en un periódico me dio mucho consuelo para los muchos, muchos meses venideros. Este fue Romanos 12:12. La traducción decía así: ‘Regocíjense en la esperanza que está delante. Permanezcan firmes en dificultad. Perseveren en la oración.’ Pensé que eso era muy apropiado. Aunque mi situación a veces pareciera desesperanzada—con muchos, muchos años que me faltaban—no obstante, había una esperanza adelante, la esperanza del Reino. Si moría, había la esperanza de una resurrección. De modo que no había necesidad de estar triste. Este texto me decía: Regocíjate en la esperanza que está delante. Mientras más pensaba en cuanto a la esperanza, más feliz me sentía. Me sentía más fuerte y las dificultades desaparecían. Y por eso, de esta manera, podía hacer como decía: Permanece firme en dificultad.
“Pude haber salido antes si hubiera tratado de agradar, de transigir acá y allá. Siempre dijeron que reducirían la sentencia si yo hacía concesiones. Pero yo veía que estas concesiones no podían hacerse. Haga una pequeña concesión y entonces ellos quieren otra, hasta que finalmente usted está hablando contra sus propios hermanos. Pero no podemos seguir ese camino, y por eso, es mejor no comenzar. Que queden descontentos. Yo debía permanecer firme y esperar la liberación de Jehová. Esto podía hacerlo si adoptaba el consejo adicional y ‘perseveraba en la oración.’
“Al principio cuando estuve en la prisión podía orar fervorosamente a Jehová Dios. Pero descubrí que cuando no hay estímulo de parte de otros hermanos, al pasar el tiempo hay una tendencia a pensar que la oración abundaba en repeticiones y por lo tanto no era tan eficaz. Puede haber la tendencia a desatenderla. Esto puede suceder a través de un período de muchos años. Pero aquí estaba un texto que decía: ‘Persevera en la oración; continúa, tus oraciones son eficaces y pueden fortalecerte.’ Y lo hicieron. Me hicieron seguir cuando me sentía deprimido.
“Todavía tenía un problema grande en cuanto a cómo usar mi tiempo. Cuando me levantaba a las cinco y media de la mañana, tenía todo el día delante de mí. Me daban algunas revistas para que leyera, pero éstas estaban llenas de política; no leía éstas. Por eso, decidí obtener, si fuera posible, algunos libros de texto que pudiera estudiar. Conseguí unos sobre matemáticas y sobre electricidad y comencé a ocuparme con éstos. La Biblia nos dice que pensemos en las cosas que son buenas, sanas, edificantes y justas. (Fili. 4:8) Estas son, por supuesto, cosas espirituales. Pero en principio podía hallar bueno y provechoso también el estudio de estos libros. No me harían pensar en algo que no fuera saludable, que no fuera edificante. Y si, en años posteriores, no usaba el conocimiento que adquiriera, por lo menos podía mantener ocupada la mente. De modo que me ocupé con el estudio, luchando para entenderlo, y encontré que le daba a mi mente mucho ejercicio. Disfrutaba de él cabalmente. De hecho, llegué a estar tan absorto en ello, luchando con los problemas de matemáticas y electricidad, que comencé a comprender que no debía descuidar mi estudio bíblico. De modo que tuve que regresar a mis textos. A veces trataba de traducir los textos al chino solo para darme ejercicio y nunca descuidar la Palabra de Dios.
“Podía recibir cartas de mi casa una vez al mes. Solía decirles lo que yo había recibido y me decían lo que habían enviado, y de esta manera sabía que todo estaba llegando; o si estaba siendo detenido, sabía eso también.”
TESTIGOS CHINOS DE JEHOVÁ
Por todo el mundo los testigos de Jehová se preguntaban qué les había sucedido a sus hermanos y hermanas chinos después del arresto de los misioneros. El hermano Jones ahora transmitió a la asamblea la información que tenía.
“Sabía que había algunos hermanos arrestados. Siempre estaba vigilando para verlos, y una vez cuando me estaban fotografiando, vi a tres de nuestras hermanas, incluyendo a la hermana que había sido arrestada cuatro años antes. La hermana había estado cuatro años en detención y en vez de ponerla en libertad entonces como se pudiera esperar, la enviaron al tribunal, la sentenciaron, y todavía estaba en la prisión. Fue bueno ver a estas hermanas. No podíamos hablar, pero pudimos por lo menos sonreír. Me sentí animado porque estaban juntas y podían hablarse. También pude enterarme de diversas maneras que había otros cinco de nuestros hermanos, todos juntos, y que todavía estaban permaneciendo firmes en la fe y todavía llenos de esperanza y gozo y que estaban muy, muy preocupados por saber en cuanto a mí mismo y el hermano King. Estoy seguro de que hasta este día esos hermanos todavía están firmes en la verdad y reteniendo integridad.”
Un fuerte aplauso del auditorio acompañó a estas noticias alentadoras, y el informe de otro acontecimiento produjo más aplauso. El hermano Jones les dijo:
“Desde mi celda podía ver a través de una ventana del corredor que daba al patio abajo. Cuando los prisioneros entraban o salían de la prisión, a menudo podía verlos. Un día por casualidad miré a través de esta ventana y vi que un prisionero salía con una enorme caja sobre los hombros. Luego seguía otra y otra, y pensé: ‘He visto esas cajas antes; las conozco; pertenecen a Haraldo King.’ Y después de las cajas iba Haraldo King a la libertad.
“Me sentí muy contento. Por supuesto, comencé a pensar: ‘¿Qué me irá a suceder a mí? ¿Irán a dejarme libre temprano?’”
LOS DOS AÑOS FINALES
Los oficiales chinos otra vez comenzaron a ejercer presión psicológica. Primero, el hermano Jones fue mudado a la celda en que había estado Haraldo King, en otra ala de celdas. Comenzaron a mostrarle atención, aun haciendo arreglos para que hablara con uno de los guardias. Pero pronto comenzaron a inyectar política en la conversación, y cuando el hermano Jones rehusaba participar en la discusión, dejaban de hablar. Pero lo estimulaban a creer que pronto estaría libre. Al llegar su sentencia a su sexto año le dieron toda indicación de que sería puesto en libertad. Entonces lo pasaron por alto otra vez, y sabía que se quedaría por lo menos otro año. Él dijo:
“Sé lo que había sucedido. Las autoridades de la prisión habían escrito una carta al tribunal diciendo que estaban satisfechas con mi conducta y recomendaban mi liberación, pero el tribunal no estuvo anuente a concederla. Pues, en mis cartas a mi familia nunca había hablado del comunismo. Muchos prisioneros chinos, cuando escribían, trataban de agradar a las autoridades. Iniciaban una carta de esta manera:
“‘Les dará gusto saber que ahora estoy reformándome. Ahora estoy siguiendo las obras y enseñanzas de nuestro gran Caudillo Mao Tse-tung. Estoy apoyando al gobierno comunista y quiero trabajar en el interés del pueblo.’
“Escribían todo esto antes de decir algo en cuanto a la familia. Por supuesto, esto es lo que se les enseñaba en sus reuniones. De hecho, los prisioneros conocían bien las enseñanzas comunistas, pero eso no estaba teniendo ningún efecto en su corazón; su conducta no cambiaba. Yo sabía eso, porque podía observarlo diariamente; también podían observarlo los celadores. Aunque a los celadores les gustaba que escribieran así, algunas veces esto llegaba a ser muy exagerado, y oía que los celadores les decían: ‘¡Cuando escriban sus cartas, dejen de escribir así, porque ustedes no lo dicen sinceramente!’ Pero yo jamás escribí nada semejante a eso. Yo siempre decía que estaba agradecido por lo que recibía; era respetuoso, pero no trataba de doblar la rodilla y agradarles. De modo que tuve que permanecer hasta el fin.”
Finalmente, unas tres semanas antes del fin de sus siete años, los oficiales sacaron al hermano Jones para cinco giras de una fábrica, una comuna, una exhibición de artículos industriales, un centro de arte, y una aldea de obreros. Comentó:
“Vi que no había nada extraordinario en cuanto a todo ello. Están edificando mucho, pero no han hecho algo que otros países no estén haciendo.
“Luego llegó el 13 de octubre de 1965, el día de mi liberación. Pensé que iba a ser puesto en libertad por la mañana, pero me retuvieron hasta las ocho y media de la noche. Eso quiere decir que me hicieron servir mi sentencia de siete años casi hasta la hora, solo perdonándome diez horas y media.”
Después de salir de la prisión, el hermano Jones fue llevado por un policía a un hotel, y luego en un viaje por tren de dos días hasta Cantón, donde lo llevaron a otro hotel—todo esto pagándolo él mismo. A la mañana siguiente fue escoltado hasta la frontera entre China y Hong Kong. Él dijo lo que sucedió allí:
“Estaba cerca de la línea blanca. La policía británica estaba al otro lado. También vi a un inglés que se acercó hasta la línea y me miró. Con vacilación comenzó a hacer señas con la mano. De manera algo vacilante también hice señas con la mano. No lo reconocí. Se alejó y luego regresó esta vez con el hermano Charles, a quien reconocí inmediatamente. Las autoridades británicas dijeron a aquellos hermanos: ‘Acérquense y reciban al Sr. Jones. Pero no pongan pie en esa línea blanca.’ Y ellos obedecieron.”
AL OTRO LADO DE LA “CORTINA DE BAMBÚ”
“Me llevaron al otro lado de la frontera y estuve desbordante de alegría por hallarme entre los hermanos otra vez. Fue una experiencia indescriptible después de estar incomunicado por tanto tiempo. Pronto estuve algo receloso, sin embargo, porque me dijeron que unos periodistas esperaban verme. En los siete años de prisión nunca, ni por un instante, pensé que habría algún interés especial en mi caso. Por supuesto, sabía que nuestros hermanos estaban interesados, y me alegro mucho de que ustedes se hayan interesado porque sé que sus oraciones me han ayudado.
“Pero se pueden imaginar cómo me sentía ahora, teniendo que enfrentarme a la prensa. Pues, siete años de encierro, donde se tiene que ser tan cuidadoso de lo que se dice, y donde las palabras inocentes se toman como ofensa, tienen el efecto de hacer que uno cierre las puertas de sí mismo, que se encierre y se quede callado. Ahora estaba entre gente libre, pero no era fácil abrir las puertas inmediatamente y disfrutar de esa libertad. Los hermanos de Hong Kong me ayudaron inmensamente. Hasta tuve la oportunidad de participar con ellos en el trabajo de casa en casa. Esta era la primera vez que iba de casa en casa en catorce años.”
Los más de 34.000 Testigos en el Estadio Yanqui volvieron a vivir con el hermano Jones los días que siguieron a su liberación, sintiendo su gozo y expresando frecuentemente su felicidad por él con aplauso entusiástico. Mencionó que disfrutó mucho de su estancia en el Japón, donde habló a 230 en la ciudad de Nagoya y más tarde a unos mil en Tokio. Su primera parada en los Estados Unidos fue en Honolulú, Hawai, donde otros mil hermanos fueron a oírlo. Como lo expresó:
“Nunca me habían conocido antes; nunca los había visto antes; no obstante, abrieron su corazón y me dieron la bienvenida y sentí que había salido de la China hacia una familia grande de hermanos y hermanas. ¡Qué gozo y bendición es estar en la sociedad del nuevo mundo!”
Después de una parada de dos horas en San Francisco, donde doscientos hermanos fueron a saludarlo, el hermano Jones llegó a la ciudad de Nueva York. Quedó profundamente impresionado con los cambios desde hace veinte años cuando había trabajado por cuatro meses como ministro de tiempo cabal en Manhattan; también había trabajado en la planta impresora de la Sociedad Watch Tower por unos cuantos meses. Pero el auditorio en el Estadio Yanqui difícilmente estaba preparado para recibir la expresión humilde que el hermano Jones ahora hizo en cuanto a su reacción a todo lo que había visto.
“Me impresiona,” dijo, “porque durante siete años no he estado haciendo nada. En esos siete años difícilmente pude predicar algo. Aquí salgo y veo que en esos siete años todos ustedes han estado ocupados. Ustedes han estado avanzando día tras día predicando. El Señor los ha bendecido y les ha dado aumento. Al salir y ver todo esto, es una maravillosa inspiración para mí y me proporciona ese impulso de que ahora tengo que ponerme activo rápidamente.
“Por supuesto, primero tengo mucho que estudiar. Tengo que leer todos los libros desde el libro Paraíso. Sé que no puedo leer mucho cuando viajo, pero voy a regresar a Inglaterra y después de visitar a mis padres por primera vez en diecinueve años y medio, entonces empezaré a estudiar mucho.”
EXCELENTE CONSEJO PARA TODOS
“Espero que lo que haya dicho de ninguna manera los haya llenado a ustedes de aprensión, sintiendo que, si estas cosas les sobrevinieran, ustedes no podrían sobrevivir. Cuando estuve en Hong Kong un reportero dijo: ‘Pues, jamás podría yo aguantar estar solo. Si tuviera que estar solo durante siete años estaría trepando por las paredes.’ Pero los testigos de Jehová no son así, porque tienen algo en lo cual pensar. Tenemos un alimento espiritual dentro de nosotros que nos alimenta, y podemos permanecer firmes en la fe. Por supuesto, primero tenemos que estudiar. No tenemos ninguna fuerza interior si no estudiamos. Por eso, lo mejor es seguir estudiando su Biblia, asistiendo a sus reuniones y edificándose individualmente. Y luego cuando venga la dificultad, si les sobreviene, podrán ‘permanecer firmes.’
“Ustedes conocen mi caso como se los he explicado. No hay nada espectacular, nada heroico. Fue solo un caso de ‘aguantar; de mantener fe en Dios.’ Y eso, estoy seguro, es lo que ustedes harían.
“En Honolulú una hermana se acercó a mí calladamente y me dijo: ‘No se ofenda por mi pregunta, pero hay algo que siento que quiero preguntarle. ¿Se sintió usted alguna vez deprimido y triste durante esos siete años?’ Le dije: ‘¡Sí!’ Hubo veces cuando sentí el aburrimiento, la total inutilidad de la situación, la pérdida de tiempo. La mente trabaja y estudia y una persona puede disfrutar del estudio por largo tiempo; puede pensar en cosas con provecho. Pero después de un tiempo la mente quiere descansar. Entonces hay el problema de cómo ocupar la mente. Uno puede llegar a sentirse deprimido por la situación.
“Pero bajo tales condiciones nunca creí que quería hallar una salida diferente. Nunca creí que quería cambiar mi proceder y transigir. Sabía que habría alivio. Y así sucede; después de un tiempo, la mente súbitamente descubre que puede alimentarse de algo más. Me sentía feliz otra vez y ocupado una vez más. Si llegaba a cansarme un poco y llegaba a estar estancado en mi mente, sabía que vencería esto y me sentiría mejor y reviviría otra vez.
“De modo que yo decía: Somos humanos. Tenemos sentimientos humanos, debilidades humanas. No tenemos la culpa si nos sentimos deprimidos a veces, porque aun cuando nos sentimos deprimidos esto no afecta nuestro sentimiento hacia la verdad. Todavía tenemos las mismas esperanzas. Simplemente lo aguantamos, y Dios nos revive y nos sentimos bien otra vez.
“Algunos hermanos me han preguntado en cuanto a mis impresiones desde que quedé libre. ¿Qué pienso en cuanto a los cambios en este mundo occidental? ¿Qué hay del contraste con la vida en China?
“Hay un tremendo contraste. En China hoy en día se le pide a la gente que haga sacrificios a fin de edificar la nueva China; de modo que la vida es algo austera, monótona, y muy controlada. Ahora entro en un mundo más libre, encuentro gente bien vestida, llena de colorido. Hay vida, energía, acción libre, con toda indicación de prosperidad. Es como pasar de un mundo a otro. Comienzo a pensar: Estos hermosos automóviles—¿no sería bueno tener uno? Casas hermosas—también serían agradables-y la buena ropa, televisión lujosa, excelente música de alta fidelidad de la radio y cosas semejantes. De modo que noto toda esta prosperidad material y puedo discernir que estas cosas podrían ser un lazo.
“Noto claramente que la gente mundana obtiene su felicidad de estas posesiones; todas estas cosas materiales que tienen. Si estas cosas fueran arrasadas de súbito, su felicidad sería arrasada con ellas, y simplemente no podrían seguir viviendo.
“Pero, por supuesto, no debemos ser así. No es malo tener un buen automóvil y las cosas buenas de la vida. Pueden tenerse y disfrutarse y ser perfectamente inofensivas, con tal que jamás las hagamos la fuente principal de nuestra felicidad y placer. Y sé que no haremos eso si ponemos las cosas espirituales en su lugar correcto, es decir, delante.
“De modo que ésa es mi impresión al entrar en un mundo diferente, al ver que hay prosperidad, pero también hay la necesidad de cuidar que esa prosperidad no llegue a ser una piedra de tropiezo y nos haga caer.”
El fuerte aplauso de las decenas de miles presentes mostró que apreciaron este consejo oportuno y que estaban de acuerdo con él. También les alegró recibir las expresiones de amor y saludos afectuosos que el hermano Jones les trajo de los hermanos en Hong Kong, Japón y Honolulú, pero especialmente se sintieron conmovidos por sus palabras concluyentes cuando él dijo:
“Finalmente, siento esto, que si los pocos hermanos que todavía hay en la China supieran que yo estaba hablándoles a ustedes hoy, ellos también querrían que yo expresara su amor y buenos deseos a todos ustedes.”
La reunión de dos horas terminó mientras aplauso sostenido recorría todo el estadio. Después de un cántico y oración la muchedumbre comenzó a dispersarse y dirigirse a sus hogares en muchos lugares. Había aprendido mucho, y ciertamente oraciones ascenderían de parte de millares de labios y corazones a favor de sus hermanos y hermanas que todavía están en la China comunista y que se están esforzando por permanecer firmes en la fe.
[Ilustración de la página 117]
Jones se dirige a 34.708 personas en el Estadio Yanqui