Aprecio de la organización de Jehová
SEGUN LO RELATO JOHANNES WEBER
DE MUCHACHO ya tenía un vivo interés en la Biblia. La historia seglar y bíblica se hallaban entre mis materias favoritas de la escuela. Al entrar el siglo veinte se enseñaban las sobresalientes historias bíblicas en nuestras escuelas en Alsacia, entonces de Alemania, ahora parte de Francia. La instrucción religiosa por el ministro eclesiástico en su mayor parte se basaba en la Biblia. Porciones extensas de las Escrituras Hebreas se asignaban como tarea, para aprenderse de memoria o escribirse en las propias palabras del alumno. Nuestra Biblia familiar antigua, de tamaño grande, llegó a ser mi libro de texto. Encontré una atracción poderosa en la historia de José y sus hermanos, aunque lloraba cada vez que la leía.
Los maestros pronto notaron que generalmente hacía buen trabajo sobre estos temas de historia sagrada y profana; tanto así que si, en virtud de negligencia, dejaba de hacer mi tarea, rápidamente se daban cuenta de esto y me preguntaban la razón de ello. En esos días aprendimos de memoria los nombres de los sesenta y seis libros de la Biblia, algo que iba a serme muy útil en años posteriores.
Aunque todavía estaba bastante joven solía meditar en los temas de “infierno” y “el alma.” Cuando, en un funeral, decía nuestro ministro: “Mientras el cuerpo comienza a reducirse en polvo, el espíritu o alma se va flotando hacia el cielo,” a menudo deseaba poder ver alguna evidencia de este desarrollo, aunque naturalmente nunca pude verla.
Al salir de la escuela fui aprendiz en una empresa comercial en Estrasburgo, y aunque la iglesia estaba al otro lado de la calle, rara vez asistía. Desde mi posición ventajosa en la tienda donde trabajaba prefería ver entrar a otros. Tampoco acepté la invitación para ingresar en el club de jóvenes. Como sucedió con muchos otros aprendices jóvenes, tendía a apartarme de la religión. No obstante, sentía el impulso de leer la Biblia de cuando en cuando.
La tienda cambió de dueño, y la hermana del nuevo dueño, que se fue a vivir en un valle callado de los montes Vosgos, me dio prospecto de la literatura de la Sociedad Watch Tower y me recomendó obtener y leer el tomo Plan Divino de las Edades. Hice esto y leí el libro cabalmente, notando que sus enseñanzas eran bastante diferentes de las de la iglesia. Por desgracia, la señora rara vez vino a la población después de eso, de modo que no tuve mucha oportunidad para discutir el contenido del libro.
INTERÉS DESPERTADO
Lo que despertó mi interés para leer más fue un anuncio de la parte de atrás de este tomo que citaba del tomo II de la misma serie la declaración: “Los Tiempos de los Gentiles terminan en 1914.” Yo me dije: “Uno no se atrevería a hacer una declaración tan positiva sin alguna evidencia para probarlo.” De modo que pedí el segundo tomo, y muchas cosas se me esclarecieron. Empecé a comprender que Jehová Dios tenía una organización de siervos devotos en la Tierra, por medio de la cual está proveyendo “alimento [espiritual] a su debido tiempo.” (Mat. 24:45-47) Poco después, 1910-1911, pedí todos los demás tomos disponibles en ese tiempo y también me suscribí a la edición en alemán de The Watch Tower. Recuerdo que fui a la oficina de correos para recoger el paquete y lo abrí en camino a casa por pura curiosidad.
Leí dos veces todas estas publicaciones, buscando fielmente todas las citas de las Escrituras en mi propia Biblia. Me pareció particularmente interesante la cronología, porque probó que nos estábamos acercando a los “tiempos de la restauración de todas las cosas de que habló Dios por boca de sus santos profetas de tiempo antiguo.” (Hech. 3:21) Sin embargo, no tenía aún con quien hablar acerca de estas verdades vitales, y mi entendimiento de muchos temas, como el punto en cuestión militar, no era claro. Por eso pronto llegué a estar enredado en las operaciones militares, porque ahora rabiaba la guerra. Sin embargo, decidí firmemente una cosa... que no mataría a nadie, que cuidadosamente prestaría atención al consejo de Dios que se manifiesta en Génesis 9:5, 6 y Éxodo 20:13. Y, extraño como parezca, pude mantener esa decisión, y a menudo fui salvado de las situaciones más críticas. Los otros hombres solían bromear acerca de esto y decían: “¡Dondequiera que esté Weber uno está seguro!”
Al terminar la guerra anhelaba ponerme en contacto de nuevo con la Sociedad Watch Tower. Pareció un largo tiempo el que pasó antes de abrirse las fronteras y poder recibir de nuevo La Atalaya de Suiza. En ese tiempo ignoraba el hecho de que había una clase pequeña de Estudiantes de la Biblia que se reunían con regularidad en Estrasburgo. Sin embargo, seguía buscando. Luego un día observé un cartel enorme con una fotografía del pastor Carlos T. Russell, el primer presidente de la Sociedad Watch Tower, que anunciaba la exhibición de la película intitulada el “Foto-Drama de la Creación.”
Resultó ser el más hermoso e imponente drama bíblico que jamás había visto. Y, por lo menos, estaba en contacto con otros que se interesaban en el estudio de la Biblia con las ayudas bíblicas de la Sociedad. Vinieron grandes muchedumbres a ver las exhibiciones del Drama, y a menudo después de la película había sesiones de preguntas y respuestas que duraban más de dos horas.
El siguiente suceso importante fue el discurso extensamente anunciado de J. F. Rutherford, segundo presidente de la Sociedad Watch Tower, sobre el tema “Millones que ahora viven no morirán jamás.” La reunión fue un éxito rotundo, aunque no tantas personas parecían interesarse verdaderamente en la Biblia.
SE ALCANZA EL PUNTO DECISIVO
El punto decisivo de mi vida llegó en 1920 cuando fui bautizado en agua como símbolo de la dedicación de mi vida a Dios. Se celebró una asamblea de los Estudiantes de la Biblia en Estrasburgo en 1922, y fue en esta ocasión cuando recibí una invitación para venir y servir en la oficina de sucursal de la Sociedad en Berna, Suiza. Fue una gran sorpresa para mí, porque creí que había muchos otros más capacitados que yo. Sin embargo, creyendo que bien pudiera ser la dirección del Señor, acepté, aunque no sabía cómo iba a arreglar mi relación con mi patrón seglar. Como resultaron las cosas, pronto se localizó un sustituto para mí y estuve libre para emprender el servicio de tiempo cabal con la Sociedad. Es verdad, algunos trataron de disuadirme e inquietarme en cuanto a mi seguridad futura. Sin embargo, el superintendente de nuestra congregación me fortaleció y me animó en mi decisión.
Cuando llegué a Berna, ya estaban en marcha los preparativos para la distribución de un número especial de la revista Golden Age (ahora ¡Despertad!). No se permitió que la nieve y el hielo estorbaran una vigorosa campaña en la que esparcimos el mensaje por todas partes de este país montañoso.
Con el tiempo fui asignado en la sucursal de la Sociedad en Berna a la encuadernación, y allí aprendí un segundo oficio, por decirlo así. Siempre había algo sumamente satisfactorio acerca de producir los libros ya terminados para que los distribuyeran compañeros estudiantes de la Biblia en muchos países. En aquellos días mucho se tenía que hacer a mano y muchas horas extras de trabajo tenían que dedicarse, pero siempre fue un placer usar nuestro tiempo de esta manera.
Con el transcurso de los años y el crecimiento de la obra se hizo posible equipar nuestra fábrica con una máquina tras otra. Pasaron rápidamente los años, y hoy puedo observar gozosamente esos cuarenta y cinco años de servicio que he pasado con la Sociedad. Ha sido un gozo observar el progreso de entendimiento de la Biblia y la gran expansión de la obra del Reino en todas partes de la Tierra.
UN HORIZONTE ENSANCHADO
El año de 1953 resultó ser otro período importante de mi vida. Con otros que también tenían un largo registro de servicio, mi esposa y yo fuimos invitados a asistir a la asamblea internacional de Nueva York. ¡Nuestro gozo fue ilimitado! Nos las arreglamos para alquilar los últimos dos camarotes del “Queen Elizabeth” y durante la travesía disfrutamos de asociación afectuosa con Testigos británicos, participando con ellos en estudios que se condujeron a bordo.
Jamás olvidaremos la asamblea de Nueva York. Pudimos notar la actitud amigable y servicial de muchos neoyorquinos, y especialmente nos dio gusto ver cómo los establecimientos comerciales habían cooperado para anunciar la asamblea. Una visita breve a las oficinas principales de la Sociedad en Brooklyn, así como un viaje a la Escuela Bíblica de Galaad de la Watchtower (ubicada en aquellos días al norte en South Lansing, Nueva York) fueron muy refrescantes. Todo esto nos hizo sentir tanto más parte de esta maravillosa organización que está usando Jehová.
El tiempo avanzaba y el trabajo seguía aumentando. El crecimiento en Alemania hizo necesario ensanchar los medios de la oficina sucursal en Wiesbaden. El presidente de la Sociedad, N. H. Knorr, hizo arreglos para trasladar nuestro equipo de encuadernación a Wiesbaden. Causándome mucho gozo, se me pidió que fuera y ayudara en la instalación. Tuve una maravillosa oportunidad de conocer a muchos de nuestros queridos hermanos en la fe en Alemania.
Al observar esos años pasados en que Jehová bondadosamente me ha permitido servirle, puedo decir que los “mismísimos cordeles de medir han caído para mí en lugares agradables.” (Sal. 16:6) Es verdad, ahora se está haciendo sentir la edad y las dificultades físicas me acometen. A veces me pesa el carecer de mis energías anteriores. No obstante, es bueno saber que todavía puedo participar útilmente, aunque en escala pequeña, en dar a conocer el nombre de Jehová.
Le doy gracias a Jehová por todas sus misericordias, por su guía, y por el gran privilegio que he tenido de participar con otros siervos dedicados en esta obra magnífica. Que continúe él sustentando a todos en su organización feliz, es mi deseo.