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  • Sirviendo a Jehová con corazón completo

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  • Sirviendo a Jehová con corazón completo
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1974
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1974
w74 15/9 págs. 571-573

Sirviendo a Jehová con corazón completo

Según lo relató Grace E. Lounsbury

CUANDO yo era joven, murió mi madre. Esto me conmovió mucho, y me puse a preguntar: “¿Por qué? ¿Por qué?” Dos años después murió un amigo, y asistí al funeral, que fue conducido por un Estudiante de la Biblia, un testigo de Jehová. Mi hermano, que se interesaba en su mensaje bíblico, invitó al orador a pasar la noche en nuestro hogar. Hicimos muchas preguntas en cuanto a la muerte y recibimos respuestas satisfactorias de la Biblia; aprendimos en cuanto a la magnífica esperanza de la resurrección de los muertos.—Ecl. 9:5; Juan 5:28, 29.

De allí en adelante me puse a leer los libros de la Sociedad Watch Tower, Estudios de las Escrituras. Llegué a estar tan absorta en ellos que leía hasta muy entrada la noche.

Pronto tuve que tomar una decisión. Decidí hacer la voluntad de Jehová con corazón completo. Cuando tenía veintisiete años de edad, me dediqué con todo mi corazón a Dios, y en 1914 fui bautizada en símbolo de esa dedicación.

INICIANDO UNA NUEVA VIDA

De allí en adelante, mi meta fue hacer la voluntad de Dios con corazón completo. Mi deseo era ser colportora (precursora), predicando la Palabra de Dios de tiempo cabal bajo la dirección de la Sociedad Watch Tower. En junio-julio de 1914 asistí a una asamblea de Estudiantes de la Biblia en Columbus, Ohio. El presidente de la Sociedad, C. T. Russell, fue el principal orador. ¡Qué emoción fue estar en esta asamblea de unos 2.000 compañeros creyentes! Aquí encontré a una compañera con quien predicar la Palabra de Dios de tiempo cabal en el Canadá, donde vivía yo.

Nuestra primera asignación fue en London, Ontario, donde servimos de acomodadores en conexión con la exhibición del Foto-Drama de la Creación, una producción con diapositivas, películas y sonido que bosquejaba el propósito divino para la Tierra y la humanidad. Visitamos a los que mostraban interés y les dejábamos los tomos Estudios de las Escrituras.

A fines de 1914 mi compañera se casó, de modo que regresé al hogar de mi hermano en Saint Catharines, Ontario, donde continué sola en la obra de predicación de tiempo cabal. Al año siguiente recibí una asignación para predicar en Niagara-on-the-Lake, una hermosa población en la desembocadura del río Niágara. Pero, no teniendo compañera, era una prueba grande para mí ir sola y hallar un lugar donde alojarme, especialmente dado que no vivía ningún Estudiante de la Biblia allí. Oré por fuerzas y ayuda de parte de Jehová.

Al salir, noté un calendario atrás de la puerta. En éste había un texto bíblico que decía: “Porque yo el Señor tu Dios sostendré tu mano derecha, diciéndote: No temas; yo te ayudaré.” (Isa. 41:13) Una emoción recorrió todo mi cuerpo. Fue como si Dios me hubiera hablado y me hubiera tomado de la mano. Cuando llegué a mi asignación, no tuve dificultad alguna en hallar un lugar donde vivir. La primera mañana en el ministerio del campo tomé pedidos para tres juegos de libros. Desde entonces he aprendido que el enfrentarse a obstáculos con buen éxito fortalece la devoción de corazón.

PREDICANDO EN QUEBEC

En 1918 estuve bastante enferma con la influenza española. Cuando me recuperé, descontinué la obra de predicación de tiempo cabal por un tiempo. Pero en 1922 asistí a la asamblea de Cedar Point, Ohio, y oí el conmovedor discurso que nos animaba a “Anunciad, anunciad, anunciad, al Rey y su Reino.” Comprendí que tenía que volver a predicar de tiempo cabal tan pronto pudiera. En 1924 fui asignada a la provincia de Quebec como predicadora de tiempo cabal. De modo que me uní a dos de mis hermanas cristianas en Saint-Hyacinthe. La policía les había impedido que predicaran en la ciudad, de modo que empacábamos nuestras bolsas y almuerzos y caminábamos largas distancias en el campo, de granja en granja. Encontrábamos a muchas personas amigables que aceptaban literatura bíblica.

Predicamos en muchas poblaciones pequeñas ese verano. Puesto que no teníamos auto, el mudarnos era verdadero trabajo. Después de empacar nuestras maletas y cajas de libros, alquilábamos a alguien para que las llevara a la estación. También pedíamos libros de la Sociedad para que los despacharan adelante de nosotras a fin de poder obtenerlos del departamento de carga al llegar.

Cuando llegó el frío, nos mudamos a Montreal. Aquí había muchos obstáculos para predicar las buenas nuevas. Los arrestos eran cosa común. A veces salíamos bajo fianza; a veces éramos puestas en libertad; a veces los niños nos perseguían con lodo o piedras hasta que nos veíamos obligadas a salir del vecindario... por lo menos de momento.

Nos emocionábamos cada vez que distribuíamos el tratado Ecclesiastics Indicted en el lenguaje francés durante la primera parte del verano de 1925. Se nos dio una ruta de poblaciones y aldeas para diez días. Principiando a la 6 de la mañana, trabajábamos tan rápidamente como era posible, dejando el tratado en cada puerta. No era inesperado cuando encontrábamos oposición.

Mientras estábamos en la obra de tratados en Thetford Mines, tuvimos una chusma amenazadora de unas cincuenta personas que nos seguía. Fuimos a la comisaría de policía, pidiendo protección. De mala gana, el jefe de la policía finalmente dispersó a la chusma.

En el verano de 1932, tuve el privilegio de testificar en las secciones rurales de la provincia de Quebec. Por lo general teníamos cuatro o cinco autos en el grupo, con dos o tres personas por auto. A menudo recibíamos oposición. Por ejemplo, en una ocasión un sacerdote y el alcalde de una población pequeña nos siguieron de granja en granja, quitando la literatura bíblica que habíamos dejado con la gente. Cuando supimos esto, les dimos esquinazo metiendo nuestro auto en algo de espesura hasta que hubieron pasado; luego volvimos, haciendo nuestras visitas por otro camino.

En septiembre de 1933 nos enteramos en cuanto a una distribución especial de literatura bíblica que habría de efectuarse en la ciudad de Quebec. Muchos conductores de autos ofrecieron voluntariamente ir con cuatro ocupantes por auto. Empezamos la distribución a las 6 de la mañana, dejando tres folletos en cada puerta. Para las 8 horas treinta de nosotros habíamos sido llevados a la comisaría de policía. Nos detuvieron todo el día sin alimento. Finalmente a las 5 de la tarde nos acusaron de “conspiración sediciosa” y nos encerraron.

Al tercer día fuimos puestos en libertad bajo fianza. En el juicio cinco de nosotros fuimos declarados culpables. Pero al apelar, la causa finalmente llegó al Tribunal Superior, donde se rindió el fallo a nuestro favor.

TRABAJANDO BAJO PROSCRIPCIÓN

Nosotros, los predicadores de tiempo cabal, fuimos asignados fuera de la provincia de Quebec. En julio nos sorprendimos por la noticia de que la Sociedad Watch Tower había sido proscrita en el Canadá. En septiembre muchos hijos de Testigos en London y Hamilton, Ontario, fueron expulsados de la escuela por rehusar saludar la bandera por conciencia. Yo fui asignada, junto con otra hermana, como maestra de escuela para estos niños. Aunque ahora no me era posible predicar de tiempo cabal, participaba en la obra de predicación durante las noches y los fines de semana, usando solo la Biblia. El predicar las buenas nuevas del reino de Dios es una obra que se manda hacer en la Biblia, y yo estaba determinada a “obedecer a Dios como gobernante más bien que a los hombres.”—Hech. 5:29.

En noviembre distribuimos un folleto especial intitulado “El fin del nazismo,” que decía claramente que el reino de Dios destruiría todo el poder totalitario. Recibimos instrucciones de empezar a las 3 de la mañana. Cuatro de nosotras salimos en un auto para cubrir tres aldeas. Trabajamos velozmente esa mañana fría, cargada de nieve, preocupadas de que un perro ladrara y despertara sospecha. Cuando mi compañera y yo pasamos enfrente de una tienda bien iluminada, salió un hombre y nos miró fijamente, pero nosotras seguimos caminando. Debe haberse preguntado qué estarían haciendo dos mujeres a esa hora, saliendo de la aldea a pie y dirigiéndose a la negrura de un camino vecinal. Terminamos la distribución con buen éxito. Sin embargo, en camino a la siguiente aldea, se nos descompuso el automóvil, y solo fue con dificultad que pudimos regresar a casa.

VOLVIENDO A LA OBRA DE PREDICACIÓN DE TIEMPO CABAL

Después que se levantó la proscripción sobre la obra de los testigos de Jehová, se abrió el camino para que yo volviera a la obra de predicación de tiempo cabal. Ahora andaba yo en los sesenta años de edad, y pensé: “Quizás el ser precursora sea demasiado estrenuo para ti. ¿Por qué no simplemente ser una buena publicadora?” Pero mi mente entrenada en la Biblia dijo: “¿Cómo puedes decir que sería demasiado difícil si no lo has intentado?” De modo que vine a ser predicadora de tiempo cabal de la Palabra de Dios en Toronto. ¡Qué tiempo bendito y feliz pasé allí sirviendo durante tres años y medio! Vi a cinco personas con quienes estudié la Biblia allí simbolizar su dedicación a Jehová.

En noviembre de 1950 fui asignada a Montreal, donde todavía estoy en la obra de predicación de tiempo cabal. Al principio todavía sufríamos persecuciones y arrestos. De modo que distribuíamos folletos muy cuidadosamente, llevando solo cinco o seis a la vez, y dejando uno en cada tercera o cuarta puerta. Entonces salíamos de la zona tan rápidamente como era posible.

Al regresar de esta distribución un domingo por la mañana acababa de entrar a mi domicilio cuando dos policías llegaron, exigiendo que les enseñara lo que contenía mi bolsa y los bolsillos de mi abrigo. Tuvieron la apariencia de estar muy desilusionados cuando no hallaron ningún folleto bíblico en absoluto.

Desde entonces he estado en una congregación de habla inglesa, y he tenido el privilegio de ayudar a muchas personas con quienes estudiaba a llegar a ser testigos de Jehová. Ahora hay muchas congregaciones en Montreal, tanto de habla francesa como de habla inglesa, y me siento feliz de haber tenido una participación pequeña en contribuir a este aumento.

Debido a que tuve que someterme a una operación seria hace cuatro años, y también debido a la vejez, pues ando en los ochenta y siete años de edad, he aflojado el paso un poco. Sin embargo, con la ayuda de Jehová y su espíritu, todavía puedo ser precursora. Cada día le doy gracias a Jehová por su bondad amorosa para conmigo, por mantenerme cerca de su organización, y por su ayuda para que le sirva con todo mi corazón. Verdaderamente, es como el apóstol Pablo escribió: “Para todas las cosas tengo la fuerza en virtud de aquel que me imparte poder.”—Fili. 4:13.

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