¿Escuchará usted a Dios?
‘ESTÁ claro que la Biblia ha estado en circulación desde hace mucho tiempo, ¡pero el mundo está en peor condición que nunca antes!’ Esto es muy cierto; sin embargo esto se debe a que la gente no ha escuchado mientras Dios ha hablado. ¿Por qué no?
Algunas personas sencillamente no tienen interés. Recientemente, un grupo de Humanistas Seglares dijo lo siguiente: “Rechaza[mos] la idea de que Dios haya intervenido milagrosamente en la historia o se haya revelado a unos cuantos escogidos o pueda salvar o redimir a los pecadores.” En realidad, Dios habla hoy día, no meramente con unos “cuantos escogidos,” sino con toda persona que quiera escuchar. “Dios... le está diciendo a la humanidad que todos en todas partes se arrepientan.” (Hechos 17:30) Sin embargo, está claro que las personas que rechacen hasta la idea de que Dios habla no van a escucharle. El futuro de ellas debe tener un aspecto muy sombrío.
Es cierto que muchos líderes mundiales han afirmado creer en Dios. Sin embargo, no han ayudado mucho a mejorar los asuntos. ¿A qué se debe esto? Según dijo en cierta ocasión el filósofo francés Voltaire, se debe principalmente a que “la mayoría de los grandes hombres de este mundo viven como si fueran ateos.” Sus afirmaciones de que adoran a Dios no han impedido que ellos participen en matanzas, guerras agresivas, opresiones, torturas y traiciones, cosas que han sido rasgos continuos de la historia. Es patente que cuando Dios ha hablado, ellos tampoco han escuchado.
Algunos oyen pero no escuchan
‘Pero, ¿no es cierto que muchas religiones usan la Biblia en sus servicios religiosos y que todos los domingos la gente oye el mensaje de la Biblia?’ Esto es cierto. Pero, mientras oyen el mensaje bíblico, ¿están realmente escuchando, es decir, prestando atención a lo que oyen?
Por ejemplo, muchas iglesias usan la oración del “padrenuestro” en los servicios religiosos de los domingos. Esta oración es bíblica. En una versión católica, las primeras palabras del padrenuestro son: “Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre; venga tu reino, hágase tu voluntad, como en el cielo, así en la tierra.”—Mateo 6:9, 10, Versión Nácar-Colunga.
¿Cuál es la voluntad de Dios que tiene que hacerse en la Tierra? Parte de ésta se expresa en esta promesa: “Los mansos mismos poseerán la tierra, y verdaderamente hallarán su deleite exquisito en la abundancia de paz.” (Salmo 37:11) Según el “padrenuestro,” dicha paz se realizará mediante el “reino” de Dios, su gobierno.
En 1965, fue interesante leer en los periódicos lo que el papa Paulo VI había dicho después de visitar las Naciones Unidas: “Los pueblos de la Tierra se vuelven a las Naciones Unidas como la última esperanza de concordia y paz.” (Cursivas nuestras) Sin duda, esta declaración contribuyó a que los miembros de las Naciones Unidas creyeran que el trabajo de ellos era importante y útil. Pero, si ellos eran la última esperanza para la paz, ¿qué hay del reino de Dios? Es patente que el papa Paulo VI en realidad no había escuchado las palabras del “padrenuestro.”
Hay muchos otros ejemplos que muestran que, aun cuando la gente oye la lectura de la Biblia, a menudo esto es para ellos solo un ritual y no prestan la atención debida para captar el sentido de lo que se dice.
Escuchando y obedeciendo
“Escuchar” también significa “considerar seriamente.” Hoy día muchos entienden cabalmente lo que Dios dice acerca de ciertos asuntos, pero no toman en serio las palabras de él. Siguen sus propias ideas. Por eso, no escuchan cuando Dios habla.
Un ejemplo de esto tiene que ver con el asunto de la moralidad. La norma divina sobre la moralidad es clara. Dios dice: “Ni fornicadores, ni idólatras, ni adúlteros, ni hombres que se tienen para propósitos contranaturales, ni hombres que se acuestan con hombres... heredarán el reino de Dios.”—1 Corintios 6:9, 10.
Los modernistas, incluso muchos líderes religiosos, rechazan esta norma. Dicen que es anticuada y favorecen un modo de vivir más “liberal.” ¿En qué ha resultado eso? En una epidemia de preñeces entre las adolescentes, abortos, enfermedades venéreas, divorcios y perturbación emocional.
Esto no debe sorprendernos. “De Dios uno no se puede mofar. Porque cualquier cosa que el hombre esté sembrando, esto también segará.” (Gálatas 6:7) Las leyes morales de Dios, al igual que sus leyes físicas, son para nuestra protección y bienestar. El sembrar lo que está en oposición a las leyes de Dios ciertamente traerá malos resultados. El rechazar las normas divinas es como rechazar la ley de la gravedad. Sea cual sea nuestra opinión personal, ¡desafiamos esta ley por nuestra cuenta y nuestro riesgo!
Cuando Dios habla, ¿escucha alguien?
Puede que usted pregunte: ‘Pues, si hay tantos religiosos devotos y líderes mundiales que no escuchan cuando Dios habla, entonces, ¿escucha alguien?’ Sí, hay quienes escuchan. En cierta ocasión Jesús dijo: “Todo el que está de parte de la verdad escucha mi voz.” Puesto que explicó que todo lo que él decía en realidad provenía de Dios, el escuchar a Jesús es lo mismo que escuchar a Dios. De modo que los que están “de parte de la verdad” escuchan a Dios.—Juan 18:37; 7:16, 17.
Además, éstos hacen más que meramente escuchar. Van y ayudan a otros a escuchar también. Jesús les ordenó: “Vayan... hagan discípulos de gente de todas las naciones, bautizándolos... enseñándoles a observar todas las cosas que yo les he mandado.” (Mateo 28:19, 20) ¿Hay alguien que esté cumpliendo hoy día con aquel mandato?
Hace algunos años una mujer joven estaba preocupada con este asunto. Estaba desilusionada por la confusión y las contradicciones que hay en las religiones que ella conocía, lo cual hizo que se volviera agnóstica. Sin saberlo, estaba buscando una cualidad que Jesús había dicho que identificaría a los que están “de parte de la verdad,” a saber: “Por sus frutos los reconocerán.” Puesto que ella no sabía de ningún grupo religioso que estuviera produciendo lo que pudiera identificarse como frutos piadosos, su creencia era que Dios no hablaba hoy día.—Mateo 7:16.
Cierto día, para complacer a una amiga, esta joven visitó un grupo religioso con el cual no se había asociado antes. Puesto que fueron amigables con ella, hizo una pregunta a alguien del grupo, solo para ver lo que sucedía. Ella se sorprendió cuando él le dio una respuesta directamente de la Biblia. Entonces ella se dirigió a otro miembro del grupo y le hizo la misma pregunta. Para sorpresa de ella, él abrió la Biblia y le dio la misma respuesta. Ella volvió a hacer lo mismo repetidas veces y halló que, en lo que tenía que ver con enseñanzas religiosas, estas personas estaban de acuerdo y no había confusión entre ellas.
Esto impresionó a la joven. Sin darse cuenta halló otra característica de los que son del pueblo que está “de parte de la verdad,” a saber: ellos se esfuerzan por estar “aptamente unidos en la misma mente y en la misma forma de pensar.” (1 Corintios 1:10) Reconocen que “toda Escritura es inspirada de Dios.” Por eso estudian y enseñan lo que Dios dice en la Biblia, no las opiniones de los hombres.—2 Timoteo 3:16.
Gradualmente, la joven dejó de ser agnóstica. Se alegró de escuchar mientras Dios hablaba. Y gustosamente comenzó a asociarse con el pueblo que está “de parte de la verdad” que iba y leía la Biblia a otras personas para ayudar a cuantas fuera posible a escuchar a Dios. Con el tiempo, ella llegó a ser miembro activa de aquella congregación de testigos de Jehová.
Lo que Dios dice
¿Está usted “de parte de la verdad”? Entonces querrá escuchar... escuchar sinceramente, en el sentido de prestar atención y tomar a pecho lo que Dios dice. El hacer esto lo hará parte de la minoría, pues la mayoría de las personas hoy día no escucha a Dios. Lamentablemente, como en el caso de los israelitas de la antigüedad, ellas “han pasado por alto el camino de Jehová.”—Jeremías 5:4.
Sin embargo, es sensato escuchar la sabiduría de Dios. “Al que... escucha [la verdadera sabiduría], él residirá en seguridad y estará libre del disturbio que se debe al pavor de la calamidad.” (Proverbios 1:20-33) Hoy, los que escuchan a Dios reciben guía para evitar los tropiezos que resultan de vivir en este mundo imperfecto. Así evitan la calamidad innecesaria. Y dentro de poco, si son fieles, vivirán en un mundo donde ya no habrá más ‘calamidad.’ En aquel tiempo, Dios “limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor.”—Revelación 21:4.
Este es el mundo que Dios preparará para los que están “de parte de la verdad.” ¿Quisiera usted vivir allí? Entonces resuélvase a escuchar cuando Dios hable. Los testigos de Jehová le ayudarán gustosamente para que pueda hacerlo.
[Recuadro en la página 7]
Beneficios de escuchar cuando Dios habla
● Esperanza en un paraíso terrestre
● Confianza respecto al futuro
● Vida de familia feliz ahora
● Se disfruta de paz
● Unidad en adoración verdadera
● Fe en el reino de Dios en manos de Cristo