No pase por alto al Rey celestial
PARECE que mientras Jesús estuvo en la Tierra como hombre, nunca llamó atención a su infancia. En cierta ocasión en que estaba predicando, una mujer de entre la muchedumbre exclamó: “¡Feliz es la matriz que te llevó y los pechos que mamaste!” Pero Jesús replicó: “No, más bien: ¡Felices son los que oyen la palabra de Dios y la guardan!” (Lucas 11:27, 28) El no animó a la gente a que hablara con sentimentalismo sobre el nacimiento suyo o el papel que María desempeñó en ello.
Es interesante notar que la Biblia no nos da la fecha del nacimiento de Jesús, y en ninguna parte dio Jesús el mandato de que celebráramos su cumpleaños. Además, durante los primeros siglos después de la muerte de Jesús, no hay ningún registro de que los cristianos hayan celebrado alguna vez la Navidad.
En vista de esto —y considerando las muchas costumbres paganas relacionadas con la Navidad— muchas personas hoy día no toman parte en dicha celebración. Prefieren mostrar de otras maneras el respeto que tienen a Jesús. Para ellas, Jesús ya no es un bebé en un pesebre. El ha crecido hasta convertirse en algo mucho más grande.
Lo que dice la Biblia
Es común que durante la celebración de las navidades se lean ciertas porciones de la Biblia en los servicios religiosos, y por eso éstas se han hecho muy conocidas. Considere algunas de estas porciones según aparecen en una traducción moderna de la Biblia, y vea lo que dicen en cuanto a cómo debemos considerar a Jesús hoy día.
Uno de esos textos bíblicos nos dice cómo María se enteró de que iba a ser la madre de Jesús. El ángel Gabriel apareció y anunció: “¡Mira! concebirás en tu matriz y darás a luz un hijo, y has de ponerle por nombre Jesús.” Este acontecimiento es muy famoso. Pero, ¿se ha fijado usted alguna vez en las palabras que el ángel dijo después con relación a Jesús? “Este será grande y será llamado Hijo del Altísimo; y Jehová Dios le dará el trono de David su padre, y gobernará como rey sobre la casa de Jacob para siempre, y de su reino no habrá fin.”—Lucas 1:31-33.
Sí, el ángel Gabriel mostró que había mucho más implicado en el asunto que simplemente el nacimiento de un bebé. El hijo de María llegaría a ser grande. Sería el heredero real del rey David y gobernaría como rey para siempre.
Cuando Jesús nació, hubo otro acontecimiento muy conocido. Un ángel se apareció a unos pastores que estaban vigilando sus rebaños en un campo, y les dijo: “¡Miren! les declaro buenas nuevas de un gran gozo que todo el pueblo tendrá, porque les nació hoy un Salvador, que es Cristo el Señor, en la ciudad de David. Y esto les servirá de señal: hallarán un nene envuelto en bandas de tela y acostado en un pesebre.” Entonces una multitud de otros ángeles se unió al primero, alabando a Dios y diciendo: “Gloria en las supremas alturas a Dios, y sobre la tierra paz entre los hombres de buena voluntad.”—Lucas 2:8-14.
El ángel dijo a los pastores que Jesús estaría acostado en un pesebre... esto les serviría de señal para ayudarles a identificar al nene en cuestión. Pero ¿qué parte de ese mensaje cree usted que entusiasmó más a los pastores? Sin duda, las noticias de que por fin había llegado el Salvador prometido, aquél que realmente llegaría a ser el Cristo. He aquí que había nacido aquél que, cuando creciera, traería paz sobre la Tierra entre los hombres de buena voluntad.
Otro texto bíblico que se emplea a menudo en los servicios navideños que celebran las iglesias de la cristiandad se halla en el capítulo nueve de Isaías. Ahí se registran las siguientes palabras: “Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado; y el gobierno principesco vendrá a estar sobre su hombro. Y por nombre se le llamará Maravilloso Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz.”—Isaías 9:6.
Como acompañamiento para esas palabras, se ha escrito cierta música impresionante que puede oírse generalmente durante las navidades. Sin embargo, ¿cuántas personas realmente prestan atención a las palabras que vienen después de la frase “un niño nos ha nacido”? Ahí se confieren a Jesús algunos títulos importantes y significativos. Y el versículo siete Isaías 9:7 lo describe como aquél que trae bendiciones sin fin mediante su gobernación del Reino. ¿No es éste el modo como debemos considerarlo a él hoy día?
Lo que Jesús es ahora
Cuando alguien celebra su cumpleaños, comúnmente recibe regalos y felicitaciones por cumplir un año más. ¿Cómo se sentiría esa persona si, cada vez que llegara su cumpleaños, su madre se empeñara en mostrar fotografías de su hijo cuando era infante? A las personas les gusta recibir reconocimiento por lo que son ahora, no simplemente por lo que fueron cuando eran infantes.
Algo bastante parecido pasa con relación a la vida y la muerte. Las personas esperan que se les recuerde por lo que efectuaron mientras estaban vivas, no por la apariencia que tenían durante sus últimos momentos. De aquí que cuando se erige una estatua en honor de algún hombre famoso, ésta generalmente lo presenta de pie, erguido y fuerte, o haciendo algo por lo cual se hizo famoso, y no mientras sufría en la agonía de la muerte.
En vista de esto, es interesante la manera como la mayoría de la gente generalmente se imagina a Jesús. Durante las navidades se le representa como bebé inofensivo en un pesebre. El resto del año casi siempre se le muestra como hombre moribundo en agonía. ¿Son esas representaciones equilibradas?
Es cierto que en esas dos ocasiones Jesús desplegó una humildad sorprendente. En primer lugar, dejó su posición gloriosa en el cielo. “Se despojó a sí mismo y tomó la forma de esclavo y vino a estar en la semejanza de los hombres.” Como ser humano, “se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, sí, muerte en un madero de tormento.”—Filipenses 2:7, 8.
Debemos estar plenamente conscientes de estos sacrificios que Jesús hizo, porque son ejemplos de profunda humildad para nosotros. (Filipenses 2:5, 6) Además, cada una de esas experiencias fue necesaria para que Jesús cumpliera la voluntad de su Padre y ofreciera su vida humana para la salvación de la raza humana. Así podría llegar a ser nuestro “Salvador, que es Cristo el Señor.”
No obstante, la experiencia de Jesús no terminó ahí. El no es ahora un indefenso bebé acostado en un pesebre. Ni tampoco está muerto en un madero de tormento. Después de su muerte, Dios lo levantó a la vida y “lo ensalzó a un puesto superior y bondadosamente le dio el nombre que está por encima de todo otro nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla.”—Filipenses 2:9, 10.
Jesús mismo dijo: “Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y sobre la tierra.” (Mateo 28:18) Ahora es el rey ungido de Dios, y gobierna en el cielo como parte del reino que ya ha sido establecido. Ya ha experimentado el cumplimiento de la profecía de Daniel: “A él fueron dados gobernación y dignidad y reino, para que los pueblos, grupos nacionales y lenguajes todos le sirvieran aun a él. Su gobernación es una gobernación indefinidamente duradera que no pasará, y su reino uno que no será reducido a ruinas.”—Daniel 7:14.
Necesitamos el reino de Dios
Mientras estuvo en la Tierra, ese reino fue el tema de la predicación de Jesús, quien dijo: “Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos se ha acercado.” (Mateo 4:17) Enseñó a sus seguidores a orar por ese Reino, y al hacerlo, dio énfasis a la importancia del Reino. Dijo: “Ustedes, pues, tienen que orar de esta manera: ‘Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Efectúese tu voluntad, como en el cielo, también sobre la tierra.’” (Mateo 6:9, 10) Así mostró que la voluntad de Dios se efectuará mediante este reino, sobre el cual Jesús ahora es el rey nombrado.
¿Cuál es la voluntad de Dios? Es que Jesús sea el “Príncipe de Paz.” Luego Dios ‘hará cesar las guerras hasta la extremidad de la tierra.’ (Salmo 46:9) Sobre la base de la muerte de Jesús, el propósito de Dios es salvar del pecado y la muerte a la humanidad y darnos la oportunidad de vivir para siempre. Por consiguiente, Jesús llega a ser nuestro “Salvador, que es Cristo el Señor.” La humanidad recibirá los beneficios de esa acción salvadora mediante el Reino.
Para los que aceptan la oportunidad, el futuro bajo el reinado de Cristo estará lleno de bendiciones. No habrá más enfermedad ni más muerte; habrá una resurrección de personas amadas que hayamos perdido en la muerte, y prosperidad espiritual y física... todas estas cosas se prometen a la humanidad fiel bajo Jesús, quien, como dijo Gabriel a María, “gobernará como rey ... para siempre.”—Revelación 21:4; Juan 5:28, 29; Lucas 1:33.
Pero, ¿cómo será eso posible, si cada uno de los gobiernos humanos que ahora dominan la Tierra es extremadamente celoso de su soberanía? La Biblia no solo describe a Jesús como príncipe de paz, sino también como rey victorioso que quita de delante de él todos los obstáculos que impiden la felicidad eterna de la humanidad. A los gobernantes se les advierte que acepten Su reinado. (Salmo 2:10-12) A los que pasan por alto Su gobernación, la Biblia dice: “En los días de aquellos reyes [los gobernantes políticos actuales] el Dios del cielo establecerá un reino que nunca será reducido a ruinas. Y el reino mismo no será pasado a ningún otro pueblo. Triturará y pondrá fin a todos estos reinos, y él mismo subsistirá hasta tiempos indefinidos.” Así Jesús llegará a ser gobernante mundial.—Daniel 2:44.
¿Qué significa esto para usted?
Cuando Jesús pasó de la niñez y se hizo hombre, desplegó cualidades que nos hacen tomarle simpatía. Tuvo compasión de los oprimidos, y se apiadó de los enfermos y trató de ayudarlos. (Mateo 14:14) Amó a los niños, y los niños se sintieron atraídos a él. (Mateo 19:13-15) Amó la justicia y odió el desafuero. (Hebreos 1:9) Además, amó profundamente a sus discípulos “hasta el fin.”—Juan 13:1.
¿Lo caracterizan aún esas cualidades ahora que es rey celestial? ¡Claro que sí! Las cualidades que desplegó mientras fue hombre en la Tierra hacen de él el gobernante ideal para la raza humana.
Hace casi 2.000 años se anunció el nacimiento de Jesús, y los ángeles en el cielo expresaron gran gozo. ¡Pero aquel niñito ha crecido! No podemos pasar por alto el hecho de que ahora es “Rey de los que gobiernan como reyes y Señor de los que gobiernan como señores.” (1 Timoteo 6:15) Así que, no como infante, sino como rey que gobierna, él traerá “sobre la tierra paz entre los hombres de buena voluntad,” como muchos de nosotros deseamos con anhelo.
¿Por qué no examina usted la Biblia por sí mismo y llega a conocer a Jesús como lo que realmente es: El rey a quien Dios ha nombrado para reinar ahora? ¿Por qué no la estudia a fin de averiguar cómo usted, también, puede contarse entre los “hombres de buena voluntad” que experimentarán la ‘paz en la tierra’ que Dios prometió hace casi 2.000 años? Y no olvide que Jesús mismo le ha hecho esta invitación personal: “Vengan a mí, todos los que se afanan y están cargados, y yo los refrescaré. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, porque soy de genio apacible y humilde de corazón, y hallarán refrigerio para sus almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera.” (Mateo 11:28-30) ¿Desplegaría usted sabiduría si pasara por alto esta bondadosa invitación procedente de un rey como ése?
[Ilustración en la página 5]
María oyó que Jesús ‘gobernaría como rey ... para siempre’
[Ilustración en la página 6]
A Isaías se le dijo que Jesús sería Príncipe de Paz
[Ilustración en la página 7]
Hoy día muchas personas reconocen a Jesús como el Rey que ahora reina