Las Filipinas
Al sur de la tierra continental de la China, como perlas de un collar esparcidas sobre 1.854 kilómetros del océano Pacífico, están las 7.083 islas que componen la República de las Filipinas. Más pequeño que el Japón, pero mayor que la Gran Bretaña, el conjunto de las numerosas islas de las Filipinas tiene un litoral que es más del doble del litoral de los Estados Unidos. Entre más de treinta buenas bahías, por mucho la más prominente es la bahía de Manila, que tiene 160 kilómetros de litoral y es considerada por muchos una de las más excelentes bahías naturales de Asia.
Debido a que están precisamente al norte del ecuador, las islas Filipinas tienen un clima tropical, pero agradables brisas del mar mantienen la temperatura en un promedio que oscila entre 26 y 29 grados centígrados durante todo el año. El clima cálido y húmedo, combinado con mucha lluvia, contribuye a que haya mucho verdor tropical, y no hay secciones completamente áridas en el país. Todo el archipiélago es escabrosamente montañoso, pues las islas son en realidad la porción superior de una cordillera parcialmente sumergida. La mayoría de la gente vive o en las llanuras costaneras o en los ricos valles que cortan por entre las montañas. Las Filipinas, ubicadas en la zona volcánica que rodea al océano Pacífico, tienen varios volcanes activos, el más impresionante de los cuales es el monte Mayón, considerado por algunos el cono más hermosamente formado del mundo.
El país se divide en tres principales secciones geográficas: Luzón, las Visayas y Mindanao. Luzón es la isla de mayor tamaño, ubicada al norte y con una “cola” de tierra que se extiende hacia el sudeste. Mindanao, en la parte meridional de las Filipinas, es la segunda isla en tamaño. Metido entre éstas está el grupo de islas conocido como las Visayas.
Las hermosas islas que componen el grupo de las Filipinas son el hogar de 42 millones de filipinos, un pueblo amigable y expresivo, principalmente de descendencia malaya. Son un pueblo gregario con aptitud para apreciar lo cómico. Les encanta hablar y entrar en un intercambio de ideas sobre casi cualquier tema imaginable. Su deleite de vivir se ve expresado en su amor a la música y el baile. Los lazos entre miembros de una misma familia son muy estrechos, pero el filipino es hospitalario para con los extraños y su puerta siempre está abierta a vecinos y visitantes. Fuera de las ciudades, la vida en las Filipinas agrícolas sigue yendo a paso sosegado. Todas estas características del filipino han contribuido a la rápida difusión del mensaje de la verdad de Dios en estas islas.
Para el siglo dieciséis de la era común, debido a la emigración de malayos mahometanos a las Filipinas, la religión de Islam dominaba en muchas partes del país. Sin embargo, cuando España tomó posesión del país se introdujo y esparció ampliamente el catolicismo, de modo que hoy el 83 por ciento de la población afirma ser de la religión católica romana. España controló las islas por más de 300 años hasta que una revolución filipina en 1898, con la ayuda de los Estados Unidos de América, removió su dominación. Subsiguientemente los filipinos establecieron un gobierno, pero éste no fue reconocido por los Estados Unidos y, en un tratado de paz que se firmó con España en París el 10 de diciembre de 1898, las Filipinas fueron cedidas a los Estados Unidos. Así el país pasó de las manos de un amo colonial a las de otro.
Con el dominio de los Estados Unidos vino el idioma inglés y un clima más liberal con relación a la religión, factores que tendrían un profundo efecto en la siembra y el desarrollo de las semillas de la verdad bíblica durante los albores del siglo veinte. El inglés se convirtió en el medio de comunicación de la educación y los negocios, y hasta este día sigue siendo lo mismo, pues se ha impuesto sobre los 87 lenguajes y dialectos locales del país que ya existían. Por eso, es común que un filipino de la actualidad hable inglés y uno o más de los otros idiomas, lo cual facilita la comunicación entre los diversificados grupos étnicos.
EL MENSAJE LLEGA A LAS FILIPINAS
Así fue que en 1912, cuando un afamado ministro estadounidense visitó a Manila, pudo pronunciar una conferencia en inglés a un auditorio que en su mayor parte era filipino. El discursante fue Charles T. Russell, presidente de la Sociedad Watch Tower Bible and Tract, quien entonces estaba efectuando una gira mundial con presentación de conferencias. El domingo 14 de enero de 1912 pronunció el discurso “¿Dónde están los muertos?” en el Teatro de la Ópera de Manila. Así llegó por primera vez a las Filipinas el mensaje del Reino, y comenzó la historia moderna del pueblo de Jehová en este país.
Aun antes de que el hermano Russell y su comitiva llegaran, había habido mucha publicidad. Anuncios pagados que salieron en el Times de Manila el 8, 11 y 13 de enero crearon mucho interés en la conferencia. Sin embargo, ciertos periódicos publicaron declaraciones despectivas acerca del hermano Russell, indudablemente fundando sus informes en falsas acusaciones hechas por el Brooklyn Eagle y otros periódicos estadounidenses. Algunos alegaban que él estaba lucrándose, que era un “chanchullero,” un predicador viajante que estaba aprovechándose del entusiasmo religioso de los ignorantes. Otros hasta informaron falsamente que el grupo no había llegado cuando supuestamente había de llegar.
Ninguna de esta publicidad adversa hizo que menguara el interés en la conferencia. Más bien, parece que esto despertó interés, y hubo unas 1.000 personas presentes. En la reunión se anunció que al que escribiera su nombre y dirección en una hoja de papel se le enviaría literatura gratuitamente.
Puesto que el hermano Russell había sido presentado en el Teatro de la Ópera por nada menos que el general J. Franklin Bell, el comandante en jefe de los 20.000 soldados estadounidenses que estaban estacionados en las Filipinas en aquel tiempo, un número posterior del Free Press de las Filipinas comentó: “Cuando hombres como el general de división Bell y el general Hall [un compañero de viaje de Russell que había vivido en las Filipinas diez años antes] se identifican con el Pastor Russell y su propaganda, no puede haber nada muy seriamente malo en ella.”
No hay duda de que esta primera predicación de las buenas nuevas en las Filipinas tuvo vigorosa repercusión en el pueblo de Manila. La conferencia se hizo tema de conversación entre gente de toda clase. Además, la literatura que se distribuyó, y el discurso mismo, plantaron semillas de la verdad y dieron un poderoso testimonio, un comienzo apropiado para la historia el pueblo de Jehová en las Filipinas.
CONTACTOS AISLADOS EN LOS AÑOS VEINTE
Después de la visita del hermano Russell, el siguiente representante de la Sociedad que vino a las Filipinas fue el hermano H. Tinney. En 1922 ó 1923 él partió de Vancouver, Colombia Británica, Canadá, para efectuar obra misional en las Filipinas. Después de servir aquí diligentemente por aproximadamente un año, distribuyendo mucha literatura y organizando una clase de estudio bíblico en Manila, se vio obligado a regresar al Canadá debido a mala salud. La clase del estudio bíblico fue continuada por filipinos y evidentemente el interés que se había generado de aquel modo continuó creciendo. ¿Cómo lo sabemos? Pues, a mediados de los años veinte un individuo llamado Petronilo Salazar estaba recibiendo con regularidad literatura desde la oficina central de la Sociedad en Nueva York y distribuyéndola. En su hogar en la calle de San Marcelino, en Manila, se celebraban clases bíblicas semanales, y un rótulo externo identificaba aquel lugar como lugar de reunión de la Asociación de Estudiantes Internacionales de la Biblia. Unas diez personas asistieron a los estudios semanales durante este tiempo y hasta principios de los años treinta, y el Memorial o Conmemoración de la muerte de Jesucristo se celebraba anualmente.
También hubo quienes establecieron contacto con el pueblo de Jehová y su mensaje por medio de soldados norteamericanos (o sus parientes) asignados a las Filipinas por algún tiempo. Una hermana de edad avanzada que tenía unos ochenta años y cuyo hijo era oficial del ejército enfermó mientras estaba en las Filipinas y fue atendida en el Hospital Militar del Puesto en el Fuerte Mills, en la isla de Corregidor. Una enfermera filipina se interesó en lo que esta anciana le dijo de la Biblia. Por eso, después de haber sido dada de alta del hospital, la hermana de edad avanzada condujo un estudio bíblico con la enfermera y otras cinco personas dos veces a la semana, lo cual ella llamaba un “círculo interno.”
Cuando Annie D. Barrett, la hermana de edad avanzada, partió para los Estados Unidos, la enfermera no oyó más acerca de los Estudiantes de la Biblia (como se había llamado a los testigos de Jehová) sino hasta 1932, cuando otra paciente estadounidense llamada la Sra. Lampert le dio el folleto Libertad y el libro El Arpa de Dios. Antes de que hubiera completado la literatura, la sacudieron los comentarios en el sentido de que la religión falsa es un medio usado por Satanás para cegar la mente de los hombres. Por eso, se puso a considerar el asunto con el capellán del ejército, quien estaba familiarizado con los Estudiantes de la Biblia en los Estados Unidos y quien le habló acerca del aumento de éstos allí a pesar del hecho de que se les perseguía severamente. Él le dijo: ‘En todos los Estados Unidos no hay más cristianos verdaderos que estas personas.’ Animada de nuevo por esto, la enfermera pidió tres juegos de nuestros libros por medio del esposo de la hermana Lampert, quien era sargento del ejército de los Estados Unidos. Cuando recibió estos libros, la enfermera los distribuyó a sus amistades.
Aquella enfermera, Purificación Bennett, más tarde dejó el hospital militar de Corregidor y con el tiempo se comunicó con la oficina de la Sociedad en Manila. Se hizo precursora en 1932, desempeñó un papel activo en la difusión de la verdad en Luzón y en la ciudad de Davao durante los siguientes diez años y continuó sirviendo de fiel precursora hasta su muerte en mayo de 1977.
COMIENZA LA OBRA ORGANIZADA
Otra persona que en los principios se puso en contacto con la verdad fue Van Bolin, un soldado norteamericano que encontró el folleto de la Sociedad Watch Tower ¿Dónde están los muertos? en un bote de basura mientras rendía servicio en Shangai, China en 1932. El folleto había sido arrojado allí por su teniente quien lo había recibido de un pariente que vivía en los Estados Unidos, pero no se había interesado en él. Más tarde, el mismo teniente recibió el libro Gobierno y el folleto El Reino, la esperanza del mundo y gustosamente se los dio a Van Bolin. Más tarde todavía en aquel año, el regimiento de Van Bolin regresó a su base original en Manila y él inmediatamente le escribió a la Sociedad Watch Tower en Brooklyn, Nueva York, y solicitó más literatura y preguntó si la Sociedad le podría suministrar información sobre alguien que supiera de la obra en las Filipinas. La Sociedad le envió la dirección del sargento Lampert en Corregidor, pero los Lamperts ya habían salido de las Filipinas para cuando él trató de ponerse en comunicación con ellos.
Van Bolin continuó leyendo los libros que había recibido hasta que cierto día, cuando escuchaba la radioemisora KZRM en Manila, oyó un anuncio breve acerca de la obra de la Sociedad Watch Tower, en el cual se invitaba a la gente a leer la literatura de la Sociedad. Se dio una dirección en la calle Lealtad. Al ir allí, Van Bolin conoció a un representante de la Watch Tower y empezó a asociarse con el pueblo de Jehová. Aparte de las reuniones que se celebraban en la calle Lealtad, durante este tiempo se hacían arreglos para presentar conferencias bíblicas al público en varios lugares por toda la zona de Manila.
Para este tiempo, otro representante de la Watch Tower estaba en camino a las Filipinas. Este era Joseph Dos Santos, estadounidense de extracción portuguesa, que había sido precursor en el Hawai desde 1929. Él partió de Hawai en 1933 a bordo del vapor “Great Northern,” con la intención de darle la vuelta al mundo y detenerse en ciudades principales en la ruta para proclamar el mensaje del Reino y colocar literatura en manos de la gente. Él llevaba consigo algunas publicaciones y solicitó que se le enviara más literatura a Manila para usarla allí. Sin embargo, cuando el barco llegó a Yokohama las autoridades japonesas le confiscaron todas sus existencias de literatura. Evidentemente algunos clérigos que viajaban con el hermano Dos Santos lo habían acusado falsamente de ser comunista y habían enviado una notificación telegráfica a las autoridades japonesas antes de que el barco llegara.
Esta falsa acusación de que era comunista siguió al hermano Dos Santos a Manila. Al llegar, inmediatamente lo llamaron para que fuera a ver al director de la Aduana, quien quiso ver uno de los libros de la Sociedad. El partido comunista había sido organizado oficialmente en las Filipinas en noviembre de 1930, y por eso el gobierno estaba vigilando toda persona de la cual se sospechara que fuera comunista. Después de leer uno de los libros en el espacio de una semana, aparentemente el director de la Aduana quedó satisfecho de que el libro era religioso, no comunista. Sin embargo, por varios meses después de aquello la Oficina de Inteligencia hizo que un policía secreto siguiera al hermano Dos Santos en su actividad de testificar, mientras un abogado de la Aduana llegó hasta el extremo de solicitar un estudio bíblico en su hogar solo para averiguar si esta obra era comunista o no. Finalmente quedaron convencidos de que la obra era puramente cristiana, y por eso el hermano Dos Santos pudo unirse con libertad al grupo ya existente de unos diez hermanos en sus reuniones y en la actividad de testificar en Manila y sus alrededores.
SE ESTABLECE LA SUCURSAL
El plan del hermano Dos Santos de seguir viajando hacia el Brasil y alrededor del mundo fue alterado abruptamente por una carta de Joseph F. Rutherford, el presidente de la Sociedad Watch Tower Bible and Tract. En la carta se le pedía al hermano Dos Santos que se encargara de la obra de predicar el Reino en las Filipinas y estableciera una sucursal de la Sociedad allí. Él hizo esto gustosamente; alquiló un lugar en el número 1132 de la avenida Rizal, en Santa Cruz, Manila, que serviría de primera sucursal. Así fue que comenzó a funcionar el 1 de junio de 1934 la sucursal filipina.
Con el establecimiento de la oficina sucursal, hubo mejor organización de las reuniones y del servicio del campo. El hermano Dos Santos comenzó a conducir un estudio de La Atalaya en inglés cada domingo por la noche. Más tarde, a esto se añadió un estudio en tagalo los viernes por la noche, usando los folletos que se habían traducido a ese lenguaje, tales como El Reino, la esperanza del mundo; Escape al Reino; La Crisis y Más allá del sepulcro. Los hermanos de toda la zona de Manila asistían a este único lugar de reunión. En aquellos tiempos no era difícil transportarse en Manila, puesto que la ciudad no estaba tan atestada de gente como lo está hoy y había mucha transportación disponible. El trambia (tranvía) pasaba por frente de la sucursal y un viaje costaba solo seis centavos (3c de dólar de los E.U.A. en aquel tiempo). Por solo 10 centavos se podía alquilar una calesa para un viaje corto. Pero, si los hermanos deseaban economizar, podían viajar en una caretela o carreta tirada por caballo, por solo dos centavos (1c E.U.A.). O simplemente podían caminar, lo que con frecuencia hacían.
Sin embargo, el grupito de ninguna manera se limitaba a reunirse para estudiar la Biblia. El hermano Dos Santos pasaba medio día en la obra de testificar de casa en casa diariamente, además de atender la oficina sucursal. Así puso un buen ejemplo para los demás. Entre los primeros en oír la verdad por medio de su testificación estuvieron Agustín Dagdag y Narciso Samson, y estos dos todavía están sirviendo a Jehová fielmente.
En aquel tiempo se usaba una tarjeta de testimonio para testificar. Después que el amo de casa leía esta tarjeta, se le presentaba la literatura. Como resultado de su celo, el grupito de no más de veinte proclamadores del Reino distribuyó un total de 23.405 libros y folletos tan solo durante 1934.
Además, cuando se presentaban nuevas publicaciones se distribuían ejemplares a funcionarios gubernamentales y a bibliotecas públicas. Esto también llevó fruto. De hecho, dos de los que sirvieron de “siervos de zona” durante la segunda guerra mundial aprendieron la verdad de literatura que obtuvieron en las bibliotecas. Fulgencio de Jesús consiguió prestado el folleto Dividiendo a la gente y el libro Liberación de la Biblioteca Nacional de Manila y se puso en comunicación con la sucursal por la dirección que halló estampada dentro del libro. Salvador Liwag era maestro de escuela en la ciudad de Cabanatuán, a más de 100 kilómetros de Manila, cuando vio el libro Creación en la rama de la Biblioteca Nacional allí. Él había obtenido anteriormente el folleto ¿Dónde están los muertos? y éste le había liberado de la superstición religiosa y de la influencia de los demonios. Los demonios lo habían estado molestando cada noche, haciéndole perder sueño y perjudicándole la salud. Por eso, cuando vio el libro Creación y leyó la dirección estampada en la parte interior de la cubierta, tuvo grandes deseos de aprender más e inmediatamente viajó a Manila y halló la sucursal en la avenida Rizal. Adquirió todos los libros que había disponibles y se suscribió a La Atalaya y The Golden Age (ahora en español ¡Despertad!). En octubre de 1934 el hermano Liwag dejó su profesión de maestro y se hizo proclamador de tiempo cabal de las buenas nuevas. Su servicio de tiempo cabal continúa hasta este día, y ahora presta servicio como miembro de la familia de Betel en Ciudad Quezón.
Mientras la sucursal todavía estaba en su infancia, los siervos de Dios se vieron sometidos a prueba en cuanto a su lealtad a Su organización. Algunos se resintieron por el nombramiento del hermano Dos Santos a director de la sucursal y por eso se apartaron de los demás hermanos y se reunieron por separado. En las postrimerías de los años treinta, por lo menos otros dos grupos aparte de las personas que estaban en la sucursal se daban el nombre de “testigos de Jehová,” y uno de éstos fue organizado localmente como la Sociedad Watch Tower Bethel and Pulpit. Aunque esto causó confusión, Dios no permitió que fuera un tropiezo para los que sinceramente buscaban la verdad, y los que eran leales a Jehová permanecieron con su organización y rehusaron entrar en conflictos por razones de personalidad. Es interesante el hecho de que, puesto que los grupos disidentes fundamentalmente usaban material de la literatura de la Sociedad en sus conferencias y debates, posteriormente muchas personas que los habían escuchado a ellos se pusieron en comunicación con los verdaderos siervos de Dios y todavía están sirviendo lealmente a Jehová hoy.
EXPANSIÓN EN LUZÓN DESDE 1935 HASTA 1939
Aunque, al principio, la obra se concentró en Manila y sus alrededores, pronto se vio que era necesario extenderse a las zonas provinciales. Uno de los primeros precursores, Pablo Bautista, había hecho alguna obra en las provincias del sur y el centro de Luzón en 1933 y 1934, pero fue principalmente desde 1935 en adelante que hubo expansión fuera de Manila. El director de la sucursal estimuló a todos los que pudieran entrar en el servicio de precursor y testificar en las zonas no tocadas de las Filipinas a hacer aquello.
Muchos que emprendieron el servicio de precursor en aquellos días lo hicieron sin haberse bautizado. Hasta el director de la sucursal, el hermano Dos Santos, estuvo sin haberse bautizado hasta octubre de 1935. No fue sino hasta cuando apareció el libro Riquezas en 1936 que empezó a dársele el énfasis apropiado al bautismo en las Filipinas. En la página 145 de ese libro en inglés (página 138 en la edición en español) se señaló claramente que “someterse al bautismo en agua es un acto de obediencia que ilustra cómo [uno] se ha puesto del todo en manos del Señor, y por lo tanto el bautismo es necesario y apropiado para todos los que han convenido en hacer la voluntad de Dios.”
Se organizaron grupos de precursores y se les envió primero a varias partes de la isla de Luzón. Entre éstos estuvieron las familias Bautista y Lacson, los hermanos Salvador Liwag, José Medina, Virginio Cruz y Benjamín Sampana y las hermanas Elvira Alinsod y Purificación Bennett. Estos se esparcieron desde Manila y abarcaron el territorio rápidamente, puesto que entonces se ponía más énfasis en distribuir nuestra literatura de casa en casa que en desarrollar el interés. Sin embargo, si una persona mostraba disposición como de oveja, los hermanos permanecían en su casa por varias horas para enseñarle las verdades de la Palabra de Dios.
Más tarde en los años treinta, otras personas que aprendieron la verdad y vieron la necesidad urgente de proclamar las buenas nuevas engrosaron las filas de los precursores. Uno de estos individuos fue Isabelo Taeza. Él recuerda que los precursores de su grupo en el norte de Luzón pasaban de 250 a 280 horas cada mes en el servicio del campo, de modo que sobrepasaban por mucho las 150 horas que se requerían. Ilustrando la devoción de todo corazón que mostraban estos primeros precursores, la mayoría de los cuales eran nuevos en la verdad, el hermano Taeza dice: “Caminábamos como promedio de 80 a 100 kilómetros por semana testificando monte arriba y monte abajo por las montañas de Bontoc y a lo largo del río Abra.” En la opinión de los precursores, algunos de los individuos tribuales de las montañas comían alimento poco familiar; por ejemplo: sapos con su piel. Por eso, los que dedicaban como precursores todo su tiempo a proclamar el mensaje del Reino con frecuencia llevaban consigo melaza para mantenerse. El hermano Taeza, un hombre de familia en aquel tiempo, vendió parte de su terreno agrícola y propiedad personal para poder continuar en el servicio de precursor cuando se le escasearon los fondos.
Dondequiera que los precursores iban, hallaban la misma intensa disposición de aprender acerca de la Palabra de Dios que el hermano Russell y sus compañeros habían observado entre los filipinos en 1912. Aunque en los años treinta no se hacían revisitas con frecuencia, las vastas cantidades de literatura colocada en manos de la gente resultaron en que se sembraran semillas de la verdad en todas partes de Luzón, y, hasta sin contacto personal, muchas semillas llevaron fruto en los corazones de los que tenían hambre espiritual.
Una de estas personas fue un capataz de construcción en la ciudad de Baguio. Su esposa obtuvo de un precursor el libro Riquezas y algunos folletos. Inmediatamente él empezó a leer el libro y, después de considerar el asunto excitadamente con su esposa toda la noche, ambos aceptaron la verdad por lo que habían leído. Él empezó a hablar a los obreros bajo su dirección en la Compañía de Transportación Dangwa, y algunos de ellos escucharon y con el tiempo se hicieron testigos de Jehová. Cuando se publicó el libro Hijos este hombre pudo obtener un ejemplar y usarlo para enseñar a sus hijos la Biblia. Él estudió y habló acerca de religión con otras personas por cuatro años, aunque no había estado en comunicación con los hermanos y no había asistido a ninguna reunión cristiana. Este hermano es Alfredo Estepa, quien más tarde se asoció con los hermanos y en 1949 entró en el hogar Betel en Ciudad Quezón, después de haber perdido su familia durante la guerra. Todavía sirve fielmente en Betel.
Después de haber trabajado por más de dos años con la literatura y las tarjetas de testimonio, los precursores recibieron en 1937 una nueva provisión cuando empezaron a usarse las grabaciones de discursos bíblicos del hermano Rutherford. Se podía obtener un fonógrafo portátil al costo de ₱20,00 (diez dólares) y esto podía pagarse en plazos semanales de ₱1,00, si se deseaba. Además de esto, la sucursal de Manila obtuvo una máquina de transcripción para presentar en público los discursos grabados de más duración. El hermano Dos Santos compró un camión con compartimientos para llevar la máquina de transcripción y para que sirviera de automóvil con altavoz. Para 1939 se estaban usando dos de aquellas máquinas de reproducción del sonido y veinticuatro fonógrafos por todas las Filipinas.
LLEGANDO A LAS VISAYAS Y MINDANAO
Una vez que en Luzón hubo comenzado nuestra obra, se asignó a los hermanos Salvador Liwag y José Medina para que difundieran por primera vez el mensaje del Reino en las Visayas y Mindanao. Empezaron en la ciudad de Cebú. Mientras testificaban en el primer piso del edificio del Centro Estudiantil allí, un pastor presbiteriano, que acababa de terminar servicios religiosos en un piso superior, se envolvió en una acalorada discusión con ellos y finalmente les arrojó fuera los maletines de literatura. Un miembro del “rebaño” del pastor, un hombre llamado Florencio Udog, observó esto y notó los argumentos bíblicos que presentaron los precursores. Por eso les habló y obtuvo el folleto ¿Quién gobernará al mundo? Más tarde, tomó todos los libros que ellos tenían. Para junio de 1935 Florencio Udog quedó solo, pues los precursores pasaron a otro lugar. Sirviendo como publicador no bautizado, él pidió instrucciones por escrito a la sucursal y recibió un ejemplar del Bulletin (ahora en español Nuestro Servicio del Reino). Aunque en aquel tiempo allí solo había el puñado de personas interesadas con las cuales se había comunicado Florencio, a él se le nombró director de servicio del grupito.
Los precursores, después de salir de la ciudad de Cebú, pasaron a la ciudad de Bacolod, en la isla de Negros. Allí se encontraron con el hermano Narciso Samson, que se había mudado desde Manila a aquel lugar para efectuar trabajo seglar. Mientras los tres hermanos estuvieron en la ciudad de Bacolod esperaron hasta las primeras horas de la mañana del 3 de junio de 1935 (2 de junio en los Estados Unidos), para escuchar la transmisión de la conferencia del hermano Rutherford “Gobierno,” transmitida directamente desde Washington, D.C., E.U.A. Les emocionó la clara recepción del discurso. Allá en Manila el director de la sucursal y otros hermanos fueron al estudio de una radioemisora para escuchar la misma transmisión, pero no pudieron oírla claramente debido a interferencia atmosférica. En la ciudad de San Pablo, en la isla de Luzón, otro grupo de precursores oyó la transmisión aquella mañana. Esto verdaderamente hizo que los hermanos de las Filipinas se sintieran más estrechamente unidos al pueblo de Jehová por toda la Tierra en aquel tiempo en que eran tan pocos.
Después de trabajar en la isla de Negros por varios meses, los precursores se mudaron hacia el sur a Mindanao, y llegaron por primera vez a la ciudad de Zamboanga. Allí Conrado Daclan, que se estaba entrenando para formar parte de la Policía Uniformada Filipina, aceptó libros de los precursores, pero perdió la comunicación con ellos y más tarde no los pudo localizar. Supuso que ellos tendrían que enviar informes por correo a su oficina de Manila y por eso se situó cerca de la oficina de correos y esperó por ellos. Después de varios días de haberse mantenido vigilante, finalmente vio a los precursores venir e inmediatamente les pidió ayuda para estudiar la Biblia. Después de tres meses de estudio este hombre se bautizó en el río Zamboanga. Poco después de eso se unió al grupo de precursores en las Visayas y durante la II Guerra Mundial desempeñó un papel importante en difundir la verdad como “siervo de zona.”
AYUDAS PARA DAR EXPANSIÓN AL TESTIMONIO
A parte del testificar de casa en casa con la literatura o el fonógrafo, durante los años treinta los hermanos usaron otro medio de proclamar la verdad por todas las Filipinas. Esto fue por medio del debate público. Los filipinos de aquellos años estaban muy interesados en las discusiones públicas y casi cualquier persona podía ponerse de pie en la plaza pública para hablar, especialmente acerca de religión, y atraer un buen grupo de oyentes. Por eso, los hermanos presentaban un discurso público y permitían después un espacio de tiempo para que les hicieran preguntas. En otras ocasiones se hacían arreglos oficiales para tener debates con líderes de otras religiones, aunque la sucursal no estimulaba esto. El estilo de considerar la Biblia como en foro público hizo mucho para atraer a la gente a la verdad, y muchos de los que ahora son Testigos oyeron primeramente el mensaje del Reino durante un debate o discusión ante el público.
En cierta ocasión en Zamboanga del Sur, por ejemplo, cuando el hermano Liwag se enfrentó a un pastor local en una discusión pública, el que iba marcando el tiempo del debate se interesó en la verdad y ahora es testigo de Jehová. Aunque el estilo de los debates desapareció en los años cuarenta, la costumbre de pronunciar discursos en las plazas públicas y parques todavía fue popular hasta los años cincuenta, y este método de anunciar el Reino ciertamente fue utilizado de lleno por el pueblo de Jehová en este país. Otra cosa que ayudó mucho a llegar a más personas con las buenas nuevas fue el que se publicara más literatura en los idiomas locales.
Por lo tanto, fácilmente se puede ver que el período desde 1935 hasta 1939 fue un tiempo de vigorosa actividad para el grupito de proclamadores del Reino en las Filipinas. Durante ese período de cinco años se distribuyeron casi 500.000 libros y folletos a la gente de todas partes de las islas. Para 1939 se habían establecido catorce congregaciones y había 159 publicadores informando servicio en el campo. Con pocas excepciones, casi toda provincia del país había recibido un testimonio del Reino hasta cierto grado y se habían sembrado las semillas para una abundante cosecha en años posteriores.
SE INTENSIFICA LA OBRA MIENTRAS AUMENTAN LOS NUBARRONES DE GUERRA
Un acontecimiento gozoso en la historia de los testigos de Jehová en las Filipinas tuvo lugar en el Teatro de la Ópera en Manila, el 21 y 22 de marzo de 1940. Allí, en el mismo salón que usó el hermano Russell en 1912, la sucursal de la Sociedad hizo arreglos para celebrar la primera asamblea grande del pueblo de Jehová que se celebraría en este país. Hermanos de varias partes del país asistieron y participaron en anunciar el discurso público “Gobierno y paz,” que sería una grabación del discurso que había pronunciado el hermano Rutherford en el Madison Square Garden de la ciudad de Nueva York el 25 de junio de 1939.
Por medio de marchas de información con cartelones se dio un impresionante testimonio a los residentes de Manila. Los hermanos, separados unos de otros por de seis a nueve metros, caminaban con cartelones que enfrente decían: “La religión es un lazo y un fraude” y detrás instaban: “Servid a Dios y a Cristo el Rey y vivid.” También se usaron hojas sueltas para anunciar el discurso público. El 22 de marzo, cuando se tocó el discurso “Gobierno y paz” en una máquina de transcripción, un auditorio de más de 300 personas escuchó atentamente.
Después de esta primera asamblea, para efectuar la obra con mayor eficacia, nueve precursores recibieron el nombramiento de “siervos de zona,” lo que hoy llamamos superintendentes de circuito. En aquellos días, sin embargo, ellos abarcaban una zona amplia en sus viajes. El nombramiento de estos siervos de zona ciertamente fue oportuno, puesto que habían de desempeñar un papel vital durante los siguientes años críticos.
Con el servicio sistemático de los siervos de zona en sus “zonas” respectivas, nuestras actividades adelantaron a paso más rápido y con más facilidad que nunca. Nueve congregaciones nuevas se establecieron en 1940 y ocho en 1941, de modo que en aquel año el total ascendió a 31 congregaciones con 373 publicadores. En 1940 y 1941 se distribuyeron 300.000 libros y folletos, y 108.548 personas escucharon los discursos grabados del hermano Rutherford. Al Memorial celebrado el 11 de abril de 1941 asistieron 621 personas, 16 de las cuales participaron de los emblemas.
En enero de 1940 se dio alguna expansión a la sucursal algo apretujada de la avenida Rizal en Manila, por medio de alquilar más espacio en el mismo edificio de apartamientos. Pero ni siquiera esto bastó para que la sucursal se mantuviera al paso con lo que continuamente se necesitaba. En aquel tiempo el hermano Dos Santos, su esposa y sus dos hijos eran las únicas personas que vivían permanentemente en el hogar Betel, aunque a veces otros hermanos venían al hogar y ayudaban. Para el fin de 1940 se compró una casa mayor, de dos pisos, por ₱4.500,00 (2.250 dólares), casi la mitad de esto pagado por el superintendente de sucursal y el resto obtenido como préstamo de un alemán que se interesaba en la verdad. La nueva propiedad, ubicada en el 1736 de la calle M. Natividad, en Santa Cruz, Manila, era espaciosa, bien ventilada y alejada del ruido y polvo de la avenida Rizal, que era una de las principales vías públicas. El sótano que sirvió de almacén para la literatura, y la oficina y lugares de habitación estaban en el segundo piso. La sala, o gran salón de recepción, sirvió como lugar de reunión para la “Compañía” de Manila.
Poco después de haber comprado esta propiedad, se añadió un nuevo miembro a Betel. Este fue Narciso Delavin, quien había servido de siervo de zona en las provincias del sur. En 1941 dos hermanas se añadieron al personal de la oficina de la sucursal, y así el total de trabajadores de Betel subió a cinco, sin contar a los dos hijos del hermano Dos Santos y su esposa. Ninguno de estos trabajadores solicitaba mesada, puesto que les bastaba para sus necesidades con las contribuciones que recibían por la literatura que colocaban en manos de la gente cuando participaban en el servicio del campo. En aquel tiempo el costo de la vida era bastante bajo en Manila. Por ejemplo, un desayuno consistente en un huevo frito, panecillos y café costaba menos de diez centavos (5c E.U.A.). Por lo tanto, no fue sino hasta después de la II Guerra Mundial que los que trabajaban en Betel en las Filipinas empezaron a recibir una pequeña mesada para sus necesidades personales.
Sin embargo, en medio de tal crecimiento y prosperidad espirituales empezó a dejarse sentir la amenaza de guerra. La segunda guerra mundial ya hacía estragos en Europa, y para julio de 1941 los ejércitos imperiales japoneses tenían casi rodeadas a las Filipinas. El temor de los enemigos en el interior hizo que algunos sospecharan que los del pueblo de Jehová eran espías o eran comunistas, y esto impuso alguna presión al grupito de hermanos que había en este país.
En Balaoán, La Unión, un grupo de precursores fue arrestado porque no obtuvieron una licencia para publicar las buenas nuevas en el pueblo. Cuando otros precursores protestaron en contra de esta acción injusta señalando que ponía una restricción a su libertad de palabra y de cultos, a ellos, también, se les arrestó y acusó de ser comunistas. Los hermanos usaron el folleto de la Sociedad Order of Trial (Procedimiento de juicio) para defenderse y, después de una semana, fueron transferidos a la cárcel provincial de San Fernando, La Unión. Después de pasar un mes en prisión, por la ayuda de un abogado norteamericano que amaba la libertad y que ofreció sus servicios gratuitamente, se les puso en libertad y se les halló inocentes de las acusaciones.
En otras provincias se acusó a los hermanos de ser “quintacolumnistas” o espías para las Potencias del Eje. Los periódicos religiosos estimularon esto al declarar con falsedad que el propósito de la Sociedad era socavar y derribar los gobiernos del hombre. Esas acusaciones injustas no se limitaron a la isla de Luzón, pues hubo informes de que se hicieron también en Mindanao y las Visayas. A veces las acusaciones fueron acompañadas de abuso físico contra los hermanos.
En dos ocasiones la sucursal fue visitada por representantes del Negociado de Inteligencia que investigaban las actividades de los testigos de Jehová. Después de leer alguna literatura, reconocieron que la obra no tenía conexiones políticas, sino que era puramente cristiana. Uno de los representantes le avisó al superintendente de la sucursal que “en caso de alguna mala interpretación por parte de los funcionarios del Commonwealth acerca de su obra, puede simplemente remitir el asunto al negociado.”
La inminencia de la guerra también aumentó los sentimientos de nacionalismo, y hubo mucha discusión acerca de hacer obligatorio el saludo a la bandera en las escuelas públicas y privadas. Tan temprano como en 1939 se había expulsado de la escuela a algunos hijos de testigos de Jehová por no saludar la bandera y, en vista de la objeción religiosa de los Testigos a saludar todo emblema nacional, con frecuencia se les mencionaba prominentemente en los periódicos cuando se daba consideración a este asunto. Finalmente, a todas las escuelas se emitió una circular en la cual se hacía obligatorio el saludo a la bandera debido a una decisión rendida por José Abad Santos, que entonces era secretario de Justicia. No hay duda de que en esto ejerció alguna influencia el resultado del caso de Gobitis en junio de 1940, en el cual el Tribunal Supremo de los Estados Unidos decidió en contra de los testigos de Jehová.
LA GUERRA LLEGA A LAS FILIPINAS
Todos estos acontecimientos culminaron cuando la Fuerza Aérea Japonesa bombardeó a Pearl Harbor en Hawai poco después de las dos de la mañana del 8 de diciembre de 1941, tiempo de las Filipinas. Pocas horas después la ciudad de Davao en Mindanao meridional fue víctima de un ataque aéreo, y al mediodía de aquel mismo día las bases de los Estados Unidos en Clark e Iba, en la isla de Luzón, fueron bombardeadas por aviones japoneses que habían venido de Formosa. La guerra había llegado a las Filipinas.
Pocos días después del primer bombardeo, la sucursal filipina de la Sociedad envió a la oficina central de Brooklyn un telegrama que decía: “Saludos. La obra paralizada. ¡Hermanos resueltos a ‘consolar a todos los que lloran’!” Esa fue la última comunicación que tuvo esta sucursal con la central de la Sociedad en Nueva York hasta que la guerra terminó.
Cuatro días después del bombardeo de Pearl Harbor, como a las diez de la mañana, dos miembros de la Policía Uniformada Filipina fueron a la sucursal en la calle M. Natividad y se llevaron al superintendente de la sucursal para interrogarlo. Elementos religiosos mal intencionados habían informado falsamente a las autoridades que el superintendente de la sucursal era el primer quintacolumnista de las Filipinas. Pocas horas después, tres hermanos filipinos que estaban en la sucursal aquel día fueron también arrestados por los mismos policías. Al llegar al cuartel, les tomaron las huellas digitales y los fotografiaron como se haría con criminales comunes, y al día siguiente se les interrogó. Durante la investigación, si rehusaban contestar directamente a preguntas particularmente capciosas, con frecuencia los golpeaban. Después de esto, los tres hermanos —Narciso Delavin, Agustín Dagdag y Melchor Maninang— fueron arrojados en la prisión Old Bilibid en la calle Azcarraga (ahora avenida C. M. Recto). El hermano Dos Santos, el superintendente de sucursal, ya estaba allí para aquel tiempo aunque se le mantenía separado de los hermanos filipinos. Por dos días no se les dio alimento, pero el hermano Engracio Alinsod les llevó algunas provisiones.
Después de esto, los cuatro hermanos fueron transportados por camión a la Penitenciaria Nacional en Muntinlupa, Rizal, a unos 25 kilómetros al sur de Manila. Allí de nuevo les tomaron las huellas digitales y los fotografiaron y les recortaron el pelo de la cabeza en forma de cruz, supuestamente para indicar que eran traidores contra el gobierno. De nuevo se mantuvo al hermano Dos Santos separado de los demás prisioneros. Lo colocaron en encierro solitario y no le permitían salir a la luz del Sol.
A los hermanos Delavin, Dagdag y Maninang los encerraron en una gran celda con varios sakdalistas, miembros de un movimiento rebelde que abogaba por el derribo del gobierno. Los hermanos les testificaron denodadamente a estos hombres. Para el fin de diciembre de 1941 se anunció que se pondría en libertad a todos los sakdalistas si desde entonces en adelante apoyaban al gobierno y renunciaban a sus creencias políticas. Los tres hermanos inmediatamente les dijeron a los guardias que ellos eran testigos de Jehová y no eran traidores contra el gobierno y por eso no tenían nada a lo cual renunciar. Como resultado de esta declaración firme, se les separó de los sakdalistas, se les dio mejor tratamiento, y más tarde aquella noche se les puso en libertad junto con el hermano Dos Santos.
Mientras el hermano Pedro Navarro, de San Fabián, Pangasinán, a unos doscientos kilómetros al norte de Manila, y otros se dirigían en bicicleta a Manila para conseguir literatura para el servicio del campo se enteraron del bombardeo de Pearl Harbor. Al regresar, vieron que las fuerzas norteamericanas (la USAFFE, Fuerzas Armadas de los Estados Unidos en el Extremo Oriente) estaban situándose a lo largo de las carreteras y playas y que la gente en general estaba abandonando sus hogares y dirigiéndose hacia los cerros. Por eso, al llegar a Pangasinán, estos hermanos también dejaron sus hogares y se fueron con sus familias a los cerros de Lobong, a San Jacinto, Pangasinán.
El 14 de diciembre de 1941, diecisiete de estos hermanos fueron arrestados. Las autoridades militares filipinas les preguntaron si el Reino que estaban proclamando era el gobierno japonés y si Jehová era el nombre de un dios japonés. Los hermanos contestaron claramente que el Reino era el de Dios y que Jehová es el Dios del universo entero. El sargento del ejército entonces extendió una bandera estadounidense y una bandera filipina lado al lado en un tronco de árbol y le ordenó al hermano Navarro que se quitara toda la ropa excepto sus calzoncillos y se arrodillara y besara las banderas. Cuando él permaneció de pie, lo golpearon sin misericordia enfrente de los demás hermanos hasta que cayó al suelo. Cuando se le dijo que se pusiera de pie y lo hizo, inmediatamente lo derribaron de nuevo. Grupos alternantes de cuatro soldados golpearon a este hermano desde el anochecer hasta la una y media de la mañana siguiente, con solo breves intervalos entre las golpeaduras. Como resultado del maltrato el hermano sufrió la dislocación de una costilla.
Esta exhibición de fuerza bruta no hizo que los hermanos que observaban se atemorizaran, como los soldados habían esperado. Puesto que estos Testigos, también, rehusaron transigir, a ellos también los golpearon, les infligieron quemaduras con cigarrillos encendidos y les pusieron balas entre los dedos y luego se los apretaron muy fuertemente. El día siguiente a los diecisiete hermanos los llevaron al cementerio de Manaoag y les dijeron que los iban a fusilar. En vez de eso, los dejaron al sol tropical sin cubierta desde las ocho de la mañana hasta las tres de la tarde antes de que los funcionarios los sometieran a interrogatorio de nuevo. Después de eso, llevaron a los hermanos a la cárcel de la ciudad de Dagupán y los pusieron en libertad dos o tres días después, solo para volver a arrestarlos un día después y aprisionarlos en Tayug, Pangasinán.
Después de más maltrato, durante el cual al hermano Navarro y su tío los encadenaron juntos y golpearon con regularidad en una plaza pública, los Testigos fueron finalmente transportados a Manila en un camión del ejército. Puesto que los japoneses bombardeaban a menudo los puentes y carreteras en aquel tiempo, siempre que venía un ataque aéreo los soldados se ocultaban a un lado de la carretera, pero, con los fusiles apuntados en los hermanos, dejaban a éstos en el camión, para que fueran víctima del bombardeo en la carretera. Sin embargo, los hermanos sobrevivieron, y, al llegar a Manila, se les sometió a investigación en el cuartel de la USAFFE, donde se les absolvió de las acusaciones que se habían levantado contra ellos y se les puso en libertad.
Los Testigos ahora libres permanecieron en Manila unos cuantos días, tratando de ponerse en comunicación con los hermanos, pero hallaron la sucursal cerrada la primera vez que fueron a ella. El día siguiente fueron a la sucursal de nuevo y se alegraron de hallar al hermano Dos Santos, que acababa de llegar después de haber sido puesto en libertad de la Penitenciaría Nacional. Sin embargo, el 26 de diciembre de 1941 las fuerzas norteamericanas habían declarado a Manila ciudad abierta. Los ejércitos japoneses ya estaban marchando hacia la ciudad capital y en pocos días estarían en control completo de Manila. Dándose cuenta de esto, el superintendente de la sucursal instó al hermano Navarro a regresar a Pangasinán, y llevar consigo la mayor cantidad de literatura y otros suministros que pudiera. ¡Cómo se regocijaron los hermanos y hermanas de San Jacinto cuando el hermano Navarro y los demás regresaron sanos y salvos, pues estaban seguros de que el grupo entero de hermanos había sido ejecutado!
Allá en Manila, que estaba bajo amenaza de ser ocupada por los japoneses, el superintendente de la sucursal dio pasos para proteger los intereses de la Sociedad. Puesto que no había duda de que toda propiedad de extranjeros sería confiscada por las fuerzas invasoras, se hicieron arreglos para vender la propiedad de la sucursal en la calle M. Natividad. La literatura se distribuyó a los hogares de varios hermanos de Manila, y los registros de la sucursal fueron destruidos. Cuando los soldados japoneses entraron en Manila el 2 de enero de 1942, pusieron por toda la ciudad avisos en los cuales ordenaban a todos los extranjeros “enemigos” que se presentaran inmediatamente para ser encerrados bajo custodia en la Universidad de Santo Tomás. Así fue que el 26 de enero de 1942 el superintendente de la sucursal entró en este campamento improvisado de prisioneros, donde había de permanecer por tres años, hasta el 13 de marzo de 1945. Su esposa, de ciudadanía filipina, no fue encerrada en prisión con él.
Al principio de su aprisionamiento el hermano Dos Santos pudo tener visitas poco frecuentes de su esposa y otros Testigos, y esto le dio la oportunidad de suministrar consejo útil. Más tarde, cuando el campamento fue puesto bajo control militar, ya no fue posible esto. En cierta ocasión él recibió una carta del hermano Nathan H. Knorr, el nuevo presidente de la Sociedad, informándole de la muerte del hermano Rutherford el 8 de enero de 1942.
CONTINÚA EL CRECIMIENTO DURANTE LA OCUPACIÓN JAPONESA
Durante las penalidades que antes de la guerra causaron las fuerzas combinadas norteamericanas y filipinas y la persecución que después causó la ocupación japonesa de las Filipinas, los Testigos mantuvieron neutralidad estricta. En los Yearbooks (Anuarios) de 1938 y 1939 habían leído que sus hermanos perseguidos de la Alemania nazi se mantenían fieles a Dios, y esto fue para ellos verdadera fuente de estímulo. Además, providencialmente Jehová había hecho arreglos para que el folleto Neutralidad estuviera disponible aquí y fuera usado por los hermanos aun antes de que la guerra llegara a las Filipinas. Por eso, estaban al tanto de su posición bíblica frente a las fuerzas beligerantes que se traslapaban y con frecuencia coexistían.
El aprisionamiento del superintendente de la sucursal y el cierre de la oficina de la Sociedad en Manila no detuvo la proclamación de las buenas nuevas del Reino; tampoco hizo que el pueblo de Jehová creciera con menos ímpetu. Los siervos de zona nombrados permanecieron en su mayor parte en sus zonas asignadas durante este tiempo difícil y atendieron fielmente los intereses del Reino que se les encomendaron como mejor se les hizo posible en medio de las circunstancias.
Al examinar el crecimiento constante de la obra del Reino durante los tres años sombríos de la ocupación japonesa (1942-1945), parece apropiado ver el asunto desde el punto de vista de cinco diferentes secciones del país, cada una con su propia historia distinta: (1) Luzón central y meridional, Manila inclusive; (2) Luzón septentrional; (3) Visayas occidentales; (4) Mindanao septentrional y Visayas orientales; y (5) Mindanao meridional.
LUZÓN CENTRAL Y MERIDIONAL
Una vez que las fuerzas de ocupación japonesas entraron en Manila, la vida se hizo difícil en la ciudad. Por eso, muchas personas se fueron a las provincias. Varios hermanos de Manila se mudaron a un centro de evacuación en el pueblo de Bay en la provincia de Laguna, a unos setenta y cinco kilómetros al sur de la ciudad. Allí todos los hermanos permanecieron juntos, transfiriendo así, en realidad, gran parte de la Compañía (Congregación) de Manila al pueblo de Bay. Celebraban estudios regulares con las últimas publicaciones que tenían. Todo domingo participaban en el servicio del campo y trabajaban sistemáticamente los pueblos y barrios alrededor de Bay. Puesto que estaban cerca de Manila, podían conseguir literatura que había sido almacenada en los hogares de los hermanos antes de la guerra y usaron esta literatura en la actividad de testificar hasta que el suministro se agotó. Después de eso los hermanos comenzaron a prestar los libros a las personas que mostraban interés.
Como resultado de esta difusión de las buenas nuevas desde Bay se habló con la familia Rubio, que vivía en Makiling, Calamba, a unos veinte kilómetros de allí, y pronto todos éstos aceptaron la verdad y se bautizaron. Puesto que eran una familia grande, se les organizó en una congregación separada en Makiling. Más tarde, cuando se hizo peligroso permanecer en Bay debido a los ataques japoneses, los hermanos se mudaron de allí a Makiling y permanecieron con esta familia en la gran porción de terreno que ellos tenían. Desde allí testificaron a las zonas de alrededor, entrando hasta en la provincia de Batangas, y muchas veces saliendo de su hogar a las tres de la mañana con antorchas que les alumbraban el camino hasta llegar al territorio al amanecer. Debido al peligro de las patrullas japonesas o las guerrillas filipinas, a menudo los hermanos tenían que separarse unos de otros. Por eso, siempre llevaban una cuenta de cuántos eran antes de salir y al regresar.
Sin embargo, no todos los hermanos salieron de Manila cuando estalló la guerra. Algunos permanecieron en la ciudad, se reunieron para estudiar en varios hogares, y continuaron declarando las buenas nuevas hasta el grado que les fue posible. En la ciudad colindante de Pasay había un grupo activo de publicadores, y en 1943 éstos hasta hicieron arreglos para tener una asamblea pequeña con Testigos que vinieron de la provincia de Pampanga.
Al norte de Manila, en las llanuras centrales de Pampanga y Bulacán, un joven hermano llamado Rubén Lacanilao fue nombrado siervo de zona durante la guerra. Este hermano pudo ayudar a muchas personas a aprender la verdad, entre ellas a los miembros de su propia familia. Estos nuevos discípulos, al darse cuenta de la importancia del bautismo en agua después de leer el libro Riquezas, se bautizaron mientras llevaban ropa blanca y cantaban canciones del Reino (compuestas por el hermano Lacanilao y con melodías mundanas). Durante el primer año de la ocupación, cincuenta personas se bautizaron en este grupo, y otras cincuenta mostraron mucho interés y se asociaron con los hermanos. Aunque había una sola congregación en aquella zona, se celebraban reuniones en tres diferentes lugares por alternación, a saber, en Mandili, Batasán y Pampangsapa.
Durante este tiempo se formó el movimiento Hukbalahap para combatir a los japoneses. Esta expresión es una forma abreviada de la expresión en tagalo Hukbo ng Bayan laban sa Hapon, o “Ejército del Pueblo contra el Japón.” Se les llamaba Huks para abreviar. Después de la guerra, éstos permanecieron activos en actividad subversiva contra el gobierno filipino, y por esto se les declaró fuera de la ley después.
En cierta ocasión, cuando unos ochenta y cinco hermanos se habían reunido para estudiar en un hogar privado, aconteció un fiero encuentro entre los Huks y los soldados japoneses a solo treinta metros de la casa. Los hermanos permanecieron donde estaban, pues pensaron que mostraría falta de fe en Jehová el huir y esconderse. Ni uno de ellos recibió daño aunque varios individuos no militares fueron muertos por balas perdidas durante el combate, que duró cinco horas.
Porque rehusaban unirse a los Huks y pelear contra los japoneses, muchas veces se sospechó que los Testigos favorecían a los japoneses. Los Huks trataban con regularidad de reclutar a los hermanos para la guerra de guerrillas. Especialmente se interesaron en el hermano Lacanilao, puesto que era buen discursante y buen organizador y ellos creían que poseía alguna “sabiduría oculta” debido a que él había tenido alguna conexión con el espiritismo y solía predecir acontecimientos futuros antes de aprender la verdad. Al principio trataron de atraerlo con ofertas de un puesto encumbrado en su organización; más tarde usaron presión. Pero él se mantuvo firme en su neutralidad y continuó sirviendo a los hermanos como siervo de zona, visitando a las congregaciones de todas las provincias centrales de Luzón para fortalecerlas.
Este hermano traducía con regularidad al pampango artículos de Atalayas pasadas para el beneficio de los hermanos. Escribía a máquina o a mano su traducción. Esto entonces se prestaba a diferentes familias. Los cabezas de familia preparaban preguntas sobre cierta sección y las entregaban al conductor del estudio. El texto diario se traducía del último Yearbook (Anuario) disponible, y cada familia lo consideraba después de entonar unos cánticos. Poco a poco, el hermano Lacanilao también tradujo a pampango el libro de la Sociedad Hijos, de este modo: traducía oralmente mientras un grupo de catorce hermanos sentados en círculo alrededor de él copiaban lo que él decía. Puesto que los Huks lo andaban buscando, él traducía a escondidas, como en cierta ocasión en que estuvo trabajando en una choza en el centro de un campo de sandías, mientras afuera los hermanos vigilaban por si venían visitantes. Si venía gente, el hermano Lacanilao escondía su máquina de escribir debajo de otras cosas en un cesto de mimbres y fingía que estaba haciendo otra cosa.
Puesto que el material que se traducía se seleccionaba de modo que edificara a los hermanos en la fe, se les fortaleció bien, en sentido espiritual, para las dificultades que afrontaban. Puesto que se les capturó e investigó muchas veces, con frecuencia escaparon de morir solo por la intervención de parientes que estaban con el movimiento de los Huks. En cierta ocasión, sin embargo, el hermano Armando Sarmiento, un superintendente presidente, fue capturado, colgado cabeza abajo desde un árbol y muerto al ser usado como blanco para lanzar cuchillos. Así murió en fidelidad a Jehová como persona que rehusó violar su neutralidad cristiana.
A pesar de la situación crítica, hubo ocasiones en que los hermanos pudieron reunirse para “asambleas de zonas.” En septiembre de 1943 se reunieron en el barrio Mandili, en Candaba, Pampanga. Invitaron a los hermanos de la ciudad de Pasay y Manila, así como a un gran grupo de Angat, Bulacán.
Así, los hermanos de la parte central de Luzón se mantuvieron activos y fuertes en la fe durante la guerra. Al terminar la guerra, el hermano Lacanilao continuó edificando a los hermanos bajo la dirección de la oficina sucursal hasta cierto día, el 9 de julio de 1945, cuando unos Huks irrumpieron en su hogar y exigieron pistola en mano que fuera con ellos a pelear contra el gobierno filipino. Cuando él rehusó firmemente, el berdugo (verdugo) contó hasta tres y le disparó a quemarropa enfrente de sus hermanos y hermanas. Él vivió por media hora después de eso, y para consolarlo su familia entonó un cántico del Reino intitulado “¡Adelante, marcha hasta la muerte misma!” Este fiel hermano pasó sus momentos finales animando a su familia a ser fiel y considerando la esperanza segura de la resurrección.
En febrero de 1945 llegaron las fuerzas norteamericanas y pusieron en libertad a los prisioneros que estaban en la Universidad de Santo Tomás. El hermano Dos Santos recibió tratamiento del Ejército de los Estados Unidos y finalmente fue puesto en libertad el 13 de marzo de 1945. Pesaba solo treinta y seis kilogramos en aquel tiempo, en contraste con los sesenta y un kilogramos que pesaba cuando fue internado. Contando acerca de lo que experimentó en la prisión hacia el fin del tiempo que pasó allí, dice: “En los últimos meses hubo hambre aguda. Cada persona recibía cada día un plato de agua de arroz rala con sal. Echábamos en el estómago vacío cualquier cosa, como cáscaras de batata, cizaña y cualquier otra vegetación que pudiéramos recoger en el patio del campo, para por lo menos soportar mejor la horrible hambre.”
Aunque al principio el hermano Dos Santos había sido el único Testigo en aquel campo de prisioneros, en enero de 1944 se le unieron otros dos; el hermano Van Bolin y su hijo de veinte años, John. El hermano Bolin había sido licenciado de las fuerzas armadas norteamericanas y había regresado a las Filipinas en 1941. Junto con su hijo, se había resuelto a servir de precursor. Los dos recibieron la asignación de servir en la ciudad de Zamboanga, pero poco después de su llegada empezó la guerra y en mayo de 1942 los japoneses los encerraron en prisión en la ciudad de Zamboanga. En 1944 fueron transferidos a la Universidad de Santo Tomás, donde los encontró el hermano Dos Santos. Hicieron arreglos para estudiar juntos con regularidad y celebraron el Memorial aquel año dentro del campo de prisioneros.
Durante el tiempo de su aprisionamiento estos tres hermanos habían usado toda oportunidad que tuvieron para compartir la verdad con sus compañeros de prisión. También habían mantenido su integridad para con Jehová Dios.
Tan pronto como el hermano Dos Santos fue puesto en libertad, estableció la sucursal en alojamiento temporario en el apartamiento de un médico en la calle Oroquieta, en Manila. Aquí tuvo una reunión feliz con los hermanos que vinieron de varias provincias, y se regocijó al enterarse de la excelente obra que se había hecho en Luzón central y Luzón meridional durante los años de la guerra. También lo visitaron hermanos procedentes de Luzón septentrional.
LUZÓN SEPTENTRIONAL
Durante el principio de la ocupación los hermanos de Luzón septentrional disfrutaron de un tiempo relativamente libre de dificultades, y por eso la obra pudo seguir adelante sin percance. El tiempo del Memorial les ofrecía la oportunidad de reunirse, y lo hicieron durante cada uno de los cuatro años. El primer Memorial se celebró en Caba, La Unión, poco tiempo después de haber comenzado la ocupación en 1942, y concurrieron aproximadamente 100 personas.
Desde 1943 hasta 1945 el siervo de zona, el hermano Benjamín Sampana, hizo arreglos para celebrar “asambleas de zona” al tiempo del Memorial. En estas reuniones se daban instrucciones para el servicio del año siguiente y se asignaban precursores para testificar en pueblos específicos. Aunque en aquellos días no se llevaron cuentas exactas, está claro que la concurrencia a la asamblea de 1945 fue más de cinco veces la del Memorial que se celebró en 1942. Esto mostró que Jehová estuvo dando aumento durante los años de la guerra.
En el tiempo entre estas asambleas memorables los publicadores y precursores continuaban declarando las buenas nuevas y reuniéndose para estudiar el libro Hijos, la última publicación de la Sociedad que les estaba disponible. En algunos lugares les fue aconsejable a los hermanos cambiar el lugar de la reunión cada semana, tanto porque les convenía como para no atraer la atención de las autoridades japonesas.
Para fines de 1944 los norteamericanos comenzaron a efectuar incursiones de bombardeo periódicas en las Filipinas. Esto hizo que las fuerzas de ocupación japonesa impusieran controles más firmes sobre la gente. Al mismo tiempo, las guerrillas se habían mobilizado, y los testigos de Jehová se encontraron entre dos fuegos, por decirlo así. Por eso, en algunos sectores los hermanos se vieron obligados a huir de sus hogares. Los de La Unión se fueron a los cerros y la selva, y en la ciudad de Baguio los Testigos se refugiaron en cuevas como protección contra el bombardeo. Dondequiera que iban, llevaban consigo su literatura y continuaban estudiando la Palabra de Dios.
A pesar de las precauciones que tomaban, los hermanos no podían evitar todo contacto con las fuerzas en oposición, y muchas veces fueron golpeados por espías japoneses o por guerrilleros filipinos. Arriba en el norte, en Bucay, Abra, el hermano Isabelo Taeza y su grupo de precursores, catorce de ellos en total, fueron arrestados por los japoneses. Los catorce hermanos fueron aprisionados, y se les iba a ejecutar unos días después. Todas las noches los golpeaban con un pedazo de madera o el mango de un pico. Por tres días no les dieron alimento. Cuando llegó el día de su ejecución, los japoneses le notificaron esto al alcalde del pueblo, como acostumbraban hacerlo. El alcalde, en cambio, informó el asunto a los parientes de los hermanos, pero, cuando supo que algunos de éstos eran amigos íntimos de él, intervino a favor de los Testigos condenados a muerte. Felizmente la ejecución fue detenida y los hermanos fueron puestos en libertad. ¡Ciertamente en aquella ocasión los hermanos sintieron la mano protectora de Jehová sobre ellos!
Más tarde, el mismo grupo cayó en las manos de los guerrilleros, que exigieron que se unieran a ellos o serían muertos. Por temor, uno o dos de estos precursores transigieron en esta ocasión, pero la mayoría se mantuvo firme y no recibieron daño. Este grupo de precursores hizo mucha obra excelente en aquellos tiempos difíciles, y tuvieron el privilegio de establecer las congregaciones de Abulug y Clavería en la provincia de Cagayán, así como fortalecer a los hermanos de la Congregación de Bucay, Abra.
Así, en la isla de Luzón la obra del pueblo de Jehová progresó continuamente durante la ocupación. Pero ¿cómo les fue a los hermanos en las islas meridionales, como las Visayas occidentales?
VISAYAS OCCIDENTALES
Para cuando la guerra estalló, se habían establecido congregaciones en la ciudad de Bacolod, la ciudad de Iloilo y la ciudad de Cebú, una en cada una de las tres islas principales de esta zona. Veamos lo que les sucedió a los hermanos en estos lugares desde 1942 a 1945.
Cuando la guerra estalló, los hermanos de la ciudad de Bacolod se mudaron a las montañas de Kabatangán y continuaron testificando y reuniéndose allí. Vivían en chozas pequeñas y acampaban como grupo, y funcionaban precisamente igual que una congregación, con reuniones regulares y arreglos para el servicio en el campo. En cierta ocasión, la gente de aquel sector se enteró de que una patrulla japonesa se acercaba y todos excepto los Testigos se escondieron. Los hermanos cerraron todas las puertas y ventanas y permanecieron en silencio dentro de sus chozas, orándole a Jehová. Todos los que huyeron y se escondieron fueron capturados por los japoneses, pero el pueblo de Dios no fue tocado. Después de quedarse por corto tiempo en las montañas, al grupo se le hizo posible regresar a la ciudad de Bacolod, donde permanecieron y continuaron su servicio a Jehová, por el resto del tiempo que duró la guerra.
Cuando los japoneses ocuparon la ciudad de Iloilo los hermanos se fueron al barrio de Buntatala en Leganes, en las mismas afueras de la ciudad. Allí tuvieron sus reuniones en la casa de la familia Gustilo. En cierta ocasión celebraron el Memorial allí con la concurrencia de varios hermanos de la ciudad de Bacolod. Más tarde, cuando se hizo demasiado peligroso estar en aquel lugar, los hermanos se mudaron al terreno del hermano Blas Pamplona en el barrio de Bilidán, en Santa Bárbara, Iloilo, donde había más tranquilidad.
En Bilidán los hermanos construyeron sus hogares en el terreno del hermano Pamplona, y edificaron un Salón del Reino para las reuniones. Durante el día cultivaban la tierra, y cada familia participaba de los productos, y por la noche estudiaban la Palabra de Dios juntos, usando los libros Salvación e Hijos, traducidos oralmente por el hermano Manuel Enicola a hiligaynon a medida que consideraban el material. Más tarde, uno del grupo ofreció algún capital y los hermanos entraron en un negocito de compra y venta para mantenerse. Viajaban a varios pueblos para vender sus mercancías, y testificaban a medida que lo hacían; a veces pronunciaban discursos públicos. De este modo pudieron testificar a los pueblos de Dingle, Santa Bárbara, Cabatuán, Lucena, Leganes, Zárraga, Barotac Nuevo, Lambunao, Janiuay y Calinog.
Puesto que el hermano Manuel Enicola había sido estenógrafo de tribunal, el ejército lo invitó a ser estenógrafo para la corte marcial en aquella zona. Pensando que esto le presentaba la oportunidad de dar un ‘testimonio delante de reyes y gobernantes,’ él fue al campamento para explicar por qué no podía aceptar el puesto que se le había ofrecido. (Mat. 10:18) Esto resultó en que lo encerraran en el Campamento de Detención del Regimiento, donde se le alimentó solo con arroz cocido. Más tarde, ni siquiera esto venía, de modo que los prisioneros tomaban grandes tragos de agua para apagar los dolores del hambre. Señales de la llegada de las fuerzas norteamericanas salvaron a este hermano de peor suerte, y nunca se presentaron acusaciones contra él. Más tarde, estudió en la Escuela de Galaad de Nueva York y por un tiempo sirvió en calidad de miembro de la familia de Betel en Ciudad Quezón.
Allá en la ciudad de Cebú, los hermanos se vieron en mucha dificultad desde el mismo principio de la guerra. El hermano Leodegario Barlaan y la hermana Natividad Santos, que más tarde llegó a ser su esposa, estaban de precursores en Cebú junto con varios otros hermanos en aquel tiempo. Las autoridades gubernamentales los acusaron de ser quintacolumnistas y los encerraron en prisión por cinco días en Tuburán, Cebú. Se enviaron muestras de su literatura al cuartel militar, pero de allá vino un telegrama ordenando que se pusiera en libertad a los testigos de Jehová, lo cual los libró de esta falsa acusación. Se les dijo que no les testificaran a la gente, pero los hermanos ‘obedecieron a Dios más bien que a los hombres’ y siguieron adelante con su obra, usando su buen surtido del libro Hijos y el folleto Final de las potencias del Eje... Consolad a todos lo que lloran. (Hech. 5:29) Dos semanas después se les arrestó de nuevo y se les encerró en prisión, esta vez en la ciudad de Cebú. Aunque el funcionario encargado fue bondadoso, les explicó que si se les permitía proclamar su mensaje públicamente desanimarían a otros de pelear en la guerra. Sin embargo, cuando los japoneses empezaron a bombardear la ciudad, todos los prisioneros fueron puestos en libertad. De modo que de nuevo estos Testigos se vieron libres.
Para fines de 1942 el hermano Barlaan y la hermana Santos fueron arrestados de nuevo, esta vez por los guerrilleros filipinos, quienes trataron de hacer que los hermanos firmaran una declaración jurada en la cual declaraban que eran espías japoneses. Cuando se negaron a hacer esto, a estos fieles cristianos se les sometió a un juicio burlón, se les envió a los cuarteles centrales de los guerrilleros y entonces se les hizo pasar a varios campamentos de guerrilleros por espacio de ocho meses y efectuar trabajos forzados. En cierta ocasión se les exigió que cantaran una canción patriótica, pero ellos entonaron un cántico del Reino en vez de aquello. En junio de 1943 estos Testigos perseverantes fueron puestos en libertad, pues finalmente habían convencido a los guerrilleros de que eran cristianos neutrales, no espías japoneses.
Aunque cuando se les puso en libertad el hermano Barlaan y la hermana Santos solo tenían la ropa gastada que habían estado usando, inmediatamente empezaron a declarar las buenas nuevas de nuevo. Providencialmente, un jovencito les habló acerca de una persona que vivía cerca que también era Testigo. Resultó que éste era un hombre que se interesaba en la verdad y que había leído el libro Creación, de la Sociedad. Este individuo hospitalario invitó a todo el grupo de precursores a alojarse con él, y por un tiempo ellos usaron su casa para tener estudios semanales. Los hermanos pasaban una semana testificando y la siguiente ganándose su sustento, el hermano Barlaan por medio de sembrar maíz en el terreno del amo de casa y la hermana Santos por medio de tejer sombreros que vendía en el mercado por ₱1,00 (50c E.U.A.) cada uno. De este modo, por la ayuda generosa del bondadoso amo de casa, pudieron comprar ropa nueva. Después de dos meses de estudio, este hombre interesado en la verdad fue bautizado por el hermano Barlaan.
Para este tiempo había once precursores en el grupo. Estos trabajaron en las montañas de Tuburán y los pueblos de Sugod, Catmon, Carmen y Danao, hasta llegar con el tiempo a la ciudad de Toledo en la costa occidental de la isla de Cebú. En este último lugar establecieron un estudio de La Atalaya (usando números pasados de las revistas) así como un estudio en cebuano del folleto Descubierta. Para el tiempo en que terminó la ocupación japonesa en 1945, muchas de las personas interesadas a quienes se halló en estos lugares se habían bautizado.
Debido a las malas condiciones en cuanto a comunicación, los hermanos de las Visayas occidentales no pudieron comunicarse con la sucursal inmediatamente después de haber terminado la guerra. Ninguno de ellos excepto un puñadito asistió a la primera asamblea de la posguerra en Lingayen durante noviembre de 1945. De hecho, la primera asamblea a la cual asistió la mayoría de ellos en Luzón fue la que se celebró en Manila en marzo de 1947 durante la primera visita del hermano N. H. Knorr a las Filipinas. Sin embargo, siguieron adelante declarando las buenas nuevas, y en marzo de 1946 los hermanos de habla hiligaynon hicieron arreglos para tener una asamblea por su propia iniciativa en Santa Bárbara, Iloilo.
MINDANAO SEPTENTRIONAL Y VISAYAS ORIENTALES
Después de la asamblea en el Teatro de la Ópera en Manila en 1940, el hermano Conrado Daclan recibió la asignación de trabajar en Mindanao septentrional y las Visayas orientales como siervo de zona. En abril o mayo de aquel año llegó a la ciudad de Ozamis, su primera parada. Allí se halló interés en la verdad y los nuevos a quienes se habló pronto se unieron al hermano Daclan y los demás precursores en la testificación que éstos efectuaban por toda la zona de Mindanao septentrional desde Zamboanga hasta Surigao.
Muchas veces estos hermanos tropezaron con dificultades debido a las presiones de los tiempos de guerra. En Malaybalay, Bukidnón, en el cuartel militar, el hermano Juliano Hermosa fue arrestado bajo acusación de ser espía, pero más tarde fue puesto en libertad. Después de aquello el grupo entero de precursores fue arrestado bajo la misma acusación y aprisionado por unos cuantos días en Gingoog. El hermano Solano, de Manila, estaba con ellos cuando fueron arrestados en aquella ocasión. De nuevo, se les puso en libertad.
En camino hacia el este, los Testigos finalmente llegaron a lo que había de ser su centro de actividad durante el tiempo de la guerra en Buenavista, Agusán. Aquí de nuevo pronto se vieron tras los barrotes de la prisión, aunque los guardias se sorprendían al ver el gozo de los hermanos, que entonaban cánticos de alabanza a Jehová. Los Testigos les hablaron acerca de la verdad a algunos de los guardias y varios de éstos mostraron considerable interés en el mensaje. En este tiempo el hermano Daclan fue entrevistado por funcionarios norteamericanos y él hizo una declaración firmada en respuesta a 75 preguntas que le hicieron. Evidentemente esta información fue enviada a Australia, puesto que poco tiempo después, según informes, se recibió un mensaje desde los cuarteles militares del general MacArthur allí en el sentido de que los testigos de Jehová no eran culpables de actividad de quinta columna. Por eso, se les puso en libertad. Esto fue en la primavera de 1942.
Para aquel tiempo había unos 100 publicadores en la “Compañía” de Buenavista y éstos se dividían en cuatro grupos de menor tamaño. Estudiaban semanalmente el libro Hijos, y también tenían arreglos para reuniones de servicio, aunque éstas consistían principalmente en discursos tomados de las publicaciones de la Sociedad y estímulo a los hermanos para que siguieran declarando las buenas nuevas. Cuando estallaba violencia entre las fuerzas beligerantes, los Testigos mudaban las reuniones de un lugar a otro, y a veces se reunían en los cerros para evitar el combate. Puesto que les gustaba cantar, los hermanos componían poemas bíblicos a los cuales les daban la melodía de himnos protestantes para que sirvieran de cánticos del Reino. Antonio Yangzon organizó una orquesta y Francisco Borja enseñó a los hermanos a cantar en armonía de cuatro partes.
Cuando se cerraron las escuelas públicas debido a la guerra, la “Compañía” de Buenavista hizo arreglos para tener sus propias escuelas, de modo que se organizaron cuatro grupos, cada uno con su propio instructor. Hasta hijos de personas que no eran Testigos asistían a estas escuelas provisionales y daban una contribución a los maestros por la instrucción que recibían. Algunos aprendieron la verdad de esa manera, puesto que como libros de texto se usaban la Biblia y las publicaciones de la Sociedad.
Puesto que la comunicación con la sucursal había sido completamente cortada, el hermano Daclan se encargó de la obra en aquella zona hasta que se restauró el contacto con la Sociedad. Durante aquel tiempo se establecieron congregaciones en Alegría, Mainit, Placer y Bacuag en la provincia de Surigao, y en Cabadbarán, Esperanza, Las Nieves y Libertad (ciudad de Butuán) en la provincia de Agusán.
Además de la obra que hacían los precursores, a veces los publicadores de Buenavista testificaban en territorios distantes. En cierta ocasión Benjamín Datig condujo a un grupo de treinta hermanos en una visita a la gente de la isla de Camiguín. Esto exigió una caminata de 100 kilómetros a Talisayán, y después un viaje en bote. Puesto que en muchas familias no había nadie que pudiera quedarse atrás y atender a los niñitos, los padres los llevaron consigo. Durante el servicio del campo en los diferentes pueblos de la isla de Camiguín los Testigos fueron arrestados varias veces por los guerrilleros. Además, cuando estos proclamadores del Reino regresaron a la tierra firme, todo el grupo, niñitos y todo, fue aprisionado en Talisayán por ocho días.
Al saberse que en las listas de las personas a quienes buscaban los guerrilleros filipinos estaban los nombres de hermanos prominentes, debido a su posición de neutralidad, los hermanos dejaron de usar sus nombres verdaderos y adoptaron nombres bíblicos. Al hermano Daclan se le llamo “Caleb,” mientras que otros tenían nombres como “Job,” “Sadrac” y “Mesac.” Estos se hicieron tan comunes que ellos rara vez usaban sus nombres verdaderos, y hasta este día los hermanos de aquel tiempo con frecuencia se acuerdan mejor unos de otros por sus nombres bíblicos.
Como en el resto del país, en 1944 se intensificó el combate entre las fuerzas japonesas y los guerrilleros. Esto, en cambio, les produjo mucho sufrimiento a los hermanos en Mindanao septentrional, puesto que ambos lados los odiaban. Javier Pauya, llamado “Job” por los hermanos, fue cruelmente torturado por los guerrilleros y murió poco después de esto debido a enfermedad causada por el maltrato que había recibido. En Nasipit, Agusán, los japoneses mataron a Santiago Sacro y su esposa Dominga y quemaron sus cadáveres junto con la casa de ellos. Por una noche entera, Isidro Monta estuvo atado a un árbol lleno de hormigas rojas que lo picaban, pero sobrevivió y no transigió. A otros hermanos los desnudaron y golpearon severamente cuando rehusaron cargar balas para los guerrilleros.
En medio de esta cruel persecución, el siervo de zona hizo arreglos para la celebración de una asamblea en Bacuag, Surigao, para fines de 1944. A ella asistieron hermanos de las provincias de Agusán y Surigao, y se pronunciaron discursos con el propósito de edificarlos en la fe. En la asamblea se estimuló a seguir anunciando las buenas nuevas y se pidió voluntarios para testificar en territorios aislados. Unos cincuenta hermanos y hermanas de catorce a treinta años de edad se ofrecieron voluntariamente, y fueron a trabajar primero en las islas de Siargao a las afueras de Surigao. Estas islas estaban relativamente libres de disturbio, y por eso los Testigos sirvieron allí sin molestia, y hallaron buen interés y establecieron congregaciones en Dapa, Tuburán, Burgos y Numancia. Pronto hubo un conjunto de unos 300 hermanos testificando allí.
Mientras estaban en estas islas, los hermanos construyeron un barco de vela fuerte que tenía cabida para sesenta personas y que se usó para testificar en varios lugares. Dieron al barco el nombre de “Mizpah” (Mispá). Más tarde, añadieron otros dos barcos a la “flota,” a saber: “Theocracy I” y “Theocracy II” (Teocracia I y Teocracia II). Un grupo de hermanos llenó la embarcación “Mizpah” y salió cierto día a un campo más lejano, con el objeto de llegar a las dos grandes islas de Leyte y Bohol. Para ese tiempo las fuerzas japonesas estaban siendo echadas de las Filipinas, pues las fuerzas de avance del general MacArthur habían desembarcado en Leyte allá en octubre de 1944.
Al desembarcar en Liloan, Leyte, los Testigos se dividieron en dos grupos y visitaron las secciones oriental y occidental de Leyte respectivamente. Se hizo buen trabajo en este viaje y se establecieron congregaciones en Santa Paz, Sogod y Nahawong. Cuando los del primer grupo llegaron a Maasin, salieron en la “Mizpah” una vez más y se dirigieron a la isla de Bohol. Al desembarcar en Ipil, Talibón, Bohol, en el norte de la isla, este grupo conducido por Benjamín Datig se dividió en tres y, puesto que la isla tiene forma más o menos circular, un grupo se dirigió hacia el este, el otro hacia el oeste y el tercero hacia el sur, penetrando en la isla. De esta manera trabajaron la isla entera de más de cuarenta pueblos y se encontraron en Tagbilarán, la capital provincial.
En este viaje, estos Testigos encontraron en Sevilla, Bohol, a otro grupo de personas que se interesaban en la verdad. Estaban estudiando la Biblia juntos con las publicaciones de la Sociedad, aunque nunca se habían asociado con el pueblo de Dios. Antes de la guerra, Salvador Maleza había obtenido algunas de nuestras publicaciones de un hermano que estaba testificando en la calle en Manila. Salvador empezó a leerlas durante la ocupación japonesa. Aunque era guerrillero, empezó a cambiar muchas de sus costumbres, y rehusó ir a funciones sociales por lo que había aprendido de las publicaciones. Un compañero guerrillero de él, Ignacio Digao, notó el cambio en Salvador y se interesó en la verdad también. Por eso, ellos, junto con otros, empezaron a estudiar como grupo, examinando la Biblia capítulo por capítulo. ¡Cómo se alegraron al ver a los hermanos visitantes en aquel tiempo y obtener más conocimiento! Después de la guerra estas personas se bautizaron.
Desde Bohol el grupo fue a unirse a los demás hermanos que habían quedado en Leyte y juntos volvieron en la “Mizpah” a las islas de Siargao. Los azotó un fuerte tifón mientras viajaban y un jovencito cayó al agua, pero el hermano Daclan se lanzó al agua tras él y lo salvó y no se perdieron vidas. Después de esto se siguió trabajando en Bukidnón y Misamis oriental, y como resultado se establecieron las congregaciones de Balintad, Lumbia e Imbatug.
Los hermanos hicieron muchísimo trabajo enérgico en esta sección durante la guerra, y como resultado de ello se establecieron muchas congregaciones para 1946, cuando se restauró la comunicación con la sucursal. El hermano Daclan fue a Manila para dar un informe personal a la sucursal en aquel año y desde entonces la obra fue dirigida de nuevo desde la sucursal de la Sociedad.
MINDANAO MERIDIONAL
Antes de que estallara la guerra, un grupo de seis precursores, junto con algunas personas que mostraban interés, estuvieron testificando en la ciudad de Davao en el Mindanao meridional. Estos se reunían con regularidad para estudiar la Biblia en el hogar del hermano Cipriano Sepúlveda. Salvador Liwag, que había sido asignado como siervo de zona para aquel sector, era uno de ellos, y con él estaban los hermanos Desiderio Pauya, Lino Ilaguison y Felino Comidoy, así como las hermanas Purificación Bennett y Elvira Alinsod. Cuando los japoneses desembarcaron en Davao en diciembre de 1941, el hermano Ilaguison estaba en la isla de Samal a cierta distancia de la ciudad de Davao, mientras que el resto de los Testigos se fue a la provincia de Cotabato, junto con muchas otras personas que huían de los ejércitos de ocupación.
Por muchos días el grupito estuvo atravesando bosques profundos, durmiendo entre las raíces de los árboles y tratando de arrancarse las sanguijuelas que les chupaban la sangre. Bebían el agua del roten cuando no había agua fresca disponible. Esta planta se parece un poco a la caña de azúcar y cuando se le hace un corte horizontal secreta un agua dulce que sirve para calmar la sed. Los invasores japoneses no estaban muy detrás del grupo que huía y a veces venían aviones que dejaban caer hojas impresas en las cuales se estimulaba al pueblo a someterse a los invasores. Una hoja tenía una fotografía del papa bendiciendo a unos niños, e instaba a todos a cooperar con la “Esfera de Co-prosperidad del Asia Suboriental.”
Una vez que llegaron a Cotabato, los hermanos y las hermanas consideraron la Palabra de Dios tanto con los residentes locales como con los que habían salido de Davao y se habían establecido allí. En el pueblo de Pikit los Testigos recibieron la amigable acogida de un hombre que había obtenido alguna literatura antes de la guerra. Por medio de él conocieron a dos de sus parientes, Pedro y Aniano Brillas, quienes aceptaron la verdad y están entre el pueblo de Jehová hasta este día. Cuando las fuerzas japonesas finalmente ocuparon a Cotabato, los hermanos se vieron obligados a seguir mudándose de lugar en lugar para evitar que los reclutaran para trabajar en las guarniciones japonesas. Acampaban en los cerros cuando se hacía peligroso permanecer en el pueblo mismo. Esto de que los hermanos estuvieran moviéndose de un lado a otro de esta manera resultó ser una bendición, aunque no pareciera serlo, puesto que fue en aquel tiempo que por primera vez se puso en contacto con la verdad a varios de nuestros superintendentes y siervos ministeriales de hoy, especialmente los de Kabacán y Kidapawan. En este último pueblo, un hombre llamado Guillermo Alegado se alegró al ver a los hermanos, puesto que en una ocasión anterior había estudiado la Biblia en Hawai con el hermano Dos Santos, antes de que éste viniera a las Filipinas. La entera familia Alegado entró en la verdad. Además de las familias Alegado y Brillas, otras personas a quienes se comunicó la verdad en aquel tiempo fueron Antero y Macario Baswel, Alfredo Nadong, Anastacio Gonzales, Arsenio Bermúdez y Manuel Gamponia.
En cierta ocasión, unos guerrilleros arrestaron a unos hermanos por sospechar que eran espías japoneses. Cuando se enteraron de que Pedro Brillas había sido soldado, lo golpearon sin misericordia. A cuatro de los hermanos los mantuvieron una noche con ellos y entonces los internaron profundamente en la selva para meterlos en prisión. Fueron puestos en jaulas pequeñas como las que se usan para transportar cerdos vivos, y estas jaulas eran tan pequeñas que los hermanos no podían ni acostarse ni estar de pie, sino solamente estar sentados. Los hermanos continuaron dando testimonio, hasta en medio de estas condiciones, y, como resultado de ello, uno de los que los vigilaban, Lorenzo Hersan, aceptó la verdad y más tarde se bautizó. Los hermanos permanecieron en cautiverio por casi dos meses antes de que se les pusiera en libertad cuando intervino a favor de ellos un pariente de los hermanos Brillas.
Llegó el tiempo en que la mayor parte de la literatura de los hermanos se perdió o se destruyó con el uso y solo les quedaron unas cuantas Biblias que algunos tenían. Entonces formaron grupos de seis u ocho, y la mitad de ellos trabajaba una semana para conseguir alimento material mientras la otra mitad iba a testificar. La semana siguiente se hacía lo contrario. Cuando estaban en el servicio, puesto que por lo general había una sola Biblia en un grupo, todos iban a una casa juntos. Un hermano presentaba un testimonio, mientras que otros participaban en contestar cualesquier preguntas que hiciera el amo de casa. De esta manera todos podían participar en dar el testimonio.
Para el otoño de 1944 se estaba haciendo cada vez más difícil mantener la neutralidad. Por eso los hermanos se mantenían juntos en un gran grupo y evitaban las zonas pobladas tanto como podían. Hubo unos 200 de ellos, entre ellos los niños... una “congregación” ambulante, que con el tiempo se establecieron en las selvas cerca de Lamitán, Makilala, Cotabato, al pie del monte Apo, la montaña más alta de las Filipinas.
Aprovechando un momento de calma temporario en medio del guerrear, unos cuantos hermanos y hermanas habían regresado a Davao, donde vivían originalmente. En la isla de Samal hallaron a Lino Ilaguison todavía sirviendo fielmente. A pesar del hecho de que este hermano fue arrestado y encerrado en prisión cinco veces por los japoneses o sus secuaces, pudo establecer varios grupos en la isla.
Cuando las fuerzas norteamericanas llegaron a la tierra firme de Davao a fines de 1944, estos hermanos que estaban en la isla de Samal se mudaron a la tierra firme, deseosos de comunicarse con otros Testigos. Un grupo de unos cincuenta fue primero a Bato, Santa Cruz, Davao, al hogar de Galicano Picot, un hombre interesado en la verdad a quien había hablado el hermano Felino Comidoy. Picot era presidente de la Asociación del Vecindario, que estaba bajo control japonés, pero él aceptó la verdad y testificó activamente a toda persona con quien trataba. Porque por conciencia no podía hacer mucho del trabajo que exigía la Asociación del Vecindario, con el tiempo le quitaron el puesto, por lo cual se alegró. Cuando los cincuenta hermanos de la isla de Samal se alojaron por un tiempo en su casa, los vecinos y parientes lo acusaron de haber dado refugio a disidentes. Pero antes de que se pudiera aprehender a los Testigos él hizo arreglos para que salieran de noche, y ellos viajaron por todo el bosque y las montañas hasta que se unieron a la “congregación” del hermano Liwag al pie del monte Apo.
A la congregación en conjunto se le llamaba “Jehová-Shammah,” y a cada Testigo se le daba un nombre bíblico, como “Joel,” “Jonadab,” “David” y así por el estilo, por algunos de los cuales todavía se conoce a los hermanos hasta este día. Esto se hizo para evitar identificación fácil, puesto que el hermano Liwag especialmente estaba en las listas de “personas buscadas” de los guerrilleros y los soldados japoneses. Si se acercaban extraños al campamento, se usaba la palabra tiki para dar la advertencia a los demás. De paso, esa palabra quiere decir “lagartija” en cebuano.
Durante este espacio de aproximadamente un año, se edificó espiritualmente a la “congregación” con regularidad. El hermano Liwag visitaba por turno cada una de las siete cabañas de ella y conducía estudios en las noches. Puesto que para este tiempo la mayoría de la literatura se había desgastado, él preparaba textos diarios y comentarios con el fin de fortalecer y estimular a los hermanos. Macario Baswel los traducía al iloko y Moisés Supera al cebuano, puesto que el grupo estaba más o menos igualmente dividido en dos agrupaciones lingüísticas. También se preparó material manuscrito acerca de relatos bíblicos, como los de Ester y Rut, y se tradujeron, y esto sirvió de base para consideraciones por el grupo entero cuando se congregaba para sus reuniones una vez a la semana. Leovihildo Comidoy preparaba preguntas sobre este material. Información del libro Hijos se puso en manera simplificada en tres secciones manuscritas separadas y los padres usaban esta información cada mañana para instruir a sus hijos en la Palabra de Dios.
Puesto que el cantar era parte importante de su adoración, Moisés Supera compuso cánticos tanto en iloko como en cebuano. Estos se usaban para abrir y cerrar los estudios bíblicos y las reuniones.
Para suministrar sostén material, cada cabaña tenía su propia tierra de cultivo y los hermanos sembraban arroz y cazabe. Si en una cabaña había escasez, las otras ayudaban con el mismo espíritu que se mostró entre los cristianos primitivos cuando estuvieron juntos en Jerusalén después del día del Pentecostés en 33 E.C. (Hechos 2:42-45) Mientras esperaban su primera cosecha, el grupo se mantuvo con frutas silvestres y raíces, y a veces consumían cerdo salvaje.
Varias veces los Testigos fueron descubiertos por los dos lados beligerantes. En cierta ocasión una patrulla japonesa llevó al hermano Liwag a sus cuarteles, donde el oficial encargado lo interrogó por varias horas. Sorprendentemente, se le permitió irse en libertad después de haber dado un buen testimonio acerca del reino de Jehová. En otra ocasión un grupo de guerrilleros lo anduvo buscando, pero él se escondió en el techo de cortezas de árbol de una casa y no lo vieron.
Debido a que estaban aislados en Cotabato, los hermanos no supieron cuándo terminó la guerra. El superintendente de sucursal había escrito varias cartas a las direcciones conocidas de antes de la guerra tratando de localizar al hermano Liwag, y al fin se le entregó a éste un mensaje en el cual se le daba la instrucción de regresar a Manila. De modo que él partió de donde estaba la “congregación” y se dirigió a Davao para conseguir transportación a Manila.
Para fines de diciembre de 1945 la mayoría de la gran “congregación” partió de su hogar escondido en la selva y caminó hasta Panabo, Davao, una distancia de casi 150 kilómetros. Allí permaneció la mayoría de ellos, esperando instrucciones específicas de la sucursal de la Sociedad. Cuando los hermanos Liwag y Supera regresaron de Manila en octubre de 1946, los hermanos estaban preparados y “listos” para mayor actividad de testificar que en cualquier tiempo antes. Trece empezaron a servir de precursores inmediatamente, mientras que los demás regresaron a sus pueblos y compartieron con otros las buenas nuevas allí. Pronto surgieron muchas congregaciones por toda Davao y toda Cotabato, de modo que hoy hay 238 congregaciones en esta sección del país.
COMIENZA LA REORGANIZACIÓN DE LA POSGUERRA
La guerra había dejado a las Filipinas al borde de la bancarrota. Por todo el país habían desaparecido más de un millón de personas. Cálculos conservadores indicaban que las Filipinas habían perdido aproximadamente dos terceras partes de su riqueza material. Su más grande ciudad había sido devastada hasta tal grado que un historiador alega que solo Stalingrado y Varsovia podían compararse con Manila en destrucción. La ciudad había sido arruinada por bombas de ambos lados del conflicto, así como por el fiero combate de casa en casa en la antigua ciudad murada de Intramuros, un conflicto que puso fin a la batalla de Manila. Hasta dos años después, cuando el que entonces era presidente de la Sociedad Watch Tower, el hermano Nathan H. Knorr, visitó a Manila por primera vez, la ciudad todavía estaba en ruinas. Un informe indicó lo que él observó entonces: “Manzanas y manzanas de la ciudad que habían sido hogares de la gente ya no eran más que campo raso; en verdad era mucho peor que cualquier cosa que se había visto en Europa hace un año.”
De modo que aquel tiempo era tiempo para rehabilitación, para reedificación, y esto aplicaba no solo al país en general, sino también a la estructura de la congregación del pueblo de Dios por toda la Tierra. Había mucho trabajo que hacer.
Cuando el hermano Dos Santos fue puesto en libertad de la prisión el 13 de marzo de 1945, una de las primeras cosas que hizo después de haberse reunido con su familia de nuevo fue reabrir la sucursal en un apartamiento en el 1219-B de la calle Oroquieta, en Manila, al lado de la clínica del hermano Yngson, un médico. La clínica del hermano se usó para celebrar reuniones.
El hermano Dos Santos se puso en comunicación con la sucursal de Brooklyn una vez más, aunque las cartas solo se podían enviar por correo de superficie en la mayoría de los casos, puesto que el uso del correo aéreo estaba limitado a personal militar. Solicitó y recibió ejemplares de todos los números que no se habían recibido de La Atalaya y otras publicaciones, así como información que no habían recibido los hermanos filipinos durante la guerra. De esta manera las cosas empezaron a adelantar de nuevo a medida que la sucursal filipina compensaba por el tiempo perdido y empezaba a ponerse al día con el adelantamiento mundial del pueblo de Jehová.
Mientras tanto, empezaron a llegar informes acerca de los hermanos que estaban en varias partes de Luzón. De éstos y de los informes incompletos que suministraron dos de los siervos de zona se calculó que había unos 2.000 publicadores del Reino en la isla, organizados en 64 congregaciones. Esto quería decir que en aquella zona se habían organizado 31 nuevas congregaciones durante la ocupación. Esto, sin embargo, no incluyó informes de las Visayas ni de Mindanao, puesto que los hermanos de aquellos lugares no se habían comunicado todavía con la sucursal. Hasta estas cifras incompletas revelaban que había habido un tremendo aumento desde 1941, cuando el último informe de antes de la guerra para todas las Filipinas mostró 373 publicadores. ¡Qué bendición de Jehová y qué excelente respuesta era ésta a los esfuerzos resueltos de Satanás el Diablo por destruir la verdadera adoración aquí durante la II Guerra Mundial!
De julio a septiembre de 1945 el hermano Dos Santos visitó y estimuló a varias congregaciones en Luzón. En cierta ocasión en julio se reunió con veinticuatro siervos de congregación (superintendentes presidentes) en Pangasinán en una reunión conjunta que se celebró para ayudar a corregir algunas conjeturas e interpretaciones privadas que habían presentado algunos hermanos durante la guerra y que habían causado alguna disensión. Algunos habían creído que el Armagedón ya había empezado y otros decían que los profetas de la antigüedad habían sido resucitados. Estos malos entendimientos y otros menos serios se corrigieron en aquel tiempo, y eso ayudó a los hermanos a seguir adelante en unión con la actividad de predicar el Reino en el tiempo de la posguerra.
Para septiembre la revista La Atalaya había empezado a recibirse por el correo de nuevo y los Testigos filipinos pudieron disfrutar de un estudio de La Atalaya al día por primera vez en cuarenta y seis meses. Para este tiempo también unos doscientos miembros del grupo que se había separado de la Sociedad Watch Tower en los años treinta expresaron su deseo de asociarse con el pueblo unido de Jehová. Estos fueron recibidos gustosamente y unidos a los hermanos en la obra de la posguerra.
PRIMERA ASAMBLEA DE LA POSGUERRA
Poco después de haber sido puesto en libertad, el hermano Dos Santos había hecho arreglos para la celebración de una asamblea nacional en Lingayen, Pangasinán. El auditorio conocido como Sison Auditorium se consiguió alquilado de las fuerzas armadas estadounidenses, que en aquel tiempo habían obtenido por arrendamiento el uso del auditorio y su terreno circundante del gobierno provincial de Pangasinán. Esta excelente asamblea se celebró del 9 al 11 de noviembre de 1945, y hubo más de 2.000 hermanos y hermanas presentes, casi todos de la isla de Luzón. Hubo sesenta congregaciones representadas allí. El lugar de la asamblea estaba cerca de una playa arenosa rodeada de palmeras, y solo los estragos de la guerra le restaban belleza al lugar, pues la sala misma había sufrido algún daño debido a los bombardeos. No había asientos en el auditorio; de modo que los hermanos se pusieron a trabajar y construyeron bancos de bambú. A los que asistieron a la asamblea se les acomodó en cien antiguos alojamientos del ejército hechos de bambú y palmas de nipa. En los más grandes se podía alojar a cuarenta personas. El comedor abandonado se usó como cafetería, aunque los hermanos prepararon sus propias comidas, pues habían traído con ellos a la asamblea su alimento y utensilios.
Poco después de haber empezado la asamblea y de haber empezado los hermanos a participar en el servicio del campo con cartelones, un sacerdote católico inspiró un esfuerzo por desbaratar la reunión. Convencido por el sacerdote de que la reunión era ilegal, el gobernador provincial en funciones les ordenó a los hermanos que salieran del lugar. Alegó que el permiso que se había obtenido de las fuerzas armadas de los Estados Unidos no era válido, puesto que el gobierno provincial de Pangasinán no había otorgado ningún permiso. Además, alegó que propiedad pública como el Sison Auditorium no podía usarse con fines religiosos. Cuando los hermanos rehusaron cancelar la asamblea, el gobernador envió un miembro de la policía militar para echarlos de allí. Sin embargo, cuando el policía examinó los permisos que tenían los hermanos, no cumplió el mandato inmediatamente, sino que primero consultó con su oficial comandante. El oficial comandante dijo a los Testigos: “Continúen con su asamblea,” y le ordenó al policía militar que ‘protegiera a estas personas.’
De modo que la asamblea siguió hasta concluir con buen éxito bajo la protección de los soldados que habían sido enviados para echar de allí a los hermanos. El discurso público en inglés: “Paz... ¿puede durar?” tuvo una concurrencia de unas 4.000 personas. Otros discursos se pronunciaron en iloko y pangasinán. En el golfo de Lingayen, donde las fuerzas de MacArthur habían desembarcado menos de un año antes, se celebró un bautismo en masa de 119 personas. En esta asamblea se presentó por primera vez el folleto Instrucciones de la Organización, y se hicieron arreglos para demostraciones que mostraran cómo conducir estudios bíblicos de casa eficaces con las personas que se interesaban en la verdad. Esto preparó el camino para mejor dirección en las congregaciones y mejores métodos de enseñanza, de lo cual existía gran necesidad entre los hermanos, la mayoría de los cuales había aprendido la verdad durante los años de la guerra.
Después de la asamblea, el gobernador provincial acusó a los tres hermanos que componían el comité de la asamblea de haber desobedecido la orden de una persona en autoridad. En el Tribunal de Primera Instancia de la ciudad de Dagupán se les halló culpables y se les sentenció a treinta días de prisión. Se apeló de la sentencia y, después de muchas demoras, el caso recibió audiencia en el Tribunal de Apelación. El abogado Emmanuel Peláez, quien más tarde llegó a ser vicepresidente de las Filipinas, defendió a los Testigos en el caso y el tribunal revocó la decisión de la corte inferior.
Esta decisión fue importante, pues suministró un precedente que se usaría con frecuencia en años posteriores para defender el derecho de los testigos de Jehová a celebrar asambleas cristianas en escuelas públicas y en otros edificios públicos por toda la República de las Filipinas.
Poco después de la asamblea de Lingayen empezó la obra de siervo para los hermanos (hoy llamada de superintendente de circuito), y reemplazó la obra del siervo de zona. El hermano Salvador Liwag fue el primer siervo para los hermanos, y visitó todas las congregaciones de la isla de Luzón en aquel tiempo. El 16 de abril de 1946 un total de 4.185 personas se reunieron para celebrar la cena del Señor en todas las islas.
Para agosto de 1946 el local de la sucursal se había hecho demasiado pequeño para atender el rápido crecimiento de la obra del Reino. Precisamente al tiempo apropiado, Jehová abrió el camino para una mudanza a un lugar mayor ubicado en el 2621 Int. 2 Herran, en Santa Ana, Manila. Este era un hogar espacioso de una familia dedicada, que generosamente ofreció este lugar de ellos para que sirviera de oficina sucursal y Salón del Reino. El sótano se usó como almacén para la literatura. Dos de las congregaciones de Manila todavía usan esta casa como Salón del Reino.
Para este tiempo, también, la sucursal filipina recibió treinta y seis cajas de ropa que pesaban varias toneladas. Estos artículos habían sido donados por el pueblo de Jehová en los Estados Unidos para los que habían sufrido tanto durante la guerra. La sucursal distribuyó los artículos de socorro, y 5.046 individuos pudieron recibir una parte. Verdaderamente los hermanos filipinos agradecieron mucho este acto amoroso, que se necesitaba mucho y fue muy apreciado en aquellos tiempos de dificultades.
Al fin de 1946 se celebró la Asamblea Teocrática “Naciones Alegres” del 18 al 20 de diciembre. Esta asamblea fue como un eco de la asamblea internacional que se celebró en Cleveland, Ohio, en agosto de aquel mismo año. Más de 5.000 personas escucharon el discurso público “El príncipe de paz” en el hipódromo Philippine Racing Club, en Santa Ana, Manila.
SEGUNDA VISITA DE UN PRESIDENTE DE LA SOCIEDAD
Un importante paso de adelanto en la historia del pueblo de Dios en las Filipinas se alcanzó durante la Asamblea Teocrática “Naciones Alabadoras” que se celebró del 31 de marzo al 2 de abril de 1947. El primer día, la asamblea se celebró en el Rizal Memorial Coliseum, un coliseo en la calle Vito Cruz, en Manila. Pero debido a que la mala acústica hacía que los programas en los diferentes idiomas casi no se pudieran entender, la reunión de los dos días finales fue transferida al Philippine Racing Club en Santa Ana.
Por primera vez desde la visita del hermano Russell en 1912, un presidente de la Sociedad Watch Tower, N. H. Knorr, había de visitar las Filipinas, y los hermanos estaban deseosos de conocerlo. Esta fue la primera asamblea verdaderamente nacional desde la guerra, y vinieron los hermanos de las Visayas y Mindanao, así como de Luzón. Debido a demoras, el hermano Knorr y su secretario Milton G. Henschel no llegaron sino hasta el 1 de abril. Pero cuando sí llegaron, sus hermanos filipinos les dieron una entusiástica bienvenida.
El último día de la asamblea, el miércoles 2 de abril, el hermano Knorr se reunió con los precursores y por primera vez invitó a hermanos filipinos a llenar solicitudes para asistir a la Escuela Bíblica de Galaad de la Watchtower en los Estados Unidos. Treinta y seis solicitudes se entregaron aquella mañana. Mientras esto se efectuaba, en la bahía de Manila se estaba efectuando un bautismo de 151 nuevos discípulos, con los restos de muchos barcos hundidos, recuerdos silenciosos de la batalla de Manila, a plena vista. En la tarde el hermano Knorr presentó el discurso público “El gozo de todos los pueblos” a un auditorio de 4.200 personas. Todo el discurso fue transmitido por la emisora KZPI, que tenía suficiente poder para alcanzar a todo el país con su transmisión. Al concluir la asamblea, entre otras cosas el hermano Knorr anunció que cuatro graduados de la Escuela de Galaad llegarían a las Filipinas pronto, y esto llenó el corazón de los hermanos filipinos con grandes deseos de ver tal cosa realizada.
LLEGAN LOS PRIMEROS GRADUADOS DE GALAAD
Menos de tres meses después de esta asamblea, o el 14 de junio de 1947, llegaron los primeros tres graduados de Galaad asignados a las Filipinas, y un mes después vino el cuarto. Estos fueron los hermanos Earl Stewart, Victor White, Lorenzo Alpiche y Nick Skelparick.
Los hermanos vinieron a recibirlos en el desembarcadero y los llevaron a la sucursal. Puesto que no había suficiente lugar en la sucursal, los recién llegados fueron alojados temporalmente en una habitación que estaba sobre una tintorería a una manzana de allí. Un mes después los hermanos White y Alpiche fueron asignados a viajar como siervos para los hermanos, mientras que el hermano Stewart fue nombrado para servir de nuevo superintendente de sucursal en lugar del hermano Dos Santos. El hermano Dos Santos y su esposa permanecieron en la sucursal hasta febrero de 1949, cuando empezaron a prepararse para partir hacia el Hawai. El 17 de julio de 1949 partieron de las Filipinas, después de haber desempeñado un papel importante durante los años formativos de la sucursal aquí.
PRIMERAS ASAMBLEAS DE CIRCUITO
Para el fin de 1947 se habían organizado doce circuitos y se empezó a poner en función el arreglo de circuitos en este país. La primera serie de doce asambleas de circuito se extendió desde septiembre hasta diciembre de 1947, y el hermano Stewart sirvió de superintendente de distrito en todas ellas. Esto le dio una excelente oportunidad para ver la condición de los hermanos por todo el país y para familiarizarse con ellos.
Los hermanos filipinos resolvieron dificultades aparentemente invencibles para llegar al lugar de la asamblea. En Surigao un hermano fue el único sobreviviente cuando un barco de motor se hundió durante un tifón. Perdió la mayor parte de sus pertenencias, pero todavía asistió a la asamblea. Cinco tifones barrieron por el país durante la entera serie de asambleas, pero no impidieron que los hermanos asistieran. En Luzón septentrional, unos hermanos llenaron dos balsas y flotaron río Abra abajo desde sus hogares en las montañas para asistir a la asamblea de Vigán. Cuando llegaron a la desembocadura del río, desarmaron las balsas y vendieron la madera para comprar boletos para regresar a casa en autobús después de la asamblea.
En un informe a la oficina de la Sociedad en Brooklyn, el superintendente de la sucursal escribió: “Fue un espectáculo extraño para el hombre acostumbrado a la civilización occidental el observar a estos hermanos llegar a los diferentes lugares donde se celebraban las asambleas. Traían consigo grandes sacos de arroz, líos llenos de alimento, esteras para dormir, muchos niñitos y sonrisas corteses y acogedoras que se iban ensanchando a medida que progresaban las asambleas. Con arroz, leña, una cocinilla de tipo antiguo y una estera donde dormir, tenían atendidas todas sus necesidades materiales.”
En la asamblea de circuito que se celebró en el Salón del Reino de Santa Ana, Manila, una delegación de personas interesadas en la verdad llegó desde el pueblo suburbano de Biñán en la provincia de Laguna. Fue interesante oír sus expresiones acerca de cómo habían aprendido la verdad. En aquel pueblo había más de veinte personas que habían estado asociadas con un grupo que se había separado de los adventistas del séptimo día. Teodoro Reyes era su pastor y ellos habían tenido una capilla en el barrio De La Paz. Al principio estaban esperando la segunda venida de Jesús, pero cierto día un pastor de una provincia cercana vino y les dijo que Jesús ya había venido en poder del Reino en sentido espiritual. El hombre había aprendido esto de una de las publicaciones de la Sociedad, pero no les dijo cuál había sido su fuente de información. Después de mucha discusión, aceptaron esta enseñanza. Más tarde, un representante de la Sociedad Watch Tower Bethel and Pulpit los visitó, y les enseñó asuntos bíblicos por medio de unas hojas mimeografiadas, que también habían sido tomadas de las publicaciones de la Sociedad Watch Tower Bible and Tract. Algún tiempo después, aquellas personas descubrieron de qué fuente estos hombres estaban consiguiendo su información bíblica. Se enteraron de la asamblea que se había de celebrar en Santa Ana, Manila, y enviaron una delegación para ver si ésta era realmente la congregación verdadera de Dios. ¡Cuando la delegación regresó de la asamblea plenamente convencida de que había hallado la verdad, toda la congregación de más de veinte cabezas de familia, entre éstos el “pastor” Reyes, aceptaron la verdad y empezaron a asociarse con el pueblo de Jehová! La capilla fue convertida en un Salón del Reino y éste fue el principio de la Congregación de Biñán de los Testigos de Jehová. Seis meses después todos estos cabezas de familia se bautizaron, y casi todos ellos todavía están sirviendo activamente a Jehová.
En la asamblea de circuito en la ciudad de Baguio, a más de kilómetro y medio de altura, el hermano Stewart y el superintendente de circuito, el hermano Skelparick, conocieron a la única precursora que había en la Provincia de Mountain o Montaña en aquel tiempo, la hermana Rosalía Sotero (ahora Rosalía Delis). Ella había oído la verdad durante la guerra y sirvió para abrir el camino a la proclamación del Reino en la Provincia de Mountain. Puesto que era de la tribu de los igorotes, pudo trabajar entre los igorotes y otras tribus, muchos de los cuales no eran cristianos. Les dio ayuda amorosa y los educó en los caminos justos. Ahora, en 1977, hay 74 congregaciones en lo que entonces se llamaba la Provincia Mountain, y es un gran testimonio para la gente ver el tremendo cambio y mejora que la verdad bíblica ha producido en la vida de estos humildes montañeses.
Así, la primera serie de asambleas de circuito fue una serie emocionante y de buen éxito. Un total de 7.516 personas escucharon el discurso público “Benditos son los pacificadores” y 366 se bautizaron en símbolo de su dedicación a Jehová. Como lo mostraron las experiencias que se escucharon en estas asambleas, había gran potencialidad de mayor aumento en las Filipinas. Las asambleas edificaron la actividad de servicio y ayudaron a los hermanos a obtener una visión más clara de la obra de predicar el Reino que había que hacer. Esto, a su vez, los preparó para el gran aumento en las filas de los predicadores que acontecería desde aquel tiempo en adelante.
SE VE LA NECESIDAD DE MÁS TRADUCCIONES
Durante este primer viaje alrededor del país, el hermano Stewart notó que aunque muchos de los hermanos podían leer inglés, estaban más cómodos usando sus lenguajes locales al comentar en las reuniones y pronunciar discursos desde la plataforma de los oradores. Como resultado, varias congregaciones estaban haciendo sus propias traducciones de las publicaciones de la Sociedad, fuera oralmente mientras se conducía una reunión o escribiendo el material a máquina antes. La congregación de Manila estaba mimeografiando su propia traducción de La Atalaya en tagalo, mientras que en Angat, Bulacán, los hermanos estaban traduciendo y mimeografiando el libro “Sea Dios veraz.” Puesto que esto no siempre resultaba en la traducción más exacta de las verdades bíblicas, se pensó aconsejable que la Sociedad se hiciera cargo de esta obra y produjera más literatura en los lenguajes locales. Se empezó a trabajar en el libro “Sea Dios veraz” en tagalo, iloko y cebuano, y en septiembre de 1947 se empezó a mimeografiar quincenalmente La Atalaya en tagalo. Para 1948 La Atalaya se estaba mimeografiando también en hiligaynon e iloko, lo cual fue seguido en 1949 por las ediciones en cebuano y pangasinán. En 1951 empezaron a imprimirse en las prensas de la Sociedad en Nueva York las ediciones en tagalo, iloko y cebuano. Tras de éstas vinieron otras, hasta que la Sociedad estuvo produciendo ocho ediciones de La Atalaya en los lenguajes locales y cuatro ediciones de ¡Despertad! para la sucursal filipina. Hoy éstas se imprimen en las prensas de la Sociedad en las Filipinas.
El primer libro encuadernado que se publicó en un lenguaje local después del libro Riquezas en tagalo fue “Sea Dios veraz” en tagalo, presentado en la asamblea internacional en el Estadio Yanqui de la ciudad de Nueva York en 1950. Desde aquel tiempo la Sociedad ha publicado otros setenta y seis libros encuadernados, así como muchísimos folletos, en nueve idiomas de las Filipinas.
PASANDO LA SUCURSAL A UN NUEVO LUGAR
La rápida expansión que se veía en 1947 hizo necesario buscar un lugar mayor para la sucursal. Desde fecha tan temprana como la de julio de 1947 alguna de nuestra literatura estuvo siendo almacenada en una sección del estudio cinematográfico de un hermano en Ciudad Quezón, puesto que la sucursal en la calle Herran no tenía lugar para los grandes embarques que llegaban. Un mal tifón en agosto trajo pesadas lluvias que inundaron el sótano de la sucursal y causaron daño a mucha literatura; de modo que quedó claro que se necesitaba un lugar más seguro para almacenar la literatura.
Después de examinar varias posibilidades, se halló un lugar ideal en Ciudad Quezón en septiembre de 1947. Este lugar estaba en terreno elevado y consistía en casi 10.000 metros cuadrados de terreno; allí había un edificio grande de dos pisos. La Sociedad compró esta propiedad en diciembre de 1947, y pronto los hermanos de la zona de Manila ofrecieron voluntariamente sus servicios para ayudar a limpiar, reparar y volver a pintar el edificio. Las fuerzas de ocupación japonesas habían usado el edificio como uno de sus cuarteles centrales durante la guerra y los que limpiaron el lugar hallaron muchos viejos uniformes militares de trabajo y cascos militares en la buhardilla. En el gran árbol frutal santol que estaba detrás del edificio todavía colgaban cadenas y sogas que se habían usado para sujetar a los prisioneros cuando se les ejecutaba. Debido a la cantidad de ejecuciones que se habían efectuado allí, algunos vecinos temerosos pensaban que en el sitio había “aparecidos.” Sin embargo, los trabajadores voluntarios efectuaron su trabajo alegremente, y para el 1 de febrero de 1948 la familia de Betel pudo mudarse a su nuevo hogar.
¡Cuánto se alegraron los hermanos de las Filipinas de tener tan espaciosa sucursal! Parecía providencial que hubiera mucho espacio alrededor del edificio, puesto que esto no solo hacía que el lugar fuera callado y tranquilo, sino que también permitía hacer añadiduras al edificio de la sucursal en los años del futuro. Esta propiedad, ubicada en lo que entonces era el número 104 de la carretera Roosevelt en San Francisco del Monte, un suburbio de Ciudad Quezón, y que hoy es el 186 de la avenida Roosevelt, todavía aloja a la sucursal.
CONTINÚA LA EXPANSIÓN
Entusiasmados por los excelentes nuevos arreglos asociados con la sucursal, los hermanos de las Filipinas trabajaron hasta con mayor ardor que antes. En la segunda serie de asambleas de circuito, que empezó poco después de haber sido transferida la sucursal, un total de 9.701 personas asistieron al discurso público y 429 se bautizaron, todo lo cual representa un aumento sustancial sobre la primera serie. Poco después de aquello se hicieron arreglos para celebrar la primera asamblea de distrito en las Filipinas en el Club Universitario en la ciudad de Bacolod desde el 20 hasta el 22 de agosto de 1948. El salón que se usó fue el más excelente auditorio de la ciudad de Bacolod en aquel tiempo, y más de 2.000 personas asistieron al discurso público. En aquella reunión, en el programa se incluyeron discursos que trataban con la organización de la congregación, y esta información ayudó mucho a los hermanos.
Durante 1949 otros cuatro graduados de Galaad llegaron a las Filipinas y esto aceleró el paso de la expansión del Reino. El mes de diciembre de aquel año hubo un nuevo máximo de 7.952 publicadores, un excelente fin para la década de los cuarenta, a principios de la cual solo unos 300 publicadores asistieron a la asamblea que se celebró en el Teatro de la Ópera de Manila en 1940. ¡Qué excelente cosecha estaba dando Jehová! En el año de servicio de 1949 hubo un aumento de 61 por ciento sobre el año anterior en el número de publicadores, y para el fin del año había 14 circuitos y 315 congregaciones por todo el país.
Otro paso adelante se tomó en diciembre de 1949, cuando tres hermanos filipinos, los primeros de treinta filipinos a quienes se otorgó este privilegio, partieron hacia los Estados Unidos para estudiar en la Escuela de Galaad en South Lansing, Nueva York. Estos tres hermanos se graduaron de la escuela en la Asamblea “Aumento de la Teocracia” en el Estadio Yanqui, en la ciudad de Nueva York, en el verano de 1950. Otros cinco filipinos asistieron a aquella asamblea antes de matricularse en la clase número dieciséis de Galaad, que empezó después de la asamblea. Estos ocho graduados de Galaad regresaron a su país nativo para edificar las congregaciones, y el entrenamiento y educación que habían recibido contribuyó en gran manera al adelanto de la obra. Se les asignó a Betel y a la obra de distrito y circuito.
En 1950 también se abrió el primer hogar misional en la ciudad de Cebú. Más tarde, después de la llegada de otros misioneros en 1954 y 1955, hubo hogares misionales temporeramente en la ciudad de Davao, en la ciudad de Cagayán de Oro, en la ciudad de Zamboanga, en la ciudad de Ormoc y en la ciudad de Taclobán, todas en las Visayas y Mindanao. Los misioneros fueron una excelente influencia en los lugares a los cuales fueron asignados, y fortalecieron la organización de congregación y mejoraron la eficacia en el servicio del campo. Este aspecto de la obra terminó en octubre de 1962 cuando el último hogar fue cerrado, pues para aquel tiempo había suficientes publicadores y precursores especiales para atender la obra. Desde entonces en adelante, los pocos hermanos y hermanas extranjeros que permanecieron o que más tarde fueron asignados a las Filipinas fueron usados en servicio en el hogar Betel o en el servicio de circuito y distrito o de precursor especial. Hoy solo quedan doce graduados extranjeros de la Escuela de Galaad en el país.
LA ASAMBLEA NACIONAL DE 1951
El 16 de abril de 1951 el hermano Knorr llegó para su segunda visita a este país, durante la cual examinó la sucursal y habló en la asamblea nacional que se celebró en Ciudad Quezón del 20 al 22 de abril. La asamblea se celebró a unas cuatro manzanas de ciudad desde la sucursal en dos porciones de terreno que eran propiedad de un hermano. Los hermanos construyeron de bambú todo el pabellón en el cual se celebró la asamblea, así como los asientos y la plataforma de los oradores, y hojas de palmas de coco suministraron sombra que protegía del sol tropical.
Lo que antiguamente fue un estudio cinematográfico de la Oriental Pictures, Inc., fue usado como cafetería por los que asistieron a la asamblea. Por primera vez en una asamblea grande en las Filipinas, la cafetería se organizó según el arreglo de cafetería que funciona en las grandes asambleas internacionales, en vez de traer los hermanos su propio alimento y cocinar ellos mismos.
Aunque el viajar en aquel tiempo encerraba bastante peligro debido a la actividad de los Huks en contra del gobierno, los hermanos vinieron en grandes grupos de todas partes del país y hubo 5.459 presentes el primer día. Después de los primeros discursos, el programa fue traducido de inglés a iloko, puesto que la mayoría de los hermanos en la verdad en aquel tiempo hablaban ese idioma.
Una gran piscina que era propiedad de una hermana se usó para el bautismo. Fue un deleite ver a 522 personas bautizarse en esta piscina, que estaba en un terreno cerca del edificio de la cafetería.
El domingo 22 de abril a las cinco de la tarde, el hermano Knorr presentó el discurso público intitulado “Proclamad libertad por toda la tierra,” no en el lugar de la asamblea en Ciudad Quezón, sino en la Nueva Luneta, un gran parque cerca de la bahía de Manila. Una muchedumbre de más de 10.000 personas se reunió allí para escuchar.
En esta asamblea el hermano Knorr anunció, para gozo de los que le escuchaban, que antes de que terminara el año 1951 la revista La Atalaya se imprimiría en Brooklyn, Nueva York, en los lenguajes cebuano, iloko y tagalo. Estas reemplazarían las ediciones mimeografiadas que se habían estado usando desde 1947. En aquellos días los hermanos eran muy celosos en la obra con las revistas en la calle, y se les veía por todas las vías principales del tránsito de Manila dando un buen testimonio con las revistas en inglés. El añadir las ediciones en lenguajes locales en forma impresa dio gran realce a esta obra, además de hacer más fácil el obtener suscripciones.
Para el tiempo de la asamblea nacional de 1951 la cantidad de publicadores en las Filipinas había llegado a 14.007, y había buenas posibilidades de que continuara el progreso. La asamblea y la visita del presidente de la Sociedad fueron un gran estímulo a ese progreso.
LUCHANDO POR LIBERTAD PARA PROCLAMAR LAS BUENAS NUEVAS
A medida que engrosaron las filas de los testigos cristianos filipinos y éstos siguieron extendiéndose a todas partes del país con el mensaje de la verdad, empezó a surgir oposición, especialmente en las comunidades fuertemente católicas. En algunos casos se hizo necesario luchar para defender el derecho de los hermanos a declarar las buenas nuevas.—Fili. 1:7.
Una de esas ocasiones se presentó en Sibalom, Antique, en las islas Visayas. El martes 31 de octubre de 1950 por la mañana, durante la visita del superintendente de circuito Pedro Fegid, unos hermanos y hermanas fueron arrestados mientras trabajaban en la calle cerca del mercado público de Sibalom. El hermano Gimeno Gillera y la hermana Josefa Sobremisana fueron acusados de vender en el mercado sin pagar los necesarios derechos de vender en el mercado. El juez de paz los halló culpables. Sin embargo, se apeló de la sentencia y el fallo del juez de paz fue revocado el 5 de marzo de 1952 en el Tribunal de Primera Instancia de Antique. En su decisión, el juez F. Imperial Reyes declaró: “La corte tiene que aceptar como correcta la alegación del acusado [el hermano Gillera] de que él no distribuía los folletos con propósitos comerciales ni para obtener ganancias, y mucho menos como venta, sino que simplemente estaba dándolos a las personas que mostraban interés en su religión.” Esto sostuvo el hecho de que los testigos de Jehová no son vendedores ambulantes. (Compare con 2 Corintios 2:17.) Después de dado el fallo, el juez invitó a la hermana Sobremisana a visitarlo, lo cual ella hizo, con el resultado de que se dio un buen testimonio. Él le aceptó una Biblia y el libro “El Reino se ha acercado.” El estenógrafo de tribunal también consiguió una suscripción a La Atalaya y a ¡Despertad! de esta hermana.
El 20 de abril de 1952, poco después de haberse dado el fallo que acabamos de mencionar, una pacífica asamblea de circuito de testigos de Jehová fue desbaratada en Solana, Cagayán, en el nordeste de Luzón. Hasta algunos funcionarios del pueblo al fin participaron con otros en un ataque armado, que resultó en la muerte de un Testigo y en que se hiriera a otras treinta y dos personas. La llegada de la Policía Uniformada Filipina evitó que hubiera más derramamiento de sangre. Cuando el asunto fue llevado al tribunal, los ofensores fueron castigados en armonía con la ley. Casos como éstos sirvieron para proteger el derecho del pueblo de Jehová a reunirse pacíficamente en los años subsiguientes. Así, hoy los testigos de Jehová celebran alrededor de doscientas asambleas de circuito anualmente por toda la República de las Filipinas, bajo condiciones relativamente pacíficas.
Del 6 al 8 de junio de 1952 se celebró una asamblea de circuito en el pueblo de Santa Bárbara, Iloilo. Aunque la asamblea se celebró en un teatro en el pueblo, el discurso público había de pronunciarse en la plaza pública. Sin embargo, puesto que la plaza estaba muy cerca de la iglesia católica del pueblo, una gran muchedumbre de católicos romanos de la localidad celebraron una manifestación de indignación en protesta por el permiso que se otorgó para tener la conferencia allí. Algunos periódicos alegaron que hasta 5.000 personas participaron en esta manifestación. Cediendo a esta presión, el alcalde revocó el permiso que había emitido y los hermanos se vieron obligados a celebrar la reunión pública en el lugar de la asamblea en vez de la plaza. Los esfuerzos que se hicieron después de aquello para obtener permiso para pronunciar discursos bíblicos en la plaza pública fracasaron hasta que el gobernador de la provincia, Mariano B. Peñaflorida, intervino a favor de la libertad de cultos y de palabra. Entonces se otorgó un permiso para el 13 de julio, pero durante el discurso once altavoces que los opositores habían colocado alrededor de toda la plaza empezaron a funcionar a todo volumen, y ahogaron la expresión del discursante.
Este incidente de Santa Bárbara sacudió a muchas personas en las democráticas Filipinas, y generó mucho comentario en los periódicos por más de un mes, en su mayor parte favorable al pueblo de Jehová. Surgieron dificultades similares en otros pueblos también, notablemente en Tigbauán, Iloilo; Santa Cruz, Zambales; Mangaldán, Pangasinán; y Gerona, Tarlac. En la plaza del pueblo de Gerona, el orador siguió pronunciando su discurso hasta frente a ametralladoras montadas que le apuntaban. Después de eso, el alcalde, que había tratado de evitar el discurso, se disculpó por la perturbación.
Aunque es verdad que durante este tiempo los hermanos afrontaron algunos riesgos al exigir su derecho de declarar las buenas nuevas públicamente y fueron bastante agresivos al hacerlo, su celosa lucha por los derechos constitucionales sirvió para quebrantar mucho prejuicio y dejar establecido que el pueblo de Dios está compuesto de cristianos observadores de la ley. Esto, a su vez, colocó el cimiento para mayor libertad de cultos y de palabra, no solo para los testigos de Jehová, sino para otras minorías religiosas también.
En los años de la posguerra, algunas personas habían pensado que los testigos de Jehová quizás estaban usando la religión como una cubierta para el comunismo u otras actividades antidemocráticas, indudablemente debido a que nos manteníamos neutrales en cuanto a los asuntos políticos. Ahora, sin embargo, todos estaban reconociendo que éramos una organización puramente religiosa. Durante 1952 el superintendente de la sucursal recibió autorización para solemnizar matrimonios y también para designar a otros a hacer lo mismo, una excelente indicación de que el gobierno reconocía al pueblo de Jehová como organización religiosa bona fide en las Filipinas.
EXPANSIÓN EN BETEL
Para el fin del año de servicio de 1953, el número de publicadores en las Filipinas había aumentado a un máximo de 20.120, organizados en dos distritos, 30 circuitos y 487 congregaciones. Para atender el trabajo adicional que este crecimiento producía, en 1952 se empezó a trabajar en un segundo edificio de sucursal, de aproximadamente el mismo tamaño que el original, en la propiedad de la Sociedad en la avenida Roosevelt. Este fue un edificio de dos pisos, construido por trabajadores voluntarios de entre los hermanos. La obra fue supervisada por el hermano Alfredo Estepa, miembro de la familia de Betel. Solo las instalaciones eléctricas y de cañería fueron hechas por personas que no eran Testigos. Durante 1953 los departamentos de la oficina, la lavandería, los envíos y el de revistas fueron mudados a este nuevo edificio, de modo que ahora hubo doble espacio y gran expansión en las instalaciones y servicios de la sucursal.
En aquel mismo año, 27 hermanos de las Filipinas pudieron asistir a la Asamblea “Sociedad del Nuevo Mundo” de los testigos de Jehová en el Estadio Yanqui, en la ciudad de Nueva York. ¡Cuánto les deleitó el reunirse allí con sus hermanos de muchos países!
COMIENZA LA OBRA DE LOS PRECURSORES ESPECIALES
En las postrimerías de 1954 recibimos aprobación para nombrar a cincuenta precursores especiales de entre los hermanos y hermanas filipinos. En enero de 1955 éstos fueron asignados a varias ciudades aisladas que tenían grandes poblaciones. Este grupo original de cincuenta precursores especiales efectuó excelente trabajo y muchos de ellos todavía sirven fielmente como personas que dedican todo su tiempo a alabar a Jehová.
La inauguración de la actividad de los precursores especiales dio un verdadero empuje a la obra de los precursores en el país. En 1955, además de los cincuenta precursores especiales, hubo un promedio de 846 precursores regulares y de vacaciones sirviendo cada mes. Para 1960 la cantidad de precursores especiales había llegado a 270, y 1.592 servían entonces de precursores regulares y de vacaciones. Hoy tenemos 700 precursores especiales y casi 4.000 precursores regulares, y muchas otras personas participan en la obra de precursor auxiliar. Esta excelente respuesta de los hermanos filipinos al servicio de precursor es una de las razones para los buenos aumentos que hemos tenido en el transcurso de los años.
ASAMBLEA “REINO TRIUNFANTE”
Otro acontecimiento digno de notarse tomó lugar del 13 al 15 de abril de 1956, cuando se celebró la asamblea nacional “Reino Triunfante” durante la tercera visita del hermano Knorr a este país. Le acompañaban su secretario Don Adams y Lloyd Barry, entonces superintendente de sucursal del Japón. Fue emocionante ver a 17.259 personas reunidas en el estadio Rizal Memorial Football Stadium el domingo por la tarde para escuchar el discurso público “Haciendo de toda la humanidad una sola bajo su Creador.” En esta asamblea el programa se presentó en inglés con traducciones simultáneas en iloko y tagalo; los intérpretes usaron auriculares para escuchar al que discursaba en inglés. Después del discurso sobre el bautismo, los 434 aspirantes al bautismo oyeron las dos preguntas propuestas en ocho idiomas además del inglés.
Doscientos hermanos vinieron en una sola embarcación de Davao, mientras que miles vinieron desde el distante valle de Cagayán en cuarenta y cinco autobuses fletados. Al llegar, los concurrentes recibían un presentable mapa impreso de Manila, que mostraba el lugar de la asamblea y las direcciones de los veintiséis Salones del Reino que había en la zona de Manila en aquel tiempo.
Se dio un excelente testimonio por la radioemisora DZBB cuando el hermano Knorr fue entrevistado en el programa de noticias “News Scoop.” La entrevista estaba programada para solo 30 minutos, pero debido al interés de los que la conducían, se transmitió por 45 minutos. Además, la entrevista se escuchó por el sistema de altavoces en el lugar donde se celebraba la asamblea.
VISITA EDIFICANTE POR F. W. FRANZ
Solo nueve meses después de la visita del presidente de la Sociedad, los hermanos de las Filipinas tuvieron el privilegio de disfrutar de la compañía del vicepresidente, Frederick W. Franz. Aunque la noticia no se dio con mucha anticipación, se hicieron arreglos para tener una asamblea nacional de tres días, del 15 al 17 de enero de 1957, y 9.463 personas asistieron a su discurso público: “Paz del nuevo mundo en nuestro tiempo... ¿por qué?” en el Rizal Memorial Football Stadium. La concurrencia aplaudió cálidamente al hermano Franz mientras éste se dirigía a la plataforma para pronunciar su discurso. ¿Por qué? Porque llevaba puesta la indumentaria formal filipina para los hombres, el barong tagalog, una hermosamente bordada camisa de tela de jusi que bondadosamente le habían dado como muestra de aprecio unos hermanos filipinos.
Durante esa asamblea se presentó una resolución con vigorosas expresiones contra la persecución comunista que afrontaba el pueblo de Jehová en Rusia, y la multitud congregada la aceptó entusiásticamente. Puesto que la República de las Filipinas no tenía entonces relaciones diplomáticas con la Unión Soviética, el hermano Franz, junto con el superintendente de la sucursal y otro hermano, visitaron al secretario de Asuntos Exteriores, quien era nada menos que el vicepresidente de las Filipinas, el Sr. Carlos P. García. Después de la entrevista de cuarenta minutos que bondadosamente les otorgó, el Sr. García concordó en enviar la resolución al debido funcionario ruso por medio del gobierno estadounidense. Dos meses después de esta entrevista, Carlos P. García ascendió a la presidencia de las Filipinas cuando Ramón Magsaysay murió en un desastre aéreo.
ASAMBLEA INTERNACIONAL DE 1958
Fue el privilegio y gozo de ochenta y un hermanos de las Filipinas estar presentes en la magnífica Asamblea Internacional “Voluntad Divina” en el Estadio Yanqui y el Polo Grounds de la ciudad de Nueva York durante el verano de 1958. Estos hermanos se regocijaron al ver a tres filipinos graduarse de la Escuela de Galaad en aquella ocasión. Estas reuniones internacionales contribuyeron mucho a unificar a los hermanos y ponerlos en más estrecha relación con la familia mundial de Jehová.
LA CUESTIÓN DEL SALUDO A LA BANDERA
Por casi veinte años había habido una controversia no resuelta sobre la cuestión del saludo a la bandera, que había empezado debido a la decisión no favorable en el caso de Gobitis por el Tribunal Supremo de los Estados Unidos en 1940. En aquel tiempo el que entonces era secretario de Justicia, José Abad Santos, presentó la opinión de que se podía exigir que los menores de todas las escuelas públicas y privadas saludaran la bandera bajo pena de expulsión. Cuando por el caso de Barnette en el Tribunal Supremo de los Estados Unidos se revocó la decisión del caso Gobitis, esto con el tiempo causó un cambio similar de posición en las Filipinas en una opinión promulgada por el secretario de Justicia de entonces, Román Ozaeta, en 1948. Sin embargo, el 11 de junio de 1955 el entonces presidente Ramón Magsaysay firmó un proyecto que se convirtió en ley que exigía que todos los niños de las escuelas públicas y privadas saludaran la bandera. El no hacerlo resultaría en que fueran expulsados.
Los testigos de Jehová buscaron socorro por medio de los tribunales en vista de su objeción de conciencia fundada en Éxodo 20:4-6. En Masbate los hijos del hermano Gerona fueron expulsados. El Tribunal de Primera Instancia de aquella provincia sostuvo la ley y negó ayuda a los Testigos. El asunto fue llevado entonces al Tribunal Supremo de las Filipinas, donde fue oído en el caso de Gerona contra secretario de Educación el 15 de mayo de 1959. Fue singular en la historia de la jurisprudencia filipina el hecho de que se permitiera que un abogado norteamericano explicara ante el Tribunal Supremo la posición de los testigos de Jehová. Se dio un buen testimonio, y claramente se puso ante la atención de los eminentes jueces el hecho de que no implica falta de respeto a la bandera el que el pueblo de Jehová rehúse saludar la bandera, sino que es algo basado únicamente en razones religiosas y de conciencia.
Sin embargo, el 15 de agosto de 1959 el Tribunal Supremo de las Filipinas dio el fallo de que a los hijos de los testigos de Jehová se les puede exigir que saluden la bandera filipina a pesar de sus objeciones religiosas a saludar cualquier emblema hecho por el hombre. A pesar de esta decisión adversa, los testigos de Jehová continuaron siguiendo su conciencia entrenada bíblicamente en este asunto. Donde ha sido posible, los hermanos han aprovechado la educación que proveen las escuelas, pero nunca a costa de violar su conciencia cristiana. En los casos en que se les ha negado educación escolar debido a sus escrúpulos religiosos, los padres han hecho lo mejor que han podido para educar a sus hijos en casa.
CAMBIOS EN SUPERINTENDENCIA
En los años sesenta hubo varios cambios en la superintendencia de la obra en las Filipinas. Puesto que el hermano Stewart salió de las Filipinas debido a la salud de la hermana Stewart, Louis Leone fue nombrado superintendente de sucursal el 1 de abril de 1960. Entonces, el 1 de marzo de 1963, cuando los Leones partieron del país debido a responsabilidades de familia, William D. Johnson fue nombrado en lugar del hermano Leone. Cuando el hermano Johnson y su esposa regresaron al Canadá para atender la familia que esperaban tener, Denton Hopkinson fue nombrado superintendente de sucursal el 1 de mayo de 1966. Hoy un comité de sucursal de cinco hombres supervisa la obra de predicar el Reino aquí.
VISITA DE M. G. HENSCHEL
En 1960 Milton G. Henschel visitó la sucursal de las Filipinas como superintendente de zona, y se celebró una asamblea nacional en el estadio Magsaysay Memorial Stadium en Lingayen, Pangasinán, del 24 al 27 de marzo. Durante esa visita se extendió mucha ayuda amorosa a la organización de la sucursal en expansión. En la asamblea, el programa se tradujo en cinco idiomas simultáneamente mientras los discursantes se expresaban en inglés. El Sison Auditorium, que se había utilizado para la primera asamblea de la posguerra en 1945, estaba adyacente al estadio y se usó como cafetería. Fue emocionante ver el bautismo de 658 personas en la playa de Lingayen, la cantidad más grande que se había bautizado a la vez hasta entonces. Además, nuestra mayor concurrencia hasta aquel tiempo, 19.640 personas, asistió al discurso público del hermano Henschel: “Cuando Dios habla paz a todas las naciones.”
PREPARACIONES PARA MAYOR EXPANSIÓN
Casi un año después, o el 5 de febrero de 1961, se inauguró en las Filipinas la Escuela del Ministerio del Reino para entrenar a los que superentendían las muchas congregaciones de las islas. Al principio el curso de un mes se celebró en inglés, y después en los varios idiomas locales. Aunque el hogar Betel estuvo lleno a capacidad durante estas primeras clases, todo el mundo disfrutó de asociarse con sus hermanos de muchos lugares. Más tarde se celebraron clases en la ciudad de Cebú, en la ciudad de Davao y en la ciudad de Iloilo para beneficio de los hermanos de las Visayas y Mindanao a quienes se les hacía difícil hacer el largo viaje a Manila por barco.
En 1965 el curso de un mes fue suspendido, pero en octubre de 1966 empezó un curso de dos semanas de la Escuela del Ministerio del Reino en Betel. Más tarde fue extendido, y se celebraron clases en dieciséis diferentes lugares por todo el país. Hasta la fecha 7.460 superintendentes de las Filipinas han asistido a la Escuela del Ministerio del Reino. ¡Qué maravillosa provisión espiritual ha sido ésta!
Nueve hermanos de la sucursal filipina tuvieron el privilegio de asistir a un curso especializado de diez meses en la Escuela de Galaad en Brooklyn, Nueva York, durante el período desde 1961 hasta 1965. Esto sirvió para fortalecer la organización de la sucursal, pues estos hermanos regresaron y se les dieron asignaciones para trabajar en la oficina de la sucursal o en el campo en puestos de responsabilidad. Siete de éstos todavía están sirviendo activamente de tiempo cabal, cinco de ellos como miembros de la familia de Betel.
En 1961 se dieron pasos para que la sucursal filipina empezara a encargarse de algunas de sus propias necesidades de impresión. Con este fin, en julio de aquel año se envió desde la fábrica de Nueva York una prensa de tipo vertical Miehle, junto con una máquina de linotipia, una máquina para cortar papel y una para sacar pruebas de imprenta. Así, en diciembre de 1961 se produjeron en las Filipinas los primeros números de Ministerio del Reino (ahora Nuestro Servicio del Reino) en los idiomas bicol, cebuano, hiligaynon, iloko y tagalo. También empezaron a imprimirse localmente hojas sueltas, formularios y otro material. Para julio de 1962 se añadieron otras cuatro ediciones del Ministerio del Reino, en pampango, pangasinán, samareno-Leyte e ibanag, llegando así a haber nueve ediciones mensuales, que todavía se imprimen aquí y se envían a los hermanos.
Para 1961 la cantidad de publicadores había aumentado a 35.713, organizados en 929 congregaciones. Cuando se añadieron facilidades de imprenta y la Escuela del Ministerio del Reino, de nuevo empezó a necesitarse más espacio. Por lo tanto, el 19 de junio de 1961 se empezó un tercer edificio de sucursal. Este fue erigido al lado de los dos edificios ya existentes y tuvo aproximadamente el mismo tamaño y forma. Para el fin del año la oficina fue mudada al primer piso de este edificio y el 12 y 13 de mayo de 1962 el nuevo edificio fue dedicado a Jehová. Unas 1.550 personas oyeron el discurso de dedicación por el hermano Salvador Liwag en la noche del sábado 12 de mayo, y 2.099 personas asistieron al discurso público que se pronunció el domingo. ¡Cuánto emocionó a los hermanos filipinos el ver esta moderna y hermosa porción añadida al hogar Betel como ayuda para ir al paso con la continua expansión!
SE AMENAZA CON DEPORTACIÓN A LOS MISIONEROS
El 29 de septiembre de 1962, quizás como resultado del fallo adverso del tribunal en el caso del saludo a la bandera en 1959, el superintendente de la sucursal recibió una carta de la Junta de Deportación del Departamento de Justicia, en la cual se le invitaba a comparecer ante la junta el 1 de octubre de 1962. Allí supo que la junta estaba investigando la posición que adoptaban los testigos de Jehová en la cuestión del saludo a la bandera. Ellos pensaban que los misioneros extranjeros estaban enseñando a un número cada vez mayor de filipinos a no saludar la bandera filipina y que por eso se debía deportar del país como indeseables a los misioneros. Un funcionario comentó que “la organización de ustedes está creciendo rápidamente, y mientras más crezca, más filipinos habrá que no saludarán nuestra bandera.” Al superintendente de sucursal le dieron veinte días para preparar un memorándum en el cual suministrara razones por las cuales no debería expulsarse a los misioneros por esto.
Se suministró el memorándum y, después de mucho estudio cuidadoso y consideración del asunto, la Junta de Deportación vio que los misioneros de los testigos de Jehová estaban sencillamente enseñando la Biblia y no le dicen a nadie que no salude la bandera filipina. También vieron que, lejos de ser una perturbación o una amenaza a la seguridad de la nación, los Testigos muestran mucho respeto a la bandera por medio de ser ciudadanos ejemplares y por comportarse con rectitud a todo tiempo. Debido a esto, en la carta que se recibió de la Junta de Deportación con la fecha de 10 de diciembre de 1962, a la sucursal se le informó lo siguiente: “Por la presente se le avisa que el caso contra usted y otros miembros de su ‘TESTIGOS DE JEHOVÁ’ por alegadamente rehusar el saludo a nuestra Bandera queda sin efecto.” Los misioneros extranjeros se regocijaron de poder continuar sirviendo con sus hermanos y hermanas filipinos.
Este caso recibió mucha publicidad. Por eso, le suministró a la gente una buena oportunidad de oír lo que el pueblo de Jehová decía sobre aquel asunto.
ASAMBLEA ALREDEDOR DEL MUNDO EN 1963
El 14 de agosto de 1963 la asamblea ambulante de cinco días “Asamblea Internacional ‘Buenas Nuevas Eternas’” llegó a las Filipinas, después de haber logrado muy buen éxito en otros países. Se obtuvo para esta ocasión el Rizal Memorial Football Stadium, pero, puesto que no había suficientes asientos bajo cubierta para la muchedumbre que se esperaba, se construyó un techo temporero de hierro en planchas onduladas sobre la sección de 305 metros de largo de las gradas de sol. Esto protegió a los hermanos de las lluvias de la temporada de agosto. Un tifón azotó a Manila el día antes de comenzar la asamblea y causó extensas inundaciones en la ciudad y dañó las instalaciones de la asamblea, pero el programa comenzó el 14 de agosto como se había fijado.
En esta asamblea los discursos fueron presentados en inglés y traducidos en cebuano, iloko y tagalo. Fue un verdadero gozo ver una concurrencia total de 37.806 personas para oír el discurso público del hermano Knorr “Cuando Dios sea Rey sobre toda la Tierra.” Especialmente emocionante fue el mayor bautismo en masa que se había celebrado hasta entonces en las Filipinas, cuando 2.342 personas simbolizaron su dedicación a Jehová Dios.
Esta fue la primera asamblea internacional que se celebró en este país, y hubo representantes de 22 diferentes países. Los concurrentes extranjeros recibieron una afectuosa bienvenida de sus hermanos filipinos y se les llevó en recorridos por la ciudad de Manila, así como a la sucursal de la Sociedad en Ciudad Quezón. Varios visitantes fueron entrevistados por estaciones de radio y televisión, y la asamblea recibió una tremenda cantidad de publicidad en los periódicos.
DANDO AYUDA A PAÍSES VECINOS
En vista de la gran cantidad de publicadores del Reino que había en las Filipinas para ese tiempo, en 1964 se hizo posible considerar el asignar a algunos de los precursores filipinos de más experiencia a otros países de Asia donde había mayor necesidad de proclamadores del Reino. Aquel año se asignó a dos hermanas a trabajar bajo la sucursal de Tailandia de la Sociedad como precursoras especiales. Pero un año después se les puso bajo el arreglo de hogar misional, aunque no habían estudiado en la Escuela de Galaad. Puesto que estas hermanas trabajaron bien en su nueva asignación y aprendieron el idioma tailandés y se adaptaron bien a sus vecinos asiáticos, en años siguientes se enviaron más misioneros filipinos.
Para junio de 1977 un total de 78 filipinos habían sido enviados a países como Hong Kong, Indonesia, Corea, Laos, Malaysia, Taiwan, Tailandia y Vietnam durante un espacio de trece años. Esto es una cantidad bastante mayor que la de los 51 graduados extranjeros de Galaad que han trabajado en las Filipinas desde el fin de la II Guerra Mundial, y a los hermanos de este país les causa mucho placer el poder contribuir de alguna manera, aunque pequeña, a la proclamación de las buenas nuevas en otras tierras asiáticas.
VISITAS POR EL HERMANO KNORR
Además de sus visitas para asistir a asambleas internacionales, N. H. Knorr visitó las Filipinas en otras dos ocasiones durante los años sesenta para examinar la sucursal. En la primera ocasión, en diciembre de 1964, habló a una muchedumbre de 7.463 personas en el Club de Jinetes de Manila. En mayo de 1968 habló en el mismo lugar, y esta vez hubo una concurrencia de 9.669 personas de todas partes del país para escuchar su discurso de dos horas: “No debes olvidarte.” Estas dos visitas fueron muy provechosas y animadoras y fueron un gran estímulo a la obra.
LA ASAMBLEA “PAZ EN LA TIERRA”
Durante esta última visita mencionada del presidente de la Sociedad en mayo 1968, ya se estaban terminando los arreglos para usar el complejo de edificios Rizal Memorial Athletic Complex para la esperada Asamblea Internacional “Paz en la Tierra” que se celebraría del 22 al 26 de octubre de 1969. Puesto que la concurrencia que se esperaba era tan grande que ningún estadio de Manila por sí solo podría acomodar a todos, la sucursal hizo arreglos para alquilar dos estadios adyacentes, el Rizal Memorial Football Stadium (de fútbol) y el Rizal Memorial Baseball Stadium (de béisbol). Pero ni estos estadios, en los cuales había cabida para 50.000 personas, resultaron adecuados. La muchedumbre que vino a oír el discurso del hermano Knorr, “La paz de mil años que se aproxima,” alcanzó la cifra de 64.715 personas, de modo que el excedente de personas se desbordó sobre el terreno de la grama del estadio de béisbol y la calle afuera, y hasta llenó el lugar de la cafetería al otro lado de la calle.
El programa se celebró principalmente en las tres lenguas principales: cebuano, iloko y tagalo, y cada grupo lingüístico tuvo su propia plataforma. Los discursos principales se pronunciaron en inglés y se tradujeron en estos otros idiomas. Hubo delegados de veinticinco países en la asamblea, entre ellos el hermano Knorr y su esposa, el hermano F. W. Franz, el hermano Grant Suiter y su esposa y otros de las familia de Betel de Brooklyn, Toronto, Strathfield y Londres. Fue un privilegio el asociarnos con estos hermanos maduros y escuchar a algunos de ellos hablar a la asamblea.
Muchas fueron las nuevas publicaciones, no solo en inglés, sino también en los lenguajes locales, que emocionaron a los concurrentes. Los hermanos se alegraron especialmente de recibir el libro La verdad que lleva a vida eterna en tres idiomas y el libro ¿Es la Biblia realmente la Palabra de Dios? en dos.
Ciertamente el libro La verdad que lleva a vida eterna ha desempeñado un papel importante en el aumento que se ha visto desde cuando fue presentado originalmente en inglés al público en las Filipinas en diciembre de 1968. ¡En aquel tiempo la cantidad de publicadores en las Filipinas acababa de pasar de la marca de 40.000, mientras que menos de dieciocho meses después, en abril de 1970, se alcanzó un nuevo máximo de 54.789 publicadores! El usar este libro para conducir estudios bíblicos con la gente por seis meses fue un gran estímulo a la obra y ayudó a las personas de inclinación a lo justo a adelantar en la verdad con gran rapidez.
El libro La verdad pronto alcanzó la distinción de ser el libro de más amplia distribución en la historia del pueblo de Jehová en las Filipinas. Para junio de 1977 el total combinado en inglés y ocho idiomas locales ha sido de 1.267.782 ejemplares. Esta cifra ha sobrepasado por mucho la distribución de 402.160 ejemplares del libro “Sea Dios veraz,” la más alta cifra anterior, para llegar a la cual se habían necesitado veinte años.
MÁS MATERIA IMPRESA
En los años setenta ha habido una continuación del excelente progreso de los siervos de Jehová en las Filipinas. En julio de 1971 el hermano Knorr emocionó a una muchedumbre de 17.071 personas que se habían reunido para escucharle en el centro deportivo Rodriguez Sports Center, en Marikina, Rizal. Él anunció que en la sucursal filipina se efectuaría más impresión. Se construiría una nueva fábrica y dormitorio. Se instalaría una prensa rotativa y otro equipo de imprenta, y las Filipinas asumirían la responsabilidad de imprimir las revistas La Atalaya y ¡Despertad! en inglés y en los dialectos locales.
Estas noticias causaron excitación. Anteriormente estas revistas se habían producido en Brooklyn, y a través de los años los hermanos de aquel lugar habían prestado excelente servicio a las Filipinas. Pero había problemas inevitables en enviar cada número de las revistas por una distancia de casi la mitad del mundo. Por eso, sería un gran paso de adelanto el imprimir las revistas aquí mismo.
Las autoridades finalmente otorgaron permiso para construir, el 2 de febrero de 1972, y aquel mismo día comenzó la construcción. La mayor parte del trabajo fue hecho por Testigos, y progresó rápidamente. Para el 25 de agosto, a pesar de una de las más intensas temporadas de lluvia en la historia filipina, la fábrica de 2.082 metros cuadrados estaba tomando forma, y llegó desde el Japón la primera de las grandes cajas de maquinaria pesada.
¡En septiembre de 1972, debido a que aumentaba la agitación civil, el presidente del país declaró la ley marcial, precisamente cuando la sucursal estaba por empezar a imprimir! Surgió la pregunta de qué efecto tendría la situación en el esfuerzo de impresión, y rápidamente se sometió esto a prueba. Casi inmediatamente hubo que solicitar permiso para imprimir. ¡Este permiso se otorgó el 28 de septiembre, solo seis días después de la declaración de ley marcial!
Entre 1971 y 1973 se asignó a catorce misioneros, personas con entrenamiento especial en imprimir y construir, al Betel de las Filipinas. Estos pudieron ayudar primero en la construcción que se efectuaba y después en entrenar a precursores locales para que trabajaran en la nueva fábrica. Para octubre de 1972 había comenzado este entrenamiento, y en febrero de 1973 salieron de la prensa las primeras dos revistas.
Desde entonces en adelante ha habido adelanto en la impresión. Gradualmente la producción aumentó hasta incluir las ocho ediciones de La Atalaya y las cuatro de ¡Despertad! en los lenguajes locales. Entonces se añadieron las revistas en inglés. Se instalaron nuevas máquinas para afrontar el aumento en el trabajo, incluso una segunda rotativa que llegó el 29 de mayo de 1975. Gracias al excelente entrenamiento que suministraron estos misioneros, seis de los cuales todavía están aquí, toda la impresión misma la efectúan ahora hermanos filipinos, y de esta imprenta se envían revistas a setenta y dos países extranjeros.
MÁS PROGRESO EN LOS AÑOS SETENTA
En 1973 hubo otro paso de adelanto. Un acuerdo que daba privilegios especiales a los estadounidenses con relación a tenencia de propiedad en las Filipinas había de vencerse en julio de 1974. Por eso, parecía prudente transferir toda la propiedad de la Sociedad a una corporación local. El 19 de octubre de 1973 vino a la existencia la Sociedad Watch Tower Bible and Tract de las Filipinas, Inc. Esto ha dado más estabilidad a la situación de los testigos de Jehová aquí.
Las visitas de zona durante este espacio de tiempo han sido también un estímulo para los hermanos. Miembros del Cuerpo Gobernante, como Milton Henschel, Nathan Knorr y Lloyd Barry, han hablado a grandes muchedumbres y suministrado gran estímulo con su sabio consejo y guía. Además, en agosto de 1973 las Filipinas se beneficiaron en gran manera por la visita de cinco miembros del Cuerpo Gobernante durante una reunión internacional aquí en Manila.
Además, las Filipinas se han beneficiado debido al cambio al arreglo de los ancianos en las congregaciones, un arreglo que entró en vigor en octubre de 1972, además de beneficiarse por el comienzo del arreglo de tener un comité de sucursal, el cual empezó el 1 de febrero de 1976. Por todo el campo ahora los hermanos están dando más cuidadosa atención a los requisitos que deben satisfacer los ancianos cristianos, y el cuidado más personal que puede suministrar un cuerpo de superintendentes está ayudando a las congregaciones.
El campo ha aumentado sustancialmente durante los años setenta. En 1969, la cantidad promedio de publicadores que entregaban informes era de 45.479. Para junio de 1977, estábamos teniendo un promedio de más de 66.000. Y hay buenas posibilidades para el futuro. Más de 165.000 personas asistieron a la celebración del Memorial en 1977, lo cual muestra su interés en el rescate de Cristo y los beneficios que éste traerá.
Correspondientemente, en la familia de Betel ha habido un aumento para llevar el paso con esto. En 1948, cuando por primera vez la sucursal fue mudada a la nueva propiedad en la avenida Roosevelt, solo nueve personas vivían en el único edificio que había. Ahora hay cinco grandes edificios en el complejo, con un total de 4.670 metros cuadrados de superficie utilizable, y hay 89 trabajadores de Betel aquí sirviendo a sus hermanos filipinos en diferentes capacidades.
Por eso, ha habido grandes cambios y adelantos desde aquellos primeros días en los años treinta, cuando solo había un puñado de fieles Testigos trabajando tan afanosamente en lo que era virtualmente territorio virgen. Muchos de estos hermanos y hermanas “de la vieja guardia” todavía están con nosotros. A varios no se les ha mencionado en esta historia por falta de espacio, pero todos se alegran de ver el excelente fruto de su duro trabajo, y los jóvenes que han empezado a servir en los últimos tiempos siguen recibiendo el estímulo del ejemplo y celo y devoción de ellos.
Todos los testigos de Jehová de las Filipinas se regocijan en su privilegio de servicio. Reconocen que el espíritu de Jehová trabaja en medio de ellos mientras ellos disfrutan de muchas bendiciones de Su mano. Y están resueltos a seguir declarando Su nombre y Su reino, y haciendo más discípulos todavía en este país mientras Jehová lo permita.
[Mapa de la página 80]
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