España
¡España! ¿Qué significa para usted ese nombre? ¿Corridas de toros? ¿baile flamenco? ¿los cuadros de El Greco y Goya?
Al mencionar España sería muy natural imaginarse esas cosas. Esta es una tierra de gran variedad. El aspecto físico de sus gentes descubre las evidencias étnicas de las invasiones célticas y moras de siglos pasados. Se hablan cuatro idiomas, así como también varios dialectos. Los idiomas son español (castellano), vascuence, catalán y gallego, el cual está estrechamente relacionado con el portugués. A menudo, sin darse cuenta de ello, se usan muchos arabismos, pues en el vocabulario español hay muchas palabras árabes, legado de los ocho siglos de ocupación árabe de la península Ibérica.
España es casi una isla, con el océano Atlántico al oeste y el mar Mediterráneo al este. Este país está separado de Francia y el resto de Europa por la alta cordillera de los Pirineos, que se eleva a más de 3.000 metros. La parte central de España consiste en una altiplanicie, o meseta, bordeada al norte por la sierra que incluye los impresionantes Picos de Europa, y al sur por la famosa Sierra Nevada con sus cumbres coronadas de nieve. Un hecho curioso es que, después de Suiza, España tiene el mayor promedio de altitud de Europa. En España donde más llueve es en el norte, aunque este país es el menos lluvioso de Europa. Con buena razón se le llama “la tierra del sol,” y los turistas del norte de Europa acuden masivamente a ella cada año.
Una cosa que impresiona al estudiante de la Biblia que vive en España es lo mucho que se parece a Palestina en su clima, geografía y alimento. España tiene sus propios ‘montes de los olivos,’ y todavía se siguen usando el buey y el asno. Al viajar por el país, a menudo uno se encuentra con un pastor y su perro que van conduciendo a un rebaño de ovejas y cabras en busca de pastos. En el tiempo de la siega aún se puede ver a los agricultores trabajando en las eras, expuestos al viento y aventando el trigo para separarlo del tamo. En algunas de las ciudades del sur crecen palmeras, y se encuentran naranjos y limoneros en los jardines y plazas públicas.
LA RELIGIÓN EN ESPAÑA
El pueblo español es religioso por naturaleza. La mayoría cree en Dios, aun cuando la mayor parte haya perdido su confianza en los sacerdotes. La Guerra Civil que duró desde julio de 1936 hasta abril de 1939 costó más de un millón de vidas españolas. Esta enorme matanza puso de manifiesto todo el mal fruto de la religión y la política, cuando los dos bandos enemigos participaron en actos de asesinato y venganza. El bando republicano (comunista-socialista-liberal) se puso a matar a sacerdotes, monjas y funcionarios leales a la Iglesia, mientras que el bando nacional (fascismo católico respaldado por el ejército) atravesó el país matando a los que no eran leales a la Iglesia Católica Romana.
Esa Guerra Civil dejó una cicatriz que todavía se manifiesta en la manera en que la generación de más edad reacciona ante la obra de predicación de los testigos de Jehová. El católico tradicional que participó en la Guerra Civil, o la “Cruzada,” cree que el “error” no debería tener libertad para propagarse, y mucho menos en un país que tiene un concordato con el Vaticano. Los principales defensores de la Iglesia en todas sus divididas facetas (conservadores, progresistas, Opus Dei, etc.) son de las clases media y alta, cuyos intereses materiales y prosperidad han dependido de la conservación del statu quo. Sin embargo, la gente en general, especialmente en las ciudades, es indiferente a la Iglesia, y acude a ella principalmente para bautizos, bodas y funerales, y de vez en cuando para oír misa.
Sin duda el ambiente religioso ha cambiado en este país católico desde el Segundo Concilio del Vaticano de 1962 a 1965. Como escribió el 8 de diciembre de 1965 el arzobispo español de Madrid-Alcalá: “El Concilio Vaticano II ha terminado hoy, dejando a la Iglesia y al mundo cristiano un espíritu nuevo, un humanismo nuevo, una nueva esperanza y una nueva visión, histórica y trascendente a la vez, del mundo en que vivimos.” Ese “espíritu nuevo” y “nueva visión” han obligado a los líderes políticos y religiosos a aceptar cambios que muchos de ellos en realidad no han deseado, entre éstos la Ley de Libertad Religiosa de 1967. Esa ley cambió por completo la situación para la actividad de predicar de los testigos de Jehová e introdujo una actitud más tolerante por parte de la mayoría.
SE SIEMBRAN LAS PRIMERAS SEMILLAS
Con este breve repaso de España, su pueblo, geografía, historia moderna y religión, veamos lo que el verdadero cristianismo ha hecho en este país. Por supuesto, el primer testigo cristiano de Jehová que predicó en España bien pudo haber sido el apóstol Pablo, quien tanto deseaba territorio sin tocar que planeó llevar las buenas nuevas del Reino a España.—Rom. 15:22-29.
Pero ¿qué hay del siglo veinte? Pues bien, en el número del 1 de julio de 1919 de La Torre del Vigía apareció una carta de la hija más joven de una mujer cristiana que vivía en España. En su carta, la joven María expresó su gozo por la perspectiva de ir a París con su madre para “cumplir la misión que Dios nos mande a mí y a mi mamá.” No sabemos el nombre de la hermana, ni el de la persona que se menciona en una carta que se publicó un mes más tarde en La Torre del Vigía. Esta era de una hermana de Madrid que había recibido una carta anónima de uno de sus vecinos católicos. La carta decía en parte: “Pues mucho cuidado señora, ¡está usted cogida! Hay quien estudia sus operaciones, no lo dude. Niega usted la obediencia al representante de Dios, el Papa, y sus ministros, pisoteando con sus conversaciones y malos ejemplos el sagrado Ministerio que representan. . . . Desista usted de su loco empeño, porque no conseguirá nada. Yo le brindo con la paz que se retire usted o se vaya a otra parte, pues de no ser así tal vez le pase algo peor.” Obviamente, alguien no estaba muy a gusto con el mensaje del Reino.
No obstante, en España se estaban sembrando las semillas de la verdad. El hermano J. F. Rutherford, el segundo presidente de la Sociedad Watch Tower, estaba muy consciente de la necesidad de conseguir que la obra del Reino tuviera un buen comienzo en este país. En aquel tiempo había en Filadelfia, Pensilvania, EE. UU., un celoso hermano español llamado Juan Muñiz. El hermano Rutherford le pidió a éste que fuera a España, y a fines del año 1920 o a principios de 1921 el hermano Muñiz pagó su propio pasaje y zarpó rumbo a esta tierra. Él era asturiano, del norte de España, y volvió allí para vivir con su hermana. ¿Su territorio de testificación? Los pueblos mineros de Asturias.
En una carta que apareció en La Torre del Vigía de abril-mayo de 1923, el hermano Muñiz explicó que había estado cuatro días en una ciudad testificando a los hombres, que eran principalmente de tendencia socialista. Ellos abogaban por un cambio mundial mediante el socialismo y él por medio del reino de Dios. Uno de los oyentes concluyó: “La diferencia entre él y nosotros es que él tiene a Dios, mas nosotros no lo tenemos.”
En otra carta, casi un año después, el hermano Muñiz escribió: “Ahora, con el nuevo gobierno [la dictadura militar del general Primo de Rivera] que es completamente adicto al clero y ‘con espada en mano,’ es para dar temor, a menos que recordemos las palabras del Señor: ‘He aquí, yo estoy con vosotros.’ . . . Cualquiera que hable o escriba algo que no convenga al gobierno o al clero, . . . el tal va a la cárcel sin causa justificada.”—Mat. 28:19, 20.
El hermano Muñiz ya había aguantado tres años de soledad sin ningún contacto con cristianos maduros, y obviamente estaba algo deprimido. Ya que necesitaba estímulo, el hermano Rutherford le escribió y le pidió que averiguara si podía conseguir permiso para que el presidente de la Sociedad presentara un discurso en Madrid. Sin embargo, el hermano Muñiz no tuvo éxito, de modo que la visita que el hermano Rutherford se proponía fue pospuesta. No obstante, en mayo de 1924 los dos hermanos se encontraron en un hotel de París, y después de considerar las circunstancias de España, el hermano Rutherford decidió que sería mejor darle otra asignación al hermano Muñiz. Posteriormente éste recibió una carta en la cual se le pedía que se trasladara a Argentina.
¿Quería decir aquello que el hermano Rutherford hubiera descartado la obra en España? ¡De ningún modo! Solo unos meses después, el hermano George Young, que había tenido buen éxito en Sudamérica, fue asignado a España. No mucho después, se dieron pasos para empezar a dar un testimonio en escala nacional.
UNA VISITA NOTABLE
Al poco tiempo de su llegada a España en 1925, el hermano Young solicitó de nuevo permiso para una visita del hermano Rutherford... y esta vez el permiso se obtuvo. Se hicieron preparativos para presentar discursos públicos en Barcelona y en Madrid, y después en Lisboa, Portugal. El buen éxito de esta empresa se debió al hecho de que el hermano Young buscó la ayuda del embajador británico, quien lo presentó a funcionarios del gobierno. Tras una demora de pocos días, el gobierno emitió la orden que permitió las reuniones.
Como el hermano Young sabía que no se permitiría anunciar el discurso por la distribución de hojas sueltas, puso anuncios en los periódicos. Las once de la mañana del domingo fue la hora que se fijó para la reunión de Barcelona. Cuando la comitiva del hermano Rutherford se acercó al teatro donde éste había de hablar, se dio cuenta de que había presentes varios policías a caballo y también una guardia gubernamental especial. Al entrar en el camarín cerca del escenario, el hermano Rutherford se encontró con el subgobernador de Barcelona, quien le saludó cordialmente. Este funcionario permaneció en la plataforma durante todo el discurso. Se había contratado a un intérprete experto y, para asegurar precisión, el discurso se tradujo por adelantado y las dos partes leyeron, el hermano Rutherford en inglés y el traductor en español. No hubo ningún disturbio, y al terminar la reunión se pidió al auditorio que firmara tarjetas en las cuales dieran su dirección. El número de direcciones que se entregaron llegó a 702 y la asistencia pasó de 2.000 personas. Más tarde, se pudo visitar a los que entregaron su nombre y dirección para estimular el interés de ellos en las Escrituras.
Por medio de anuncios en la prensa también se había notificado del discurso del hermano Rutherford en Madrid. Allí los preparativos siguieron el mismo modelo que en Barcelona: una escolta militar fuera del teatro, y el subgobernador de Madrid dentro. Él también permaneció en la plataforma durante todo el discurso. En uno de los palcos estaba el embajador británico. Otras personalidades, incluso funcionarios españoles, también asistieron a la reunión. La asistencia en Madrid fue de alrededor de 1.200 personas, de las cuales unas 400 entregaron sus direcciones.
El hermano Rutherford quiso que su discurso se publicara en la prensa, pero en aquel tiempo nada de esa naturaleza podía salir en los periódicos sin permiso del gobierno. Sin embargo, gracias a Jehová, se abrió una puerta para tal publicación de la verdad. Después del discurso en Madrid, el subgobernador y el hermano Rutherford estaban conversando en un camarín cuando entró el propietario de un periódico importante y fue presentado al orador. El hermano Rutherford se valió de la oportunidad para decirle al intérprete: “Pregúntele al gobernador si no le parece que sería provechoso para el pueblo español publicar esta conferencia en la prensa.” El gobernador respondió inmediatamente: “No veo ninguna objeción a ello ni motivo de por qué no se deba publicar. Me parece muy buena idea.” El propietario del periódico aprovechó la oportunidad para este reportaje en exclusiva y sin dificultad se convino en publicar el discurso en el periódico Informaciones del 12 de mayo de 1925. De hecho, este mismo artículo se imprimió más tarde en forma de tratado y se distribuyó por correo a toda España, lo cual hizo posible que el testimonio llegara a sitios aislados.
En mayo de 1925, cuando el hermano Rutherford pronunció su discurso en Lisboa, un argentino llamado Juan Andrés Berecochea tuvo su primer contacto con la verdad. Desde ese tiempo en adelante él adoptó la causa de la verdad con entusiasmo e infundió su interés en sus dos hijos jóvenes, Juan Carlos y Álvaro. Aunque esta familia tuvo que marcharse de España debido a la Guerra Civil, reanudó su contacto e influencia por medio de Álvaro, quien llegó a ser un misionero graduado de la Escuela Bíblica de Galaad de la Watchtower y en 1953 fue asignado para servir en España, junto con su esposa.
SE ABRE UNA OFICINA SUCURSAL
El éxito de la visita del hermano Rutherford le indujo a establecer una oficina sucursal de la Sociedad Watch Tower en España, bajo la superintendencia de George Young. Su dirección oficial era el domicilio del hermano Eduardo Álvarez Montero, en Madrid. A partir de agosto de 1925 la nueva sucursal empezó a publicar una versión reducida de cuatro páginas de La Torre del Vigía, impresa por una firma comercial.
El año 1925 fue uno de intensa actividad para la oficina de la Sociedad en Madrid, pues publicaron 5.000 ejemplares en español del libro El Arpa de Dios y 10.000 de Millones que ahora viven no morirán jamás. Además, se distribuyeron 247.000 tratados, entre ellos el discurso del hermano Rutherford y el tratado ¿Dónde están los muertos? El informe de fin de año manifestó que el mensaje del Reino “se ha distribuido por toda ciudad y pueblo de España, también por todas las islas Canarias, las islas Baleares y las principales ciudades de la zona española de Marruecos.”
Por este tiempo (1925-1926) el hermano Young exhibía el “Foto-Drama de la Creación,” la producción con transparencias y película sonora de la Sociedad que bosquejaba el propósito de Dios para la Tierra y el hombre. También, en junio de 1926 la expansión teocrática llegó a incluir el uso de la radio. Dos de las mayores emisoras de radio de Madrid y Barcelona retransmitieron dos discursos del hermano Rutherford. Este testimonio llegó a todos los rincones de España, así como también a países cercanos.
En mayo de 1926, durante una notable asamblea en Londres, Inglaterra, el pueblo de Dios adoptó una resolución intitulada “Un testimonio a los gobernantes del mundo.” El hermano Young intentó conseguir que se publicara en la prensa española y sus esfuerzos finalmente fueron coronados con éxito al ser impreso el texto completo en el periódico La Libertad del 3 de octubre de 1926. Además de la tirada normal de 75.000, la sucursal mandó imprimir 1.000 copias extras y las envió por correo a todos los funcionarios del gobierno, alcaldes, obispos y cardenales.
OPOSICIÓN CLERICAL INFRUCTUOSA
Por supuesto, toda esta actividad no le pasaba inadvertida al clero, y éste empezó a hacer sentir su influencia. Varios hermanos fueron arrestados y su literatura confiscada. A algunos se les despidió del trabajo y otros tuvieron que abandonar sus pueblos debido a la persecución. Por la prensa y desde el púlpito se advirtió a la gente que no leyera La Torre del Vigía. De hecho, en un edicto del obispo de Pamplona se clasificaron las publicaciones del pueblo de Dios como “heréticas, escandalosas y estrictamente prohibidas.” En Alcoy, en la provincia de Alicante, se arrestó a los hermanos Francisco Corzo y Máximo, dos repartidores o predicadores de tiempo cabal, y se les llevó ante las autoridades. Después de varios días de estar bajo vigilancia, les ordenaron que se marcharan de la ciudad enseguida. Sin embargo, el jefe de policía que los interrogó se quedó finalmente con una Biblia, un ejemplar de El Arpa de Dios y se suscribió a La Torre del Vigía. Le dijo al hermano Corzo confidencialmente: “Ustedes son los únicos en España que les están diciendo la verdad a la gente.”
Durante octubre de 1926 un grupo pequeño pero activo de proclamadores del Reino distribuyó 22.000 ejemplares de La Torre del Vigía en Valencia, la tercera entre las ciudades más pobladas de España. Allí el clero reaccionó acusando falsamente a los hermanos de ser francmasones y de pertenecer a la Mano Negra (Mafia). En noviembre, cuando se distribuyeron 6.000 ejemplares en Tarragona, una antigua ciudad de origen ibero y romano, ochenta y ocho kilómetros al sudoeste de Barcelona, la persecución alcanzó un clímax. Por medios solapados, jóvenes enviados por las escuelas católicas recogieron nuestra literatura y la quemaron en el patio de un convento en presencia de los principales sacerdotes, mientras la ciudad hizo una fiesta de la ocasión. No obstante, muchos de los ciudadanos se indignaron y las autoridades civiles se mostraron liberales, de modo que un gran número de personas se suscribió a La Torre del Vigía.
¿Cuál sería la respuesta en Barcelona, la capital cosmopolita de Cataluña? El hermano Saturnino Fernández, un repartidor, trabajaba allí con el grupo. Pudieron distribuir 80.000 ejemplares de La Torre del Vigía antes de que ésta fuera proscrita en diciembre de 1926 y enero de 1927. Dos hermanos habían trabajado duro a fin de preparar un pequeño lugar de reunión para el grupo de Barcelona, pero se denegó el permiso de apertura. ¿Quién estuvo tras esta oposición? Pues ¡nada menos que el gobernante virtual de la ciudad, el obispo de Barcelona! A pesar de eso, el hermano Fernández continuó celebrando reuniones bíblicas en casa de un amigo cada noche, con un promedio de asistencia de diez personas.
Sin embargo, toda esta oposición fue infructuosa y nuestra obra continuó adelante, con la bendición de Jehová. En 1927 se trasladó la oficina sucursal de la Sociedad a la casa del hermano Francisco Corzo, en Madrid. En aquel tiempo en España el costo de producción de literatura era muy bajo y la anterior Torre del Vigía de cuatro páginas se había convertido en una edición de ocho páginas. También estaba disponible en España entonces la edición de dieciséis páginas de La Torre del Vigía que se imprimía en Los Ángeles, California, EE. UU.
SE SIEMBRA SEMILLA EN TIERRA BUENA
Durante los años veinte la obra de predicación del Reino se concentró en Madrid y Barcelona, las dos ciudades mayores de España. A veces los métodos de predicación eran un tanto insólitos. En Barcelona, el repartidor Saturnino Fernández montaba una exposición de los libros de la Sociedad en un lugar público, extendía un gran mapa del Plan Divino de las Edades en la acera y entonces entablaba conversación con cualquiera que mostraba interés. Fue precisamente de esta manera que Juan Periago llegó a aprender la verdad allá en 1927. Le atrajo una acalorada discusión que el hermano Fernández tuvo con otra persona sobre la doctrina del infierno de fuego. Juan adquirió literatura, se plantó la semilla de la verdad y así empezó su interés en la verdad de Dios y sus años de servicio a Jehová.
Considere, también, el caso de Carmen Tierraseca Martín, una modista. Ella recibió alguna de nuestra literatura de su cuñado en Madrid, pero se olvidó de ella. Sin embargo, en octubre de 1927 fue empleada en la casa de una señora extranjera llamada Mary O’Neill, la esposa de Francisco Corzo. Dicho sea de paso, a pesar del significado de su apellido, Carmen no demostró ser “tierra seca” en lo que respecta a la semilla de la verdad.
Con relación a su empleo en aquel tiempo, Carmen Tierraseca comentó: “Pasé la mañana cosiendo en un pequeño cuarto y continué después de la comida. Hacia las cuatro de la tarde o poco más, llamó mi atención la llegada de varias personas. Supuse que era día de visita para los señores, y que probablemente era una fiesta por todo lo alto, a juzgar por el ruido de las conversaciones. Entonces, de pronto, hubo un silencio, seguido por el sonido suave y armonioso de un piano, y pronto se añadieron voces cantando, como el cantar de un himno muy bello. Nunca antes había escuchado cosa semejante.”
Pues bien, como puede imaginarse, los Estudiantes de la Biblia (como entonces se llamaba a los testigos de Jehová) estaban celebrando una reunión cristiana. Por pura “casualidad” Carmen Tierraseca había aceptado trabajo en la misma casa donde se preparaba La Torre del Vigía en español. Por aquel tiempo George Young se había marchado de España y la obra estaba en manos de Eduardo Álvarez y Francisco Corzo, y la oficina de la Sociedad continuó funcionando en el hogar de Corzo hasta diciembre de 1930.
Durante la década de los veinte se efectuaron algunos bautismos en diferentes partes del país. Por ejemplo, en 1927 Manuel Oliva Rosado, de Málaga, escribió a la oficina de Madrid pidiendo que alguien fuera y lo bautizara. De hecho, no se le visitó y bautizó hasta 1929, cuando Francisco Corzo, el 14 de abril, lo sumergió en un balneario local.
Otro bautismo del que tenemos registro tuvo lugar en junio de 1928 cuando un grupo de hermanos de Madrid fueron a pasar el día al río Manzanares. Allí, en un ambiente de gran gozo y sencillez, Carmen Tierraseca se bautizó, junto con un hermano. A propósito, ésta no fue una decisión emocional, ya que dos días antes de que tuviera lugar el bautismo los candidatos se reunieron con Eduardo Álvarez y Francisco Corzo y trataron sobre la importancia del paso que iban a dar.
NUESTRA OBRA COBRA ÍMPETU
Con grupos pequeños en Madrid, Barcelona, Málaga, Huesca y pueblos esparcidos, más unos diez trabajadores en el campo, la obra de predicación del Reino empezaba a cobrar ímpetu en 1929. Así la Sociedad, apropiadamente, puso en marcha su propia imprenta en Madrid con una prensa vertical Miehle que se envió desde la central en Brooklyn, Nueva York. Esta sirvió para imprimir revistas y folletos hasta 1936.
Una faceta de nuestras actividades en aquellos días era presentar las buenas nuevas desde la plataforma pública. En algunos casos ministros protestantes prestaron sus capillas para este propósito. Después de un discurso que dio un hermano a miembros de cuatro sectas diferentes en Málaga, un ministro episcopal dijo: “Nunca he escuchado la Biblia explicada tan maravillosamente como esta noche, y lo que dice este hombre es verdad. Todos estamos dormidos y lo que nos hace falta es tener más hombres como éste entre nosotros.” Por supuesto, no todos los protestantes respondieron de modo tan favorable. Los bautistas tuvieron una reunión especial para acordar la exterminación de los Estudiantes de la Biblia, quienes estaban “robando ovejas de nuestros rebaños y llenando el país con literatura peligrosa.”
Desde 1927 Eduardo Álvarez Montero había dirigido la oficina sucursal de la Sociedad en Madrid. Sin embargo, en la primavera de 1930 Herbert F. Gabler fue trasladado de una asignación en Lituania y nombrado superintendente de sucursal en España. Poco después de eso, las reuniones se organizaron más de acuerdo con el método que se seguía en otros países. También, mientras que hasta entonces la testificación había sido informal, pronto se le dio un buen comienzo a la actividad de predicar de casa en casa.
Recordando la primera vez que participó en la actividad de predicar de casa en casa, Carmen Tierraseca observa: “Oré a Jehová, poniéndome en sus manos para hacer su obra.” Puesto que no había habido ningún entrenamiento especial para esta obra, tal vez se pregunte cómo le fue. Pues bien, en la primera puerta una señora aceptó el folleto que le ofreció la hermana Tierraseca, que añade: “Y así también la próxima, y luego otra, y otra hasta que había colocado los ocho folletos que había llevado. . . . Mi inseguridad, mi retraimiento y mi nerviosismo habían desaparecido. Ahora sentía un gozo sin límites, y de todo corazón di gracias a Dios por su bondad y su ayuda.”
Huelga decir que la obra de predicar el Reino de casa en casa estaba ahora en marcha. En los años por venir resultaría en muchas bendiciones.
PANORAMA POLÍTICO ANTES DE LA GUERRA CIVIL
Antes de 1931 España era una monarquía, regida por el rey Alfonso XIII. En 1930 el dictador militar del país, general Primo de Rivera, tuvo que dimitir y fue sustituido por el general Berenguer, cuyo corto mandato terminó en febrero de 1931, cuando el rey le pidió al almirante Aznar que formara un nuevo gobierno en un intento de salvar el trono. Este gobierno preparó elecciones municipales, que ganaron en las ciudades más importantes los partidos de izquierda que favorecían una república. Dándose cuenta de que todo estaba perdido, y para evitar un baño de sangre, Alfonso XIII huyó del país. Así, en abril de 1931 España llegó a ser una república. Este fue un golpe duro para la Iglesia Católica, que pronto empezó a sentir los efectos del nuevo régimen. En el mismo año, 1931, el cardenal Segura y Saenz, arzobispo primado de Toledo, fue expulsado del país. Durante 1932 se proscribió a los jesuitas y se les expulsó de España, aunque, de hecho, la expulsión no tuvo lugar en realidad, ya que los jesuitas permanecieron escondidos o bajo disfraz.
La condición dividida del país se puso de manifiesto en 1933, cuando un gobierno de centro derecha subió al poder. Este gobierno de coalición suspendió las leyes anticlericales y estuvo en posesión de las riendas del poder hasta enero de 1936, cuando se disolvieron las Cortes. Se convocaron elecciones y otra vez ganaron los republicanos izquierdistas, el Frente Popular de socialistas y comunistas, al oscilar el péndulo a su favor.
¿Cómo afectaron a nuestra obra estos sucesos políticos? Bueno, en las ciudades donde dominaban las facciones republicanas, echaban a los hermanos de la ciudad como agentes fascistas de la Iglesia, por estar repartiendo literatura religiosa. Y, naturalmente, en las fortalezas de Acción Católica-Fascista veían a los hermanos como protestantes o francmasones, que distribuían el libro prohibido, la Biblia.
Como resultado de los desenvolvimientos políticos, el poder del clero se vino abajo y la gente intuyó que había mayor libertad religiosa. Aunque esto benefició nuestra obra hasta cierto punto, una gran parte de la población, con sus ojos ahora abiertos a los engaños religiosos anteriores, se volvió completamente en contra de toda forma de religión, y aun contra Dios. No obstante, nuestra actividad cristiana continuó aprisa.
PERÍODO DE TRANSICIÓN
La presencia del hermano Gabler en Madrid no pareció gustarle a Francisco Corzo. Para 1931 se había apartado de la verdad y con el tiempo abandonó a su mujer. Por consiguiente, se hizo necesario cambiar del domicilio de Corzo la oficina sucursal y la imprenta. Se establecieron en un nuevo local en enero de 1931.
Aquel año fue notable como el año en que el pueblo de Dios adoptó el nombre de “testigos de Jehová.” En contraste con los 15.000 que lo adoptaron por resolución en Columbus, Ohio, EE. UU. solo quince personas se reunieron en Madrid con ese propósito.
Otros cambios también tuvieron lugar durante ese período. Por ejemplo, con el número de septiembre de 1931, la edición de “Madrid” de La Torre del Vigía cesó de publicarse. Sin embargo, la de Brooklyn continuaba llegando, con la ilustración, en la portada, de una torre resaltada por tres ventanas en forma de cruz. Por encima del título, La Torre del Vigía, había el símbolo de la cruz y la corona, usado por mucho tiempo por los Estudiantes de la Biblia. No obstante, el número de enero de 1932 llegó con un diseño completamente nuevo en la portada, de la que habían desaparecido la cruz y la corona.
Este viento de cambio sopló fuerte en Madrid. Para la Cena del Señor de 1932, un mantel bordado con el diseño de la cruz y la corona también desapareció de la escena. Como dijo el hermano Gabler: “Hermanos, esto ya no puede ser. ¡Quítenlo! ¡Quítenlo!” De igual manera desaparecieron las insignias de solapa con la cruz y la corona que solíamos llevar. Y ¿qué hay de aquellos retratos de los presidentes de la Sociedad Watch Tower, C. T. Russell y J. F. Rutherford? También desaparecieron de la pared del lugar de reunión de los Testigos en Madrid.
PRECURSORES INGLESES NOS ECHAN UNA MANO
Durante 1931 la Sociedad había celebrado una serie de asambleas en diferentes ciudades, entre ellas Londres y París. El hermano Gabler habló en estas dos asambleas y explicó la gran necesidad que había de voluntarios para ayudar en el campo español casi virgen. Como resultado, tres precursores se presentaron para aceptar el desafío: Ernest Eden, Frank Taylor y John Cooke.
Para julio de 1932 estos tres precursores ingleses habían empezado su obra de predicar en la ciudad industrial de Bilbao, la capital de la provincia de Vizcaya. Esta provincia es parte de la región conocida como las Vascongadas, que es donde se habla el vascuence. A propósito, nadie sabe en realidad el origen exacto de esta intrigante lengua que no tiene absolutamente ninguna relación con el idioma español.
Usando una tarjeta de testimonio en español que explicaba su misión, los precursores dieron testimonio en Bilbao y colocaron mucha literatura. Si una puerta resultaba estar abierta, podía ser que entrasen sin llamar. Con esa actitud positiva, un día Ernest Eden colocó treinta libros en una sola puerta. ¿Cómo lo hizo? Bueno, vio una puerta entreabierta, la empujó, pasó por un pasillo, ¡y se encontró en un escenario de teatro, interrumpiendo un ensayo! Aprovechó la oportunidad para dar un buen testimonio —más en inglés que en español— y dejó todos los libros que llevaba; más tarde regresó con más literatura.
El hermano Eden también tuvo una experiencia un tanto chocante. Una señora elegantemente vestida lo invitó a pasar a un apartamento bien amueblado y con poca luz. ‘Me invitó a pasar a una habitación preciosa,’ dice él ‘donde había unas doce chicas, todas desnudas. Era un burdel de lujo. Sin hacer caso de la situación, les expliqué por qué había venido y les ofrecí literatura. La matrona se quedó con un libro y varias chicas aceptaron folletos.’ El hermano Eden se pregunta cuántos cristianos habrán testificado a gente en circunstancias tan insólitas.
Durante los tres meses que predicaron en Bilbao, los precursores colocaron un total de 459 libros, 1.032 folletos y 509 ejemplares de Luz y Verdad, el equivalente de la revista The Golden Age (ahora ¡Despertad!). Esto se consiguió a pesar de que la gente era muy religiosa. Gran parte del territorio era edificios de pisos y la mayoría de las puertas estaban adornadas con un cuadro del llamado “sagrado corazón.” A menudo los cuadros mostraban a Jesús y María sosteniendo en sus manos sus propios corazones sangrientos y ofreciendo una remisión de cierto número de días del purgatorio a los que exhibieran este horrible espectáculo.
EN CAMINO A MADRID
Después de completar su obra en Bilbao, los precursores empezaron a testificar a lo largo de la costa norteña de España. ¿Cómo obtenían más literatura al ir viajando de lugar en lugar? Convinieron con la oficina de la Sociedad en Madrid en que ésta les enviara cajas por adelantado a varias estaciones de ferrocarril. Al ir viajando, se personaban en las estaciones y recogían la literatura que les esperaba.
Nuestros intrépidos precursores dejaron la zona montañosa y lluviosa del norte y empezaron a trabajar hacia el sur en las ciudades de León, Palencia, Burgos, Valladolid, Salamanca, Segovia y Madrid. Cuando llegaron a la meseta, la altiplanicie de Castilla en el interior del país, se deleitaron con sus pintorescos paisajes y les fascinaron las costumbres, tan recordativas de las tierras bíblicas. Se usaban odres para almacenar y transportar el vino y se podía ver a mujeres con cántaros llenos de agua sobre la cabeza. Pequeñas lámparas de aceite aún servían para alumbrar y en muchos sitios raramente se veían coches y autobuses, pues el burro y la mula eran el medio de transporte. Todavía hombres descalzos pisaban las uvas para hacer vino y los bueyes arrastraban un trillo por la era para separar el grano de la paja. Muchos vivían en cuevas. De hecho, eso todavía es cierto en algunas regiones, pero estas cuevas están limpias y bien arregladas. En el verano son frescas y en el invierno son acogedoras.
Cuando los precursores ingleses estuvieron en Madrid, tuvieron una insólita adición a sus filas, un joven pastor llamado Domingo. Él había venido de un pueblo remoto de Navarra. ¿Qué lo había atraído a Madrid? Pues bien, un día, mientras vigilaba las ovejas, encontró un ejemplar de Luz y Verdad en una zanja al borde de la carretera. Le gustó tanto que mandó pedir los libros que la revista mencionaba y durante todo el invierno los leyó con avidez. Sin embargo, el descubrimiento de este nuevo “Camino” le acarreó oposición y ataques mentirosos en contra de la verdad. (Hech. 9:2) Así que se dirigió a Madrid para aprender algo acerca de las personas responsables de estas publicaciones. La distancia de Pamplona a Madrid es de más de cuatrocientos kilómetros, ¡y Domingo fue andando! Por primera vez en su vida había salido de su pueblo natal. Una vez en Madrid, encontró la oficina de la Sociedad y empezó a estudiar la Biblia con los precursores ingleses. Convencido de que ésta era la verdad, se ofreció incondicionalmente para la obra de predicar y llegó a ser precursor.
LA VERDAD SE PROPAGA EN TRES DIRECCIONES
El verano de 1933 marcó rumbos diferentes para los precursores, John, Ernest y Frank. Ernest Eden tomó consigo a Domingo y se dirigió hacia el noroeste. Con el tiempo Frank fue asignado a todo el sur de España, una extensión casi tan grande como Portugal. Este territorio fascinante incluía toda Andalucía y abarcaba la costa meridional, desde Huelva hasta Alicante. Mientras tanto, John Cooke fue a unos sesenta y cuatro kilómetros al sur de Madrid, a la ciudad antigua de Toledo. Con sus murallas romanas y visigodas, mezquitas y puertas árabes, y sinagogas judías, era como un museo que contaba la historia de España en piedra.
Echemos un vistazo a la actividad de los precursores a principios de los años treinta. En aquellos días el transporte público suponía usar autobuses, trenes, coches de caballos, y mulas, así como aguantar cualquier cosa que los demás trajeran consigo... gallinas, patos, cabras, y, en una ocasión, hasta un gran pez espada. Una vez un terremoto hizo que el tren descarrilara. En vista de todo esto, Frank Taylor decidió echar mano a la bicicleta. Equipada con fuertes alforjas delante y detrás, también con un maletín que encajaba en el chasis, además de una bolsa detrás para llevar los discos del fonógrafo que entonces se tocaban en la obra de predicar, era todo un artefacto. Luego cargaba bolsitas, que tenía sobre el manillar, con piedras seleccionadas para repeler las jaurías merodeadoras de perros hambrientos que atacaran este extraño objeto móvil al pasar por los pueblos desérticos y zonas mineras abandonadas de la provincia de Almería. En una ocasión los perros atacaron a Frank por detrás y le desgarraron los pantalones, los únicos que tenía. Afortunadamente, una señora compasiva le prestó una aguja e hilo. Sin más ni más, él se sentó en medio del camino y arregló el deterioro. Después de devolver la aguja, Frank predicó a los habitantes de la localidad y pudo colocarles varias publicaciones, quizás más por compasión que por el interés genuino de ellos.
En su actividad de predicar, Frank Taylor seguía la táctica de nunca volver sobre sus pasos en un pueblo o en una calle si podía evitarlo. Esta era una manera de eludir a airados republicanos izquierdistas que a menudo lo tomaban por agente fascista que divulgaba propaganda católica. En el pueblo de Villamanrique, Ciudad Real, se extendió el rumor de que Frank Taylor era fascista porque los libros que llevaba contenían el nombre de Dios, y, como dice él, para aquella gente “Dios quería decir católico, que significaba fascista.” El caso es que una chusma encolerizada de unos cincuenta comunistas lo rodearon en la plaza del mercado, gritando: “¡Fuera! ¡Fuera!” Parecía imposible escapar. Pero siguiendo un consejo que había recibido de una patrona, mujer católica, empezó a leer un párrafo redactado en términos fuertes del folleto Crisis, publicado por la Sociedad. Lo leyó a voz en cuello y entonces lo metió en las manos del cabecilla, diciéndole: “Léalo usted mismo.” ¿Cuál fue el efecto? Asombroso de veras, ya que la muchedumbre casi llegó a las manos entre ella misma, algunos gritando a favor de él y otros en contra. En medio de esta confusión, nuestro hermano precursor pudo escabullirse ileso.
Frank Taylor dio gracias a Jehová por esta liberación. Pero ése no fue el fin de la historia. Al marcharse en bicicleta, a las 6:30 de la mañana, se sobrecogió al ver la plaza casi llena de unas 200 personas que estaban esperando verlo marcharse en autobús. ¡Cuántas gracias dio por aquella bicicleta! Entonces se oyó el grito: “¡Allí está!” “Créame,” recuerda Frank, “nunca antes había pedaleado con tanta fuerza y no paré hasta que estuve bien fuera de aquel pueblo y ya en camino al próximo.”
EN MEDIO DE ESCENAS COMO ESTAS
Afortunadamente, la situación no era siempre tan peligrosa. Había muchas oportunidades para predicar las buenas nuevas, y bastantes oídos dispuestos a escuchar. Cuando la obra de predicar con el fonógrafo comenzó, a mediados de los años treinta, Frank Taylor hizo buen uso de este instrumento. De hecho, tenía un pequeño gramófono de tamaño de bolsillo que solía tocar en algunos cafés. Lo sostenía en su mano y andaba arriba y abajo entre las mesas. Al final del discurso grabado, con unas pocas palabras de introducción ofrecía publicaciones cristianas. ¡Una manera bastante original de dar el testimonio! Pero requería cautela y discreción, pues a menudo había un cartel que decía: “Se prohíbe hablar de religión o política.”
El llegar a algunos de los pueblos de montaña fue realmente una tarea, especialmente cuando la carretera se había deteriorado a tal grado que no era más que un camino de barro para mulas de carga. ¡Imagínese el tener que llevar la bicicleta a hombro en vez de montar en ella! Dándonos mejor cuadro, el hermano Taylor escribe: “Al principio, el entrar en un pueblo era toda una experiencia. Era una costumbre esparcir piezas de alfarería, verduras y carne a los lados de las carreteras polvorientas y en el cauce del arroyo. A alguien le cortaban el cabello mientras estaba sentado simplemente sobre un taburete en la calle. Y en otras ocasiones había un dentista extrayendo dientes en las mismas circunstancias. Sobresalían entre todos los demás los corpulentos curas que holgazaneaban de un lado a otro. En bares y casinos no era extraño hallar a cinco o seis de ellos sentados alrededor de una mesa y fumando puros, en su típica sotana, toda polvorienta y sucia. Cuando se colocaba literatura bíblica, no pasaba mucho tiempo antes que estos sacerdotes empezaran a manosear las páginas de cabo a rabo. Se veía que buscaban el sello de la censura católica, y, al no encontrarla, rápidamente informaban a la policía, normalmente levantando la acusación de ‘comunismo.’ Esto resultaba en arresto inmediato, si podían encontrarme. Ya que esto sucedía tantas veces, cogí experiencia, y no era tan difícil evadirme entrando y saliendo por las calles estrechas. Solía llamarlo el juego del ‘gato y el ratón.’”
El problema era que si no atrapaban al hermano Taylor en el pueblo, de seguro lo atrapaban al marcharse, ya que muchos pueblos tenían una especie de control aduanero en las afueras, y allí era donde la policía esperaba para echarle mano. Entonces venían horas inútiles de interrogatorios y retrasos frustratorios antes de que lo dejaran en libertad. Normalmente el hermano Taylor solicitaba comunicarse con el cónsul británico, ya que era ciudadano británico. Finalmente, lo dejaban en libertad, pues no se le podía imputar ninguna acusación verdadera.
Al entrar en la provincia de Almería, el hermano Taylor se encontró con un desierto abrasador e inhóspito, sin una brizna de hierba. No se veía ni un pájaro, y, a excepción de una monótona hilera de burros que levantaba el polvo dos veces al día, no había cosa alguna que se moviera por allí. Sin embargo, Almería tenía su cara positiva, pues allí Taylor descubrió a un grupito de Estudiantes de la Biblia. A pesar de su poco dominio del idioma, pudo gozar del compañerismo de estos hermanos humildes por dos o tres meses. Durante ese tiempo la situación política estaba empeorando y hubo un tiroteo en las calles de Almería. Después de asistir a su última reunión allí, el hermano Taylor tuvo que volver en bicicleta a su alojamiento, pasando por en medio de las líneas de fuego y agitando un pañuelo blanco por encima de la cabeza.
Después de dar testimonio en ciudades costeñas, durante el verano de 1935 el hermano Taylor llegó a Murcia, que entonces era una ciudad de unos 160.000 habitantes. Allí consiguió alojamiento en un sótano, que, por luz, tenía una estrecha claraboya en el techo. Por lo menos era fresco cuando el siroco abrasador soplaba desde el Sáhara y a través del Mediterráneo. El predicar en medio de aquel calor fue una verdadera prueba Frank Taylor, y a veces hasta le produjo delirio.
AYUDA DESDE Y PARA ALEMANIA
Durante el principio de los años treinta, la situación del pueblo de Jehová en Alemania, una nación que sufría perturbaciones políticas, fue empeorando progresivamente. Como resultado de aquello, con el tiempo doce precursores alemanes vinieron a servir en España. Un grupo tuvo una recepción realmente “calurosa,” ya que su tren llegó a la estación de Barcelona justamente en medio de una revuelta en contra del gobierno. Al ir a recibirlos, Ernest Eden encontró que aquella zona entera se había convertido en un campo de batalla. Para refugiarse, se metió rápidamente en el edificio de Correos y tuvo que esperar allí durante dos horas hasta que el tiroteo disminuyó. Por fin llegó a la estación, donde los hermanos alemanes estaban esperando estoicamente. Entonces empezó el verdadero problema. ¡Ellos no hablaban inglés ni español y él no hablaba alemán! A pesar de esto, sin embargo, en tres meses de entrenamiento estos precursores alemanes estuvieron preparados para predicar en español.
Los grupitos de testigos de Jehová de Madrid y Barcelona estaban conscientes de la situación apurada en que se hallaban sus hermanos en Alemania. Por lo tanto, al igual que sus compañeros de creencia de otros lugares, protestaron contra el tratamiento que daban los nazis a los Testigos por medio de enviar a Adolfo Hitler telegramas en los cuales le advirtieron de lo que le sucedería a él y a su partido nazi si no dejaba en paz a los Testigos.
Nuestra actividad en aumento durante este período trajo fuertes reacciones de parte de los elementos de inspiración jesuita. En un pueblo se acusó a los precursores de “distribuir literatura de ‘tendencia judía-francmasónica.’” En otra ciudad dos hermanas fueron encarceladas y acusadas de distribuir “folletos de carácter hitleriano.” En otros lugares a los hermanos se les tildó de ser protestantes, que era igual que decir que eran la peor especie de infieles o herejes, en lo que respectaba a la mayoría católica no informada.
LOS PRECURSORES CONTINÚAN SU MISIÓN
Hacia fines de 1934 o principios de 1935, los precursores John y Eric Cooke dejaron a Barcelona para trabajar en el sur a lo largo de la costa. Por otra parte, Ernest Eden continuó predicando en las ciudades de la provincia de Barcelona.
John y Eric Cooke primero bajaron por la costa mediterránea a la famosa ciudad romana de Tarragona y su ciudad vecina, Reus. Encaminándose hacia el norte a la provincia de Lérida y el pueblo de Pradell, los Cooke localizaron a Salvador Sirera, un suscriptor que había aprendido la verdad y había permitido que se celebraran reuniones cristianas en su pensión de Barcelona.
Después de algunos días predicando junto con Salvador en los pueblos y aldeas cercanos, John, Eric y Salvador viajaron en bicicleta los 145 kilómetros hacia Huesca. ¿Valió la pena el viaje? ¡Desde luego que sí! Allí el suscriptor Nemesio Orús les dio una calurosa bienvenida y, sencillamente, “embebió” la verdad. Sin embargo, debido a su celo y deseo de asociarse con estos hermanos, actuó con poco tacto y esto hizo que su esposa se pusiera celosa, de modo que secretamente ella presentó falsas acusaciones a la policía en contra de los hermanos. La Guardia Civil o policía rural vino al piso y arrestó a John y Eric, pero después en el cuartel de la Guardia Civil el asunto se aclaró.
Los Cooke visitaron a Nemesio en varias ocasiones, y pensaron que sería bueno observar el Memorial en Huesca el 17 de abril de 1935, e invitar a Salvador Sirera para que asistiera también. Así que John le escribió a Nemesio con esta sugerencia. ¡Imagínese su sorpresa al recibir la respuesta de Nemesio en el sentido de que estaba emocionado con la idea y que ya había comprado el cordero para estar preparado para la ocasión! Evidentemente, su entendimiento del Memorial era todavía un poco deficiente, aunque su celo era digno de encomio. ¿Puede usted imaginarse lo que debe haber representado el guardar un corderito vivo durante días en un piso pequeño de una cuarta planta? No obstante, el Memorial se celebró y fue una gran ocasión para el pequeño grupo de seguidores de Jesucristo. De hecho, para ellos aquello era lo más aproximado a una asamblea en España en aquellos días.
Cuando John Cooke pensó que la provincia de Huesca había sido abarcada adecuadamente, él y Eric se dirigieron a Zaragoza, la capital de la región de Aragón, y el centro principal de la hiperdulía española, la veneración o adoración de María. En aquel tiempo, en 1936, la ciudad tenía aproximadamente 170.000 habitantes. El río Ebro atraviesa el sector norteño de Zaragoza, y en la orilla sur está el Templo del Pilar, una iglesia enorme y de muchas agujas que tiene en su interior una columna de mármol notable. Allí, de acuerdo con la leyenda católica, la virgen María se le apareció al apóstol Santiago en el año 40 E.C., ¡mientras, según se decía, ella estaba aún viva en Palestina! Aunque esta leyenda no tiene ninguna base histórica ni bíblica, en el curso de los siglos se ha desarrollado una fe ciega en La Pilarica (Nuestra Señora del Pilar).
Los bautismos eran pocos y espaciados en aquellos días. No obstante, John Cooke no estaba dispuesto a bautizar a nadie sin que hubiera buena razón. De hecho, en tres ocasiones Nemesio Orús viajó en bicicleta los 72 kilómetros desde Huesca a Zaragoza, pero John continuó diciéndole que esperara un poco más y que se asegurara de que estaba tomando una decisión estable en relación con el bautismo. Finalmente, en mayo de 1936, se concertó el bautismo de Nemesio, Antonio Gargallo y José Romanos en el río Ebro, cerca de Zaragoza.
En aquellos tiempos los precursores tenían que ser flexibles. Si una persona quería nuestra literatura pero no tenía dinero, ellos cambiaban las publicaciones por alimento, como huevos, higos y pan casero. John Cooke comenta: “Me acostumbré a hacer un tentempié de un huevo crudo, un pedazo de pan y un vaso de vino. . . . Así que era una vida ardua y sencilla, pero muy feliz. ¡Cuán emocionados estábamos de hacer verdadero trabajo de precursor en una fortaleza católica como España y estar encontrando unas cuantas ovejas verdaderas!”
CONFUNDIDOS CON FASCISTAS
Mientras Eric Cooke y Antonio Gargallo estaban dando el testimonio en el pueblo de Mediana, una señora los acusó falsamente de ser agentes fascistas y de estar en contra de la República Española de entonces. ¡Toda la evidencia que ella tenía era que un folleto que se le colocó hablaba de Dios y de Cristo! El pueblo era prácticamente cien por ciento comunista según el hermano Cooke, y para los habitantes del pueblo cualquier cosa que hablara de Dios o Jesucristo era católica romana y, por lo tanto, fascista. Era imposible persuadirlos de lo contrario.
Primero, se congregó una gran multitud de mujeres. Entonces el pregonero del pueblo le dijo al hermano Cooke que se marchara del pueblo o de otro modo iría a notificar a la Guardia Civil. Los hermanos no se fueron, y más tarde llegaron los guardias. En el cuartel el sargento examinó cuidadosamente los folletos e interrogó a los hermanos Cooke y Gargallo. Finalmente dijo que no podía ver nada en absoluto que fuera incorrecto, pero tendría que examinar más el asunto porque la gente del pueblo había presentado una denuncia. Luego le dijo al hermano Cooke que le llevara una carta al teniente del pueblo más cercano, pues creía que él podría decidir mejor en cuanto a la legalidad de nuestra obra.
Mientras Eric y Antonio bajaban por el camino surcado por los carros, varios jóvenes venían corriendo por los campos. Súbitamente, un hombre y algunos muchachos surgieron por detrás de los hermanos. Más de veinte coincidieron en un punto, informó el hermano Cooke, quien añadió: “Dos nos agarraron por los brazos y nos acusaron de ser propagandistas fascistas. Un atrevido joven me apuntó con una horquilla en el estómago por si trataba de escapar. Otro cogió el libro Vindicación en inglés, que yo llevaba para leer. ‘¡Mirad!’ dijo, ‘¡italiano! Estos deben ser agentes fascistas.’ Antonio intentó dar una explicación, pero no había manera de razonar con ellos.”
Arrebataron de la bicicleta la cartera de libros de Antonio y arrojaron la literatura al suelo. Otro asaltante trató de arrancarle la cartera de literatura de la espalda a Eric. Mientras tanto, otros estaban juntando leña para hacer fuego, y algunos intentaban romper los libros, en preparación para quemarlos.
“Justamente en ese momento, cuando la situación parecía desesperanzada,” informa Eric, “vimos un cambio en su actitud. Las muchachas presentes empezaron a huir. Los que nos tenían cogidos por el brazo aflojaron su agarro. Miré atrás, y doblando el recodo había cuatro miembros de la Guardia Civil. ¡Nunca habían sido tan bienvenidos! Como dijo Antonio, Jehová permitió que los asuntos llegaran a un punto determinado y entonces intervino.”
Más tarde, los hermanos se personaron ante el gobernador civil, quien se sorprendió de que hubiese surgido alguna duda acerca de nuestra obra. Él señaló la inestable situación política que existía entonces. ¡E inestable era! Esta experiencia ilustra claramente la resbaladiza trayectoria política que estaba emprendiendo el pueblo español, una trayectoria que pronto desembocaría en un terrible mar de sangre.
¡GUERRA CIVIL!
En febrero de 1936 se habían efectuado unas elecciones generales y el Frente Popular izquierdista había vuelto al poder después de dos años de gobierno de centro-derecha. Bajo este gobierno final del Frente Popular, la tendencia fue hacia la desintegración, y los acontecimientos se sucedieron rápidamente. El 13 de julio fue asesinado José Calvo Sotelo, un prominente monárquico derechista, y este acto sirvió para precipitar el Alzamiento Nacional, o Insurrección (dependiendo del punto de vista político del español). Esto tuvo su comienzo en África el 17 de julio y fue explicado por el general Francisco Franco por la radio el 18 de julio. La Guerra Civil española había empezado. De las cincuenta provincias, veintiuna apoyaron a la República y veintinueve al Alzamiento Nacional, mientras que las ciudades principales, como Madrid, Barcelona, Valencia y Bilbao, permanecieron fieles a la República.
La Guerra Civil segó más de un millón de vidas españolas. Fue una guerra de venganza religiosa y política. Durante los tres años de su duración la gente vivió en temor del asesinato a sangre fría, ya fuese a manos de los rojos (o comunistas) o a manos de los verdugos católicos, convencidos de que estaban sirviendo a Dios en una Santa Cruzada. Antiguas deudas fueron saldadas por el sistema pernicioso de la denuncia anónima, en el que la víctima perdía la vida ante un pelotón de ejecución en un campo solitario.
SE AFECTA LA ACTIVIDAD CRISTIANA
¿Cómo afectaron estos desenvolvimientos a nuestra obra en España? Quizá podamos discernir mejor los sentimientos de nuestros hermanos en aquel tiempo por medio de ver aquellos acontecimientos a través de los ojos de una persona que vivió la experiencia, la hermana Carmen Tierraseca. Ella escribió:
“Por Madrid estalló una ola de terror, de confusión y de angustia. El pueblo, tantos años oprimido por el clero, se desbordó, lanzándose en masa contra las iglesias, quemando algunas, rompiendo las imágenes y arrastrándolas por las calles. No obstante, a pesar del caos que se había desencadenado, a nosotros se nos respetó y se nos dejó en paz.
“Cercano a nuestro pequeño salón estaba el cuartel de la Montaña, que fue escenario de luchas sangrientas, y toda aquella zona fue ocupada pronto por el militarismo. Inmediatamente los hermanos extranjeros tuvieron que salir del país, y nos vimos solos. Poco después, todas las pertenencias de la Sociedad fueron confiscadas de la Calle de Cadarso [el local al que se había trasladado la oficina sucursal anteriormente] y llevadas a un paradero desconocido. Los miles de libros y folletos que había almacenados allí habían sido removidos de allí o quemados. Las pilas de papel para imprimir la verdad, las máquinas que participaban en imprimir alabanza, las sillas donde nos sentábamos para estudiar la Biblia, la oficina donde se organiza a la obra... ¡todo se perdió, dolorosamente! . . . La obra en España se había hundido en un mar de silencio. Todo esto me causó una tristeza infinita, y nos vimos solos, tremendamente solos, cada cual por su lado, ‘desollados y desparramados como ovejas sin pastor.’”—Mat. 9:36.
Justamente antes de que estallara la Guerra Civil, John y Eric Cooke habían partido de vacaciones a Inglaterra. Hacia 1936, Frank Taylor había completado su testificación en las provincias de Sevilla y Cádiz y estaba resuelto a tener como próximo objeto el ir a las islas Baleares, a las que esperaba llegar por barco, vía Gibraltar. Se encontró en la ciudad fronteriza de La Línea, antes lugar tranquilo y soñoliento, mientras se le saqueaba y quemaba para luego caer en manos de los fascistas y sus tropas moras de turbante blanco. Mientras el hermano Taylor estaba atravesando un descampado hacia el edificio aduanero, fue atrapado en una verdadera lluvia de plomo procedente de ametralladoras, rifles y pistolas. Pero consiguió llegar a salvo y después de anochecer se lanzó corriendo para atravesar ‘la tierra de nadie’ en dirección a la frontera de Gibraltar. “Unas pocas balas me pasaron cerca,” recuerda, “pero estaba libre y canté de gozo.”
Ernest Eden, por otra parte, fue expulsado de España, pero no antes de que pasara algún tiempo en una prisión subterránea que era muy parecida a un túnel cerrado en ambos extremos. Allí, él y un hermano alemán subsistieron a base de un panecillo, una taza de café y unos 600 gramos de judías o habichuelas cocidas cada día. “Estuvimos allí dos meses,” recuerda el hermano Eden, “y puedo recomendar ese alimento como régimen para adelgazar.” La expulsión del país se completó con una escalada rigurosa de las montañas y un descenso por el lado francés con caminatas, tropiezos, caídas y magulladuras. Ya en Francia, los dos hermanos se separaron y Ernest Eden con el tiempo se encontró de vuelta en Inglaterra.
Al estallar la Guerra Civil, el hermano Rosselli, ciudadano norteamericano, estaba predicando en las islas Canarias, territorio español frente a la costa occidental de África. Mientras daba testimonio entre casas esparcidas a lo largo de un sendero, dos soldados salieron precipitadamente de un escondrijo y lo arrestaron. Pasó doce días arrestado y luego fue deportado de España. ¿Cuál era su “delito”? Había estado distribuyendo la hoja suelta “¿Qué es el fascismo?” que declaraba que los cristianos no son ni fascistas ni comunistas, sino que dan testimonio del venidero reino del Señor.
Así fue como nuestras actividades en España fueron desastrosamente afectadas por la Guerra Civil. En julio de 1936 empezó un período de once años de aislamiento y soledad completos. Cada uno de los Testigos españoles llegó a ser como una vela con luz trémula, intentando mantener encendida su llama de integridad en medio de una sofocante oscuridad espiritual. Unos pocos sucumbieron, pero la historia de la mayoría es evidencia del poder insuperable del espíritu de Jehová que los sustentó a través de aquellos años sombríos.
PRUEBAS DURANTE EL AISLAMIENTO
Todos los que trataban de agradar a Jehová se vieron sometidos a varias pruebas, tanto durante como después de la Guerra Civil, pero los hombres fueron probados especialmente. Si al comenzar la guerra estaban viviendo en territorio dominado por los republicanos, se esperaba que lucharan con ellos. En cambio, si estaban en territorio “rebelde,” se esperaba que lucharan para las fuerzas católicas derechistas. No olvidemos que esta cuestión surgió en 1936, y aunque los hermanos poseían un entendimiento básico de la neutralidad cristiana, no tenían el beneficio de La Atalaya que trató de ese asunto, ya que ésta no apareció en inglés sino hasta noviembre de 1939. Así, cada hermano sabía que tenía que mantener integridad de una manera u otra, pero le faltaba la visión clara que vino más tarde, así como el contacto con la organización visible con el fin de resolver cualesquier dudas que tuviera.
Para ilustrar los problemas de aquellos días, consideremos el caso de Nemesio Orús, un hombre casado y que tenía tres hijos pequeños que vivía en Huesca. Unos días después de haber comenzado la guerra, fue visitado como sospechoso comunista o francmasón, y sus visitantes trataron de obligarlo a aplaudir a los soldados mientras marchaban a la guerra. Lo presionaron para lograr que se afiliara al grupo de acción fascista local. Cuando rehusó hacer estas cosas, terminó apuntado en la ‘lista negra’ para futuras represalias.
Una noche de agosto de 1936, Nemesio fue arrestado, interrogado por el inspector de policía y encarcelado. Con el tiempo se encontró en la cárcel de Zaragoza, donde pasó doce días en una celda sin colchón, durmiendo en sólo una manta doblada sobre el suelo. Por dar testimonio a los demás presos, Nemesio fue castigado con estar incomunicado trece días. Finalmente, el 16 de diciembre de 1936, fue puesto en libertad.
No obstante, esto no fue todo. La familia Orús se trasladó a Ansó, donde, en el invierno de 1937, Nemesio recibió del ayuntamiento una notificación de presentarse para el servicio militar. Deseando mantener la neutralidad cristiana, él hizo caso omiso de la notificación, fue encarcelado de nuevo y finalmente puesto en libertad, al ser declarado inútil para el servicio militar por razones médicas. Después de eso, la familia Orús se trasladó a Barbastro, otra ciudad de la provincia de Huesca, donde Nemesio otra vez estableció su negocio de relojero. Entonces perdió todo contacto con el pueblo de Dios por unos diez años.
El período de la posguerra fue un tiempo de gran sufrimiento para el pueblo español, incluso para nuestros pocos hermanos y las personas que se interesaban en la verdad. En muchos lugares había atroces escaseces de alimento y combustible. Bajo estas circunstancias, algunos de los hermanos pudieron manifestar su amor cristiano. (Juan 13:34, 35) Por ejemplo, Salvador Sirera, que vivía en el pueblo de Pradell, Lérida, pudo cultivar una parcela de tierra y tener garantizado un suministro de alimento. No fue éste el caso para los hermanos de Barcelona, donde cinco algarrobas se vendían por una peseta, cuando un jornal diario de término medio era de doce a catorce pesetas, y las necesidades básicas, como el pan y el aceite de oliva, escaseaban. Por lo tanto, uno puede imaginarse la gratitud del hermano Juan Periago cuando Salvador vino a Barcelona trayendo comestibles para los hermanos necesitados de esa ciudad.
Los nuevos gobernantes estaban resueltos a eliminar todos los vestigios del anterior régimen republicano, y por tanto había censura estricta del correo y de la prensa. Por consiguiente, cuando las hermanas Natividad Bargueño y Clara Buendía decidieron escribir a la Sociedad Watch Tower en Brooklyn para conseguir literatura, echaron sus cartas al correo en vano. Sus cartas nunca salieron de España, ya que fueron intervenidas por la censura. Pocos días más tarde la policía visitó los hogares de estas hermanas y, después de hacerles preguntas, y en un caso registrar la casa, les advirtieron que abandonaran su interés en estas “mentiras.”
En aquel tiempo se requería que todas las cartas que se enviaran tuvieran frases patrióticas escritas en el sobre. De otro modo, no se entregaba el correo. Por lo tanto, con el fin de conservar su neutralidad, el pueblo de Dios no escribía a la Sociedad.
Otro requisito era que en cada ocasión en que se escuchaba el himno nacional, aun por la radio, todos debían ponerse de pie y hacer el saludo fascista, sin importar donde estuviesen. El mismo acto patriótico se requería si una persona pasaba delante de un cuartel militar al izarse o arriarse la bandera, o si las tropas estaban desfilando con la bandera. Así fue que un día Antonio Brunet Fradera y Luis Medina estaban caminando por una calle de Barcelona cuando un batallón de soldados vino desfilando con la bandera. Todo el mundo se puso de pie en posición de firme y saludó la bandera, excepto Antonio y Luis. Ante eso, el oficial encargado mandó hacer un alto al batallón y ordenó amenazadoramente a estos jóvenes que saludaran. Cuando ellos rehusaron hacerlo, el oficial agarró sus manos derechas y las levantó en señal de saludo. Pero uno de los hermanos declaró: “Nosotros no estamos saludando. Es usted quien lo hace al levantar nuestros brazos.” Furioso, el oficial dejó caer los brazos de ellos y sacó su pistola y la apuntó hacia ellos, diciendo: “Ahora sí que ustedes saludarán, ¿verdad?” Otra vez los hermanos rehusaron. “Pero, ¿no ven que los voy a matar aquí mismo si no lo hacen?” ¿La respuesta? “Usted solamente nos matará si Dios lo permite.” Con eso, el oficial frustrado enfundó la pistola y condujo a estos jóvenes bajo arresto. Pero ellos habían mantenido su integridad. Es interesante notar que Antonio Brunet aún no había sido bautizado, ya que su inmersión tuvo efecto algunos años más tarde, en junio de 1951.
Estando de nuevo en el poder la Iglesia Católica, también surgieron complicaciones para los hijos de los testigos de Jehová, especialmente en lo que se refiere a las escuelas. Para recibir una educación en una escuela estatal era necesario presentar la fe de bautismo y demostrar así que el niño era católico bautizado. Natividad Bargueño no había bautizado a sus hijas en la iglesia, y cuando ellas llegaron a la edad escolar, realmente tuvo que buscar mucho antes de encontrar una escuela que no exigiera la fe de bautismo.
Entonces también había un problema debido a que el párroco local insistía en que todos los alumnos debían asistir a su iglesia el domingo por la mañana. Para asegurarse de que lo hicieran, a cada uno se le daba una tarjeta azul que se marcaba mientras entraban en la iglesia. Luego, cada lunes por la mañana, estas tarjetas se comprobaban para ver si alguien había faltado. Al recordar esto, una de las hijas de Nati comenta:
“Por supuesto, la mía no estaba horadada, y todos los lunes tenía que enfrentarme a dicha situación con la maestra. Por fin, llegó cierto lunes cuando la maestra dijo: ‘Esta situación no puede continuar así. O vas a misa, o en caso contrario debo presentar el caso a mis superiores.’” La hija de Nati se fue a casa y explicó el problema a su madre, quien tomó la medida sencilla de enseñar a su hija Hechos 17:24, donde dice que Dios no mora en templos hechos de manos. La jovencita repitió ese texto a la maestra como explicación de por qué no asistía a misa. Esto tuvo éxito, ya que la maestra nunca más la molestó con el interrogatorio del lunes. De hecho, cuando el cura venía los lunes para comprobar las tarjetas azules, la maestra deliberadamente no le mostraba la tarjeta de la hija de Nati a fin de evitar complicaciones.
GERMINAN SEMILLAS EN TORRALBA
Aunque la Guerra Civil y su secuela ciertamente pusieron a prueba al pueblo de Dios y lo llevó a encararse a muchos problemas, la semilla de la verdad que se había plantado continuó dando fruto. Por ejemplo, en Torralba de Calatrava hubo algún fruto con el paso de los años. Realmente la primera semilla se había sembrado allí tiempo atrás en 1931, cuando José Vicente Arenas por primera vez oyó la verdad. Con el transcurso del tiempo se dio testimonio informal y esto poco a poco afectó a diferentes individuos. Junto con los que leían las publicaciones de la Sociedad Watch Tower había algunos protestantes que estaban mezclando los dos conjuntos de ideas. De hecho, uno de ellos actuaba como repartidor para la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera de Madrid, aunque vendía nuestra literatura al mismo tiempo. Durante el tiempo del conflicto se celebraron reuniones de manera clandestina, dirigidas por hombres que eran más bien protestantes que testigos de Jehová.
Hacia 1946 el grupo de estudiantes de la Biblia en el pueblecito rural de Torralba era el más grande de España todavía estudiando la Biblia con las publicaciones de la Sociedad en la mano. De su estudio, ellos se dieron cuenta de que debían bautizarse, y así organizaron la celebración de un bautismo el 2 de septiembre de 1946, en el cercano río Guadiana. Aquel día, nueve personas se bautizaron con gran sencillez y sinceridad. Sin discurso de bautismo, nueve hombres entraron en el río y se bautizaron. Luego cada uno ofreció una oración a Dios mientras todos se arrodillaban en la orilla del río. Dos semanas más tarde efectuaron otro bautismo y tres hermanos más fueron bautizados. Lo que es extraño es que ninguna mujer se bautizara, aunque algunas se asociaban con el grupo. Otro detalle interesante es que los elementos “protestantes” no participaron de ningún modo en estos bautismos, a pesar de que estaban tratando de mantener el control del grupo.
El 26 de septiembre de 1946 el hermano Gregorio Fuentes casó con la hermana del hermano Pedro García. Entre los invitados estaba un protestante a quien casi se consideraba como un patriarca debido a su conocimiento de la Biblia. Él abrigaba la esperanza de llegar a ser el pastor de este grupo floreciente de estudiantes de la Biblia de Torralba. Cuando la boda terminó, sugirió que todos celebraran la Cena del Señor. Dio un discurso en el que hizo resaltar la necesidad de participar de la Cena regularmente. Todos los presentes participaron de los emblemas bajo la guía de este ‘pastor’ protestante, y él indicó que volvería en noviembre para celebrar la Cena otra vez.
Sin embargo, algunos hermanos no estaban convencidos de lo que había tenido lugar. Así que, antes de que él volviera, hicieron una investigación cabal de la Biblia y de las publicaciones de la Sociedad, y hallaron las pruebas que necesitaban para rebatir a este supuesto “pastor.” A su regreso, él quedó desilusionado al encontrar que nadie del grupo estaba preparado para celebrar su “Cena” y que estos individuos ya no estaban bajo su control. Inútil es decir que nunca más volvió.
NOTICIA DE PRENSA CONDUCE A UN CONTACTO RENOVADO
Un acontecimiento notable de 1946 fue la Asamblea Teocrática de Naciones Alegres, celebrada en Cleveland, Ohio, con una asistencia máxima de 80.000 personas. Desde luego, España fue una de las naciones que no estuvo representada. Aún no existía ningún contacto entre los cristianos españoles y la organización de Dios en el resto del mundo... ¡y esto era diez años después del estallido de la Guerra Civil! Sin embargo, aquella asamblea sobresaliente tuvo impacto en las noticias internacionales, y se imprimieron informes hasta en los periódicos españoles. Esos informes, aunque tergiversados y llenos de mentiras, sirvieron para restablecer el contacto entre el Cuerpo Gobernante de los testigos cristianos de Jehová y los pequeños grupos del pueblo devoto de Dios que funcionaban en España.
La prensa informó que los testigos de Jehová estaban esperando el fin del mundo por medio de una explosión atómica entre 1946 y 1948. Tres hermanos notaron, cada uno independientemente de los otros, esta noticia que publicaron los periódicos españoles. El hermano Manuel Alexiades la leyó en un periódico de Madrid e inmediatamente escribió a la central de la Sociedad en Brooklyn para preguntar acerca de esta “profecía.” Mientras tanto, Ramón Serrano leyó la misma noticia en otro periódico e informó a Ramón Forné, quien también escribió a la Sociedad. Al mismo tiempo, los hermanos de Torralba habían visto este informe, e igualmente se comunicaron con la oficina de Brooklyn de la Sociedad. ¿Quién hubiera pensado que la asamblea de 1946 sería el medio de poner en contacto de nuevo a los hermanos españoles con la organización visible de Jehová por toda la Tierra? Realmente, las mentiras que deben haber agradado al Diablo se volvieron contra él.
¡Qué gozo para los hermanos de España! Poco a poco, la literatura cristiana comenzó a entrar otra vez; libros como Hijos, El nuevo mundo, “La verdad os hará libres” y “El reino se ha acercado.” Estos libros se enviaban como regalos a los hermanos de aquí, ¡y vaya regalos! Después de unos diez años de vagar por un desierto de sequía espiritual, habían encontrado de nuevo el oasis de la verdad.
EL CUERPO GOBERNANTE REANUDA EL CONTACTO
Como resultado de estos contactos, el Cuerpo Gobernante de los Testigos de Jehová dispuso que los grupos españoles fueran visitados en mayo de 1947. Al llegar a Madrid el 7 de mayo, F. W. Franz y H. C. Covington, de la central de la Sociedad Watch Tower en Brooklyn, Nueva York, tuvieron su primera reunión con un grupo de once amigos españoles reunidos aquella noche en el comedor del hogar del hermano Manuel Alexiades. Todos los presentes quisieron ser suscriptores regulares de La Atalaya y obtener todas las últimas publicaciones cristianas. No obstante, se advirtió que casi todos los hombres fumaban, aunque no se hizo ningún comentario inmediato acerca del uso del tabaco. Al día siguiente se celebró una segunda reunión con un grupo de dieciséis personas.
Estas dos reuniones edificaron la confianza de Pedro García y Gregorio Fuentes, quienes habían venido de Torralba de Calatrava. El grupo de allí estaba dividido en cuanto a invitar o no invitar a los hermanos de Brooklyn para que vinieran y los visitaran, y por eso enviaron a Pedro y a Gregorio a Madrid para que analizaran la situación. Bueno, de manera parecida a lo que sucedió en el caso de los espías fieles del tiempo de Moisés, ellos quedaron impresionados favorablemente y enviaron un telegrama avisándole al grupo que llegarían a Torralba con los dos visitantes norteamericanos.
Primero, esto significó un viaje en tren a Ciudad Real. Después, los dos visitantes se dirigieron a Torralba en un taxi un tanto destartalado, decrépito y antiguo. Varios hermanos estaban allí para recibirlos a su llegada a la 1:35 de la madrugada.
A la mañana siguiente los visitantes fueron al cuartel de la Guardia Civil para hacer constar su presencia. Aquella noche veinticuatro personas se juntaron para una reunión y resultaron grandemente refrescadas en sentido espiritual. Pero la visita también tuvo un impacto en la gente en general de aquel pequeño pueblo agrícola. Por ejemplo, Bienvenido González recuerda: “Su estancia allí fue espectacular, especialmente para los ciudadanos locales. El hermano Franz, aunque su estatura resultaba normal entre las gentes del pueblo, llevaba un sombrero que de ningún modo era normal. Además de que le estaba algo grande de copa, tenía un ala muy ancha, inusitada en la localidad y esto le daba singularidad entre los vecinos.”
El domingo se celebró la reunión final con el grupo de Torralba, y treinta y ocho personas se apiñaron en una habitación para disfrutar de la reunión. Se explicó la organización de congregación, y se asignó a dos hermanos a cuidar de la obra del grupo. Fueron José Vicente Arenas y Juan Félix Sánchez. El asunto del fumar surgió en esta reunión, ya que casi todos los del grupo eran fumadores y ellos habían advertido que sus visitantes no lo eran. Después de la pregunta de ellos acerca de esto, el hermano Covington relató su propia experiencia de que antes él fumaba unos cincuenta cigarrillos al día, pero el conocimiento de la verdad del Reino le había mostrado que el hábito era incompatible con la vida cristiana. Hasta después de este discurso la cuestión del fumar continuó siendo causa de dificultad en aquel grupo, pues algunos no estaban dispuestos a hacer el cambio.
Después de la reunión, se le notificó al cuartel de la Guardia Civil de la inminente partida de los visitantes. Pero, ¿cómo iban a recorrer los dieciséis kilómetros hasta Ciudad Real para tomar el tren a Madrid, puesto que el único taxi del pueblo tenía un neumático pinchado? Pues bien, el hermano Franz más tarde informó:
“A medianoche nos dirigimos a la casa de un carretero y lo levantamos de la cama. Él enganchó una tartana, un carro cubierto, de dos ruedas, a un caballo cansado que llevaba cascabeles debajo del cuello. Diciendo adiós a algunos de los amigos de allí, cuatro de nosotros subimos al carro con el cochero. Entonces, durante las horas de oscuridad fuimos dando topetones y haciendo sonar los cascabeles, en dirección al oeste. . . . A las tres de la madrugada llegamos a la estación de ferrocarril de Ciudad Real.”
Los visitantes tomaron el tren y regresaron a Madrid a salvo. Más tarde en aquel día tuvieron una reunión de despedida con el grupo de Madrid y de entre las doce personas presentes se nombró un superintendente presidente temporero y conductor del estudio de La Atalaya.
Al día siguiente los visitantes volaron hacia Barcelona. Durante la visita allí, se asignó temporalmente un comité de servicio para poner en marcha de manera organizada a la Congregación de Barcelona. Los nombrados fueron Ramón Forné, y Ramón y Francisco Serrano.
El 15 de mayo los visitantes fueron en tren a Barbastro. El viaje duró diez horas, durante las cuales el tren pasó por la famosa montaña de Montserrat, con su formación peculiar de cumbres que parecen dedos monolíticos señalando a los cielos. En lo alto de esta montaña está un monasterio con la imagen de “Nuestra Señora de Montserrat,” también conocida como la “Virgen Morena,” llamada así porque, según dicen, la imagen se ennegreció debido a las velas que se han quemado debajo de ella durante siglos.
En Barbastro los visitantes fueron recibidos por Nemesio Orús y su familia, así como por personas que se interesaban en la verdad. Se celebraron dos reuniones allí en las noches subsiguientes, y Nemesio fue asignado para servir de superintendente presidente temporero.
Más tarde, de regreso a Barcelona el 18 de mayo de 1947, los visitantes hablaron a unas veinte personas. Antes de partir de esa ciudad, Ramón Forné fue asignado como siervo temporero encargado de todas las actividades de los testigos de Jehová y sus congregaciones en España.
UN NUEVO CAPÍTULO EN EL SERVICIO DEL REINO
En diciembre de 1947, otros miembros del Cuerpo Gobernante visitaron a cristianos en España. En aquella ocasión los hermanos N. H. Knorr y M. G. Henschel pudieron dar ayuda espiritual a compañeros de creencia españoles. Junto con los visitantes vino John Cooke, para entonces graduado de la Escuela Bíblica de Galaad de la Watchtower. Sí, éste era el mismo hermano que tuvo que salir de España en 1936, justamente antes de que comenzara la Guerra Civil. Ahora él fue asignado a la Península Ibérica para organizar nuestra obra en España y Portugal.
Un lugar que necesitaba ayuda era Barcelona, donde funcionaban dos grupos separados como resultado de disensión que se basaba en diferencias personales. Cuando el hermano Cooke llegó al aeropuerto allí, le saludaron dos pequeños grupos de hermanos, pero entre ellos mismos estaban renuentes a saludarse. Durante la primera semana o más la situación estuvo muy difícil. Los hermanos estaban desorganizados y no efectuaban ningún servicio del campo auténtico. Sin embargo, dentro de un corto espacio de tiempo el hermano Cooke pudo organizar un estudio de La Atalaya combinado, y desde entonces en adelante el ambiente mejoró lentamente, aunque los sentimientos heridos tardaron mucho en curarse.
El primer paso vital en la reactivación de nuestra obra en España fue reemprender la actividad de casa en casa. A esta sugerencia se le presentó la protesta: “Pero, hermano Cooke, esto no es Londres o Nueva York. Esto es la España de Franco. ¡No se puede hacer trabajo de casa en casa aquí!” John pensaba de otro modo. Así que él empezó por su propia cuenta, visitando un piso aquí y otro allí con el fin de que nunca pudiera ser localizado por la policía o denunciado eficazmente. Con su ejemplo delante de ellos, los demás hermanos comenzaron a seguirlo. Pronto se dieron cuenta de que, con tacto y prudencia, y usando la Biblia católica, en efecto podían predicar de casa en casa. Así fue que España tuvo treinta y cuatro publicadores del Reino que informaron en 1948, su primer año de actividad organizada de predicación de casa en casa de la posguerra.
El grupo de Madrid era más débil que el de Barcelona. No había ningún hermano capacitado para llevar la delantera allí, aunque hermanas como Carmen Tierraseca y Natividad Bargueño estaban siguiendo calladamente la guía de la organización, a pesar de algún “veneno” protestante que se había introducido en el grupo. Las reuniones se celebraban en las afueras de Madrid, en el distrito de Vallecas, en casa del protestante que en Torralba de Calatrava había intentado “hacerse el amo del cotarro.” Antes de que John Cooke llegara, este protestante acostumbraba conducir el estudio de La Atalaya, que a veces duraba casi tres horas, y los comentarios de este individuo en algunas ocasiones eran hasta de treinta minutos. John realmente no pudo mejorar la situación en ese entonces, ya que en Madrid no había disponibles hermanos capacitados.
Desde Madrid, John Cooke fue en tren a Ciudad Real, donde se encontró con los hermanos de Torralba de Calatrava. Durante los primeros pocos días todo fue bien, y él pudo tener excelentes reuniones con los hermanos, a pesar de la estrecha vigilancia de la Guardia Civil. Sin embargo, alrededor del cuarto día John cayó enfermo y tuvo que guardar cama. Tenía fiebre y una sensación extraña en los pulmones. Aunque necesitaba mucho líquido, el agua de aquel pueblo sin duda era mala. Para empeorar la situación, no había ningún médico adecuado en el pueblo. Con el paso de cada día la situación empeoraba, no solo para John, sino también para los hermanos que tenían a este “embarazoso” extranjero que estaba despertando las sospechas de la Guardia Civil. Finalmente, John hizo un gran esfuerzo y viajó de regreso a Barcelona, donde Ramón y Francisco Serrano lo encontraron e hicieron que recibiera el cuidado necesario en casa de ellos. Por algún tiempo el médico lo estuvo visitando tres veces al día y hasta los hermanos pensaban que se estaba muriendo. Sin embargo, el hermano Cooke sobrevivió la penosa prueba gracias a los cuidados de la familia Serrano.
El médico recomendó que John Cooke pasara unas cuantas semanas en las montañas para recuperarse. De modo que Nemesio Orús lo invitó a estar con su familia en Barbastro, pero también allí iban a surgir problemas.
ARRESTADOS COMO MIEMBROS DE LOS “MAQUIS”
Mientras estaban en Barbastro, John y Nemesio tuvieron una experiencia insólita, aunque típica. Nemesio había escrito de antemano a cierto interesado llamado Vicente para decirle que irían a visitarlo. Bueno, cuando el destartalado autobús se detuvo para que bajaran los visitantes, allí estaba esperando un siniestro comité de recepción... un sacerdote y cuatro guardias civiles bien armados. Cerca estaba Vicente con su ropa sencilla de campesino, con un burro para cargar las maletas y una mirada preocupada en el semblante. Después de saludarse visitantes y visitado, cargaron el burro y comenzaron a subir por el sendero que conducía a la aldea. Pero, dos de los guardias se pusieron delante de ellos y los otros dos, con el cura, detrás. ¡Los hermanos habían caído en una trampa! Al aproximarse a la aldea, uno de los guardias que estaban detrás gritó: “¡Alto! ¡Manos arriba!” “No discutimos esa orden,” comentó John lacónicamente. “Nos registraron por si llevábamos armas y entonces nos ordenaron que siguiéramos hasta la casa del hermano. Entretanto, el cura se esfumó, habiéndose cumplido muy bien su jugada.”
Pero, ¿qué había ocurrido? Bueno, Vicente había leído la carta de Nemesio a su familia, pero la sirvienta la escuchó y, como era católica, se lo dijo al cura. Él, a su vez, informó a la Guardia Civil que unos sujetos peligrosos vendrían a visitar a Vicente. En aquel tiempo, por aquella zona, los maquis, refugiados políticos españoles con su cuartel general en Francia, hacían muchas incursiones molestas a través de la frontera, y la Guardia Civil local estaba en estado de alerta. Así que inventaron la acusación de que John y Nemesio eran agentes de los maquis.
En la casa de Vicente se explicó nuestra posición auténtica y los guardias se marcharon. Mientras los tres descansaban tomando una taza de café, los guardias regresaron y los arrestaron. ¿Por qué? Porque supuestamente estaban celebrando una reunión ilegal. Los decretos de Franco habían prohibido las reuniones no autorizadas de tres o más personas. Esto hizo que se les interrogara desde alrededor de la medianoche hasta las 5 de la madrugada en el cuartel más cercano de la Guardia Civil. Después de eso, los tres fueron encerrados en una celda de un convento deshabitado, con una guardia de cuatro soldados y un cabo. Estuvieron unos cuantos días en aquel lugar, durmiendo en colchones sucios sobre el suelo y pagando para que les trajeran las comidas desde la fonda del pueblo de Graus. ¡Y se suponía que esto fuera un período de convalecencia para John!
Los tres fueron interrogados de nuevo por oficiales que fueron bastante educados y respetuosos. El tercer día llegó un telegrama del gobernador de la provincia con la instrucción de que a los tres se les pusiera en libertad. Finalmente, regresaron a casa de Vicente y allí continuaron la visita como habían planeado.
John Cooke, después de estar unas tres semanas con Nemesio, regresó a Barcelona, donde la obra estaba progresando muy bien, con unos cuarenta publicadores del Reino activos. Durante la celebración del Memorial en España en aquel tiempo, noventa y seis personas asistieron y dieciocho participaron de los emblemas. El número de los participantes fue desproporcionado debido a la influencia del “hermano” protestante de Madrid. Pero aquella situación solo hubo de continuar hasta 1950, cuando finalmente se tomó acción judicial contra él. Con mejor entendimiento, el número de participantes disminuyó a tres en 1956.
Puesto que se iba logrando progreso lento, pero firme, en España, se decidió que John Cooke se trasladara a Portugal. Él hizo esto en agosto de 1948 y no regresó a España sino hasta julio de 1961. Sin embargo, los ocho meses de asociación antes de su partida habían servido para dar rumbo fijo a los asuntos en España. Se estaba estableciendo el orden teocrático y los frutos vendrían, a pesar de todos los esfuerzos de Satanás en el sentido contrario.
SURGEN PROBLEMAS EN TORRALBA
El 18 de marzo de 1948 José Vicente Arenas y Pedro García fueron llamados ante el alcalde del pueblo y el jefe local de la Guardia Civil en Torralba de Calatrava. El propósito de la entrevista era conseguir que los hermanos dejaran de celebrar sus reuniones e impedir que predicasen más a otros. Pedro contestó que ellos respetarían a las autoridades, pero que sería imposible detener las reuniones y la obra de predicar. (Hech. 5:29) Pero el asunto no terminó allí.
El 10 de abril la Guardia Civil intervino y confiscó los paquetes de literatura que la Sociedad había enviado desde Brooklyn, Nueva York, y los hermanos que los habían recibido fueron multados por el gobernador civil de la provincia. Algunos pagaron la multa, pero otros rehusaron hacerlo porque no habían cometido ningún delito. Más tarde, la Sociedad enviaba la literatura a Barcelona y los hermanos de allí la remitían a Torralba. Aun así, era evidente que el grupo de aquel lugar necesitaba poner más confianza en Jehová. De modo que se hicieron nuevos nombramientos a puestos de responsabilidad y esto mejoró el espíritu del grupo en Torralba.
Un problema grande en Torralba era el hábito de fumar. Casi todos los hombres que se asociaban allí eran fumadores empedernidos, pero evitaban fumar cuando John Cooke estaba presente. Un día, sin embargo, Bienvenido González sacó a relucir el asunto adrede al fumar en presencia de John. Como resultado, el asunto se aclaró una vez más y, como Bienvenido explica, “el consejo de John Cooke fue un nuevo incentivo para que algunos fuésemos dejando el sucio vicio.”
PRIMERAS SEMILLAS DE LA POSGUERRA SEMBRADAS EN LAS ISLAS BALEARES
¿Estaba progresando en alguna otra parte de España la obra de predicar el Reino? Sí, a aproximadamente 160 kilómetros al este de la costa mediterránea española se encuentran las islas Baleares, que consisten principalmente en Mallorca, Menorca, Ibiza y Formentera. Hasta los años cuarenta la exclusiva o monopolio del catolicismo no había conocido alteración en estas islas, pero esto iba a cambiar, gracias al hermano Manuel Alexiades, un hombre de negocios griego que vivía en Madrid pero que también tenía propiedades en Mallorca.
Un día, en la oficina de telégrafos, Manuel empezó a dar el testimonio a uno de los empleados. Este hombre prestó atención al mensaje, no porque estuviera especialmente interesado, sino debido al hecho de que su esposa era católica fanática y él esperaba que ésta fuera su oportunidad para aminorar el fanatismo de ella. Así, Manuel Alexiades tuvo la oportunidad de dar el testimonio a Prudencia Font de Bordoy, presidenta de la Acción Católica en Puerto de Pollensa, pequeña población en la costa nordeste de Mallorca. Ella aceptó alguna literatura nuestra.
Prudencia más tarde visitó a una amiga y le dio un tratado. Tan conmovida quedó esta amiga, que pasó el tratado a su hija Margarita. Bueno, tanto Margarita como su madre mostraron interés en la verdad, adquirieron más literatura y empezaron a estudiar la Biblia con Prudencia. ¡Y vaya estudios que tenían... duraban desde las tres de la tarde hasta las ocho! De hecho, cuando Margarita se vio ante la perspectiva de otro estudio de cinco horas de duración, se escondió en su habitación. Pero entonces tuvo cinco horas para reflexionar en su estratagema, y durante ese tiempo se avergonzó de lo que había hecho. Oró a Jehová y expresó su deseo de estudiar la Biblia, ¡pero no por cinco horas con aquella mujer!
En 1949, Margarita y su madre establecieron su propio horario de estudio, y durante dos años cumplieron con él a la vez que testificaban informalmente a sus vecinos y amigos. Los asuntos empezaron a mejorar en 1953, cuando John Cooke las visitó por tres días y se encontró con la sorpresa de tener un auditorio de veintiséis personas para una reunión en Palma de Mallorca.
Puesto que Margarita ahora tenía veintiséis años y estaba capacitada para enseñar a otros, John Cooke tomó la iniciativa al final del discurso e hizo arreglos para empezar diez estudios bíblicos con las personas interesadas en la verdad que estaban presentes en aquella reunión. Los tres días de entrenamiento infundieron en Margarita un gran aprecio por la organización de Jehová y también avivaron su curiosidad por el servicio de precursor o el servir como predicadora de las buenas nuevas de tiempo cabal. En 1953, cuando John Cooke asistía a una asamblea cristiana en Nueva York, envió a Margarita una solicitud para el servicio de precursor, que ella gustosamente llenó. De este modo, en agosto de aquel año Margarita Comas llegó a ser precursora especial.
Para aquel tiempo, Paul Baker, un misionero graduado de la decimaquinta clase de la Escuela de Galaad, ya había estado en Mallorca por más de un año. Poco después de su llegada el 25 de marzo de 1952, Paul comenzó estudios de la Biblia con dos familias y pronto las unió para formar el primer estudio de La Atalaya. Dos semanas después de su llegada se celebró el Memorial, y veintiuna personas estuvieron presentes, sin que nadie participara de los emblemas. Para el fin de aquel mes, cinco publicadores estaban informando actividad en el servicio del campo por primera vez y estaban conduciendo cuatro estudios bíblicos. El hermano Baker continuó como columna principal de la congregación de Palma de Mallorca hasta 1957, cuando fue expulsado del país.
DESENVOLVIMIENTOS NOTABLES EN BARCELONA Y MADRID
Durante los años que ahora estamos repasando, la supervisión de la obra de predicar el Reino en España experimentó algunos cambios. Poco después de la llegada del hermano John Cooke, Ramón Forné fue sustituido por Luis Buj, quien poco después tuvo que regresar a Argentina. Entonces, en 1950, el hermano Pedro Pérez fue asignado a esta responsabilidad. Sin embargo, él anteriormente había sido anarquista, y durante la agitación que existía en aquel entonces vino a estar bajo mayor vigilancia policíaca. Naturalmente, él había abandonado toda actividad política, y le explicó esto a la policía. No obstante, en vista de aquellos problemas, Pedro escribió a la Sociedad y sugirió que se nombrara a otro hermano para que se encargara de la obra. En consecuencia, Jorge Miralles, quien había venido de Argentina, recibió este privilegio.
Aquí parece oportuno dar otro vistazo a la situación en Madrid. Allí, el hombre antes mencionado que tenía un punto de vista protestante conducía el estudio de La Atalaya y mezclaba sus propias ideas protestantes con lo que la revista decía. De hecho, se informa que después de la reunión los hombres que concurrían solían sacar su tabaco y ponerse a fumar, mientras charlaban de las cosas en general. ¡Qué le parece!
Después de enterarse de la situación en el barrio madrileño de Vallecas, Pedro García, el hermano de Torralba de Calatrava, fue a Madrid y el 16 de diciembre de 1949 se reunió con los hermanos de allí, excepto el protestante. Como resultado de esta conversación y de correspondencia con la Sociedad, Luis Feito y Eulogio González recibieron nombramiento a puestos de responsabilidad en la congregación.
Realmente dramáticos fueron los sucesos en Madrid en la celebración del Memorial el 1 de abril de 1950. El 31 de marzo Pedro García llegó a Madrid y en primer lugar fue a considerar el asunto del Memorial con el protestante. Fue imposible llegar a un acuerdo respecto a la fecha o en cuanto a quiénes precisamente deberían participar de los emblemas y, aun así, ¡este protestante iba a dar el discurso! Al día siguiente, Pedro fue al lugar de reunión con su “hermano” mayor y encontró allí a unas veinte personas, muchas de las cuales le eran totalmente desconocidas. Al preguntar quiénes eran, se le informó que eran protestantes y adventistas que este “hermano” había invitado a la reunión. Astutamente había rellenado el auditorio por medio de invitar a personas de su propia calaña.
Pedro García actuó rápidamente y avisó a Eulogio González para que se dirigiera al grupo antes de que comenzara el discurso del Memorial. El propósito era aclarar los asuntos respecto a la fecha y los participantes, en armonía con una carta recibida de la Sociedad Watch Tower. Bueno, esto le cayó como una bomba inesperada al “hermano” protestante. La reunión estalló en confusión. El protestante y sus seguidores se marcharon y Pedro García terminó dando el discurso del Memorial.
Con eso terminó la influencia del protestante. Rehusó aceptar la dirección del “esclavo fiel y discreto” y no respetó los nombramientos de hermanos responsables en la congregación. (Mat. 24:45-47) En consecuencia, las reuniones dejaron de hacerse en su casa y se celebraron en la de Eulogio González, en el barrio madrileño de Ventas.
PRIMEROS PRECURSORES NOMBRADOS EN ESPAÑA
Con la llegada de misioneros entrenados en Galaad, tales como John Cooke, Ken Williams, Bernard Backhouse y Paul Baker, el espíritu del servicio de precursor comenzó a desarrollarse entre algunos del grupito de proclamadores del Reino españoles. En 1949 solo había en el país cincuenta y tres publicadores, y éstos se asociaban en seis grupos. De éstos salió la primera precursora española, María Gómez, de Barcelona.
En 1950 se alcanzó un nuevo máximo de 93 publicadores. El año siguiente el máximo aumentó a 121, y entonces a 145 en 1952. Este último año señaló un punto decisivo para el campo español, por el nombramiento de cuatro precursores especiales, tres de ellos españoles... Máximo Murcia, de Torralba de Calatrava, Luis Feito y Maruja Puñal, de Madrid, y Raimundo Avoletta, que era brasileño. En 1977 hubo 591 precursores especiales trabajando bajo la supervisión de la sucursal española.
FORTALECIENDO LA ORGANIZACIÓN
Las visitas edificantes de miembros del Cuerpo Gobernante continuaron durante la década de los cincuenta. Por ejemplo, el hermano F. W. Franz vino de nuevo a España en julio de 1951. Un acontecimiento memorable durante esa visita fue una reunión al aire libre fuera de Madrid. En aquella ocasión, varios hermanos de Torralba que habían sido bautizados en 1946, pero no por una persona bautizada, decidieron bautizarse de nuevo. El hermano Franz dio el discurso de bautismo en español y John Cooke los bautizó en el río Jarama. Este contacto personal directo en español con un miembro del Cuerpo Gobernante fue un gran estímulo para los veintiocho hermanos presentes.
En Granada fue necesario tomar precauciones, de modo que los hermanos celebraron sus reuniones en una habitación de hotel. Granada, en el corazón de la región andaluza, es rica en recuerdos y reminiscencias árabes. Los hermanos F. W. Franz y John Cooke visitaron el palacio de la Alhambra, construido principalmente en los siglos trece y catorce por los árabes, o moros, como más comúnmente se les conoce aquí. Es interesante que toda la obra de mosaico, azulejos y estuco de la Alhambra refleja el aborrecimiento musulmán hacia todo lo que huela a idolatría. ¿De qué forma? Bueno, todos los diseños artísticos están basados en motivos geométricos, arabescos y caligráficos.
A propósito, en 1950 un hermano de Argentina visitó a su nativa Granada y presentó la verdad a varios hombres allí. Pronto cuatro se suscribieron a La Atalaya y empezaron a celebrar “reuniones” privadas, en realidad debates, en el palacio de la Alhambra, que está abierto al público. Más tarde, estas reuniones se trasladaron a una cueva-vivienda del Sacromonte, en las afueras de Granada. Es curioso saber que este grupito observaba el Memorial anualmente, por medio de ir a un lugar solitario de la colina Sacromonte y allí leer un artículo de La Atalaya a medida que el Sol se ponía. Con el tiempo se estableció una congregación cristiana en Granada.
Los hermanos N. H. Knorr y M. G. Henschel visitaron de nuevo a España en febrero de 1952. En aquella ocasión se organizaron cinco estudios de La Atalaya en Barcelona y se establecieron las normas para las reuniones futuras y la predicación en España. Ya que se necesitaba gran cautela para evitar problemas innecesarios con las autoridades, se sugirió entonces que la asistencia a las reuniones se mantuviera en de ocho a doce personas. En aquel tiempo se asignó al hermano Bernard Backhouse para trabajo de circuito entre las congregaciones.
Debido a la escasez de nuestra literatura, se introdujo un arreglo original para España. Si se encontraba en la obra de casa en casa a una persona genuinamente interesada, los hermanos le prestaban un libro y comenzaban un estudio bíblico. Entonces enviaban la dirección de la persona a la central de la Sociedad en Brooklyn, desde donde se le enviaba por correo un ejemplar del libro a aquella persona. El publicador entonces recibía la contribución por el libro y recobraba el ejemplar que había prestado. Este arreglo fue descontinuado más tarde, pero cumplió un propósito útil por algún tiempo.
Los hermanos Knorr y Henschel regresaron a España en enero de 1953 y ésta resultó ser la última visita en la que John Cooke pudo participar. Se celebraron reuniones en Barcelona y Madrid con buenas asistencias. En Madrid, los hermanos visitantes tuvieron una entrevista con los hermanos Cooke y Backhouse, y en ella se decidió que España y Portugal formarían una sola sucursal de la Sociedad, con el hermano John Cooke como el superintendente de sucursal.
Durante aquella visita, el hermano Knorr sugirió que se ejerciera precaución especialmente en la organización de asambleas. Él creía que sería mejor mantenerlas en un tamaño como el de comidas campestres de treinta a cuarenta personas, más bien que intentar tener asistencias de cien o más. Estas asambleas “campestres” se celebraron en los montes y bosques por toda España hasta que nuestra obra fue legalizada en 1970. Solo en pocas ocasiones intervino la policía.
En julio de 1953 John Cooke fue invitado a asistir a la asamblea internacional del pueblo de Jehová en la ciudad de Nueva York. Después de aquella asamblea él regresó a Portugal y celebró una asamblea “campestre” cerca de Lisboa con el fin de repetir los puntos sobresalientes de la reunión de Nueva York. Luego subió al tren para viajar a Madrid, pero cuando llegó a la frontera española no le permitieron entrar en el país. En mayo de 1954 intentó de nuevo cruzar la frontera española, pero sin éxito. Su nombre estaba en la “lista negra.” John ya no pudo regresar a España para efectuar trabajo misional, pero la predicación del Reino estaba fundada sólidamente y se movía adelante bajo la influencia del espíritu santo de Jehová. No obstante, John Cooke continuó su servicio como misionero en África y todavía sirve en el Betel de África del Sur.
PERSECUCIÓN ORGANIZADA
Con el comienzo de la obra de predicación organizada, también llegó a haber persecución organizada. Por permanecer virtualmente escondidas, las sectas protestantes no habían provocado ninguna reacción del clero católico, aunque se suponía que había más de 30.000 protestantes en España. Pero la actividad de un simple puñado de testigos de Jehová pronto agitó las iras del clero católico. Por fin se le estaba presentando un desafío a su monopolio. Por lo tanto, ¿qué hizo el clero? Lo mismo que en el tiempo de la Inquisición, se encargaron de denunciar, pero dejaron que el brazo del Estado efectuara el trabajo sucio.
Podemos ilustrar esta persecución por medio de mencionar la experiencia de Natividad Puñal, la hija de Nati Bargueño. Un día de 1953 esta joven de diecisiete años estaba participando en el servicio del campo con un precursor especial. En una de las visitas salió un hombre y en tono agresivo empezó a hacerles preguntas. Este individuo empezó a gritar, y otros miembros de la familia acudieron. Finalmente, el hombre se identificó como policía. Llevó a los dos Testigos a un sitio donde había una capilla católica y los condujo ante un individuo que, aunque no iba vestido como cura, hablaba como si lo fuese. Desde allí fueron llevados a una comisaría donde les registraron las carteras de literatura y les confiscaron sus folletos y Biblias. A los dos los interrogaron por bastante tiempo y después de un segundo interrogatorio los llevaron ante el Jefe de la Brigada Social de la policía secreta. Al llegar, inmediatamente los metieron en el calabozo. Pronto Nati se encontró en una celda entre ladronas, prostitutas y lesbianas. Pero hasta en aquellas circunstancias aprovechó las oportunidades que se le presentaron para dar testimonio.
Aquella noche, cuando las demás estaban acostadas, Nati fue llevada a una habitación y sometida una vez más a interrogatorio. Las preguntas “amistosas” del comienzo pronto cedieron lugar a otras más específicas, pues el jefe de los interrogadores quería saber quién dirigía la obra, cuántos participaban en ella, donde vivían, y así por el estilo. Hasta sacó una fotografía de un grupo de Testigos, entre los cuales estaba Nati, así como cartas de la Sociedad y otros artículos que habían sido tomados de la habitación del precursor especial.
Nati logró contestar de tal forma que protegió a sus compañeros de creencia. En realidad, se alegró mucho de no saber las direcciones de los hermanos extranjeros. Por fin el interrogatorio terminó y Nati fue devuelta a la celda comunal. El día siguiente la colocaron en una celda individual pequeña, de las que se usaban para los incomunicados. Allí pasó dos días hasta completar el máximo de 72 horas que podía estar arrestada sin acusación oficial.
Sin embargo, esto no terminó allí. Unas semanas después, Nati tuvo que presentarse ante el Tribunal de Faltas y fue denunciada por haber promovido escándalo. Su acusador era el mismo policía que había comenzado el problema. ¡Sin embargo hubo un cambio inesperado! El policía dijo: “No ha habido ningún escándalo.” Presionado por el juez, simplemente contestó: “Me escandalicé de que no creyeran en la Virgen María.” Finalmente la causa quedó sobreseída. Pero al salir ellos del tribunal, el policía acusador abordó a Nati y su compañero y les dijo: “Yo creí que ustedes eran una clase de personas diferente y les ruego que me perdonen.”
Esta no fue la única experiencia carcelaria que tuvo Nati. Dos años después volvió a la misma prisión por la misma razón, predicar la Palabra de Dios. Su hermana, Maruja, igualmente sufrió encarcelamiento por declarar las buenas nuevas. Ella tuvo que contender con reclusas lesbianas y hasta se vio obligada a repeler ratas durante su encarcelación. A pesar de sus experiencias en la prisión, estas muchachas continuaron en el servicio de Jehová y él bendijo sus esfuerzos diligentes.
LA BIBLIA EN ESPAÑA
Debe recordarse que por siglos se había mantenido a España en ignorancia con respecto a la Biblia; tanto, que hasta en la década de los cincuenta la Biblia estaba considerada como un peligroso libro protestante, uno que no debería ser leído por los católicos a menos que tuvieran una cultura elevada. Esta ignorancia está ejemplificada por una experiencia que tuvo Vicente Páramo cuando le predicaba a un zapatero remendón en Madrid. Su presentación fue interrumpida por esta exclamación del zapatero: “Pero, ¿me viene usted a hablar a mí de la Biblia? ¡Mire usted si conoceré yo la Biblia que he leído el Quijote siete veces!” Don Quijote es, naturalmente, la famosa novela del escritor español Miguel de Cervantes.
En otra ocasión, una hermana estaba dándole el testimonio a una señora y mencionaba constantemente la Santa Biblia. La señora exclamó: “Yo conozco casi todos los santos del calendario, pero nunca he oído hablar de esta Santa Biblia.” Estaba confundiendo la Santa Biblia con una de sus santas, como Santa María y Santa Lucía.
Ahora consideremos la experiencia de Sinforiano Barquín, del barrio de Begoña, Bilbao. Después que su primo de Venezuela le hubo presentado la verdad de Dios, él abordó a un cura y le pidió permiso para sacar de una biblioteca un ejemplar de la Biblia y considerarlo con el grupo de la Acción Católica con el que Sinfo se asociaba. ¿La respuesta? “¡Hay muchos otros libros para considerar sin que tenga que ser la Biblia!” No habiendo quedado satisfecho, Sinfo cogió su Biblia Valera (protestante) y la llevó a otro sacerdote a quien le tomó casi media hora solo buscar Isaías 7:14. Sin amilanarse, Sinfo le preguntó después a un famoso cura, que tenía un programa en la radio, por qué la Iglesia no enseñaba que los mansos heredarían la Tierra, tal como dice el Salmo 37:11 (Vers. 11; compare con Mateo 5:5) “Bueno,” dijo el cura, “eso sencillamente quiere decir que los mansos vivirán más años en la Tierra . . . y esa Biblia, ¿me la dejas a mí, o la quemas tú mismo?” Algún tiempo después, en una confrontación pública, el hermano Barquín manejó su Biblia con tal destreza que este mismo cura exclamó: “¡Qué bien te han entrenado en tan poco tiempo!”
El usar la Biblia en la obra de predicar el Reino no se hacía sin problemas. Por ejemplo, un día vino un muchacho a la casa de la hermana Engracia Puñal, en Toledo, llevando una carta en la que le pedían que regresara a cierta casa a explicar más de la Biblia. Ella había visitado aquella casa un par de veces y le había hablado a la señora, pero ahora el esposo quería hablar con ella. Las cosas se desarrollaron de tal forma que el hijo de Engracia, Manolo, fue allí junto con Vicente Páramo. Una señora apareció en la puerta y dijo que llamaría a su esposo. Él salió y le pidió a Manolo que le mostrara el libro que tenía. Era la Biblia Nácar-Colunga. El hombre la cogió y dijo: “¡Como ustedes hacen mal uso de este libro, si lo quieren recuperar tendrán que ir al párroco mañana!” El hombre entonces recurrió a lenguaje grosero, golpeó a Manolo, y les ordenó a los dos Testigos que se fueran.
El día siguiente, Manolo fue a la parroquia a reclamar su Biblia. Allí el cura lo atacó delante de otras personas; lo golpeó varias veces. Entonces el clérigo llamó a la policía y ésta se lo llevó. También detuvieron a la madre de Manolo, Engracia, y los metieron a los dos en prisión cinco días. Mientras estaban allí, la policía fue a la casa de Engracia para registrarla, y Paz, su hija adolescente, les dijo que su madre estaba en prisión. Hasta ellos quedaron sorprendidos de saber que todavía estaba en prisión, e inmediatamente telefonearon para que la pusieran en libertad. Había estado detenida cinco días, mientras que la ley sólo permitía tres como máximo sin acusaciones.
ACTIVIDAD INTENSIFICADA DEL CLERO Y LA POLICÍA
El buen desarrollo de nuestra obra de predicar de casa en casa provocó una reacción del clero, y especialmente del arzobispo de Barcelona. Él publicó una carta pastoral en el Boletín Oficial de la diócesis, pero ésta fue reproducida textualmente en tres números de La Vanguardia Española, un periódico de la ciudad, del 19 al 21 de marzo de 1954. La carta denunciaba a dos clases como enemigos de la Iglesia Católica... a los protestantes, que estaban buscando conversos entre los pobres por medio de ofrecerles ayuda económica, y a otros, que iban de casa en casa ofreciendo libros, folletos, revistas y tratados. Obviamente esta alusión hacia referencia a los testigos de Jehová, aunque sólo una vez se nos mencionaba por nombre en esta larga carta pastoral.
La carta pedía a las autoridades que hicieran cumplir la ley y no permitieran propaganda pública ni proselitismo de las sectas protestantes. Continuaba así: “Toleramos prudentemente la cizaña . . . pero no podemos tolerar la siembra de la cizaña.” En conclusión, se proponían cinco recomendaciones a los fieles católicos, la última de las cuales era: “Haced uso de la ley. Es el último recurso a que hemos de echar mano, pero al que no debemos ni podemos renunciar, llegado el caso, para impedir que siembren errores y herejías entre los católicos . . . Bastará, a veces, la simple amenaza de este recurso para que desistan de su empeño.” La carta iba acompañada de una circular que describía aquella lucha como una cruzada auténtica, con el arzobispo mismo “a la cabeza de esa Cruzada por la unidad católica.”
La radio, las escuelas, las iglesias y la Acción Católica todos se unieron en la llamada contra los testigos de Jehová, y aconsejaron a la gente que invitara a los Testigos a entrar en sus casas... y entonces llamara a la policía. ¡Cómo temblaban los monopolizadores religiosos, y esto solo por la actividad de unos 130 publicadores en toda Barcelona! Los misioneros Álvaro y Marina Berecochea escaparon por los pelos de los curas y la policía. En cierta ocasión Álvaro visitaba como superintendente de circuito la congregación Paralelo y estaba predicando con dos publicadores, Joaquín Vivancos y Eduardo Palau. En un lugar estos dos publicadores estaban haciendo una revisita, pero la señora se puso hostil y les cerró la puerta en las narices. Entonces parece que llamó a la policía.
Entretanto, Álvaro estaba vigilando en la puerta del edificio cuando vio a dos hombres que corrían hacia él. Estos lo metieron adentro a empellones y lo empujaron contra la pared mientras lo registraban rudamente; le arrebataron la cartera de los libros. Desde luego, eran de la policía secreta. Uno se quedó con Álvaro mientras el otro subió la escalera e hizo bajar a los hermanos Vivancos y Palau a punta de pistola. Los tres fueron llevados a la comisaría, pero en el camino el hermano Palau subrepticiamente rompió y tiró algunas notas, por si tenían nombres que pudieran incriminar a otros. Esta vez los hermanos salieron con una advertencia y no se refirió el asunto a la comisaría central de la policía en la Vía Layetana. ¡Sí, escaparon por los pelos!
En Madrid también se incitó a la policía a intensificar su actividad contra los Testigos. Durante el período desde 1953 hasta 1958 el precursor especial Máximo Murcia fue encarcelado en once ocasiones diferentes por períodos que oscilaron entre una noche y un mes. De este modo llegó a conocer varias de las frías y sucias celdas de las diferentes comisarías de la ciudad.
MISIONERO EXPULSADO
En 1954 la vigilancia policial también llevó a la expulsión de uno de los misioneros de Galaad. Porque había sufrido las inclemencias del tiempo durante aquel duro invierno mientras servía en Bilbao, Bernard Backhouse viajó a Barcelona y se alojó en casa de la familia Miralles. Entonces se descubrió que tenía fiebre tifoidea y esto quiso decir que tendría que quedarse con ellos por bastante tiempo.
Como sucede en muchos pisos en España, el agua de la casa de los Miralles se calentaba por medio de un pequeño calentador de gas que tenía una luz piloto. Una noche, mientras todos estaban acostados, la luz piloto se apagó y lentamente el piso se llenó de gas. De algún modo la hija se dio cuenta de que algo había sucedido y, tambaleándose, llegó a la puerta y pidió auxilio. Vino una ambulancia y les administraron oxígeno a la hermana Miralles y al hermano Backhouse. Desde luego, este suceso causó cierta sensación en el vecindario, y hasta los periódicos lo informaron, junto con los nombres de los que estuvieron implicados, entre ellos el de Bernard Backhouse.
El día siguiente se presentó un inspector de la policía secreta y le manifestó claramente al hermano Backhouse que era persona non grata a causa de sus conocidas actividades religiosas. Debido a su estado de salud no se le expulsó enseguida, pero cuando se recobró tuvo que marcharse de España. Su partida a Portugal dejó solo cuatro misioneros en España: Paul Baker en Palma de Mallorca y Ken Williams y el matrimonio Berecochea en Barcelona.
Podría mencionarse que hasta el apartado postal alquilado que usaba la sucursal de la Sociedad no permaneció inviolado. Lo forzaron, y la correspondencia fue abierta. Por eso, cuando la policía interrogó a una de las precursoras especiales, pudieron probar que ella se había comunicado con la oficina sucursal por medio de mostrarle fotocopias de sus propias cartas. ¡Vaya ley que decía garantizar la inviolabilidad de la correspondencia!
LA PRENSA FALANGISTA ATACA
Los 200 publicadores del Reino que predicaban en España en 1954 causaron una reacción de pánico de parte de la sección barcelonesa del movimiento político falangista. Su revista mensual de octubre de aquel año llevaba en la portada el encabezamiento: “¡Disco rojo a la herejía! Los ‘Testigos de Jehová’ pulsan el timbre de nuestras puertas en un diabólico intento de subversión.” El artículo de las páginas 8 y 9 incluía copias de páginas de ¡Despertad! junto con páginas de dos de nuestros folletos. Estas ciertamente daban una visión más objetiva de los Testigos que el reportaje que las acompañaba. El artículo hasta mencionaba los nombres de Bernard Backhouse y John Cooke y decía que ellos eran los primeros Testigos importantes que habían sido enviados a España para “lanzar las primeras semillas de la secta en nuestra Patria.”
A los doscientos testigos de Jehová se les tildó de pseudo-españoles por haber abandonado la Iglesia Católica. ¡También se les describió como imbéciles comunistas y tarados sexuales! Otros artículos de crítica aparecieron en la revista Diez Minutos y el periódico Heraldo de Aragón. Sin embargo, tales ataques en ningún modo sirvieron para disminuir el celo de los hermanos.
UNA AVERÍA MUY OPORTUNA
Fue en agosto y septiembre de 1955 que el hermano F. W. Franz estuvo de nuevo en España. Uno de los lugares que visitó junto con Álvaro y Marina Berecochea fue Torralba de Calatrava. Ya que los visitantes no querían despertar sospechas en aquel pueblecito, Álvaro, cuando se acercaban al taller del hermano Pedro García, quitó el contacto del motor y detuvo el coche como si hubiera habido una avería. Se bajó del coche, levantó el capó y se portó como si algo anduviera mal, y entonces se acercó a un vecino y le preguntó si había un garaje o taller cerca de allí. Por supuesto, esto los condujo a la casa y el taller del hermano García. Pedro salió para mirar el motor y dijo que sería necesario llevar el coche a su taller, ya que el problema parecía complicado. Por lo tanto, llevaron el coche al taller cerraron las puertas... y entonces, ¡qué gozo! Hubo abrazos al acercarse los hermanos que habían estado esperando en la casa de Pedro para saludar a sus visitantes.
Cuando hubo anochecido, los visitantes tuvieron que cruzar parte del pueblo para llegar a donde se celebraría la reunión. Para pasar desapercibidos, Álvaro y el hermano Franz se pusieron boinas típicas de la comarca y abrigos de piel de oveja. En la oscuridad, siguieron a una de las hermanas que los condujo a un granero donde esperaba la congregación. De hecho, habían estado esperando durante tres horas, y sin embargo se quedaron otras dos o tres horas para escuchar los discursos y tener compañerismo con estos hermanos visitantes. Finalmente, después de cenar, los tres visitantes salieron del taller con su coche “reparado” y se alejaron bajo el manto protector de las tinieblas.
Durante esta visita, el hermano F. W. Franz también fue a Palma de Mallorca. Esta visita tuvo lugar el 30 de agosto y setenta y cinco personas asistieron a las reuniones allí. Este fue un total excelente, pues entonces solo había treinta y dos publicadores en Palma de Mallorca.
¡APRISIONADOS!
El siguiente fin de semana se había reservado para la asamblea de Barcelona, en realidad una reunión que se celebraría en un lugar secreto en el bosque del monte Tibidabo. Puesto que el número de los asistentes iba ascendiendo a centenares, Álvaro Berecochea empezó a preocuparse por el éxito y lo secreto del arreglo. Sus preocupaciones aumentaron cuando un hermano de Manresa le dijo que la policía había registrado su casa aquella semana y se había llevado el suplemento del Informador (ahora Nuestro Servicio del Reino) que llevaba el anuncio de este arreglo de asamblea. Álvaro se alarmó todavía más cuando una de las hermanas le dijo que había reconocido a un inspector de policía entre los que se encaminaban al lugar de la asamblea. Además, el hombre vestía como si fuera a una comida campestre. El hermano Berecochea decidió consultar con el hermano Franz en cuanto a lo que se debería hacer. ¿La respuesta? “Sigamos adelante y que acontezca lo que Jehová quiera.”
El hermano Franz, entre otros, había de participar en el programa aquella mañana. Después de su discurso hubo una sesión de experiencias dirigida por Antonio Brunet, hijo. Él estaba entrevistando a Mariano Montori, un hermano anciano de Zaragoza, cuando empezaron los problemas serios. Paul Baker recuerda: “Él estaba a punto de concluir su experiencia, cuando observé que un jeep se había detenido detrás de otro vehículo, en un claro lejano al pie de la ladera detrás de la plataforma . . . Cuatro hombres con atuendo propio de una excursión campestre bajaron del jeep y comenzaron a caminar rápidamente ladera arriba hacia el lugar de la asamblea. Pronto echaron a correr, llevando la delantera un hombre bajito que estaba vestido con pantalón vaquero azul y camisa desabrochada. Varios hermanos habían notado este grupo y se preguntaban de qué trataría esta próxima demostración. Al llegar el grupo al alcance del oído, el hombre bajito que iba delante gritó a voz en cuello: ‘¡Que nadie se mueva, o disparo!’ Empuñaba una pistola . . . Esta sí que era una demostración original. . . . El hombre bajito colocó a sus compañeros en puntos estratégicos y dio instrucciones de entregar todas las cámaras fotográficas. Apareció otro compinche, que había estado sentado entre nosotros, y ahora todo el mundo se dio cuenta de que ésta era una redada de la policía secreta.”
Los hombres del grupo nuestro fueron llevados en camiones a la comisaría central de policía de Barcelona. Mientras ciertos hermanos esperaban pacientemente que volvieran los camiones, pues no pudieron ir todos a la vez, dieron testimonio y, de las conversaciones, dedujeron que ¡la policía pensaba que estaba deteniendo a un grupo político! En todo caso, la mayor parte de los hombres fueron a parar a la comisaría, incluso los extranjeros, los hermanos Franz, Berecochea, Williams y Baker. La policía obtuvo datos respecto a todos, así como sus huellas dactilares. En el lugar de la asamblea, lo primero que hicieron fue confiscar todas las cámaras, las cuales fueron devueltas sin película aquella noche. Así, la policía obtuvo un registro fotográfico de muchos de los hermanos y también se aseguró de que más tarde no aparecieran fotografías acriminadoras en la prensa extranjera.
Durante los interrogatorios, los hermanos comenzaron a darse cuenta de que algo anormal pasaba entre la policía. ¿Qué había sucedido? Pues bien, la madre y la cuñada de Álvaro Berecochea se habían escapado del lugar de la asamblea y habían ido al consulado estadounidense para informar del arresto de F. W. Franz, un ciudadano de los Estados Unidos. El cónsul se había puesto en contacto con la policía y, por supuesto, este tipo de publicidad era lo que la policía menos deseaba. Por lo tanto, a todos los extranjeros, menos a Álvaro, se les puso en libertad.
El hermano Berecochea fue llevado a su alojamiento, donde la policía hizo un registro. Sin embargo, no se encontró allí nada acriminador, por una serie de circunstancias. El hermano Francisco Serrano se las había arreglado para evadir la policía y estaba de vuelta en casa temprano aquella tarde. Al mismo tiempo, la hermana Teresa Royo, que iba en camino al lugar de la asamblea para la sesión de la tarde, pasó por la casa de Francisco y se enteró de la redada. Puesto que ella vivía en el piso o habitación frente al lugar de alojamiento de Álvaro y Marina, Francisco le dijo que volviera de prisa y sacara de aquel lugar los archivos y los escondiera. Ella hizo esto con la ayuda de Teresa Carbonell. Así que la policía se fue con las manos vacías. Estaban tratando con “palomas” que resultaron ser cautelosas como serpientes.—Mat. 10:16.
¿Qué efecto tuvo este ataque de la policía en los hermanos y las personas interesadas? Pues bien, no se tomó ninguna otra acción contra los hermanos, aunque una pequeña minoría cedió al temor al hombre. Tal vez temiendo también repercusiones económicas, rompieron su asociación con el pueblo de Jehová. A los demás, sin embargo, la experiencia los fortaleció, vigorizó y unió más firmemente.
Así que la obra no se aflojó. Durante 1955 gozamos de un máximo de 366 publicadores, mientras que se alcanzó un nuevo máximo de 514 en 1956, un aumento del 35 por ciento sobre el año anterior. Los precursores especiales aumentaron de 12 a 21, y el número de misioneros de la Escuela de Galaad aumentó de cuatro a nueve. El espíritu, en todo respecto, era uno de aumento en actividad.
Durante el período entre 1955 y 1957 el trabajo en la oficina de sucursal fue atendido por Álvaro Berecochea, ayudado por Ken Williams y Domenick Piccone. Después de la redada de la asamblea del Tibidabo, Álvaro siguió haciendo el trabajo de oficina desde su alojamiento y luego, alrededor de septiembre de 1956, la oficina fue trasladada a la casa de Francisco y Antonia Rodríguez. Por otra parte, el trabajo de enviar los paquetes de literatura se llevaba a cabo desde un cuarto pequeño que el hermano Brunet había dispuesto en su tienda de radios.
EN RUTA COMO SUPERINTENDENTE VIAJANTE
A mediados de la década de los cincuenta, Álvaro Berecochea sirvió de superintendente de circuito por un tiempo. Se esforzó por edificar a los hermanos espiritualmente, pero también se encontró con algunos problemas.
Por ejemplo, ¡la “congregación” de Barbastro había desaparecido! ¿Cómo era posible? Pues bien, sólo había existido sobre el papel. La falta de organización y experiencia habían resultado en que se contara como publicadores a personas que ni siquiera se asociaban con la organización de Jehová, y que mucho menos predicaban las buenas nuevas. Sin embargo, Nemesio Orús y sus hijos ciertamente hacían esfuerzos por dar un testimonio, especialmente de manera informal mientras llevaban a cabo su negocio de relojeros viajantes.
Una visita de circuito un tanto memorable fue la primera que Álvaro Berecochea hizo a Torralba de Calatrava. Viajó a Daimiel por tren desde Madrid y llegó alrededor de las 10 de la noche. Había tres hermanos esperándolo en la estación, aunque no podía ver ningún medio de transporte para recorrer los quince kilómetros hasta Torralba. Pero entonces vio tres bicicletas. ¡Sí, tres para cuatro personas! Lo habían calculado bien. Cada uno de ellos se turnaría en llevar al superintendente de circuito en la barra que conecta el manillar con el sillín de la bicicleta. Hacía una noche de invierno, fría y sin luna, y a medida que viajaban lo único que rompía el silencio eran gemidos o gruñidos o breves paradas jadeantes para transferir la “carga” mientras las sombreadas figuras se abrían camino por el campo.
A pesar de las incomodidades del viaje, la visita resultó ser una bendición espiritual para la pequeña congregación de Torralba. Y parece apropiado añadir que, a través de los años, la influencia del grupito de cristianos de aquel pueblecito de 5.000 habitantes se ha hecho notar en muchas partes de España a medida que pastores anteriormente analfabetos aprendieron a leer y escribir y se mudaron a provincias donde pudieron aumentar su servicio a Jehová.
LOS AÑOS CINCUENTA... UNA DÉCADA DE EXPANSIÓN RESPECTO A PRECURSORES
Durante los años cincuenta muchos proclamadores del Reino se esforzaron por alcanzar mayores privilegios de servicio. Así fue que el número de publicadores de tiempo cabal aumentó desde uno en 1950 a 102 en 1960. Durante el mismo período, el número de precursores especiales subió desde ninguno a 40. Tanto Madrid como Barcelona fueron notables por producir proclamadores de tiempo cabal de las buenas nuevas durante este período.
¿Qué estaban logrando los precursores? Pues bien, considere lo que sucedió en la provincia de Málaga. A finales de 1957, Carmen Novaes y Anita Berdún comenzaron a servir allí como las primeras personas en el servicio de precursor en aquella comarca desde 1936, cuando Frank Taylor había visitado a Manuel Oliver Rosado. Por supuesto, el hermano Oliver había perdido el contacto con la organización y las hermanas no sabían nada de él. No fue “redescubierto” sino hasta varios años después alrededor de 1964. No obstante, Carmen y Anita trabajaron duro, y ocho meses después quince personas asistían al estudio de La Atalaya, y seis publicadores del Reino participaban con ellas en el servicio del campo.
¿Había gran necesidad de la actividad de precursor en aquellos días? ¡Ciertamente que sí! Como ilustración considere lo siguiente: En 1956 hubo 514 publicadores activos en la declaración de las buenas nuevas, pero se encontraban principalmente en Madrid, Barcelona, Valencia y Palma de Mallorca. Así, sólo cuatro de las cincuenta capitales de provincia recibían un testimonio organizado. Por lo tanto, se puede apreciar que la mano de Jehová no se ha acortado en el campo español, pues veintiún años más tarde, en 1977, había más de 482 Salones del Reino esparcidos a través de las cincuenta provincias españolas. ¡Esto dice mucho a favor de la actividad industriosa de los publicadores de congregación, así como de los precursores regulares y especiales en España!
EDIFICADOS POR VISITAS POSTERIORES
Sin duda la mano de Jehová no resultó corta con respecto al interés que los miembros del Cuerpo Gobernante mostraban para con España. Sus visitas fueron un estímulo regular para los hermanos que ahora experimentaban hostigamiento constante en sus reuniones y en el servicio del campo. El arma favorita de la Iglesia era conseguir que los “fieles” llamaran a la policía y denunciaran a los hermanos. Esto constituía una admisión de que su feligrés de término medio no estaba equipado para defender sus creencias con la Biblia.
En noviembre de 1956, el hermano F. W. Franz visitó a España de nuevo. Repartió su estancia de cinco días entre Madrid y Barcelona, y habló a varios grupos en ambas ciudades. En contraste con los acontecimientos de 1955, todo transcurrió sin novedad y no se interrumpieron las reuniones. Esta visita se mantuvo en el máximo secreto, de modo que ni siquiera los hermanos lo sabían hasta que él llegó. De esta manera se evitaron problemas con las autoridades.
Durante enero de 1957, el hermano N. H. Knorr pasó cinco días en España como parte de su viaje por Europa y el Oriente Medio. Su informe de aquella visita decía, en parte:
“Las personas que representan a la Sociedad en Barcelona son muy enérgicas y han organizado a los hermanos en grupos o congregaciones pequeñas y han nombrado siervos sobre todos estos grupos. Fue un placer para mí discursar ante todos los grupos de Barcelona. Algunas noches discursé desde las cinco hasta las once, dando cinco discursos de una hora en distintos hogares, reuniéndome con grupos pequeños. Fue un gozo ver la felicidad manifiesta en los rostros de estos hermanos y su deleite en oír la verdad y asociarse unos con otros. . . .
“Después de pasar un tiempo muy agradable con nuestros hermanos de Barcelona, seguí mi camino a Madrid, y pasé un día con nuestros hermanos allí. Discursé ante diversas congregaciones pequeñas, cuatro de ellas en una sola noche... ahora se ha empezado en España una obra que jamás se desvanecerá, pues los hermanos allí son muy celosos. Quieren predicar, y Dios los está bendiciendo.”
MÁS PERSECUCIÓN POLICÍACA
El simplemente llevar literatura bíblica era suficiente para acarrearse arresto durante los años de la persecución. Por ejemplo, en Madrid cuatro precursores que salían de la casa de una hermana fueron detenidos por la Guardia Civil y llevados a la comisaría local. Los precursores no habían predicado en aquella vecindad aquel día, pero alguien los había visto entrar en aquella casa y los había denunciado por distribuir propaganda anticatólica. El sargento de policía dijo que el hecho de que llevaran esta literatura en su distrito significaba que tenía que dar parte del caso a la Dirección General de Seguridad.
En otro caso, un precursor que fue a la estación de ferrocarril para preguntar por horarios de tren fue abordado por un policía que le pidió ver su carnet de identidad. Como no lo llevaba encima, el agente registró su cartera y encontró literatura bíblica. Por dicho “delito” se le imponía una multa de 500 pesetas o tenía que pasar un mes en la prisión. Él eligió el mes de prisión.
En otras ocasiones, la persecución evidentemente venía de enemigos religiosos, como fue en el caso de Carlos Rubiño, un precursor de dieciocho años de edad que padecía una enfermedad seria del corazón. En el hospital las monjas constantemente le molestaban para que se confesara y comulgara. El sacerdote trajo consigo una imagen y le dijo: “Te estás muriendo. Tu única esperanza es besarla y confesarte conmigo y recibir la extremaunción.” Aunque sólo podía hablar en un susurro, Carlos se negó y le pidió al sacerdote que le mostrara dónde en la Biblia se mandaba este procedimiento. Airado, el sacerdote se volvió hacia la madre de Carlos y preguntó: “¿Qué clase de religión es ésta?” Ella, aunque no era Testigo, respondió al instante: “La religión de la Biblia.” Ante esto, el sacerdote salió a zancadas, ordenando a las monjas que quemaran la Biblia que Carlos tenía, ¡que por casualidad era la versión católica Nácar-Colunga! Pero la madre de Carlos la escondió y se la llevó a casa. ¡Ella había visto suficiente del fruto de la religión falsa!
Sí, Carlos murió, pero había sido fiel a sus creencias. El siguiente problema surgió cuando sus padres hicieron arreglos para un entierro civil. Como resultado, se obligó al padre a que dejara su trabajo como empleado del gobierno, y también lo echaron de su casa. Años más tarde, tanto la madre como el padre aceptaron la verdad, y sus otros dos hijos han seguido fieles en el servicio de Jehová. El más joven, Ricardo Rubiño, pasó seis años en prisión por mantener su integridad cristiana.
El hostigamiento de los hermanos y hermanas incluía tales cosas como negarles pasaportes que les hacían falta para asistir a asambleas cristianas en Francia o Marruecos. Literalmente veintenas de Testigos no pudieron viajar a tales asambleas, porque constaban en los registros policíacos como testigos de Jehová. Hasta el día de hoy, las hermanas jóvenes solteras que son mayores de dieciséis años no pueden conseguir pasaporte a menos que asistan a cursos de Servicio Social durante tres meses. Estos cursos requieren asistencia cada noche y han incluido instrucción política y religiosa, así como actividades de servicio social en hospitales e instituciones similares.
SE ORDENA A LOS MISIONEROS QUE SE MARCHEN
Desde los acontecimientos de septiembre de 1955 y la frustrada asamblea en el Tibidabo, Álvaro Berecochea había temido que la policía fuera a tomar acción y expulsar del país a él y a su esposa, Marina. Una prueba de esta situación sucedió en el verano de 1956, cuando Marina fue invitada a Londres para unas vacaciones de quince días. Porque tenía residencia en España, ella tuvo que pedir de la comisaría central de Barcelona un visado de salida.
Después de una espera de dos horas, un policía vestido de paisano la abordó y le preguntó por qué quería ir a Londres. Ella se lo explicó. Luego vino una andanada de preguntas, tales como: “¿Cree usted en esa religión de su marido? Usted sabe lo que sucedió en el Tibidabo . . . ¿Es usted de esa religión? ¿Cree usted esas fábulas de la Biblia? ¿Cree usted que Elías hizo bajar fuego del cielo?” Ella contestó: “Sí.” “Mire,” replicó él, “lo que realmente sucedió es que Elías era un vivo, y lo único que hizo fue astutamente llenar la zanja con gasolina y encenderla. Sólo los bobos pueden creer que fue un milagro,” y así continuó. Al final, el policía señaló a un fichero y dijo: “Allí tenemos información acerca de su marido que la perjudica a usted también.” Sin embargo, a pesar de todo esto se le concedió permiso a Marina para que fuera a Londres.
En enero de 1957 los Berecochea tuvieron que presentarse en la comisaría central para pedir la renovación de su permiso de residencia de dos años. Después de una larga espera, los llamaron a un despacho donde se les dijo que tenían cuarenta y ocho horas para arreglar sus asuntos y salir del país. Álvaro protestó vigorosamente, pero sin resultado. Obtuvieron una sola concesión... tendrían diez días en lugar de dos.
Ante esta emergencia, Álvaro dejó los asuntos de la oficina de sucursal en manos de Ken Williams. Entonces, los Berecochea tomaron el tren para Madrid. Centenares de hermanos fueron a la estación para despedirlos, y para todos fue una ocasión triste. Una vez en Madrid, Álvaro fue a la embajada argentina (pues era argentino) y explicó su situación. Debido a la intervención de la embajada, las autoridades españolas le concedieron un mes más y entonces la fecha tope fue el 18 de febrero. Habiendo obtenido un visado para ir a Portugal, él hizo arreglos para llevar una de las películas de la Sociedad por el norte de España.
Al volver a Madrid, el hermano Berecochea encontró una carta en la que se le asignaba a ir a Marruecos en vez de Portugal. Esto quería decir que tendría que volver a la policía para pedir un visado de salida diferente. En lugar de ir a la persona al cargo de los visados de salida, con quien había hablado largamente en la ocasión anterior, el hermano Berecochea fue al mostrador normal de consultas, donde explicó su necesidad y se le dijo que volviera al día siguiente. Al volver, encontró que habían extendido su visado otro mes más. ¡La organización de la oficina de policía ciertamente no era infalible! Ahora la fecha tope para salir del país era el 18 de marzo. No teniendo nada de holgazán, el hermano Berecochea hizo arreglos para proyectar la película de la Sociedad en el sur y luego volver rumbo a Barcelona.
ATRAPADOS Y EXPULSADOS
Al llegar a Barcelona, Álvaro y Marina se alojaron en una pensión y luego decidieron visitar su antiguo alojamiento en la casa de Teresa Carbonell. Tenían la llave de la puerta, pero antes de entrar preguntaron a las hermanas cristianas que eran vecinas si la policía había pasado por allí últimamente. “No,” dijeron, “todo ha estado tranquilo.” Con eso, los Berecochea cruzaron el pasillo a su piso anterior, abrieron la puerta y, para su desagradable sorpresa, ¡se encontraron con la policía!
La policía quiso ponerles las esposas a los Berecochea, pero éstos prometieron no escaparse. Fueron llevados a la comisaría central en la Vía Layetana, donde se enfrentaron a un jefe de policía furioso. “Les dimos cuarenta y ocho horas para salir de aquí,” vociferó, “y dos meses más tarde, ¡aún están aquí!” Las explicaciones de Álvaro fueron inútiles.
Se hizo una llamada telefónica a Madrid y vinieron instrucciones de que se expulsara a los Berecochea sin demora. Álvaro insistió en que tenía que ser por la frontera de Algeciras con el fin de llegar a Marruecos. De modo que fueron escoltados por un policía secreto todo el viaje desde Barcelona a Algeciras, una distancia de 1.450 kilómetros. Una vez a bordo del barco, el policía les devolvió sus pasaportes. Eso fue el 11 de marzo de 1957.
¡DE REGRESO A ESPAÑA!
En Marruecos, Álvaro Berecochea sirvió de superintendente de sucursal. Algunos meses más tarde se le pidió que hiciera un viaje a Portugal y España. Así, para obtener un visado de entrada, fue al Consulado español en Viena, Austria, donde le fue concedido. Ahora, para pasar la frontera española, fue en automóvil con sus padres a través de Francia y entró por Irún. La policía fronteriza no puso objeciones, y de nuevo se halló en España.
Se detuvo en Madrid y Barcelona. Para el 5 de diciembre de 1957 Álvaro estaba en Valencia y exhibió la película de la Sociedad “La felicidad de la Sociedad del Nuevo Mundo” a un grupo de veintitrés personas. A la noche siguiente asistió a otra reunión cristiana, y a mitad de ésta hubo una llamada violenta a la puerta. Al ser abierta la puerta, tres miembros de la policía secreta entraron, empuñando sendas pistolas. Tras una rápida comprobación de sus documentos de identidad, los siete hermanos fueron detenidos. Sin embargo, a Margarita Comas se le permitió salir junto con las otras hermanas, y ella inmediatamente se fue y escondió el proyector y la película.
Los siete hermanos fueron llevados a la comisaría, donde se les interrogó. Cuando le tocó a Álvaro, le preguntaron si conocía a Cooke, Backhouse y otros. Puesto que sus respuestas no satisficieron a los interrogadores, éstos se enfadaron y lo amenazaron con darle de puñetazos. Sin embargo, era evidente que no sabían que él había sido expulsado anteriormente y que le tomaban por turista. Alrededor de las tres de la madrugada el cónsul argentino se personó en la comisaría, lo que les enfureció, aunque no lo manifestaron delante del cónsul. Álvaro fue puesto en libertad, con órdenes de regresar el día siguiente para recoger su pasaporte.
Cuando el hermano Berecochea regresó al día siguiente, la situación era grave. Habían descubierto que había sido expulsado en marzo y estaban furiosos. Fue detenido y puesto incomunicado en una celda, donde la cama era de piedra y solo había una pequeña abertura con barrotes en la puerta. Después de unas horas, vino el guardia, abrió la puerta y se lo llevó a un lugar donde había unos paquetes y mantas en una mesa. “Sus hermanos le han enviado esto,” le dijo. La congregación de Valencia le había provisto alimento, mantas y otros artículos como muestra de su amor e interés cristianos.
Algún tiempo después, el hermano Berecochea fue sometido a otro interrogatorio. Habían decidido echarlo del país por Francia, pero él pidió ir a Portugal. Hubo acuerdo en esto, pero le dijeron que tendría que esperar en prisión hasta que tuvieran disponible una pareja de guardias civiles para escoltarlo. A Álvaro no le gustó nada aquella idea. El cónsul le había advertido acerca de personas que fueron a prisión y nunca más se supo de ellas. De modo que el hermano Berecochea pidió hablar con el cónsul argentino, lo que se le permitió hacer por teléfono. Alarmado por el nuevo giro de los asuntos, el cónsul dijo que intervendría inmediatamente.
Álvaro fue llevado de regreso a su celda. Pero tarde aquella noche le avisaron que al día siguiente tomaría el avión en el aeropuerto de Valencia. Lo soltaron, pero le dijeron que tendría que regresar al día siguiente para recoger su pasaporte.
Inmediatamente, el hermano Berecochea fue a casa de los hermanos, y halló que les habían impuesto una multa de 1.500 pesetas o treinta días de cárcel. Todos ellos habían acordado no pagar la multa, ya que no habían cometido ningún delito.
Al día siguiente, 9 de diciembre de 1957, Álvaro Berecochea voló a Madrid y desde allí a Lisboa, Portugal. De este modo terminó su servicio misional en España, un servicio que había abarcado cuatro años gozosos y benditos. Ahora otros tendrían que continuar llevando la delantera en la obra.
PERSECUCIÓN EN PALMA DE MALLORCA
Nuestras actividades se llevaban a cabo bajo circunstancias adversas; la oposición y la persecución religiosa nos acosaban por todas partes. Por ejemplo, en 1954 el hermano Paul Baker, que estaba sirviendo de misionero en Palma de Mallorca, tuvo su primera advertencia en cuanto a sus actividades religiosas en la escuela donde enseñaba inglés. Un día se le llamó a la oficina del director, quien le dijo en confidencia que la policía había estado preguntando acerca de él. Querían saber si él había estado enseñando religión en la escuela. El director había podido dar un buen informe, puesto que Paul había sido discreto y deliberadamente no había usado las horas de clase para hablar del tema de la religión. Sin embargo, Paul agradeció el aviso.
Un día de abril de 1957 Francisco Córdoba, precursor especial asignado en Palma de Mallorca, no se presentó a la reunión para el servicio del campo. Los hermanos no dieron demasiada importancia a esto hasta la noche, cuando él no se presentó en la reunión. Al día siguiente los hermanos fueron a su alojamiento y se enteraron que no había vuelto la noche anterior. Cuando todas las otras posibilidades habían sido eliminadas, decidieron que una hermana fuera a la policía a preguntar por él. Y, como era de suponer, había sido detenido junto con el hermano que estaba predicando con él. Se les podía dejar alimentos, pero no se les podía visitar.
Se acercaba el tiempo para la celebración del Memorial, y al hacer los preparativos para los varios grupos se tomó en consideración la posibilidad de que Paul Baker tampoco pudiera estar disponible, ya que parecía inminente una acción policíaca. Efectivamente, un día o dos más tarde un policía vestido de paisano se presentó en la pensión donde vivía el hermano Baker y lo condujo a la comisaría. Allí, en varias ocasiones interrogaron a Paul y entonces le dieron una versión escrita a máquina de sus respuestas. Le pidieron que verificara el contenido de dicho documento de varias páginas y entonces que lo firmara. Una vez que hubo hecho aquello, el hermano Baker fue llevado abajo a las celdas, donde finalmente se encontró con el hermano Córdoba y su compañero del servicio del campo. Los hermanos tuvieron que pasar la noche en el calabozo y al día siguiente fueron conducidos al juez. Sin embargo, es interesante saber que les fue asignado como guardia un policía que se interesó vivamente en el caso y les hizo muchas preguntas.
La vista del caso no se celebró en la sala del juzgado, sino en la oficina del juez, y los hermanos estuvieron solos con él y el policía. Con tacto, los hermanos explicaron cómo llevaban a cabo su obra de predicar. El juez halló sus enseñanzas inofensivas, aunque les dijo que habían delinquido al participar en proselitismo. Sin embargo, él pensaba que el tiempo que ya habían pasado en prisión les servía de suficiente escarmiento, y no tenía intención de emitir una condena adicional, aunque les advirtió que fueran más discretos en el futuro.
El policía que los escoltaba quedó más que contento con el resultado, aunque tuvo que llevar a los hermanos de regreso a la prisión para que recogieran sus pertenencias. El policía los llevó al oficial encargado de las celdas y le comunicó que ellos estaban en libertad. Sin embargo, aquel oficial murmuró que todavía había algo más pendiente, y de nuevo se les puso bajo llave.
Unas horas después, Paul fue conducido desde la celda a la sala de interrogatorios. Allí descubrió lo que era aquel “algo más.” Desde Barcelona había llegado un paquete para Paul que indicaba “radio,” pero en realidad contenía cincuenta ejemplares de los últimos números de las revistas La Atalaya y ¡Despertad! ¡Así que, además de las otras acusaciones falsas, ahora el hermano Baker fue acusado de contrabandista!
Paul intentó razonar con ellos, preguntándoles cómo podía ser esto contrabando si venía de la península española y no de otro país. Añadió que no había ninguna ley que prohibiera a los suscriptores recibir sus propios ejemplares, y éstos no eran para distribución pública, sino para ellos mismos. Sin embargo, todo fue en vano. El resultado fue otra noche en la cárcel. Como consecuencia de todo aquello, los tres proclamadores del Reino fueron trasladados a la Prisión Provincial de Palma de Mallorca, para pasar allí quince días.
En esta prisión se abrió para ellos un nuevo territorio. Pudieron entremezclarse libremente con los otros presos y así darles testimonio. Cuando llegó la fecha del Memorial, sus pensamientos estuvieron con los hermanos que estaban afuera. Y cuando salieron de la prisión el 26 de abril, un grupito de hermanos y hermanas estaba esperando para saludarles. Estos Testigos habían celebrado el Memorial en tres grupos a pesar de la ausencia de los dos hermanos capacitados Paul Baker y Francisco Córdoba.
MÁS “INVITACIONES A MARCHARSE”
Al regresar a la pensión, el hermano Baker halló que la policía se había llevado todas las revistas que él tenía en español, francés e inglés. A la mañana siguiente, cuando fue a desayunar, notó la presencia conspicua de un desconocido que tomaba café cerca de él. Era un policía secreto enviado para vigilarle.
¿Qué le ocurrió al precursor especial Francisco Córdoba? Fue desterrado de la isla y tuvo que regresar a la península española.
El viernes 3 de mayo de 1957 Paul Baker se casó con Jean Smith en el Consulado británico en Palma. Para su luna de miel viajaron a través de la isla hasta Alcudia, y allí embarcaron para Menorca. Por dondequiera que iban, siempre los “acompañaba” un policía vestido de paisano. ¡Circunstancias no muy ideales para una luna de miel!
Hacia el final de mayo Paul solicitó una renovación del permiso de residencia. Después de varias visitas a la jefatura de policía se le dijo que no le iban a renovar el permiso y que debería informarles de la fecha en que pensaba salir. Él sacó pasaje en un barco que salía de Barcelona para Gibraltar el 12 de junio.
Hasta después de llegar a Barcelona, el hermano y la hermana Baker todavía estaban siendo “acompañados” por miembros de la policía secreta en disfraces obvios. Por ejemplo, ellos se habían hospedado en un hotel de una calle poco transitada, y al día siguiente un “marinero” que llevaba una camiseta con el nombre del barco en que iban a viajar estaba haraganeando por la acera de enfrente. Parecía evidente que a Paul se le consideraba un individuo muy peligroso. Dicho sea de paso, estos acontecimientos ocurrieron poco tiempo después de la primera expulsión de los Berecochea y la policía pensaba que se estaba deshaciendo de los “dirigentes.”
Cuando los Baker llegaron al muelle el último día de su estancia en España, algunos hermanos de las congregaciones de Barcelona los esperaban para despedirse de ellos. También estaban presentes cuatro misioneros que se alojaban en Barcelona... el hermano Ken Williams y su esposa y Domenick y Elsa Piccone. Aun entonces, sus propios días en España estaban contados y muy pronto ellos también serían expulsados del país.
Para el fin del año de servicio de 1957 el número de los graduados de la Escuela de Galaad que todavía estaban en España había bajado de nueve a cuatro. Se consideró prudente transferir la “oficina” desde Barcelona a Madrid.
PRECURSORES ENCARCELADOS
El clero continuaba incitando a sus rebaños a denunciar ante la policía a cualesquier testigos de Jehová que fueran a sus puertas. Como resultado de esto, durante el año de servicio de 1957 la policía detuvo a trece precursores y seis publicadores y éstos pasaron de dos a treinta y seis días en prisión por predicar y por asociarse en sus reuniones de estudio bíblico.
Hubo encarcelación de precursores en Sevilla, por ejemplo. En marzo de 1957 Margarita Comas y Maruja Puñal fueron asignadas a Sevilla, donde ya trabajaban los precursores especiales José Rubiño y Manolo Sierra. Aquí podía suceder a veces que cuando se iba a conducir un estudio bíblico o a hacer una revisita la persona posteriormente había hecho otros arreglos y no estaba en casa. Además, era necesario contender con el fanatismo. Sevilla es una ciudad entregada a la adoración de “Nuestra Señora,” bajo la advocación de dos famosas “Vírgenes” o imágenes, la Macarena y la Virgen de la Esperanza. Estas dos imágenes tienen sus seguidores y creyentes, a semejanza de dos equipos rivales de fútbol. Los seguidores acérrimos de cada “Virgen” cantan sus alabanzas en competición los unos con los otros, especialmente durante el tiempo de las procesiones, cuando se pasea por las calles a estas imágenes enjoyadas. En esta ciudad, la iglesia más grande es la catedral, que se edificó sobre el sitio de lo que anteriormente fue una mezquita musulmana. La torre de la catedral se llama La Giralda (el gallo o la veleta), y uno puede apreciar claramente que las primeras dos terceras partes de la torre eran un minarete musulmán, mientras que la tercera parte de arriba pertenece al Renacimiento y evidentemente es de inspiración católica.
Los cuatro precursores de Sevilla seguían la costumbre de reunirse cada mañana en la plaza frente a la famosa Torre del Oro. Un día las hermanas acudieron, pero los hermanos no se presentaron. Las hermanas pensaron que esto era algo extraño, pero decidieron esperar hasta la hora de reunirse por la tarde y entonces, desde lejos, vigilar para ver si los hermanos llegaban. Pero de nuevo no aparecieron. Al día siguiente, Margarita y Maruja fueron al alojamiento de los hermanos y con discreción preguntaron por ellos. La señora de la casa explicó que la policía había estado allí dos días antes y se había llevado a los hermanos.
Confirmadas ahora sus sospechas, las hermanas sabían que la policía se presentaría en cualquier momento en el alojamiento de ellas. Así que aquel día tomaron el paso precautorio de destruir toda nota o papel confidencial. Aquella noche las hermanas regresaron a su alojamiento con el corazón triste, y cuando la patrona de la casa abrió la puerta pudieron ver, por la cara que ponía, que tenían visita. Dos policías las estaban esperando.
Aunque era de noche, la policía se llevó a las hermanas a la comisaría para someterlas a interrogatorio. Los hermanos ya estaban allí y habían sufrido dos días de interrogatorios. Estos interrogatorios se hicieron más difíciles debido a que la policía de Sevilla había recibido información de la policía de Granada, donde José Rubiño había servido anteriormente. La policía tenía fotografías que les habían confiscado a los Testigos de Granada, así como también registros que habían hallado en el alojamiento de los hermanos precursores. Durante los interrogatorios, que se alternaban entre los dos hermanos, la policía trató de averiguar la identidad de los hermanos responsables y dónde se encontraban. José y Manolo fueron encerrados por separado en frías celdas, con un banco de piedra como lecho, aunque al principio no se les permitió siquiera dormir, ya que los interrogatorios se prolongaban interminablemente, hora tras hora.
Del mismo modo, las hermanas tuvieron malos momentos durante los interrogatorios. Ellas tenían que ser cautelosas al contestar, porque la policía trataba de atribuirles respuestas que salían de la policía misma. Por ejemplo, cuando las hermanas declaraban que estaban predicando el Reino o gobierno de Dios, el interrogador decía: “Entonces están en contra de todo gobierno humano establecido. Eso es lo que quieren decir.” Las hermanas negaban esta interpretación de sus creencias, puesto que era un intento de dar cariz político a las actividades de los testigos de Jehová.
Después del interrogatorio, las hermanas fueron encerradas en una celda pequeñita, con una borracha que estaba vomitando todo el tiempo. El hedor era terrible, y parecía que iban a tener que pasar el resto de la noche allí. Sin embargo, cuando la hora era ya muy avanzada vino un policía y las sacó, diciendo que no iba a permitir que pasaran la noche de aquella manera. Las llevó a su despacho y les dijo que durmieran en los sillones hasta la mañana siguiente. Las hermanas dieron gracias a Jehová en silencio por este amable carcelero y por librarlas de aquella celda repugnante.
Las hermanas estuvieron detenidas treinta y seis horas, sin alimento, mientras se les sometía a un interrogatorio tras otro como si fueran maleantes de la más baja calaña. Otro policía, sin embargo, tuvo lástima de ellas y les trajo café. Finalmente, tanto los hermanos como las hermanas fueron trasladados a la Prisión Provincial, y allí tendrían que enfrentarse a nuevas pruebas.
Al llegar a la prisión, a los dos hermanos precursores les raparon la cabeza antes de llevarlos a la celda. Además, cada mañana hubo la prueba de integridad durante el tiempo de izar y arriar la bandera.
¡MONJAS COMO CARCELERAS!
¡Las hermanas recibieron una gran sorpresa cuando llegaron a la prisión, pues las carceleras eran monjas! En la oficina de recepción, una monja les preguntó qué habían robado. ¡Esto fue el colmo para Margarita! Exclamó: “¡No estamos aquí por prostitutas ni por ladronas! ¡Estamos aquí por ser testigos del Dios verdadero!” Con esto, la monja dejó escapar un chillido de asombro y rápidamente se apartó como si se tratara de la peste misma.
En esta prisión, las monjas dirigían a las reclusas en rezos diarios de “Padrenuestros,” “Ave Marías” y así por el estilo. Durante el período de ejercicio, las monjas relataban cuentos a las presas, bailaban con ellas y rezaban el rosario. Margarita y Maruja se pusieron a dar testimonio, pero pronto las monjas atajaron esto, pues les prohibieron que conversaran con las demás presas.
Después de haberse considerado el caso de las hermanas, la decisión fue que se les pondría en libertad si depositaban una fianza de 1.000 pesetas cada una. Puesto que ellas no tenían el dinero y en Sevilla no había nadie que pudiera ayudarlas, pasaron el mes en prisión. No fue una experiencia agradable, pues las pusieron en una sala grande con todas las demás presas... principalmente ladronas, prostitutas y lesbianas. Cuando Maruja y Margarita rehusaron desnudarse y ducharse a la vista de las demás, las obligaron a permanecer en una celda de castigo de sólo cuatro metros cuadrados. La celda tenía en un rincón un orificio que servía de excusado, y una ventanita en el techo. No había ningún mueble, ni cama, ni silla, ni colchón. Una de las carceleras que les tuvo lástima, les trajo como un litro de agua para que se lavaran las dos.
¿Qué se puede decir del alimento? Sin exagerar, no se podía comer. Dos veces al día les daban garbanzos con tanto bicarbonato sódico que las hermanas se ponían enfermas. Y cada una de ellas recibía tan solo un panecillo al día.
Al fin del mes de estar en prisión, los cuatro precursores pudieron pagar las 1.000 pesetas de fianza cada uno. Por eso se les puso en libertad, pero quedaron pendientes de juicio. En realidad, su caso nunca llegó al tribunal, y ellos pudieron recuperar el dinero que habían depositado.
Pudiera decirse que los precursores especiales llegaron a acostumbrarse a ser perseguidos por la policía y, en consecuencia, a tener que mudarse de una ciudad a otra. Si un precursor especial no podía explicar la fuente de sus ingresos o demostrar que tenía trabajo seglar, le aplicaban la Ley de Vagos y Maleantes y lo obligaban a regresar a su ciudad de origen.
SE SIEMBRAN SEMILLAS DE LA VERDAD EN GALICIA
A pesar de la persecución que experimentaba el pueblo de Dios en España, la obra de predicar el Reino estaba progresando Una zona donde se veía esto era en la región gallega, al noroeste de España. ¿Cómo se plantaron allí las semillas de la verdad?
El verdadero cristianismo consiguió una posición establecida en Galicia debido a los esfuerzos de Jesús Pose Varela y su esposa. Ellos habían aprendido la verdad por medio de un pariente mientras vivían en Montevideo, Uruguay. A medida que el tiempo fue pasando y Jesús fue adquiriendo más conocimiento, empezó a sentirse responsable de informar lo que había aprendido a su hermana y su cuñado, y a su propio hijo José, que vivían allá en España. Así, en 1957 Jesús y su esposa regresaron a su nativa Galicia resueltos a compartir la verdad de Dios con sus parientes. Al principio se les recibió con gozo, pero la situación cambió drásticamente cuando sus parientes se dieron cuenta de que ellos habían regresado con una religión nueva. La madre de Jesús hasta dijo que hubiera sido mejor que el barco que los había traído de regreso se hubiera hundido. Su madre y su hermana lo evitaban por completo, a pesar de que todos vivían en la misma casa.
Jesús, sin embargo, persistió, y poco a poco derrumbó la barrera de prejuicio ciego, y con el tiempo pudo comenzar un estudio bíblico. Nada de aquello fue fácil, ya que vivían en una aldea pequeña y aislada donde mandaba el cura local. Debido a la influencia sacerdotal, muchas personas ni siquiera querían tocar una Biblia por miedo a contaminarse. No obstante, la paciencia de Jesús fue recompensada en su propia familia y con efectos de largo alcance que ni siquiera él pudiera haberse imaginado.
Al alcanzar progreso en la verdad estos individuos, llegaron a darse cuenta de que el vivir en una zona rural aislada no era lo mejor para dar el testimonio. Cuando aceptaron la verdad convirtieron un salón de baile en un gallinero. De esa manera sus ingresos económicos provenían de su pequeña granja y animales, así como también de un colmado que tenían en el mismo edificio. Jesús y su cuñado, Ramón Barca, cuidaban de la granja y mantenían en marcha la tienda.
Para llegar a territorio poblado, sin embargo, tenían que viajar a la ciudad de La Coruña, a treinta y un kilómetros de distancia. Esto no facilitó las cosas cuando la esposa de Ramón llegó a ser precursora regular, y José, el hijo de Jesús, precursor especial. Finalmente, ambas familias vendieron la granja y la tienda y se mudaron a la capital de la provincia, donde podían ser de mayor utilidad a la congregación que se iba desarrollando allí.
Mirando al pasado, parece increíble que las tres congregaciones actuales de La Coruña, con unos 300 publicadores y precursores, tuvieran su principio hace unos veinte años debido a los esfuerzos diligentes de un matrimonio español que regresó del Uruguay con la intención de esparcir las buenas nuevas.
VIENEN A SERVIR DONDE HAY NECESIDAD
En julio de 1957, en una asamblea de distrito en Kiel, Alemania, el tema de uno de los discursos fue el de servir donde había gran necesidad de ayuda. Este discurso afectó en gran manera a dos jóvenes precursores regulares alemanes... Horst Mieling y Heinrich Nissen. Ellos tomaron la decisión de venir a España, y así lo hicieron; llegaron a Barcelona en tren el 19 de octubre de 1957.
Fue un gran contraste, venir de un país donde había casi 57.000 Testigos a uno en el cual solamente había 780. Además en España, con solo usar la palabra “Biblia” era suficiente para terminar una conversación. Sin embargo, una ventaja que estos hermanos tenían era que, en general, los españoles estaban bastante interesados en Alemania y los alemanes.
Así que estos hermanos fueron virtualmente los primeros de una larga hilera de Testigos que han venido principalmente de Alemania, Gran Bretaña y los Estados Unidos para servir en España, donde la necesidad de proclamadores del Reino ha sido tan grande, especialmente en años anteriores.
Algo que hacía que nuestra obra les impusiera más presión a los extranjeros era la necesidad de estar constantemente alerta mientras trabajaban de casa en casa. Si a un extranjero lo detenían, aquello significaba con seguridad que se le expulsaba del país. Esto imponía una tensión adicional, la de observar cuidadosamente cómo respondía el amo de casa mientras se le daba el testimonio y después de habérselo dado. Una vez cerrada la puerta, el Testigo tenía que cerciorarse de si el amo de casa usaba el teléfono. ¿Cerraba la puerta de un portazo, o cortésmente? También era necesario estar a la expectativa de vecinos que salieran de prisa del edificio, posiblemente para ir a llamar a la policía. Por supuesto, también era muy importante asegurarse de que no hubiera ningún policía en el vecindario donde uno estuviera predicando. Era preciso llevar la Biblia y la literatura discretamente, quizás bajo el impermeable o abrigo en los meses de invierno. Durante el verano, sin embargo, no era tan fácil ocultar las publicaciones. Por eso algunos publicadores hasta separaban los libros en pliegos o porciones y llevaban solamente la porción que iban a estudiar en la reunión o en el estudio bíblico.
En 1959 el hermano y la hermana Taylor, que se habían trasladado de Inglaterra a España para servir donde había mayor necesidad de ayuda, fueron asignados como precursores especiales a Vigo, un puerto en el noroeste de España. Se pensó que, puesto que aquél era un puerto internacional, él no llamaría tanto la atención como extranjero. Pero no pasó mucho tiempo antes de que los sacerdotes se agitaran y advirtieran a sus feligreses por radio acerca de este matrimonio que iba de casa en casa. Era fácil identificarlos... ella era española y la que más hablaba, y él era extranjero.
Pronto la policía se presentó y detuvo a los Taylor. Los llevaron a la comisaría y los interrogaron durante todo el día, sin darles ninguna clase de alimento. Cuando se les soltó, sus pasaportes quedaron retenidos y se les dijo que se presentaran a la policía cada martes y sábado. Cuando Ron informó su caso al cónsul británico, le devolvieron el pasaporte y le dieron quince días para que saliera del país.
En consecuencia, Ron y su esposa Rafaela sirvieron en Gibraltar por dos años. Allí pudieron poner los cimientos de una congregación que tenía veinticinco publicadores cuando ellos se marcharon. Finalmente, las presiones del clero anglicano dieron resultado y en diciembre de 1961 se les pidió que salieran de Gibraltar, juntamente con Ray y Pat Kirkup, un matrimonio inglés que también había ido allí para servir donde había mayor necesidad de ayuda.
Los Taylor y los Kirkup fueron asignados a Sevilla en enero de 1962. Allí ya había cuatro precursores especiales, pero sólo había veintiún publicadores para una población de casi medio millón. Así pues, quedaba mucho trabajo por hacer. En 1963 Ron Taylor fue asignado al trabajo del circuito en Barcelona, y algún tiempo después Ray Kirkup recibió una asignación similar. A través de los años había habido una escasez de hermanos españoles capacitados para el trabajo del circuito y del distrito en España, y por eso se usó a muchos extranjeros para tal obra.
LLEGA MÁS AYUDA DE LA ESCUELA DE GALAAD
Durante el año de servicio de 1958, dos misioneros, el matrimonio Bob y Cleo Clay, se marcharon de España a Marruecos, de modo que durante un mes o dos quedaron aquí solo dos misioneros galaaditas. Sin embargo llegaron refuerzos en marzo de 1958, al presentarse René y Elsie Vázquez y dos hermanos solteros que vinieron con el propósito de establecer visitas regulares de circuito a las congregaciones por primera vez.
El año de servicio de 1958 vio un aumento del 33 por ciento aquí en España. Por primera vez superamos la cifra de 1.000 publicadores. Eso sucedió en agosto de 1958, cuando 1.006 publicadores informaron actividad en el servicio del campo. Habíamos tardado once años (desde la revitalización de la obra en 1947) para llegar a dicha cifra. Pero tan solo tres años después se alcanzaron los 2.000 publicadores, y dos años más tarde superamos la marca de 3.000 publicadores. Para el año 1969, el número total de Testigos activos era de casi 9.000. Desde entonces el índice de aumento se ha multiplicado, hasta haberse alcanzado unos 40.000 publicadores del Reino en los territorios bajo la supervisión de la sucursal española.
ISLAS CANARIAS COMIENZAN A ALABAR A JEHOVÁ
Cerca de la costa occidental de África se encuentra un grupo de trece islas que forma parte del territorio español. De éstas, siete son las islas principales de las islas Canarias: Tenerife, La Palma, Gomera, Hierro, Gran Canaria, Lanzarote y Fuerteventura. En 1958 la población total era de alrededor de 940.000 personas.
Después de la Guerra Civil, ¿cuándo llegó la verdad por primera vez a estas islas? Fue en 1958, cuando una persona interesada se mudó allí desde Barcelona. En septiembre del mismo año Carl Warner visitó las islas como superintendente de circuito y dio allí el primer discurso bíblico presentado por un testigo de Jehová. La asistencia fue de seis, un principio pequeño, pero por lo menos un principio. Esto sucedió en la capital provincial, Las Palmas de Gran Canaria. Carl recomendó que se enviaran allí precursores especiales. Esto no fue posible entonces, pero sí llegó ayuda desde otra parte.
En la Asamblea Internacional “Voluntad Divina,” celebrada en Nueva York en 1958, el hermano Knorr dio un discurso sobre el servir donde había gran necesidad de ayuda. Sus declaraciones fueron oídas y traducidas en acción por los esposos Gjede, una familia danesa. Ellos tomaron la decisión de marcharse de Dinamarca y establecerse en las islas Canarias, junto con su hijo John, de veintiún años de edad. Él fue a las islas primero en febrero de 1959 para tantear la situación en representación de sus padres, y se alegró mucho de saber que Irvin People, un hermano estadounidense, ya estaba allí con el mismo motivo. Al principio los dos se alojaron en el hogar de una familia interesada en la verdad que se había mudado a las islas.
Para empezar, los dos hermanos tenían el mismo problema... el idioma. Este se resolvió por una coincidencia poco usual. Un día, mientras buscaban la dirección de una revisita, detuvieron a un señor en la calle para pedirle orientación. Este resultó ser profesor y también dueño de una escuela. Empezó una conversación y los hermanos descubrieron que el profesor buscaba a una persona que enseñara inglés en su escuela. Pues bien, ellos necesitaban a alguien que les enseñara español. Así, hicieron un trato. Él les enseñaría español si ellos enseñaban inglés en su escuela. Al mismo tiempo, esto abrió un nuevo campo de contactos para Irvin y John que, con el tiempo, resultó en una familia de publicadores del Reino, los Suárez, cuya hija, Angelines, más tarde llegó a ser precursora especial. Ocurrió otro suceso que habría de ser decisivo en la historia posterior de nuestra obra en las islas Canarias. En Madrid, José Orzáez se casó con Pilar (Pili) Benito en abril de 1959, y, para el mes de mayo siguiente ya estaban en las islas, sirviendo de precursores especiales.
Al llegar a Las Palmas, José Orzáez se encontró con que el grupo estaba bajo el dominio de un cojo que había recibido testimonio por primera vez en Barcelona y ahora enseñaba sus propias ideas, basadas parcialmente en la literatura de la Sociedad. Cuando José comenzó a dirigir las reuniones de acuerdo con los procedimientos normales, este hombre y su esposa se apartaron de la verdad. Aquí hubo un ejemplo clásico, que tantas veces se ha repetido, de un individuo que quería ser importante y deseaba exaltarse por su propia enseñanza. Como en tantos otros casos, este individuo, al descubrir que no se apreciaba su altivez, dejó la verdad y se fue a las cosas de atrás, a pesar de los esfuerzos que se hicieron por ayudarlo.
Mientras tanto, los padres de John Gjede habían llegado desde Dinamarca. Ahora la actividad del grupo floreció con el ejemplo de los precursores especiales, y para abril de 1960 los seis publicadores habían aumentado a veintiuno. Para diciembre, habían alcanzado un nuevo máximo de veintinueve. Por supuesto, ninguna de esta actividad pasaba inadvertida a los opositores, quienes se hicieron sentir en diciembre de 1960.
REDADA A UN GRUPO DE ESTUDIO BÍBLICO
En la noche del 24 de diciembre de 1960, diecisiete hermanos y personas interesadas en la Biblia se reunieron para un estudio de la Biblia en Las Palmas de Gran Canaria. Entre ellos estaban José Orzáez, su esposa Pili, su hija de tres meses y el superintendente de circuito, Salvador Adriá. A las 20:30 horas, cinco policías irrumpieron en el piso, empuñando pistolas escondidas en sus bolsillos. Uno de ellos, con voz gruñente, le dijo a José Orzáez, el inquilino del piso, que su costumbre era entrar en tales reuniones disparando su arma.
No sólo entró por la fuerza la policía, sino que también rodeó el local. ¡Fue como si estuvieran atacando una reunión de anarquistas o comunistas clandestinos, en vez de a un grupo pacífico que estudiaba la Biblia!
Como todo policía sabe, lo primero que hay que hacer al tratar con criminales es desarmarlos. Eso fue lo que se hizo en esta redada. ¡Confiscaron todas las Biblias! Luego, tomaron los nombres de los niños y los enviaron a casa. A los catorce adultos y la hijita de José los llevaron a la comisaría. No se les dio de comer ni aquella noche ni la mañana siguiente, a pesar de los llantos de la niña por causa del hambre. La policía no hizo caso de las súplicas repetidas para que se pusiera en libertad a la madre con su bebé.
Otro paso vital al tratar con criminales es tomar sus huellas dactilares. Se fichó a los catorce, pero, por misericordia, no a la niña. Después de dieciocho horas sin dormir ni comer, se puso en libertad a todos los Testigos menos a José Orzáez y a Salvador Adriá, el superintendente de circuito. Estos fueron arrojados en una celda sucia y oscura donde lo único que había era un banco de piedra. Entonces los dos hermanos oraron juntos. A las ocho de la noche fueron llevados al tribunal, todavía sin haber comido nada. Habían estado sin comer por veinticuatro horas. Finalmente, a las 11 de la noche se les sometió a un interrogatorio que duró tres horas. Los interrogadores eran el juez, su secretario y el fiscal. Sus preguntas giraron alrededor de lo que ellos intentaban hacer constar: que José había sido enviado a las islas Canarias como líder y fundador de la “secta” en las islas. Lo que es más, se insinuó que las actividades de los Testigos eran subversivas.
Terminado el interrogatorio, los hermanos fueron llevados a aquella pequeña celda sin cama, donde ya dormían tres hombres en el suelo. A la mañana siguiente se les trasladó a la prisión provincial y se les encerró en celdas incomunicadas y plagadas de parásitos. Habiéndosele denegado su solicitud de una Biblia, y estando solo en su celda, José Orzáez tuvo tiempo para meditar. Se preguntaba cómo reaccionaría este grupito de veintinueve publicadores después de tal ataque.
¿Qué pudiera haber motivado esta acción policíaca que tuvo lugar, no sólo en las islas Canarias, sino también en muchas otras partes de España? Normalmente, la policía no tomaría acción por iniciativa propia en tales casos, ya que tienen bastante que hacer con otros asuntos más importantes. En nuestro caso el ciclo de acción comienza con el clero, que notifica a sus obispos de la actividad de los testigos de Jehová. Ellos, a su vez, informan al gobernador civil, quien es el que activa a la policía. La jerarquía también informa al Ministerio de la Gobernación y este Ministerio avisa a todas las comisarías en el país. Hay evidencia oficial comprobada de que tales factores motivaron la redada policíaca del grupo pacífico de estudio bíblico en Las Palmas de Gran Canaria, así como acciones que se tomaron contra el pueblo de Dios en otras partes de España.
RESULTADOS DEL CASO ORZÁEZ
Después de habérsele detenido durante los días en que se le interrogó, José Orzáez fue puesto en libertad. Sintió alivio al encontrar que el grupo de estudio bíblico tenía buen ánimo y que su esposa e hijita habían sido atendidas durante su ausencia. Se había puesto en libertad al hermano Orzáez sin el pago de fianza, pues no tenía recursos económicos, y tuvo que esperar hasta octubre de 1961 para que se le celebrara juicio.
Mientras tanto, el artículo de ¡Despertad! intitulado “Inquisición totalitaria revivificada en España” se publicó simultáneamente en inglés y español en el número del 8 de septiembre de 1961. A finales de septiembre José fue llamado de nuevo a la comisaría y él se preguntaba cuál sería el motivo esta vez. Pronto lo supo, pues un policía comenzó a leerle el artículo de ¡Despertad! que se acaba de mencionar. Estaban furiosos de encontrarse tan claramente descubiertos ante la opinión mundial, y empezaron a llamarle mentiroso. José comenzó a desear que la tierra se abriera y se lo tragara. Se preguntaba si saldría vivo de allí, pues estaba rodeado de seis policías airados. Sin embargo, a medida que progresaba el interrogatorio, cayó en la cuenta de que el artículo le servía de protección. Temían ponerle las manos encima porque sus acciones podrían ser publicadas en otro número de ¡Despertad!
En cierto momento los policías dijeron que la mención de un bebé de tres meses de edad en el artículo era mentira. José respondió con calma que él sí sabía que era verdad, ¡porque él era el padre! Pues bien, salió de aquella prueba vivo y regocijándose, pues ahora vio que ellos se veían obligados a tratar con más respeto a la organización de Jehová.
El juicio de José llegó en octubre de 1961, ante un tribunal de tres magistrados, uno de los cuales sirvió de presidente. Aunque no se había mencionado la causa en la prensa, la sala de espera del tribunal estaba atestada de hermanos, personas que se interesaban en la Biblia, abogados, doctores y otros. Más de sesenta personas asistieron al juicio.
El fiscal trató de probar que el hermano Orzáez era el “líder” del grupo de estudio bíblico en Las Palmas de Gran Canaria. Pero los testigos de la defensa no lo reconocían como su líder. Además, en su resumen final, el abogado de la defensa citó del Fuero de los Españoles y también mostró que se podían reunir hasta veinte personas sin permiso previo. En cuanto a la acusación de proselitismo que se había levantado contra el hermano Orzáez, hizo referencia de nuevo al Fuero de los Españoles y, leyendo con énfasis apropiado, mostró que en el artículo 12 se permitía la libertad de expresión.
A pesar de la defensa larga y razonada, y de que la opinión general era que la defensa había conseguido la absolución, el veredicto fue “Culpable,” y se impuso una sentencia de tres meses de prisión. Sin embargo, la causa se elevó al Tribunal Supremo.
Dos años y cuatro meses más tarde, el caso de José Orzáez al fin llegó al Tribunal Supremo. Mientras tanto, se iban amontonando nuevos casos de apelación nuestros debido a la ola feroz de persecución que se extendió por toda España desde 1960 en adelante, y que no menguó hasta 1966.
UNA DECISIÓN ALENTADORA
El 2 de marzo de 1964 el Tribunal Supremo celebró una audiencia pública ante una sala atestada de unas doscientas personas de varias naciones. Muchas personas más esperaban fuera del edificio para saber el fallo.
Entre otras cosas, en su resumen el abogado de la defensa señaló que la Ley de Reuniones del 15 de junio de 1880 todavía estaba en vigor. El Artículo 2 declara que las reuniones públicas son reuniones de más de veinte personas, y sólo cuando se superara dicha cifra tendría que solicitarse un permiso gubernamental para reunirse para fines lícitos. El abogado mostró que los testigos de Jehová en Las Palmas se esforzaban de toda manera por adaptarse a esta ley. Razonó, además, que se entienden como “asociaciones ilícitas” aquellas cuya finalidad es la de cometer delitos que pondrían en peligro la seguridad del Estado. Pero aclaró que las reuniones de los testigos de Jehová se basan en leer y comentar sobre la Biblia. También se mostró que los testigos de Jehová enseñan que cualquiera que comete crímenes contra la seguridad de cualquier Estado se rebela contra Dios, y que a tal individuo jamás se le permitiría ser testigo de Jehová.
Resumiendo, la defensa señaló que el Artículo 6 del Fuero de los Españoles fue claramente violado en el caso en cuestión, pues el Estado garantiza que “nadie será molestado por sus creencias religiosas, ni el ejercicio privado de su culto.” El hermano Orzáez no solo fue “molestado” por la policía, sino enjuiciado y condenado por habérsele encontrado enseñando la Biblia en una reunión de diecisiete personas.
Ahora le tocaba al fiscal presentar sus argumentos. Después de hacer un resumen breve de la defensa que se había presentado, el fiscal causó una conmoción al declarar: “Me uno con la defensa en solicitar la absolución del acusado.”
¿Cuál fue la decisión del Tribunal? Declaró: “Absolvemos al procesado, José Orzáez Ramírez, del delito de asociación ilícita del cual era acusado en la presente causa, con la declaración de las costas de oficio.”
Al venir, como vino, en 1964, esta decisión fue alentadora para los hermanos y hermanas españoles. Especialmente fue así en el caso del cuerpo fiel de precursores especiales que habían estado aguantando lo más fuerte del ataque durante los cuatro años anteriores. La decisión censuró la intolerancia religiosa que se había practicado en muchas provincias españolas donde se había detenido, encarcelado y multado a los testigos de Jehová al sorprendérseles participando en el estudio de la Biblia en grupo. El fallo fue un paso que estableció un precedente que sostenía el derecho de reunirse privadamente con el propósito de estudiar la Biblia.
OPOSICIÓN IMPLACABLE
El Ministerio de la Gobernación, sin embargo, no cedió en su deseo de extirpar a los testigos de Jehová del territorio español, y el 24 de febrero de 1966 se envió todavía otra circular a todos los gobernadores civiles. Ya que la política de imponer multas de por lo menos 2.500 pesetas no surtía el efecto deseado, el Ministerio de la Gobernación había consultado con el Ministerio de Justicia y sacado a la luz la siguiente recomendación:
“En su consecuencia, encarezco a V.E., de orden de S.E. el Sr. Ministro de la Gobernación, denuncie ante los Juzgados de Vagos y Maleantes a cuantos miembros de la secta referida sean sorprendidos desarrollando dichas actividades, a fin de que los Juzgados puedan en su caso hallar motivos para instruir expediente. Ello sin perjuicio de la persecución y castigo de los delitos que se cometieren con ocasión de las actuaciones proselitistas y de las medidas de seguridad que puedan acordar los propios Tribunales de lo Criminal en las sentencias condenatorias.” Esto fue un esfuerzo de último extremo por acabar con la actividad de predicar de los testigos de Jehová y conseguir detener su obra por medio de intimidación. Verdaderamente, era un asunto de ‘forjar penoso afán por medio de decreto.’—Sal. 94:20.
MANTENIENDO NEUTRALIDAD CRISTIANA
Además de enfrentarse a oposición religiosa y otra parecida, los testigos de Jehová, bajo el régimen entonces vigente en España, tuvieron que enfrentarse a otros problemas que tenían que ver con la neutralidad cristiana. (Juan 15:19) Por medio de su estudio personal de la Biblia varios Testigos jóvenes llegaron a la conclusión de que Isaías 2:4 y otros textos les exigían que tomaran una posición decididamente neutral en relación con los asuntos de las naciones. Cuando se hablaba con ellos sobre este tema, decían que era su propia decisión de conciencia basada en lo que personalmente habían estudiado en la Palabra de Dios. Cada uno tomó su propia decisión individual. Por un tiempo las autoridades en España no entendieron esta posición neutral y sometieron a algunos de estos hermanos a un trato duro. Sin embargo, en los últimos años las autoridades han tomado un punto de vista más tolerante respecto a estos cristianos concienzudos, y los han tratado con mayor comprensión. A través de los años la fidelidad de estos Testigos jóvenes bajo circunstancias penosas ha sido una fuente de estímulo a otros. Ahora nos complace contar algunas de sus experiencias mientras prosiguieron su derrotero de integridad.
En febrero de 1958, a Jesús Martín, de Madrid, le tocó hacer su servicio militar en Melilla, plaza de soberanía española en Marruecos. Por declararse neutral cristiano, Jesús fue severamente golpeado y fue a parar a la prisión militar conocida como Rostrogordo. Allí recibió tratamiento cruel por instigación del teniente general que entonces ostentaba la principal autoridad militar y civil en la ciudad de Melilla. Otro personaje que se hizo “inolvidable” fue el jefe de la prisión militar, un hombre brutal y despótico.
Después de ocho días en esta prisión, a Jesús Martín le dieron latigazos durante unos veinte minutos sin parar, además de que lo insultaron y patearon hasta que finalmente cayó al suelo, semiconsciente. Todavía no satisfecho, el capitán le pisoteó la cabeza con su bota, de lo cual sólo desistió cuando Jesús empezó a sangrar. Ayudado a volver al despacho del capitán, se le dijo a Jesús que recibiría una paliza parecida cada día, y el bestial capitán lo amenazó también con mutilación física.
Más tarde, en su celda subterránea, Jesús oró a Jehová para que le diera fuerza y ayuda. Allí abajo, el joven no tenía con quién hablar, excepto las ratas. Cada día Jesús fue llevado, mientras se le apuntaba con un fusil, a trabajar ocho horas picando piedras... trabajo inútil sin más propósito que el de servir de castigo desmoralizador.
Pero, ¿qué hubo de aquella amenaza de palizas diarias? Pues bien, al día siguiente le dieron a Jesús aceite de oliva para sus heridas y le vendaron la cabeza. En tal estado, lo sacaron para su segunda paliza, esta vez a manos de un cabo asignado a hacer la faena, mientras el capitán vigilaba para asegurarse de que se hiciera cabalmente. Este trato bárbaro hasta causó indignación entre los guardas y otros soldados. Empezando a flaquear en su determinación, Jesús se preguntaba si realmente sería capaz de resistir tal trato diariamente.
Al tercer día, llamaron a Jesús para su tarea de romper piedras. A media mañana, sin embargo, lo llamaron de nuevo al despacho del capitán. Para su alivio, allí se encontró con un juez militar que había llegado para investigar su caso e instruir la causa contra él. Cuando el juez vio los vendajes y las señales evidentes de una paliza, le preguntó qué había sucedido. Jesús casi temía decírselo, porque después pudiera haber represalias. Sin embargo, le dijo la verdad al juez. Ante eso, el juez le aseguró que no lo golpearían más. ¡Aquí estaba la respuesta a sus oraciones del día anterior! Durante los siguientes seis años de aquella encarcelación, Jesús nunca más fue maltratado físicamente. Y estaba seguro de que Jehová contesta las oraciones de los fieles.—Pro. 15:29.
Después de quince meses en África, Jesús Martín fue trasladado a la prisión de Ocaña, en España. Es interesante notar que Jesús fue condenado a quince años de prisión por desobediencia y cuatro años por sedición ya que se alegaba que probablemente su ejemplo había influido en otros. ¡Eso quería decir diecinueve años de prisión por haber rehusado servir dieciocho meses de servicio militar! Más tarde, recibió otra condena de tres años por su desobediencia en la prisión de Rostrogordo, lo cual hacía que el total llegara a veintidós años. Dicho sea de paso, su condena de quince años es la más larga que se haya impuesto por un caso de neutralidad en España.
MANTENIENDO LA SALUD ESPIRITUAL EN PRISIÓN
Durante su encarcelamiento en Ocaña, Jesús Martín disfrutó de ciertas ventajas. Al principio, después de leer su historial penitenciario, los funcionarios de la prisión sacaron la conclusión de que se trataba de un tipo muy rebelde. Sin embargo, con el tiempo se dieron cuenta de que era un preso modelo. Tanto fue así que lo nombraron el contable de la prisión, con el encargo de pagar a todos los reclusos de acuerdo con el trabajo que efectuaban en los talleres de la prisión. Algunos meses Jesús tenía que pagar hasta medio millón de pesetas en salarios. (Cerca de 10.000 dólares en aquel tiempo).
Una de las ventajas de Ocaña era que Jesús podía recibir visitas de sus padres, aunque solamente les permitían hablar con él quince minutos en cada visita. Y ¿cómo se mantenía espiritualmente sano? Bueno, no se le permitía tener publicación alguna de la Sociedad Watch Tower, pero tenía la traducción Nácar-Colunga de la Biblia. E ¡imagínese! Una vez se la leyó completa —incluso los libros apócrifos, los comentarios y todo— en solo veinte días!
Jesús sabía que otros cristianos también se habían declarado firmemente neutrales y oraba intensamente para que uno de aquellos hermanos fuese asignado a su prisión. Después de cuatro años de virtual aislamiento, sus oraciones fueron contestadas, pues Alberto Contijoch fue enviado allí. Los dos estudiaban juntos y también predicaban más abiertamente en la prisión. De hecho, prepararon su “tercera” edición del libro de texto bíblico “Sea Dios veraz.” El recién llegado se encargó de escribirlo, ya que podía recordar mejor el contenido del libro, mientras que Jesús se encargó de la corrección y adaptación del material.
Más tarde, en 1961, un tercer neutral cristiano, Francisco Díaz Moreno, fue asignado a la prisión de Ocaña. Los tres jóvenes hermanos se las arreglaron para conseguir un ejemplar del folleto “Estas buenas nuevas del reino,” y Jesús pudo preparar copias adicionales, usando la máquina de escribir de la oficina en donde trabajaba. Hubo un tiempo en que conducían quince estudios bíblicos con compañeros reclusos.
Estos neutrales cristianos anhelaban tanto tener literatura bíblica nueva que corrían riesgos para obtenerla. Considere, por ejemplo, lo que sucedió el 24 de septiembre de 1963... en la fiesta de “La Virgen de la Merced,” la mediadora católica para presos y cautivos. Era una fiesta especial y se permitía que entraran más visitas en la prisión. Así que ese día visitaron la prisión José y Pili Orzáez, con su hija de dos años, Ester Lidia. A ésta se le permitió la entrada como la “sobrina” de Jesús, y ella le entregó una caja con ropa que contenía también dos publicaciones encuadernadas de la Sociedad. En otra ocasión, los padres de Jesús le enviaron el libro “Asegúrense de todas las cosas” en inglés, pero el funcionario de la prisión rehusó entregárselo, alegando que dejar un libro así en las manos de él sería como darle una metralleta a un atracador de bancos.
En 1963 el grupo de neutrales cristianos en la prisión de Ocaña aumentó de tres a cuatro, con la llegada de Antonio Sánchez Medina. Él ya había sufrido dificultades en otras prisiones y antes de que pudiese asociarse con los otros tres Testigos tuvo que completar un período de prueba de treinta días. A pesar de habérsele dejado incomunicado, se las ingenió para poder dar testimonio sin hablar. Cuando otro preso mostró interés en la verdad, Antonio dibujó un crucigrama bíblico para que su compañero lo llenase. Por medio de varios crucigramas Antonio consiguió que el recluso escudriñase su Biblia.
Cuando el período inicial de treinta días de Antonio estaba a punto de terminar, surgió una contrariedad. Durante su encarcelamiento anterior en Zaragoza él había escrito una carta a los hermanos contándoles el caso de un preso que había mostrado interés. Antonio había escondido esta carta en la colchoneta, esperando una oportunidad para sacarla de la prisión. Pero la carta había sido descubierta en un registro de su celda. Ahora iba a pagar las consecuencias en Ocaña... veinte días en celda de castigo por haber escrito la carta y por proselitismo.
Antonio fue llevado abajo al “tubo”... un túnel con celdas frías y oscuras. No había mobiliario en su celda; sólo una palangana, un retrete, un plato de aluminio y una cuchara. Por la noche le traían una colchoneta y dos mantas sucias. Pero no tenía ningún material para leer o escribir. ¿Cómo, entonces, iba a soportar estos veinte días de aburrimiento? La idea de los crucigramas fue la solución. Sin embargo Antonio no tenía lápiz ni papel. Por lo tanto, rompió una de las asas de su plato y la usó para escribir en las losas del suelo de la celda. ¡De hecho, transformó el suelo en un gigantesco crucigrama bíblico! ¡Tan entusiasmado estaba Antonio recordando personajes y pasajes bíblicos que aquellos días le pasaron volando!
Indudablemente había muchas maneras de mantenerse espiritualmente saludable. Los cuatro neutrales cristianos en la prisión de Ocaña tenían ahora algunas revistas y literatura de otra índole. No obstante, tenían que efectuar toda su lectura en secreto y esconder la literatura. Con ese propósito tenían un tablero de ajedrez y solían esconder la literatura en un doble fondo del tablero.
SE CELEBRAN REUNIONES CON PRECAUCIÓN
Los cuatro neutrales cristianos en la prisión de Ocaña estaban bien conscientes de la necesidad de reunirse para estudiar la Biblia. (Heb. 10:24, 25) Por eso, finalmente hicieron arreglos para tener reuniones cada semana, aunque las celebraban con mucha cautela.
En la prisión de Ocaña las camas consistían en literas de dos techos colocadas en filas paralelas, y con unos ochenta presos cada sala. Los cuatro Testigos ocupaban dos literas, lado a lado. Así, mientras uno de ellos estaba recostado en el lecho superior de la litera, escuchando y vigilando por si venían guardias, los otros tres se sentaban en los lechos inferiores y hacían todo lo posible para presentar sus asignaciones en el programa. Con todo el jaleo de los demás presos, así como la música o el partido de fútbol procedente del altavoz sobre sus cabezas, no era tarea fácil considerar temas bíblicos. Pero estos jóvenes lograban hacerlo, y hasta celebraron el Memorial o Conmemoración de la muerte de Jesucristo bajo tales circunstancias en 1962.
LIBERTAD AL FIN... PARA UNO
Para el verano de 1964 Jesús Martín se quedó solo otra vez en Ocaña, ya que los otros tres neutrales cristianos fueron trasladados en 1963. Francisco Díaz Moreno había cumplido una condena y ahora se tenía que presentar de nuevo, esta vez en El Aaiún, en el Sáhara Español. Antonio Sánchez y Alberto Contijoch tuvieron experiencias similares. Sin embargo, antes de ir a sus diferentes destinos, habían decidido emplear una táctica nueva. Los cuatro solicitarían libertad condicional. En casos de buena conducta eso permitía tres meses de libertad por cada año cumplido en la prisión.
El resultado de estos esfuerzos fue que tres solicitudes fueron rechazadas. Pero se aprobó la solicitud de Jesús Martín. Se le concederían veinticinco meses de libertad provisional y entonces tendría que presentarse otra vez a las autoridades militares. Así fue que en agosto de 1964 Jesús salió de la prisión después de haber cumplido seis años y seis meses de su condena. Por algún motivo desconocido nunca fue llamado otra vez.
GUARDA INTEGRIDAD SIN ESTAR BAUTIZADO
Después de un año en Ocaña, Francisco Díaz Moreno había cumplido su segunda condena, y en enero de 1964 quedó libre temporalmente durante dos meses, esperando su tercer consejo de guerra. Usó aquel tiempo para edificarse espiritualmente, antes de marcharse al Sáhara. Para abril de 1964, Francisco había sido transportado a un campamento del batallón disciplinario denominado La Sagia, más adentro en el desierto. Alberto Contijoch y Juan Rodríguez ya estaban allí. Es interesante notar que Juan para entonces había pasado tres años en prisión por neutralidad y no era todavía testigo de Jehová bautizado. Se había decidido a favor de la verdad de la Biblia antes de tener oportunidad de ser sumergido en agua en símbolo de su dedicación a Dios.
En uno de los primeros lugares donde Juan estuvo encarcelado se usaron engaños, entre otras cosas, en un esfuerzo por hacerle violar su neutralidad. El capellán de la prisión —naturalmente un sacerdote católico— le dijo a Juan que otro Testigo iba a visitarlo y traerle las instrucciones más recientes de la Sociedad.
Efectivamente, un joven vestido con uniforme de marino se presentó como testigo de Jehová. Juan, el marino y el sacerdote acababan de empezar la conversación ¡cuando el marino “testigo de Jehová” sacó un paquete de cigarrillos e invitó a Juan a fumar! Cuando Juan le preguntó al “hermano” qué libros había leído, el marino mencionó Hojas Verdes y otros títulos de los cuales Juan nunca había oído hablar. Bueno, la próxima vez que Juan vio al sacerdote a solas, le dijo que en futuras ocasiones se asegurara de que el Testigo que le trajera fuera auténtico.
Mientras Francisco, Alberto y Juan estaban en La Sagia esperando su traslado a El Aaiún, decidieron que bautizarían a Juan en uno de los pozos fuera del campamento. Pero entonces todo permiso para salir fuera del campamento fue denegado. Así ¿cómo iban a efectuar el bautismo en aquel desierto árido? Pues, en el campamento había un depósito muy grande de agua que estaba cubierto y tenía dos aberturas para llenarlo y sacar el agua con un cubo. Pero sólo había unos 15 centímetros de agua allí.
Sin embargo, en la noche del 19 de abril de 1964 los tres jóvenes ya estaban en sus tiendas cuando oyeron llegar el camión aljibe de suministro. Sí, el depósito estaba siendo llenado... con suficiente agua como para ahogar a una persona. ¡Cualquiera se imagina lo que pasó entonces! ¿verdad? Después de una breve consideración bíblica, los tres se escurrieron silenciosamente por la arena hacia el depósito de agua y Juan Rodríguez fue bautizado.
AGUANTANDO EN EL AAIÚN
Por fin, después de variadas experiencias, tales como un período de encarcelamiento en Hausa, una avanzada todavía más adentro en el desierto, los cuatro neutrales cristianos —Alberto Contijoch, Francisco Díaz Moreno, Antonio Sánchez Medina y Juan Rodríguez— se encontraron presos en El Aaiún. Las condiciones allí eran bastante restrictivas, ya que la prisión era un edificio rectangular en el cual las puertas de las celdas daban al exterior hacia el muro de la prisión, que estaba cubierto de alambre de púas y fragmentos de vidrio. En cada rincón del muro había una plataforma para los centinelas, que estaban en sus puestos con rifles automáticos. Las celdas eran pequeñas, de unos dos metros por tres, y cada una albergaba a dos o tres ocupantes. Los períodos de paseo duraban solamente una hora cada mañana y cada tarde. Pero era más fácil aguantar el calor que en otros lugares del desierto, porque esta prisión estaba situada a aproximadamente veinticinco kilómetros del mar y eso ayudaba a hacer más soportable el clima.
Al principio, los cuatro neutrales cristianos pudieron predicar y conducir estudios bíblicos, así como celebrar reuniones. Francisco, por ejemplo, pudo hablar con un joven que había sido condenado a muerte bajo la acusación de haber instigado la comisión de un asesinato, aunque su condena había sido conmutada a treinta años de prisión. Un día este joven buscó conversación con Francisco para decirle que su madre le había enviado una Biblia. Tanto su madre como su tía pertenecían a la Iglesia Evangélica. Con tacto, Francisco usó aquella Biblia para darle un testimonio acerca del nombre de Dios, y tanto interés se despertó que Francisco empezó un estudio bíblico con el joven usando el libro “Sea Dios veraz.” Unas semanas después el joven fue trasladado a la prisión de Santa Catalina en Cádiz, al sudoeste de España, pero la verdad ya había dejado impresión en su corazón. Él continuó progresando y con el tiempo se bautizó. Su madre y su tía también son testigos bautizados ahora. Así fue como Marcelino Martínez, estando cautivo, halló la verdadera libertad.
La situación en El Aaiún llegó a tal punto que se conducían quince estudios bíblicos entre los demás reclusos. Finalmente las autoridades de la prisión “apretaron los tornillos” y separaron a los Testigos del resto de los presos. Incluso se les cambió su hora de paseo para que no coincidiera con la de los demás. No se iba a dejar ni una sola oportunidad para su “proselitismo.”
SE ADOPTAN TÁCTICAS NUEVAS
Después de cuatro o cinco años en prisión, y viendo que no sucedía nada en los círculos oficiales, los neutrales cristianos encarcelados empezaron a estudiar el Código de Justicia Militar a fin de poder defender mejor su posición. Como parte de su táctica, escribieron cartas a todos los ministros del gobierno para llevar su angustiosa situación a la atención de los que estaban en puestos oficiales. Estos Testigos neutrales estaban condenados virtualmente a cadena perpetua, mientras que un asesino convicto podía salir libre a la calle en sólo siete años.
Uno de los problemas legales era que en los consejos de guerra a los Testigos no se les permitía hacer declaraciones adecuadas que pudiesen constar en el acta del juicio. Francisco Díaz Moreno decidió tratar de cambiar todo aquello. Había leído en el Código de Justicia Militar que las declaraciones finales del prisionero deben constar en el acta. Así, cuando su causa fue presentada ante el consejo de guerra en El Aaiún, esperó hasta que el fiscal y la defensa hubieran presentado nerviosamente sus casos respectivos. Entonces se le ordenó que se pusiera de pie y le preguntaron si tenía algo que alegar.
“Sí, Su Señoría,” contestó Francisco. Y pasó a leer la declaración que había preparado. El presidente de la sala trató de interrumpirlo varias veces y detener su lectura. Sin embargo, cuando vio la actitud resuelta que manifestaba Francisco, lo llamó al estrado. “¿Qué es lo que desea, joven?”, le preguntó. Francisco contestó que lo único que deseaba era que sus declaraciones fuesen incluidas oficialmente en el Acta del Consejo. “Bien, ya lo miraremos y estudiaremos el asunto . . . ,” Fue la respuesta.
“Perdone, Su Señoría,” dijo Francisco, “pero no se trata de mirarlo o estudiarlo, sino de que se incluyan mis declaraciones en el Acta. Pues de otro modo no es válido el juicio.”
Cuando el presidente de la sala vio que no podía eludir este argumento, cedió, y la declaración escrita de Francisco fue adjuntada al Acta del Consejo. A partir de entonces a los neutrales cristianos les fue posible hacer declaraciones en cada consejo de guerra en El Aaiún.
EL PENAL DEL RISCO Y SU COMANDANTE
Uno de los peores lugares de encarcelamiento para los neutrales cristianos era la prisión militar de San Francisco del Risco, en las islas Canarias. El comandante en ésta era un infame oficial a quien apodaban “Pisamondongos.” Se deleitaba en la violencia sádica. Allí Francisco Díaz Moreno pasó algún tiempo. Cuando llegó, se encontró con los hermanos Fernando Marín y Juan Rodríguez, que ya llevaban unos meses allí.
Pronto Francisco se halló frente a frente con el comandante. “¿Es usted testigo de Jehová?”, preguntó el comandante. “Sí, señor,” fue la respuesta. “¡Otro renegado de la patria!” vociferó el comandante, y usó también otras expresiones que no se pueden repetir, y ordenó que registraran a Francisco. Sucedió que Francisco tenía una de nuestras revistas en el bolsillo y tuvo que entregarla. Mientras el sargento seguía con el registro, el comandante se marchó y luego volvió. Impaciente por la lentitud del registro, el comandante lo terminó él mismo, apresuradamente. Pero no halló las revistas que Francisco había escondido bajo una faja tubular que llevaba puesta. Así entraron en la prisión los números de La Atalaya que contenían información nueva sobre la resurrección.
A los tres Testigos se les puso en celdas apartadas de las de los demás reclusos y se les negó permiso para hablar con ellos. En el patio exterior se había pintado una raya blanca. A los otros prisioneros no se les permitía cruzarla, para que no pudieran comunicarse con los hermanos por la ventana de la celda. Algunos que habían intentado hablar con Fernando Marín durante los nueve meses anteriores que él había pasado allí habían recibido palizas. ¡Se decía que aquella separación era para que los demás no contaminaran a los Testigos! Sin embargo, afortunadamente su estancia en San Francisco del Risco no iba u durar mucho más tiempo.
LA CONGREGACIÓN DE LA PRISIÓN DE CÁDIZ CRECE
Francisco fue trasladado desde las islas Canarias a la prisión de Santa Catalina en Cádiz en octubre de 1965. A través de los años esta prisión se ha hecho famosa entre el pueblo de Jehová, ya que ha llegado a albergar a más de cien Testigos de una sola vez. Además, la han visitado centenares de hermanos que han ido allí a fortalecer a sus hermanos de creencia cautivos. Hasta el hermano Grant Suiter, en mayo de 1972, y más tarde Leo Greenlees, miembros del Cuerpo Gobernante, visitaron esta prisión y tuvieron el privilegio de hablar a aquella numerosa congregación. De hecho, la congregación que había en la prisión era más grande que la congregación de afuera en la misma ciudad.
Algo interesante es que, con el transcurso de los años, los hermanos encarcelados en la prisión de Santa Catalina en Cádiz pudieron presentar los programas de todas las asambleas de circuito y distrito. En por lo menos una ocasión hasta hubo representantes de la prensa extranjera en la boda de uno de los Testigos recluidos. La publicidad que se dio a ese caso atrajo la atención mundial a la lamentable situación de las leyes españolas en relación con los objetores de conciencia. Se han celebrado varias bodas en esa prisión, pero la primera fue la de Francisco Díaz Moreno con Margarita Mestre, en noviembre de 1967, en presencia de un juez de paz.
Pero no debemos llegar a la conclusión de que los problemas de la prisión de Santa Catalina en Cádiz eran mínimos. Por ejemplo, a menudo en las comidas había morcilla de sangre, que los Testigos reclusos no podían comer por estar resueltos a adherirse a la ley de Dios acerca de la sangre. (Gén. 9:3, 4) Sin embargo, con el desarrollo de una buena organización entre les Testigos se organizaron ciertos grupos de trabajo para que los hermanos pudiesen ganar dinero con el cual comprar comida aceptable. También se establecieron horarios para las reuniones, para estudio de idiomas extranjeros y otras actividades. Se hicieron arreglos para testificar por carta, de modo que, cada mes, varios de ellos podían ser “precursores de vacaciones,” como se les llamaba entonces. Todos estos arreglos ayudaban a que el tiempo pasara más rápidamente en circunstancias en las que, de vez en cuando, brillaban rayos de esperanza que terminaban por desvanecerse. La incertidumbre de su situación durante aquellos años no ayudaba a levantar la moral de los hermanos, a pesar de que llegaron a acostumbrarse a las desilusiones.
Por ejemplo, en marzo de 1970 los medios informativos anunciaron que el gobierno estaba preparando un proyecto de ley para tratar del problema de los objetores de conciencia y para regular la situación por medio de nuevas medidas legales. Esto ilusionó a muchos hermanos que estaban en prisión en aquel tiempo. En septiembre de aquel año el proyecto de ley fue debatido por una comisión en las Cortes Españolas. Los miembros de la comisión tomaron la acción, sin precedente hasta entonces, de devolver el proyecto de ley al gobierno sin ser aprobado, solicitando una posterior revisión. Cuando esta noticia llegó a las prisiones, cayó como una ducha de agua helada que enfriara los ánimos de los hermanos. De nuevo en 1971 el gobierno trató de presentar una ley más dura que satisficiese a los elementos extremistas de la Comisión de Defensa en las Cortes. Cuando el gobierno vio la manera tan drástica en que la intención original de este proyecto de ley había sido cambiada, lo retiró sin permitir más consideración.
PRIMER CASO DE NEUTRALIDAD EN REGIÓN VASCA
Nuestro registro sobre aquellos primeros años que los neutrales cristianos pasaron en prisión no estaría completo si no nos refiriéramos al derrotero de mantener integridad que siguieron Adolfo Peñacorada, de Bilbao, en la región vasca, y Emilio Bayo, de Logroño. Su paso por las prisiones españolas coincidió por varios años.
El 16 de marzo de 1963 Adolfo Peñacorada se presentó en los cuarteles de Burgos, donde su padre había servido como soldado treinta y cinco años antes. Durante cuatro días no se distribuyeron uniformes. Entonces, al quinto día, Adolfo tuvo una larga conversación con el coronel acerca de su objeción de conciencia. Finalmente, cuando el coronel se dio cuenta de que no podría cambiar el punto de vista de Adolfo, cambió de táctica y le gritó y dio órdenes de que fuese conducido a los calabozos. La objeción de conciencia de Adolfo fue el principal tema de conversación en los círculos militares de Burgos, una ciudad que se enorgullece de su historia militar y eclesiástica. Lo inimaginable había ocurrido: ¡un hombre había rehusado vestir el uniforme militar en Burgos!
Bajo pena de castigo, a toda la tropa se le prohibió hablar con Adolfo. Diferentes oficiales solían visitarle en su celda para tratar de hacerle cambiar de opinión, pero siempre se iban con algo en lo cual pensar debido al testimonio que recibían de él. En su celda él tenía a la vista un texto bíblico que mencionaba a Jehová e incluía las palabras: “No tengas miedo. Yo mismo ciertamente te ayudaré.” (Isa. 41:10, 13) El nombre Jehová hizo surgir muchas conversaciones. Y en Jehová ciertamente puso Adolfo su fe y confianza.
A través de los años las expresiones que Adolfo oyó de diferentes oficiales fueron muy variadas. Por ejemplo, un teniente, el ayudante del coronel, dijo: “Adolfo, debo decirte que la mayoría piensa como yo. Nos has maravillado. Te hemos estado haciendo la vida imposible, y cuanto más dura te la hacíamos, tanto más reflejabas una sonrisa y tenías una palabra amable . . . me has hecho pensar en los primeros cristianos.”
Con el tiempo se fiaban totalmente de Adolfo, hasta el grado que la puerta de su celda se dejaba abierta y diferentes soldados solían venir a preguntarle acerca de la Biblia. Uno dijo: “Me gustaría estudiar la Biblia. He visto que tienes la religión verdadera.”
Uno de los guardias tenía tantos deseos de leer la Biblia que entraba en la celda de Adolfo para leerla. Al mismo tiempo Adolfo tenía que “vigilar” fuera de la celda en previsión de que alguien viniera y los sorprendiera. ¡Así, el prisionero vigilaba al centinela!
UN NEUTRAL CRISTIANO DE LOGROÑO
En septiembre de 1963 Adolfo fue llevado al Tribunal Militar para su consejo de guerra. Allí se encontró con Emilio Bayo, que iba a ser juzgado al mismo tiempo. Ellos ya se conocían, porque dos años antes habían estado entre los Testigos que habían sido detenidos por la policía de Logroño.
Cuando cumplió los veintiún años de edad, Emilio se presentó en los cuarteles de Tudela, en la provincia de Navarra. Resultó ser el 16 de marzo de 1963, el mismo día que Adolfo se presentó en Burgos. Al día siguiente Emilio rehusó vestir el uniforme militar y no asistió a misa con los reclutas. Fue conducido a una mazmorra, donde pasó sus primeras diez semanas virtualmente sin ninguna luz natural y casi sin ningún paseo al aire libre. Le quitaban su cama cada mañana y se la devolvían por la noche, y no le permitían hablar con nadie. Sólo debido a la amabilidad de cierto capitán se le dejó un asiento donde podía sentarse durante el día.
Después de aquellas diez primeras semanas, Emilio fue trasladado a Burgos para su consejo de guerra. Durante ese día de viaje, esposado a un guardia civil, habló por las diez semanas de silencio. Emilio estaba dando el testimonio en el tren y usando su Biblia hasta donde le era posible, con una mano atada. El guardia trataba de esconder la mano esposada, pero Emilio tiraba continuamente de ella a fin de que las personas supiesen que estaba en cadenas por sus creencias cristianas.
Las audiencias de los consejos de guerra de Adolfo y Emilio se celebraron por separado, pero el resultado fue el mismo... tres años y un día de prisión. En noviembre fueron trasladados a la prisión civil de Burgos, donde tuvieron que asociarse con los delincuentes civiles corrientes y criminales de toda clase.
Adolfo fue el primero en llegar y el director de la prisión le dijo con aire amenazador: “Los conozco a ustedes y sus métodos. Como se le ocurra hacer proselitismo aquí, se pudrirá en las celdas de castigo.” Afortunadamente, unos días después el director fue reemplazado y en poco tiempo Emilio y Adolfo habían revuelto la prisión con su predicación. Por supuesto, la única literatura que tenían era la Biblia católica Nácar-Colunga, aunque resultó ser suficiente. Todo lo que ellos dijeron durante la semana llegó a oídos del capellán de la prisión a tiempo para la misa dominical. Sin embargo, los hermanos ya se habían ganado el respeto y la admiración del nuevo director, así como de los demás presos. De manera que el capellán no pudo impedirles que siguiesen predicando y no pudo hacerles ningún daño. El director tenía una impresión tan favorable de ellos que recomendó que se les trasladara a una prisión abierta en Mirasierra, no lejos de Madrid. En enero de 1964 Emilio y Adolfo iniciaron su viaje hacia esta nueva prisión. En camino tuvieron que pasar por las prisiones de Ávila y Carabanchel. Finalmente llegaron a la prisión de Mirasierra.
VIDA EN LA PRISIÓN ABIERTA DE MIRASIERRA
Mirasierra era un grupo de barracones carcelarios que usaban los reclusos confiables, los cuales trabajaban para una empresa de construcción que edificaba chalets, principalmente para extranjeros. De hecho, era como estar libre, ya que los presos se mezclaban con los de afuera durante las horas de trabajo. Para Adolfo y Emilio aquel alivio duró poco... siete meses, para más exactitud. Pero por lo menos fue un respiro. El trabajo era duro y pesado para estos jóvenes que habían pasado cerca de un año en prisión haciendo muy poco ejercicio físico.
Adolfo y Emilio aprovecharon las oportunidades que se presentaron para dar testimonio, y tuvieron buenos resultados. Por ejemplo, empezaron un estudio bíblico con una persona que más tarde llegó a ser cristiano bautizado. Además, pronto organizaron un estudio de La Atalaya, que se celebraba en la entrada de un túnel de una línea de ferrocarril que todavía no se usaba. Cuatro personas se sentaban en las vías y disfrutaban de este interesante estudio.
Después de un tiempo, a Adolfo y Emilio les encargaron trabajo más liviano dentro de los chalets. Esto les permitió dar testimonio a algunos de los propietarios. También daba un testimonio excelente el grupo de hermanos que los visitaba cada domingo, pues los guardias y los reclusos reconocían el amor que existía entre los testigos de Jehová.—Juan 13:34, 35.
HACIA ÁFRICA
Cuando su condena en Mirasierra terminó, Adolfo y Emilio fueron puestos en libertad por un mes, pero con instrucciones de dirigirse a El Aaiún, en el Sáhara Español. Usaron aquel mes de libertad para asociarse con compañeros de creencia y para edificarse espiritualmente. Renovados física y espiritualmente, partieron a finales de septiembre hacia su nueva prisión en África.
Cuando Adolfo y Emilio llegaron a El Aaiún se enteraron que ya había encarcelados allí tres neutrales cristianos, Francisco, Alberto y Juan, aunque no había forma de verlos. Adolfo y Emilio estaban deseosos de hablar con estos tres compañeros de creencia para enterarse de las cuestiones que se podrían presentar en aquel nuevo lugar, especialmente debido a que pudiera ser que hubiera detalles por los cuales fuera problemático tomar algunas decisiones.
Desde El Aaiún, Adolfo y Emilio fueron trasladados a Hausa, donde sabían que estaba Antonio Sánchez. Pensaron que por lo menos sería posible obtener alguna información de él. Sin embargo, cuando llegaron él ya se había marchado... sólo unas pocas horas antes. Parecía que todo estaba perdido. Pero tuvieron que ir al barbero del campamento, un tal Benito Egea, una persona que recientemente había estado estudiando la Biblia con Antonio Sánchez. Él pudo darles información útil. Continuaron el estudio de la Biblia con él hasta que se tomó la decisión de trasladarlos. ¿A El Aaiún? No. Iban a Villa Cisneros, 1.000 kilómetros al sur... a una base militar donde aún no había pisado ningún testigo de Jehová. Así que tendrían que “arar” un campo virgen. A propósito, el barbero del campamento se bautizó más tarde e incluso sirvió durante unos años como precursor especial.
El 21 de diciembre de 1964, en medio de una lluvia torrencial, el convoy de camiones se puso en marcha a través del desierto. Aquel incómodo viaje duró varios días. Al despertar después de su primera noche en los cuarteles de Villa Cisneros, la primera noticia que recibieron fue que un legionario había matado a otro en un arrebato de celos por un asunto de relaciones homosexuales. Esa era la clase de mundo en la cual habían entrado. Ahora estaban completamente aislados de los hermanos y de la organización terrestre de Jehová, y no podían consultar a nadie excepto a Jehová Dios. Y eso lo hicieron intensamente en busca de guía. En medio de 2.000 a 3.000 soldados, eran los únicos que estaban vestidos de paisano.
Emilio y Adolfo no pensaban que siempre tomaban la decisión más acertada. Pero estaban tratando de agradar a Jehová, y en febrero de 1965 su neutralidad se manifestó a las claras. Todo el batallón recibió la orden de salir del cuartel para efectuar maniobras, pero los dos hermanos no estuvieron dispuestos a obedecer. Así que el teniente los sacó del barracón a empujones y patadas y los colocó en la última fila de la formación. Entonces sonó la orden: “¡De frente, marchen!” Todo el batallón se puso en marcha, dejando atrás a dos figuras inmóviles y solitarias, Adolfo y Emilio. Afortunadamente, el capitán los trató con consideración y los devolvió bajo arresto al cuartel.
Poco después, Adolfo y Emilio se encontraban en el pelotón de castigo. Los legionarios encargados prácticamente tenían libertad para hacer lo que quisieran con los prisioneros, incluso matarlos, y nadie les preguntaría nada. Ante la orden de ponerse en posición de firmes, los hermanos rehusaron. El guardia los insultó y el cabo encargado empezó a darles golpes y puñetazos Adolfo terminó con un ojo amoratado y varias magulladuras.
Adolfo y Emilio permanecieron en el pelotón de castigo un mes. Puesto que rehusaban hacer trabajo en el cuartel, los llevaban cada día al amanecer a un lugar a unos tres kilómetros de distancia. Allí tenían que romper piedras y cavar en la arena. Como la alimentación no era adecuada, y muchas veces no era lícita para un cristiano, estaban hambrientos y exhaustos. De vez en cuando su condición motivaba la compasión del guardia y él les permitía buscar refugio del calor en una cueva cercana donde podían dormir un poco. Pero la mayoría de los guardias eran unos tiranos que no permitían hablar ni hacer nada sin su permiso.
En abril de aquel año Adolfo y Emilio salieron del pelotón de castigo y se preguntaban por cuánto más podrían resistir la guerra de nervios en Villa Cisneros. El castigo físico era una cosa, pero la tensión nerviosa era otra. Había una lucha constante por mantener integridad a Dios, por permanecer neutrales en este ambiente militar con su alta carga de tensión. Sus oraciones fueron contestadas cuando, en el mes de julio, fueron llevados de vuelta a El Aaiún en avión, para enfrentarse a otro consejo de guerra por haber rehusado vestir el uniforme en Hausa.
Su llegada a El Aaiún aumentó el número de neutrales cristianos allí a siete. Poco se imaginaban ellos, en 1965, que el primero de los siete no sería puesto en libertad sino hasta 1970 y que cuatro de ellos aún estarían en prisión en 1973.
En enero de 1966 se deshizo el grupo de siete. Cuatro fueron enviados a la prisión de Santa Catalina en Cádiz, y los otros tres a la prisión militar de Mahón, en las islas Baleares. Así, Adolfo y Emilio, por ejemplo, fueron separados después de compartir tres años de encarcelamiento. Emilio Bayo y Antonio Sánchez Medina fueron enviados a Mahón, adonde llegaron en abril de 1966, y poco después llegó Julio Beltrán. El viaje de tres meses de ellos incluyó paradas en Cádiz, Vicálvaro, Madrid y Zaragoza.
Para cuando los dos hermanos llegaron a Zaragoza, era el 4 de abril, y el día siguiente sería el Memorial de la muerte de Cristo Jesús. Los hermanos empezaron a hacer planes para conmemorarlo, pero se les dijo que se prepararan para continuar su viaje a Barcelona. Durante el viaje en el tren, solicitaron permiso a los guardias para poder comprar un poco de vino, el cual escondieron por si los próximos guardias lo prohibían. Pues bien, cuando eran cerca de las seis de la tarde, Emilio y Antonio explicaron a los guardias que era la hora de una celebración especial por medio de considerar un tema de la Biblia. Los guardias lo permitieron, y de este modo los hermanos celebraron el Memorial, consistente en un discurso de cuarenta y cinco minutos, discurso que oyeron los guardias y los dos prisioneros a los cuales los Testigos iban esposados. Aunque su departamento del vagón estaba vacío al principio, hacia el final del discurso había otras cuatro o cinco personas escuchando. Aquel discurso terminó precisamente cuando el tren entraba en la estación de Barcelona.
EL ADHERIRSE A LA FE ES GRAN TESTIMONIO
En toda ocasión se hacían esfuerzos por quebrantar la integridad de aquellos neutrales cristianos encarcelados. Por ejemplo, cuando Emilio Bayo y Antonio Sánchez Medina llegaron a Mahón, supieron que otro hermano, Francisco Díez Ferrer, ya había estado allí por algún tiempo. Es interesante notar que éste había tenido mucha amistad con el cabo Bernardo Linares, sin saber que a este hombre lo habían asignado para que entablara amistad con él a fin de quebrantar su integridad a Dios. Bueno, eso no sucedió. Más bien, el resultado final fue que después de una larga asociación con Francisco y posteriormente con Emilio y Antonio, el mismo Bernardo Linares llegó a ser testigo de Jehová. En julio de 1967 le dijo al capitán de la prisión que colgaba el uniforme y se unía a los objetores de conciencia. Aunque se hicieron esfuerzos para convencerle de lo contrario, los esfuerzos no tuvieron éxito. Fue arrestado en espera de un consejo de guerra, pero el Capitán General de la Redón de Mallorca mandó anular el compromiso militar de Bernardo y el caso no tuvo más repercusión. Lo licenciaron y él emprendió el servicio activo a Jehová.
A pesar de las dificultades que encontraban estos neutrales cristianos, había crecimiento y desarrollo espirituales dentro de las prisiones españolas. Para poner un ejemplo: a medida que el grupo de Cádiz seguía aumentando en número, también lo hacía su espiritualidad. Se hicieron excelentes progresos y los hermanos hasta inauguraron un Salón del Reino en la prisión el 5 de agosto de 1968, dos años antes de que tuviese lugar en España la legalización oficial de nuestra obra.
Podría mencionarse que algunos hermanos que hemos nombrado fueron puestos en libertad a principios de los años setenta. Alberto Contijoch quedó libre en 1970 después de once años en prisión; había sido condenado cuatro veces hasta un total de diecinueve años de prisión. Francisco Díaz Moreno salió en abril de 1972, después de haber cumplido once años, seis meses y diecinueve días de una condena total de veintiséis años. Juan Rodríguez fue puesto en libertad en mayo de 1972, después de haber cumplido once años en prisión, y varios otros recibieron la libertad en febrero de 1974. Entre ellos se hallaban Antonio Sánchez Medina, después de haber estado doce años en prisión; Adolfo Peñacorada y Emilio Bayo, después de once años; Fernando Marín, después de diez años de estar a la sombra.
Por supuesto, en España muchos otros hermanos han sufrido encarcelación como neutrales cristianos. Pero aquello no fue tiempo desperdiciado, ya que sirvió para dar un testimonio a un sector grande de la nación española que de otra forma no habría oído de los testigos de Jehová, de sus creencias ni de su integridad. Los sectores penal y militar han recibido un gran testimonio, uno que se ha sentido en todas partes del país, ya que estos neutrales cristianos han tenido que presentarse en innumerables cuarteles y prisiones civiles y militares de España. Así se ha escrito un registro de integridad y neutralidad en los registros oficiales, tanto militares como judiciales, de este país, y permanece como evidencia de la fidelidad de los testigos de Jehová a los justos y pacíficos principios de la Palabra de Dios, la Biblia.
En el transcurso de los años desde 1958, 825 hermanos han sido condenados a un total de 3.218 años de prisión, de los cuales han cumplido 1.904 en cárceles militares y civiles en España. Quizá el comentario más adecuado sobre este registro de integridad es el que hizo el escritor católico Jesús González Malvar, que escribió bajo el encabezamiento “Un ejemplo para los católicos”:
“Tal es el de los valerosos Testigos de Jehová, aunque resulta humillante para nosotros el reconocerlo. Nos han pisado en esto ciertamente el ideal evangélico. No les arredra a estos valientes la pérdida de la libertad —aunque se prolongue la cárcel a lo largo de los meses y de los años— ni el farisaico desprecio de una sociedad tan alejada todavía del espíritu de las bienaventuranzas. . . . Vergüenza grande, para este nuestro tan asendereado catolicismo, el que los tan ridiculizados y perseguidos Testigos de Jehová se nos hayan adelantado en la manifestación de este carisma cristiano, y que, solo pisando sobre sus huellas ensangrentadas, se hayan atrevido a emprender la marcha los más decididos de los nuestros. No podemos negar, a fuer de honrados y sinceros, que entendieron en esto, mejor que nosotros, el espíritu del Maestro, el cual, ni para defenderse a sí mismo admitió el uso de las armas.”
LAS CONDICIONES RECIENTES Y LOS NEUTRALES
¿Y cuáles han sido los desenvolvimientos más recientes en España para estos neutrales cristianos? Bien, en 1973 se aprobó una ley que limitaba la sanción para los objetores de conciencia a una sola condena en la prisión que puede variar desde tres años y un día hasta un máximo de ocho años. Esto ha puesto fin al procedimiento anterior de una serie de condenas interminables por la repetición del mismo delito, el de mantener la neutralidad cristiana al rehusar formar parte de organizaciones militares.
Los beneficios inmediatos de esta ley fueron que todos los que habían servido más de tres años en prisión fueron soltados, lo cual resultó en que 114 hermanos obtuvieran su libertad. Más tarde, el 30 de julio de 1976, el rey Juan Carlos proclamó una amnistía general, y como resultado de ello otros 204 hermanos fueron puestos en libertad. ¡Qué gozo tan inesperado fue para ellos el poder asistir inmediatamente a las Asambleas de Distrito “Servicio Sagrado” y allí edificar a las muchedumbres congregadas con sus experiencias de integridad cristiana!
¿Se está encarcelando todavía en España a los neutrales cristianos? Durante el otoño de 1976 hubo una especie de moratoria en el reclutamiento de los que se declaraban objetores de conciencia y en diciembre se publicó un decreto que permite a los que tienen objeción religiosa al servicio militar “sustituir” los actuales dieciocho meses de entrenamiento militar con tres años de otros servicios.
¿Pero qué punto de vista han tomado los mozos Testigos en relación con esta cuestión? Ya más de 150 hermanos jóvenes han demostrado su creencia de que sería hipocresía rehusar hacer el servicio militar alegando razones de conciencia y luego participar en actividades que se reconocen como un sustituto de las obligaciones militares. Como consecuencia, están encerrados, la mayoría esperando juicio por un consejo de guerra, por haber rehusado efectuar el servicio sustituto.
La reacción de las autoridades militares ha sido dura e inflexible y en junio de 1977 varios de nuestros hermanos fueron condenados a la pena máxima de ocho años de prisión. Ahora está por ver si el nuevo gobierno formado en julio de 1977 dará pasos para conmutar estas condenas severas e implantar una ley más razonable y equitativa.
MEJOR ORGANIZADOS PARA LA OBRA FUTURA
Habiendo considerado las experiencias de estos neutrales cristianos, ¿qué le parece si retrocedemos en el tiempo y recogemos el hilo de nuestra historia en el año 1959? En aquel tiempo ciertos desenvolvimientos nos ayudaron a organizarnos mejor para la obra por delante.
En abril de 1959, M. G. Henschel, de la oficina central de la Sociedad Watch Tower en Brooklyn, visitó a España como superintendente de zona. Dio buen consejo a Ray Dusinberre, quien entonces estaba encargado de la oficina sucursal de la Sociedad en España. El hermano Henschel recomendó que se aumentaran los circuitos de uno a cuatro, y que las visitas de los superintendentes de circuito se efectuaran cada cuatro meses a fin de edificar la espiritualidad de los hermanos.
En aquel tiempo había siete misioneros de Galaad en España, entre ellos dos hermanas. Cuatro de los misioneros estaban sirviendo como superintendentes de circuito. Durante aquel mismo año de servicio, Sinforiano Barquín, el ex-católico ferviente de Bilbao, llegó a ser el primer superintendente de circuito español. Para el fin de aquel año de servicio (1958-1959), los 1.293 publicadores del Reino se asociaban con treinta congregaciones en cinco circuitos.
De hecho, cada grupito mismo dentro de una congregación funcionaba entonces como una congregación pequeña y todas las reuniones se conducían en el grupo. Esto quería decir que el superintendente de circuito tenía que visitar a cada grupo. Si solo había dos, la visita duraba una semana. Pero con tres o cuatro grupos la visita duraba dos semanas. En años posteriores, cuando algunas congregaciones tenían hasta diez grupos, el superintendente de circuito tendría que visitar una sola congregación por un período de hasta cinco semanas seguidas para servir a todos los grupos.
La visita de zona del hermano Henschel en 1959 se combinó con un gozoso acontecimiento nuevo y especial para los hermanos españoles. Se celebró una asamblea española en Perpiñán, a poca distancia de la frontera en el sur de Francia, y a muchos hermanos se les ayudó económicamente a asistir. Para los que vivían en el sur de España se celebró otra asamblea en Tánger, Marruecos.
LA ORGANIZACIÓN FUNCIONA EN AÑOS DIFÍCILES
Durante los años que estamos considerando ahora, el pueblo de Jehová estuvo experimentando penalidades y persecución. Por supuesto, necesitaban literatura bíblica para mantenerse espiritualmente saludables y para poder compartir el mensaje del Reino con otros. Tal como estaban las cosas, en distintas direcciones de Madrid se recibían muchos paquetes de literatura. Puesto que en Madrid había existencias de literatura relativamente grandes, se hacía mucho trabajo de envío desde allí, y uno de los graduados de Galaad quedó encargado de aquel trabajo cuando la “oficina” sucursal se trasladó de Madrid a Barcelona en 1960.
Se podría mencionar que todos los asuntos de la sucursal se trataban en clave y, por supuesto, los hermanos nunca sabían dónde estaba ubicada la oficina sucursal. El lugar donde trabajaba el hermano galaadita llegó a ser conocido como la “Cueva.” ¿Por qué? Porque nuestro escondite de literatura estaba oculto en el sótano de una papelería. Para llegar al sótano —la cueva— había que levantar un escotillón y utilizar una escalera de mano. Sin embargo, la preparación de los paquetes de literatura en sí se hacía en un estrecho cuarto trasero detrás del mostrador. En aquel lugar reducido se montó un pequeño departamento de envíos, con un armario y una mesa plegable. El hermano trabajaba allí durante horas, muchas veces en el invierno, con un frío que pelaba. Desde luego, había que tener cuidado para que los clientes no se enteraran de que un extranjero trabajaba allí. Por lo tanto, él no podía conversar y no podía permitir que lo vieran cuando había clientes en la tienda. Atendió este trabajo hasta 1964, cuando fue nombrado superintendente de circuito.
Pero, ¿qué tal si les contamos acerca de las mudanzas de la sucursal durante aquellos años difíciles? Desde 1948 a 1957 la obra en España se dirigió principalmente desde diferentes direcciones en Barcelona. Pero el tiempo durante el cual pudiera ser útil cierta dirección dependía de lo intenso de la actividad policíaca. Los archivos de la sucursal se mantenían reducidos al tamaño de una maleta para que alguien pudiera escapar con ellos en cualquier momento. Este arreglo de huida de emergencia se hacía posible gracias a que diferentes hermanos permitían que la oficina estuviera en sus hogares, a gran riesgo para ellos mismos.
Cuando Ray Dusinberre asumió la responsabilidad de superintendente de sucursal en 1957, el centro de operaciones se trasladó a Madrid. Pero en 1960 la sucursal se mudó de nuevo a Barcelona a causa de presiones por parte de la policía de Madrid. Al principio funcionó en la casa de un hermano y después en un piso particular alquilado por los misioneros. En la primavera de 1961 se encontró una torre, o casa con jardín, en San Justo Desvern, en las afueras de Barcelona. A propósito, mientras se usaba esta casa, Jean, la esposa de Ray, enfermó de tuberculosis y el matrimonio Dusinberre partió renuentemente de España en 1963.
La casa de San Justo Desvern sirvió por dos años. Entonces ocurrió algo que puso en guardia a los hermanos. Dos hombres que dijeron que eran de la compañía de la electricidad pidieron inspeccionar las instalaciones eléctricas. Tendrían que revisar las luces en todas las habitaciones. Aunque no había prueba de que esto fuera un truco de la policía, sí lo parecía, y por lo tanto la sucursal fue mudada una vez más... esta vez a un bungalow con su propio terreno en el pueblo de San Cugat del Vallés, a unos dieciséis kilómetros de Barcelona. Sin embargo, en el año 1967 unos ladrones forzaron esta casa y, aparte de robar dinero, también vieron las instalaciones de oficina que allí había. De modo que se decidió que sería apropiado un cambio rápido de ubicación. En dos días se había trasladado discretamente la sucursal a un piso en Barcelona... un lugar que sirvió de casa Betel y oficina sucursal hasta noviembre de 1971, cuando el personal de Betel, de trece personas, se mudó a un nuevo edificio de sucursal en la calle Pardo, N° 65, la dirección actual de la Asociación de los Testigos de Jehová en España.
Durante siete años se llevó a cabo el trabajo de sucursal en tres hogares simultáneamente, ya que no se centró todo el trabajo en la casa principal de sucursal. ¿Cómo mantenían las congregaciones contacto con la Sociedad y viceversa? Pues bien, se usaban varias direcciones en Barcelona para recibir la correspondencia y todas ellas tenían contacto con un mercado céntrico en el cual trabajaban varios hermanos.
También tuvimos que ejercer cuidado al imprimir y enviar literatura. Algunas de nuestras impresiones se hicieron en una máquina multicopista. Alrededor de 1960 el departamento de envíos fue transferido a un cobertizo en el patio del piso del hermano Francisco Serrano, en Barcelona. Se llegó a conocer el cobertizo como la “Nevera,” por las temperaturas bajísimas en invierno. Este nombre vino al pelo por años como apelativo del departamento de envíos, incluso cuando posteriormente se trasladó al piso de una hermana en el antiguo barrio gótico de la ciudad. La ubicación de la oficina sucursal principal se conocía como el “Castillo,” sin importar donde estuviera situada.
SUMINISTRO DE “ALIMENTO” GARANTIZADO
En aquellos días no era posible importar legalmente nuestras publicaciones bíblicas. De modo que la escasez de literatura era uno de nuestros grandes problemas. Pero, en cumplimiento de la promesa de Jesús, los fieles eran alimentados “al debido tiempo.” (Lucas 12:42) Turistas procedentes de otros países eran una ayuda valiosa en traer literatura a España. Una de las direcciones más usadas estaba en la calle Menéndez y Pelayo, en Barcelona, la oficina y casa misional, de la cual fue responsable el hermano Eric Beveridge durante los años 1965 a 1971. Muchos de los misioneros nuevos pasaron sus primeros meses en aquel hogar, aprendiendo español, con la hermana Hazel Beveridge como maestra. También dos veteranos graduados de Galaad, Timothy y Judith Dickmon, sirvieron allí durante unos años antes de ser trasladados a un nuevo hogar misional en Valencia.
Aquel hogar barcelonés fue visitado por muchos turistas cargados de literatura de toda Europa occidental y los Estados Unidos. Aunque los vecinos sabían que en aquel piso vivían extranjeros, a veces se preguntaban cómo los inquilinos podían tener tantos amigos de tantos diferentes países. Las matrículas de los coches solían revelar la nacionalidad de los visitantes.
Fue curiosa la ocasión en que se presentó un hermano francés, literalmente tambaleando bajo el peso de su maleta. Por supuesto, estaba cargada de libros. Para evitar sospechas al marcharse, subió por la calle todavía luchando con aquella maleta... ¡y estaba vacía!
En tiempos posteriores, hermanos españoles iban a Francia para obtener literatura. Así que se dispuso un arreglo semanal con diferentes direcciones en las cuales recoger literatura en Perpiñán. Algunos hermanos iban en coche particular, mientras que otros viajaban en tren o autocar. Esta actividad era especialmente intensa durante los meses de enero a marzo, cuando iban a recoger los Anuarios. Los hermanos estaban resueltos a tener su alimento espiritual.
Desde 1966 a 1970 se usaron los servicios de varios impresores no Testigos para producir alguna de nuestra literatura. Felizmente, sin embargo, en julio de 1970 nuestra obra fue legalizada, y así, habiendo conseguido una licencia de importación, desde enero de 1971 importamos nuestras revistas por vías normales. Gracias a este arreglo, ha sido posible conseguir la importación de grandes cantidades de literatura, incluso revistas... ¡a tal grado que ahora los libros llegan en “contenedores” o grandes envases que pegan de quince a veinte toneladas cada uno!
¿Se acuerda de la “Nevera”? Era el departamento de envíos que trasladamos de un cobertizo a un piso. Ya durante mucho tiempo se había hecho demasiado pequeño. Por eso, en el año 1970 fue posible un cambio de local. Se alquiló un almacén de dos plantas en Barcelona. En la planta baja había espacio para, quizás, veinte toneladas de literatura, y arriba teníamos sitio para una mesa de trabajo y otra tonelada de literatura o revistas. Este lugar recibía mucho sol cada día y esto contrastaba bastante con la vieja “Nevera.” De modo que al nuevo local se le puso el nombre de “el Solarium.”
En 1972, cuando se completó el nuevo edificio de Betel, se asignó la planta baja al departamento de envíos. Entonces teníamos espacio para, por lo menos, cien toneladas de literatura, y también mucho espacio para trabajar. Cuando llegó el primer contenedor de literatura en junio de 1972, hizo sensación en la calle y hasta los vecinos se asomaron para ver lo que pasaba. Para muchos era la primera vez que veían una rampa de rodillos. Esta tiene veintisiete metros de largo, suficiente para sacar las cajas del contenedor y bajarlas casi hasta el fondo del departamento de envíos. En aquel entonces la mano de obra disponible estaba bastante limitada, y cuando llegaba un contenedor, la mayoría del personal de la oficina colaboraba para descargarlo, y esto se completaba en menos de dos horas.
Este breve repaso da evidencia de que Jehová siempre ha hecho provisión amplia en sentido espiritual. Cierto es que durante años fue difícil obtener literatura cristiana en España. Pero la mano de Jehová no fue corta, y él continuó bendiciéndonos abundantemente con alimento espiritual al debido tiempo.
RESURGE EL ESPÍRITU DE LA INQUISICIÓN
El espíritu de intolerancia religiosa que prevaleció durante la Inquisición española resurgió en relación con los testigos cristianos de Jehová. Entre otras cosas, los acusaron falsamente de ser francmasones, o de ser financiados por ellos, una grave acusación en un país católico. Durante el período de 1958 a 1960 la policía de Granada tenía este punto de vista. Además, fueron implacables en su acoso al pueblo de Dios.
Considere, por ejemplo, lo que le pasó a Manuel Mula Giménez, un precursor especial que fue asignado a Granada en octubre de 1958. El 5 de octubre de 1960, Manuel acababa de conducir un estudio bíblico y estaba charlando con unos compañeros de fe en la esquina de una calle cuando un miembro de la policía secreta lo abordó y le pidió que abriera su cartera de literatura. Naturalmente, el policía encontró literatura bíblica y lo acusó de violar la orden de la policía de no predicar. Después de anotar los nombres de los otros hermanos, el policía le dijo a Manuel que lo acompañara a la comisaría. Manuel recuerda: “Cuando le recordé que el único motivo que tenía para detenerme era que estaba hablando con unos amigos en la calle y que me gustaría saber por qué se me detenía, se enfureció hasta el grado de decirme: ‘Lo detengo porque tengo una chapa como ésta y una pistola con la que le puedo agujerear la cabeza,’ y con eso sacó la pistola y me apuntó con ella. Eso fue en medio de una de las calles más céntricas de Granada.”
Manuel fue llevado a la sede del Gobierno Civil y acusado del delito de enseñar a otros acerca de la Biblia “repartiendo al efecto folletos y dando lecturas a textos en los que de forma deliberada se hace escarnio de la Religión Católica, ultrajando sus dogmas, ritos y ceremonias y se propugna además abiertamente por la abolición de las tradiciones patrias.”
Manuel fue puesto en prisión preventiva hasta que pudiera presentar la fianza de 50.000 pesetas (833 dólares). Puesto que no pudo pagar una fianza tan exorbitante, Manuel fue retenido en prisión cuarenta y tres días. Durante veinte días estuvo incomunicado y después, bajo amenaza de castigo, le prohibieron hablar con persona alguna acerca de su religión.
El capellán de la prisión (un cura católico), que se suponía era quien debería dar consuelo espiritual a los presos, se aseguró de que para Manuel no lo hubiera. Este cura hizo que se quitara la única Biblia de la biblioteca de la prisión, y cuando otro preso le dio a Manuel un ejemplar de los Evangelios, se lo arrebataron. Los carceleros le gritaban constantemente a Manuel e intentaban hacerle la vida imposible con un trato que no recibían los demás presos. ¿Y quién fue el instigador de todo esto? Nadie más que el capellán de la prisión.
Semejante persecución no detuvo nuestra obra en Granada, como tampoco lo había logrado en ninguna otra parte. El 18 de noviembre de 1960, cuando Manuel fue puesto en libertad, escribió a la oficina sucursal de la Sociedad, diciendo en parte: “Me complazco en decirles que, gracias a Jehová, ya estoy libre; también que a mi salida he encontrado en buena actividad teocrática a la congregación . . . Aquí un conductor local de estudio ha sabido llevar organizadamente todos los asuntos.” Es interesante saber que aquel conductor de estudio más tarde llegó a ser uno de los superintendentes de la congregación de Granada.
MISIONERO DETENIDO
En marzo de 1960, un misionero hizo una visita de circuito a la congregación Usera en Madrid, y el hermano Patricio Herrero le pidió que le ayudara a trabajar el territorio aislado de Villaverde, a pocos kilómetros de la ciudad. Aunque un extranjero podía llamar la atención en tal territorio, el arreglo parecía bastante seguro porque el trabajo era de comenzar estudios bíblicos con personas que ya habían mostrado interés en la verdad bíblica. Sin embargo, los problemas comenzaron con nada más poner pies el misionero en Villaverde.
Aunque Patricio usó cautela y no se acercó a la parada de autobús cuando llegó el superintendente de circuito, más tarde uno de los espías locales del cura los vio juntos en camino a hacer una de las revisitas. Los dos hermanos comenzaron un estudio bíblico con una señora que se hallaba postrada en cama debido a una dolencia cardíaca. Entonces, precisamente antes del momento de marcharse ambos, el misionero divisó desde una ventana una muchedumbre de mujeres que se había juntado alrededor del portal de aquel bloque de pisos. Pero los hermanos no le dijeron nada al ama de casa, porque no quisieron agravar su estado físico.
La policía secreta empezó a llamar en todas las puertas para hallar a los dos Testigos. Finalmente sonó la llamada en la puerta del piso donde la revisita estaba en progreso. El ama de casa le dijo a su hija de cuatro años que abriera la puerta. “¿Hay aquí dos hombres con carteras?” preguntó el policía bruscamente. Con toda inocencia la niña de cuatro años contestó: “Aquí solo hay unos amigos de mi madre.” De modo que la policía se marchó.
Aquella revisita se prolongó hasta que pareció que podrían marcharse sin peligro. Los hermanos hicieron planes para volver a Madrid a pie, siguiendo las vías del ferrocarril, ya que seguramente la policía estaría vigilando la ruta de autobuses. Pero cuando llegaron a la vía del ferrocarril la policía los esperaba allí. Sabían que, controlando la carretera y la vía del ferrocarril tarde o temprano iban a coger su presa. Antes de que el misionero dijera palabra alguna, preguntaron: “Usted es extranjero, ¿verdad?”... aparentemente juzgando por su estatura, pues mide más de un metro ochenta.
Mientras los hermanos estaban sentados, esperando en la comisaría, de repente se abrieron las puertas de par en par por un momento y vieron a un hombre que meneó en afirmación la cabeza. Era el espía del cura, quien había presentado la denuncia, y ahora los hermanos quedaron identificados sin remedio. Entonces comenzó el juego de superchería que usaba la policía para conseguir la información que querían. Pero los dos hermanos estaban decididos a no delatar el nombre de la mujer con la cual habían estado considerando la Biblia.
INTERROGATORIO RESULTA EXPERIENCIA VALIOSA
Cuando la policía no recibió las respuestas que quería, se usó a otro policía “duro” para tratar de obtener información a la fuerza o con amenazas. Este acusó a los hermanos de haber venido a Villaverde para colocar una bomba, y alegó que su silencio en cuanto a dónde habían estado solo servía para confirmar su culpabilidad. Se mantuvieron firmes, mientras el misionero pedía permiso continuamente para poder ponerse en contacto con la embajada estadounidense... permiso que nunca se le concedió.
Al resultar infructuosa la táctica dura, se puso en operación la siguiente táctica del juego engañoso de la policía. Otro policía secreto entró y empezó a recriminar al policía “duro” por sus métodos viles y bajos. Por supuesto, todo esto era puro teatro, y así, refunfuñando, el policía “duro” se retiró del escenario. Entonces, el nuevo comenzó con su ‘habla dulce.’ “Es verdad que últimamente ha habido unas amenazas de colocar bombas por aquí,” dijo, “y nuestro único interés es verificar sus declaraciones, puesto que no los conocemos a ustedes, ni tampoco sabemos nada acerca de una vecina enferma del corazón como ustedes la describen. Si es verdad que ustedes solo estaban visitando a una amistad que está interesada en la Biblia, serán puestos en libertad inmediatamente. Pero no pueden reprocharnos por ser desconfiados cuando ustedes dicen que sólo estaban haciendo algo inocente que no es delito, y no obstante se niegan a suministrarnos la información que los libraría de cualquier sospecha.”
Después de mucha de esta habla melosa se concordó en que sólo este policía “amable” acompañaría a Patricio a la casa que habían visitado a fin de comprobar la verdad, y que él no diría nada al ama de casa. El policía simplemente se aseguraría de que en realidad ella estaba enferma del corazón.
Tan pronto como se marcharon los dos, el misionero fue llevado aprisa a la Dirección General de Seguridad en el centro de Madrid. A sus protestas de que deberían esperar el regreso de Patricio y la confirmación de sus declaraciones, la policía replicó cruelmente que a él también lo llevarían pronto al mismo lugar en Madrid. Las mentiras y el engaño de la policía habían sido eficaces, y los hermanos confiados habían caído en su trampa... una lección que el misionero nunca olvidaría. Más tarde supieron que la policía había hostigado severamente a la señora a quien ellos habían visitado, que la habían acusado de haber albergado en su piso a los hermanos, a sabiendas, durante la búsqueda policíaca. Por miedo, ella rechazó toda revisita adicional.
En la Dirección General de Seguridad la información principal que quería la policía era la dirección local del misionero. No se preguntó acerca de su religión; tampoco registraron su cartera de libros, la cual, de todos modos, solo contenía una Biblia católica. No obstante, relativamente poco tiempo después tuvo que presentarse una vez más y lo invitaron a salir del país. Él contestó que no quería aceptar la invitación, pero le dijeron que si no se iba voluntariamente entonces su partida sería obligatoria... “una experiencia que será muy desagradable, tanto para usted como para nosotros,” dijo el comisario de policía.
Cuando el misionero le preguntó al comisario sobre el motivo de la expulsión, el comisario le contestó sólo en términos generales, diciendo que uno puede ser expulsado de un país por tres razones... políticas, sociales, “o religiosas.” “¿Sabe usted?” dijo el comisario, “solo hay dos clases de personas en España —católicos e incrédulos— y no podemos tolerar nada más.” En consecuencia, el 6 de junio de 1960 este misionero se mudó a Perpiñán, Francia, pero retuvo la esperanza de poder volver a España algún día, ya que se había marchado “voluntariamente.” De hecho, al cabo de tres meses estaba de vuelta en España, y sirvió de superintendente de sucursal durante varios años. La experiencia de su interrogatorio resultó ser de gran valor y posteriormente sirvió de base para un programa de reunión de servicio que demostró a los hermanos cómo responder bajo interrogatorio policíaco. Esto los preparó para las tácticas engañosas de la policía y les ayudó a evitar caer en la trampa de traicionar los intereses del Reino o a sus compañeros de fe. Ahora realmente podrían aplicar la admonición de Jesucristo: “¡Miren! Los envío como ovejas en medio de lobos; por lo tanto demuestren ser cautelosos como serpientes y sin embargo inocentes como palomas.”—Mateo 10:16.
INVITACIONES A LA ESCUELA DE GALAAD
A través de los años, varios graduados de la Escuela Bíblica de Galaad de la Watchtower han servido en España, y su excelente trabajo ha sido una bendición para nosotros. Fue en 1958, sin embargo, que el precursor José Cejudo llegó a ser el primer hermano de España que asistió a la Escuela de Galaad. Dicho sea de paso, fue asignado a servir en la Argentina.
A principios de 1961, Salvador Adriá y su esposa Margarita Comas estaban en la obra del circuito visitando el grupo de Torralba de Calatrava. El cartero le entregó a Salvador una carta un poco abultada, y él se apartó un poco para leerla a solas. Bueno, lo siguiente que Margarita oyó fue un grito de exclamación: “¡Una invitación a Galaad!” Por algunos meses ellos habían estado estudiando inglés con la esperanza de que llegara este día. Pero entonces vino un chasco. Sólo a Salvador se le invitaba para un curso especial de diez meses. Inmediatamente, Margarita pensó en el refrán: “Mi gozo en un pozo.”
En el verano de aquel año, los Adriá asistieron a la asamblea internacional del pueblo de Dios en París. Allí escucharon un discurso sobre la gran necesidad de ayuda que existía en ciertos territorios de España donde nuestra obra no había comenzado todavía. Margarita decidió pedir a la sucursal que la asignaran a uno de éstos mientras su esposo estuviera en la Escuela de Galaad. Al terminar la asamblea, hablaron con M. G. Henschel, quien le dijo que ella también podría ir con su esposo a Londres para perfeccionar su inglés, y que si ella lograba buen progreso se le invitaría a ir a Galaad junto con Salvador. Bueno, Margarita casi se desmayó por la emoción y la sorpresa.
En consecuencia, en vez de volver a España, los Adriá fueron a Betel en Londres, por tres meses. Allí completaron su estudio del inglés, y en noviembre de 1961 partieron hacia la ciudad de Nueva York, donde asistieron a la Escuela de Galaad. Más tarde, los Adriá regresaron a España como el primer matrimonio español que había recibido entrenamiento de Galaad.
Hoy hay sesenta y nueve graduados de la Escuela de Galaad que sirven en varias partes de España. Su trabajo es altamente apreciado, y son una fuente de estímulo para sus hermanos españoles.
ATAQUE POLICÍACO EN GALICIA
Otra región en la cual los testigos de Jehová experimentaron persecución a través de los años es Galicia. A finales de 1960 Francisco Córdoba y su esposa, Margarita Roca, recibieron sendas multas de 1.000 pesetas (unos 20 dólares) por el delito de haber participado en proselitismo como precursores especiales en La Coruña (Galicia) desde 1958. De hecho, no se les había sorprendido predicando de casa en casa, ni habían sido denunciados por ningún ciudadano de la comarca. La detención vino simplemente de la policía misma. Se rechazaron los recursos legales que entablaron contra las multas.
Durante este período celebrábamos nuestras reuniones en una granja en Joane, pero había que ejercer suma precaución. Puesto que anexa a la granja había una tienda, a todas horas del día y de la noche había entrada y salida de clientes. Por eso, nuestras reuniones se celebraban afuera en un hórreo, un estrecho edificio rectangular, típico de Galicia, que sirve de granero. Las reuniones comenzaban a las 22 ó 23 horas (10 u 11 de la noche) y continuaban hasta después de la medianoche. Cada vez que alguien iba a entrar o salir se apagaban las luces, para que en la granja cercana nadie se enterara de que había gente yendo y viniendo. Después de trabajar todo el día en los campos, algunos viajaban en bicicleta hasta veintidós kilómetros para llegar a las reuniones. Los precursores especiales Francisco Córdoba y Jesús Arenas tenían que hacer un viaje de ida y vuelta de setenta y siete kilómetros para visitar el grupo y conducir las reuniones.
En diciembre de 1961 la policía se presentó en la granja donde Ramón Barca, su esposa Carmen, y su hermano, Jesús Pose, desempeñaban sus quehaceres diarios. Sin ninguna orden judicial, la policía registró la granja y confiscó la literatura que encontró, incluso una Biblia Nácar-Colunga. Detuvieron a los tres Testigos y los sometieron a un interrogatorio de diez horas en el pueblo cercano de Carballo. Dos días después tuvieron que presentarse ante el juez local, quien admitió que podían practicar su religión privadamente en su hogar. Pero afirmó que no podían participar en nada que viniera a ser una manifestación pública de su fe. Tres semanas más tarde recibieron la sentencia... sendas multas de 500 pesetas. No las pagaron, ya que nuestra norma era la de presentar recurso o apelación contra todas las multas en vez de pagarlas, y de este modo esforzarnos por conseguir justicia por vía legal.
En sus informes al gobernador provincial, el jefe de policía hizo notar que la conducta de la familia era “favorable en todos los conceptos, carecen de antecedentes desfavorables,” y que Ramón Barca estaba “calificado por la Guardia Civil como persona de orden y simpatizante del Régimen.” Añadió que, aunque los tres eran testigos de Jehová, “es muy posible, que en la aldea no realizaran actos de proselitismo, dada la dificultad en que se encontrarían de captar adeptos en nuestra región donde tan arraigada está la creencia religiosa Católica.” Así que, dijo que los Testigos estaban posiblemente “limitándose a la práctica en privado, en su propio domicilio de la lectura de comentarios de la Biblia.” Sin embargo, se hizo constar que el matrimonio visitaba con frecuencia a un Testigo en la capital, La Coruña. De modo que se supuso que se había cometido el delito de atentar contra la enigmática “unidad espiritual de España.”
En relación con el material de estudio bíblico que se confiscó, el oficial de policía opinó que “como es de suponer repartirán entre amistades o futuros creyentes de dicha Secta.” En este caso la base para una acusación fue la supuesta intención de cometer un delito. Durante el registro policíaco se encontraron unas direcciones, las cuales “sin duda visitaron en su labor de captación” aunque “no se considera que estos actos puedan tener una gran repercusión,” concluyó el jefe de policía. (Cursivas añadidas.)
A pesar de este informe relativamente favorable, se impusieron multas. La notificación oficial proveyó una pista en cuanto al motivo. El gobernador provincial justificó por escrito su acción diciendo: “Se tuvo presente, no solo el nuevo informe emitido por la Jefatura Superior de Policía, sino el contenido en la circular reservada del Ministerio de la Gobernación, . . . que previene contra las actividades de la secta ‘Testigos de Jehová,’ a la que pertenecen los tres sancionados.” Esta circular reservada era la de marzo de 1961 que daba instrucciones a los gobernadores de imponer multas de como mínimo 2.500 pesetas. De modo que, desde el punto de vista del gobernador provincial, los Testigos salían bien parados con multas de sólo 500 pesetas.
Se hizo un recurso de alzada de este caso al Tribunal Supremo, el cual decidió darle consideración en privado y en ausencia de los acusados y abogados. El 27 de junio de 1964 el Tribunal falló que las tres personas acusadas eran culpables de cometer el delito de atentar contra la “unidad espiritual de España.” A pesar del reconocimiento por parte del Tribunal de que el Fuero de los Españoles permite el ejercicio en privado de religiones no católicas, resolvieron que había suficiente evidencia para probar que los tres Testigos habían participado en proselitismo y que habían infringido la unidad espiritual (católica) de la nación.
MENTALIDAD MEDIEVAL EN CÓRDOBA
Otro foco de persecución fue Córdoba, una ciudad que entonces tenía unos 200.000 habitantes, en la región andaluza de la España meridional. Esta ciudad tiene una fuerte tradición árabe, debido a siglos de ocupación por los moros. Uno de sus edificios más famosos es la Mezquita, que ha sido convertida en un lugar de culto católico. Esta estructura es uno de los edificios religiosos más amplios del mundo; tiene 180 metros de largo y 130 metros de ancho. Consiste en diecinueve naves y 850 columnas que sostienen los muchos arcos del edificio. En esta misma ciudad se conserva una sinagoga judía, del tiempo en que se practicaba la tolerancia religiosa. Pero, ¡qué diferente era la Córdoba de los años sesenta!
Entre los testigos cristianos de Jehová que sufrieron persecución en Córdoba en los primeros años de la década de los sesenta estuvieron los precursores Manuel Mula y Antonio Moriana. Se les había asignado a Córdoba en febrero de 1961. Un día llegaron dos policías y los llevaron a la comisaría, junto con una pequeña cantidad de antiguas publicaciones nuestras. En la comisaría la policía interrogó a los hermanos, pero no pudo sacar de ellos ninguna información útil. De modo que empezaron a golpear a los hermanos, primero con la mano y después con una porra de goma, en la espalda y las piernas. Manuel acabó con un ojo amoratado, pero aun así la policía no consiguió ninguna información reveladora.
De la comisaría llevaron a los precursores a la prisión, donde se les retuvo por cuatro días. Entonces se les notificó que en el plazo de diez días Antonio tendría que pagar una multa de 2.000 pesetas y Manuel una de 5.000. Manuel recibió la orden de abandonar la provincia y al poco tiempo estaba de vuelta en Barcelona, esperando nueva asignación. A pesar de este suceso, sin embargo, Antonio Moriana pudo continuar su actividad en Córdoba hasta mayo de 1962.
La experiencia que acabamos de relatar es meramente representativa. De hecho, a varios precursores se les obligó a salir de Córdoba a causa de la presión policíaca. Pero la realidad es que la misma policía estaba bajo presión del clero, enemigos de los siervos fieles de Jehová.
Debido a la amenaza constante de detención y expulsión de la ciudad de Córdoba, nuestra obra allí, tal como en otras partes de España en aquel tiempo, se llevaba a cabo con cautela extremada. No se ofrecía, ni siquiera se llevaba, literatura nuestra de casa en casa. Se colocaban las publicaciones durante revisitas, cuando alguien manifestaba interés genuino. En lugar de trabajar de casa en casa por toda una calle, se hacían, más bien, visitas aisladas por todo el territorio, y nunca se trabajaban los edificios de manera consecutiva. De este modo a la policía se le hacía muy difícil localizar a los Testigos mientras trabajaban el territorio.
También, sólo se usaba la Biblia católica en la obra de predicar. No obstante, hasta a ésta se le consideraba un arma peligrosa en manos de los testigos de Jehová. El clero presionaba siempre que podía y animaba a las autoridades a dar caza a cualquiera que estudiara con los Testigos. A veces la policía servía de instrumento anuente de ellos, pero en otras ocasiones sólo era participante renuente. Desde luego, eso dependía de la ciudad o la provincia. En Córdoba era instrumento anuente.
UN ATAQUE VERGONZOSO
Uno de los ataques más vergonzosos que se lanzaron contra los testigos de Jehová se llevó a cabo a mediados de 1962 en el cortijo de Los Lastres cerca de Lucena, al sur de la provincia de Córdoba. Allí la familia Montalbán había aceptado la verdad y había comenzado a predicarla a sus vecinos en cortijos cercanos. Pronto se organizaron reuniones cristianas, y asistían de veinte a treinta personas.
El 28 de mayo, un sargento muy grosero de la Guardia Civil, junto con otro guardia, se presentó en el cortijo de los Montalbán. El sargento preguntó por el cabeza de familia y le amenazó con llevarlo a la cárcel si no descontinuaba el grupo de estudio de la Biblia en el cortijo.
Sólo cuatro días después, el 1 de junio, se presentaron en el cortijo un capitán, un sargento y dos guardias más. Bruscamente murmuraron algo acerca de una “denuncia anónima” de actividades políticas. Estos hombres exigieron los nombres de todos los que visitaban el cortijo para estudiar la Biblia, la mayoría de los cuales eran parientes de la familia. Imprudentemente, y debido a falta de experiencia, se les dieron estos nombres. El siguiente paso que dio la policía fue el de registrar el cortijo, aunque los guardias no tenían orden judicial de registro. Entonces se dirigieron a otro cortijo, y aunque el propietario, quien estudiaba la Biblia, no estaba en casa, la registraron y se llevaron algunas de nuestras publicaciones.
En aquella ocasión, al único miembro de la familia que estaba bautizado, Juan Montalbán Ortega, lo insultaron abiertamente y lo acusaron de vivir en concubinato, porque se había casado en Gibraltar bajo la ley británica, más bien que aceptar el rito católico en España. El capitán redactó un informe de su visita y dijo a los presentes que todos tenían que firmarlo. Una vez más la falta de experiencia los condujo a una trampa y unos veintiocho firmaron la declaración. No obstante, insistieron en que se añadieran las siguientes palabras: “Nosotros estudiamos la Biblia porque es la palabra inspirada de Dios y en ella dice que hay que predicarla y darla a conocer, con el propósito de dar un testimonio de salvación en todas las naciones y después viene el fin. Mateo 24:14.”
El 15 de junio el gobernador civil de Córdoba multó a esta humilde gente campesina a un total de 40.000 pesetas (666 dólares). Doce personas recibieron multas desde la mínima de 2.500 pesetas recomendada por la circular del Ministerio de la Gobernación hasta la máxima de 5.000 pesetas que se impuso a cuatro de ellas. Se les acusó con las palabras de la frase de rutina, “atentar contra la unidad espiritual de España al hacer proselitismo en favor de la Secta Testigos de Jehová.”
Este grupo de personas interesadas quiso entablar recurso. De modo que el padre, Antonio Montalbán, y su hijo Juan, viajaron a Córdoba, la capital, para buscar un abogado que se encargara de su defensa. Para deshonra del colegio de abogados de aquella ciudad, ninguno de ellos estuvo dispuesto a encargarse de la defensa o prestarles ayuda alguna. Por eso aquellas personas hicieron lo mejor que pudieron, según sus conocimientos limitados de la ley; depositaron un tercio del importe total de las multas y apelaron o entablaron recurso en nombre de los doce acusados. Sin embargo, nadie les había dicho que necesitaban un poder firmado ante notario, para poder recurrir en nombre de las otras diez personas. Basándose en este tecnicismo, el gobernador civil rechazó aquellos diez recursos, pero se quedó con el dinero que se había depositado. Por eso, los únicos recursos válidos eran los del padre y del hijo, quienes habían viajado a la ciudad. El gobernador civil y el Ministerio de la Gobernación desestimaron estos dos recursos, pero, porque eran válidos, se pudieron elevar al Tribunal Supremo. Sin embargo, el resultado final de los dos recursos fue una derrota para los hermanos y para la libertad de expresión religiosa.
A pesar de los contratiempos que hubo durante aquellos años de persecución, es estimulador saber que ahora hay cuatro congregaciones florecientes en Córdoba, con unos 350 publicadores, y otras ocho congregaciones en la provincia, entre ellas una en Lucena, que no está muy lejos del cortijo de Los Lastres.
HACIENDO FRENTE A LA PERSECUCIÓN CONSTANTE
Esta persecución persistente de los testigos cristianos de Jehová en España demostró que las autoridades policiales estaban tomando a pechos las circulares que se habían enviado desde el Ministerio de la Gobernación de 1959 a 1966. Detenciones encarcelamientos arbitrarios, junto con multas, afectaron a los precursores en lugares como Córdoba, San Sebastián, Jaén, Castellón de la Plana y Murcia, así como a un grupo de cinco publicadores en Ciudad Real. En la mayoría de los casos se impuso la multa mínima de 2.500 pesetas, aunque nunca se pagó voluntariamente. Hay que aclarar esto debido a que en los casos elevados al Tribunal Supremo se tenía que depositar la multa de antemano, y si se perdía el caso, la multa automáticamente quedaba en Hacienda. Por otra parte, si se ganaba el caso, se podía reclamar el importe, aunque generalmente el reembolso tardaba mucho más que el tiempo mínimo erigido por la ley para depositar el pago.
No era fácil conseguir asistencia legal. Por ejemplo, considere lo que les pasó a dos jóvenes precursoras especiales, Francisca López y Francisca Almarza. Mientras servían en la capital provincial de Palencia, al principio de los años sesenta, se les multó severamente en más de una ocasión por su obra de predicar. Una vez se pagó a un abogado para recurrir su caso, y después él dejó caducar el plazo límite sin hacer nada. Su negligencia resultó en que las dos precursoras tuvieran que pasar treinta días en prisión.
Este problema con aquel abogado en particular sirve para ilustrar una situación que era general en toda España... la falta de abogados que estuvieran dispuestos a defender a los testigos de Jehová. Uno o dos empezaron con buenas intenciones, pero, cuando se les presionó con la advertencia de que el hecho de defender a los Testigos podría perjudicar su carrera, su espíritu de lucha se marchitó de la noche a la mañana. Una excepción refrescante ha sido la defensa valerosa de los testigos de Jehová que llevó a cabo el letrado D. Eduardo Ajuria, quien, aunque no es Testigo, ha demostrado estar verdaderamente dedicado a la causa de la justicia por el imperio de la ley. Ha representado a los testigos de Jehová en un sinnúmero de ocasiones, hasta en el Tribunal Supremo.
VICTORIAS EN EL TRIBUNAL SUPREMO
Ha habido ocasiones en las que los testigos de Jehová de España han salido victoriosos en las batallas legales que han elevado al Tribunal Supremo. Así que, déjenos contarle algo acerca de ciertas victorias que ganamos allí.
En el año 1963, inspectores de la policía visitaron la pensión “Monte Carlo,” en Málaga, cuyos dueños eran Francisco Alonso Valle y su esposa Esperanza. Se les acusó de celebrar reuniones ilícitas. La policía registró la casa y tomó las huellas dactilares hasta de sus dos niños pequeños, de sólo ocho y cuatro años de edad. Una de las personas que habían asistido a las reuniones, el hermano Fernández, fue hostigado de tal manera en la peluquería donde trabajaba, que finalmente perdió su empleo. Como resultado de esta investigación policíaca, a cuatro de los acusados se les multó en 500 pesetas cada uno, y al hermano Fernández, como reincidente, en 2.000 pesetas. El año anterior le habían impuesto multa por ser testigo de Jehová, y había pasado quince días en prisión en lugar de pagar la multa.
Se entabló recurso por el caso de estas cinco personas ante el Ministerio de la Gobernación. Pero el recurso fue rechazado por motivo de que se estimó que, por sus actividades, los Testigos habían “atentado contra la unidad espiritual de España.” De modo que el caso fue elevado al Tribunal Supremo. El 20 de octubre de 1966 aquel Tribunal desestimó o anuló la decisión del gobernador civil de Málaga. Razonó que, obviamente, los comentarios que se hacían acerca de la Biblia en reuniones privadas estarían en armonía con la doctrina en común profesada, y que, por eso, aquello no se podía considerar como propaganda proselitista. Además, no se había probado que más de veinte personas hubieran asistido a la reunión, de modo que no era ilegal a pesar de haber sido una reunión no autorizada. En lo que respecta a la celebración de nuestras reuniones, ésta fue una victoria notable.
Es interesante notar que durante los tres años de 1964 a 1967 el Tribunal Supremo reafirmó treinta y ocho de las más de cincuenta sanciones por las cuales los testigos de Jehová habían presentado apelación a aquel Tribunal. La mayoría de estos casos perdidos tenían que ver con la actividad de predicar, que constituía para los jueces una manifestación pública de creencias religiosas acatólicas que ellos estimaban una violación de la ley entonces vigente.
El 10 de junio de 1964 dos hermanas jóvenes, Santiaga Sánchez y Encarnita García, fueron detenidas mientras esperaban en un autobús, al cual habían subido para volver a su pueblo, Torralba de Calatrava. Fueron llevadas a la comisaría de Ciudad Real, donde se les sometió a interrogatorio desde las 20 horas hasta las 4:30 (8 de la noche hasta 4:30 de la mañana). A ambas les impusieron multas de 2.500 pesetas (42 dólares) por “pertenecer a la secta ‘Testigos de Jehová,’” y por venir “realizando desplazamientos a esta Capital, para efectuar actividades proselitistas de la expresada secta.” Durante la misma noche en que se interrogó a las hermanas, la policía localizó a tres “sospechosos” más y los interrogaron; les impusieron las estipuladas multas mínimas de 2.500 pesetas. Contra estas multas se recurrió al Ministerio de la Gobernación, el cual las sostuvo. El último paso era el de presentar recurso ante el Tribunal Supremo.
La cuestión ante el Tribunal era si el hecho de admitir uno bajo interrogatorio que era testigo de Jehová constituía en sí base para incriminación. El Tribunal observó que “aparte de los interrogatorios individuales” el documento policial atestado “vino a realizarse . . . sin ninguna otra diligencia o actividad, ni documental ni testifical, bien directa bien referencial, que pueda servir de elemento comprobante.” Los jueces percibieron “no solo imprecisión” en cuanto a la investigación policial, sino una total ausencia de pruebas, una evidencia que es necesaria “en cualquier caso para estimar por acreditados los hechos base del supuesto.” De manera que el Tribunal concluyó que “de cuyos interrogatorios solo se deduce una personal convicción.” En cuanto a la acusación de proselitismo público, el Tribunal sostuvo: “Sin que en ningún caso se logre, comprobación, ni aún se intente en el atestado.” Por estas razones las cinco personas fueron absueltas, aunque nunca recuperaron el total de la cantidad que habían depositado para las multas.
En comparación con las sentencias o sanciones que se sostenían, las victorias judiciales eran pocas y espaciadas. Aun así, a pesar de encarcelamiento, multas y expulsiones de sus asignaciones, los precursores se mantuvieron intensamente activos y siguieron fielmente el ejemplo de los apóstoles. (Hechos 5:27-29) Aunque a menudo la persecución afectaba a los publicadores de congregación, los precursores fueron quienes aguantaron lo más duro del ataque, y con frecuencia en asignaciones aisladas, donde ni siquiera tenían el estímulo de la asociación y las reuniones de congregación.
LA VERDAD ENTRA EN CÁSCARAS DE NUECES
Nos gustaría hacer aquí un paréntesis para contarles algo acerca del método extraordinario que algunos hermanos usaron para cuidar de las necesidades físicas y espirituales de sus compañeros encarcelados. Todo comenzó el día 7 de diciembre de 1961, cuando Félix Llop estaba conduciendo un estudio con un grupo pequeño en Oviedo. Sin aviso, llegaron dos coches llenos de policías, y los agentes registraron la casa y confiscaron las Biblias y literatura bíblica. Se llevaron a la cárcel a Félix y a Sergio Cruz, que era un hermano cubano. El día siguiente sus esposas tuvieron que presentarse en la comisaría. Después de interrogar a éstas por dos días, la policía las encarceló también. A los cuatro les tomaron fotografías y las huellas dactilares y entonces los detuvieron diez días en la cárcel antes del juicio. El gobernador civil les impuso multas por el total de 17.000 pesetas (283 dólares) para los cuatro por “actos de proselitismo clandestino en Oviedo para la secta llamada Testigos de Jehová.” No se les concedió libertad provisional.
Pues bien, mientras los cuatro Testigos estaban en la prisión, los hermanos afuera estaban conscientes de las necesidades físicas y espirituales de éstos. De modo que un día un preso de confianza le entregó a Félix un paquete de alimentos. Entre otras cosas había una bolsa de nueces. Félix le dio al preso un puñado y mandó la mitad de la bolsa a Sergio. Poco después el preso volvió y dijo: “¡Mire lo que hemos encontrado en las nueces!” Adentro había páginas del libro “Asegúrense de todas las cosas.” Rápidamente, Félix abrió las nueces que tenía y halló que cada una contenía hojas de dicha publicación. Uno de los hermanos había abierto las nueces con mucho cuidado, les había quitado la carne, y luego había doblado una página y la había metido dentro de la cáscara y la había sellado con pegamento. Félix y Sergio escondieron las páginas dentro de libros que tomaron prestados de la biblioteca para poder leerlas sin que se les descubriera.
Más tarde aquel mes Félix y su esposa María fueron enviados de vuelta a Barcelona, su provincia de origen, a unos 1.130 kilómetros de distancia. Su viaje duró once largos días y pasaron por seis cárceles oscuras y sucias. Durante este tiempo, Félix estuvo constantemente esposado a delincuentes comunes. Al llegar a Barcelona su penosa experiencia no había terminado, ya que hubo más interrogatorios y no se les puso en libertad provisional sino hasta después de haber pasado treinta y siete días en diferentes prisiones.
LOS HIJOS DE LOS TESTIGOS TAMBIÉN SUFREN
Durante los muchos años de la persecución, los hijos de los testigos de Jehová en España también aguantaron oposición y otras penalidades. Por ejemplo, el 20 de octubre de 1961 todos los niños de la escuela primaria de Torralba de Calatrava (Ciudad Real) estaban en fila para asistir a la misa. Juan García, de nueve años de edad, hijo de un Testigo local, se separó de la fila y le explicó al maestro, como había hecho en otras ocasiones, que pertenecía a otra religión y por esto no podía asistir a la misa. El maestro le mandó que recogiera sus libros, que se marchara de la escuela y que no volviera.
El padre de Juan visitó la escuela e intentó razonar con el maestro. Pero el maestro se mantuvo firme en su posición de no tolerar alumnos acatólicos en una escuela católica. El padre le indicó que el pueblo no tenía escuelas acatólicas, y ya que la ley garantizaba educación escolar para cada niño, era un acto de injusticia el que se expulsara a su hijo por motivos religiosos. Sin embargo, el maestro se mantuvo en sus trece y rehusó admitir al niño.
El alcalde local llevó el caso a las autoridades superiores, y en febrero de 1962 éstas obligaron al maestro a readmitir a Juan García en la escuela. Mientras tanto, había perdido tres meses de clases debido a esta actitud intolerante para con él.
Un caso similar ocurrió en otro pueblo pequeño a unos kilómetros de allí, Carrión de Calatrava, donde el maestro golpeó a Félix Angulo, de diez años de edad, y lo obligó a asistir a misa a la fuerza. Entonces lo expulsaron de la escuela junto con su hermano y hermana. Esto aconteció tres meses después de haberse resuelto el caso de Torralba.
Otro caso surgió en Manresa, Barcelona: el de Juanito Belmonte, de once años de edad, hijo de José Belmonte. El maestro había mandado que todos los niños se pusieran de pie y saludaran la bandera nacional. Juanito se puso de pie pero no saludó. El maestro comenzó a golpearlo y trató de forzar la mano del niño hacia arriba en saludo, pero sin éxito. Entonces le mandó al muchacho que se fuera de la escuela y no volviera.—Éxo. 20:4-6; Sal. 3:8; 1 Juan 5:21.
José, el padre de Juanito, trató de razonar con el maestro y darle a conocer que el saludo a la bandera no era un requisito para poder recibir la enseñanza escolar. José también le mostró que su hijo había manifestado más respeto a los ideales representados por la bandera que el maestro mismo, quien había agredido al niño y luego había tomado la acción despótica de expulsarlo de la escuela. Pero el maestro rehusó razonar y le cerró la puerta en las narices.
El asunto no quedó allí. El maestro denunció al padre y al hijo a la policía por supuesta falta de respeto a la bandera y por haber celebrado reuniones ilegales para el estudio de la Biblia en su casa. Cumpliendo con su papel, la policía llegó al lugar de trabajo del hermano y lo arrestó con el propósito de obtener de él una declaración. En consecuencia, el gobernador civil de Barcelona le impuso una multa de 5.000 pesetas a José Belmonte, alegando que había incitado a su hijo a cometer actos irrespetuosos hacia la bandera.
ADOLESCENTES SUFREN PERSECUCIÓN
En octubre de 1962, Jesús Laporta, un precursor regular de dieciséis años, se trasladó a Castellón de la Plana, en la costa oriental mediterránea de España. Su compañero en el servicio de precursor era Florentino Castro. La presencia de éstos aumentó el total de proclamadores del Reino a cinco, y dio ímpetu a la actividad de predicar. Naturalmente, esto atrajo hacia ellos la atención del clero y de la policía local.
Para julio de 1963 la obra de predicar en aquella comarca estaba produciendo grupos pequeños de creyentes, no solamente en Castellón, sino también en pueblos cercanos esparcidos por toda esta rica región naranjera. El día 5 de julio Florentino fue detenido, y tres días después la policía localizó a Jesús Laporta en la pensión donde estaba alojado. A los dos se les acusó de propaganda ilegal y proselitismo, y se les detuvo en la cárcel treinta días.
En diciembre de 1963 Jesús fue nombrado precursor especial, y mientras tanto, su hermana de catorce años vino a vivir con él en Castellón. El 2 de abril de 1964 la policía forzó la entrada del hogar de éstos durante su ausencia y, sin ninguna orden judicial, registró la casa y confiscó Biblias y literatura bíblica, junto con las llaves de la casa. Cuando la policía invadió la casa, encontró allí a Florentino Castro, precursor regular, y lo detuvieron. Mientras registraban la casa, Juan Pedro Ruiz, precursor regular de diecisiete años, se presentó allí, y lo detuvieron. Debido a que los hermanos no tuvieron tiempo suficiente para recurrir contra las multas impuestas, tuvieron que pasar veinte días en prisión.
Alrededor de una semana después de la incursión en su casa, la policía detuvo a Jesús, a quien había estado buscando. Le impusieron una multa de 5.000 pesetas (83 dólares), contra la cual se entabló recurso inmediatamente. Sin embargo, Jesús pasó ocho días en la cárcel, y durante este tiempo su hermana adolescente se tuvo que quedar sola y sin amparo.
Las autoridades continuaron persiguiendo sin piedad a este grupo de jóvenes; volvieron al ataque en septiembre de 1964, cuando arrestaron otra vez a Florentino Castro y a Juan Pedro Ruiz. Los multaron en 5.000 pesetas cada uno por “la propagación de ideas y actividades proselitistas” de la “secta protestante ‘Testigos de Jehová.’” Así que durante quince meses a Florentino le impusieron multa tres veces por el mismo delito.
El día 4 de febrero de 1966 se presentó el recurso de alzada contra la multa de Jesús ante el Tribunal Supremo y la defensa se basó en el hecho de que no se había presentado ninguna prueba ni evidencia contra el acusado. No había ninguna denuncia contra él. El fiscal basó sus argumentos en la reputación previa de Jesús y la declaración de la policía de que se le conocía por su participación en proselitismo. El Tribunal Supremo sostuvo la condena y estableció un precedente peligroso que condenaría a cualquier persona a quien se conociera como testigo de Jehová. Sin embargo, felizmente este fallo fue compensado en noviembre del mismo año por el juicio favorable del caso de Ciudad Real, que ya hemos mencionado.
Para 1966 Florentino todavía se encontraba trabajando en Castellón, aunque ya no como precursor. A las 12:15 horas, el 22 de marzo, dos policías llegaron a su lugar de trabajo y lo arrestaron. Durante el interrogatorio en la comisaría, lo golpearon dos veces mientras trataban de sacarle información acerca de los demás hermanos del grupo. Florentino fue denunciado bajo la Ley de Vagos y Maleantes, aunque se lo habían llevado de su lugar de trabajo, lo que demostraba claramente que no era ningún vago. Sin embargo, después que él hubo pasado seis días en la cárcel llegaron de Madrid órdenes de que fuera puesto en libertad, ya que obviamente no había ninguna base para acusarlo.
Durante aquellos años de persecución severa el progreso fue lento en Castellón. Por eso, para marzo de 1966, después de cuatro años de actividad por parte de los precursores, solamente había trece publicadores del Reino allí.
A pesar de la Ley de Libertad Religiosa aprobada en 1967, la policía de Castellón aún intentaba hostigar a los testigos de Jehová, y en abril de 1970 invadieron una casa particular donde dieciséis personas adultas y cinco niños se habían reunido para considerar la Biblia. La policía presentó una orden judicial de registrar la casa, pero cuando vieron que habían interrumpido un estudio de la Biblia, se marcharon después de acordar con los hermanos que éstos se presentaran en la comisaría. En la comisaría los acusaron de haber celebrado una reunión ilegal, y le entregaron al juez local la denuncia. Se dieron pasos para llevar el asunto a la atención de la recién formada Comisión de Libertad Religiosa. Esto fue suficiente para que la policía ya no tomara más acción y fue evidencia de que, en ciertos aspectos, la Comisión podía garantizar el ejercicio de la libertad religiosa.
Para 1970 la congregación de Castellón había prosperado de manera asombrosa. En abril, 79 publicadores informaron y ya en junio el número de publicadores había aumentado a 108. Poco después se formaron grupos separados en los pueblos cercanos de Burriana y Vall de Uxó. Luego, cuando se legalizó la Asociación de los Testigos de Jehová, la congregación de Castellón llegó a ser la primera que construyó su propio Salón del Reino. En la primavera de 1971 el superintendente de la sucursal inauguró este salón, que tenía cabida para más de 200 personas. ¡Qué cambio de circunstancias después de nueve años de hostigamiento por la policía! He aquí otro ejemplo de cómo la campaña de ocho años que emprendió el Ministerio de la Gobernación con el fin de extirpar a los testigos de Jehová había fallado completamente, a pesar de la obediencia celosa de la policía local a las órdenes y circulares de sus superiores.
DETENCIONES EN ALMERÍA
En aquellos días hubo hostigamiento por parte de la policía en un lugar tras otro, incluso la ciudad de Almería, en la costa meridional de España. En marzo de 1962 las jóvenes precursoras especiales Ester Sillas Evangelio y Ana María Torregrosa recibieron la asignación de trabajar allí. Durante el mes de abril recibieron la visita del superintendente de circuito, Enrique Roca, y su esposa, quienes se hospedaron con ellas en el piso alquilado que ellas ocupaban.
Una mañana hubo una llamada a la puerta y Ester preguntó quién era. ¿Cuál fue la respuesta? “¡La policía!” “¿La policía?”, repitió Ester en voz fuerte. Esto sirvió para poner sobreaviso al superintendente de circuito y a su esposa, aunque la policía no se dio cuenta. La perspicaz Ester actuó rápidamente y preguntó a los policías si tenían una orden judicial de registro. No la tenían, pero ella tenía que acompañarlos a la comisaría. Por supuesto, mientras ellos estaban en la comisaría, Enrique y su esposa se marcharon. De hecho, el hermano Roca se fue tan apresuradamente que olvidó dejar la habitación recogida, de modo que, cuando entró la policía, había una cama estrecha y, en el suelo, el colchón donde él había dormido... ¡con su pijama olvidado allí a la vista de todos!
El policía le preguntó a Ester quién dormía allí. “Yo,” dijo ella. “¿Qué? ¿En ambas camas?” preguntó el policía. Ester intentó tratar el asunto como si fuera una broma, contestando: “Como el colchón es tan confortable, cuando me canso de la cama me pongo en el colchón.” El policía se rió y ya no hizo más preguntas en aquella ocasión.
Las hermanas estuvieron detenidas en las celdas de la comisaría por cuatro días y tres noches. Las interrogaban constantemente, y generalmente por separado. El interrogatorio no era ningún juego de niños. Ester se vio ante un foco de luz fuerte y rodeada de policías que la interrogaban incesantemente. Ella se hizo la tonta, de modo que muchas veces no había lógica en sus respuestas. Pero cuando, en plan triunfal, la sorprendían en una contradicción, ella preguntaba: “¿Una contradicción? Por favor, déjeme ver lo que firmé ayer.” Le daban el material para que lo leyera, y entonces ella aprovechaba para leerlo todo muy cuidadosamente para no caer dos veces en el mismo error. No era tan tonta como aparentaba. Cuando le hacían preguntas difíciles, Ester pedía unos momentos para concentrarse... momentos que ella utilizaba bien para orar a Jehová por ayuda.—Compare con 1 Samuel 21:12-15.
UN JUEZ BONDADOSO
Luego las precursoras fueron llevadas al juzgado, donde el juez las interrogó de nuevo y tuvieron que firmar otra declaración. Según el procedimiento de los tribunales españoles, después que la policía ha tomado los informes o declaraciones, lleva al acusado al juzgado para que el juez lo interrogue, y luego decida si hay causa. Si la hay, él determina la sanción. Por un procedimiento administrativo distinto, el gobernador civil puede resolver las causas, basando su decisión en la evidencia que se presente en los atestados de la policía y las declaraciones del acusado. La mayoría de las causas relacionadas con los testigos de Jehová fueron resueltas por este último procedimiento.
Cuando las hermanas habían firmado la declaración para el juez, él empezó a hacerles más preguntas, pero de manera bondadosa. Les dijo que no había nada que temer; ellas habían firmado sus declaraciones y no se apuntaría nada más contra ellas. Ester aprovechó esta oportunidad para dar un testimonio en la presencia de unas catorce personas, incluso oficiales del tribunal y policías. Cuando terminó de hablar, ¡cuál no fue su sorpresa al oír al juez decir que estaban libres para marcharse y que podían recoger sus efectos personales que la policía se había llevado en el registro!
Cuando las hermanas salieron al pasillo, la situación cambió. Dos policías en uniforme las abordaron y les dijeron que los acompañaran a la comisaría para resolver el asunto que quedaba pendiente. Al llegar allí Ester y Ana María, se les informó que el gobernador civil les había impuesto una multa de 2.000 pesetas a cada una, y que, en caso de incumplimiento en el pago, tendrían que ir a la prisión. Así es que fueron a la prisión.
Una vez en la prisión se les abrió un territorio nuevo, pues pudieron predicar allí a las reclusas, oficiales y monjas. No obstante, era difícil encontrar maneras de dar el testimonio a las demás reclusas, ya que las monjas hacían todo lo que estaba a su alcance para impedir tales contactos. Al llegar la hora del paseo, se les permitía a todas las presas pasear, menos a Ester y Ana María, quienes se tenían que quedar en su celda. Pero esto no resultó ser un obstáculo, porque las otras presas que querían hablar con las hermanas se subían a una higuera que estaba fuera de la ventana de la celda de ellas y así podían establecer comunicación. Las hermanas, a su vez, colocaban su cama al lado de la pared y se subían encima para seguir dando el testimonio. Cuando las monjas se acercaban y las hermanas no se podían comunicar con las demás, entonaban cánticos del Reino, lo cual sorprendía a las demás presas. ¿Cómo podían estar tan contentas cuando todas las demás estaban tan tristes?
La estancia de un mes en prisión fue provechosa para Ester de una manera inesperada. Le dio el tiempo y la oportunidad de leer toda la Biblia de principio a fin.
Miguel Gil, que era precursor especial en Granada, fue enviado a Almería para buscar un abogado que estuviera dispuesto a ayudar a las hermanas. El abogado habló con el juez que había tratado su caso y el juez reaccionó con tanta indignación al enterarse del trato que estaban experimentando las muchachas que vino a la prisión a verlas. Sin embargo, no se le dejó entrar, con el pretexto de que ellas estaban incomunicadas, lo cual era mentira. Él insistió en verlas y finalmente pudo lograrlo. El juez les ofreció a las hermanas toda clase de ayuda y hasta escribió a sus familias para alentarlas. También las animó a seguir su buen trabajo una vez que salieran de la prisión, y dijo que se alegraría de verlas cuando se les pusiera en libertad. Esta intervención bondadosa sirvió de gran estímulo para Ester y Ana María.
Finalmente, cuando las jóvenes salieron de la cárcel tuvieron el gozo de encontrarse con Miguel Gil, que las esperaba para saludarlas. Dicho sea de paso, toda la evidencia señaló al hecho de que el mes que pasaron en la cárcel fue debido a las actividades del cura de la barriada de la Pescadería. Él había despertado temor en la gente, y no había duda de que había sido él quien había denunciado a las hermanas a la policía.
Por cierto, éste no fue el único encuentro con la policía de Almería. Pero fue notable por la bondad que expresó un juez de aquella ciudad. Al pasar los años la congregación de Almería ha aumentado. En 1972, después de algunas dificultades con la Alcaldía, los hermanos de allí inauguraron su Salón del Reino. Hoy la congregación de aquella ciudad tiene 124 publicadores, ocho precursores regulares y dos precursores especiales.
LA LUCHA CONTINÚA EN MALLORCA
Habiendo repasado algunas de las experiencias del pueblo de Jehová en la península, consideremos sus actividades en la isla de Mallorca. Durante 1961 la situación de los hermanos en Mallorca empeoró. Todos los que recibían paquetes de literatura estaban bajo vigilancia y los Testigos que andaban por las calles con literatura en sus carteras corrían el riesgo de pasar una semana “a la sombra,” si la policía los detenía. Para junio de aquel año los hermanos sufrían la molestia de visitas constantes de la policía, hasta en sus hogares.
Nunca se sabía cuándo surgirían problemas. Por ejemplo, en una ocasión Antonio Molina y Gabriel Vaquer estaban predicando en Palma de Mallorca cuando un amo de casa los invitó a entrar para que consideraran con él el folleto “Estas buenas nuevas del reino.” Primero tenía que ir en busca de sus gafas. Entonces su esposa salió para comprar leche. En pocos minutos volvió con la “leche”... dos policías vestidos de paisano que empezaron a interrogar a los hermanos. Antonio y Gabriel les pidieron que se identificaran. Bueno, uno resultó ser teniente coronel de la Guardia Civil y el otro un brigada. ¡Esta “leche” sin lugar a dudas estaba agria! Además, el amo de casa también era miembro de la Guardia Civil. Los hermanos fueron sometidos a interrogatorio y después llevados a la cárcel, donde pasaron quince días.
Para el pueblo de Jehová en Palma la situación era terrible. Parecía que había espías y enemigos por doquier, al acecho para atrapar a los testigos de Jehová mientras hablaban de la Palabra de Dios. Por ejemplo, el 27 de mayo de 1962 Félix Lumbreras, padre de tres niños, y Catalina Forteza de Mula, esposa de Manuel Mula, que había sido detenido muchísimas veces, estaban charlando con una señora que se interesaba en la verdad. Mientras hablaban, un policía que vivía al cruzar el pasillo salió de su hogar y bajó por la escalera. Cuando los Testigos se marcharon del edificio encontraron a este hombre esperándolos para arrestarlos. Les impusieron multas de 1.000 pesetas a cada uno.
El 14 de noviembre de 1963, la policía detuvo a Jaime Sastre y Antonia Galindo mientras éstos predicaban de casa en casa. Sin darse cuenta, ellos le presentaron un sermón bíblico a un guardia civil. Cuando la esposa de Jaime fue a la policía para informarse en cuanto al paradero de su marido, ellos negaron que estuviera detenido allí. Pero ella fue a la oficina del gobernador civil y, por medio de su secretario, llegó a saber que su esposo estaba detenido en el cuartel de la Guardia Civil. De modo que fue allí para preguntar acerca de él y le dijeron que la próxima vez que cogieran a su marido lo meterían en la cárcel por tres meses. Después de eso lo encerrarían y perderían la llave. No le permitieron verlo; el resultado fue que tanto a ella como a su esposo les impusieron multas y sus recursos fueron desestimados por el gobernador civil.
El 25 de diciembre de 1963 cinco hermanos de la congregación de Inca estaban predicando en el pueblo no asignado de Petra. Mientras esperaban el tren para volver a Inca, los hermanos notaron que una persona fanática a quien habían conocido aquella misma mañana se asomó por la estación y luego se fue. Poco después llegó un guardia civil y pidió que todos los hermanos lo acompañaran al cuartel. Allí los registraron y les quitaron todas sus publicaciones, incluso las Biblias. Obligaron a cada hermano a hacer una declaración y luego los soltaron. Posteriormente, a cuatro de ellos les impusieron multas.
FALLO DEL TRIBUNAL SUPREMO
El 10 de diciembre de 1965 el Tribunal Supremo decidió juntar varias de las causas de Mallorca. De modo que pronunció su decisión sobre los recursos de alzada de Félix Lumbreras y Catalina Forteza de Mula, Jaime Sastre y Antonia Galindo, así como los cuatro hermanos de Inca que fueron detenidos en Petra.
La decisión, única para todas estas causas, fue que los Testigos no se habían limitado al ejercicio privado de su culto. Más bien, se afirmó que ellos “prefirieron manifestarse como agentes activos y conscientes de proselitismo, públicamente ejercido mediante difusión de propaganda y abundantes visitas domiciliarias, con lo que evidentemente invadieron la esfera de la prohibición.” Se anularon o desestimaron los recursos que se habían presentado y se perdieron todas las causas.
No había duda alguna en cuanto a la posición de las autoridades con relación al pueblo de Jehová. Estaban resueltas a borrar de la existencia a los siervos de Jehová por medio de sembrar el miedo y por encarcelamiento repetido. Un hermano de Inca fue a visitar a un teniente de la Guardia Civil al que conocía personalmente. Durante la conversación el teniente le dijo: “Hasta ahora no hemos tratado de hacerles mal, pero ahora las órdenes son ‘exterminarles’ a ustedes. Antes de perder mi uniforme, ustedes bailarán. . . . Hemos recibido órdenes del gobernador de avisar de casa en casa a todo Inca para que cuando ustedes vayan nos avisen. Nuestra orden es llevarlos esposados desde el lugar que los cojamos hasta la cárcel.”
RESPONSABILIDAD DEL CLERO
Por supuesto, la Iglesia Católica estaba detrás de esta persecución y el clero se regocijaba con el maltrato que se daba a los Testigos. Por ejemplo, el 18 de septiembre de 1962 el obispo de Mallorca dijo por radio: “Damos gracias a Dios por habernos ayudado a ver los que en realidad hacen el bien. Damos gracias a Dios por hacernos ver los que en realidad falsean la Palabra del Dios bueno. ¡Mírenlos! En cárceles, maltratados y castigados. . . . Ahora echemos un vistazo a la religión católica. Damos gracias una vez más a Dios porque aún persiste siendo la religión verdadera.” Más bien que dar gracias a Dios, debería de haber expresado gratitud al gobernador civil y a la Guardia Civil por haber tratado de mantener el monopolio católico.
Un luchador fanático contra los testigos de Jehová fue el cura de la parroquia de Cristo Rey en el pueblo de Inca. Él fue también responsable de emisiones de radio contra los Testigos y publicó artículos difamatorios contra el pueblo de Dios. Además, iba de casa en casa para recoger literatura dejada por los testigos de Jehová, con el fin de quemarla. Diez años más tarde hubo una secuela sorprendente de todo esto. Luis Salazar estaba de vacaciones en Inca en el año 1971, y por casualidad, llamó a la casa de este párroco. Él lo invitó a entrar, y después de considerar algunos temas bíblicos, el sacerdote dijo que quería pedir perdón por sus acciones anteriores contra los testigos de Jehová. Ahora reconocía su error y estaba consciente de su actitud anticristiana. El cura le mostró al hermano Salazar los libros de la Sociedad en su biblioteca, y luego comentó: “Si hay hombres buenos o santos en este mundo, están entre los testigos de Jehová.”
FORTALECIDOS POR LA PERSECUCIÓN
Aquellos años de dificultades en Mallorca sólo sirvieron para fortalecer al pueblo de Jehová. Para diciembre de 1972 había 500 publicadores en Mallorca, veintiséis en la isla de Ibiza y cuarenta en la isla de Menorca. Hoy, Mallorca tiene 950 publicadores, Ibiza sesenta y uno y Menorca noventa y uno. Es interesante notar que en Palma hay un Testigo por cada 385 personas, en comparación con el promedio nacional de uno por cada 908.
Por toda España, por medio de su organización visible, Jehová ayudó a su pueblo durante los años especialmente difíciles de 1958 a 1967. Durante ese período, hubo persecución de alguna clase en la mayoría de las ciudades principales. Este relato solamente incluye algunos ejemplos representativos del maltrato que sufrieron los precursores y los testigos de Jehová en general.
Entre otros, también surgieron casos en Huelva y Alicante. En 1962, en Manresa (Barcelona), 14 personas fueron detenidas por estudiar la Biblia juntas, aunque más tarde se dejaron sin efecto las acusaciones. En Zaragoza, donde el precursor especial Máximo Murcia y su esposa fueron encarcelados por quince días en 1960, una familia estadounidense fue hostigada por el cura y la policía por haber permitido que se celebraran reuniones bíblicas en su hogar. Podría continuarse la lista con la deportación del misionero Carl Warner en 1961. Sí, hubo casos innumerables de persecución y hubo hostigamiento incesante por toda España durante aquel período de diez años. Pero todas las penalidades sirvieron para fortalecer la fe de los hermanos y Jehová les ayudó a seguir adelante haciendo la voluntad divina, de modo que la obra siguió creciendo a pasos agigantados.
La oposición por parte del clero —tanto católico como protestante— nunca ha cesado. Por cierto, durante muchos años tuvieron la colaboración activa del Ministerio de la Gobernación. Como evidencia clara de que no había ningún cambio de parecer, aunque el gobierno estaba preparando la Ley de Libertad Religiosa, citamos de la circular N° 5 de 1966, de la Dirección General de Política Interior del Ministerio de la Gobernación. Con fecha del 24 de febrero de 1966 declaró, en parte, como una directriz a todos los gobernadores civiles:
“Es necesario conseguir una mayor ejemplaridad en la represión de las ilícitas actividades proselitistas que vienen desplegando en todo el territorio nacional los miembros de la secta religiosa denominada ‘Testigos de Jehová’ . . . La razón estriba en que las actuales medidas sancionadoras de carácter pecuniario carecen de virtualidad suficiente para detener tales actividades. . . . En su consecuencia, encarezco a V.E. de orden de S.E. el Sr. Ministro de la Gobernación,” denunciar ante los Juzgados de Vagos y Maleantes “a cuantos miembros de la secta referida sean sorprendidos desarrollando dichas actividades.” Dieciocho meses más tarde la Ley de Libertad Religiosa se puso en vigor y la actitud general hacia los testigos de Jehová llegó a ser más favorable. También, la actitud oficial se hizo más flexible como consecuencia de la nueva ley.
UN JURISTA EMINENTE ANALIZA LA BATALLA LEGAL
La batalla que sostuvieron los testigos de Jehová en aquellos años de persecución severa sirvió para dar testimonio sobresaliente en los círculos jurídicos de la nación. Muchos abogados y jueces tuvieron su primer contacto con el pueblo de Dios debido a nuestra tenacidad en elevar cada causa posible al Tribunal Supremo para conseguir justicia y libertad religiosa. Reparó en este hecho un jurista español prominente, Lorenzo Martín Retortillo, antes profesor de Derecho en la Universidad de Salamanca, y ahora de la Universidad de Zaragoza. En 1970 publicó un estudio de jurisprudencia sobre la Libertad Religiosa y Orden Público.
Este estudio de setenta y ocho páginas consiste en un análisis de las muchas causas que se presentaron ante el Tribunal Supremo y que obligaron al Tribunal a definir el ejercicio privado de la expresión religiosa en España, e interpretar la frase “la unidad espiritual de España.”
Como resultado del estudio de las acusaciones en las causas que este jurista consideró, escribió: “No es difícil tratar de fijar alguna conclusión: se sancionan y se persiguen como contrarias al orden público, conductas de los siguientes tipos: celebrar reuniones comentando la Biblia u otros textos religiosos; tener literatura propagandística de la religión; hacer visitas a domicilios de amigos o desconocidos con afán de propagar la religión; hacer viajes y mantener contactos con el mismo fin, etc. Se trata, por tanto, de actos de celebración religiosa como sucede con muchas de las reuniones . . . o de actos de apostolado religioso.”
Aunque se citan las causas de los testigos de Jehová en casi cada página, el capítulo tres de este estudio se intitula específicamente “Especial incidencia de las sanciones sobre los ‘Testigos de Jehová.’” En parte, declara: “Al estudiar diez años de Jurisprudencia, y observar las sanciones gubernativas por razones de orden público que afectan a conductas religiosas, hay un hecho que llama decididamente la atención: es el de que, en casi todos los supuestos contemplados, quienes han intervenido, son miembros de un único grupo religioso. Quienes recurren contra las decisiones administrativas son, prácticamente, en todos los casos, miembros de los ‘Testigos de Jehová.’”
Como consecuencia de esta conclusión, el señor Martín-Retortillo hace surgir las siguientes preguntas: “¿son los ‘Testigos de Jehová’ el único grupo entre los no católicos que llevan a cabo sus actividades, saliéndose de los márgenes tolerados? ¿Piensa la Administración que este grupo por su especial peligrosidad, significado, activismo, o cualquier otra circunstancia debe ser objeto de consideración también especial? . . . Como se puede comprender, se trata de interrogantes que no puedo, ni pretendo resolver ahora. . . . Ello no es obstáculo, sin embargo, para manifestar la perplejidad que produce el comprobar que, en el período estudiado, en relación con el tema de la religión, las sanciones se han centrado unánimemente sobre miembros de una determinada confesión.”
Una de las conclusiones fundamentales que el señor Martín-Retortillo sacó de su análisis fue que la persecución oficial de los testigos de Jehová era el resultado de su proselitismo activo, de su posición como objetores de conciencia y debido a que algunas de sus publicaciones habían criticado el régimen español. Por supuesto, los testigos de Jehová son, de hecho, neutrales en cuanto a la política. (Juan 17:16) Sin embargo, de todo esto podemos llegar a la conclusión de que si a las sectas protestantes no las persiguieron oficialmente, es obvio que no estaban ocupadas en la actividad de predicar públicamente, y que no estaban manteniendo neutralidad cristiana... dos requisitos fundamentales para los seguidores verdaderos de Jesucristo.
BENEFICIÁNDOSE DE LA ESCUELA DEL MINISTERIO DEL REINO
Durante los años de persecución intensa se hizo todo esfuerzo por proveer ayuda y dirección espirituales. Por consiguiente, en diciembre de 1961 la oficina sucursal de la Sociedad en España organizó las primeras clases de la Escuela del Ministerio del Reino. Desde luego, no se podía conducir la escuela como se hacía en otros países... por un mes, o más tarde, por dos semanas. Más bien, había que conducirla durante dos meses y por las noches. Se celebraron las primeras dos clases en Barcelona. Y, para no llamar la atención, las clases se limitaron de doce a quince estudiantes.
Desde 1962 hasta abril de 1968, 347 siervos y precursores recibieron entrenamiento e instrucción en la Escuela del Ministerio del Reino. Cuando se conducía en Barcelona, miembros del personal de la oficina sucursal podían familiarizarse con los superintendentes y escuchar sus problemas. Además, los discursos eran presentados por cinco miembros de la familia de Betel. Hasta la fecha, 1.342 individuos han asistido a la Escuela del Ministerio del Reino en España.
EDIFICADOS POR LAS ASAMBLEAS
Durante todos los años de nuestra actividad “clandestina” seguimos recibiendo alimento espiritual por medio de los arreglos especiales para celebrar asambleas de circuito. Porque era peligroso juntar a todos los hermanos al mismo tiempo, se adoptó un arreglo especial para suministrar a todas las congregaciones de cada circuito el programa de la asamblea. Los superintendentes recibían ejemplares del programa y entonces asistían a la asamblea. De esta manera la asistencia se limitaba a un grupo de unas 100 a 200 personas. Además, siempre se escogían lugares discretos para las asambleas, generalmente al aire libre, como en el bosque, las montañas o una playa. Otras veces una casa particular servía para aquello si estaba alejada de vecinos. En todo caso, los superintendentes que asistían seguían con cuidado el programa, y hacían apuntes. Más tarde, el programa de la asamblea se repetía en sus propias congregaciones.
Era necesario tomar muchas precauciones para asegurarse de que la policía no hallara el lugar de la asamblea. Un problema sí surgió durante una asamblea de circuito en 1969, cuando la policía de Sevilla se enteró de una reunión grande en el patio de una casa particular, y llegaron coches y camiones policiales. Había unos 250 hermanos y personas interesadas presentes. Todos los varones y las hermanas solteras fueron llevados a la comisaría para ser sometidos a interrogatorio, y todos los libros fueron confiscados y nunca fueron devueltos. A diez hermanos se les detuvo en la cárcel por cuatro días. Entre los detenidos estuvo el marido de una hermana, que había mostrado oposición y que había asistido por curiosidad. La conducta de los hermanos le produjo una impresión tan favorable que al salir empezó a estudiar y llegó a ser hermano bautizado. Esta redada policíaca recibió publicidad mundial, y, quizás en consecuencia de ello, no se tomó ninguna acción legal contra los hermanos.
ASISTIENDO A LAS ASAMBLEAS DE DISTRITO EN EL EXTRANJERO
¿Qué hay de las asambleas de distrito durante este período de persecución? ¿Cómo se aprovechaban los hermanos de aquellos programas? Pues, cada año se contrataban trenes y autocares especiales, y los hermanos viajaban a Francia, Italia o Suiza para asistir a estas asambleas.
Por ejemplo, en 1969 los hermanos españoles se alegraron de asistir a una asamblea en Roma. Puesto que la mayoría de ellos anteriormente eran católicos, los conmovió mucho pensar que pudieran celebrar una asamblea en el mismo “patio” del papa. Por supuesto, ¡la paradoja de la situación era que no pudieran celebrar una asamblea en una España “más papista que el papa”! A propósito, mientras estuvieron en Roma, algunos de los Testigos españoles visitaron las catacumbas, asociadas en tiempos antiguos con los cristianos primitivos. Estas motivaron mucha curiosidad, debido a que los hermanos españoles aún estaban en su época de “catacumba” de reuniones clandestinas, escondidas de sus perseguidores.
En julio de 1970 se les concedió a los testigos de Jehová reconocimiento legal en España, y así pudieron celebrar sus asambleas allí. Sin embargo, ya se había hecho el contrato para celebrar la asamblea de distrito de 1971 en Toulouse, Francia. Debido a un rumor público que decía que había cólera en España, en el último momento las autoridades francesas denegaron permiso para la asamblea española. Por lo tanto, se dieron pasos inmediatos para encontrar un lugar apropiado para reunirse en Barcelona. Después de superar grandes dificultades, fue posible alquilar la plaza de toros, llamada Las Arenas, la más antigua de las dos plazas de Barcelona. No sobraba tiempo, y los hermanos trabajaron duro para limpiar la plaza. De hecho, el conserje dijo que nunca la había visto tan limpia en treinta años, y quedó asombrado al observar el buen espíritu de los hermanos.
Entonces les cayó una “bomba” encima. El gobernador civil de Barcelona estaba fuera y su delegado denegó permiso para celebrar la asamblea, alegando un detalle técnico... el hecho de que no se había solicitado el permiso diez días hábiles antes del acontecimiento. Esto se les notificó a los hermanos que trabajaban en la plaza de toros apenas un día antes de que hubiera empezado la asamblea. Muchos Testigos de partes lejanas del país ya estaban en camino a la asamblea. Cuando llegaron a Barcelona, se encontraron con la triste noticia. No obstante, con la adaptabilidad típica de los españoles, convirtieron su viaje en turismo y visitaron los Salones del Reino locales, así como Betel y otros lugares de interés. De modo que sacaron algún provecho espiritual de su desplazamiento. Más tarde, se celebraron asambleas alternativas en distintos lugares, con una asistencia total de 20.176 personas. Durante estas reuniones se bautizaron 483 personas.
Encontramos varias dificultades al tratar de celebrar asambleas cristianas durante años posteriores. No obstante, con la ayuda de Jehová, hemos podido hacer frente a estos problemas de una manera u otra. Hasta la fecha, durante los años setenta hemos tenido muchas asambleas espléndidas y espiritualmente edificantes.
La última ocasión en que los hermanos españoles tuvieron que viajar al extranjero para una asamblea fue en 1973, cuando se hizo imposible alquilar un lugar apropiado para una asamblea internacional en España. Así es que los hermanos una vez más recurrieron a aviones, trenes y autocares fletados, y coches particulares, con el resultado de que más de 19.000 se congregaron en el conjunto masivo de recintos para congresos del Campo de la Feria Mundial de Bruselas, Bélgica. Esta Asamblea Internacional “Victoria Divina” fue motivo de gozo para los Testigos españoles cuando se asociaron con sus 31.000 hermanos de habla francesa, flamenca y portuguesa procedentes de muchos países. ¡Qué emocionante fue el que 1.273 nuevos cristianos españoles se bautizaran en símbolo de su dedicación!
Desde entonces se han celebrado asambleas de distrito en España en una variedad de ciudades y locales, entre ellos estadios de fútbol en Salamanca, Gijón, Sabadell, Almería y Estepona, y plazas de toros en Barcelona, Madrid y Marbella. Con cada asamblea los hermanos españoles han adquirido experiencia valiosa y ahora esperan con deleite la asamblea internacional de 1978 que se celebrará en Barcelona, donde esperan servir a sus hermanos de muchos países, sobre todo a los que tan hospitalariamente les sirvieron a ellos en décadas pasadas en Francia, Suiza, Italia y Bélgica.
¡LOS TESTIGOS DE JEHOVÁ LEGALIZADOS EN 1970!
Por muchos años antes de que la Ley de Libertad Religiosa fuera aprobada en 1967, los testigos de Jehová habían estado esforzándose por conseguir la legalización de su organización en España. El primer intento se hizo en 1956, cuando se presentó una petición y una copia de los estatutos propuestos al gobernador civil de Barcelona para su aprobación. Este intento no prosperó. Se hizo otro esfuerzo en 1965, cuando el hermano Knorr dirigió una solicitud escrita al gobierno español, preguntando cuál debería ser el procedimiento a seguir para lograr la legalización de la Sociedad y de los testigos de Jehová. De nuevo, no se obtuvo ningún resultado práctico.
El 28 de junio de 1967, después de un prolongado debate en las Cortes y de una preparación aún más larga por peritos judiciales y eclesiásticos, la Ley de Libertad Religiosa fue aceptada y aprobada. Aunque era una ley que permitía libertad religiosa, también introducía control religioso, pues las provisiones de la ley obligan a cada religión, menos a la Católica Romana, a exponerse a escrutinio por el Ministerio de Justicia. La ley hacía provisión para un control estricto de los miembros y también para una presentación anual de las cuentas, con una definición clara de la fuente de los ingresos y de los gastos.
A las sectas protestantes no les gustó la ley y postergaron su solicitud de legalización, así que el gobierno les concedió una prórroga para inscripción hasta mayo de 1968. Sin embargo, la Sociedad Watch Tower probablemente fue la primera en solicitar la inscripción y presentó su petición el 12 de diciembre de 1967. El boletín del Ministerio de Justicia con fecha del 31 de mayo de 1969 reveló que la primera religión inscrita fue La Iglesia Reformada Presbiteriana, y su único lugar de culto y su único ministro inscrito fueron aprobados en mayo de 1968. Aquel número del boletín alistó a 105 grupos religiosas —entre ellos la Iglesia Evangélica de Hermanos, Ciencia Cristiana, mormones, judíos, pentecosteses, anglicanos, bautistas, adventistas, Asamblea de Dios, evangélicos, musulmanes— de hecho, prácticamente toda religión excepto la que fue conspicua por su ausencia, los testigos de Jehová. Su legalización tuvo que esperar hasta el 10 de julio de 1970. Cuando la próxima lista de religiones aprobadas salió, los testigos de Jehová fueron inscritos con el número 131. ¡Pero, por fin se había logrado su legalización en España!
La última lista de inscripción apareció con fecha del 15 de diciembre de 1975, y abarcaba a 238 grupos religiosos. Este último folleto contiene un total de 83 páginas, y en él cada grupo religioso se alista por ciudades y pueblos y también por lugares de culto. Los testigos de Jehová ocupan un completo 37 por ciento de todas las páginas del boletín, lo cual sin lugar a dudas los hace la religión más numerosa de España después de la Iglesia Católica.
Con la legalización, se hicieron planes de inmediato para abrir Salones del Reino y obtener un lugar apropiado para la casa Betel. El primer Salón del Reino fue inaugurado el 19 de diciembre de 1970, en el barrio del Pilar, un nuevo polígono de viviendas ubicado en un populoso distrito obrero de Madrid.
Durante febrero de 1971, el hermano Knorr visitó a España y habló a concurrencias públicas en Madrid y Barcelona, con una asistencia total de más de 14.000 personas. Hasta a él se le hizo difícil creer que realmente estaba hablando a un número tan grande de hermanos españoles, ¡y en España!
El hermano Knorr se valió de aquella visita para examinar posibles edificios para la oficina sucursal, y optó por un edificio de seis pisos en Barcelona, en la calle Pardo, N° 65, donde están ubicados actualmente la oficina sucursal y el hogar Betel. Una vez que se completó la compra, se organizó el trabajo de transformar el lugar. Se llamó a voluntarios de las congregaciones de Barcelona, y se llamó a precursores que eran especialistas para el trabajo de carpintería, albañilería, enyesar, pintar, y otros. El edificio era una estructura nueva sin estrenar, y de hecho, originalmente diseñado para uso industrial. Así que no había tabiques en ninguno de los pisos y ninguna clase de servicios. Por consiguiente, empezando de la nada, el arquitecto de la Sociedad pudo diseñar cada piso de acuerdo con las sugerencias que el hermano Knorr había dejado. Los hermanos trabajaron trece meses hasta completar las instalaciones para la nueva oficina y hogar, que proveyó alojamiento para dieciséis trabajadores.
El 2 de junio de 1972 el hermano Knorr inauguró el nuevo edificio de la sucursal española, y el día siguiente dio un discurso especial a 13.350 hermanos en la plaza de toros principal de Barcelona, La Monumental. Esta visita y el discurso en la plaza de toros recibieron buena publicidad en la prensa, pero también sirvieron para intensificar la oposición en contra del pueblo de Jehová. Ciertos elementos en “altas esferas” no estaban contentos con el hecho de que se les hubiera dado tal permiso a los testigos de Jehová, y aumentaron su presión sobre la Comisión de Libertad Religiosa para que “le cortara las alas” a esta religión volantona. Después de aquello tuvimos algunos problemas en obtener permisos para el uso de locales para asambleas de distrito y de circuito.
Como se ha mencionado, la legalización significó la apertura de Salones del Reino. Desde diciembre de 1970 hasta mayo de 1977, 482 Salones del Reino han sido aprobados por el Ministerio de Justicia. En ciudades grandes como Madrid, Barcelona y Valencia los alquileres son muy altos, de modo que la mayoría de los salones son usados por más de una congregación para compartir la carga financiera. En la actualidad hay dieciséis Salones del Reino en la ciudad de Barcelona, usados por cincuenta congregaciones. Además, noventa y dos congregaciones de la provincia de Barcelona celebran sus reuniones en otros setenta y cinco Salones del Reino. En Madrid, cuarenta y seis congregaciones usan veinticinco Salones. Estamos agradecidos a Jehová por la libertad de que disfrutamos ahora y por esos excelentes lugares de reunión.
EL REINO MESIÁNICO PROCLAMADO EN ANDORRA
Ahora, permítanos contarle algo acerca de Andorra, un diminuto y montañoso principado apretado entre las fronteras española y francesa. En el lado español está el pueblo de Seo de Urgel. Su obispo es corregente de Andorra, junto con el presidente de Francia. Esta soberanía dual se instituyó en 1278 E.C. para poner fin a las sangrientas batallas que habían ocurrido entre las fuerzas del obispo católico de Seo de Urgel y el ejército de los condes franceses de Foix.
Actualmente Andorra tiene una población de unos 32.500 habitantes, la mayoría de los cuales trabajan en tiendas y hoteles que tratan con el constante negocio turístico. El precio de los artículos es mucho más económico en Andorra que en España o en Francia, así que el comercio es la actividad principal. Algunos de los habitantes locales todavía se dedican al pastoreo de sus rebaños, a la agricultura o al cultivo de tabaco, pero éstas son ahora las ocupaciones menos frecuentes, ya que el ambiente general es uno de materialismo.
Aunque antes se había efectuado alguna testificación esporádica, no fue sino hasta 1962 que una familia española decidió mudarse de Barcelona a Andorra y empezar a predicar allí de manera sistemática. La familia fue la de Manuel Escamilla. A pesar de problemas de salud y económicos, permanecieron en Andorra por siete años, y poco a poco el grupito de cristianos prosperó allí.
La primera persona que manifestó interés fue Rosé Boronat, quien había recibido testimonio de su tía en Barcelona y también había recibido estímulo de una hermana francesa que solía visitar a Andorra. La familia Escamilla comenzó a celebrar reuniones y, contando con Rosé, tenían una asistencia de cuatro. Rápidamente se desarrollaron problemas, pues Rosé perdió su trabajo y su habitación en la pensión. Entonces tuvo que tomar una decisión en relación con su novio, que no era favorable hacia la verdad. Ella se decidió por la verdad y rompió el compromiso. Sin embargo, poco tiempo después unos hermanos de Barcelona pudieron darle testimonio al ex-novio, él aceptó la verdad y en 1964 tanto él como Rosé fueron bautizados. Cuando Manuel Escamilla tuvo que marcharse con su familia, en 1969, este hermano, Miguel Barbé, llegó a ser el responsable del grupo. En noviembre de 1971, él y su esposa fueron nombrados precursores especiales para cuidar del territorio de Andorra y Seo de Urgel.
Es curioso notar que aunque existe libertad religiosa en Francia y en España, los testigos de Jehová no han podido obtener permiso para abrir un Salón del Reino en Andorra, donde ahora tienen una congregación floreciente de ochenta y cuatro publicadores. ¿Por qué no? Por la influencia de cariz feudal del obispo de Seo de Urgel, que pone impedimentos. Mientras tanto, los hermanos continúan celebrando sus reuniones en hogares privados, cosa que, desde luego, añade una carga más pesada a los dos ancianos que sirven allí.
PLAZAS DE SOBERANÍA ESPAÑOLA EN MARRUECOS
En la costa mediterránea de Marruecos hay dos plazas de soberanía española... Ceuta, no muy lejos de Tánger, y Melilla, más hacia el este. El ejército español mantiene tropas militares en estas plazas. Ricardo y Consuelo Gutiérrez, que anteriormente vivían en Barcelona, fueron asignados directamente de las filas de los publicadores al trabajo de precursores especiales por razón de la necesidad de proclamadores del Reino en Ceuta. Ricardo en un tiempo había sido militar allí y hablaba francés y algo de árabe. Estos idiomas, junto con el español, son los idiomas que se usan en Ceuta.
Los hermanos Gutiérrez aceptaron esta asignación a pesar de tener un hijo de siete años, y comenzaron a servir en Ceuta en enero de 1969. Después de seis años de servicio valioso y ejemplo fiel, Consuelo murió de cáncer. Ellos habían ayudado a establecer el fundamento de la actual congregación de Ceuta, que ahora consta de treinta y un publicadores y tres precursores especiales. La congregación tiene también un Salón del Reino que es el único lugar de reuniones legal de los testigos de Jehová en toda África septentrional.
En Melilla hay comunidades de judíos, musulmanes y también de españoles, así que los precursores especiales asignados allí en 1970 tenían un territorio interesante en el cual trabajar. Al principio, tuvieron problemas con la policía, que trató de detener su trabajo de predicar de casa en casa. Pero después que la oficina sucursal de la Sociedad en España tomó acción legal, no se les volvió a molestar y les devolvieron toda la literatura que les habían confiscado.
Hasta este momento, los 53.000 habitantes de Melilla han producido veinte proclamadores del Reino, a pesar de los problemas que éstos han experimentado al tratar con la mentalidad castrense o militar que predomina en esa ciudad militar.
La población es una mezcla de españoles y árabes, donde aquellos están disminuyendo y éstos aumentando. Los precursores están efectuando buen trabajo allí y conduciendo algunos estudios bíblicos con mujeres musulmanas al tiempo de redactarse esto.
SE AFLOJA LA CENSURA
Una de las consecuencias de la legalización de la Asociación de los Testigos de Jehová en 1970 fue que todas nuestras publicaciones tuvieron que pasar por las manos del censor oficial del gobierno. Mientras que la mayoría recibieron aprobación para circulación, algunas, tales como Aprenda a leer y escribir y por algún tiempo “Asegúrense de todas las cosas,” estuvieron en la lista de proscritas. Durante un año se prohibió la distribución al público de más de la mitad de todos los números de La Atalaya y ¡Despertad! Sin embargo, la Sociedad alzó recurso o presentó apelación en varios casos y ya ha pasado más de un año sin que se haya proscrito un número. Sin duda el aflojamiento general de los controles en muchos campos de actividad también ha favorecido nuestra situación aquí.
La hoja mensual Nuestro Servicio del Reino, conocida aquí como Nuestro Servicio Teocrático, ahora tiene una tirada de más de 60.000 ejemplares.
VISITAS DE MIEMBROS DEL CUERPO GOBERNANTE
Durante los últimos años hemos tenido visitas muy alentadoras de varios miembros del Cuerpo Gobernante, y éstas han sido muy apreciadas por los hermanos españoles. En 1974 los hermanos N. H. Knorr y F. W. Franz visitaron juntos a España, y estaba programado que dirigirían la palabra a una gran multitud de hermanos en una plaza de toros de Barcelona. Sin embargo, las autoridades no concedieron permiso por razón de que la fecha coincidía con la festividad religiosa del 25 de diciembre. Rápidamente se cambiaron los planes y todos los precursores y los ancianos fueron invitados a una reunión especial que tuvo que celebrarse a unos veintiún kilómetros de Barcelona, en un edificio industrial que estaba sin estrenar, y que estaba bajo consideración para compra como Salón de Asambleas. Más de 5.000 personas se apiñaron para escuchar el discurso del hermano Knorr acerca de la expansión mundial de la obra, y después prestaron atención indivisa a la exposición del Salmo 91 por el hermano Franz. Algo más de un año después, el hermano Raymond Franz fue invitado a inaugurar el mismo edificio, que había sido convertido en un magnífico Salón de Asambleas, con butacas para 1.300 personas y además un amplio comedor de cafetería y una piscina para bautismos.
Anteriormente, en noviembre de 1975, F. W. Franz inauguró un Salón de Asambleas en Madrid, en lo que antes había sido un cine. También, M. G. Henschel en mayo de 1974 y L. K. Greenlees en 1976 hicieron otras visitas. El hermano Henschel habló a 22.417 hermanos en una plaza de toros de Barcelona. La asistencia máxima hasta la fecha en una sola reunión fue para la visita de L. A. Swingle, cuando hubo un auditorio de 27.215 personas en la plaza de toros Las Arenas, en Barcelona, el 1 de mayo de 1977. El hermano Swingle también dirigió la palabra a reuniones en Madrid y en las islas Canarias, de manera que la asistencia total a sus cuatro discursos fue de 45.617.
PUBLICIDAD EN LA PRENSA Y POR LA RADIO
En muchos casos la prensa ha dado un informe justo e imparcial de los Testigos y sus asambleas. El diario madrileño El País dedicó una página entera a las enseñanzas e historia de los Testigos, basándose en una entrevista con un abogado, el hermano Julio Ricote. Varios escritores han salido en defensa de los Testigos, como en el caso del católico que escribió en Sur del 12 de noviembre de 1976: “Los Testigos pueden estar equivocados en cuanto a esta interpretación, pero no se puede dudar de la inmensa fe que los sostiene. En esta religión, no secta, no cabe la mentira, la fornicación adúltera, ni el robo; los tres pecados más abominables ante Dios. ¡Cuánto tiene que aprender el mundo, en este aspecto, de los Testigos!” Otro, escribiendo en la Hoja del Lunes de Gijón (del 21 de junio de 1976) bajo el titular “El obispo y los Testigos,” dijo: “Se da la circunstancia de que la cofradía de los testigos de Jehová, . . . tiene de la Biblia un conocimiento mucho más profundo y cuidadoso que la mayoría de los católicos.”
Frecuentemente los Testigos han sido tema de noticias debido a las cuestiones de la objeción de conciencia en relación con el servicio militar y el rehusar aceptar transfusiones de sangre. Un prominente cirujano español, el yerno del desaparecido General Franco, invitó a los Testigos a participar en su programa radiofónico sobre asuntos médicos, junto con otro médico y un cura, para considerar la cuestión de las transfusiones de sangre. Entre los hermanos participantes estuvo un abogado que pudo hacer una buena defensa de nuestra posición en esa cuestión. En otra ocasión, una emisora de radio de Barcelona invitó a representantes de los Testigos para una entrevista y para contestar las preguntas de los radioyentes. Estos dos programas por radio sirvieron para avivar el interés del público.
En lo que respecta a la televisión, la Iglesia Católica, al tiempo de esta redacción, tiene un monopolio casi completo de los canales de televisión, que son controlados por el gobierno. Algunos sacerdotes han aprovechado esa ventaja para atacar a los Testigos.
LA REINA DE ESPAÑA QUEDA IMPRESIONADA
Durante 1976 se dio un excelente testimonio en círculos universitarios. Esto sucedió cuando un testigo de Jehová, estudiante de medicina, dio testimonio a sus compañeros de estudio. Algunos de éstos estaban participando en otros estudios en el Departamento Interfacultativo de Humanidades Contemporáneas, organizados para el beneficio de estudiantes y graduados. Como resultado, se invitó a los testigos de Jehová a presentar una disertación sobre el tema: “El hombre nuevo y su futuro.” Dos Testigos desarrollaron el tema, destacando las facetas de la nueva personalidad y el propósito de Jehová en relación con la Tierra. Este discurso resultó en que más adelante se recibiera una invitación para presentar una serie de nueve conferencias sobre las enseñanzas de los testigos de Jehová. Una de las estudiantes era la reina Sofía de España, quien prestó atención cuidadosa a los argumentos, hizo apuntes y participó de lleno en los coloquios que tuvieron lugar después de cada discurso. Después de la conferencia acerca del alma y el fuego del infierno, la reina declaró que nunca había conocido a nadie que usara la Biblia con tanto conocimiento y facilidad para contestar cualquier pregunta que surgiera. Comentó: “Para todos los asuntos parecen tener ustedes respuesta en su Biblia.”
Estas conferencias crearon un gran interés, y la última, sobre “La sangre, la medicina y la ley de Dios,” se efectuó por razón del interés especial de la reina en el tema, aun cuando el curso había terminado. A este último discurso, presentado por un hermano que es patólogo, asistieron varios clérigos y médicos, y se dio un testimonio bueno y explícito.
EXPANSIÓN EN BETEL
Desde el principio se sabía que el edificio original de la sucursal en la calle Pardo, N° 65, no sería suficiente para expansión futura. Pero dada la inseguridad allá en 1970, en cuanto a cómo se aplicaría la libertad religiosa, se pensó que sería mejor un comienzo en escala pequeña. Desde entonces la Sociedad ha comprado tres pisos más a la vuelta de la esquina, en la misma manzana, y éstos se usan como vivienda para quince miembros de la familia de Betel. En 1975 la Sociedad también adquirió una gran propiedad como almacén, precisamente a dos manzanas de distancia, y esto ha sido una bendición para el departamento de envíos, que ya tenía problemas serios en relación con almacenar la literatura. Ahora podemos tener existencias suficientes para dos años de predicación, previniendo de esta manera las dificultades que puedan surgir por razón de huelgas u otros conflictos.
Para atender mejor las necesidades de las congregaciones de las islas Canarias, frente a la costa occidental de África, la Sociedad compró un almacén y un piso pequeño en Santa Cruz de Tenerife. De esta manera las veinticinco congregaciones ubicadas en las seis islas principales reciben su literatura y revistas desde ese depósito.
UNA GRAN OBRA POR DELANTE
Se reconoce que todavía hay una tremenda cantidad de trabajo por hacer en España. Calculamos que hay alrededor de un millón de españoles a los que todavía no se les están llevando las buenas nuevas de manera regular. Estamos aumentando las filas de los precursores especiales y actualmente tenemos más de 600 que predican principalmente en los territorios de mayor necesidad en Extremadura, Andalucía, Galicia y Asturias.
En algunos casos, se requiere mucho aguante y valor para perseverar en tales lugares. Por ejemplo, en junio de 1976, en el pueblo de Yecla, una hermana fue asesinada por su fanático esposo, después que la había amenazado a ella y a los hermanos, y hasta había empleado violencia física en contra de los precursores especiales allí. Este asesinato ocurrió justamente nueve días después de la inauguración del Salón del Reino. Más tarde vino una chusma y destrozó las ventanas del Salón del Reino, tiró pintura roja en la fachada, y entonces dejó en la puerta un rótulo que acusaba falsamente a los hermanos de ser “Hijos de la Pasionaria” (una famosa oradora comunista).
Poco después, un joven comenzó a asistir a las reuniones y resultó ser miembro de una pandilla de delincuentes del pueblo. Sin embargo, aceptó la verdad, cambió su modo de vida y se bautizó. Esto sirvió para dar un testimonio a muchos de sus amigos y familiares que están asombrados por el cambio que ha hecho. Por ejemplo, un día otro joven vino a una reunión y dijo que quería saber qué le habían hecho los Testigos a uno de sus amigos (el ex-delincuente que ahora está bautizado), que antes era un malvado y ahora era más manso que un cordero. Si bien ahora está estudiando y asiste a las reuniones, este segundo joven había sido miembro de la pandilla que había lanzado la pintura roja contra el Salón del Reino.
Han pasado unos 1.922 años desde que Pablo escribió a los romanos: “Cuando viaje con rumbo a España, espero, sobre todo, . . . poder verlos.” (Rom. 15:24) Desde su posición celestial actual, Pablo sin duda está contento con el paraíso espiritual que es tan evidente entre sus hermanos cristianos del siglo veinte en este país encantador y hospitalario. No sabemos cuánto tiempo le queda a este sistema de cosas, pero, si es la voluntad de Jehová, aquí en España estamos esperando más aumento, y estamos haciendo planes para aún mayor expansión. El Cuerpo Gobernante ha aprobado la construcción de un nuevo hogar Betel y fábrica cerca de Barcelona. Éste permitirá imprimir nuestras revistas en España y nos equipará para aumento futuro.
A Jehová Dios van la alabanza y las gracias, por medio de Cristo Jesús, por los maravillosos logros que se han conseguido por medio de los hechos de los testigos cristianos de Jehová en la España de los días modernos.
[Mapa de la página 137]
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