El temor mundial... ¿de qué es prueba?
EL TEMOR es parte de “la señal” de lo que la Biblia llama el “tiempo del fin”, la “conclusión del sistema de cosas” o los “últimos días” (Daniel 12:4; Mateo 24:3; 2 Timoteo 3:1). Jesús dijo que los hombres ‘desmayarían por el temor y la expectativa de las cosas que vienen sobre la tierra habitada’. No obstante, dándonos razón para esperanza, dijo que ese temor global sería evidencia de que la “liberación se acerca”. (Lucas 21:7, 25-28.)
¿Es realmente evidente hoy día el temor que significaría la inminente liberación? Muchas personas piensan que sí. ¿Qué opina usted?
Considere los hechos
“Como nunca antes, el mundo está lleno de temor”, dice el periódico alemán Die Welt. Llama a nuestro siglo “el siglo del temor”. Sin embargo, en vista del progreso sobresaliente de la ciencia, la tecnología, la medicina y la sicoterapia, resulta paradójico el aumento del temor. Debió haber sido posible el que se redujera el temor; en vez de esto, ha sucedido lo contrario.
El temor ha sido comparado con “un fantasma errante”, con una enfermedad “que va esparciéndose como una epidemia”. Así la revista alemana Horzu dice: “Nunca antes ha tenido la humanidad tanto temor como en el día actual”. Al señalar algunas de las causas, la revista añade: “La brutalidad y el terror, el egotismo y la indiferencia, la injusticia social, la guerra, las influencias extranjeras, el abuso de las drogas, la envidia, la energía atómica, la delincuencia juvenil, los fracasos profesionales... el temor actual tiene mil nombres”.
Cada vez más personas concuerdan en que esto no es una exageración. ¿Qué hay de usted? ¿Le causan temor también algunas de estas cosas?
Alcance internacional
El temor no está limitado a los habitantes de un solo país. Note como la revista Time describe la situación de los Estados Unidos:
“El ambiente está lleno de un temor que es demasiado intenso de dominar”. ¿Por qué? Debido al temor a la guerra atómica.
La juventud tampoco está excluida de este temor a un desastre termonuclear. De acuerdo con un estudio reciente de la “American Psychiatric Association”, el temor a la guerra nuclear está influyendo sicológicamente en los niños. Y The New York Times cita las siguientes palabras del Dr. R. J. Lifton, profesor de siquiatría de la Escuela de Medicina de la Universidad de Yale, tocante a los niños que van creciendo bajo la amenaza de una guerra nuclear:
“Ellos tienen otra manera de pensar que incluye la posibilidad de que todo, ellos mismos, sus padres y toda persona que hayan conocido o tocado, sea súbitamente aniquilado”.
O como dijo una niña de 12 años de edad: “Me dio mucho miedo saber que el mundo puede destruirse”.
El temor de una guerra nuclear ha alcanzado hasta a países que no son blancos principales de los mísiles nucleares. ¿Por qué? Por la lluvia radiactiva que caería en todo el mundo. Las partículas radiactivas letales que entraran en la estratosfera después de una guerra nuclear pudieran caer en cualquier parte de la Tierra y contaminarían todo lo que tocaran.
Otros temores han complicado el problema. Temor a un ataque terrorista. Temor a la destrucción del ambiente. Temor al crimen.
Dondequiera que usted viva, le preguntamos: ¿Ha leído declaraciones similares en los periódicos y las revistas de su país? ¿Nota que palabras como “temor”, “inquietud”, “aprensión” o “incertidumbre” ocurren con alarmante regularidad en conversaciones y consideraciones privadas y públicas? Si así es, ¿se ha preguntado alguna vez lo que eso significa?
¿Es el temor algo nuevo?
Muy correctamente muchas personas señalan que el temor es tan viejo como el hombre mismo. Un artículo de fondo del Suddeutsche Zeitung admite esto, al decir: “El temor a la muerte, al dolor y a la enfermedad, a las pérdidas materiales e inmateriales siempre ha sido parte del hombre mismo”. No obstante, al mostrar que el temor ha tomado una nueva dimensión en nuestra generación, el artículo pasa a decir: “Por otra parte, el tipo de peligro potencial que el hombre ha creado ahora es nuevo, así como su alcance; también serían nuevas, sin duda, las graves consecuencias, si de veras ocurrieran las catástrofes concebibles”.
Para que sea parte de una señal creíble que marque la “conclusión del sistema de cosas” que Jesús profetizó, tendría que haber: 1) un aumento notable en la cantidad de cosas que causaran temor y 2) un aumento en la intensidad del temor debido a las posibles consecuencias (Mateo 24:3; Lucas 21:10, 11, 26). Esto es exactamente a lo que se refieren las citas anteriores. Además, el temor a la guerra nuclear es único. Nunca antes había podido el hombre librar las poderosas fuerzas del átomo... fue en este siglo veinte cuando pudo lograrlo. Por primera vez la gente teme a la completa extinción de la raza humana, de hecho, a la eliminación de toda forma de vida en la Tierra.
Pero recuerde: al ver las evidencias que infunden cada vez más temor hoy día, en realidad está viendo mucho más. Usted está viendo que la “liberación se acerca”, de acuerdo con la promesa de Jesús. (Lucas 21:28.)
¿Vendrá esta “liberación” mediante el movimiento pro “congelación” de lo nuclear? Muchas personas piensan que sí. Pero ¿cómo es una manifestación en pro de la “congelación” de lo nuclear? ¿Ofrece esperanza de “liberación”?
Una manifestación pro “congelación...cómo es
No nos den guerra nuclear
no queremos irradiar
No nos frían con radiación
no queremos ser carbón
Sonidos de cantos, música popular juvenil, pregones de lemas e himnos compiten con un fondo estruendoso de miles de voces para captar la atención de usted. Sus ojos se encuentran frente a un calidoscopio de imágenes: banderas de colores brillantes con lemas distintivos... frases estereotipadas, algunas de ellas originales en su humor u horror; manifestantes en atavíos extravagantes con máscaras espantosas; efigies de cartón piedra; hombres vestidos elegantemente; ministros con cuellos clericales, monjes de la cristiandad con ropaje pardo, monjes budistas con mantos azafranados, jóvenes, ancianos, madres sosteniendo niñitos, y un perro que lleva colgando en el cuello un letrero con una sola palabra... paz.
Unas 700.000 personas en las calles de la ciudad de Nueva York, todas con un solo propósito... evitar que alguna vez ocurra una guerra nuclear.
Aquélla fue la mayor manifestación pro desarme que los Estados Unidos haya visto. Los organizadores de la demostración escogieron el 12 de junio de modo que coincidiera con la Segunda Sesión Especial de las Naciones Unidas sobre el Desarme, lo cual suministró una oportunidad dramática para obligar a la O.N.U. a considerar la cuestión de la “congelación” de lo nuclear.
Una atmósfera de carnaval dominó el día. No obstante, el paño mortuorio de una devastación nuclear siguió reapareciendo en las escenas y los ruidos de la muchedumbre. Fue una demostración pacífica. Y aunque la vasta mayoría de los manifestantes eran estadounidenses, otros países fueron representados. Algo que añadió sabor internacional a la manifestación fue una delegación japonesa de jóvenes y ancianos que ponían guirnaldas de papel de multicolor, con la paloma de la paz, alrededor del cuello de toda persona con quienes se encontraban, y a la vez entregaban tarjetas de diferentes colores con mensajes personales de paz escritos con caracteres en japonés.
“Señoras ¿por qué están aquí?” Una señora que tiene unos 60 años de edad contesta: “Queremos que el mundo sea seguro para nuestros nietos”. Otra contesta: “Queremos que haya un mundo para nuestros nietos”.
Un científico nuclear del Laboratorio Nacional de Argonne, que funciona para el Departamento de Energía de los Estados Unidos y queda cerca de la ciudad de Chicago, dice por qué vino a la demostración. “Por la misma razón que todos los demás, debido a la carrera de armamentos. Opino que hay una amenaza muy real de que estalle por accidente una guerra nuclear en la cual yo muera. No quiero que los seres humanos mueran, sean rusos o americanos.”
He aquí el director de medicina nuclear de uno de los principales hospitales de Nueva York. ¿Por qué está en la manifestación? Él contesta con una sola palabra: “¡Miedo!”. Quiere que la energía nuclear se use con fines pacíficos en la medicina, no en la guerra.
El pastor de un colegio de Kentucky (E.U.A.) marcha porque cree que las manifestaciones pro “congelación” “obligarán a los líderes gubernamentales a traer la paz”.
El ciudadano común marcha —sorprendentemente— lado a lado con grupos organizados de profesionales y miembros de uniones obreras. Visible en todas partes está el clero. Grupos religiosos animan a la gran multitud de manifestantes. La primera impresión: un cuerpo unido. Pero un examen más detenido revela un apoyo dividido. Al comparar las frases de los letreros y escuchar las ideologías, uno puede notar las diferentes opiniones de los manifestantes tocante a lo que debe ser la fórmula final para la “congelación” de lo nuclear. También una gran cantidad de manifestantes se aprovechan de la cuestión de la “congelación” para promover sus resentimientos personales y expresar sus motivos políticos.
Enormes y blancas, las máquinas de limpieza esperan que los manifestantes terminen su marcha. A medida que éstos se van, pisándoles los talones viene una serie de máquinas enormes que devoran la literatura que está tirada en el suelo, barren las calles y las dejan limpias. Sea que el movimiento pro “congelación” nuclear se desvanezca y vaya desapareciendo de la mente de los políticos, o sea que tales manifestaciones tengan algún efecto, como por medio de ejercer más presión para que los gobiernos proclamen la paz, está por verse.
Sin embargo, si no podemos cifrar nuestra confianza en los movimientos humanos, como el que está a favor de la “congelación” de lo nuclear, ¿hacia dónde podemos volvernos en busca de la esperanza de paz y seguridad duraderas?
[Comentario en la página 9]
“El ambiente está lleno de un temor que es demasiado intenso de dominar”
[Ilustración en la página 8]
El temor cubre el mundo