Millones de vidas se esfuman
ES TODO un éxito de ventas mundial. Cuenta con legiones de adictos y posee un boyante mercado. Sus satisfechos fabricantes presumen de pingües ganancias, influencia política y prestigio. Solo tienen un problema: se les están muriendo los mejores clientes.
El periódico The Economist señala: “Entre los artículos de consumo mundial más rentables figuran los cigarrillos, el único producto (legal) que, utilizado conforme a las instrucciones, crea hábito y frecuentemente mata al usuario”. ¿Qué balance resulta? Suculentas ganancias para la compañía tabacalera, enormes pérdidas para el consumidor. Según el Centro para el Control y la Prevención de la Enfermedad de Estados Unidos, a los fumadores norteamericanos se les arrebata todos los años unos cinco millones de años de vida, aproximadamente un minuto por cada minuto que fuman. “El tabaco mata a 420.000 estadounidenses todos los años —afirma la revista Newsweek—; 50 veces más que las drogas ilegales.”
A nivel mundial se producen 3 millones de muertes cada año —seis por minuto— por culpa de este hábito, según el libro Mortality From Smoking in Developed Countries 1950-2000. (Mortalidad por tabaquismo en los países desarrollados 1950-2000. Editado por la Fundación Imperial Británica para la Investigación sobre el Cáncer, la OMS [Organización Mundial de la Salud] y la Sociedad Americana contra el Cáncer.) Este análisis del consumo en cuarenta y cinco naciones es el más completo hasta la fecha. “En la mayoría de los países aún falta lo peor —advierte Richard Peto, de la Fundación Imperial Británica para la Investigación del Cáncer—. De mantenerse así los patrones de consumo, cuando nuestros jóvenes fumadores alcancen la mediana o la tercera edad, ocurrirán 10 millones de muertes anuales atribuibles al cigarrillo, es decir, una cada tres segundos.”
“El tabaco no es un riesgo más —destaca el Dr. Alan Lopez, de la OMS—. Acaba matando a uno de cada dos fumadores.” En la misma línea, Martin Vessey, del Departamento de Salud Pública de la Universidad de Oxford, dijo: “Los estudios de los últimos 40 años deparan una espantosa conclusión: el hábito matará a la mitad de los tabaquistas; ciertamente, un panorama aterrador”. Desde los años cincuenta se ha cobrado 60 millones de vidas.
Esta perspectiva también aterra a las tabacaleras. Si todos los años mueren en el mundo tres millones de adictos y un buen número se deshabitúa, es preciso reemplazarlos.
Las compañías han hallado un nuevo señuelo: el tabaco como su peculiar versión de la liberación femenina. Esta táctica lleva años triunfando en occidente; ahora se ensaya en naciones que antaño estigmatizaban a las fumadoras. Rompiendo esquemas, pretenden ayudar a la mujer a celebrar su recién lograda independencia económica y liberación. La atraen con marcas especiales que dicen tener menos alquitrán y nicotina, y, por tanto, un sabor más suave. Le ofrecen también cigarrillos perfumados o con una línea esbelta, tal como la que ella desea conseguir fumando. El producto se anuncia en Asia con jóvenes y distinguidas modelos vestidas seductoramente al estilo occidental.
Las muertes por tabaquismo van de la mano con la “liberación” femenina. En Gran Bretaña, Japón, Noruega, Polonia y Suecia hay el doble de casos de cáncer pulmonar femenino que hace veinte años. En Estados Unidos y Canadá la tasa ha aumentado un 300%. Como dice un anuncio de cigarrillos, “has avanzado mucho, nena”.
Algunas empresas adoptan su propia estrategia. Una tabacalera de Filipinas —país de mayoría católica—, regaló calendarios con la estampa de la Virgen, debajo de la cual aparecían descaradamente los logotipos comerciales. “Nunca había visto nada igual —comenta la Dra. Rosmarie Erben, asesora editorial de la OMS para Asia—. Trataban de vincular el motivo iconográfico al tabaco para que a la mujer filipina no le incomodara fumar.”
Se calcula que en China fuma el 61% de los varones adultos, frente al 7% de las mujeres. Las compañías tabaqueras occidentales tienen puesta la mira en la “liberación” de las encantadoras damas orientales, millones de las cuales han vivido privadas por tanto tiempo de los “placeres” de que disfrutan sus refinadas hermanas de Occidente. Pero no hay rosa sin espinas: la mayor parte del humo es monopolio del estado.
Con todo, las empresas occidentales van metiéndose a hurtadillas. Puesto que no pueden hacer mucha propaganda, algunas recurren a la captación subrepticia de clientes. En las películas que China importa de Hong Kong frecuentemente aparecen actores a quienes se paga por fumar, realizando así publicidad encubierta.
Como cada vez reciben más oposición en su país, las prósperas tabacaleras estadounidenses están extendiendo sus tentáculos para captar nuevas víctimas. Todo indica que su arma letal apunta a las naciones en vías de desarrollo.
Como indican los titulares, los especialistas de todo el mundo dan la voz de alarma: “África combate una nueva plaga: el tabaco”. “El humo se vuelve fuego: se dispara en Asia el mercado tabacalero.” “El tabaquismo asiático provocará una epidemia de cáncer.” “El tercer mundo lucha ahora contra el tabaco.”
Aunque el continente africano se ha visto azotado por las sequías, las guerras civiles y el sida, “si dejamos aparte la guerra nuclear y el hambre —señala el Dr. Keith Ball, cardiólogo británico—, el tabaco es la mayor amenaza para la salud futura de África”.
Los agricultores africanos siembran tabaco por encargo de las grandes multinacionales. Talan los árboles, de los que dependen para guisar, calentarse y construir sus casas, y los hacen leña para curar las hojas de tabaco. Los tabacales son más rentables que los huertos. Buena parte de los raquíticos salarios africanos se dedica a cigarrillos. Mientras las familias enflaquecen por la desnutrición, las tabacaleras de Occidente engrosan sus arcas.
África, Europa Oriental e Hispanoamérica son el objetivo de las compañías tabaqueras occidentales, para las que el mundo en desarrollo representa un gigantesco mercado. Pero la populosa Asia es, con diferencia, la mayor mina de oro. Tan solo en China, el número de fumadores —300 millones— supera a la población de Estados Unidos. Fuman 1,6 billones de cigarrillos anuales, un tercio del consumo mundial.
“Los médicos afirman que el auge del tabaco en Asia tiene repercusiones absolutamente terroríficas”, señala The New York Times. Richard Peto calcula que dos de los diez millones de muertes por año que se prevén para las próximas dos o tres décadas ocurrirán en China. Según este mismo experto, 50 millones de niños de ese país pueden morir en el futuro de enfermedades ligadas al tabaco.
El Dr. Nigel Gray resumió así la situación: “China y las naciones de Europa Oriental están condenadas a una gran epidemia de males tabaquistas por culpa de su historial durante las pasadas cinco décadas”.
“¿Es posible que un producto que ocasiona anualmente 400.000 muertes prematuras en Estados Unidos —cuya administración lucha por persuadir a los ciudadanos a deshabituarse— cambie tan pronto cruza las fronteras americanas? —preguntó el Dr. Prakit Vateesatokit, de la Campaña Antitabaco de Tailandia—. ¿Acaso se vuelve irrelevante la salud cuando el producto se exporta al extranjero?”
La expansión del negocio tabaquero tiene al gobierno estadounidense como poderoso aliado. Ambos han tratado de penetrar en los mercados extranjeros, particularmente en los asiáticos. Por años estuvo prohibido vender cigarrillos americanos en Japón, Taiwan, Tailandia y otros países, algunos de los cuales poseían un monopolio estatal. Aunque los grupos antitabaco protestaron por las importaciones, la administración americana amenazó con usar un arma muy persuasiva: las sanciones arancelarias.
Desde 1985, muchos países han sucumbido a la coacción y han dejado entrar un aluvión de cigarrillos de Estados Unidos, cuyas exportaciones de tabaco se elevaron un 75% durante 1988.
Quizá la víctima más lamentable de la guerra tabaquera sea la infancia. Según un estudio mencionado en The Journal of the American Medical Association, “los niños y los adolescentes constituyen el 90% de los nuevos fumadores”.
Según cálculos de la revista U.S.News & World Report, fuman 3,1 millones de adolescentes norteamericanos. Cada día se inician en el hábito 3.000 personas, lo que representa 1.000.000 anual.
La estrella de un anuncio de tabaco es un camello de caricatura amante de juergas y otros placeres, que suele aparecer con un cigarrillo en los labios. A este anuncio se le achaca que los jóvenes muerdan el anzuelo y se esclavicen a la nicotina cuando aún no comprenden su insalubridad. A los tres años de su debut, las ventas de la compañía aumentaron un 64% entre los adolescentes. Según un estudio de la Facultad de Medicina de Georgia (E.U.A.), el 91% de los encuestados de 6 años de edad conocían al giboso fumador.
Otro famoso motivo promocional es el vaquero audaz y muy macho que, según un adolescente, transmite este mensaje: “Cuando fumas, no hay nada que te detenga”. Se afirma que el artículo de consumo más vendido mundialmente es una marca de cigarrillos que acapara al 69% de los fumadores adolescentes y es la más anunciada. Como incentivo, las cajetillas llevan cupones canjeables por pantalones vaqueros, gorras y prendas deportivas juveniles.
Conscientes del irresistible magnetismo de la publicidad, los grupos antitabaco han logrado que en muchos países se prohíba anunciar cigarrillos por radio y televisión. Pero un modo en que los ladinos anunciantes burlan la restricción es colocando estratégicamente sus carteles en los encuentros deportivos. Así, en la retransmisión de un partido, que convoca a muchos jóvenes, puede aparecer su jugador favorito con un enorme anuncio de cigarrillos como fondo.
Asimismo, algunas mujeres se visten astutamente con minifaldas, o con ropa vaquera o de safari, y se apostan en el centro de las ciudades y cerca de los colegios para obsequiar cigarrillos a los muchachos, que caen víctimas de la avidez o de la curiosidad. En los establecimientos de videojuegos, discotecas y conciertos roqueros circulan muestras gratuitas. En cierta ocasión se filtró a la prensa el plan de comercialización de una marca canadiense que aspiraba a captar varones francófonos de 12 a 17 años.
El mensaje es claro: fumar es un placer saludable, viril y popular. “En mi trabajo —señaló un asesor publicitario— hacíamos un gran esfuerzo por inducir a los jóvenes de 14 años a fumar.” Los anuncios de Asia presentan jóvenes occidentales atléticos, pletóricos de salud, divirtiéndose en la playa o en las canchas, pero, cómo no, con un cigarro en los labios. “Los modelos y estilos de vida occidentales forjan un patrón que apetece imitar —comentó cierta publicación de mercadotecnia—, del que nunca se cansan los fumadores asiáticos.”
Los miles de millones de dólares invertidos en publicidad por las tabacaleras han cosechado un gran éxito. Un informe especial publicado en Selecciones del Reader’s Digest indicó que el aumento en la cantidad de fumadores jóvenes es alarmante: “En las islas Filipinas, 22.7 por ciento de la población menor de 18 años fuma. En algunas ciudades latinoamericanas, la proporción es de un asombroso 50 por ciento, y en Hong Kong hay niños de siete años que ya han adquirido el hábito”.
Sin embargo, al tiempo que celebran sus conquistas en el extranjero, los fabricantes constatan con pesar que se avecinan nubarrones en el cielo americano. ¿Podrán capear el temporal?
[Comentario en la página 3]
Se les están muriendo los mejores clientes
[Comentario en la página 5]
Asia alberga los nuevos y humeantes campos de exterminio
[Comentario en la página 6]
Niños y adolescentes constituyen el 90% de los nuevos fumadores
[Fotografías en la página 7]
Refinada modelo asiática y las presas
[Recuadro en la página 4]
Ingredientes del humo letal
Los fabricantes de cigarrillos pueden emplear hasta setecientos aditivos químicos, que la ley les permite mantener en secreto. Se sabe que en la lista figuran metales pesados, insecticidas y pesticidas. Algunos componentes son tan tóxicos que es ilegal arrojarlos a un vertedero. Las gráciles volutas de humo contienen unas cuatro mil sustancias, entre ellas acetona, arsénico, butano, cianuro y monóxido de carbono. Los pulmones del fumador y de quienes lo rodean están expuestos a un mínimo de cuarenta y tres agentes cancerígenos.
[Recuadro en la página 5]
El no fumador corre peligro
¿Trabaja, convive o viaja usted con fumadores empedernidos? De ser así, tal vez sea más propenso al cáncer de pulmón y las afecciones cardíacas. La Agencia de Protección del Medio Ambiente de Estados Unidos publicó un estudio en 1993, en el que llegó a la conclusión de que el humo del tabaco que flota en el ambiente es un carcinógeno del grupo A, el más peligroso. El extenso informe analizó los resultados de treinta estudios sobre el humo de las bocanadas y de las colillas.
Esta agencia atribuye al tabaquismo pasivo 3.000 del total de muertes por cáncer de pulmón que se registran anualmente en su país. La Asociación Médica Estadounidense publicó en junio de 1994 un estudio que corrobora estas conclusiones. Según este, las mujeres que no han fumado nunca pero están expuestas al humo ajeno tienen un 30% más de probabilidades de contraer cáncer de pulmón que otras personas que nunca han consumido tabaco.
En el caso de los niños pequeños, la exposición al humo propicia anualmente entre 150.000 y 300.000 casos de bronquitis y neumonía. Todos los años, entre 200.000 y 1.000.000 de niños norteamericanos tienen síntomas asmáticos agravados por culpa del humo.
La Asociación Estadounidense del Corazón calcula que se producirán 40.000 muertes cada año a causa de enfermedades cardiovasculares precipitadas por el tabaquismo pasivo.