Conmemorando la muerte de Cristo
LA PASCUA de 33 d. de J.C. se acercaba. Por el estudio de la Palabra de su Padre Jesús sabía que su muerte se acercaba. Como el anti típico Cordero pascual él iba a ser sacrificado el día en que la pascua se observaba, y eso mediante el ser empalado en un árbol. (Mat. 26:2; Juan 12:32, 33; 1 Cor. 5:7, NM) Él sabía que su muerte sería en vindicación del nombre de su Padre. Como él también iba a suministrar el precio de rescate para el género humano, era imperativo que él mantuviera su integridad, porque sólo el sacrificio de un hombre perfecto podía redimir lo que un hombre perfecto (Adán) había perdido para su prole.—Deu. 19:21; Job, capítulos 1 y 2; Mat. 20:28; Juan 17:4; 18:37; Heb. 7:26, NM.
Jesús hizo buen uso de esta celebración con sus apóstoles de la última pascua válida grabando muchas verdades vitales en la mente de ellos de diversas maneras. Y para ayudarlos a apreciar mejor lo que su muerte iba a efectuar y lo que se requeriría de ellos él instituyó una celebración conmemorativa que de allí en adelante iba a reemplazar la pascua. Fué adecuadísimo que Cristo Jesús lo hiciera así. ¿No había mandado Jehová la conmemoración de la primera pascua en vista de lo que aconteció en ese tiempo en vindicación de su supremacía y en la liberación de su pueblo, y no estaban por efectuarse ahora una aun mayor vindicación del nombre de Jehová y una liberación aun mayor? Ciertamente que sí.—Éxo. 9:16; 13:1-10, UTA.
“LA CENA DEL SEÑOR”
Concerniente a la institución del memorial de la muerte de Cristo, antes de la cual, incidentalmente, Ju das salió del cuarto superior para traicionar a Jesús, un testigo ocular, el apóstol Mateo, registró: “Mientras todavía comían, Jesús tomó un pan y, después de decir una bendición, lo partió y, dándoselo a los discípulos, él dijo: ‘Tengan, coman. Esto significa mi cuerpo.’ También tomó una copa y, habiendo dado gracias, se la dió a ellos, diciendo: ‘Tomen de ella, todos ustedes; porque esto significa mi “sangre del pacto” que ha de ser derramada a favor de muchos para el perdón de pecados.’”—Mat. 26:26-28, NM.
¿A qué cuerpo se refirió Jesús cuando dijo: “esto significa mi cuerpo”? El apóstol Pablo nos informa, diciendo: “El pan que partimos, ¿no es participar en común del cuerpo del Cristo? Porque hay un solo pan, nosotros, aunque somos muchos, somos un solo cuerpo, porque todos nosotros estamos participando de ese solo pan.” (1 Cor. 10:16, 17, NM) Sí, repetidamente a través de las Escrituras cristianas griegas se habla de la congregación cristiana como el “cuerpo de Cristo.”—Vea Romanos 12:4, 5; 1 Corintios 12:12-27; Efesios 1:22, 23; Colosenses 1:24, NM.
Tocante al beber de la copa en la cena del Señor el apóstol Pablo escribió además: “La copa de bendición que nosotros bendecimos, ¿no es participar en común de la copa del Cristo?” (1 Cor. 10:16, NM) Pero quizás alguien pregunte: Dado que la sangre de Jesús fué derramada para afirmar el nuevo pacto y suministrar perdón de pecados para muchos, ¿cómo puede decirse que sus seguidores participan de ella? Porque en un sentido más grande la copa representó la voluntad de Dios para Jesús, la cual voluntad significó sufrimiento y muerte. Recuerde que él dijo a Pedro en el jardín de Getsemaní: “La copa que el Padre me ha dado, ¿acaso no la he de beber?” Y el que los miembros de su cuerpo participarían en beber esa copa lo aclaró a dos de los apóstoles, Santiago y Juan, diciéndoles: “La copa que yo estoy bebiendo ustedes beberán, y en el bautismo con que estoy siendo bautizado ustedes serán bautizados.”—Mar. 10:39; Juan 18:11, NM.
Sin embargo, la voluntad de Dios no sólo fué que Jesús sufriera y muriera sino también que fuera levantado de entre los muertos y ensalzado a su diestra, y por eso esa copa también se llama apropiadamente una “copa de salvación.” (Sal. 116:12-15) Que esto también aplica al cuerpo de Cristo, Pablo lo aclara: “Porque si hemos sido unidos con él en la semejanza de su muerte, ciertamente seremos unidos con él también en la semejanza de su resurrección.”—Rom. 6:5, NM.
¿QUIÉNES PUEDEN PARTICIPAR?
¿Quiénes pueden participar del pan y la copa en la cena del Señor? ¿Toda persona sin tomar en cuenta su entendimiento, su relación con Dios y Cristo y su manera de proceder, con tal que profese ser cristiana? ¡No, de ninguna manera! El participar es un asunto serio y el que alguien participe cuando no es digno o no tiene derecho a participar trae el juicio de Jehová sobre el tal. Note las palabras de Pablo sobre este punto: “Por consecuencia, cualquiera que come este pan y bebe esta copa del Señor indignamente será culpable con respecto al cuerpo y la sangre del Señor. Que uno primeramente se apruebe a sí mismo después de un escrutinio, y así que coma del pan y beba de la copa. Porque el que come y bebe, come y bebe juicio contra sí mismo si no discierne el cuerpo. Por eso es que muchos entre ustedes están débiles y enfermizos y no pocos están durmiendo en muerte. Pero si discerniéramos lo que somos nosotros mismos, no seríamos juzgados.”—1 Cor. 11:27-31, NM.
Hoy día casi todos los que profesan ser cristianos observan alguna forma de la cena del Señor, ya sea anual, trimestral, mensual, semanal o hasta diariamente, como en la misa. No obstante a pesar de toda esta observancia encontramos a la cristiandad espiritualmente enferma, así como Pablo predijo. (2 Tim. 3:2-5, NM) Seguramente tal extensa enfermedad espiritual indica que muchos no están observando apropiadamente la cena del Señor. Entonces ¿quiénes pueden participar y bajo qué condiciones? Dado que el participar del pan y la copa no sólo significa que uno reconoce lo que Dios y Cristo Jesús hicieron para la vindicación del nombre de Jehová y la salvación de criaturas humanas, sino también significa el que uno participa como miembro del cuerpo de Cristo en sus sufrimientos y muerte, sólo las personas que pueden identificarse como miembros del cuerpo de Cristo podrían participar apropiadamente.
Sólo pueden participar los que pueden decir, como Pablo dijo: “El espíritu mismo da testimonio con nuestro espíritu de que somos hijos de Dios.” Sí, sólo los que han puesto fe en Dios y en el sacrificio de rescate de Cristo, y que se han dedicado a hacer la voluntad de Dios y que luego han tenido despertada en ellos, sobre la base de su estudio de las Escrituras y tratos de Dios con ellos, una esperanza de participar de la gloria celestial con Cristo Jesús, y concerniente a quienes el apóstol Juan escribió: “Amados, ahora somos hijos de Dios, pero aun no se ha manifestado lo que hemos de ser. Sabemos que cuando él sea manifestado nosotros seremos semejantes a él, porque le veremos tal como es.”—Rom. 8:16; 1Juan3:2, NM.
Sin embargo, aun éstos tienen que examinarse para asegurarse de que están cumpliendo con todo lo que se requiere de ellos. No hay mérito particular en el participar de los emblemas mismos, aparte de un acto de obediencia, y por lo tanto el que uno participara del pan y la copa sin vivir en conformidad con lo que estos emblemas representan lo haría culpable de hipocresía. Aunque multitudes innumerables han profesado ser hijos de Dios y abrigar la esperanza de ir al cielo al morir, la Palabra de Dios nos dice en el Apocalipsis, capítulos 7 y 14, que el número que estará con Cristo en su trono en el cielo sólo es 144,000.—Apo. 20:5, 6.
Debido a que sólo los cristianos que tienen esta esperanza celestial pueden participar apropiadamente de la cena del Señor, de los 742,565 que asistieron a su observancia por los testigos de Jehová en 1953 sólo 19,183 participaron del pan y la copa. Los que no participaron se reconocieron como parte de la grande muchedumbre que Juan vió de pie delante del trono con “palmas en sus manos”; aquéllos a quienes Jesús describió como las “otras ovejas, que no son de este redil,” como las “ovejas” que hacen el bien a los hermanos de Cristo y cuya esperanza no es vida divina, inmortal, en los cielos sino vida eterna en un paraíso terrestre donde tendrán el privilegio de llevar a cabo el mandato original dado a Adán y Eva, a saber, ‘llenar de una raza justa la tierra, sojuzgarla y ejercer dominio sobre los animales inferiores.’—Gén. 1:28; Mat. 25:31-46; Juan 10:16; 1 Cor. 15:53, 54; 2 Ped. 1:4; Apo. 7:9; 21:4, NM.
Este año los testigos ungidos de Jehová y sus compañeros de buena voluntad se reunirán el 17 de abril, después de las 18 horas, para celebrar otra vez la cena del Señor, para conmemorar otra vez la muerte de Cristo. Y usted, estimado lector, sea que usted profese ser miembro del cuerpo de Cristo o ser uno cuyas esperanzas son terrestres, está invitado a asistir y recibir una rica bendición.