El aborto... y “la Fuente de la vida”
HOY en día, con la tecnología moderna, los médicos pueden determinar fácilmente el sexo de un feto. Pero, ¿quién puede determinar la clase de persona que será? ¿Quién puede ver lo que será capaz de desarrollar como alma humana viviente? (Génesis 2:7.) El único que puede hacerlo es Jehová Dios, pues él es “la fuente de la vida”. (Salmo 36:9.) Consideremos los siguientes ejemplos bíblicos.
Las leyes patriarcales sobre la herencia se basaban en la supremacía del primogénito. No obstante, cuando Rebeca, la esposa de Isaac, llevaba en su vientre gemelos, Dios le dijo: “El mayor servirá al menor”. Las respectivas vidas de sus dos hijos —Jacob y Esaú— dieron testimonio de que Jehová sabía qué clase de personas serían aun mucho antes de que nacieran. (Génesis 25:22, 23.)
Siglos después un ángel le dijo al sacerdote Zacarías que su esposa Elisabet tendría un hijo y deberían llamarle Juan. Este hijo, al que más tarde se conoció como Juan el Bautista, tuvo el privilegio de preparar el camino para Jesús, el Mesías. La humildad mental era un requisito necesario para cumplir con esta comisión, como Dios bien sabía. (Lucas 1:8-17.)
El feto humano... ¿cuán preciado es?
El rey David reconoció: “Me tuviste [Jehová] cubierto en resguardo en el vientre de mi madre. [...] Tus ojos vieron hasta mi embrión, y en tu libro todas sus partes estaban escritas”. Y esto es igualmente cierto en el caso de cualquiera de nosotros. (Salmo 139:13-16.)
Todo embarazo humano es preciado para “la fuente de la vida”, Jehová Dios. La ley mosaica aclara precisamente cuán preciado es en Éxodo 21:22, 23: “En caso de que unos hombres luchen el uno con el otro y realmente lastimen a una mujer encinta [...], si ocurre un accidente mortal, entonces tienes que dar alma por alma”.
Algunas traducciones de la Biblia vierten este texto de manera que parezca que esta ley se dio para defender a la madre, no al feto. Sin embargo, el texto hebreo original se refiere a un accidente mortal que afectara ya fuera a la madre o al hijo.
La opinión de los cristianos primitivos
Después de la muerte de los apóstoles de Jesucristo en el primer siglo, muchos hombres comentaron sus enseñanzas. Estos no eran escritores inspirados como los de la Biblia, pero sus comentarios son de interés porque reflejan el pensar religioso de su tiempo en cuanto a esta importante cuestión. A continuación se recogen unos extractos.
Carta de Bernabé, capítulo 19:5 (c. 100-132 E.C.)
“No debes matar al niño provocando un aborto; ni tampoco debes destruirlo después de nacer.”
La Didaché, o Enseñanza de los Doce Apóstoles (c. 150 E.C.)
“Este es el Camino de la Vida: [...] No debes matar al niño que está en la matriz ni asesinar a un recién nacido.”
Tertuliano: Apología contra los gentiles, capítulo 9, pág. 39 (c. 197 E.C.)
“La ley que una vez nos prohíbe el homicidio, nos manda no descomponer en el vientre de la madre las primeras líneas con que la sangre dibuja la organización del hombre, que es anticipado homicidio impedir el nacimiento. No se diferencia matar al que ya nació y desbaratar al que se apareja para nacer; que también es hombre el que lo comienza a ser.”
Basilio: Carta a Anfíloco (347 E.C.)
“La mujer que deliberadamente destruye un feto tiene que pagar la pena por asesinato. Y para nosotros es inadmisible cualquier sutil distinción entre si el feto estaba ya formado o no.”
El punto de vista cristiano
Un aborto espontáneo o malparto es algo que puede suceder en cualquier momento debido a la imperfección humana o a un accidente. Sin embargo, un aborto provocado deliberadamente sólo para impedir el nacimiento de una criatura no deseada es una cuestión diferente. Según las Escrituras, como hemos visto, eso corresponde a quitar voluntariamente la vida humana.
¿Quién es “Aquel que tiende la tierra y su producto, Aquel que da aliento a la gente sobre ella, y espíritu a los que andan en ella”? No es ningún hombre sino la Fuente de toda la vida: Jehová Dios. (Isaías 42:5.) La capacidad que Dios nos ha dado de transmitir la vida a nuestra prole es un privilegio preciado por el que, como en todas las cosas, “cada uno de nosotros rendirá cuenta de sí mismo a Dios”. (Romanos 14:12.)
[Reconocimiento en la página 15]
H. Armstrong Roberts
[Recuadro en la página 14]
Un embarazo con final feliz
En 1973 apareció en La Atalaya, la revista compañera de ¡Despertad!, un artículo breve en cuanto al punto de vista bíblico sobre el aborto. Dos estudiantes jóvenes lo leyeron. La muchacha estaba encinta, y ambos estaban de acuerdo en que abortara. Pero el artículo les hizo pensar y, como resultado, decidieron tener el hijo.
Recientemente los testigos de Jehová volvieron a ponerse en contacto con el esposo, y él dijo: “Tengo en alta estima su literatura bíblica. Es debido a aquel impresionante artículo que mi esposa y yo nos sentimos orgullosos de ser ahora ¡los padres de una encantadora hija de trece años!”.
El que su decisión se basase en la Biblia fue verdaderamente recompensador para ellos.