Capítulo 29
“Objeto de odio de parte de todas las naciones”
LA ÚLTIMA noche que Jesús pasó con sus apóstoles antes de morir, les recordó: “El esclavo no es mayor que su amo. Si ellos me han perseguido a mí, a ustedes también los perseguirán; si ellos han observado mi palabra, también observarán la de ustedes. Mas todas estas cosas las harán contra ustedes por causa de mi nombre, porque ellos no conocen al que me ha enviado”. (Juan 15:20, 21.)
Jesús no se refería únicamente a casos aislados de intolerancia. Solo tres días antes había dicho: “Serán objeto de odio de parte de todas las naciones por causa de mi nombre”. (Mat. 24:9.)
Sin embargo, Jesús aconsejó a sus seguidores que no recurrieran al uso de armas carnales al encararse con persecución. (Mat. 26:48-52.) No podían injuriar a sus perseguidores ni vengarse. (Rom. 12:14; 1 Ped. 2:21-23.) ¿No era posible que hasta los perseguidores se hicieran creyentes algún día? (Hech. 2:36-42; 7:58–8:1; 9:1-22.) Había que dejar el ajuste de cuentas en manos de Dios. (Rom. 12:17-19.)
Es bien conocido que el gobierno romano persiguió implacablemente a los cristianos primitivos. Sin embargo, es también notable que los principales perseguidores de Jesucristo fueron los guías religiosos y que, a instancias suyas, el gobernador romano Poncio Pilato hizo ejecutar a Jesús. (Luc. 23:13-25.) Así mismo, tras la muerte de Jesús los guías religiosos estuvieron a la vanguardia de los que perseguían a Sus discípulos. (Hech. 4:1-22; 5:17-32; 9:1, 2.) ¿No se ha seguido ese mismo proceder más recientemente?
El clero convoca un debate público
Al haber aumentado la circulación de los escritos de C. T. Russell hasta alcanzar decenas de millones de ejemplares en muchos idiomas, no era fácil que el clero católico y protestante hiciera caso omiso de lo que él decía. Irritado por la denuncia de sus enseñanzas antibíblicas y frustrado por la pérdida de feligreses, gran parte del clero criticó desde el púlpito los escritos de Russell. Ordenaron a su grey que no aceptara las publicaciones que distribuían los Estudiantes de la Biblia. Algunos trataron de inducir a las autoridades a poner coto a su obra. En algunos lugares de Estados Unidos —como Tampa (Florida), Rock Island (Illinois), Winston-Salem (Carolina del Norte) y Scranton (Pensilvania)— supervisaron la quema pública de libros escritos por Russell.
Algunos clérigos creyeron que era necesario contrarrestar la influencia de Russell denunciándolo en un debate público. Un grupo de ellos que vivía cerca de su centro de actividades eligió como portavoz al Dr. E. L. Eaton, pastor de la Iglesia Metodista Episcopaliana de North Avenue, en Allegheny (Pensilvania). En 1903 Eaton invitó al hermano Russell a un debate público, y él accedió.
Se plantearon seis proposiciones: El hermano Russell afirmaba, pero el Dr. Eaton negaba, que las almas de los difuntos están inconscientes; que el “segundo advenimiento” de Cristo precede al Milenio y que ambos acontecimientos (el “segundo advenimiento” y el Milenio) tienen por objeto bendecir a todas las familias de la Tierra; también, que solo los santos de la “edad del Evangelio” son levantados en la primera resurrección, aunque grandes multitudes tendrán la oportunidad de salvarse en una resurrección posterior. El Dr. Eaton afirmaba, pero el hermano Russell negaba, que tras la muerte no habría ningún período de prueba para nadie; que todos los que se salven irán al cielo; y que los inicuos incorregibles sufrirán eternamente. En torno a estas proposiciones se celebró en 1903 una serie de seis debates en el Carnegie Hall de Allegheny, con un auditorio repleto en todas las ocasiones.
¿Por qué se propusieron los debates? En un análisis histórico retrospectivo, Albert Vandenberg escribió: “En cada debate servía de moderador un ministro de una confesión protestante diferente. Además, pastores de diversas iglesias de la zona se sentaban en la tribuna con el reverendo Eaton, supuestamente para respaldarle textual y moralmente. [...] La formación de esta alianza clerical protestante, aunque fuera extraoficial, revelaba miedo al potencial de Russell de convertir a miembros de sus confesiones”. (“Charles Taze Russell: Pittsburgh Prophet, 1879-1909”, publicado en The Western Pennsylvania Historical Magazine, enero de 1986, página. 14.)
Hubo relativamente pocos debates de este tipo. No resultaron en lo que se había propuesto la alianza de clérigos. Algunos miembros de la congregación del Dr. Eaton, impresionados por lo que oyeron en la serie de debates de 1903, abandonaron la iglesia de este y se unieron a los Estudiantes de la Biblia. Hasta cierto clérigo del auditorio reconoció que Russell había ‘dirigido la manguera al infierno y apagado el fuego’. No obstante, el propio hermano Russell opinaba que se servía mejor a la causa de la verdad si, en vez de debatir, se dedicaba el tiempo y las energías a otras actividades.
El clero no dejó de atacar. En los discursos que pronunció el hermano Russell en Dublín (Irlanda) y en Otley (Yorkshire, Inglaterra), situaron individuos en el auditorio para que gritaran objeciones y calumnias contra el hermano Russell. Este supo manejar con pericia los contratiempos y siempre validó sus respuestas con la Biblia.
Clérigos protestantes de diversas confesiones formaban la hoy llamada Alianza Evangélica. Sus representantes de muchos países emprendieron una campaña contra Russell y los que distribuían sus escritos. Por ejemplo, en Texas (E.U.A.), los Estudiantes de la Biblia notaron que todos los predicadores, hasta los de aldeas y distritos rurales, iban armados con las mismas calumnias contra Russell y las mismas tergiversaciones de su enseñanza.
Sin embargo, a veces los ataques contra Russell tuvieron resultados que el clero no esperaba. Un predicador de New Brunswick (Canadá) habló mal de Russell desde el púlpito ante un auditorio en el que se hallaba un hombre que había leído algunos escritos del hermano Russell. A este hombre le molestó que el pastor recurriera al uso de mentiras premeditadas. A la mitad del sermón se puso de pie, tomó a su esposa de la mano y dijo a sus siete hijas, que cantaban en el coro: “¡Vengan, niñas, nos vamos a casa!”. Salieron los nueve, mientras el ministro veía marcharse al principal contribuyente de la iglesia, el hombre que la había construido. La congregación no tardó en disolverse, y el predicador se fue.
Se valen de burla y calumnias
Con el objetivo de eliminar a toda costa la influencia de C. T. Russell y sus colaboradores, el clero puso en duda que Russell fuera un ministro cristiano. Por razones parecidas, los líderes religiosos judíos del siglo I trataron a los apóstoles Pedro y Juan como “hombres iletrados y del vulgo”. (Hech. 4:13.)
El hermano Russell no era licenciado en teología de ningún seminario de la cristiandad. No obstante, dijo con valentía: “Desafiamos [a los clérigos] a demostrar que han recibido la ordenación Divina o que siquiera piensan en ello. Piensan tan solo en una ordenación o autorización sectaria por sus propias sectas o facciones. [...] Dios ordena o autoriza a un hombre a predicar cuando le imparte el Espíritu Santo. Todo el que ha recibido el Espíritu Santo ha recibido el poder y la autoridad de enseñar y predicar en el nombre de Dios. El que no haya recibido el Espíritu Santo no tiene autoridad ni sanción Divina para predicar”. (Isa. 61:1, 2.)
A fin de perjudicar la reputación de Russell, algunos clérigos predicaron y publicaron falsedades crasas acerca de él. Una muy empleada —aun hoy día— se refiere a su situación matrimonial. Tratan de dar a entender que Russell era inmoral. ¿Cuál es la realidad?
En 1879 Charles Taze Russell se casó con Maria Frances Ackley. Tuvieron un buen matrimonio durante trece años. Su relación empezó a ser socavada por personas que adularon a Maria y apelaron a su orgullo; pero cuando ella se percató de las intenciones de aquellas personas, pareció recobrar el juicio. En la ocasión en que un ex colaborador propagó calumnias contra el hermano Russell, ella le llegó a pedir permiso a su esposo para visitar algunas congregaciones y defenderlo, pues lo habían acusado de maltratarla. Sin embargo, parece que la buena acogida que recibió en aquel viaje de 1894 contribuyó a que fuera modificando el concepto que tenía de sí misma. Trató de aumentar su influencia en lo que se publicaría en la revista Watch Tower.a Cuando se dio cuenta de que no se publicaría ningún escrito suyo a menos que su esposo, el director de la revista, concordara con lo que decía (atendiendo a que estuviera en consonancia con las Escrituras), se sintió muy molesta. Aunque él trató de darle toda la ayuda posible, en noviembre de 1897 ella lo abandonó. Aun así, él le dio vivienda y manutención. Años después, en 1908, ella, como resultado del proceso judicial que había iniciado en 1903, obtuvo el divorcio, aunque no total, sino solo a mensa et thoro (“de mesa y tálamo”, es decir, parcial), con derecho a pensión.
Al no lograr que su esposo se plegara a sus demandas, después de abandonarlo trató a toda costa de difamarlo. En 1903 publicó un tratado en el que en vez de presentar verdades bíblicas dio una imagen muy desfigurada del hermano Russell. Intentó reclutar pastores de diversas confesiones para que lo distribuyeran en los lugares donde los Estudiantes de la Biblia estuvieran celebrando reuniones especiales. Hay que decir en favor de los pastores que pocos se dejaron manipular así. Sin embargo, otros clérigos han mostrado desde entonces una actitud diferente.
Anteriormente, Maria Russell había condenado de palabra y por escrito a los que acusaban al hermano Russell de la conducta impropia que ella misma ahora le achacaba. Algunos opositores religiosos de Russell se han valido de declaraciones infundadas del proceso de 1906 (y que fueron tachadas de las actas por orden del tribunal) para publicar acusaciones que lo pintan como un hombre inmoral y por ende indigno de ser ministro de Dios. Sin embargo, las actas dejan claro que estas acusaciones son falsas. El propio abogado de la señora Russell le preguntó si creía que su esposo era culpable de adulterio. Su respuesta fue: “No”. Es notable, asimismo, que cuando ella presentó los cargos contra su esposo ante un comité de ancianos cristianos en 1897 no hizo mención alguna de las acusaciones que levantó posteriormente en el tribunal con el fin de persuadir al jurado a concederle el divorcio, pese a que los presuntos incidentes ocurrieron antes de aquella reunión con el comité.
Nueve años después de haber llevado la señora Russell por primera vez el asunto a los tribunales, el juez James Macfarlane escribió una carta en la que contestaba a un particular que solicitaba una copia de las actas del tribunal para que un colaborador suyo desenmascarara a Russell. El juez le dijo francamente que lo que deseaba sería una pérdida de tiempo y dinero. La carta decía: “El fundamento de la solicitud de ella y de la decisión dictada tras el veredicto del jurado fue ‘indignidades’, no adulterio, y el testimonio no indica, a mi entender, que Russell llevara ‘una vida adúltera con una cómplice’. En realidad, no hubo ninguna cómplice del demandado”.
La propia Maria Russell acabó admitiéndolo, aunque demasiado tarde, en el funeral del hermano Russell, que tuvo lugar en el Carnegie Hall de Pittsburgh en 1916. Cubierta con un velo, caminó por el pasillo hasta llegar al féretro, donde depositó un ramillete de lirios del valle, con un lazo que decía: “A mi amado esposo”.
Es evidente que el clero se ha valido de tácticas de la misma calaña que las de sus colegas del siglo I. En aquel entonces trataron de difamar a Jesús acusándole de comer con pecadores y de ser pecador y blasfemo. (Mat. 9:11; Juan 9:16-24; 10:33-37.) Estas imputaciones no cambiaron la realidad acerca de Jesús; tan solo identificaron a los que recurrieron a calumnias de ese tipo —y lo mismo se puede decir de los que emplean estratagemas similares en la actualidad— como hijos de su padre espiritual, el Diablo, cuyo nombre significa “Calumniador”. (Juan 8:44.)
Se aprovechan del furor bélico para lograr sus objetivos
La fiebre nacionalista que cundió por el mundo durante la primera guerra mundial fue una nueva arma contra los Estudiantes de la Biblia. Las jerarquías católica y protestante podían encubrir su enemistad bajo un manto de patriotismo. Se aprovecharon de la histeria de la guerra para tildar a los Estudiantes de la Biblia de sediciosos, acusación idéntica a la que lanzaron contra Jesucristo y el apóstol Pablo los guías religiosos de la Jerusalén del siglo I. (Luc. 23:2, 4; Hech. 24:1, 5.) Claro, para hacer esta acusación los clérigos tuvieron que ser defensores activos del esfuerzo bélico, algo que a la mayoría no pareció importarle en absoluto, a pesar de que significaba enviar a los jóvenes a matar a sus correligionarios de otros países.
En julio de 1917, ya muerto el hermano Russell, la Sociedad Watch Tower publicó el libro The Finished Mystery (El misterio terminado), un comentario de Revelación (Apocalipsis), Ezequiel y El Cantar de los Cantares. Este libro denunciaba sin ambages la hipocresía del clero de la cristiandad. Se distribuyó extensamente en un período relativamente breve. A finales de diciembre de 1917 y comienzos de 1918, los Estudiantes de la Biblia de Estados Unidos y Canadá también emprendieron la distribución de 10.000.000 de ejemplares del ardiente mensaje que aparecía en el tratado The Bible Students Monthly (Mensuario de los Estudiantes de la Biblia). Este tratado de cuatro páginas, del tamaño de un periódico pequeño, se titulaba “La caída de Babilonia” y llevaba el subtítulo “Por qué tiene que sufrir ahora la cristiandad. El resultado final”. Identificaba al conjunto de organizaciones religiosas católicas y protestantes como la Babilonia moderna que debe caer en breve. Para apoyar lo que afirmaba, reproducía un comentario del libro The Finished Mistery referente a profecías que expresaban la condena divina de la “Babilonia mística”. En la última página aparecía un dibujo satírico de un muro desmoronándose. Sus enormes piedras llevaban inscritas frases como “Doctrina de la Trinidad (‘3 × 1 = 1’)”, “Inmortalidad del alma”, “Teoría del tormento eterno”, “Protestantismo: credos, clero, etc.”, “Papismo: papas, cardenales, etc.”, y todas se derrumbaban.
Los eclesiásticos montaron en cólera por esta denuncia, como ocurrió cuando Jesús denunció la hipocresía del clero judío. (Mat. 23:1-39; 26:3, 4.) El clero de Canadá reaccionó con rapidez. En enero de 1918 más de seiscientos clérigos canadienses suscribieron una petición al gobierno en la que solicitaron que se prohibieran las publicaciones de la Asociación Internacional de Estudiantes de la Biblia. Según informó el periódico Winnipeg Evening Tribune, después de que Charles G. Paterson, pastor de la Iglesia de St. Stephen, en Winnipeg, denunció desde el púlpito el tratado The Bible Students Monthly, que contenía el artículo “La caída de Babilonia”, el ministro de Justicia Johnson se puso en contacto con él para obtener un ejemplar. Poco después, el 12 de febrero de 1918, un decreto del gobierno canadiense convirtió en delito con pena de multa y prisión la posesión del libro The Finished Mystery o del tratado que se muestra arriba.
Aquel mismo mes, el 24 de febrero, el hermano Rutherford, recién elegido presidente de la Sociedad Watch Tower, habló en el “Temple Auditorium” de Los Ángeles (California, E.U.A.). El tema era fascinante: “El mundo ha terminado: Millones que ahora viven quizás nunca mueran”. Entre las pruebas de que el mundo tal como se había conocido hasta entonces había terminado en 1914, señaló a la guerra en curso, con la secuela del hambre, y mostró que era parte de la señal que predijo Jesús. (Mat. 24:3-8.) Luego enfocó la atención en el clero y dijo:
“Según muestran las Escrituras, los clérigos son, como clase, los hombres más reprensibles de la Tierra por la gran guerra que hoy aflige a la humanidad. Durante mil quinientos años han enseñado la doctrina satánica de que los reyes gobiernan por derecho divino. Han mezclado la política y la religión, el estado y la iglesia; han sido desleales a su privilegio encomendado por Dios de proclamar el mensaje del reino del Mesías, y se han dedicado a hacer creer a los gobernantes que el rey rige por derecho divino, de forma que todo lo que hace está bien.” Luego explicó las consecuencias de esta enseñanza: “Los ambiciosos reyes de Europa se armaron para la guerra, pues deseaban apoderarse del territorio de otros pueblos; y el clero les dio una palmadita en la espalda y les dijo: ‘Adelante, no podéis equivocaros; todo lo que hagáis está bien’”. Sin embargo, los clérigos europeos no eran los únicos que actuaban así, como bien sabían los predicadores estadounidenses.
Al día siguiente se publicó un amplio informe de este discurso en el periódico Morning Tribune, de Los Ángeles. El clero se enfureció tanto que la asociación de ministros religiosos se reunió aquel mismo día y envió a su presidente para que comunicara a los directores del periódico su más profunda indignación. Tras esto, hubo un período en que miembros del servicio secreto del gobierno estuvieron importunando de continuo en las oficinas de la Sociedad Watch Tower.
Durante esta fase de exaltación nacionalista se celebró en Filadelfia (Estados Unidos) una conferencia de clérigos en la que se adoptó una resolución que pedía la revisión de la Ley contra el Espionaje a fin de que a los presuntos infractores se les hiciera un consejo de guerra, lo que podría resultar en la pena capital. Se eligió a John Lord O’Brian, ayudante especial del ministro de Justicia en lo referente a actividades bélicas, para que presentara el asunto en el Senado. El presidente estadounidense no permitió que se aprobara aquel proyecto de ley. No obstante, en un arrebato de cólera, el general de división James Franklin Bell, del ejército de Estados Unidos, reveló a J. F. Rutherford y W. E. Van Amburgh lo que había ocurrido en la conferencia y el hecho de que se planeaba emplear aquella ley contra los principales directores de la Sociedad Watch Tower.
Los archivos oficiales del gobierno estadounidense revelan que, por lo menos desde el 21 de febrero de 1918, John Lord O’Brian estuvo directamente implicado en el intento de procesar a los Estudiantes de la Biblia. Las Actas del Congreso del 24 de abril y del 4 de mayo contienen memorandos de John Lord O’Brian en los que explica ardorosamente que si la ley permitía expresarse tocante a “lo que es verdad, si se hace con buenos motivos y con fines justificables”, como decía la llamada “Enmienda France” a la Ley contra el Espionaje, ratificada por el Senado estadounidense, él no lograría encausar a los Estudiantes de la Biblia.
En Worcester (Massachusetts), el “reverendo” B. F. Wyland se aprovechó aún más del furor bélico afirmando que los Estudiantes de la Biblia difundían propaganda en favor del enemigo. Publicó en el Daily Telegram un artículo en el que decía: “Uno de los deberes patrióticos que ustedes deben asumir como ciudadanos es proscribir a la Asociación Internacional de Estudiantes de la Biblia, con sede en Brooklyn. Al amparo de la religión, han distribuido en Worcester propaganda alemana con la venta del libro ‘The Finished Mystery’”. Sin contemplaciones, dijo a las autoridades que tenían el deber de arrestar a los Estudiantes de la Biblia e impedir que siguieran reuniéndose.
Durante la primavera y el verano de 1918 tuvo lugar una gran persecución de los Estudiantes de la Biblia en América del Norte y Europa. Entre los instigadores había clérigos de las Iglesias Bautista, Metodista, Episcopaliana, Luterana y Católica, y de otras. Las autoridades confiscaban las publicaciones bíblicas sin orden de registro, y muchos Estudiantes de la Biblia fueron encarcelados. A otros los persiguieron chusmas, los golpearon, azotaron y emplumaron con brea, o les rompieron las costillas o hasta los decapitaron. Algunos quedaron tullidos. Hombres y mujeres cristianos fueron encarcelados sin acusación ni juicio. La revista The Golden Age del 29 de septiembre de 1920 relata más de cien de estas atrocidades.
Acusados de espionaje
El golpe maestro se produjo el 7 de mayo de 1918, fecha en que en Estados Unidos se dieron las órdenes federales de detener a J. F. Rutherford, presidente de la Watch Tower Bible and Tract Society, y a sus colaboradores más allegados.
El día anterior se habían entablado en Brooklyn (Nueva York) dos procesos contra el hermano Rutherford y sus colaboradores. Si con uno de los procesos no se hubieran obtenido los fines perseguidos, se podría haber intentado con el otro. El primero, en el que se presentaban cargos contra el mayor número de particulares, comprendía cuatro acusaciones: dos los inculpaban de conspirar para infringir la Ley contra el Espionaje del 15 de junio de 1917, y las otras dos de tratar de llevar a cabo sus planes ilegales o de haberlos realizado. Se alegó que conspiraban para crear insubordinación y negativas al cumplimiento del deber en las fuerzas armadas de Estados Unidos y para obstaculizar el reclutamiento e inscripción de hombres para tal servicio en un tiempo en que la nación estaba en guerra. También se alegó que habían tratado de efectuar estas dos cosas o incluso las habían realizado. En el primer proceso se hacía mención específica de la edición y distribución del libro The Finished Mystery. El segundo proceso interpretaba como contrario a los intereses de Estados Unidos el envío a Europa de un cheque (que había de utilizarse para la educación bíblica en Alemania). Cuando se llevó a los acusados ante el tribunal, se siguió el primer proceso, el que constaba de cuatro cargos.
En Scranton (Pensilvania) aún quedaba pendiente otro proceso contra C. J. Woodworth y J. F. Rutherford con referencia a la Ley contra el Espionaje. No obstante, según una carta de John Lord O’Brian, con fecha 20 de mayo de 1918, algunos miembros del Departamento de Justicia temían que Witmer, el juez de distrito estadounidense que vería el caso, no iba a concordar con que se hubieran valido de la Ley contra el Espionaje para proscribir las actividades de personas que, por razón de sus convicciones religiosas sinceras, hubieran dicho cosas que otros podrían interpretar como propaganda antibélica. Por lo tanto, el Departamento de Justicia dejó pendiente el proceso de Scranton, en espera del resultado del de Brooklyn. Además, el gobierno dirigió los asuntos de modo que el juez Harland B. Howe, de Vermont —de quien John Lord O’Brian sabía que compartía su criterio en este tipo de asuntos—, fuera el juez del Tribunal de Distrito de Estados Unidos, sección oriental de Nueva York. El caso se vio el 5 de junio, y actuaron de fiscales Isaac R. Oeland y Charles J. Buchner, este último católico. Durante el juicio, el hermano Rutherford observó a sacerdotes católicos consultando frecuentemente con Buchner y Oeland.
Al proseguir la causa se indicó que los directores principales de la Sociedad y los compiladores del libro no tenían ninguna intención de estorbar las actividades bélicas del país. Durante el juicio se presentaron pruebas de que los planes para escribir el libro —e incluso la redacción de la mayor parte del texto— se habían hecho antes de que Estados Unidos declarara la guerra (el 6 de abril de 1917) y pruebas de que el contrato para publicarlo se había firmado antes de que Estados Unidos hubiera promulgado la ley (el 15 de junio) que presuntamente se había violado.
La parte acusadora señaló a las añadiduras que se habían hecho al libro en abril y junio de 1917, durante la preparación de la copia y la lectura de las pruebas. Entre ellas había una cita de John Haynes Holmes, un clérigo que había declarado con vehemencia que la guerra iba en contra del cristianismo. Como indicó uno de los abogados de la defensa, los comentarios de este clérigo, publicados con el título de A Statement to My People on the Eve of War (Declaración a mi pueblo en vísperas de la guerra), aún estaban a la venta en Estados Unidos para el tiempo del juicio. Ni al clérigo ni al editor se les estaba sometiendo a juicio por aquello. Sin embargo, a los Estudiantes de la Biblia, que habían citado de aquel sermón, se les consideraba culpables por los sentimientos que este manifestaba.
El libro no les decía a los hombres del mundo que no tenían derecho a guerrear. Sin embargo, al explicar la profecía reproducía extractos de la revista The Watch Tower de 1915 para mostrar la inconsecuencia de los que decían ser ministros de Cristo pero hacían de reclutadores para las naciones en contienda.
Al tenerse noticia de que el gobierno ponía reparos al libro, el hermano Rutherford mandó de inmediato un telegrama al impresor para detener la producción, y al mismo tiempo envió a un representante de la Sociedad a la sección de servicios secretos del ejército estadounidense para averiguar cuál era la objeción. Al enterarse de que se objetaba a las páginas 247 a 253 debido a la guerra que entonces estaba en marcha, la Sociedad dio instrucciones de que se cortaran esas páginas de todos los libros antes de ofrecerlos al público. Además, cuando el gobierno notificó a los fiscales de distrito que el seguir distribuyendo el libro se consideraría una infracción de la Ley contra el Espionaje (a pesar de que el gobierno había rehusado expresar su parecer a la Sociedad tocante al libro en su forma alterada), la Sociedad mandó suspender su distribución pública.
¿Por qué un castigo tan severo?
A pesar de todo esto, el 20 de junio de 1918 el jurado dio su veredicto: consideraba a cada uno de los acusados culpable de todos los cargos. Al día siguiente, sieteb de ellos fueron sentenciados, cada uno a cuatro condenas de veinte años, que debían cumplirse al mismo tiempo. El 10 de julio se sentenció al octavoc a cuatro condenas simultáneas de diez años. ¿Fueron severas aquellas sentencias? En una nota al ministro de Justicia, con fecha 12 de marzo de 1919, el presidente de Estados Unidos, Woodrow Wilson, admitió: “Las condenas son claramente excesivas”. De hecho, ni siquiera el hombre que había disparado contra el príncipe heredero del imperio austrohúngaro —incidente que desencadenó los sucesos que llevaron a las naciones a la I Guerra Mundial— había recibido una condena tan severa. La sentencia de este fue de veinte años de prisión, no cuatro condenas de veinte años, como en el caso de los Estudiantes de la Biblia.
¿Qué motivo había tras la imposición de condenas tan severas a los Estudiantes de la Biblia? El juez Harland B. Howe declaró: “En opinión del Tribunal, la propaganda religiosa que con tanta vehemencia han defendido y difundido los acusados por toda la nación, y también entre nuestros aliados, supone un peligro mucho mayor que una división del ejército alemán. [...] El predicador religioso suele tener gran influencia, tanto más si es sincero. Este hecho, en vez de mitigar el mal que han cometido, lo agrava. Por lo tanto, como la única medida prudente que se puede adoptar con estas personas, el Tribunal ha decidido que el castigo debe ser severo”. También es de interés que, antes de dictar sentencia, el juez Howe dijo que las declaraciones de los abogados en favor de los acusados no solo habían puesto en tela de juicio y tratado ásperamente al personal jurídico del gobierno, sino a “todos los ministros [religiosos] del país”.
Se apeló inmediatamente de la sentencia al tribunal de apelación del circuito. Sin embargo, el juez Howed denegó sin justificación la libertad bajo fianza hasta que se escuchara la apelación, y el 4 de julio, antes de poder oírse una tercera y última solicitud de libertad bajo fianza, los siete primeros hermanos fueron trasladados con presteza a la penitenciaría federal de Atlanta (Georgia). Posteriormente se demostró que se habían cometido 130 errores de proceso en aquel juicio tan parcial. La preparación de los documentos para la audiencia de la apelación tomó varios meses. Entretanto, terminó la guerra. El 19 de febrero de 1919 los ocho hermanos encarcelados solicitaron el indulto presidencial de Woodrow Wilson. Muchos ciudadanos enviaron cartas en las que pedían al nuevo ministro de Justicia la liberación de los hermanos. El 1 de marzo de 1919, en respuesta a una consulta del ministro de Justicia, el juez Howe recomendó la “conmutación inmediata” de las sentencias. Aunque esta medida habría reducido las condenas, también habría confirmado la culpabilidad de los acusados. Antes de que se diera este paso, los abogados de los hermanos hicieron que se presentara una orden judicial al fiscal del gobierno, lo que resultó en que se llevara el caso al tribunal de apelación.
Acabada ya la guerra, el 21 de marzo de 1919 —nueve meses después de ser sentenciados Rutherford y sus colaboradores— el tribunal de apelación decretó la libertad bajo fianza para los ocho acusados, y el 26 de marzo se les puso en libertad en Brooklyn con el pago de una fianza de 10.000 dólares cada uno. El 14 de mayo de 1919 el tribunal de apelación del circuito de Nueva York dictaminó: “Los acusados de este proceso no tuvieron el juicio equilibrado e imparcial al que tenían derecho, y por esta razón se revoca la sentencia”. La causa quedó pendiente de un nuevo juicio. Sin embargo, el 5 de mayo de 1920, después que los acusados comparecieron en cinco ocasiones ante el tribunal en respuesta a las citaciones que recibieron, el fiscal del gobierno, en juicio público celebrado en Brooklyn, anunció la retirada de los cargos.e ¿Por qué? Según muestra la correspondencia que se guarda en los Archivos Nacionales de Estados Unidos, el Ministerio de Justicia temía que si se presentaban los hechos ante un jurado imparcial, una vez desaparecida la histeria de la guerra, se perdería el caso. El fiscal del gobierno L. W. Ross, declaró en una carta al ministro de Justicia: “A mi juicio, sería mejor para nuestras relaciones con el público que de nuestra propia iniciativa” declarásemos que no es necesario seguir con el proceso.
El mismo día, 5 de mayo de 1920, fue desestimado el otro proceso que se había entablado contra J. F. Rutherford y cuatro de sus colaboradores en mayo de 1918.
¿Quiénes fueron los verdaderos instigadores?
¿Fueron instigadas por el clero todas estas acciones? John Lord O’Brian negó que fuera así. Pero los que vivieron en aquellos años conocían bien los hechos. El 22 de marzo de 1919 el periódico Appeal to Reason, publicado en Girard (Kansas), escribió la siguiente protesta: “Seguidores del pastor Russell, procesados por la malevolencia del clero ‘ortodoxo’, fueron condenados y encarcelados sin libertad bajo fianza, aunque hicieron todo lo posible por ajustarse a la Ley contra el Espionaje. [...] Declaramos que, sin importar si la Ley contra el Espionaje era o no era constitucional en sentido técnico o moralmente justificable, se obró mal al ampararse en ella para encarcelar a estos seguidores del pastor Russell. Un estudio imparcial de las pruebas convencería enseguida a cualquiera de que ellos no solo no tenían la intención de infringir la ley, sino que no la infringieron”.
Años más tarde, el Dr. Ray Abrams comentó en el libro Preachers Present Arms (Los predicadores presentan armas): “Es significativo que tantos clérigos adoptaran una postura agresiva al tratar de librarse de los russelistas [apodo dado a los Estudiantes de la Biblia]. Disputas religiosas y odios de antaño, que no recibieron ninguna consideración en los tribunales cuando había paz, se introdujeron en la sala del tribunal bajo la influencia de la histeria bélica”. También explicó: “Un análisis de todo el caso lleva a la conclusión de que las iglesias y el clero estuvieron originalmente detrás del movimiento encaminado a acabar con los russelistas” (páginas 183-185).
No obstante, el fin de la guerra no acabó con la persecución de los Estudiantes de la Biblia. Tan solo abrió una nueva era de persecuciones.
Los sacerdotes presionan a la policía
Terminada la guerra, el clero agitó otras cuestiones con el fin de paralizar, si podía, la actividad de los Estudiantes de la Biblia. Durante los años veinte en la católica Baviera y en otras partes de Alemania instigó en numerosas ocasiones a las autoridades para que los arrestaran al amparo de las leyes de venta ambulante. Pero cuando los casos llegaban a los tribunales de apelación, los jueces solían fallar en favor de los Estudiantes de la Biblia. Después de haber recibido los tribunales una avalancha de miles de estos casos, en 1930 el Ministerio del Interior finalmente emitió una circular que pedía a los oficiales de la policía que no tomaran acción legal contra los Estudiantes de la Biblia amparándose en las leyes de venta ambulante. Así, durante un breve período de tiempo cesó la presión que venía de esta fuente, y los testigos de Jehová estuvieron extraordinariamente activos en el campo alemán.
En aquellos años el clero también tenía mucha influencia en Rumania. Consiguió que se publicaran decretos que proscribían la literatura y las actividades de los testigos de Jehová. Aun así, los sacerdotes temían que la gente leyera las publicaciones que ya tenía y se enterara de las enseñanzas antibíblicas y las afirmaciones fraudulentas de la Iglesia. Para impedir esto, los sacerdotes fueron de casa en casa con los gendarmes a fin de conseguir las publicaciones que habían distribuido los testigos de Jehová. Hasta preguntaban a inocentes niños pequeños si sus padres habían aceptado tales publicaciones. Si hallaban alguna, amenazaban a las personas con golpearlas y encarcelarlas si volvían a aceptarlas. En algunos pueblos, el sacerdote era también alcalde y juez de paz, así que al que no cumplía sus mandatos se le hacía muy poca justicia.
El historial de algunos funcionarios estadounidenses que accedieron a los deseos del clero no es mejor. Por ejemplo, en 1936, tras la visita del obispo católico O’Hara a La Grange (Georgia), el alcalde y el fiscal de la ciudad mandaron arrestar a decenas de testigos de Jehová. Durante su encarcelamiento se les hizo dormir junto a un montón de estiércol en colchones salpicados de orina de vaca, se les dio de comer alimentos agusanados y se les obligó a trabajar con las cuadrillas de construcción de carreteras.
El clero católico de Polonia también se valió de todo medio a su alcance para entorpecer la obra de los testigos de Jehová. Incitó a la gente a cometer actos de violencia, quemó en público las publicaciones de los testigos de Jehová, los tachó de comunistas y los llevó a juicio con el cargo de que sus publicaciones eran “sacrílegas”. Sin embargo, no todos los funcionarios estuvieron dispuestos a cumplir con sus órdenes. El fiscal estatal del tribunal de apelación de Posen (Poznań), por ejemplo, rehusó procesar a un testigo de Jehová a quien el clero católico acusaba de haberlos llamado “la organización de Satanás”. El propio fiscal del estado explicó que el espíritu inmoral difundido por toda la cristiandad desde la corte papal de Alejandro VI (1492-1503) fue, sin duda, el de una organización satánica. Y cuando el clero acusó de blasfemia a un testigo de Jehová por distribuir publicaciones de la Watch Tower, el fiscal estatal del tribunal de apelación de Thorn (Toruń) solicitó la absolución y dijo: ‘Los testigos de Jehová adoptan exactamente la misma postura que los primeros cristianos. Aunque se les presenta con una imagen deformada y se les persigue, apoyan los más elevados ideales en medio de una organización mundial corrupta y decadente’.
Los archivos del gobierno canadiense revelan que la proscripción de los testigos de Jehová de Canadá en 1940 se produjo a instancias de una carta del cardenal Villeneuve, de Quebec, al ministro de Justicia, Ernest Lapointe. Otros funcionarios del gobierno pidieron después una explicación completa de la medida, pero las respuestas de Lapointe no fueron nada satisfactorias para muchos parlamentarios canadienses.
En el otro lado del mundo, el clero conspiró de modo parecido. Los archivos del gobierno australiano contienen una carta del arzobispo católico de Sydney al ministro de Justicia, W. M. Hughes, en la que pedía que se declarara ilegales a los testigos de Jehová. La carta se escribió el 20 de agosto de 1940, solo cinco meses antes de dictarse la proscripción. Tras revisar el fundamento aducido para la proscripción, el juez Williams, del Tribunal Supremo de Australia, dijo posteriormente que “convertía en ilegal la defensa de los principios y doctrinas de la religión cristiana, y hacía que fueran reuniones ilegales todos los servicios eclesiásticos de los que creían en el nacimiento de Cristo”. El 14 de junio de 1943 el tribunal dictaminó que la proscripción no se ajustaba al derecho australiano.
Un periódico católico de Suiza exigió a las autoridades que confiscaran las publicaciones de los Testigos que la Iglesia considerara ofensivas. De no cumplirse sus exigencias, amenazaban con tomarse la justicia por su mano. En muchas partes del mundo eso fue lo que hicieron precisamente.
Los guías religiosos recurren a la violencia
El clero francés creía que aún tenía bien sujeta a la gente y no iba a dejar que nada interfiriera en aquel monopolio. En 1924 y 1925 los Estudiantes de la Biblia de muchos países distribuyeron el tratado Ecclesiastics Indicted (Eclesiásticos denunciados). En 1925 J. F. Rutherford había de pronunciar en París el discurso “Denuncia de los fraudes del clero”. Un testigo ocular informó de lo ocurrido en aquella reunión: “La sala estaba llena. El hermano Rutherford salió al estrado y recibió un entusiástico aplauso. Había comenzado a hablar cuando unos cincuenta sacerdotes y miembros de Acción Católica irrumpieron cantando La marsellesa [el himno nacional francés] y armados con palos. Lanzaron propaganda desde lo alto de las escaleras. Un cura se subió al escenario. Dos jóvenes lo echaron abajo. En tres ocasiones el hermano Rutherford tuvo que dejar la plataforma y luego regresar. Por fin tuvo que marcharse. [...] Volcaron las mesas donde se exponían nuestras publicaciones y esparcieron los libros. ¡Fue un caos total!”. Pero no fue un incidente aislado.
Cuando Jack Corr testificaba en Irlanda, solía ser el blanco de la ira del clero católico. En cierta ocasión, una chusma instigada por el párroco lo sacó de la cama a media noche y quemó en la plaza pública todas las publicaciones que tenía el Testigo. Cuando Victor Gurd y Jim Corby llegaron al lugar donde se hospedaban en Roscrea (condado de Tipperary), descubrieron que sus opositores les habían robado las publicaciones, las habían empapado en gasolina y les habían prendido fuego. Alrededor de la hoguera estaban la policía del pueblo, el clero y los niños de la zona, cantando “La fe de nuestros padres”.
Antes de que los testigos de Jehová se reunieran en el auditorio Madison Square Garden de Nueva York, en 1939, los seguidores del sacerdote católico Charles Coughlin amenazaron con disolver la asamblea. Se avisó a la policía. El 25 de junio el hermano Rutherford pronunció un discurso sobre el tema “Gobierno y paz” a las más de dieciocho mil personas reunidas en aquella sala, además de a un gran grupo internacional de radioyentes. Ya comenzado el discurso, más de doscientos católicos y nazis dirigidos por varios curas entraron en tropel en la galería de la sala. Al darse la señal convenida, armaron un gran alboroto, gritando “¡Heil Hitler!” y “¡Viva Franco!”. Se valieron de todo tipo de groserías y amenazas y atacaron a los acomodadores que intentaban acallar el alboroto. Las chusmas no lograron disolver la reunión. El hermano Rutherford siguió hablando con vigor e intrepidez. Cuando el tumulto alcanzó su apogeo, dijo: “Observen que hoy a los nazis y a los católicos les gustaría disolver esta reunión, pero por la gracia de Dios no pueden hacerlo”. El público le apoyó con continuas ovaciones. Los disturbios quedaron permanentemente reflejados en la grabación sonora que se hizo de la ocasión, de modo que los han escuchado personas de todo el mundo.
Sin embargo, cuando ha podido, el clero católico ha utilizado al Estado, como en tiempos de la Inquisición, para eliminar a todo el que se atreve a cuestionar las enseñanzas y prácticas de la Iglesia.
Trato brutal en los campos de concentración
Adolf Hitler fue un aliado complaciente del clero. En 1933, el año de la firma del concordato entre el Vaticano y la Alemania nazi, Hitler lanzó una campaña para aniquilar a los testigos de Jehová de Alemania. En 1935 los proscribió en toda la nación. Pero ¿quién instigó estas medidas?
El 29 de mayo de 1938 un sacerdote católico escribió lo siguiente en Der Deutsche Weg (un periódico alemán publicado en Lodz [Polonia]): “Ahora hay un solo país en la Tierra donde están prohibidos los llamados [...] Estudiantes de la Biblia [testigos de Jehová]. ¡Ese país es Alemania! [...] Cuando Adolf Hitler subió al poder, y el obispado católico alemán volvió a presentar su petición, Hitler dijo: ‘Estos llamados Estudiantes Sinceros de la Biblia [los testigos de Jehová] son perturbadores; [...] los considero farsantes; no tolero que este juez estadounidense Rutherford mancille así a los católicos alemanes; disuelvo a [los testigos de Jehová] en Alemania’”. (Cursivas nuestras.)
¿Era tan solo el episcopado católico de Alemania el que quería que se adoptara esta medida? Según informó el 21 de abril de 1933 el periódico Oschatzer Gemeinnützige, el 20 de abril el pastor luterano Otto habló en un discurso radiado de la “muy estrecha cooperación” de la Iglesia Luterana del Estado de Sajonia con los dirigentes políticos de la nación, y luego explicó: “Los primeros resultados de esta cooperación se concretan en la proscripción que hoy se ha impuesto a la Asociación Internacional de Estudiantes Sinceros de la Biblia [testigos de Jehová] y sus subdivisiones en Sajonia”.
Tras esto, el Estado nazi desató una de las persecuciones de cristianos más brutales de toda la historia. Miles de testigos de Jehová —de Alemania, Austria, Polonia, Checoslovaquia, los Países Bajos, Francia y otras naciones— fueron recluidos en campos de concentración. Allí se les trató con una crueldad y un sadismo inimaginables. Los maldecían, les daban patadas y luego los obligaban a estar durante horas haciendo flexiones de piernas, saltando y gateando hasta que se desmayaban o caían exhaustos, mientras los guardias reían a carcajadas. A algunos los hicieron quedarse de pie en el patio, desnudos o con poca ropa, en pleno invierno. Muchos fueron flagelados hasta quedar inconscientes o con la espalda ensangrentada. A otros los utilizaron de conejillos de Indias en experimentos médicos. A algunos les ataron los brazos a la espalda y los colgaron por las muñecas. Aunque estaban débiles por el hambre y mal vestidos para el tiempo frío, les hacían trabajar duro por muchas horas, a menudo sin más ayuda que las manos, en labores para las que necesitaban palas y otras herramientas. Se abusó de este modo de hombres y mujeres por igual. Las edades iban desde la adolescencia hasta más de los setenta años. Sus atormentadores lanzaban gritos de desafío a Jehová.
Con la intención de doblegar el espíritu de los Testigos, el comandante del campo de Sachsenhausen ordenó que August Dickmann, joven Testigo, fuera ejecutado ante todos los prisioneros, con los testigos de Jehová al frente, para que aquello les impresionara más. Tras la ejecución, despidió a todos los reclusos salvo a los testigos de Jehová. Con gran énfasis, el comandante preguntó: ‘¿Quién está dispuesto ahora a firmar la declaración?’, un documento por el que repudiaban su fe e indicaban que estaban dispuestos a hacerse soldados. De los 400 o más Testigos, ninguno respondió. Luego, ¡dos dieron un paso al frente!, pero no para firmar, sino para pedir que se anularan las firmas que habían dado un año antes.
En el campo de Buchenwald aguantaron presiones parecidas. El oficial nazi Rödl notificó a los Testigos: “Si alguno de ustedes rehúsa luchar contra Francia e Inglaterra, ¡todos morirán!”. Dos compañías de las SS plenamente armadas esperaban en la casa del guarda. Ni un solo Testigo cedió. Por esto los trataron con crueldad, pero no se llevaron a cabo las amenazas del oficial. Vino a ser de dominio público que, aunque los Testigos de los campos harían casi cualquier trabajo que les mandaran hacer, se negarían rotundamente a realizar cualquier labor que apoyara la guerra o atentara contra sus compañeros de cautiverio, aun cuando los castigaran dejándolos sin comida y haciéndoles trabajar en exceso.
Las penalidades por las que pasaron son indescriptibles. Centenares de Testigos murieron. Al acabar la guerra, cuando los sobrevivientes fueron liberados de los campos de concentración, un Testigo de Flandes escribió: “Únicamente el deseo inquebrantable de seguir viviendo, la esperanza y la confianza en Él, Jehová, que es todopoderoso, y el amor por la Teocracia, hizo posible que soportáramos todo esto y ganáramos la victoria. (Rom. 8:37.)”.
Los padres fueron apartados de sus hijos. Los cónyuges fueron separados uno de otro y algunos nunca supieron del paradero de su esposo o esposa. Poco después de casarse, Martin Poetzinger fue detenido y llevado al infame campo de Dachau y luego a Mauthausen. Su esposa, Gertrud, fue internada en Ravensbrück. No se volvieron a ver en nueve años. Al recordar sus experiencias en Mauthausen, el hermano Poetzinger escribió: “La Gestapo puso en práctica todo método para inducirnos a quebrantar nuestra fe en Jehová. Dieta de inanición; amistades engañosas; brutalidades; el tener que permanecer de pie en un armazón día tras día; el colgarnos de un poste de tres metros por las muñecas que teníamos sujetas a la espalda; azotes... todo esto y otras cosas demasiado bajas para mencionarlas se pusieron en práctica”. Pero él siguió leal a Jehová, sobrevivió y posteriormente fue miembro del Cuerpo Gobernante de los Testigos de Jehová.
Encarcelados por su fe
Los testigos de Jehová no estuvieron en los campos de concentración por ser delincuentes. Cuando los oficiales querían que alguien los afeitara, daban sin reparos la navaja a un Testigo, pues sabían que ninguno de estos atacaría con ella a otra persona. Cada vez que los oficiales de las SS del campo de exterminio de Auschwitz necesitaban que alguien limpiara sus hogares o cuidara de sus hijos, elegían a Testigos, porque sabían que no intentarían envenenarlos ni fugarse. Durante la evacuación del campo de Sachsenhausen, al acabar la guerra, los guardias colocaron una carreta con su botín en medio de una columna de Testigos. ¿Por qué? Sabían que no les robarían.
A los testigos de Jehová se les encarceló por su fe. En varias ocasiones se les prometió que saldrían de los campos de concentración con tan solo firmar una declaración en la que repudiaran su fe. Las SS hicieron todo lo posible para que los Testigos firmaran la declaración, con engaños o a la fuerza. No había nada que desearan más.
Con la excepción de unos pocos, la integridad de los Testigos fue inquebrantable. Pero hicieron más que sufrir por lealtad a Jehová y devoción al nombre de Cristo. Hicieron más que aguantar las torturas inquisitoriales a que los sometieron. Mantuvieron fuertes los vínculos de su unión espiritual.
No tenían la actitud de querer sobrevivir a toda costa. Tenían amor abnegado entre sí. Cuando uno se debilitaba, los demás compartían con él su reducida ración de comida. Cuando no les daban tratamiento médico, se cuidaban con cariño unos a otros.
A pesar de que sus perseguidores trataban de impedirlo, los Testigos recibían información para el estudio de la Biblia: oculta en paquetes de regalo del exterior, memorizada y relatada por los nuevos prisioneros que llegaban e incluso escondida en la pierna de madera de un nuevo recluso, o por otros medios cuando trabajaban fuera de los campos de concentración. Se pasaban copias de la información recibida unos a otros; a veces hasta duplicaban las copias a escondidas en las máquinas de las oficinas de los oficiales del campo. Aunque corrían un gran riesgo, celebraron algunas reuniones cristianas en los campos.
Los Testigos siguieron predicando que el Reino de Dios es la única esperanza para el hombre, ¡y lo hicieron allí mismo en los campos de concentración! En Buchenwald, como resultado de la actividad organizada, miles de presos escucharon las buenas nuevas. En el campo de Neuengamme, situado cerca de Hamburgo, se planeó con cuidado una campaña intensiva de testificación que se llevó a cabo a principios de 1943. Se elaboraron tarjetas de testimonio en los diferentes idiomas que se hablaban en el campo. Se hizo cuanto se pudo por llegar a todos los reclusos. Se organizaron estudios de la Biblia con los que tenían interés. Los Testigos predicaron con tanto celo que algunos prisioneros políticos presentaron la queja: “¡Dondequiera que uno va, todo lo que oye tiene que ver con Jehová!”. Cuando llegaron órdenes de Berlín de esparcir a los Testigos entre los demás prisioneros para que se debilitara su fe, esta medida hizo posible que dieran testimonio a más personas.
Respecto a las 500 o más Testigos fieles recluidas en Ravensbrück, una sobrina del general francés Charles de Gaulle escribió tras ser puesta en libertad: “Tengo verdadera admiración por ellas. Eran de varias nacionalidades: alemanas, polacas, rusas y checas, y resistieron sufrimientos muy grandes por sus creencias. [...] Todas ellas mostraron gran valor, y su actitud con el tiempo impuso el respeto aun de las SS. Hubieran podido ser puestas en libertad inmediatamente si hubieran renunciado a su fe. Pero, al contrario, no cejaron en su resistencia, y hasta lograron introducir libros y tratados en el campo”.
Al igual que Jesucristo, vencieron al mundo que quería obligarlos a conformarse a su molde satánico. (Juan 16:33.) En su libro New Religious Movements: A Perspective for Understanding Society (Nuevos movimientos religiosos: Una perspectiva para comprender la sociedad), Christine King dijo lo siguiente de ellos: “Los testigos de Jehová presentaron un obstáculo al concepto totalitario de la nueva sociedad, y este, así como la persistencia en que sobreviviera, perturbó claramente a los arquitectos del nuevo orden. [...] Los antiguos métodos de persecución —tortura, encarcelamiento y mofas— no estaban ocasionando la conversión al nazismo de ninguno de los Testigos, y estaban produciendo, en efecto, resultados negativos en contra de sus instigadores. [...] La lucha fue fuerte entre los dos rivales de estos pretendientes a la lealtad, más aún cuando los nazis —físicamente más fuertes— en muchos aspectos estaban menos seguros de sí mismos, menos arraigados en la firmeza de su propia convicción, menos seguros de la supervivencia de su Reich de mil años. Los Testigos no tenían dudas de sus propios cimientos, puesto que su fe había sido manifiesta desde los días de Abel. Mientras que los nazis tenían que reprimir la oposición y convencer a sus apoyadores, con frecuencia adoptando un vocabulario tanto literal como figurativo sacado de la cristiandad sectaria, los Testigos estaban seguros de la completa e inflexible lealtad de sus miembros, aun hasta la muerte”. (Editado en 1982.)
Al finalizar la guerra, más de mil Testigos habían sobrevivido a los campos de concentración, con su fe intacta y el amor mutuo fortalecido. Al aproximarse las tropas rusas, los guardias se apresuraron a evacuar Sachsenhausen. Agruparon a los prisioneros por nacionalidades. Sin embargo, los testigos de Jehová permanecieron juntos en un solo grupo: 230 prisioneros de este campo. Los guardas se pusieron nerviosos teniendo a los rusos pisándoles los talones. No había alimento, y los prisioneros estaban débiles; no obstante, los guardas disparaban a todo el que se rezagaba o desmayaba de cansancio. Miles de personas quedaron tendidas a lo largo de la ruta de la marcha. Pero los Testigos se ayudaron unos a otros, de modo que ni el más débil quedó tirado en la carretera. Sin embargo, algunos tenían entre 65 y 72 años. Otros prisioneros trataron de hurtar comida, y a muchos los mataron al descubrirlos. Los testigos de Jehová, por el contrario, aprovecharon las oportunidades para hablar de los propósitos amorosos de Jehová a los que encontraban a lo largo de la ruta de evacuación, y algunas de estas personas, agradecidas por el mensaje consolador, les dieron alimento para ellos y sus hermanos cristianos.
El clero continúa la lucha
Después de la II Guerra Mundial, el clero de la parte oriental de Checoslovaquia siguió fomentando la persecución contra los testigos de Jehová. Durante el tiempo de la dominación nazi habían acusado a los Testigos de ser comunistas; ahora alegaban que se oponían al gobierno comunista. A veces, los sacerdotes instaban a los maestros a dejar salir a centenares de niños de las escuelas para apedrear a los Testigos cuando estos visitaban a la gente en sus hogares.
De manera similar, en 1947 unos sacerdotes católicos de Santa Ana (El Salvador) emprendieron una campaña contra los Testigos. Mientras los hermanos celebraban su estudio semanal de La Atalaya, un grupo de niños les lanzó piedras por la puerta. Entonces se presentó una procesión dirigida por los curas. Algunos llevaban antorchas; otros, imágenes. Gritaban: “¡Viva la Virgen!”, “¡Muera Jehová!”. Estuvieron apedreando el lugar por unas dos horas.
A mediados de los años cuarenta los testigos de Jehová de Quebec (Canadá) también fueron sometidos a terribles abusos tanto por chusmas católicas como por funcionarios. Representantes del palacio episcopal iban a diario a la jefatura de policía para exigir que se deshicieran de los Testigos. Con frecuencia se veía a los policías salir por la puerta trasera de la iglesia antes de efectuar un arresto. En 1949 una multitud desordenada de católicos expulsó de Joliette (Quebec) a varios misioneros de los testigos de Jehová.
Pero no toda la gente de Quebec concordaba con lo que se estaba haciendo. Actualmente hay un hermoso Salón del Reino de los testigos de Jehová en una de las calles principales de Joliette. El seminario que había en la ciudad cerró sus puertas; el gobierno lo compró y lo convirtió en una universidad para la comunidad. Y en Montreal los testigos de Jehová han celebrado grandes asambleas internacionales que han contado con asistencias elevadas, como la de la asamblea de 1978, que alcanzó los 80.008 concurrentes.
Con todo, la Iglesia Católica se ha valido de cualquier medio a su alcance para mantener sometida a la gente. En Italia presionó a funcionarios gubernamentales en 1949 para que expulsaran del país a los misioneros y, durante los años cincuenta, hizo todo lo posible para que se cancelaran los permisos que los Testigos habían obtenido para celebrar asambleas. A pesar de todo esto, los testigos de Jehová siguieron aumentando, y para 1992 había más de ciento noventa mil de ellos evangelizando en Italia.
Al igual que durante la Inquisición, el clero de España hacía las denuncias y luego dejaba para el Estado el trabajo despreciable de enjuiciar a los Testigos. Por ejemplo, en Barcelona, donde en 1954 el arzobispo lanzó una cruzada contra los Testigos, el clero se valió de los púlpitos, las escuelas y la radio para aconsejar a la gente que cuando los Testigos la visitaran los invitaran a entrar en sus hogares y enseguida llamaran a la policía.
Los sacerdotes temían que los españoles se enteraran de lo que dice la Biblia y que incluso les mostraran a otros lo que habían aprendido. En 1960, cuando Manuel Mula Giménez fue encarcelado en Granada por el “delito” de enseñar a otros lo que dice la Biblia, el capellán de la prisión (un sacerdote católico) hizo que sacaran de la biblioteca la única Biblia que había en la cárcel. Y cuando otro prisionero le prestó a Manuel un ejemplar de los Evangelios, se lo quitaron. Sin embargo, ahora en España la Biblia ha llegado al público en general, la gente ha tenido la oportunidad de ver por sí misma lo que dice, y para 1992 había más de noventa mil personas adorando a Jehová y sirviéndole de Testigos.
En la República Dominicana, el clero colaboró con el dictador Trujillo, valiéndose de él para lograr sus propósitos, así como él se valía del clero para conseguir los suyos. En 1950 el superintendente de la sucursal de la Sociedad Watch Tower fue citado por el ministro del Interior y de la Policía, después que ciertos sacerdotes publicaron artículos en los que denunciaban a los Testigos. Mientras esperaba fuera de la oficina, el superintendente de la sucursal vio a dos sacerdotes jesuitas entrar allí y luego salir. A continuación se le hizo pasar, y el ministro leyó, con evidente nerviosismo, un decreto que proscribía la actividad de los testigos de Jehová. En 1956 se levantó brevemente la proscripción, y el clero usó la radio y la prensa para renovar su campaña de difamación contra los Testigos. Congregaciones enteras fueron arrestadas, y se les ordenó que firmaran una declaración en la que renunciaban a su fe y prometían regresar a la Iglesia Católica. Cuando los Testigos rehusaron firmar, recibieron azotes, patadas y latigazos, además de golpes en la cara con culatas de fusiles. Pero permanecieron firmes, y siguieron aumentando.
En Sucre (Bolivia) también tuvieron lugar actos de violencia. En 1955, mientras se celebraba una asamblea de los testigos de Jehová, un grupo de jóvenes de la Escuela Católica del Sagrado Corazón rodeó el lugar de la asamblea y empezó a gritar y a lanzar piedras. Desde la iglesia que se hallaba al cruzar la calle, un potente altavoz instaba a todos los católicos a defender a la Iglesia y a la “Virgen” de los “herejes protestantes”. El obispo y los curas se presentaron en la reunión para causar perturbación, pero la policía les ordenó que abandonaran el local.
El año anterior, los testigos de Jehová celebraron una asamblea en Riobamba (Ecuador), cuyo programa incluía el discurso público “El amor, ¿práctico en un mundo egoísta?”. Pero un sacerdote jesuita había caldeado los ánimos del populacho católico, instándolos a no permitir que se efectuara la reunión. Por eso, mientras se pronunciaba el discurso podía oírse a la muchedumbre gritar: “¡Viva la Iglesia Católica!” y “¡Abajo los protestantes!”. La policía contuvo a la muchedumbre, lo cual fue digno de elogio, con espadas desenvainadas. Pero la chusma apedreó el lugar de la asamblea y, más tarde, la vivienda de los misioneros.
El clero católico ha estado a la vanguardia de la persecución, pero no han sido los únicos. El clero ortodoxo griego ha perseguido con la misma intensidad y ha empleado tácticas semejantes en su esfera de influencia más limitada. También el clero protestante ha demostrado un espíritu similar siempre que ha podido. Por ejemplo, en Indonesia han encabezado chusmas que han interrumpido estudios bíblicos en hogares privados y han golpeado brutalmente a los testigos de Jehová presentes. En países africanos han tratado de presionar a funcionarios para impedir la entrada de Testigos o privarles de su derecho a hablar a otros sobre la Palabra de Dios. Aunque difieran en otros asuntos, por lo general el clero católico y el protestante coinciden en su oposición a los testigos de Jehová. A veces hasta se han unido para tratar de influir en funcionarios gubernamentales a fin de que detengan la actividad de los Testigos. En lugares donde religiones no cristianas controlan la vida cotidiana, estas también se han valido del Estado para proteger al pueblo de cualquier enseñanza que pudiera llevarlo a cuestionar la religión en la que han nacido.
En ocasiones estos grupos no cristianos se han unido a supuestos cristianos para mantener el statu quo religioso. A principios de los años cincuenta, un sacerdote fetichista y un cura católico de Dekin (Dahomey, ahora Benín) conspiraron para hacer que los funcionarios detuvieran la actividad de los testigos de Jehová. En su desesperación, inventaron acusaciones para provocar todo tipo de sentimientos hostiles. Acusaron a los Testigos de instar a la gente a rebelarse contra el gobierno, de no pagar impuestos, de ser los culpables de que los fetiches no produjeran lluvia y de la ineficacia de las oraciones del cura. Todos aquellos líderes religiosos temían que la gente aprendiera cosas que la liberaran de las creencias supersticiosas y de una vida de obediencia ciega.
Sin embargo, en muchos lugares la influencia del clero ha ido disminuyendo paulatinamente. Los clérigos se han dado cuenta de que la policía no siempre los apoya cuando hostigan a los Testigos. En 1986, cuando un sacerdote ortodoxo griego trató de disolver una asamblea de los testigos de Jehová en Larissa (Grecia) valiéndose de una muchedumbre violenta, el fiscal del distrito y un gran contingente de policías intervinieron a favor de los Testigos. Y a veces la prensa ha denunciado abiertamente los actos de intolerancia religiosa.
No obstante, en muchos lugares del mundo ha habido otras cuestiones que han levantado olas de persecución. Una de tales cuestiones se refiere a la actitud de los testigos de Jehová con respecto a los emblemas nacionales.
Solo adoran a Jehová
En nuestra era moderna, la Alemania nazi fue el primer lugar donde los testigos de Jehová tuvieron que afrontar de un modo notable cuestiones relacionadas con ceremonias nacionalistas. Hitler trató de reglamentar estrictamente a la nación alemana haciendo obligatorio el saludo: “¡Heil Hitler!”. Como informó el sueco Björn Hallström, locutor de la BBC y periodista, cuando en la era nazi se arrestaba a los testigos de Jehová en Alemania, por lo general los cargos incluían “negarse a saludar la bandera y a dar el saludo nazi”. En poco tiempo otras naciones comenzaron a exigir que toda persona saludara su bandera. Los testigos de Jehová rehusaron, no debido a deslealtad, sino por motivo de su conciencia cristiana. Respetan la bandera, pero consideran que saludarla es un acto de adoración.f
Tras el encarcelamiento de unos mil doscientos Testigos en Alemania a comienzos de la era nacionalsocialista por no hacer el saludo nazi y por negarse a violar su neutralidad cristiana, otros miles de Testigos sufrieron maltrato físico en Estados Unidos por no saludar la bandera del país. El 4 de noviembre de 1935, un grupo de estudiantes de Canonsburg (Pensilvania) fue conducido al cuarto de calderas del edificio escolar, donde los azotaron por negarse a saludar la bandera. Una maestra de esa escuela, Grace Estep, fue despedida por la misma razón. El 6 de noviembre, William y Lillian Gobitas rehusaron saludar la bandera y fueron expulsados de la escuela de Minersville (Pensilvania). Su padre entabló una demanda para que se admitiera de nuevo a los niños en la escuela. Tanto el tribunal federal de distrito como el tribunal superior de apelaciones fallaron en favor de los testigos de Jehová. Sin embargo, en 1940, cuando el país estaba a punto de entrar en la guerra, el Tribunal Supremo de Estados Unidos vio el caso Distrito escolar de Minersville contra Gobitis y sostuvo por un margen de ocho a uno que el saludo a la bandera era obligatorio en las escuelas públicas. El resultado de esto fue un estallido de violencia por toda la nación contra los testigos de Jehová.
Se produjeron tantos ataques violentos contra los testigos de Jehová que la Sra. Eleanor Roosevelt (esposa del presidente F. D. Roosevelt) hizo un llamamiento al público para que cesaran aquellos ataques. El 16 de junio de 1940, el subsecretario de justicia de Estados Unidos, Francis Biddle, en un programa radiado transmitido de costa a costa, se refirió específicamente a las atrocidades cometidas contra los Testigos y dijo que no se permitirían. Pero eso no le puso fin al asunto.
En toda circunstancia imaginable —en la calle, en el lugar de empleo, cuando visitaban los hogares en el ministerio— la gente plantaba banderas delante de ellos y les exigía que las saludaran o se atuvieran a las consecuencias. A finales de 1940 el Anuario de los testigos de Jehová informó: “La jerarquía [eclesiástica], y la Legión Americana, mediante las chusmas que se han tomado la justicia por su mano, han causado con su violencia daños indescriptibles. A los testigos de Jehová se les ha atacado; golpeado; secuestrado; expulsado de los pueblos, condados y estados; se les ha cubierto de brea y plumas; se les ha obligado a beber aceite de ricino; se les ha atado y perseguido por las calles como si fueran animales; se les ha castrado y mutilado; muchedumbres endemoniadas se han burlado de ellos y los han insultado; centenares han sido encarcelados sin cargo alguno; se les ha mantenido incomunicados y se les ha negado la oportunidad de hablar con sus parientes, amigos o abogados. Muchos centenares más han sido arrestados y mantenidos en supuesta ‘detención preventiva’; se ha disparado contra algunos durante la noche; a otros los han amenazado con la horca y los han golpeado hasta dejarlos inconscientes. Se han producido diferentes tipos de actos violentos por parte de las chusmas. A muchos Testigos les han arrancado la ropa; les han confiscado y quemado sus Biblias y libros en público; les han saqueado e incendiado sus automóviles, casas-remolques, hogares y lugares de reunión [...]. En muchas ocasiones en que se han celebrado juicios en comunidades dominadas por las chusmas, tanto los abogados como los testigos han sido atacados y golpeados mientras estaban en el tribunal. En la mayoría de estos actos violentos por parte de las chusmas, los funcionarios públicos no han hecho nada para impedir el ataque y se han negado a dar protección, y en numerosas ocasiones los representantes de la ley han formado parte de las chusmas y a veces hasta las han dirigido”. Entre 1940 y 1944, en Estados Unidos hubo más de dos mil quinientos casos de ataques violentos de chusmas contra los testigos de Jehová.
Debido a que muchos de los hijos de los testigos de Jehová fueron expulsados de las escuelas, a fines de los años treinta y comienzos de los cuarenta fue necesario que los Testigos tuvieran sus propias escuelas en Estados Unidos y Canadá para educar a sus hijos. Se las llamó Escuelas del Reino.
En otros países también se ha perseguido con severidad a los Testigos por negarse a saludar o besar los emblemas nacionales. En 1959 a los hijos de los testigos de Jehová costarricenses que no participaban en lo que la ley describía como ‘adoración de los Símbolos Nacionales’ no se les admitió en las escuelas. En 1984 los jovencitos Testigos de Paraguay afrontaron un trato similar. El Tribunal Supremo de las Filipinas falló en 1959 que, a pesar de las objeciones religiosas, se podía obligar a los hijos de los testigos de Jehová a saludar la bandera. Sin embargo, en la mayoría de los casos las autoridades escolares de ese país cooperaron con los Testigos para que los hijos de estos pudieran ir a la escuela sin violar su conciencia. En 1963 funcionarios de Liberia (África occidental) acusaron a los Testigos de ser desleales al Estado; interrumpieron a la fuerza una asamblea de los Testigos en Gbarnga y exigieron que todos los presentes —fueran liberianos o extranjeros— juraran lealtad a la bandera nacional. En 1976 un informe titulado “Los testigos de Jehová en Cuba” afirmó que en los dos años anteriores unos mil padres, tanto hombres como mujeres, habían sido encarcelados porque sus hijos no querían saludar la bandera.
No todos han concordado con estas medidas represivas contra personas que, por razones de conciencia, se abstienen respetuosamente de participar en ceremonias patrióticas. The Open Forum, publicado por la delegación del sur de California de la Unión Americana de Libertades Civiles, dijo en 1941: “Es tiempo [de] que recobremos el juicio tocante a este asunto de saludar la bandera. Los testigos de Jehová no son norteamericanos desleales. [...] No son dados a quebrantar la ley en general, sino que llevan vidas decentes, ordenadas, contribuyendo su parte al bien común”. En 1976 un columnista argentino del periódico bonaerense Herald señaló con franqueza que las “creencias [de los Testigos] únicamente ofenden a los que piensan que el patriotismo es principalmente un asunto de ondear la bandera y cantar el himno, no un asunto del corazón”. Añadió: “Hitler y Stalin los hallaron [indigestos], y los trataron abominablemente. Muchos otros dictadores que anhelan intensamente la conformidad han tratado de suprimirlos. Y fracasaron”.
De todos es sabido que algunos grupos religiosos han apoyado la violencia armada contra los gobiernos que desaprueban. Pero los testigos de Jehová no han participado en subversión política en ningún lugar de la Tierra. No es por deslealtad —por apoyar a otro gobierno humano— por lo que rehúsan saludar un emblema nacional. Adoptan la misma postura prescindiendo del país en que vivan. Su actitud no es de falta de respeto. No silban ni gritan para interrumpir ceremonias patrióticas; no escupen a la bandera ni la pisotean ni la queman. Tampoco se oponen a que existan gobiernos. Su posición se basa en lo que dijo Jesús, según Mateo 4:10: “Es a Jehová tu Dios a quien tienes que adorar, y es solo a él a quien tienes que rendir servicio sagrado”.
La postura de los testigos de Jehová es similar a la que adoptaron los cristianos primitivos en los días del Imperio romano. Con relación a aquellos cristianos, el libro Essentials of Bible History dice: “El acto de la adoración del emperador consistía en rociar unos granos de incienso o unas gotas de vino sobre un altar que estaba ante una imagen del emperador. Quizás al estar tan alejados de la situación no vemos en el acto nada diferente de [...] alzar la mano en saludo a la bandera o al distinguido gobernante de algún estado, una expresión de cortesía, respeto y patriotismo. Es posible que muchas personas del primer siglo pensaran exactamente de esa manera en cuanto a ello, pero los cristianos no. Ellos consideraban todo aquello como un asunto de adoración religiosa, de reconocer al emperador como deidad, y por lo tanto de ser desleales a Dios y a Cristo, y rehusaban hacerlo”. (Elmer W. K. Mould, 1951, página 563.)
Se les odia por ‘no ser parte del mundo’
Debido a que Jesús dijo que sus discípulos “no son parte del mundo”, los testigos de Jehová no participan en las cuestiones políticas mundanas. (Juan 17:16; 6:15.) En esto también se parecen a los cristianos primitivos, de quienes los historiadores dicen:
“El cristianismo primitivo se comprendía poco, y los que gobernaban el mundo pagano lo consideraban con poco favor. [...] Los cristianos rehusaban participar en ciertos deberes de los ciudadanos romanos. [...] Se negaban a ocupar puestos políticos.” (On the Road to Civilization—A World History, A. K. Heckel y J. G. Sigman, 1937, páginas 237, 238.) “Se desentendían de terciar en la administración y en la defensa militar del imperio [...]; mas no cabía que los cristianos, sin quebrantar otra obligación más sagrada, viniesen a revestirse del carácter de militares, magistrados o príncipes.” (Historia de la decadencia y ruina del Imperio romano, de Edward Gibbon, vol. 2, cap. XV, pág. 75 [ortografía actualizada].)
El mundo no ve con favor esta postura, especialmente en países donde los que gobiernan exigen que todos los ciudadanos participen en ciertas actividades como prueba de su apoyo al sistema político. El resultado ha sido como lo expresó Jesús: “Si ustedes fueran parte del mundo, el mundo le tendría afecto a lo que es suyo. Ahora bien, porque ustedes no son parte del mundo, sino que yo los he escogido del mundo, a causa de esto el mundo los odia”. (Juan 15:19.)
En algunos países es obligatorio votar en las elecciones políticas. El castigo por no votar puede ser una multa, encarcelamiento o algo peor. Pero los testigos de Jehová apoyan el Reino Mesiánico de Dios, que, como dijo Jesús, “no es parte de este mundo”. Por lo tanto, no se mezclan en los asuntos políticos de las naciones de este mundo. (Juan 18:36.) La decisión que toman es personal; no obligan a otros a aceptar sus opiniones. Donde no existe tolerancia religiosa, los funcionarios gubernamentales se han valido de la negativa de los Testigos a participar en estas actividades como excusa para perseguirlos cruelmente. Eso fue lo que ocurrió durante la era nacionalsocialista, por ejemplo, en los países que estuvieron bajo el control de los nazis. Lo mismo ha sucedido en Cuba. No obstante, en muchas naciones los funcionarios han sido más tolerantes.
Con todo, en algunos lugares los gobernantes han exigido que todo ciudadano manifieste su apoyo al partido político en el poder gritando ciertos lemas. Durante los años setenta y ochenta, millares de testigos de Jehová del este de África fueron golpeados, privados de sus medios de sustento y echados de sus hogares debido a que su conciencia no les permitía hacer tal cosa. Pero los testigos de Jehová de todos los países, aunque son industriosos y obedecen las leyes, son cristianos que se mantienen neutrales con relación a los asuntos políticos.
En Malaui hay un solo partido político, y la posesión de una tarjeta de ese partido significa que se es miembro del mismo. Aunque los Testigos son ejemplares en el pago de los impuestos, en armonía con sus creencias religiosas se niegan a comprar tarjetas de partidos políticos. Hacer tal cosa equivaldría a negar su fe en el Reino de Dios. Debido a esto, a finales del año 1967, y con el apoyo de funcionarios del gobierno, pandillas de jóvenes de todo Malaui lanzaron una ola de persecución sin precedente por su crueldad obscena y sádica contra los testigos de Jehová. Más de mil cristianas devotas fueron violadas. A algunas las desnudaron ante grandes multitudes, les dieron puñetazos y las golpearon con palos, y luego las atacaron sexualmente. A los hombres les metieron clavos en los pies y rayos de bicicletas por las piernas, y les ordenaron que corrieran. Por todo el país destrozaron sus hogares, muebles, ropa y alimentos.
En 1972 hubo un nuevo estallido de persecución brutal después de la asamblea anual del Partido del Congreso de Malaui. En aquella asamblea se decidió oficialmente que había que privar a los testigos de Jehová de todo empleo seglar y echarlos de sus casas. Ni siquiera ayudaron las solicitudes de patronos que querían retener a estos empleados de confianza. Les confiscaron sus hogares, cosechas y animales domésticos o acabaron con ellos. No les permitían sacar agua del pozo del pueblo. A muchos los golpearon, violaron, mutilaron o asesinaron. Y constantemente se burlaban de ellos y los ridiculizaban por su fe. Finalmente, más de treinta y cuatro mil huyeron del país para que no los mataran.
Pero ahí no terminó todo. Primero un país y luego otro los devolvieron a las fronteras de Malaui y los entregaron a sus perseguidores, quienes los volvieron a maltratar brutalmente. A pesar de todo esto, no transigieron ni abandonaron su fe en Jehová Dios. Resultaron ser como los siervos fieles de Dios de quienes la Biblia dice: “Otros recibieron su prueba por mofas y azotes, en verdad, más que eso, por cadenas y prisiones. Fueron apedreados, fueron probados, fueron aserrados en pedazos, murieron degollados a espada, anduvieron de acá para allá en pieles de oveja, en pieles de cabra, hallándose en necesidad, en tribulación, bajo maltratamiento; y el mundo no era digno de ellos”. (Heb. 11:36-38.)
Perseguidos en todas las naciones
¿Han sido relativamente pocas las naciones del mundo que hayan traicionado sus pretensiones de libertad mediante persecuciones religiosas como esas? ¡De ninguna manera! Jesucristo advirtió a sus seguidores: “Serán objeto de odio de parte de todas las naciones por causa de mi nombre”. (Mat. 24:9.)
En los últimos días de este sistema de cosas, desde 1914, ese odio se ha hecho más intenso aún. Canadá y Estados Unidos llevaron la delantera en proscribir la literatura bíblica durante la primera guerra mundial, y poco después les siguieron la India y Niasalandia (ahora Malaui). En los años veinte se impusieron restricciones arbitrarias a los Estudiantes de la Biblia en España, Grecia, Hungría, Italia y Rumania. En algunos de estos lugares estaba prohibida la distribución de literatura bíblica, y a veces no se permitían ni las reuniones privadas. Durante los años treinta más países se unieron al ataque cuando se impusieron proscripciones (a veces contra los testigos de Jehová y otras contra sus publicaciones) en Albania, Austria, Bulgaria, Costa de Oro (ahora Ghana), Estonia, Letonia, Lituania, Polonia, algunos cantones de Suiza, lo que entonces era Yugoslavia, los territorios franceses de África, Trinidad y Fiji.
Durante la II Guerra Mundial en muchos lugares del mundo se impusieron proscripciones a los testigos de Jehová, su ministerio público y su literatura bíblica. Esto no ocurrió solamente en Alemania, Italia y Japón —países bajo régimen dictatorial—, sino también en los muchos países que directa o indirectamente llegaron a estar bajo su control, antes de la guerra o durante ella. Entre estos estuvieron Albania, Austria, Bélgica, Checoslovaquia, Corea, las Indias Orientales Holandesas (ahora Indonesia), Noruega y los Países Bajos. En aquellos años Argentina, Brasil, Finlandia, Francia y Hungría emitieron decretos contra los testigos de Jehová o su actividad.
Gran Bretaña no proscribió directamente la actividad de los testigos de Jehová durante la guerra, pero expulsó al superintendente de la sucursal de la Sociedad Watch Tower, quien era ciudadano estadounidense, e hizo cuanto pudo por ahogar la actividad de los Testigos valiéndose de la guerra para imponer un embargo sobre sus envíos de literatura bíblica. Por todo el Imperio británico y la Comunidad Británica de Naciones se proscribió a los testigos de Jehová o se prohibieron sus publicaciones. Australia, las Bahamas, Basutolandia (ahora Lesoto), Bechuanalandia (ahora Botsuana), Birmania (ahora Myanmar), Canadá, Ceilán (ahora Sri Lanka), Chipre, Costa de Oro (ahora Ghana), Dominica, Fiji, Guayana Inglesa (ahora Guyana), la India, Islas de Sotavento, Jamaica, Niasalandia (ahora Malaui), Nigeria, Nueva Zelanda, Rhodesia del Norte (ahora Zambia), Rhodesia del Sur (ahora Zimbabue), Singapur, Suazilandia y Sudáfrica: en todos estos lugares se tomaron medidas similares en contra de los siervos de Jehová.
Al concluir la guerra, disminuyó la persecución proveniente de algunas fuentes, pero aumentó la que venía de otras. En los siguientes cuarenta y cinco años, además de negárseles reconocimiento legal en muchos países, se impusieron proscripciones a ellos o a su actividad en veintitrés países africanos, nueve asiáticos, ocho europeos, tres latinoamericanos y cuatro islas que son naciones independientes. Para 1992 los testigos de Jehová aún estaban sometidos a algún tipo de restricción en veinticuatro países.
Esto no significa que todos los funcionarios se opongan personalmente a la obra de los testigos de Jehová. Muchos están a favor de la libertad religiosa y reconocen que los Testigos benefician a la comunidad. Estas personas no concuerdan con los que tratan de que los gobiernos tomen medidas en contra de los Testigos. Por ejemplo, antes de que Costa de Marfil (ahora Côte d’Ivoire) se independizara, un sacerdote católico y un ministro metodista presionaron a un funcionario del gobierno para que echara del país a los testigos de Jehová, pero descubrieron que estaban tratando con funcionarios que se negaban a ser instrumentos del clero. En Namibia, un funcionario intentó modificar la ley del país en 1990 para discriminar a ciertos refugiados que eran testigos de Jehová; no obstante, la Asamblea Constitucional no permitió tal maniobra. Y en muchos países donde en el pasado se persiguió a los testigos de Jehová, estos ahora disfrutan de reconocimiento legal.
Sin embargo, a los testigos de Jehová se les persigue de diversas maneras en toda la Tierra. (2 Tim. 3:12.) En algunos lugares la persecución proviene principalmente de amos de casa que los insultan, de parientes que se oponen o de compañeros de trabajo y de escuela que no muestran temor a Dios. No obstante, sin importar quiénes sean los perseguidores o cómo traten de justificar su proceder, los testigos de Jehová saben qué hay realmente detrás de la persecución de los cristianos verdaderos.
La cuestión
Las publicaciones de la Watch Tower han señalado desde hace mucho tiempo que el primer libro de la Biblia predijo en lenguaje simbólico la enemistad, u odio, que mostrarían Satanás el Diablo y los que se hallaran bajo su control para con la organización celestial de Jehová y sus representantes en la Tierra. (Gén. 3:15; Juan 8:38, 44; Rev. 12:9, 17.) La revista La Atalaya ha mostrado, particularmente desde 1925, y con base en las Escrituras, que solo hay dos organizaciones principales: la de Jehová y la de Satanás. Y, como indica 1 Juan 5:19, “el mundo entero —es decir, toda la humanidad que se halla fuera de la organización de Jehová— yace en el poder del inicuo”. Por eso, todos los cristianos verdaderos sufren persecución. (Juan 15:20.)
Pero ¿por qué la permite Dios? ¿Se obtiene algún provecho de ella? Jesucristo explicó que, antes de que él como Rey celestial aplastara a Satanás y a su organización inicua, habría una separación de gente de todas las naciones, tal como un pastor del Oriente Medio separa a las ovejas de las cabras. La gente tendría la oportunidad de escuchar el mensaje del Reino de Dios y ponerse de su parte. Cuando se persigue a los que proclaman ese Reino, se plantea con mayor fuerza la siguiente pregunta: ¿Harán bien a los “hermanos” de Cristo y a sus compañeros los que se enteren de esta persecución, mostrando así amor a Cristo mismo?, ¿o se unirán a los que maltratan a estos representantes del Reino de Dios, o simplemente se mantendrán callados mientras otros los persiguen? (Mat. 25:31-46; 10:40; 24:14.) En Malaui algunos vieron claramente quiénes servían al Dios verdadero y se unieron a los Testigos que estaban siendo perseguidos. Además, muchos prisioneros, así como guardias de los campos de concentración alemanes, hicieron lo mismo.
Los testigos de Jehová no sienten que Dios los haya abandonado aunque los demás los calumnien, los maltraten físicamente o se burlen de su fe en Dios. Saben que Jesucristo experimentó lo mismo. (Mat. 27:43.) También están al tanto de que, por su lealtad a Jehová, Jesús probó que el Diablo es un mentiroso, y contribuyó a la santificación del nombre de su Padre. Todo testigo de Jehová desea hacer lo mismo. (Mat. 6:9.)
La cuestión no es si pueden aguantar la tortura y escapar de la muerte. Jesucristo predijo que matarían a algunos de sus discípulos. (Mat. 24:9.) A él mismo le dieron muerte. Sin embargo, nunca cedió ante el principal Adversario de Dios, Satanás el Diablo, “el gobernante del mundo”. Jesús venció al mundo. (Juan 14:30; 16:33.) La cuestión, entonces, es si los adoradores del Dios verdadero permanecerán fieles a él a pesar de cualquier dificultad que afronten. Los testigos de Jehová de tiempos modernos han dado suficiente prueba de que piensan como el apóstol Pablo, quien escribió: “Tanto si vivimos, vivimos para Jehová, como si morimos, morimos para Jehová. Por consiguiente, tanto si vivimos como si morimos, pertenecemos a Jehová”. (Rom. 14:8.)
[Notas a pie de página]
a Los Estudiantes de la Biblia no entendían con la misma claridad que los Testigos de la actualidad la enseñanza bíblica de que los hombres deben ser los maestros en la congregación. (1 Cor. 14:33, 34; 1 Tim. 2:11, 12.) Debido a esto, Maria Russell había sido directora asociada de la Watch Tower y participaba regularmente en la redacción de sus páginas.
b Joseph F. Rutherford, presidente de la Sociedad Watch Tower; William E. Van Amburgh, secretario y tesorero de la Sociedad; Robert J. Martin, gerente de la oficina; Frederick H. Robison, miembro del comité de redacción de la revista The Watch Tower; A. Hugh Macmillan, uno de los directores de la Sociedad; George H. Fisher y Clayton J. Woodworth, compiladores del libro The Finished Mystery.
c Giovanni DeCecca, que trabajaba en el Departamento de Italiano en las oficinas de la Sociedad Watch Tower.
d El juez de circuito Martin T. Manton, católico fervoroso, denegó la segunda solicitud de libertad bajo fianza el 1 de julio de 1918. Posteriormente, cuando el tribunal federal de apelación revocó la sentencia, Manton emitió el único voto en contra. Es interesante que el 4 de diciembre de 1939 un tribunal especial de apelación confirmó la condena de Manton por abuso del poder judicial, falta de honradez y fraude.
e El que estos hombres fueron encarcelados injustamente y no eran convictos queda demostrado por el hecho de que J. F. Rutherford siguió siendo miembro del colegio de abogados del Tribunal Supremo de Estados Unidos desde su admisión en mayo de 1909 hasta su muerte en 1942. En catorce de los casos apelados ante el Tribunal Supremo entre 1939 y 1942, J. F. Rutherford fue uno de los abogados. En las causas Schneider contra el Estado de Nueva Jersey (1939) y Distrito escolar de Minersville contra Gobitis (1940), presentó personalmente su argumentación oral ante el Tribunal Supremo. Además, durante la II Guerra Mundial el director del Despacho Federal de Prisiones aceptó a A. H. Macmillan, uno de los que fueron encarcelados injustamente en 1918-1919, como visitador regular de las prisiones estadounidenses a fin de velar por los intereses espirituales de los jóvenes que estaban recluidos por haber adoptado una postura de neutralidad cristiana.
f The Encyclopedia Americana, tomo 11, 1942, página 316, dice: “La bandera, como la cruz, es sagrada. [...] Las reglas y reglamentos que tienen que ver con la actitud humana para con los estandartes nacionales emplean palabras vigorosas y expresivas, como: ‘Servicio a la bandera’, [...] ‘Reverencia a la bandera’, ‘Devoción a la bandera’”. El periódico brasileño Diário da Justiça, del 16 de febrero de 1956, página 1906, informó que en una ceremonia pública un oficial del ejército declaró: “Las banderas han llegado a ser una divinidad de religión patriótica. [...] La bandera recibe veneración y adoración”.
[Comentario en la página 642]
Los principales perseguidores de Jesucristo fueron los guías religiosos
[Comentario en la página 645]
“Dios ordena o autoriza a un hombre a predicar cuando le imparte el Espíritu Santo”
[Comentario en la página 647]
El libro “The Finished Mystery” denunciaba sin ambages la hipocresía del clero de la cristiandad
[Comentario en la página 650]
Hombres y mujeres cristianos sufrieron ataques de chusmas, y fueron encarcelados y retenidos sin acusación ni juicio
[Comentario en la página 652]
“Las condenas son claramente excesivas.” —Presidente estadounidense Woodrow Wilson
[Comentario en la página 656]
Al que no cumplía los mandatos del sacerdote se le hacía muy poca justicia
[Comentario en la página 666]
Los sacerdotes instaban a los maestros a dejar salir a los niños de las escuelas para apedrear a los Testigos
[Comentario en la página 668]
Los clérigos se unieron para oponerse a los Testigos
[Comentario en la página 671]
Los testigos de Jehová fueron atacados por chusmas en Estados Unidos
[Comentario en la página 676]
Los testigos de Jehová son perseguidos en toda la Tierra
[Recuadro en la página 655]
El clero revela sus sentimientos
Es de interés la reacción de ciertas publicaciones religiosas ante la sentencia que recibieron en 1918 J. F. Rutherford y sus colaboradores:
◆ “The Christian Register”: “En este caso el gobierno arremete de manera terminante contra la idea de que se puede propagar con impunidad toda creencia religiosa, por absurda o perniciosa que sea. Es una vieja falacia, y hasta ahora hemos actuado con mucho descuido al respecto. [...] Parece que le ha llegado el fin al russelismo”.
◆ La publicación bautista “The Western Recorder” dijo: “No sorprende en absoluto que se haya encarcelado al cabecilla de esta secta pendenciera en una institución para incorregibles. [...] El único dilema que se plantea es si debían haber mandado a los acusados a un manicomio o a una penitenciaría”.
◆ “The Fortnightly Review” destacó el siguiente comentario del diario neoyorquino “Evening Post”: “Esperamos que todos los maestros de religión tengan presente el criterio de este juez, a saber, que enseñar una religión que no esté en plena conformidad con las leyes establecidas es un delito grave, y más aún si el ministro del Evangelio es sincero”.
◆ “The Continent” llamó despectivamente a los acusados “seguidores del difunto ‘Pastor’ Russell” y tergiversó sus creencias diciendo que sostenían “que debe eximirse de luchar contra el káiser alemán a toda persona excepto a los pecadores”. Afirmó que, según el ministro de Justicia de Washington, “algún tiempo atrás el gobierno italiano se había quejado a Estados Unidos de que Rutherford y sus compañeros habían difundido entre los ejércitos italianos gran cantidad de propaganda antibélica”.
◆ Una semana después, “The Christian Century” reprodujo textualmente la mayor parte del texto supracitado, demostrando así que concordaban plenamente con lo dicho.
◆ La revista católica “Truth” dio un breve informe de la sentencia y luego manifestó el parecer de la dirección: “Las publicaciones de esta asociación están plagadas de ataques virulentos contra la Iglesia Católica y su sacerdocio”. Con la intención de colocar la etiqueta de “sedición” en todo el que discrepara en público de la Iglesia Católica, añadió: “Cada vez está más claro que el espíritu de intolerancia y el de sedición están íntimamente unidos”.
◆ El Dr. Ray Abrams comentó en su libro “Preachers Present Arms”: “Cuando la noticia de las sentencias de veinte años llegó a los directores de la prensa religiosa, casi todas estas publicaciones, grandes y pequeñas, se regocijaron por el acontecimiento. No he podido descubrir palabras de compasión en ninguna de las publicaciones religiosas ortodoxas”.
[Recuadro en la página 660]
‘Perseguidos por razones religiosas’
“En el campo de concentración de Mauthausen había un grupo de personas que eran perseguidas por razones religiosas solamente: eran miembros de la secta de los ‘Estudiantes Sinceros de la Biblia’, o ‘Testigos de Jehová’ [...]. El que ellos rehusaran jurar lealtad a Hitler y se negaran a rendir cualquier tipo de servicio militar —una consecuencia política de su creencia— fue la razón por la que fueron perseguidos.”—“Die Geschichte des Konzentrationslagers Mauthausen” (Historia del campo de concentración de Mauthausen), documentada por Hans Maršálek, Viena (Austria), 1974.
[Recuadro/Ilustración en la página 661]
Traducción de la declaración que los soldados de las SS trataban de obligar a los Testigos a firmar
Campo de concentración . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Departamento II
D E C L A R A C I Ó N
Yo, . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
nacido(a) en . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
el . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
por la presente hago la siguiente declaración:
1. Me he dado cuenta de que la Asociación Internacional de Estudiantes de la Biblia proclama enseñanzas erróneas y de que al amparo de la religión persigue fines hostiles al Estado.
2. Por lo tanto, he dejado por completo esta organización y me he liberado totalmente de las enseñanzas de esta secta.
3. Por la presente doy constancia de que nunca volveré a participar en las actividades de la Asociación Internacional de Estudiantes de la Biblia. Denunciaré inmediatamente a cualquier persona que me aborde con las enseñanzas de los Estudiantes de la Biblia, o que de algún modo manifieste tener relación con ellos. Toda publicación de los Estudiantes de la Biblia que reciba en mi casa la entregaré de inmediato al cuartel de policía más cercano.
4. En el futuro mostraré mi aprecio por las leyes del Estado; especialmente en caso de guerra defenderé, con arma en la mano, a la patria, y me uniré, de todo modo posible, a la comunidad.
5. Estoy al tanto de que si actúo contrario a la declaración hecha por mí hoy, se me pondrá nuevamente en prisión preventiva de inmediato.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . , Fechado . . . . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Firma
[Recuadro en la página 662]
Cartas de algunos que estaban sentenciados a muerte
De Franz Reiter (condenado a morir en la guillotina) a su madre, con fecha 6 de enero de 1940, desde el centro penitenciario de Berlin-Plötzensee:
“Estoy plenamente convencido de que mi manera de actuar es la correcta. Mientras esté aquí, aún puedo cambiar de idea, pero para Jehová eso sería deslealtad. Todos los que estamos aquí deseamos permanecer fieles a Dios, para su honra. [...] Si con el conocimiento que tengo hubiese prestado el juramento [militar], habría cometido un pecado por el que merecería la muerte. Eso hubiese sido nefasto para mí. No tendría resurrección. Pero me apego a lo que dijo Cristo: ‘El que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la hallará’. Hoy, mi querida madre, y todos mis hermanos y hermanas, me han comunicado la sentencia; no se alarmen, he sido sentenciado a muerte. Seré ejecutado mañana por la mañana. Dios me da fortaleza, al igual que siempre lo hizo con todos los verdaderos cristianos del pasado. El apóstol escribe: ‘Todo nacido de Dios no peca’. Lo mismo me [afecta] a mí. Te lo he probado, y has podido darte cuenta de ello. Querida madre, no dejes que esto te apesadumbre. Sería provechoso para todos ustedes que llegaran a conocer mejor las Santas Escrituras. Si permanecen firmes hasta la muerte, nos volveremos a ver en la resurrección. [...]
”Tu Franz.
”Hasta que volvamos a encontrarnos.”
De Berthold Szabo, fusilado en Körmend (Hungría) el 2 de marzo de 1945:
“Querida hermanita Marika:
”En esta hora y media de vida que me queda trataré de escribirte algunas palabras para que informes a nuestros padres acerca de mi situación: pronto me encararé a la muerte.
”Desearía que sintieran la misma paz interior que experimento en estos últimos momentos que pasaré en este mundo lleno de calamidad. Son ahora las diez, y seré ejecutado a las once y media; pero estoy muy calmado. Mi vida futura la dejo en manos de Jehová y de su Amado Hijo, Jesucristo, el Rey, quienes nunca olvidarán a los que los aman con sinceridad. También sé que pronto habrá una resurrección de los que han muerto o, más bien, de los que se han dormido en Cristo. También quisiera mencionar que te deseo las más abundantes bendiciones de Jehová por el amor que me has mostrado. Por favor, dales a papá y mamá un beso de parte mía, y a Annus también. Que no se preocupen por mí; pronto estaremos juntos de nuevo. Mi mano está calmada ahora, y me iré a descansar hasta que Jehová me llame de nuevo. Aun en estas circunstancias voy a cumplir el voto que le hice.
”Se me ha acabado el tiempo. Que Dios nos acompañe a los dos.
”Con mucho amor, . . .
”Berthi”
[Recuadro en la página 663]
Conocidos por su valor y sus convicciones
◆ “Contra toda fuerza superior, los Testigos en los campos se reunían y oraban juntos, producían literatura y hacían conversos. Sostenidos por su compañerismo, y, a diferencia de muchos otros prisioneros, muy al tanto de las razones por las cuales existían lugares como aquéllos y por qué debían sufrir así, los Testigos resultaron ser un grupo pequeño pero memorable de prisioneros, marcados con un triángulo violeta y célebres por su valor y sus convicciones.” Así se expresó la Dra. Christine King, en su libro “The Nazi State and the New Religions: Five Case Studies in Non-Conformity”.
◆ “Los valores y la violencia en Auschwitz”, de Anna Pawelczyńska, dice: “Ese grupito de prisioneros era una fuerza ideológica sólida y ganó su batalla contra el nazismo. El grupo alemán de esta secta había sido una islita de resistencia incesante que existía en el seno de una nación aterrorizada, y con ese mismo espíritu de intrepidez funcionaron en el campo de Auschwitz. Se las arreglaron para ganarse el respeto de sus compañeros de prisión [...] de los funcionarios de la prisión, y hasta de los oficiales de las SS. Todo el mundo sabía que ningún ‘Bibelforscher’ [testigo de Jehová] llevaría a cabo una orden que fuera contraria a su creencia religiosa”.
◆ Rudolf Hoess, en su autobiografía, publicada en el libro “Commandant of Auschwitz”, mencionó la ejecución de algunos testigos de Jehová por negarse a violar su neutralidad cristiana. Dijo: “De la misma manera imagino que deben haberse visto los primeros mártires cristianos, mientras esperaban en el circo que las fieras los despedazaran. Iban hacia la muerte con el rostro totalmente transformado, los ojos alzados al cielo y las manos juntas levantadas en señal de oración. Todos los que presenciaban su muerte quedaban sumamente conmovidos, y hasta el pelotón de fusilamiento quedaba afectado”. (Este libro se publicó en Polonia con el título “Autobiografía Rudolfa Hössa-komendanta obozu oświęcimskiego”.)
[Recuadro en la página 673]
“No están contra el país”
“No están contra el país; simplemente están en pro de Jehová.” “No queman tarjetas de conscripción, no se levantan en rebelión [...] ni participan en ninguna forma de sedición.” “La honradez y la integridad de los Testigos es constante. Piénsese lo que se piense acerca de los Testigos —y mucha es la gente que piensa muchas cosas negativas— llevan vidas ejemplares.”—“Telegram”, de Toronto (Canadá), julio de 1970.
[Recuadro en la página 674]
¿Quién manda?
Los testigos de Jehová saben que su responsabilidad de predicar no depende del funcionamiento de la Sociedad Watch Tower ni de ninguna otra asociación legal. “¡No importaría si por intervención del estado se prohibiera a la Sociedad Watch Tower y si por la fuerza se cerraran sus sucursales en diferentes países! Eso no [podría] invalidar ni quitar el requerimiento divino de los hombres y mujeres que se han consagrado para hacer la voluntad de Dios y sobre quienes Él ha puesto su espíritu. ‘¡Predica!’ está escrito claramente en su Palabra. Este mandato [tiene prioridad] sobre el de cualquier hombre.” (“La Atalaya” del 1 de marzo de 1950.) Puesto que reconocen que es de Jehová Dios y de Jesucristo de quienes reciben órdenes, persisten en proclamar el mensaje del Reino sin importar la oposición a que se encaren.
[Recuadro en la página 677]
Como los cristianos primitivos
◆ “Los testigos de Jehová [...] toman mucho más [en serio su religión] que la gran mayoría de la gente. Sus principios nos hacen recordar a los cristianos primitivos que fueron tan impopulares y que fueron perseguidos tan brutalmente por los romanos.”—“Akron Beacon Journal”, Akron (Ohio), 4 de septiembre de 1951.
◆ “[Los cristianos primitivos] vivían vidas tranquilas, morales, en realidad modelos. En todo respecto, [con la única] excepción [del] asunto de quemar incienso, eran ciudadanos ejemplares. [...] Mientras el sacrificio al Genio del emperador permaneciera como la prueba de patriotismo, ¿les convenía a las autoridades [hacer] la vista gorda ante la contumacia de estos cristianos antipatrióticos? La dificultad en que los cristianos por consiguiente se hallaron no fue del todo desemejante de la dificultad en que, durante los años de la guerra, se halló esa secta agresiva conocida como testigos de Jehová respecto al asunto del saludo a la bandera nacional de los Estados Unidos.”—“20 Centuries of Christianity”, de Paul Hutchinson y Winfred Garrison, 1959, página 31.
◆ “Quizás la cosa más notable acerca de los Testigos es su insistencia en su lealtad primordial a Dios, antes [que a] cualquier otro poder del mundo.”—“These Also Believe”, del Dr. C. S. Braden, 1949, página 380.
[Fotografías en la página 644]
El periódico “The Pittsburgh Gazette” dio mucha publicidad a los debates realizados como resultado de la invitación del Dr. Eaton a C. T. Russell
[Fotografía en la página 646]
Los opositores difundieron calumnias acerca de la situación marital de Charles y Maria Russell
[Fotografías en la página 648]
El clero montó en cólera cuando se distribuyeron 10.000.000 de ejemplares de este tratado en el que se denunciaban sus doctrinas y prácticas a la luz de la Palabra de Dios
[Fotografías en la página 649]
Los periódicos avivaron las llamas de la persecución de los Estudiantes de la Biblia en 1918
[Fotografías en la página 651]
Durante el juicio de los miembros del personal de la sede de la Sociedad, se dio mucha importancia al libro “The Finished Mystery”
Tribunal federal y oficina de correos de Brooklyn (N. Y.)
[Fotografía en la página 653]
Su condena fue más severa que la del asesino cuyo disparo desencadenó la I Guerra Mundial. De izquierda a derecha: W. E. Van Amburgh, J. F. Rutherford, A. H. Macmillan, R. J. Martin, F. H. Robison, C. J. Woodworth, G. H. Fisher, G. DeCecca
[Fotografías en la página 657]
Una chusma de unas doscientas personas dirigida por sacerdotes católicos trató de disolver esta asamblea de los Testigos celebrada en 1939 en Nueva York
[Fotografías en la página 659]
Durante la II Guerra Mundial, se recluyó a miles de testigos de Jehová en estos campos de concentración
Insignia con calavera de los guardias de las SS (izquierda)
[Fotografía en la página 664]
Parte de un libro para el estudio de la Biblia reducido fotográficamente, colocado en una caja de fósforos y pasado en secreto a los Testigos de un campo de concentración
[Fotografías en la página 665]
Algunos de los Testigos cuya fe aguantó el crisol de los campos de concentración nazis
Mauthausen
Wewelsburg
[Fotografía en la página 667]
Ataque de una chusma cerca de Montreal (Quebec) en 1945. Este tipo de violencia promovida por el clero contra los Testigos fue común durante los años cuarenta y cincuenta
[Fotografía en la página 669]
Miles de testigos de Jehová (entre ellos John Booth, a quien se ve aquí) fueron encarcelados por distribuir publicaciones bíblicas
[Fotografías en la página 670]
Después del fallo del Tribunal Supremo contra los Testigos en 1940, una ola de violencia contra ellos barrió Estados Unidos; las chusmas interrumpieron reuniones, golpearon a los Testigos y destruyeron muchas de sus propiedades
[Fotografías en la página 672]
En muchos lugares fue necesario establecer Escuelas del Reino porque se había expulsado a los hijos de los Testigos de las escuelas públicas