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  • ¿Admite variedad la unidad cristiana?
  • ¡Despertad! 1998
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El punto de vista bíblico

¿Admite variedad la unidad cristiana?

EN LA congregación cristiana es fundamental que haya unidad, pues la desunión en cuestiones doctrinales originaría violentas disputas, disensión y hasta enemistad (Hechos 23:6-10). La Biblia dice que “Dios no es Dios de desorden, sino de paz” (1 Corintios 14:33). De ahí que a los cristianos se les exhorte a que hablen de acuerdo y que estén unidos en la misma mente y en la misma forma de pensar (1 Corintios 1:10).

¿Significan estas palabras, y las de pasajes similares de la Biblia, que entre los cristianos deba haber una estricta uniformidad en todo sentido? (Juan 17:20-23; Gálatas 3:28.) ¿Está el cristianismo verdadero, según se define en la Biblia, en contra de la variedad de personalidades? ¿Se espera que todos los cristianos encajen en un mismo molde?

Dios nos atrae individualmente

Hay quienes creen firmemente que la Biblia es un instrumento más para el control arbitrario de las masas. Es cierto que algunas sectas la han utilizado con ese fin. Pero Jesús ofreció una imagen muy distinta de las Escrituras y de su Autor Divino. Describió a Dios como un ser que siente un gran interés por cada una de sus criaturas.

En Juan 6:44, Jesús explicó: “Nadie puede venir a mí a menos que el Padre, que me envió, lo atraiga”. El verbo aquí empleado no da a entender que Dios conduzca a rastras a las personas hacia sí, sino que las atrae con delicadeza, apelando a su corazón. Según cierto escriturario, ‘Dios influye para que la mente se sienta inclinada a creer’. El Creador no ve a la familia humana como una masa de gente sin rostro. Él evalúa a cada persona por separado y bondadosamente atrae hacia sí a las que tienen una buena disposición de corazón (Salmo 11:5; Proverbios 21:2; Hechos 13:48).

Fíjese en lo adaptable que era el apóstol Pablo. Tenía en cuenta las necesidades especiales de cada individuo y reconocía que las personas de una misma nacionalidad o antecedentes compartían ciertas opiniones. Por ello adaptaba el enfoque de su mensaje en consecuencia. Él escribió: “A los judíos me hice como judío, para ganar a judíos [...]. A los débiles me hice débil, para ganar a los débiles. Me he hecho toda cosa a gente de toda clase, para que de todos modos salve a algunos” (1 Corintios 9:20-22).

Puede verse que Pablo no estereotipó a las personas ni las trató a todas de la misma manera. Su consejo fue: “Que su habla siempre sea con gracia, sazonada con sal, para que sepan cómo deben dar una respuesta a cada uno” (Colosenses 4:6). En efecto, Pablo y los demás cristianos debían reconocer y respetar la singularidad de cada persona para poder ayudarla.

El propósito original de Dios

Este respeto por los demás como individuos continúa después de llegar a formar parte de la congregación cristiana. Los siervos de Dios no quedan anulados en un ambiente de total uniformidad y absoluta conformidad a las preferencias de los que dirigen. Ni mucho menos. Entre ellos existe una amplia variedad de personalidades, habilidades, costumbres y opiniones. La individualidad de cada uno no se considera una molestia o un fastidio. Forma parte del propósito original de Dios.

Por consiguiente, en el nuevo mundo que la Biblia promete para los justos, la perfección de la humanidad admitirá una gran diversidad (2 Pedro 3:13). Bajo el encabezamiento “Perfección”, la enciclopedia bíblica Perspicacia para comprender las Escriturasa dice apropiadamente lo siguiente: “La perfección no significa que no haya variedad, como a menudo concluyen las personas. El reino animal, producto de la ‘actividad perfecta’ de Jehová (Gé[nesis] Gé 1:20-24; D[euteronomio] Deut 32:4), encierra una gran variedad”.

La obra añade: “La perfección del planeta Tierra tampoco es incompatible con la variedad, el cambio o el contraste. Admite lo sencillo y lo complejo, lo simple y lo elaborado, lo amargo y lo dulce, lo áspero y lo suave, los prados y los bosques, las montañas y los valles. Abarca el frescor estimulante de la incipiente primavera, el calor del verano con su cielo azul translúcido, la hermosura de los colores otoñales y la belleza de la nieve recién caída. (Gé[nesis] Gé 8:22.) Los humanos perfectos no serán criaturas estereotipadas, con personalidad, talento y aptitudes idénticos”.

Interés por los demás

Por otra parte, el cristianismo verdadero sí está en contra de la indiferencia egocéntrica hacia el prójimo. El apóstol Pablo vigilaba atentamente todo aspecto de su vida y conducta para no hacer tropezar a nadie. En su carta a la congregación de Corinto, dijo: “De ninguna manera estamos dando causa alguna para tropiezo, para que no se encuentre falta en nuestro ministerio” (2 Corintios 6:3). A veces debemos controlar nuestros deseos personales y poner las necesidades ajenas por encima de nuestras preferencias. Por ejemplo, Pablo escribió a los cristianos de Roma: “Es bueno no comer carne, ni beber vino, ni hacer cosa alguna por la cual tu hermano tropiece” (Romanos 14:21).

Igualmente hoy día, es posible que alguien opte por no beber alcohol en presencia de una persona que tenga problemas con la bebida (1 Corintios 10:23, 24). No lo hace por un sentido de obligación, sino como un acto noble de bondad y amor. “Hasta el Cristo no se agradó a sí mismo.” Jesús tenía su propia identidad, pero no hizo valer sus preferencias a costa de los sentimientos ajenos (Romanos 15:3).

Precisamente uno de los aspectos más reconfortantes del cristianismo verdadero es el respeto que en este se manifiesta por las libertades y preferencias personales, dentro de los límites establecidos en la Biblia. Esta enseña que Dios nos hizo para que cada uno fuera distinto, único. En 1 Corintios 2:11 leemos: “¿Quién entre los hombres conoce las cosas del hombre salvo el espíritu del hombre que está en él?”. Tratamos de entender a los demás lo mejor posible. Pero este versículo indica que cada uno poseemos una individualidad que solo entendemos nosotros y nuestro Creador. Tenemos una “persona secreta del corazón” que exteriorizamos como queremos (1 Pedro 3:4).

El delicado equilibrio entre la unidad y la variedad

El apóstol Pablo dio un buen ejemplo de equilibrio cristiano. Aunque tenía autoridad como apóstol de Cristo, procuró no imponer su opinión.

Por ejemplo, Pablo estaba muy convencido de las ventajas de la soltería en este mundo imperfecto. No estaba casado cuando escribió: “Los que [se casen] tendrán tribulación en la carne”, y “[una viuda] es más feliz si permanece como está, según mi opinión”. El hecho de que sus palabras llegasen a formar parte de la Palabra inspirada de Dios indica que su opinión era acertada. Pero él también dijo: “Aunque te casaras, no cometerías ningún pecado” (1 Corintios 7:28, 40).

Parece ser que la mayoría de los apóstoles estaban casados, como Pablo reconoció al decir: “Tenemos autoridad para llevar en derredor a una hermana como esposa, tal como los demás apóstoles, y los hermanos del Señor, y Cefas, ¿verdad?” (1 Corintios 9:5). Los cristianos sabían que en esta cuestión podían tomar una decisión distinta a la de Pablo y él seguiría respetándolos.

A los adoradores de Dios siempre se les ha permitido expresar su fe de acuerdo con su propia personalidad. De hecho, Dios hasta permitió que los escritores de la Biblia utilizaran su estilo particular de redactar. Por ejemplo, Nehemías, aunque con gran humildad, escribió su relato en primera persona (Nehemías 5:6, 19). Sin embargo, el apóstol Juan, por modestia, no utilizó su nombre ni una sola vez en su relato del Evangelio y apenas se refirió a sí mismo. Dios aprobó ambos estilos de escritura e hizo que se conservaran en la Biblia.

A lo largo de las Escrituras hallamos ejemplos similares de una actitud equilibrada y razonable. Es obvio que la unidad cristiana admite variedad. Por supuesto, cuando faltan cualidades espirituales, la diversidad de antecedentes y opiniones puede conducir a la desunión (Romanos 16:17, 18). Pero cuando ‘nos vestimos de amor, el vínculo perfecto de unión’, aprendemos a aceptar la personalidad particular de cada uno, e incluso llega a gustarnos (Colosenses 3:14).

“Por lo tanto, recíbanse con gusto unos a otros —dice la Biblia—, así como el Cristo también nos recibió con gusto a nosotros, con gloria a Dios en mira.” (Romanos 15:7.) Con la ayuda del espíritu de Dios, los cristianos pueden conseguir el delicado equilibrio de mantener la unidad y al mismo tiempo gozar de una variedad de personalidades en la congregación.

[Nota]

a Editada por Watchtower Bible and Tract Society of New York, Inc.

[Comentario de la página 14]

El Creador no ve a la familia humana como una masa de gente sin rostro

[Comentario de la página 15]

Cada uno poseemos una individualidad que solo entendemos nosotros y nuestro Creador

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