¿Es incorrecto cambiar de religión?
¿Tiene que quedarse la persona con la religión de sus padres? ¿Debe usted presuponer que usted tiene la forma de adoración correcta?
MUY probablemente usted no escogió la religión que profesa, sino que la heredó de sus padres. Comparativamente pocas personas realmente seleccionan por sí mismas su forma de adoración. La mayoría se queda en la religión en que fué criada, muy a menudo temiendo cambiar aun si está descontenta. Esto es especialmente cierto en comunidades donde predomina una sola religión. La persona que cambia puede llegar a ser objeto de odio popular y ser despojada de los medios de ganarse la vida.
Pero, ¿qué debe hacer la persona cuando se convence de que la religión que heredó es la forma incorrecta de adoración, que sus enseñanzas son falsas y que sus líderes son guías ciegos que la están conduciendo por el camino de desaprobación divina? ¿Sería incorrecto que obrara contrario a los deseos de sus padres y de la comunidad y cambiara su religión? ¿O sería incorrecto que no cambiara? Esta es una decisión seria, y ciertamente no se debe permitir que las opiniones de otros ni las emociones ejerzan presión al hacerla, porque tiene que ver con su relación con Dios.
Una relación favorable con el Creador es de mucho mayor importancia que la opinión favorable de los parientes, amigos y vecinos. Si la adoración de una persona es incorrecta, su bienestar eterno está en peligro. Pero, ¿cómo habrá de saber uno si su adoración es correcta o incorrecta? Eso se determina por si está en armonía o no con la Palabra escrita de Dios. No puede creer algo simplemente porque alguien se lo dice. Tiene que dirigirse a la Biblia uno mismo y estudiar lo que dice. El que los líderes religiosos de su religión así como sus padres y otros digan que es la forma de adoración verdadera no hace que sea la verdadera. Tiene que elevarse a la altura de la norma de la Biblia de adoración verdadera. Dios proveyó la Biblia como una vara de medir de la fe verdadera y se propuso que la usáramos como tal. Al usarla así seguimos el consejo: “Asegúrense de todas las cosas; adhiéranse tenazmente a lo que es correcto.” (1 Tes. 5:21) Si una forma de adoración no está correcta, debe hacerse un cambio.
¿QUÉ HAN HECHO OTROS?
En el primer siglo las personas que nacieron en la religión del judaísmo asumieron que tenían la religión verdadera. No sólo sus líderes religiosos y sus parientes les dijeron que la tenían, sino que aprendieron de la historia bíblica que sus antepasados habían adorado a Dios de una manera aceptable. Esas personas, con pocas excepciones, pasaron por alto el hecho de que la religión verdadera de sus antepasados se había corrompido con el transcurso del tiempo. Eso significaba que la religión del judaísmo no era aceptable a Dios. No era la misma adoración incontaminada que practicaron Moisés, Samuel y David.
Cristo y sus discípulos predicaron a estas personas con el propósito de cambiarlas, de hacerlas volver a la adoración verdadera e incorrupta de Jehová Dios. Tuvieron una tarea difícil porque hablaron a personas que eran exactamente tan adversas a cambiar de religión como lo son hoy muchas personas. Hoy pudiéramos preguntarnos por qué Cristo no fué a los paganos en vez de predicar a los que eran miembros del judaísmo y a adoradores del Dios verdadero. Jesús explicó por qué cuando dijo que fué enviado a “las ovejas perdidas de la casa de Israel.”—Mat. 15:24.
Como ovejas que se han extraviado de su Pastor, así se había extraviado la nación de Israel de la adoración verdadera del Gran Pastor, Jehová Dios. Su religión se había corrompido por filosofías y tradiciones humanas. Debido a que los líderes religiosos habían llegado a ser semejantes a guías ciegos Jesús dijo: “Guías ciegos es lo que son. Si, pues, un ciego guía a un ciego, ambos caerán en un hoyo.” (Mat. 15:14) Aquellos líderes religiosos estaban bien atrincherados en sus puestos de autoridad y no recibieron con regocijo los esfuerzos que Cristo hizo para cambiar el pensar religioso de la gente. No obstante era necesario que esas personas cambiaran para conseguir el favor de Dios.
En el día del Pentecostés tres mil miembros del judaísmo cambiaron al cristianismo después que Pedro los convenció de que ésta era la religión divinamente aprobada. No permitieron que el temor de lo que pudieran decirles o hacerles sus parientes y vecinos airados los hiciera retraerse. Consideraron la aprobación de Dios más deseable que la aprobación de los hombres. Lo mismo fué cierto de los dos mil que fueron persuadidos a cambiarse al cristianismo poco después de esto. “Sin embargo, muchos de los que habían escuchado el discurso creyeron, y el número de los hombres llegó a ser aproximadamente cinco mil.”—Hech. 4:4.
No fué incorrecto que esas personas cambiaran del judaísmo al cristianismo, porque al hacerlo estaban apartándose de una forma contaminada de adoración a la adoración incontaminada del Dios vivo. En vez de dejar que la filosofía y tradición humanas gobernaran su adoración y pensar, estaban dejando que la Palabra escrita de Dios lo hiciera. Se pusieron a adorarlo en espíritu y en verdad. ¿Cómo podría alguien considerar incorrecto tal cambio salvo que se contara entre los pastores falsos de Israel?
NO CONTRA EL MANDATO DE MOISÉS
El cambio que hicieron estas personas en su religión no fué contra el mandato dado por Moisés en las llanuras de Moab. Cuando él dijo: “Ustedes no deben andar en pos de otros dioses, de ninguno de los dioses de los pueblos que se hallan todo alrededor de ustedes,” él los estaba amonestando contra el cambiar a una forma de adoración falsa. El pueblo de Canaán no adoraba al Dios vivo, Jehová, sino que veneraba a ídolos mudos. El que el pueblo de Israel se alejara del Dios verdadero para dirigirse a los dioses inexistentes de Canaán le resultaría desastroso. Moisés se lo advirtió. “Y debe suceder que si de manera alguna olvidaras a Jehová tu Dios y sí andas en pos de otros dioses y les sirves y te postras ante ellos, testifico contra ustedes hoy que ustedes perecerán, absolutamente.”—Deu. 6:14; 8:19.
A medida que transcurrió el tiempo, esa nación se hizo indiferente a estas amonestaciones. Acudió a los dioses de Canaán. “Y empezaron a mezclarse con las naciones y se pusieron a aprender sus obras. Y siguieron sirviendo a sus ídolos y éstos llegaron a ser un lazo para ellos.” (Sal. 106:35, 36) Porque cambiaron de la religión verdadera, sufrieron grandemente bajo el dominio duro de los paganos. Pero el cambio que hicieron al adoptar la religión falsa no puede compararse con el cambio que hicieron los seguidores del judaísmo al hacerse cristianos en el primer siglo. Al dirigirse al cristianismo no estaban acudiendo a la adoración falsa sino volviendo a la adoración verdadera e incontaminada de Jehová.
En cuanto a la persona que permanece en una religión que ha llegado a ser contaminada a la vista de Dios y una persona que se ha dirigido a los dioses falsos, ambas tienen el disfavor de Dios. La persona que quiere aprobación divina primero tiene que cambiar de tal religión. Por lo tanto, fué con buena razón que Cristo y sus apóstoles dijeron a los seguidores del judaísmo que se arrepintieran. Los que se arrepintieron se volvieron o cambiaron del derrotero de adoración contaminada que estaban siguiendo como miembros del judaísmo.
POR QUÉ ES NECESARIO UN CAMBIO HOY
Debería ser evidente que todas las religiones que afirman ser cristianas hoy día no pueden ser la misma religión verdadera a la cual acudió la gente del primer siglo. Está escrito que “Dios es Dios, no del desorden, sino de la paz.” (1 Cor. 14:33) No obstante, el desorden es lo que prevalece en la cristiandad, donde centenares de diferentes religiones dicen ser cristianas pero enseñan doctrinas contradictorias. Todas estas enseñanzas contradictorias no pueden ser la verdad bíblica.
La cristiandad se halla en la misma posición en que estaba la nación de Israel. La adoración de los que afirman ser cristianos se ha hecho corrupta. Esto tuvo su principio hace siglos cuando todos los que profesaban el cristianismo todavía adoraban a Dios de una manera incontaminada. El apóstol Pablo predijo que se apostataría de la adoración verdadera cuando dijo: “Yo sé que después de mí partida entrarán entre ustedes lobos opresivos y no tratarán al rebaño con ternura, y de entre ustedes mismos se levantarán hombres que hablarán cosas torcidas para arrastrar a los discípulos tras sí.”—Hech. 20:29,30.
Con el transcurso del tiempo hubo gradualmente mayor desviación de la adoración incontaminada. Tradiciones, filosofías humanas, así como enseñanzas y prácticas adoptadas de las religiones paganas llegaron a entremezclarse con las verdades bíblicas. Esta forma contaminada de adoración que pretendía ser cristiana ya no pudo traer la aprobación de Dios así como no pudo hacerlo el sistema religioso judío contaminado del día de Jesús.
Ahora bien, ¿qué debe hacer la persona que ha heredado por nacimiento una de las religiones contaminadas de la cristiandad? Si asume la actitud de que es incorrecto cambiar y que dado que nació en esa religión en particular debe morir en ella, ¿en qué sentido es diferente ella de los miembros del judaísmo que rehusaron escuchar a Cristo y cambiar a la adoración incontaminada de Dios? No puede presuponer que su religión es la verdadera, la que Dios aprueba, así como no pudieron presuponerlo aquellas personas. Tiene que probar que lo es para sí misma por medio de estudiar las Escrituras.
Los que llegaron a ser cristianos en el primer siglo y llenaron los requisitos para ser de los que recibirán la dádiva divina de vida eterna fueron aquellas personas que estuvieron dispuestas a escuchar lo que Cristo y sus seguidores les decían. No les prestaron oído sordo. Semejantes a la gente de Berea, “recibieron la palabra con la más pronta disposición, examinando las Escrituras cuidadosamente cada día para ver si estas cosas eran así.” (Hech. 17:11) Tienen que hacer lo mismo hoy todos los que quieren la aprobación de Dios.
La persona que justiprecia su relación con el Altísimo está dispuesta a cambiar su religión cuando está convencida de que la religión a la que pertenece no se eleva a la altura de las Escrituras. Sólo es por medio de cambiar que puede escaparse del juicio desfavorable de Dios.
El que es correcto cambiar de las religiones contaminadas de la cristiandad y es lo que debe hacerse lo indica el mandato divino: “Salgan de ella, pueblo mío, si no quieren participar con ella en sus pecados, y si no quieren recibir parte de sus plagas.” (Apo. 18:4) Por lo tanto, no cierre los oídos a los testigos de Jehová cuando llaman a su puerta. Escuche lo que ellos vienen a decirle y examine las Escrituras cuidadosamente para ver si esto es así. El bienestar eterno de usted depende de que haga una decisión sabia concerniente a la manera en que usted quiere adorar.