Una carrera que lleva a bendiciones de toda la vida
Según lo relató Emily Hardin
MIS antepasados emigrantes de Alemania se radicaron en Pensilvania donde yo fui criada en un hogar religioso. Mi padre fue diácono bautista y sus deberes incluían el ir en carruaje tirado por caballo una vez al mes para cobrar las “cuotas” de los miembros que no las traían a la iglesia o que se atrasaban en sus pagos. Mi madre nos dijo más tarde que un día cuando él regresó le dijo: “Este es mi último viaje. Esos pobres agricultores tienen menos que el predicador, de modo que voy a renunciar.”
Hizo eso, pero se quedó en la iglesia hasta el año 1919, cuando murió, víctima de la influenza española. Entonces mi madre tenía la responsabilidad de criar a tres niñitos. Con el tiempo nos mudamos a otra comunidad a una casa de apartamientos donde vivía una anciana. Sabíamos que ella era una “Estudiante de la Biblia,” como se llamaba entonces a los testigos de Jehová. Cuando ella se enteró de que mi madre estaba desilusionada con las iglesias, comenzó a visitarnos todos los domingos y a considerar la Biblia con nosotros. Aunque estaba inválida por la artritis y no podía asistir a las reuniones en su congregación cristiana, nos animó a mi madre y a mí a asistir. De modo que comenzamos a asistir a las reuniones de los Estudiantes de la Biblia en Williamsport, Pensilvania.
Desde el mismísimo principio mi madre nos hablaba a mi hermana y a mí acerca de todas las cosas que aprendía de la Biblia. Finalmente, llegó el año 1935 y la asamblea de los testigos de Jehová en Washington, D.C. Allí todas las tres —mi madre, mi hermana y yo— nos bautizamos en símbolo de nuestra dedicación a Jehová.
LA PREDICACIÓN DE TIEMPO CABAL
Durante el resto de ese año mi madre me animó a dedicar todo mi tiempo a la obra de proclamar el reino de Dios. Insistía en que ella también podía predicar de tiempo cabal, de modo que ambas comenzamos en febrero de 1936. Sin embargo, después de unos seis meses mi madre se dio cuenta de que no podía seguir debido a mala salud. Yo empecé a trabajar con otra Testigo con quien continué por más de cinco años.
Trabajamos con muchos diferentes grupos en todas partes de la costa oriental de los Estados Unidos. A veces vivíamos en grupos de doce a quince proclamadores de tiempo cabal de las buenas nuevas, trabajando juntos y mudando nuestros automóviles y remolques de un lugar a otro. Siempre teníamos bastante que comer, pero a veces el dinero para la gasolina era muy escaso. En muchas ocasiones cambiábamos literatura bíblica por comida, especialmente en el Sur.
Siempre me ha servido de gran estímulo el reflexionar en aquel tiempo y darme cuenta de cuántos con quienes trabajamos o que llegamos a conocer fueron misioneros más tarde o servían en alguna capacidad como ministros de tiempo cabal.
Trabajamos por un período con un automóvil arreglado con equipo sonoro. Esto fue especialmente interesante y facilitaba nuestra predicación. Al terminar la reproducción de una conferencia bíblica grabada, todos salíamos del automóvil equipado con equipo sonoro para visitar las casas cercanas. Aquellos a quienes no les gustaba el mensaje ni siquiera venían a la puerta, y las personas a quienes les gustaban las buenas nuevas estaban esperando para recibirnos. Dejábamos mucha literatura bíblica en las manos de la gente.
Entonces vino el tiempo para el trabajo de casa en casa con el fonógrafo. A mi compañera y a mí se nos dio el privilegio de estar entre el grupo escogido para familiarizar a las congregaciones con el modo de usar el fonógrafo en la predicación de puerta en puerta. Nuestro grupo compuesto de nueve fue enviado de una ciudad a otra. ¡Qué excelentes experiencias tuvimos en las diferentes congregaciones con las que trabajamos!
Más tarde trabajé en California hasta la primavera de 1941, cuando fui a Nuevo México con otros y permanecí allí hasta el tiempo de la asamblea de Saint Louis en 1941.
MATRIMONIO Y CONTINUADA PREDICACIÓN DE TIEMPO CABAL
Al año siguiente me casé con F. M. Hardin, y recibimos una asignación en Las Vegas, Nuevo México, como precursores especiales o ministros especiales de tiempo cabal. Entonces fuimos transferidos a Albuquerque, donde mi esposo iba a ayudar con los arreglos para una de las “Asambleas Teocráticas del Nuevo Mundo” de 1942.
Pudimos alquilar un salón en una pequeña población fuera de Albuquerque llamada Bernalillo. Aquí, como sucedía con frecuencia en aquellos años, empezó a formarse una chusma que nos amenazaba. El sábado por la noche varios soldados se unieron a la chusma. Nuestro salón fue rodeado completamente. Evidentemente planeaban entrar y destruir el equipo sonoro para que no pudiera presentarse al día siguiente el discurso público “Paz... ¿será duradera?” Vino un policía estatal para advertirnos que él no podía controlar la chusma y que sería mejor dispersar la asamblea. Sin embargo, continuó la asamblea y el soldado estatal salió y le habló a la muchedumbre. Se fueron, pero declararon que regresarían el domingo.
Ciertamente regresaron, y esta vez con más soldados. Sin embargo, antes que los de la asonada pudieran atacar la asamblea, brotó discordia entre ellos. Uno de los soldados tomó un caballo que era de un mexicano. El soldado quería ir montado en él y dar órdenes a los de la chusma. Esto produjo una pelea entre los soldados y los mexicanos. Como resultado de la riña algunos fueron mal heridos; finalmente llegó la policía militar para llevarse a los soldados. Así se terminó la oposición, y tuvimos una excelente asistencia al discurso público.
PRIMERA CLASE DE GALAAD Y OBRA MISIONAL
Poco después de la asamblea, recibimos un cuestionario para algo enteramente nuevo —la Escuela Bíblica de Galaad de la Watchtower—; entrenamiento para el servicio misional. ¡Qué emocionante fue cuando fuimos aceptados! Al llegar a Galaad, encontramos a muchos conocidos que también estaban en la primera clase. Después de la graduación, recibimos una asignación a Costa Rica, el país más pequeño de la América Central; y para nosotros ésta fue la mejor asignación que alguien podía pedir.
Las semillas de la verdad bíblica habían sido sembradas muchos años antes de llegar los primeros misioneros en 1946. Principiamos la predicación presentando una “Tarjeta de testimonio” en español, que explicaba el propósito de nuestra visita. Entonces le tocaba al amo de casa decir Sí o No. También en aquel tiempo trabajábamos mucho en las calles con las revistas. Una noche dos hombres pasaron junto a mí, y uno le dijo al otro: “Hay 150 de ellos en la calle. Los he estado contando.” En aquel entonces toda la congregación de San José tenía menos de setenta y cinco publicadores, pero ciertamente parecíamos un ejército a los transeúntes.
EXPERIENCIAS MEMORABLES
Una de mis más deleitables asignaciones misionales fue en Puerto Limón en la costa del Atlántico de Costa Rica. Se nos envió allá en 1947 para ayudar a la congregación de habla inglesa, un buen número de cuyos miembros había estado en la predicación desde 1910. Para mí todavía es un verdadero privilegio asistir a una asamblea nacional en Costa Rica y encontrar de nuevo a aquellos amigos queridos que hicieron tan deleitable y espiritualmente provechosa nuestra estancia en Puerto Limón.
Recuerdo especialmente una experiencia en Costa Rica cuando fuimos a dar el testimonio en la pequeña población de Colorado Bar, un lugar donde no vivía ningún testigo de Jehová. Conseguimos pasaje en un barco pequeño y el viaje duró doce horas. Al día siguiente visitamos a la gente y esa noche se pronunció un discurso público. En dos días habíamos colocado casi toda nuestra literatura bíblica con la gente y habíamos hablado a casi todos los de la aldea. Coloqué una ayuda para el estudio de la Biblia con un señor que la quería para sus hijos. Uno de los muchachos, al leer el libro, reconoció que era la verdad de Dios. Pronto fue a trabajar en Puerto Limón y comenzó a asociarse con la congregación y se bautizó. Emprendió el ministerio de tiempo cabal, y ahora es un ministro viajero especial que representa a la Sociedad Watch Tower en Costa Rica.
Otra experiencia que recuerdo claramente es la que tuvimos cuando nuestra familia misional fue invitada a ir a un lugar que se llama Aguacate. Se hicieron planes para un discurso público y también una reunión el sábado por la noche. ¡Resultó ser una asamblea pequeña!
El sábado por la noche el salón estuvo repleto, y nos fue muy bien. El domingo, cuando la gente comenzó a reunirse para el discurso público, apenas podíamos creer que hubiera tanta gente en el vecindario. Vinieron a caballo, en carretas tiradas por bueyes y a pie. Habían matado una res y había bastante comida para todos. Pronto nos dimos cuenta de que sería imposible que cupieran en el Salón del Reino, pues había más de trescientas personas presentes. ¡De modo que los Testigos sencillamente quitaron las tablas de los dos lados del salón, y así todos pudieron oír! Ahora casi toda la gente que vive en esa zona son testigos de Jehová.
En 1945, un año antes que llegáramos a Costa Rica, el número máximo de Testigos allí era de 253. Diez años después el número había aumentado a 1.934. El haber participado en este aumento ciertamente fue un privilegio bendito. Aun con el crecimiento rápido, nos fue posible llegar a conocer a casi todos nuestros hermanos cristianos.
En 1950 quisimos asistir a la asamblea internacional de los testigos de Jehová en Nueva York, pero, ¿cómo? Bueno, exactamente a tiempo mi esposo recibió una pequeña herencia de 135 dólares de parte de una tía, y al mismo tiempo yo recibí 150 dólares de una póliza de seguro que había sido pagada veinte años antes. Esto, junto con lo que teníamos, lo hizo posible y nos dio gusto gastar casi hasta nuestro último centavo en una ocasión tan maravillosa. Desde ese entonces la Sociedad Watch Tower siempre nos ha ayudado a asistir a las asambleas internacionales, por lo cual estamos verdaderamente agradecidos.
CAMBIOS EN MI VIDA Y UNA NUEVA ASIGNACIÓN
Nadie en este sistema de cosas puede vivir sin congojas, y la mía llegó después de asistir a una asamblea en Nueva York en 1953. Al regresar a Costa Rica, mi esposo tuvo un ataque cardíaco del cual jamás se recuperó del todo, y al año siguiente, en diciembre, murió. Estábamos celebrando una asamblea, y el presidente de la Sociedad, el hermano Knorr, estaba visitando Costa Rica en aquella ocasión, y él fue una gran fuente de consuelo. ¡Qué maravilloso es tener a centenares de hermanos y hermanas espirituales y hogares donde uno puede ser recibido en una ocasión como ésta!
Puesto que yo había escogido mi carrera muchos años antes de haberme casado, no podía ver razón alguna para cambiarla al estar sola de nuevo. De modo que después de luchar con mi salud durante seis meses, pude empezar de nuevo. Continué en Costa Rica hasta 1957, cuando recibí una asignación a Nicaragua.
En 1957 la organización de los testigos cristianos de Jehová en Nicaragua era aproximadamente del tamaño que había sido en Costa Rica cuando llegamos allí... solo había 196 Testigos en todo el país. De modo que de nuevo podría participar en crecimiento maravilloso. Aquí la gente es muy hospitalaria; casi todos escuchan cuando les hablamos acerca de la Palabra de Dios y toman literatura bíblica si tienen dinero.
Ahora hemos alcanzado un máximo de 1.654 proclamadores de las buenas nuevas. Y en vez de las dos congregaciones que teníamos en la ciudad capital de Managua cuando llegué, ahora tenemos doce. Esperamos que muchos más nicaragüenses se unan a las filas en aumento de los alabadores del nombre de Jehová.
¿Qué carrera pudiera haber escogido que me hubiera dado placer y gozo tan constantes como ésta de rendir servicio de tiempo cabal a Jehová? Ninguna.
Cuando reflexiono en los treinta y seis años de servicio de tiempo cabal, veintiséis de los cuales han sido en el servicio extranjero, todavía digo, usando las palabras de la resolución que presentó la Primera Clase de Galaad: Quiero expresar ‘mi profunda gratitud a Jehová, a la Sociedad Watch Tower y al cuerpo gobernante por el privilegio de haber recibido instrucción y educación teocrática que me capacitaran para ser una mejor ministra de las buenas nuevas.’
[Ilustración de la página 523]
La oficina de sucursal y casa misional de la Sociedad en Managua, Nicaragua, donde tiene el privilegio de servir actualmente la hermana Hardin